Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe

Vol. 17, No. 2, Julio-Diciembre, 2020

Género y proceso organizativo: identidades colectivas comunitarias en la Región de Occidente, Costa Rica

Artículos científicos (sección arbitrada)

Género y proceso organizativo: identidades colectivas comunitarias en la Región de Occidente, Costa Rica

Gender and Organizational Process: Community Collective Identities in the Western Region of Costa Rica

Gênero e processo organizacional: identidades coletivas comunitárias na Região Oeste, Costa Rica

Esperanza Tasies Castro *
Sede de Occidente, Universidad de Costa Rica, San Ramón, Costa Rica

Género y proceso organizativo: identidades colectivas comunitarias en la Región de Occidente, Costa Rica

Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 17, núm. 2, 2020

Universidad de Costa Rica

Recepción: 08 Junio 2020

Aprobación: 27 Septiembre 2020

Resumen: El contenido de este artículo expone y discute los resultados de una investigación cuyo interés se centra en los procesos organizativos que desarrollan las mujeres en espacios comunitarios de la Región de Occidente, en Costa Rica. Como resultado de este esfuerzo se ha generado una tipología de estas organizaciones comunitarias distinguiendo las relaciones entre fines y medios que establecen estratégicamente estos grupos. Por tratarse de un enfoque cualitativo, cuyo interés es la generación de teoría formal, también se ha construido una conceptualización y contextualización del proceso organizativo y las identidades colectivas que explican la existencia de 41 organizaciones comunitarias de mujeres en cinco cantones de la Región de Occidente.

Palabras clave: Producción societal, reproducción societal, identidades comunitarias, enfoque de Género, tipología.

Abstract: This article discusses the results of an investigation on the organizational processes developed by women in community spaces of the Western Region of Costa Rica. As a result of this research effort, a typology of these community organizations has been elaborated, distinguishing the relationships between ends and means that these groups strategically establish. Because of its qualitative approach interested in generation of formal theory, this research has constructed a conceptualization and contextualization of the organizational process and collective identities that explain the existence of 41 women's community organizations in five cantons of the Western Region.

Keywords: Societal production, societal reproduction, community identities, Gender approach, typology.

Resumo: Este artigo apresenta e discute os resultados de uma pesquisa cujo interesse está focado nos processos organizacionais desenvolvidos por mulheres em espaços comunitários da Região Oeste de Costa Rica. Como resultado, esta pesquisa desenvolveu uma tipologia para organizações comunitárias que diferencia as relações entre meio e fins estabelecidas estrategicamente por esses grupos. Por se tratar de uma abordagem qualitativa, cujo interesse é a geração de teoria formal, também foi construída uma conceituação e contextualização do processo organizacional e das identidades coletivas que explicam a existência de 41 organizações comunitárias de mulheres em cinco cantões da Região Oeste.

Palavras-chave: Produção social, reprodução social, identidades comunitárias, abordagem de gênero, tipologia.

Introducción

Este artículo aborda los resultados de una investigación desarrollada en cinco cantones ubicados en lo que se conoce en términos de la división territorial costarricense como Región Occidental Central, a saber: Grecia, Naranjo, Palmares, San Ramón y Sarchí de la provincia de Alajuela, Costa Rica. El diseño metodológico, así como la posterior implementación centró su foco analítico en la relación existente entre los procesos organizativos comunitarios impulsados por mujeres y el peso que tienen dichas organizaciones en la continuidad de la producción y reproducción de la vida social, ello en un contexto de evidente debilitamiento de la institucionalidad del Estado.

El análisis del carácter del tejido organizativo comunitario se aborda como un proceso social básico cuyo resultado es la concreción de identidades colectivas específicas en las que se identifica un hilo conductor: se trata de procesos organizativos comunitarios protagonizados por mujeres a partir de determinados intereses colectivos. Sometidos los datos de la investigación a análisis, se tuvo como resultado la construcción de una tipología de organizaciones de mujeres, agrupadas por los fines y medios que se proponen en términos estratégicos.

La clasificación de los datos, en las primeras fases de codificación, revela la existencia de cuatro tipos de organizaciones, ello de acuerdo con las motivaciones individuales y los vínculos colectivos que desarrollan las mujeres. Tomando como centro analítico los intereses organizativos de las mujeres, se agrupan de la siguiente manera: organizaciones productivas, cuyos fines expresan la necesidad de generar ingresos propios por parte de las mujeres.

El segundo tipo de organizaciones lo constituyen aquellas que procuran el bienestar comunitario; en este caso los vínculos se establecen en función de alcanzar mejoras en infraestructura, seguridad comunitaria y otras, fundamentales para reproducir la vida social. Un tercer tipo de organización se constituye directamente en función de enfrentar la violencia de género en las relaciones de pareja. Un cuarto tipo identifica organizaciones cuyo vínculo colectivo se fundamenta en una adscripción directa al feminismo como fenómeno político que las une.

El estudio definió en su planteamiento inicial el interés de abordar el fenómeno como un Proceso Social Básico Estructural (Carrero, Soriano y Trinidad, 2012, pp. 65-66), en tanto explica la categoría central que permite la integración teórica y la perspectiva analítica que se discute en este trabajo: acción colectiva territorializada. La categoría central expresa un constructo sociológico cuya capacidad explicativa generó un punto de partida para la investigación. A partir de esa categoría se analizan aspectos relacionados con los fines y medios priorizados por estos colectivos; se trata de intereses específicos que explican la existencia de estas organizaciones y de sus posibilidades para producir y reproducir la vida social en las comunidades en estudio.

Los datos cualitativos que permitieron ubicar, caracterizar y contextualizar 41 organizaciones de mujeres en la Región de Occidente1, requirieron de un primer acercamiento al Proceso Social Básico abordado en este artículo. De esta manera, la evidencia cualitativa inicial fue recabada mediante la técnica del mapeo. Se trata de un espacio de discusión propio del método que se conoce como Teoría Fundamentada y que a su vez permite el descubrimiento de las propiedades explicativas del fenómeno en estudio (Carrero et al., 2012, p. 77).

La identificación de las organizaciones de mujeres en la Región de Occidente implicó ubicar, a través de distintas fuentes y técnicas de investigación, a los grupos o colectividades en estudio. Cabe señalar que el mapeo como intencionalidad metodológica, se interpreta “como una práctica, una acción de reflexión en la cual el mapa es sólo una de la herramienta que facilita el abordaje y la problematización de territorios sociales, subjetivos, geográficos” (Ares y Risler, 2013, p. 7).

En el mismo sentido que argumentan Ares y Risler, los mapas que se construyen al calor de la evidencia cualitativa recabada en esta investigación son abordados como un relato colectivo (2013, p. 8); en este caso particular, nos referimos al relato sobre las identidades colectivas de mujeres organizadas en términos socio territoriales en función de distintas necesidades contextualizadas en el espacio inmediato de residencia de las participantes.

