Intercambios y memorias (sección no arbitrada)
La investigación histórica en Costa Rica en perspectiva centroamericana (1970-2018)
Historical Research in Costa Rica from a Central American Perspective (1970-2018)
Pesquisa histórica na Costa Rica a partir de uma perspectiva centro-americana (1970-2018)
La investigación histórica en Costa Rica en perspectiva centroamericana (1970-2018)
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 18, núm. 1, pp. 1-30, 2021
Universidad de Costa Rica
Resumen: Este ensayo académico presenta una síntesis sobre el desarrollo institucional de la investigación histórica en Costa Rica en el último medio siglo y su relación con la región centroamericana. Se centra en el quehacer de las universidades públicas, ya que han sido las principales responsables del desarrollo de esta disciplina en el país, mediante la enseñanza, la investigación y la difusión; en especial de la Universidad de Costa Rica, la más antigua y la más grande del país. También se incluye la labor de otras instituciones del Estado costarricense que, desde la difusión cultural, se interesan en la investigación del pasado nacional y centroamericano.
Palabras clave: Ciencias Sociales, enseñanza de la historia, desarrollo institucional, universidades públicas, Centroamérica.
Abstract: This academic essay is a synthesis on the institutional development of historical research in Costa Rica in the last half century and its relationship with Central American region. It focuses on the work of public universities, since they have been the main responsible for the development of this discipline in the country, through teaching, research and dissemination; especially the University of Costa Rica, the oldest and largest in the country. It also includes the work of other institutions of the Costa Rican State that, from the perspective of cultural diffusion, are interested in research on national and Central American histories.
Keywords: Social Sciences, history teaching, institutional development, public universities, Central America.
Resumo: Este ensaio acadêmico apresenta uma síntese do desenvolvimento da pesquisa histórica institucional da Costa Rica durante o último meio século e sua relação com a região da América Central. Tem como foco o trabalho das universidades públicas - principalmente a Universidade da Costa Rica, a maior e mais antiga do país - pois foram elas as principais responsáveis pelo desenvolvimento desta disciplina no país por meio do ensino, da pesquisa e da divulgação. Inclui também o trabalho de outras instituições culturais do Estado da Costa Rica que foram interessados em explorar o passado nacional e da América Central.
Palavras-chave: Ciências Sociais, ensino de história, desenvolvimento institucional, universidades públicas, América Central.
A Raúl Aguilar Piedra in memoriam
Introducción
En este ensayo vamos a presentar una síntesis del desarrollo de la historia como saber en Costa Rica en el último medio siglo, intentando tener siempre presente el contexto de la región centroamericana. Nos vamos a ocupar del quehacer de las universidades públicas –en especial de la Universidad de Costa Rica (UCR), la más antigua y la más grande del país–, principales responsables de la enseñanza, la investigación y la difusión de esta disciplina; pero incluiremos otras instituciones del Estado costarricense que también difunden y subsidiariamente investigan el pasado nacional. Pondremos énfasis en el marco institucional o si se prefiere en la infraestructura de la disciplina y no prestaremos atención detallada a los cambios propiamente historiográficos. Al considerar el entorno institucional tendremos siempre en mente el contexto inmediato, es decir, las universidades, y el mediato, la situación y las características del Estado y del régimen político costarricenses. El trabajo está presidido por la idea de que las condiciones políticas imperantes en el Estado y en el sistema de educación superior en su conjunto han constituido condicionantes estructurales para el desarrollo de la historia como un saber profesional y especializado en Costa Rica y para su proyección hacia los otros países de la región.
Los antecedentes más distantes del proceso se remontan al siglo XIX cuando se fundó el Archivo Nacional en 1881 y el Museo Nacional en 1887; en esos años también nació la historiografía costarricense como actividad promovida y apoyada por el Estado, por razones prácticas para definir los límites territoriales y por razones culturales o ideológicas, es decir, el proyecto de invención de la nación costarricense (Quesada, 2001). De hecho, el primer director de los llamados entonces Archivos Nacionales, León Fernández Bonilla, fue uno de los fundadores de la historiografía liberal costarricense. También en el Museo Nacional se realizaron las primeras investigaciones arqueológicas, etnográficas, históricas, pocas más bien, y en el campo de la historia natural (Kandler, 1987; Viales, 1995).
