Juan Antonio González de Requena Farré
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Revista humanidades, 2024 (julio-diciembre), 14(2), e58563
Mercurio (Capela, 2016), con la que el texto de Saavedra Fajardo comparte la vocación satírica y
enciclopédica.
El reparto de los saberes que actúan alegóricamente en la República literaria comprende parte
del tradicional repertorio de artes liberales, como aparece recogido en la Alta Edad Media, por ejemplo,
en ese compendio filológico de artes y ciencias que son las Etimologías (San Isidoro de Sevilla, 2004,
p. 267). Pero, así como las Etimologías incorporaban enciclopédicamente diferentes saberes del mundo
antiguo y medieval, como la medicina, las leyes o los oficios eclesiásticos, e incluso abarcaba ―en su
exhaustiva exposición discursiva del sentido de los étimos y definiciones― a artes mecánicas como la
edificación, la agricultura, la guerra o las artes domésticas, también Saavedra Fajardo reúne
alegóricamente las personificaciones de artes liberales como la gramática, la retórica, la dialéctica, la
matemática o la filosofía natural junto a las representaciones figurativas de artes mecánicas
(fundamentalmente, la poesía; también, la pintura, la escultura o la arquitectura) y otros saberes como
la historia, la crítica o la filosofía moral, las ciencias jurídicas y médicas, e, incluso, ciencias ocultas
como la astrología o la magia.
En ese sentido, la sátira alegórica de República literaria se centra selectivamente en un catálogo
acotado de saberes vinculados con el mundo de las letras, las artes y las ciencias que conformaban el
canon cultural del humanismo renacentista, como aparece planteado, por ejemplo, en la obra de
Baltasar De Céspedes (1784) Discurso de las letras humanas llamado El humanista. De Céspedes (1784)
consideraba que el asunto de los humanistas (las letras humanas o de la humanidad) comprendía la
inteligencia del lenguaje a través del estudio de los clásicos griegos y latinos, la razón del lenguaje
aprendida de los gramáticos, el empleo del lenguaje mediante la imitación de los autores antiguos y,
por último, el conocimiento de las cosas, utilizando la lógica o dialéctica, según se despliega en la
historia o la fabulación poética, así como la actividad humanista de comentario, crítica y traducción.
Algunos de estos saberes humanistas, particularmente la gramática, la poesía, la historia y la crítica,
constituyen figuras protagónicas de la sátira filológica de Saavedra Fajardo.
En República literaria, los gramáticos aparecen como porteros soberbios y rígidos que dificultan
el acceso al cultivo de las letras, o bien como verduleros insolentes que todo lo motejan y se pronuncian
sobre todo solo a partir del conocimiento de la lengua. Por su parte, los críticos figuran como barberos
y cirujanos que recortan e intentan corregir forzadamente las creaciones literarias, o como remendones
y ropavejeros de las letras ajenas. Se trata de una representación del crítico no muy distinta de su
caracterización en el diálogo Demócrito y Heráclito de nuestro siglo:
No sale su entretenimiento, y ocupación, del distrito de lo pueril, e impertinente. Su verdadero
ser es solo este. Su presunción de ingeniosísimos, generales y consumados sabios … Traed,
sobre esto, a la memoria la hinchazón, y confiada severidad, con que se entran por los escritos
ajenos, aunque sean de materias, que ellos ni estudiaron, ni pueden entender … Advertid la
satisfacción, con que siempre hablan, y escriben; la libertad, con que vituperan; aun no
perdonando a las personas, cuya nota no tiene que ver con la de los escritos: y ayudadme a reír
de estos y semejantes efectos de su desvanecimiento (López de Vega, 1641, pp. 142-143)