Mención aparte requiere la tarea de generar constructos sociológicos a partir de teorías históricas que ahondan en la naturaleza del proceso organizativo con enfoque de género. Tómese en cuenta que el proceso de diferenciación de los grupos de mujeres organizados en la Región de Occidente permitió la generación de teoría formal (Carrero et al., 2012, p. 37), cuya función es aportar en la comprensión del proceso organizativo en el contexto comunitario.

La estructura general de este artículo inicia con una introducción general sobre la investigación y los detalles más importantes que contiene. El abordaje por apartados puntualiza la perspectiva metodológica que respalda los resultados de la investigación que indagó en las iniciativas organizativas en lo que se conoce como Región de Occidente. Un segundo apartado aborda las identidades colectivas que explican la existencia de estas iniciativas grupales y profundiza en la tipología construida mediante el estudio sistemático de los vínculos que las sostienen, así como en la identificación de los fines y medios priorizados por las mujeres en su accionar conjunto. Posteriormente, el tercer apartado ahonda en la discusión de la naturaleza del proceso organizativo, arista fundamental de revisión con perspectiva de género. Las líneas conclusivas, en el cuarto apartado, inician con un análisis de los factores contextuales y consecuenciales que explican las particularidades de la acción colectiva territorializada en la que se centró la investigación documentada.

El diseño se ubica, tanto en términos epistemológicos como metodológicos, en el método que se conoce como Teoría Fundamentada (TF). La TF permitió el análisis de los datos cualitativos y la transformación de evidencia cualitativa en categorías y subcategorías con gran capacidad explicativa.

Perspectiva metodológica de la investigación

Este apartado tiene la finalidad de construir un breve recorrido por la metodología utilizada en esta investigación, sobre todo en la validación de la capacidad y ámbito explicativo de la teoría construida alrededor de este importante fenómeno: la organización comunitaria, la participación de las mujeres y el papel que juegan en la producción y reproducción de las condiciones de la vida social y, en general, en el tejido comunitario.

Los datos o evidencia empírica cualitativa que sirve de base en esta investigación fueron recabados mediante distintas técnicas y se enfatiza su carácter de datos primarios. Se trata de evidencia recabada en el campo mediante la realización de ocho talleres en el primer año del desarrollo de esta investigación (2018-2019). Es necesario hacer explícita la sistematización de los datos primarios, en especial por tratarse de una investigación que en un primer momento generó teoría sustantiva sobre el proceso social básico analizado, a saber: la acción colectiva territorializada, cuyas protagonistas fueran mujeres. En un segundo momento, se procedió a la ubicación de esta teoría sustantiva en el marco de teorías más amplias y formales que han abordado la naturaleza del proceso organizativo.

Conviene señalar que, durante el primer momento analítico, el objetivo era la construcción de teoría sustantiva sobre un proceso social básico comunitario. En este sentido, la investigación no asumió que se encontraba ante procesos organizativos; para ello era necesario el segundo momento de la investigación, el cual implicaba el trabajo con teorías formales para caracterizar y explicar con pertinencia el objeto de estudio. El análisis de los datos cualitativos decantó algunas identidades colectivas en la Región de Occidente; tal ejercicio permitió la generación de categorías concretas con alcance teórico o explicativo del proceso social básico referenciado en este artículo.

Se define el primer momento como fenomenológico, dada su intención metódica de penetrar en el interior del objeto, a través de la forma en que las mujeres representan su participación en los grupos comunitarios. Un segundo momento analítico-estructural, desarrolla la codificación y descodificación de los elementos discursivos y del posterior análisis del sentido atribuido por las mujeres a su accionar colectivo. El tercero implementa la fase interpretativa-comprehensiva, mediante la integración teórica y la posterior emergencia de una teoría formal (Carrero et al., 2012, p. 152).

Los datos fueron analizados con técnicas propias de la Teoría Fundamentada, centrando el foco de atención en el fenómeno bajo investigación: la acción colectiva de las mujeres unidas por lazos e intereses territorializados, para posteriormente “procesar estos datos en el nivel de una teoría general” (Corbin y Strauss, 2002, p. 196). Este proceso metodológico tiene implicaciones, tanto para el alcance del aporte teórico generado, como para la aplicabilidad de los resultados obtenidos. Sobre este argumento se ha justificado la combinación y uso de una teoría sustantiva derivada del proceso social básico en estudio y el uso combinado de teorías formales en sus aspectos explicativos generales sobre la naturaleza de la organización como resultado de interacciones sociales. En la misma línea analítica se recurre al uso de constructos sociológicos que describen y explican el objeto de estudio aquí planteado.

Los procedimientos y técnicas analíticas aplicadas a los datos recabados de entrevistas y talleres con los grupos de mujeres se delimitan de la siguiente manera:

La codificación y comparación constante de los grupos comunitarios conformados por mujeres permitió establecer cuatro subcategorías que explican la Acción colectiva territorializada: organizaciones productivas, organizaciones para el bienestar comunitario, organizaciones contra la violencia de género y organizaciones Feministas. La tipología de organizaciones, producto del proceso que codifica cada incidente (cada proceso organizativo detectado en el nivel comunitario generado por mujeres es considerado un incidente), explica la construcción de un marco interpretativo, esto de acuerdo con la forma en que se plantean estos grupos comunitarios de mujeres la relación entre los fines explícitamente expuestos y los medios puestos en juego para su consecución (estrategia explícita o implícita de la organización comunitaria).

Sobre las cuatro categorías que agrupan y diferencian las organizaciones de este estudio y su posterior producto (la tipología de organizaciones existentes en el tejido comunitario), se considera importante puntualizar que dichas categorías fueron elaboradas con posteridad a la saturación de la categoría central y generadora del estudio (Acción colectiva territorializada de mujeres). El mecanismo analítico en juego explica la delimitación de las categorías, ubicando y delimitando los procesos organizativos mediante el procedimiento que se conoce como “muestreo teórico”. Se trata de “conceptos emergentes” cuyo propósito es explorar el rango de dimensiones o las condiciones diversas en las cuales varían las “propiedades de los conceptos” (Corbin y Strauss, 2002, p. 80).

Por tratarse de un estudio basado en el método que se conoce como Teoría Fundamentada (TF), la generalización o construcción de una perspectiva teórica no puede darse sin la intervención de una búsqueda preliminar que conduzca a los conceptos; para ello la persona investigadora compara todos los incidentes, en este caso los tipos de organización existentes en la Región de Occidente. Una vez que dichas categorías se saturan, se considera que se cuenta con conceptos capaces de explicar el fenómeno que se estudia.