Los antecedentes inmediatos remiten a la década de 1940, cuando surgió la Universidad de Costa Rica y se inició la enseñanza de la historia a nivel superior (González, 2006). En términos más generales, la consolidación de la historia en Costa Rica como saber universitario estuvo en íntima relación con la evolución del sistema político después de la Guerra civil de 1948 y con el papel que ha jugado el Estado en la vida social y económica en este periodo. Es aceptado que la sociedad costarricense ha sido, valga la expresión, una sociedad “estadocéntrica” en este y anteriores periodos de su historia. De igual manera, a partir de la década de 1950, Costa Rica conoció un proceso de expansión de la educación secundaria la cual facilitó un crecimiento de los sectores medios y su ingreso a los estudios a nivel universitario en distintas disciplinas, entre ellas las ciencias sociales. A estas características estructurales o de larga duración hay que agregar las condiciones particulares en que el país vivió los años de dictaduras, guerras y revoluciones de las décadas de 1970 y 1980 que afectaron a la región centroamericana. Como bien sabemos, Costa Rica no fue escenario directo de esos conflictos, aunque ciertamente no quedó totalmente al margen de ellos.
Antecedentes
La Universidad de Costa Rica fue fundada en 1940 sobre la base de la antigua Facultad de Derecho existente desde fines del siglo XIX1. En este momento fue establecida la Facultad de Filosofía y Letras en la cual empezó a enseñarse la historia y de la cual salieron las primeras personas graduadas en esta disciplina (Rodríguez, 1994, pp. 53-54 y 63)2. Dichas personas se vincularon con la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, fundada también en 1940 por quienes venían practicando la disciplina desde inicios del siglo XX, más como aficionados que como profesionales (Arias, 2016). Aquí conviene mencionar al historiador Ricardo Fernández Guardia no solo por su papel en el nacimiento de la citada Academia, sino también como director de los Archivos Nacionales, institución desde la cual fundó y dirigió una revista, la cual fue la primera publicación especializada en el campo de la historia editada en el país (Chacón, 2003, pp. 115-125). Tanto la Academia como la Revista sirvieron para establecer relaciones con grupos de historiadores de los otros países centroamericanos y, en general, a nivel internacional. En este mismo sentido, los historiadores costarricenses se abrieron al mundo al tomar contacto con obras de viajeros y científicos que visitaron el país desde mediados del siglo XIX (Fernández, 1985).
Al finalizar la década de 1950, el país contaba con un pequeño grupo de historiadores profesionales que se desempeñaban como docentes en la Universidad de Costa Rica y que escribían una historia política convencional enmarcada en los deberes y expectativas de la llamada historia patria. En 1957, la Universidad de Costa Rica emprendió una reforma institucional profunda en donde las llamadas humanidades pasaron a ocupar un lugar central. Así, se abrió la Escuela de Estudios Generales, desapareció la Facultad de Filosofía y Letras y se creó la Facultad de Ciencias y Letras. De este modo, la historia universitaria encontró un nuevo nicho en la enseñanza de las humanidades y en la creación de una cátedra de historia de la cultura, entendida esta como historia de la civilización occidental. Además, se fundó el Departamento de Historia y Geografía (Rovira, 1990, pp. 83-91)3.
Otro cambio importante que afectó el posterior desarrollo de la historia como disciplina fue la apertura del Departamento de Ciencias del Hombre dentro de la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidad de Costa Rica, en 1967 (Rovira, 1990, pp. 85-87)4. A partir de este momento, la psicología, la sociología y la antropología se convirtieron en saberes enseñados a nivel universitario5. Como era la norma en aquellos años, las dos últimas disciplinas nacieron en el marco del paradigma funcionalista y bajo la influencia de la ciencia social estadounidense. No obstante, a inicios de la década de 1970, la sociología enseñada en Costa Rica empezó a recibir la influencia de la teoría de la dependencia (Rovira, 2008, pp. 65-74). Al principio, la denominada historia événementielle, practicada por los historiadores en Costa Rica, permaneció incólume frente al ascenso de las nuevas ciencias sociales, pero la situación empezó a cambiar a inicios de la década de 19706. En todo caso, los desarrollos posteriores de la disciplina estuvieron marcados por su diálogo, encuentro y desencuentro con las otras ciencias sociales.
