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El trabajo forzoso y el reparto obligado de mercancías...
Revista humanidades, 2025 (Enero-Junio), Vol. 15, Num. 1, E58879
Los de Colotlán, por su parte, contribuyeron a ampliar la declaración al señalar que a los
del Mezquital se les sumaron los indios chichimecos de la Sauceda, con el objetivo de matar a la
gente del pueblo de Chalchihuites, pero que, según creían, por haber sido un número reducido los
sublevados, o por miedo a no salir bien librados, no se realizó el ataque (AGN, 1617, fs. 3v-4f). Por
otro lado, se interrogó a un grupo de indios del pueblo de Huejuquilla, quienes expresaron estar
“quietos y pacicos [sic] y no se acuerdan de nada sino de estar en sus tierras y ser cristianos con-
solándose con los religiosos que van a visitarlos y a administrarles los santos sacramentos” (AGN,
1617, f. 4). En respuesta, Urdiñola les hizo saber que, en caso de que algún mensajero de los indios
alzados de Nueva Vizcaya los convocara a sublevarse, lo debían aprehender y llevarlo preso a la
ciudad de Zacatecas, por lo que serían recompensados (AGN, 1617, fs. 4v-5f).
Otros asuntos que interesaron, y de que se ocupó el visitador, están relacionados con la de-
nuncia de los indios del pueblo de Santiago Totatiche por la invasión de sus tierras comunales por
parte del español Gabriel Trejo (AGN, 1617, f. 6f), el mismo personaje que había sido denunciado
ante el visitador Dávalos Toledo en 1616. También, Urdiñola tuvo noticia de un caso de estupro
que cometió el capitán Alonso del Toro en contra de una india de nombre María Ana, residente del
pueblo de Colotlán (AGN, 1617, f. 26v).
De igual forma, recibió la acusación de los indios de los pueblos de Colotlán, Santiago y Santa
María, quienes culparon a Del Toro “por las vejaciones que nos haze [sic] y nos haze [sic] travajar
[sic] cada semana le servimos al capitan [sic] y los mensajeros que enbia [sic] y también los caballos
todo se lo damos Y [sic] no paga nada y asi [sic] lo pide de balde” (AGN, 1617, f. 14v). Asimismo, hi-
cieron responsable al capitán Del Toro por amenazarlos con “lança [sic] y espada y adarga” (AGN,
1617, f. 19f) si no le entregaban lo solicitado. En otras palabras, Del Toro violentaba a dichos indios
al forzarlos a trabajar como sus mensajeros utilizando los propios caballos de los indios para ir a
Zacatecas y Nochistlán, sin otorgarles pago alguno y bajo amenaza (AGN, 1617, f. 15f). Además, y
no conforme con lo anterior, los despojaba de sus gallinas y sus caballos (AGN, 1617, f. 19f).
En esa misma dirección, los indios tlaxcaltecas de Colotlán denunciaron al capitán de tener
tienda en el pueblo y de no permitir “que otro ninguno venda nada y si acaso ve que alguno vende
a si sal como fruta luego los pone en la carzel [sic] y les pone pena y azotes” (AGN, 1617, f. 15v).
Por tales vejaciones, solicitaron al visitador Urdiñola que Alonso del Toro no fuera más su capitán
protector, sino que fuera Francisco de Ávila quien los protegiera (AGN, 1617, f. 15v).
Sobre lo anterior, Arrioja (2006) menciona que los repartimientos obligados de mercancías
encerraban una atmósfera de violencia, la cual se originaba “en situaciones especícas, ya sea
al incrementar las cuotas del reparto, al distribuirlo o bien al ajustar su cobro” (p. 80). Las de-
nuncias continuaron en Colotlán, pero ahora en contra del escribano Alonso Pulido, quien,
junto con Del Toro, maltrataba a los comerciantes que llevaban al pueblo sal, frutas, ollas y
otras mercancías. Los agravios iban desde solicitarles un porcentaje de la venta hasta la cárcel
(AGN, 1617, f. 15v).