El muestreo teórico, tal y como se implementa en la TF refiere a una búsqueda permanente durante el desarrollo del trabajo de campo, la intención es la de generar constructos teóricos con validez empírica; se entiende este recurso como mecanismo que identifica y delimita las categorías del estudio, una definición pertinente necesariamente debe contemplar la relación directa de este tipo de muestreo con los datos cualitativos, tal y como acotan Virginia Carrero, Rosa Soriano y Antonio Trinidad (2012):

El muestreo teórico es aquel que se utiliza para generar teorías en donde el analista colecciona, codifica y analiza sus datos, y decide qué datos coleccionar en adelante, y dónde encontrarlos para desarrollar una teoría mejor a medida que la va perfeccionando (Carrero et al., 2012, p. 158).

En términos generales se realizó un análisis de las condiciones e interacciones generadas por las mujeres organizadas desde sus territorios y la gestión de determinados intereses individuales y colectivos. Estos intereses revelan el sentido que esos grupos confieren a su participación y también explican las categorías construidas para establecer distinciones entre unos y otros grupos organizados en el nivel comunitario. Este estudio genera conocimiento sobre la forma en que se comportan y transforman estas dinámicas comunitarias.

Para el caso del proceso conclusivo y sus implicaciones, también se debe puntualizar en la construcción de un marco interpretativo a través de la generación de una matriz condicional/consecuencial. Esta disposición metodológica deviene directamente del método de investigación contemplado por la Teoría Fundamentada e implica la vinculación de las acciones e interacciones sociales observadas, con la estructura o contexto en que se producen tales acontecimientos (Corbin y Strauss, 2002, p. 202).

El siguiente apartado contiene una explicación completa de las condiciones y especificidades que explican los procesos organizativos comunitarios identificados en la Región de Occidente. Se indaga en los vínculos que explican los grupos estudiados, centrando el interés en el tipo de ligámenes que establecen y en la forma en que se articulan los fines y medios que dan vida a este tejido comunitario.

Mujeres organizadas: identidades colectivas comunitarias

Para la construcción de resultados fue necesario plantear una pregunta básica: ¿cuáles son los vínculos que se establecen en el nivel comunitario para dar vida a determinados procesos organizativos? Esta interrogante permitió conocer el contenido y naturaleza de las relaciones establecidas por las mujeres en el marco de sus organizaciones. La tesis que da vida a la indagación en los lazos que establecen las mujeres en sus organizaciones comunitarias es producto de la interpretación de las teorías formales que explican el proceso organizativo. Es precisamente por esta búsqueda de asidero en las teorías formales que se concluye que ligamen e identidad colectiva están indisolublemente relacionados: “mientras no se establezcan esos vínculos y relaciones determinadas desde la tarea común, habrá una identidad grupal potencial, pero no realizada” (Martín-Baró, 1989, p. 319).

El principal ligamen identificado por las participantes de los grupos estudiados es el de “ser mujer”. Lo que implica que la identidad de género es el primer eslabón para comprensión de la existencia de estos importantes grupos comunitarios. Tal y como presupone Martín-Baró (1989, p. 319), la identidad de un grupo se define frente a otros u otras, para el caso de este tipo de organizaciones, las mujeres atienden tareas que van desde las necesidades de infraestructura comunitaria, hasta la creación de redes para enfrentar las crecientes cifras de violencia contra ellas.

En los relatos recabados con las mujeres organizadas de la Región de Occidente, abundan explicaciones referidas a la posibilidad de ayudar a otros y otras en el espacio inmediato. Explorando en los aportes de la antropología para comprender la construcción de la subjetividad de las mujeres, es claro que se trata de un relato intrínseco que enfatiza la dependencia y el ser “a través de las mediaciones de los otros” (Lagarde, 2005, p. 16).

La matriz final (Figura 1), resultante del proceso de categorización, revela que las organizaciones de mujeres, en especial las comunitarias, se convierten en gestoras de la reproducción social en sus entornos inmediatos, a través de impulsar el bienestar social, la generación de empleo e infraestructura, todos ellos aspectos básicos para la continuidad de la vida social. “Estar juntas”, “sacar un ratito para nosotras”, “encontrarnos en las tardes”, fueron algunas de las motivaciones individuales expresadas por las mujeres para justificar su participación en estos pequeños grupos comunitarios. La decisión de emplear las herramientas construidas por la antropología como foco para la comprensión de estas identidades genéricas se considera acertada, sobre todo si se pondera el aporte que brindó este marco teórico-conceptual durante toda la investigación.

La existencia de intereses comunes, condición básica para presuponer que nos encontramos ante un proceso organizativo, obligó a la construcción de un acercamiento a estas identidades colectivas comunitarias. Se interpretaron las relaciones estratégicas que unen a las mujeres, develando estos intereses comunes como expresiones de una identidad genérica concreta. Dado que un grupo humanos es una “estructura de vínculos y relaciones entre personas que canaliza en cada circunstancia sus necesidades individuales y/o colectivos” (Marín-Baró, 1989, p. 206), la matriz denominada Categorización: motivaciones y vínculos de las organizaciones comunitarias2 (Figura 1), en la Región de Occidente, se construye partiendo –como ya ha sido acotado– de las relaciones de interdependencia que explican la existencia de estos grupos, así como de la estrategia que implementan para alcanzar sus objetivos. Los grupos identificados en esa investigación materializan intereses de las mujeres organizadas y, tal y como argumentó Martín-Baró (1989, p. 205), expresan sus intereses, tanto desde la dimensión personal, como desde una definición estructural, que solo puede ser explicada en el contexto de la sociedad en que desarrollan su acción colectiva.

Figura 1. Motivaciones y vínculos organizativos, Costa Rica
Figura 1. Motivaciones y vínculos organizativos, Costa Rica
Fuente: Elaboración propia.

La revisión de la argumentación de las mujeres organizadas en torno a sus intereses y necesidades presentó un movimiento constante entre dos conceptos: confianza y competencia3. Ambos términos formaban parte de la descripción e interiorización de las experiencias organizativas de las mujeres que participaron en las actividades indagatorias puestas “en juego”4 en esta investigación. Las organizaciones que se ubicaron en la categoría “por el bienestar comunitario” expresan la continuidad del papel de las mujeres para reproducir la vida social, como un hecho “natural” atribuido a las mujeres. En algunas intervenciones durante los talleres sobre procesos organizativos comunitarios, las participantes hacían explícita su inconformidad por el no reconocimiento del trabajo que realizan.