Los años situados entre la Reforma Universitaria de 1957 y el despegue de las ciencias sociales universitarias en Costa Rica se enmarcan en la época dorada del reformismo socialdemócrata en el país, cuando la Universidad se convirtió en un eficaz medio para el ascenso social y el principal semillero de cuadros profesionales y políticos del Estado costarricense, que experimentaba un acelerado proceso de expansión cuantitativa y de extensión de su presencia en el territorio nacional y en el conjunto del tejido social. Las ciencias sociales se pusieron al servicio de las políticas económicas y sociales del Estado y a la historia se le asignó la tarea de promover la identidad nacional y la responsabilidad de la formación de quienes enseñarían la historia patria a nivel secundario y primario7.
En esos años de prosperidad se inició la transición a una etapa de mayor profesionalización de la historia como disciplina. En efecto, en el tránsito de la década de 1960 a la década de 1970, salieron las primeras personas a realizar estudios de doctorado en el extranjero. En su totalidad, dichas personas estudiaron en España, lugar que no era precisamente en ese momento el más renovador en el campo de la investigación histórica. Así, aunque en términos de métodos, enfoques y problemas esta primera generación de personas con doctorado en historia recibió una formación muy tradicional, se debe reconocer que realizó sus investigaciones de tesis con el rigor característico de la historia positivista, en términos del uso y del tratamiento de fuentes primarias. Con el regreso al país de estas personas con sus diplomas obtenidos en España, la docencia y la investigación de la historia a nivel universitario indudablemente mejoraron (González, 1988, pp. 27-50). La conmemoración del sesquicentenario de la Independencia de Centroamérica en 1971 y la organización del Congreso Centroamericano de Historia, realizado en San José en septiembre de 1973, son pruebas de esos avances institucionales. Una de las propuestas surgidas a raíz de este congreso fue la creación de un centro de investigación histórica en Costa Rica, pero esto no llegó a concretarse (Díaz, 2016, pp. 117-142). La ilusión de una institución encargada de investigar el pasado nacional finalmente se materializaría a partir del proyecto de historia de Costa Rica promovido por Carlos Monge Alfaro en 1972, pero habría que esperar casi una década hasta su fundación (Rodríguez, 1994, p. 57)8.
Década de 1970: la ruptura
En los años de 1970, el contexto institucional de la historia como disciplina experimentó importantes transformaciones. En primer lugar, el ordenamiento institucional de la Universidad de Costa Rica se modificó en profundidad tras el Tercer Congreso Universitario de 1971-1972 del cual surgió un nuevo Estatuto Orgánico, puesto en vigencia en 1974, que estableció el sistema de las vicerrectorías y, en particular la Vicerrectoría de Investigación y, en su seno, el Sistema de Estudios de Posgrado (Camacho, 1990, pp. 63-76; Araya, 1990, pp. 42-62)9. En segundo lugar, en 1974, se fundó la Facultad de Ciencias Sociales que aglutinó las escuelas integrantes del Departamento de Ciencias del Hombre, la Escuela de Historia y Geografía, las recién fundadas Escuela de Ciencias Políticas y la Escuela de Periodismo (hoy Comunicación Colectiva), la Escuela de Trabajo Social y el Instituto de Investigaciones Sociales (Camacho, 1994, pp. 7-10; Rovira, 1994, pp. 41-52)10. A partir de entonces, este ha sido el entorno institucional inmediato de la investigación histórica en la Universidad de Costa Rica.
Como se ve, la Universidad de Costa Rica apostaba por elevar el perfil de la investigación dentro de su quehacer y por mejorar la calidad de su personal académico mediante la enseñanza de posgrado. Estas decisiones fueron completadas con la puesta en marcha de una política de formación de su personal mediante la cual se otorgaron becas a estudiantes para que fuesen a realizar estudios de doctorado en el extranjero. En el caso de la historia, dicha política favoreció una discontinuidad en términos historiográficos, ya que estos becarios fueron a hacer sus estudios a Francia, principalmente. A diferencia de lo que había ocurrido con quienes habían obtenido su doctorado en España, esta generación entró en contacto con la historiografía más avanzada de la época, representada por la llamada Escuela de los Annales. En este sentido, las transformaciones institucionales ocurrieron en un contexto de cambio generacional y en un momento de efervescencia del movimiento estudiantil universitario (Acuña, 1985-1986, pp. 11-16).
