Ingeniería 31(2): 57-79, julio-diciembre, 2021. ISSN: 2215-2652. San José, Costa Rica DOI 10.15517/ri.v31i2.44123
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1. INTRODUCCIÓN
Alrededor del mundo, aproximadamente el 40% de la producción alimentaria procede de tierras
agrícolas, de las cuales, cerca de un 20% es sometido a sistemas de riego. Los regadíos fomentan
la productividad agrícola al permitir la intensicación de las cosechas durante el año y la diversi-
cación de cultivos [1]. Los sistemas de irrigación tienen altos requerimientos del recurso hídrico,
por lo que se debe tener un control de las características físico – químicas de las fuentes de agua [2].
La calidad del agua para el riego agrícola ha sido ampliamente investigada, pues ejerce un
efecto directo en la producción de cultivos. Algunos de los problemas vinculados son: salinidad
por concentración de sólidos disueltos, velocidad de inltración del agua en el suelo que se asocia
con la relación de adsorción de sodio (RAS), sólidos en suspensión que puede provocar que no sea
apta para consumo humano o animal, contenido de nitratos y fosfatos, entre otros [3].
Altas concentraciones de sales generan restricciones abióticas que pueden impactar el balance
del sistema suelo – agua [4]. Si se aplican láminas de riego y son zonas con evapotranspiración
potencial (ETP) elevada, las sales se incrementan en el perl del suelo. Consecuentemente, se pro-
voca una reducción del agua disponible al aumentar el potencial osmótico de los suelos [5]. Los
sólidos disueltos en el agua son medibles a través de la conductividad eléctrica.
Respecto a la salinidad de las aguas de irrigación y la relación de absorción de sodio (RAS),
estas provocan un efecto interactivo con las propiedades físicas del suelo como: disminución en
la conductividad hidráulica, dispersión de las arcillas, encostramiento supercial, entre otros [6].
La presencia de iones de calcio y de magnesio se relaciona con la dureza total del agua, generando
incrustaciones o taponamientos en los sistemas cerrados de riego por aspersión. Es posible que
provoque problemas de inltración y precipitaciones en los suelos [7].
Los sistemas agrícolas de regadío son considerados generadores de contaminación difusa de
aguas superciales, pues pueden inducir problemas de eutrocación e hipoxia por excesos en con-
centración de sales de nitrógeno y fósforo por la aplicación de fertilizantes [8]
Según Pachepsky [9], la calidad microbiana de las aguas de irrigación puede ser afectada por
diferentes fuentes: patrones climáticos [10], deyecciones animales [11], fuentes de contaminación
difusa como la escorrentía que lava zonas de los agroecosistemas [12] o ingreso de aguas residuales
sin tratamientos adecuados [13], prácticas agrícolas como abonos orgánicos y purines [14]. Además,
se pueden producir cambios en la movilización del agua entre la fuente y los campos de cultivos. El
deterioro microbiológico depende de la interacción del agua con reservorios de microorganismos
en depósitos de sedimentos, bancos de suelos, algas y periton [15].
La estadística multivariada permite establecer las relaciones entre múltiples variables en siste-
mas complejos para simplicar y explicar su comportamiento. Entre algunas investigaciones rela-
cionadas con la calidad del agua se menciona una evaluación de la dinámica de la calidad del agua
con respecto a la variabilidad de los componentes espaciales y temporales, utilizando el análisis de
clústers (AC), así como un análisis de componentes principales (ACP) y factoriales en Queensland,
Australia [16]. En Egipto [17] se determinó un índice de calidad de agua de irrigación para regiones