Tal y como han explicado ampliamente los estudios antropológicos sobre la mujer, las tareas de reproducción comunitaria forman parte de las “obligaciones” atribuidas culturalmente a las mujeres: “De tal manera que aquellas mujeres que no reproducen a los otros son consideradas menos mujeres, menos femeninas” (Lagarde, 2005, p. 121). Se trata de lo que Marcela Lagarde reconoce como “sobre especialización genérica”, referido el concepto a este contenido específico de la identidad femenina y su capacidad de estar al servicio del otro u otra. Las organizaciones identificadas bajo la categoría “bienestar comunitario” hacen uso de la sobre especialización de las mujeres, para concretar procesos y productos en función y servicio de las necesidades de su entorno inmediato. Ello a pesar de que esta participación organizada es de carácter voluntario, tal y como ha sido aclarado por las protagonistas de este proceso social básico.

Las organizaciones identificadas bajo la categoría “bienestar comunitario” hacen uso de la sobre especialización genérica, en el sentido de construir procesos y productos en función y servicio de otros y otras. Ello a pesar de que esta participación organizada es de carácter voluntario, tal y como ha sido aclarado por las protagonistas de este proceso social básico.

Sin embargo, dentro de los espacios comunes por el bienestar comunitario, las participantes desarrollan interacciones con otros grupos organizados y con entidades estatales tales como el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU) y las Redes contra la Violencia Intrafamiliar y de Género5. Las mujeres logran acceder a información política sobre la opresión de género y en general sobre los contenidos patriarcales de algunas disposiciones comunitarias y es común que referencien a esos contenidos para justificar la existencia de sus organizaciones.

Las motivaciones y los vínculos organizativos que establecen las mujeres conformadas en grupos productivos comunitarios expresan un interés válido y real por obtener la independencia a través de la generación de recursos provenientes de su propio trabajo. Tampoco el análisis de estas identidades colectivas e individuales puede pasar por alto la consciencia social forjada históricamente para definir las mujeres como seres genéricos tal y como se aborda desde la antropología de la mujer. En este sentido, Marcela Lagarde explica la naturaleza de esta contradicción identitaria que sufren las mujeres, en relación con su propio trabajo:

La identidad escindida de estas mujeres está en las enormes dificultades de constituir una conciencia que tenga como uno de los puntos centrales de identidad el trabajo. […] La realidad es otra: las mujeres se definen históricamente por el trabajo, aunque ellas mismas lo nieguen (Lagarde, 2005, p. 137).

Algunos grupos productivos que comercializan bienes y servicios tienen a cargo hombres en los procesos de comercialización, ello a pesar de que la producción y las obligaciones organizativas recaen sobre las mujeres. El tema de la especialización histórica de los hombres para el mundo del trabajo y de la consecución de recursos, pesa todavía en este tipo de organizaciones. Algunas mujeres jóvenes asisten a las reuniones de su colectivo acompañadas de sus parejas y le consultan algunas de las decisiones que toma el grupo.

Las organizaciones de mujeres vinculadas entre sí por experiencias directas e indirectas de violencia de género desarrollan un trabajo exitoso en la comunidad, se capacitan en reuniones periódicas organizadas por el INAMU o la histórica organización Mujeres Unidas en salud y Desarrollo (MUSADE)6. Ambas instancias, la primera de carácter estatal y la segunda de origen comunitario, brindan apoyo directo y coordinado para asesorar estos vínculos organizativos.

En las dos sesiones de trabajo o talleres7 realizadas con estos grupos organizados, destacaron sus conocimientos sobre el ciclo de la violencia y las razones por las que las mujeres permanecían en relaciones de agresión. En el taller se les solicitó que analizaran su propio accionar socio comunitario. En ningún caso las estrategias de intervención planteadas por las mujeres expresaban mitos o prejuicios sobre la violencia de género.

A pesar de tener una amplia formación en el campo de la violencia de género, su naturaleza y consecuencias, las mujeres protagonistas de estos procesos comunitarios, hicieron ver las trabas familiares que enfrentan para materializar su derecho a estar organizadas. El mundo privado, la familia, les cuestiona su participación. Este elemento o dificultad fue uno de los argumentos que más se evidenció en el proceso de codificación axial8 realizado con los datos de esta investigación.

La existencia de cuatro organizaciones feministas de carácter local y comunitario en el territorio que se conoce como la Región de Occidente, revela una particularidad espacial y la constitución de una identidad colectiva que interpela al patriarcado como un adversario y que por ende construye una agenda definitivamente contestataria. Las cuatro organizaciones feministas analizadas son, el colectivo ubicado en el Cantón de Grecia: “Hipatía”, el grupo “Tejiendo Sororidad” de la Universidad de Costa Rica (Sede de Occidente), la “Escuelita Feminista” que funciona en las instalaciones de MUSADE, y la organización feminista contra la violencia “Árbol de Esperanza”.

Las organizaciones feministas constituyen una influencia directa que se explica por el proceso histórico de consolidación de una instancia de educación superior regionalizada, tal es el caso de la Sede de Occidente, de la Universidad de Costa Rica. Con gran cobertura social y territorial, estas colectivas brindan apoyo a otros grupos comunitarios en materia de capacitación y otros recursos necesarios para su continuidad. La presencia de un fuerte tejido organizativo comunitario, conformado por mujeres, en momentos en que los apoyos institucionales están debilitados9 y la sociedad expresa más los intereses individuales que aquellos que devienen de lo colectivo, revela la importancia de este tejido, fundamental para la reproducción de la vida social.

La individualización, como objeto de interés sociológico, remite a un proceso histórico de gran envergadura que acompaña como correlato a la sociedad contemporánea. Dicho proceso ha sido un fenómeno de amplio estudio. Sin embargo, tal y como se documenta en los resultados de esta investigación, las grupos comunitarios de mujeres gestan un proceso organizativo que va a contrapelo de la tendencia individualizante del orden social contemporáneo. La sociología clásica analiza la individualización interpretada como ruptura con los vínculos endógenos o comunitarios, tal y como es planteado por Gina Zabludovski:

El individuo deja de pertenecer a las pequeñas unidades sociales para integrarse paulatinamente a las grandes organizaciones. Las tareas de protección y control que eran ejercidas por uniones vitalicias e indisolubles, y grupos endógenos reducidos (como clanes, comunidades rurales o gremios) se transfieren a las agrupaciones estatales altamente centralizadas y cada vez más urbanas (Zabludosvski, 2013, p. 234).

Las comunidades estudiadas en cinco cantones o unidades territoriales de lo que se conoce como Región de Occidente, en Costa Rica, establecen como centro la identidad de género y la identificación de metas colectivas. Dichos propósitos tienden a reproducir la vida social, mediante participación en grupos comunitarios de mujeres. Ello responde a necesidades básicas de empleo, infraestructura y otras necesidades comunitarias o al reconocimiento de la subordinación de las mujeres en la comunidad.