Sin embargo, estos cambios endógenos producto de claras políticas universitarias no pueden ser entendidos sin el impacto de factores externos; en particular, la llegada a Costa Rica de exilados latinoamericanos y de los otros países centroamericanos. En efecto, las vicisitudes institucionales e historiográficos de la disciplina histórica en Costa Rica son indisociables de la venida al país de los historiadores Ciro Cardoso, brasileño, y Héctor Pérez, argentino, ambos formados en Francia. Cardoso fue determinante porque dio una formación de base a quienes luego fueron a realizar sus estudios de doctorado en Francia y Pérez lideró el proceso de cambio institucional de la historia tanto en la UCR como en la Universidad Nacional (UNA) (Fernández y Enríquez, 2004, pp. 319-332). En este sentido, la historiografía costarricense entró en contacto con Annales antes de que esta nueva generación fuese a realizar sus estudios en Francia. Cabe agregar aquí la llegada de la geógrafa histórica británica Carolyn Hall, quien contribuyó tanto a la renovación de la geografía como de la historia.
También fue determinante para la evolución de la historia los cambios que experimentaron las ciencias sociales en Costa Rica gracias a la labor del guatemalteco Edelberto Torres Rivas en el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA) y al establecimiento del Programa Centroamericano de Ciencias Sociales, en 1971. Fue precisamente dicho programa el que contrató como investigadores a Ciro Cardoso y a Héctor Pérez quienes luego pasaron a ser docentes de la UCR. A este programa vinieron a trabajar también exiliados chilenos y brasileños. En este mismo contexto, ocurrió el arribo de una serie de profesores de la Universidad de El Salvador expulsados por los militares. Aquí cabe rescatar los nombres de Rafael Menjívar y Mario Flores. Los exilados salvadoreños y guatemaltecos fueron claves para los cambios en las ciencias sociales en Costa Rica por el impulso que le dieron a la revista Estudios Sociales Centroamericanos, fundada en 1972, y a la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), establecida en 1968, cuyo gran gestor fue el intelectual salvadoreño Ítalo López Vallecillos. Gracias a Edelberto Torres Rivas se creó la Licenciatura Centroamericana en Sociología, la cual graduó la primera generación de sociólogos centroamericanos formados de manera profesional y a muy alto nivel en el contexto intelectual de la llamada teoría de la dependencia y de los distintos marxismos latinoamericanos. Todos estos cambios tuvieron un efecto de gran relevancia: el acercamiento del resto de Centroamérica a Costa Rica. De repente, tanto la historia como las ciencias sociales en Costa Rica comenzaron a interesarse en el conocimiento y en el estudio de la realidad del Istmo11.
Como ya se indicó, pero conviene subrayarlo, estos cambios en el marco institucional de las ciencias sociales en Costa Rica que tuvieron un gran impacto en el conjunto de la región centroamericana, fueron posibles porque el país fungió como tierra de asilo y refugio. En tal sentido, las características del sistema político costarricense y su situación en relación con las dictaduras del Istmo y los procesos revolucionarios que afloraron en la década de 1970, fueron el contexto más general que permitió la renovación de las ciencias sociales, en especial de la sociología y también de la historia.
Década de 1980: la maduración institucional
Mientras en el resto de la región centroamericana insurrecciones y procesos revolucionarios dominaban la escena, en Costa Rica su contrastante situación política permitió la maduración de una nueva fase en el desarrollo de la historia como saber y junto con ella las otras ciencias sociales. Así, a fines de la década de 1970 y a inicios de la siguiente regresaron al país las personas que habían ido a obtener su doctorado a Francia y otras que habían estudiado en Estados Unidos. Ese grupo bajo el liderazgo de Héctor Pérez abrió la Maestría en Historia, en 1978, y estableció el Centro de Investigaciones Históricas (CIH), en 1979 (Rodríguez, 1994, p. 57)12. Con estas dos unidades académicas, la enseñanza de la historia a nivel de posgrado y la investigación histórica especializada despegaron en Costa Rica. El CIH lanzó un ambicioso proyecto para escribir una historia general de Costa Rica, proyecto que arrojó la publicación de varios tomos sobre distintos periodos, pero que en su concepción original nunca fue terminado. También el CIH se alió con la Escuela de Historia de la UNA para publicar la Revista de Historia, a partir de 1986, la cual se convirtió en el vocero científico de los historiadores costarricenses y en el espacio para la difusión de trabajos de colegas de otros países centroamericanos y de centroamericanistas estadounidenses y europeos.
En este contexto institucional apareció la primera generación de historiadores costarricenses con un nivel de posgrado, formados en la Universidad de Costa Rica. Esta fue la segunda generación de historiadores con nivel de posgrado que vino a sumarse al grupo que había realizado sus estudios de doctorado en Francia y Estados Unidos. Las tesis más destacadas de estos jóvenes, convertidas en libros, fueron distinguidas con el Premio Nacional de Historia, otorgado por el Ministerio de Cultura de Costa Rica. En estos años, el desarrollo de la historiografía costarricense estuvo marcado por la presencia directa o indirecta de algunos universitarios estadounidenses: los historiadores Lowell Gudmundson, Steven Palmer y Jeffrey Gould, el antropólogo Marc Edelman y el politólogo Fabrice Lehoucq. También fue clave para la enseñanza del posgrado en historia la llegada del historiador guatemalteco Arturo Taracena, actualmente profesor-investigador del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHCIS) de la UNAM-Mérida, Yucatán, y de la estadounidense Lara Putnam, profesora en el presente de la Universidad de Pittsburgh. De igual manera, cabe señalar las relaciones de intercambio institucional establecidas con la Universidad de Hannover por medio del historiador alemán Volker Wünderich. Estos colegas extranjeros consolidaron, tanto en la docencia de posgrado como en la investigación, la perspectiva centroamericana. Como se observa, el desarrollo institucional de la historia en Costa Rica y las transformaciones de su agenda de investigación fueron indisociables de sus vínculos con historiadores extranjeros (Molina, 2015, p. 45).
El desarrollo de la investigación histórica en Costa Rica, aunque fue liderado por la UCR, no puede ser entendido sin la participación y contribución determinantes de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional (UNA) abierta en 197413. En efecto, como se acaba de señalar, en 1986, ambas comunidades de profesionales de la historia se asociaron para editar en conjunto una publicación científica, la Revista de Historia, fundada en la UNA, en 1975. No obstante, antes de este proyecto conjunto, la Escuela de Historia de la UNA y el CIH habían compartido diversas iniciativas académicas tales como simposios, seminarios y mesas redondas. Además, algunas personas fueron docentes de historia de ambas universidades, desde la década de 1970. En este sentido, los historiadores de estas universidades, con altos y bajos, han tenido un destino compartido en el último medio siglo. La Escuela de Historia de la UNA ha hecho una contribución destacada en el campo de las investigaciones de historia agraria, historia local y en el área de investigación-acción, gracias a su Maestría en Historia Aplicada, abierta en 1994. Aparte de la Revista de Historia que sigue publicando, ya sin el asocio de la UCR desde 2012, la Escuela de Historia de la UNA edita la revista Perspectivas orientada a los docentes de secundaria de Estudios Sociales (historia y geografía)14.
Década de 1990: el encuentro con Centroamérica
Esta década marca el encuentro de las instituciones de la disciplina histórica con sus pares de los otros países centroamericanos. Obviamente, el fin de las guerras y la firma de acuerdos de paz en los distintos países de la región fue el contexto más amplio que hizo posible este proceso. El Primer Congreso Centroamericano de Historia organizado por la comunidad de profesionales de historia de Honduras, en 1992, permitió que quienes se dedicaban a la historia en el Istmo rompiesen el aislamiento en el cual habían vivido y empezasen a conocerse entre sí. A partir de este mismo año el Posgrado en Historia y el que pasó a llamarse Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) de la UCR trabaron una relación continua con el Instituto de Historia de Nicaragua (IHN) de la Universidad Centroamericana y con su directora Margarita Vannini. Esa relación permitió que nicaragüenses viniesen a hacer estudios de posgrado en historia a la UCR. También el IHN realizó varios eventos académicos con los historiadores de la UCR, que permitieron a los nicaragüenses ponerse al día sobre los desarrollos recientes de la disciplina, de los cuales habían estado desconectados durante los años de la revolución15.
Tras los historiadores nicaragüenses, vinieron a Costa Rica a hacer estudios de posgrado en historia profesionales de El Salvador, Honduras y Guatemala. La formación de historiadores de los otros países centroamericanos en Costa Rica fue posible por la ayuda del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y de un fondo que para tal efecto fue establecido por Christopher Lutz desde el Centro de Investigaciones Regionales de Centroamérica (CIRMA), Guatemala, y administrado por la Asociación Pro Historia, establecida en 1994 por un grupo de historiadores de la UCR y de la UNA con el objetivo de apoyar con una modesta ayuda financiera investigaciones de tesis de estudiantes de la Maestría en Historia de la UCR. En este sentido, el crecimiento de la historia como disciplina en Costa Rica se articuló con el desarrollo de la historia en los otros países centroamericanos. Ese impacto posiblemente ha sido más fuerte en el caso de Nicaragua y El Salvador y en menor grado en Honduras. La relación con Guatemala fue más débil posiblemente porque los guatemaltecos tuvieron la posibilidad de trasladarse a México a hacer estudios de posgrado. Por último, la relación con Panamá ha sido más tardía (Molina, 2015, p. 111).