En el caso de las organizaciones feministas, sus fines son de carácter político reivindicativo, acorde con su definición identitaria. Para el segundo tipo de organizaciones, aquellas cuyo propósito es enfrentar la violencia de género en el nivel comunitario, se debe aclarar que no todas se reivindican como feministas. No obstante, sí adscriben claramente un imaginario de reconocimiento de la desigualdad de género y de sus implicaciones en la vida social comunitaria.

Uno de los resultados principales de este estudio es precisamente la creación de una tipología que distingue las organizaciones10 de acuerdo con los fines que justifican su existencia, lo que permite distinguir estos grupos comunitarios por sus motivaciones y vínculos, esto es básico para comprender su naturaleza.

La existencia de organizaciones tiene una explicación en las condiciones de vida de las mujeres en sus entornos inmediatos, en la identificación consciente de lo que Marcela Lagarde conceptualiza como “círculos particulares de vida” (2005, p. 47). Estos ciclos y sus posibilidades de control sobre las mujeres fueron identificados en los talleres realizados.

Es en sus propias experiencias, intereses y necesidades en donde las mujeres encuentran la justificación para estar y ser en las organizaciones; esto de acuerdo con el relato expresado por ellas en los talleres. Entre los acuerdos alcanzados para definir el contexto en el que desarrollan su rol comunitario, estuvo aquel que les permitía ubicarse a sí mismas en sus círculos particulares de dominación y al mismo tiempo como miembros de las organizaciones comunitarias. En el debate feminista las relaciones de poder en el ámbito comunitario expresan uno de los círculos de dominación social, esto de acuerdo con el planteamiento de Marcela Lagarde.

Lo dominante es diverso: va desde lo nacional hasta los círculos particulares de vida de cada cual, de tal manera que es posible encontrar definiciones dominantes en un círculo de vida particular (región, clase, grupo, ámbito urbano o rural, mundo religioso o político) (Lagarde, 2005, p. 37).

De manera consciente, las mujeres organizadas identifican las formas de opresión y explotación que sufren y las desventajas sociales que enfrentan. A menudo justifican su participación en grupos como una vía para solventar estos obstáculos, haciendo referencia a estrategias colectivas para encarar su propia subordinación.

El proceso organizativo con enfoque de género

En términos conceptuales se aborda el proceso organizativo territorializado protagonizado por mujeres como una acción humana que se vincula con un interés propiamente comunitario. El ejercicio comprensivo desarrollado centró en gran medida su atención en los significados que las mujeres atribuían a su participación en grupos con intereses colectivos comunes.

Analizar las bases constitutivas del grupo es obligatorio para la interpretación de este proceso social básico; de manera que, “la constitución y reproducción de la vida social […] es una obra producida por la acción de quienes participan en ella” (Ortiz, 1999, p. 60), así la participación organizada es un acto cotidiano para las protagonistas. El registro de las acciones e interacciones incluyó la reflexión justificante que le confieren las mujeres desde sus comunidades y colectivos de interacción, a su existencia plural y a las metas que definen sus intereses.

Algunas interacciones fundamentales al interior de los grupos expresan interés por generar aprendizajes alrededor de distintas experiencias, entre ellas aquellas que priorizan las actividades productivas. La capacitación en diferentes temáticas es parte de la estrategia priorizada por las colectivas, sin embargo, la carga de las labores domésticas y las obligaciones familiares dificultan la estrategia priorizada. Al respecto, una de las participantes abordó esta situación de la siguiente manera: “Además el esposo de María no paraba de molestar y llamarla para pedirle que llegara temprano a la casa y ella no se pudo concentrar bien en el curso, por tener que estar atendiendo llamadas del esposo” (relato colectivo construido en talleres).

La constatación de si la investigación se encuentra ante un proceso organizativo en la estricta definición sociológica, es atinente para la comprensión de la naturaleza del grupo; por esta razón se requirió analizar la racionalidad que le imprimen las participantes a sus acciones e interacciones colectivas. Esta interdependencia en el seno de la organización permite gestar salidas colectivas a problemas personales que enfrentan las mujeres en su círculo primario familiar. Esto se desprende de las formas en que interpretan los obstáculos y sus posibles salidas, como se puede constatar en el siguiente fragmento:

Entonces María habló con Magaly y le dijo: Magaly, ¿qué puedo hacer? ¿Por qué es que me está pasando esto, yo quiero seguir asistiendo al curso? Entonces Magaly le dice: organícese y hable con su esposo. Pida ayuda para que le recoja alguien al os niños en la escuela el día del curso (relato colectivo construido en talleres).

Esta indicación estratégica se da en el seno de un grupo de mujeres productoras, ello implica que nos encontramos ante actores sociales que identifican sus fines e intencionalidades en términos colectivos. Así, articulan interacciones y le confieren continuidad a la experiencia organizativa. Esto implica “vida social” en el estricto contenido sociológico del concepto. El actor registra sus intenciones y las transforma en estrategias específicas, así, el agente reflexiona sobre su propio accionar, “intencionalidad y racionalidad” (Ortiz, 1999, p. 61). Al respecto Luis Ángel Ortiz agrega:

Pero esto sólo llega a ser posible, porque el registro por parte del agente de la continuidad de la vida social implica un ejercicio de reflexividad. Ésta se basa en el registro de la acción, lo que supone intencionalidad y racionalidad (Ortiz, 1999, p. 60).

Los datos también revelan una intención dirigida a lo que Ortiz identifica como la producción y reproducción de la vida social (1999, p. 62). El autor sostiene que cuando se reproducen los contextos, en este caso, el entorno inmediato de las participantes, se le confiere continuidad a la vida social. He ahí la importancia de las prácticas sociales que tienen lugar en el tejido social comunitario, a saber:

En su condición de actores, los individuos recrean las condiciones que hacen posibles sus actividades, de modo que, en ellas, está involucrada la estructura. Pero, al mismo tiempo, la estructura se reproduce a través de una serie de sucesivas prácticas sociales situadas contextualmente (Ortiz, 1999, p. 60).

Los grupos de mujeres analizados recrean su acción colectiva para incidir en las actividades de reproducción societal; revisan sus prácticas para enfrentar los múltiples obstáculos que enfrentan para el alcance de sus metas. Es claro que nos encontramos en términos sociológicos ante un grupo de actores.

Así las cosas, una vez definidas las unidades básicas de acción, a saber, los grupos de mujeres organizadas en territorios comunitarios, se indaga sobre estos actores sociales involucrados en la producción y reproducción de la sociedad. La discusión conceptual transita por las teorías formales interdisciplinarias que abordan la naturaleza del proceso organizativo. Ello implica preguntarse: ¿el objeto de estudio y el proceso indagatorio permite sostener que nos encontramos ante procesos organizativos formales e informales en el estricto sentido?