A fines de la década de 1980, desde la Secretaría General de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y en el contexto de los festejos hispánicos del Quinto Centenario, Edelberto Torres Rivas lanzó la iniciativa de redactar y publicar una Historia General de Centroamérica en seis volúmenes16. El proyecto reunió a profesionales centroamericanos, estadounidenses y un par de británicos, y en su coordinación y elaboración participaron historiadores de la Universidad de Costa Rica. La obra fue publicada en España en 1993. Es posible que aquí haya culminado el proceso de profesionalización y de articulación regional de la historia como disciplina en Costa Rica (Rodríguez, 1994, pp. 53-68). Una iniciativa paralela de gran importancia fue la elaboración de un atlas histórico de la región preparado por Carolyn Hall y Héctor Pérez (2003), proyecto iniciado en el Centro de Investigaciones Históricas y luego trasladado al Instituto de Investigaciones Sociales.
A mediados de la década de 1990, la comunidad de historiadores de la UCR, en asocio con algunos geógrafos, fue invitada por el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica a preparar los libros de texto para la enseñanza de los llamados Estudios Sociales en los niveles de educación primaria y secundaria hasta 9º año. El proyecto tomó varios años y generó tensiones y conflictos entre sus participantes. Al final, se elaboró una serie de textos de excelente calidad; pero la iniciativa fue abortada por las presiones de las empresas transnacionales de la edición frente a las cuales el Ministerio de Educación cedió. Las transnacionales utilizaron el socorrido argumento de que el proyecto era totalitario y que los libros de texto tenían tintes comunistas. Esta experiencia resultó muy frustrante para las personas que en ella participaron, ya que varias de ellas habían tenido que suspender o reducir temporalmente su trabajo de investigación17.
A medida que se consolidaron los procesos de paz al avanzar la década de 1990, el papel de liderazgo de la comunidad de historiadores costarricenses fue reduciéndose en forma natural en la medida en que fueron despegando los estudios de historia en los otros países centroamericanos. En Guatemala, siempre había habido un espacio para la historia desde CIRMA y la Revista Mesoamérica. También en la Universidad de San Carlos habían desempeñado un papel clave Julio Pinto y Gustavo Palma, historiadores que fueron asociados al quehacer de la comunidad de historiadores costarricenses. Habría que recordar, además, que en la Universidad Autónoma de Honduras se impartía la carrera de historia y existía un grupo de personas formadas profesionalmente en la disciplina a nivel de posgrado. En Nicaragua, el Instituto de Historia de Nicaragua, luego convertido en Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA) también vino a ampliar el proceso progresivo de profesionalización de la historia en la región. Con la llegada del nuevo milenio las vías de desarrollo de la historia en Centroamérica se diversificaron y adquirieron su especificidad según los distintos países.
La historia como disciplina en el nuevo siglo
A pesar de lo anteriormente señalado, debe indicarse un último punto en el desarrollo institucional de la historia como disciplina en Costa Rica. En efecto, en 1999, se estableció el doctorado en historia en la Universidad de Costa Rica con el respaldo financiero de la Cooperación Francesa para América Central. Así, a partir de ese momento, en Costa Rica empezó la formación de historiadores profesionales con el máximo grado académico. La iniciativa ha permitido que costarricenses y personas de los otros países centroamericanos completen sus estudios de doctorado. Es necesario recalcar la importancia que tuvo la cooperación francesa en la medida en que profesores de ese país, destacados especialistas en la historia de América Latina, vinieron a impartir cursos cortos al doctorado. De igual manera, los estudiantes del doctorado en historia tuvieron la oportunidad de hacer breves pasantías en Francia. La cooperación francesa permitió también que profesores de los otros países centroamericanos viniesen a Costa Rica a enseñar al Posgrado en Historia. El financiamiento de la cooperación francesa terminó a fines de los años 2000, pero el DAAD ha mantenido su apoyo en la formación de doctores en historia de los otros países centroamericanos en la UCR. También historiadores estadounidenses han estado viniendo como profesores invitados al doctorado en historia.