Ignacio Martín-Baró (1989, p. 208) considera que la organización en sí se define por tres aspectos básicos, su identidad, la forma en que constituyen sus prácticas colectivas y la conciencia de sus miembros de que son parte de determinado grupo. Las tres características forman parte del accionar identificado en los grupos comunitarios de mujeres analizados en este artículo. La siguiente cita identifica la importancia de comprender el grupo como una totalidad en sí misma:

El primer parámetro para definir un grupo es el de su identidad. ¿Qué es este grupo? ¿Cuál es su carácter específico que define su unidad como tal, es decir, cuál es el carácter de su totalidad? […] Lo que la identidad grupal requiere es que exista una totalidad, una unidad de conjunto, y que esa totalidad tenga una peculiaridad que permita diferenciarla de otras totalidades (Martín-Baró, 1989, p. 208).

La interrogante planteada, sobre los aspectos que permiten afirmar y reconocer la identidad de un grupo, conduce a ponderar el grado de formalización organizativa que presentan estos colectivos de mujeres. La revisión de los documentos emitidos por las organizaciones y las prácticas discursivas que acompañan su accionar permitió constatar, que, a pesar de funcionar como grupos informales, sus prácticas conducen a la búsqueda de un reconocimiento para su existencia colectiva.

Por formalidad entendemos la existencia de actas, división de tareas como recaudación de fondo, organización de actividades formales frente a la institucionalidad del Estado. Otros aspectos propios de una existencia colectiva fueron analizados con el fin de encontrar explicaciones conceptuales y prácticas para la comprensión de su naturaleza, por ejemplo, realizan reuniones periódicas que establecen normas para la incorporación de nuevos miembros. Este es el caso de la “Agenda Política de Mujeres Ramonenses”, conformada por 10 activistas comunitarias.

La dimensión de “totalidad”, se expresa frente o, ante otro tipo de actores e instituciones, lo que permite dilucidar que existe en las agrupaciones una estructura interna de comunicación constitutiva de una identidad, la cual alude a un “nosotras” como espacio simbólico compartido por las protagonistas. Lo anterior implica la existencia de una conciencia de pertenencia.

En el cantón de San Ramón se identificaron 12 grupos de mujeres que se reúnen periódicamente y que comparten intereses específicos. Si bien todos los cantones de la Región fueron mapeados y categorizados, por razones de espacio y extensión de este artículo, se ahonda únicamente en las organizaciones del cantón de San Ramón. Entre otras cosas, este cantón presenta la mayor cantidad de organizaciones y sobre todo, la existencia de los cuatro tipos de agrupaciones identificadas en este proceso social básico: la organización comunitaria de mujeres.

El análisis de las motivaciones de las mujeres participantes se encuentra ligado al cuido como forma de sobre especialización, ello con excepción de aquellas que se reivindican como feministas. Explícitamente, la práctica discursiva de las protagonistas de esta acción colectiva en el nivel comunitario hace referencia a sus “obligaciones” en la reproducción de la vida.

La existencia de un ciclo cultural que estructura la vida de las mujeres en torno a la relación con los otros y otras y que expresa la continuidad de una operación de dominación que se configura mediante relaciones de poder ejercidas sobre ellas y sobre los recursos que necesitan. Frente a esto, la evidencia cualitativa revela que las mujeres se ligan organizativamente entre sí por intereses concretos de género.

La antropología de la mujer sostiene que “grandes extensiones de la economía y de territorio de la sociedad, están sostenidas por mujeres generadoras de tejido y vida social” (Lagarde, 2005, p. 866). Los grupos estudiados canalizan intereses sociales que pueden distinguirse para comprender su naturaleza e importancia. De manera que para la comprensión de estos grupos organizados se desarrolló, durante el año 2019, un taller específico en el que se ahondó en este vínculo y su capacidad de ligar la acción organizada con los intereses objetivos y subjetivos de las mujeres. Se trata de prácticas sociales en el sentido expuesto por Luis Ángel Ortiz (1999): La constitución de la sociedad, esto es, su producción y reproducción, es una creación de los actores sociales: se trata de actores situados históricamente que crean la historia y viven en ella. En tal sentido, el énfasis está en el carácter recursivo de las actividades humanas consideradas prácticas sociales, ubicadas en el espacio y en el tiempo (Ortiz, 1999, pp. 60-61).

El espacio tiempo de las Defensoras Populares, ligado al histórico trabajo de MUSADE en la Región de Occidente, cuenta con filiales en cada cantón de la Región. El análisis de la forma en que establecen el vínculo y movilizan la conciencia individual y colectiva permitió valorar que se trata de grupos encaminados a lograr una conciencia colectiva que les materializa como “grupo para sí”11 (Martín-Baró, 1989, p. 212).

El proceso social básico referenciado en este trabajo identificó los intereses colectivos, en este caso de género, que explican el relato que acompaña estos espacios comunitarios. Específicamente, estos grupos se han convertido en una justificación del accionar de las mujeres participantes. Ignacio Martín-Baró (1989), le confiere centralidad a la identidad para establecer el carácter de una colectividad unida por lazos comunes y cotidianos.

La pertenencia subjetiva de una persona a un grupo supone que el individuo tome a ese grupo como referencia para su propia identidad o vida. […] La identidad grupal es una realidad que tiene un hacia fuera y un hacia dentro (Martín-Baró, 1989, pp. 213-214).

La Figura 2, estructura el despliegue territorial de los tipos de organizaciones a las que se hace referencia en este trabajo, al tiempo que permite comprender que se trata de identidades que comparten un espacio/tiempo local. También expresa gráficamente la iconografía creada para identificar las organizaciones, así como su uso práctico.


Figura 2. Mapeo Comunitario

Fuente: Elaboración propia.

Los valores, normas y estrategias con que se auto regulan los grupos organizados en las comunidades, cuyo propósito es enfrentar la violencia de pareja en su entorno inmediato, revelan la existencia de un vínculo consciente basado en la identificación de la subordinación y las interacciones de poder que se establecen en la relación de pareja.

Las Defensoras Populares identificaron con pertinencia las fuentes reales del poder masculino en las relaciones de subordinación. Cuando cuentan sus experiencias inician el diálogo diciendo: “Mi nombre es… y soy sobreviviente de violencia de pareja”. La consciencia específica de pertenencia de las mujeres del colectivo “Defensoras Populares” es esencial para afirmar que nos encontramos ante un grupo en cuyo seno las activistas expresan una identidad colectiva organizada y consciente de su rol histórico, esto en referencia a los valores y estrategias que articulan su proceso.