En el contexto de la crisis económica de la década de 1980 y de la aplicación de políticas neoliberales, la UCR redujo su programa de formación de personal en el extranjero. El problema fue paliado con la generosa política de becas con manifiestos fines contrainsurgentes que en esos años aplicó Estados Unidos en el conjunto de la región, incluso en Costa Rica. De todos modos, la cantidad de personas que fueron a hacer estudios de doctorado en el extranjero se redujo y definitivamente los historiadores costarricenses dejaron de ir a obtener su doctorado a Francia. Este país fue claramente reemplazado por Estados Unidos y, además, algunos costarricenses hicieron estudios de posgrado en historia en México, en Barcelona y en Alemania. De este modo, el doctorado en historia de la UCR contribuyó a enfrentar el problema de la reducción de personas con estudios de doctorado en el extranjero. A fines de la primera década de este siglo, se produjo el primer relevo generacional cuando los historiadores que habían conducido los cambios a partir de la década de 1970 pasaron a retiro. El cambio de generaciones, con los conflictos y tensiones que suele tener, ha estado marcado más por la continuidad que por la ruptura.
La investigación histórica en el Estado costarricense
El desarrollo institucional de la investigación histórica en Costa Rica desde la década de 1970 estuvo centrado en la escuela, el posgrado y el centro de investigaciones de la UCR; siempre asociado y complementado por la Escuela de Historia de la Universidad Nacional. Pero, aparte de este núcleo propiamente universitario, desde el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes (MCJD), creado en 1971, se han realizado labores de investigación, de difusión y de publicación en el campo de la historia. Conviene indicar que los profesionales de la historia que se desempeñan en dicho ministerio son graduados a nivel de grado o de posgrado de ambas universidades. De particular relevancia dentro de este ministerio han sido el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC), así denominado desde 1976, y el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría (MHCJS), fundado en 1974.
El Centro de Patrimonio ha puesto el énfasis en el patrimonio arquitectónico y urbano y también se ha ocupado de la estatuaria presente en los espacios públicos. Además, ha promovido e investigado distintos aspectos del patrimonio intangible o inmaterial centrado en las culturas populares tales como las tradiciones culinarias, las expresiones musicales, las técnicas constructivas tradicionales y las tradiciones orales. La importancia del Centro de Patrimonio radica en que ha trascendido su tarea principal que es hacer el estudio técnico para las declaratorias patrimoniales, una forma de historia aplicada, y ha realizado investigaciones históricas propiamente dichas que se ubicarían en forma amplia en el campo de la historia urbana. En esta labor de investigación, el Centro de Patrimonio ha elaborado inventarios arquitectónicos y de diversas expresiones del patrimonio intangible -tanto de creaciones como de sus autores- que se han convertido en verdaderas fuentes primarias para eventuales investigaciones futuras. La convocatoria de certámenes en distintos aspectos de la cultura popular ha sido un medio eficaz en esta tarea de creación de fuentes. En este aspecto, el Centro de Patrimonio además de investigación histórica ha realizado un trabajo de etnografía. Tales labores se han materializado en un número importante de publicaciones, aunque en tiempos recientes la labor editorial de la institución ha decaído18.
El MHCJS, es una institución adscrita al Ministerio de Cultura y Juventud (MCyJ)19, encargada de preservar y promover la memoria oficial de la guerra de los estados centroamericanos contra los filibusteros de William Walker en una óptica nacional costarricense, de ahí su nombre en honor al héroe nacional popular y su ubicación en su ciudad natal, ha cumplido un papel destacado en el desarrollo de la investigación histórica en Costa Rica en forma indirecta (Aguilar, 1995, pp. 13-21)20. Dicha institución, por regla general, no realiza investigaciones históricas, pero a lo largo de su existencia ha tenido una política consistente de publicación de trabajos históricos, en especial de aquellos relacionados con el tema de la guerra antifilibustera. Pero, a diferencia de las otras instituciones estatales asociadas a la historia, el MHCJS ha desempeñado un papel de foro, tribuna y lugar de encuentro de los historiadores costarricenses y de estos con historiadores de los otros países centroamericanos y de algunos países latinoamericanos. Esta institución ha acompañado y sostenido el desarrollo de los estudios históricos en Costa Rica mediante una política de publicaciones y la promoción de espacios para la discusión científica y la difusión. En este sentido, es destacable la labor de Raúl Aguilar Piedra, fundador y director de dicho museo durante varias décadas21. En su fondo editorial es posible encontrar múltiples libros y publicaciones menores de diversas investigaciones de historiadores centroamericanos. Es interesante señalar que algunas de estas publicaciones han sido en su origen tesis de historia de grado y posgrado de ambas universidades22. Además, el MHCJS ha promovido proyectos de investigación genealógica como el desarrollado por Rafael Obregón Loría que consistió en recopilar y comentar fuentes históricas con datos relativos a las familias alajuelenses en los libros parroquiales entre 1790 y 1900 (Obregón, 1993).