La Figura 3 expresa en forma gráfica estos intereses, las organizaciones identificadas concretan una estrategia específica con los siguientes componentes identificables: direccionalidad o formas de identificar los caminos para alcanzar los intereses colectivos, estrategia implícita o explícita, sostenida en tiempo y espacio; las dos dimensiones anteriores se concretan en el tercer componente necesario para identificar una organización, el cual refiere a las formas de comunicación que deben facilitar la interacción de quienes conforman estos procesos organizativos, en este caso de carácter comunitario.

Figura 3. Las organizaciones contra la violencia de género
Figura 3. Las organizaciones contra la violencia de género
Fuente: Elaboración propia a partir de talleres con Defensoras Populares.

Cada organización fue analizada desde estas tres dimensiones explicativas del proceso organizativo, la direccionalidad se explica por los fines trazados por la identidad colectiva, así como por su capacidad de conducción en aras de esa meta. La dimensión estratégica de cada grupo debe demostrar que hay un ligamen coherente entre los fines priorizados y los medios para alcanzarlo. En tanto el ámbito de la comunicación es central para la unidad de las voluntades individuales participantes del proceso.

Conclusiones: contexto y condiciones de existencia de las identidades colectivas de mujeres en la Región de Occidente

En este apartado se desarrolla una discusión tendiente a responder las interrogantes surgidas al calor de esta investigación de carácter cualitativo. Se analiza en forma precisa la naturaleza de estas organizaciones, así como la explicación sociohistórica contextualizada de las particularidades identitarias de los cuatro tipos de organizaciones.

La existencia de este proceso social básico que documenta la acción organizada de mujeres en espacios comunitarios no puede ser explicada sin la intervención de un análisis que ponga en cuestión y en perspectiva distintos factores explicativos para la densidad de este tejido social en la Región de Occidente. Para ello se recurrió a la construcción de lo que se conoce en Teoría Fundamentada como “matriz condicional/consecuencial”.

La Figura 4 “Matriz condicional/consecuencial”, en tanto recurso metodológico propio de la Teoría Fundamentada (Corbin y Strauss, 2002, p. 198), permite analizar el conjunto de condiciones y consecuencias que contextualizan este tejido comunitario constituido por mujeres.

Figura 4
Figura 4
Fuente: Elaboración propia.

El análisis de los factores contextuales, nacionales, regionales y comunitarios revela que los vínculos territoriales en la región tienen una naturaleza histórica cuya base son otros procesos organizativos en función del tejido comunitario y la reproducción de sus condiciones de vida. Un ejemplo de ello es la experiencia organizativa “Hospital sin paredes”12 (Ortiz-Guier, 1996, párr. 3) de la cual proviene MUSADE, fundada en 1984.

MUSADE es la base de apoyo de varias de las organizaciones de mujeres en el nivel local y en los distintos cantones en la Región de Occidente. Algunas de las organizaciones, por ejemplo: “Agenda política de mujeres ramonenses”, devienen de las acciones de MUSADE, a pesar de que hoy funciona como una organización independiente. En dicha organización se reúnen para capacitarse, una vez al mes, las Defensoras Populares que apoyan a mujeres que se encuentran en relaciones de violencia.

El debilitamiento del tejido del Estado costarricense, que debe dar respuesta a la reproducción social comunitaria, también ha sido otra explicación para el surgimiento de organizaciones de carácter comunitario, que para efectos de este estudio han sido categorizadas como “Organizaciones para el Bienestar Comunitario”. El desempleo y otros factores explican el surgimiento, en el tiempo y en el espacio, de grupos de mujeres cuyos fines y medios revelan una estrategia para constitución de fuentes de ingresos propios.

Además, es importante acotar en este proceso conclusivo la presencia de la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica, cuyo ligamen con la región se documenta desde 1968. En ese sentido las organizaciones feministas, cuatro en total, documentan su origen como producto directo del trabajo de las iniciativas sustantivas desarrolladas por la UCR en la Región de Occidente. En el caso de “Árbol de esperanza”, las profesionales que se aliaron para generar esta organización provienen de las carreras de Psicología y Trabajo Social en la Sede de Occidente, Universidad de Costa Rica. Además, en términos de la importancia de este tejido comunitario producto de la acción organizada territorialmente impulsada por mujeres, se considera que estas colectividades desarrollan funciones que el Estado costarricense llevaba a cabo a mayor escala en otros momentos históricos13.

De acuerdo con el análisis contextualizado sobre el carácter y en general la existencia de estas organizaciones de mujeres, se considera fundamental la comprensión del sentido integrador que permiten la generación de este tipo de organizaciones comunitarias, ya que estaríamos ante los grupos que se encuentran garantizando la producción y reproducción de la vida comunitaria en gran medida.

La naturaleza de un grupo se establece a partir de reconocer la existencia de una pluralidad de personas que interactúan entre sí, de acuerdo con ciertos esquemas y normas preestablecidas. De acuerdo con Martín-Baró, pensar el grupo implica ir más allá de los esquemas y motivaciones para trascender y analizar el “carácter integrador de una pluralidad” (1989, pp. 194-196). A su vez, este rasgo aglutinador de la pluralidad tiene una dimensión individual que inicialmente expresa la problemática que enfrentan las comunidades, en materia de empleo e infraestructura objetivamente; y en términos de la construcción subjetiva de sentido que realizan, estas pluralidades han identificado la dominación por género como un problema a enfrentar. Esta identidad colectiva tiene su afirmación en la incorporación consciente de un discurso centrado en la perspectiva de género. Ejemplo de ello son los conocimientos sobre el ciclo de la violencia, el patriarcado y sus implicaciones cotidianas.La discusión sobre la continuidad de la vida social a partir de registrar las prácticas colectivas de los grupos estudiados permite constatar la existencia de una intencionalidad y racionalidad por parte de las organizaciones de mujeres que participaron del estudio. En el mismo sentido, la existencia de reuniones periódicas, definidas como espacios reflexivos de revisión del accionar colectivo, permite concluir que se trata de grupos organizados que poseen direccionalidad y espacios de comunicación claros.

Ahondar en la naturaleza de las organizaciones comunitarias de mujeres permitió constatar que su existencia es vital para la reproducción de la vida social. La separación en tipos de organizaciones revela que la sobre especialización de las mujeres para el cuido de otras y otros es la base real y material que justifica algunas de estas organizaciones. La división genérica del trabajo tiene continuidad en la esfera pública-inmediata o comunitaria, así lo explica Marcela Lagarde: “[…] este trabajo de reproducción es realizado en la sociedad mayoritariamente por mujeres, como hecho incuestionable” (Lagarde, 2005, p. 121).

El enfoque de género jugó un papel central en el marco analítico que a su vez permite la construcción de una tipología de organizaciones, dado que algunas de ellas se definen directamente desde la sobre especialización de género, incluso en función de esposas y madres ubicadas en las comunidades14. La mayoría de las organizaciones de mujeres se vinculan para producir bienes y servicios dentro de los que se conoce como autoempleo; ello no implica que la organización tenga como base la subjetivación consciente de la subordinación y sobreexplotación histórica de las mujeres. La evidencia cualitativa recabada apunta a la constitución de una respuesta grupal y emergente al problema estructural de desempleo que caracteriza el contexto en que se desarrollan estos procesos organizativos. El papel que juegan estas organizaciones en el nivel comunitario se desarrolla en el nivel de la reproducción material en espacios locales. Este hecho queda evidenciado en el necesario proceso comparativo de las grandes intencionalidades que justifican en la perspectiva de las participantes su acción colectiva organizada territorialmente.

Referencias

Agenda Política de Mujeres Ramonenses. (s. f.). Reglamento. (Documento sin publicar que regula las reuniones de la organización).

Ares, Pablo y Risler, Julia. (2013). Manual de Mapeo Colectivo. Buenos Aires, Argentina: Tinta Limón. Recuperado de https://www.academia.edu/9203589/MANUAL_DE_MAPEO_COLECTIVO_Recursos_cartográficos_críticos_para_procesos_territoriales_de_creación_colaborativa_2013_?email_work_card=title

Carrero, Virginia; Soriano, Rosa y Trinidad, Antonio. (2012). Teoría Fundamentada Grounded Theory, El desarrollo de la teoría desde la generalización conceptual. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

Comunicación institucional. (2020). EJECUTIVO PRESENTA MEDIDAS DE REDUCCIÓN DEL GASTO POR ₡ 457.674 MIL MILLONES DE COLONES. Ministerio de Hacienda. Recuperado de https://www.hacienda.go.cr/noticias/15903-ejecutivo-presenta-medidas-de-reduccion-del-gasto-por--457674-mil-millones-de-colones

Corbin, Julian y Strauss, Anselm. (2002). Bases de la investigación cualitativa. Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fundamentada (2). Antioquía, Colombia: Universidad de Antioquia.

Lagarde, Marcela. (2005). Los cautiverios de las mujeres. México: UNAM.

Martín-Baró, Ignacio. (1989). Sistema, grupo y poder. Psicología social desde Centroamérica. El Salvador: UCA.

Ortiz-Guier, Juan. (1996). Hospital sin paredes: modelo de promoción de salud y desarrollo. Ciudades Para Un Futuro Más Sostenible. Recuperado de http://habitat.aq.upm.es/bpal/onu/bp087.html

Ortiz, Luis Ángel. (1999). Acción, Significado y Estructura en la Teoría de A. Giddens. Convergencia, Revista de Ciencias Sociales, 6(20), 57-84. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10502002

Sobrado, Manuel. (10 de abril de 2020). El hospital sin paredes nos dejó la solución: Organización y participación comunal. Semanario Universidad. Recuperado de https://semanariouniversidad.com/opinion/el-hospital-sin-paredes-nos-dejo-la-solucion-organizacion-y-participacion-comunal/

Zabludovsky Kuper, Gina. (2013). El concepto de individualización en la sociología clásica y contemporánea. Política y cultura, (39), 229-248. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-77422013000100011&lng=es&tlng=es.

Notas

1 El concepto: Región Occidental remite unidad territorial en la que se ubican los cantones mapeados.
2 Los íconos para distinguir la tipología de organizaciones son creados por la ilustradora Franciny Gómez Calderón.
3 Ambos conceptos se usaban para definir las relaciones dentro del grupo, la competencia refería a las enemistades de género.
4 Se hace referencia al análisis de los relatos y posicionamientos de las mujeres que fueron sistematizados con posteridad a los talleres realizados como parte de esta investigación.
5 Las redes son conformadas localmente por las instituciones del Estado, en ellas trabajan y coordinan voluntariamente funcionarias públicas y grupos comunitarios, en algunos casos (por ejemplo, el cantón de San Ramón) desarrollan un trabajo político con perspectiva de género bastante efectivo; ello con base en los datos emanados del presente estudio.
6 MUSADE, proviene directamente de experiencias comunitarias históricas. Se ha constatado que la organización es fundamental para varios procesos colectivos de mujeres abordados en este artículo. Ese es el caso de las organizaciones que se conocen bajo la identidad colectiva: Defensoras Populares.
7 Durante los dos años de investigación se realizaron dos tipos de talleres, uno general con mujeres de organizaciones comunitarias, llevado a cabo en el 2018. Posteriormente, entre los meses de enero y julio del 2019, se realizó un taller específico para cada tipo de organización (en referencia a los 4 tipos de organizaciones analizadas en este trabajo).
8 La codificación axial referencia la forma particular de sistematización de datos en Teoría Fundamentada, método priorizado en esta investigación.
9 Refiere al fenómeno tendiente a focalizar la política social y a una reducción generalizada del presupuesto para ejecución de la política pública. Se trata de un fenómeno generalizado por la mayoría de los Estados en el orbe.
10 Tal y como puede observarse en la matriz “Categorización: motivaciones y vínculos de las organizaciones comunitarias de mujeres” (Figura 1).
11 Refiere al concepto de origen marxista: consciencia para sí, que implica que identifican la opresión de género.
12 Experiencia pionera en el que las comunidades organizadas tuvieron un gran protagonismo en la prevención y mantenimiento de la salud de la población (Sobrado, 2020).
13 La afirmación alude al Estado Interventor y la transformación paulatina que ha sufrido a partir de la década de 1980. La disminución del gasto social. Para el presente año, el gobierno de Costa Rica presentó medidas de reducción del gasto por ₡ 457.674 mil millones de colones (Ministerio de Hacienda, 13 de julio 2020).
14 Como hallazgo de esta investigación se documenta la existencia de organizaciones de mujeres que se definen como “esposas de hombres de negocios”. Esta definición del grupo de mujeres hace referencia al papel de esposas de miembros de la organización masculina “Fraternidad de Hombres de Negocio”: https://www.facebook.com/fraternidadhombresdenegocios.

Notas de autor

* Costarricense. Máster en Sociología por la Universidad de Costa Rica y en Psicopedagogía por la Universidad Estatal a Distancia, ambas instituciones ubicadas en Costa Rica. Docente e investigadora en la Sede de Occidente, Universidad de Costa Rica, San Ramón, Alajuela, Costa Rica. Correo electrónico: esperanza.tasies@ucr.ac.cr ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0681-7073

Información adicional

Aclaración: Se considera pertinente aclarar que el cantón de San Ramón recientemente incorporó un nuevo distrito, San Lorenzo. De manera que, en la actualidad San Ramón cuenta con 14 distritos; no obstante, dado que durante el desarrollo de esta investigación dicho distrito no se encontraba formalmente constituido, no se hace referencia a él.

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