Desde su fundación a fines del siglo XIX, el Museo Nacional de Costa Rica, hoy adscrito al Ministerio de Cultura y Juventud, ha centrado su trabajo de investigación en los campos de la arqueología y de la historia natural. En relación con la historia su labor ha sido más bien bajo la modalidad de investigación aplicada, no fundamental, orientada a proveer los insumos para las exposiciones históricas que realiza. Cabe destacar al respecto la exhibición permanente “Historia de Costa Rica del siglo XVI al XXI” recientemente completada y que presenta una mirada totalmente renovada de la historia del país en consonancia con los avances de la investigación histórica del último medio siglo. En fin, en la revista Vínculos, editada por el Museo, es posible encontrar trabajos históricos escritos por profesionales en el campo que laboran en distintas universidades del país23.
Los Museos del Banco Central se consolidaron en la década de 1980 luego de la construcción del edificio de la Plaza de la Cultura. La investigación histórica que allí se realiza se hace en función de las colecciones que custodia, sobre todo la de numismática y afines. Sin embargo, estas investigaciones históricas han permitido generar nuevos conocimientos sobre la historia económica de Costa Rica de la época colonial y de los siglos XIX y XX (Chacón, 2005, pp. 101-107).
Desarrollos recientes
El marco institucional de la historia forjado a partir de la década de 1970 no ha sufrido cambios significativos. Se ha formado una tercera generación de historiadores a nivel de maestría y doctorado y esta generación, como era de esperarse, ha abrazado las nuevas tecnologías. No obstante, habría que agregar que la investigación histórica tiene ahora otros cobijos institucionales en la UCR. Tal es el caso del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA), la Sede Regional de Occidente en la ciudad de San Ramón y la Escuela de Estudios Generales.
En la Escuela de Estudios Generales de la UCR, originada en la Reforma Universitaria de 1957, se realiza sobre todo una labor de divulgación científica por medio de sus publicaciones, la revista Estudios y los Cuadernos de Historia de la Cultura24. No obstante, debe señalarse que algunos docentes de Historia de la Cultura están vinculados a redes de investigación temáticas de carácter internacional, por ejemplo, los estudios de la masonería. Otras personas desarrollan investigaciones históricas sobre Costa Rica y Centroamérica en centros de la UCR. En el marco de esta unidad académica se han realizado recientemente reuniones científicas de carácter internacional en el campo de la historia (Rodríguez, diciembre 2015-abril 2016, pp. 297-317).
El CIICLA fue fundado en 1994 como un centro interdisciplinario en donde tenían cabida estudios literarios, análisis sobre las artes visuales, trabajos sobre las culturas populares e investigaciones históricas. En la actualidad es la segunda instancia de mayor importancia en el campo de la investigación histórica, después del Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC), en la UCR y consecuentemente en el país. Más de medio centenar de investigaciones históricas han sido realizadas en el CIICLA desde su fundación. Es interesante subrayar que este centro de investigación desde su creación ha permanecido fiel a su mirada hacia la región centroamericana y el mundo del Caribe. Este es el enfoque que preside su revista Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, que publica desde 2002. Este centro tiene también una serie de publicaciones denominada Colección Identidad Cultural que ha editado más de medio centenar de títulos. El CIICLA se ha posicionado como una importante tribuna en la cual se realizan diversas manifestaciones de diálogo académico a nivel nacional e internacional (CIICLA, 2014).
La Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica en la ciudad de San Ramón ha tenido como docentes historiadores de ambos sexos que han realizado importantes investigaciones en diversos campos de la historia tanto en el CIHAC como en el CIICLA. No obstante, desde la propia sede se ha desarrollado una investigación histórica original en el campo de la historia local y de los estudios regionales. Destacan aquí los estudios de la historiadora y antropóloga Silvia Castro. Desde el Centro de Investigación sobre Diversidad Cultural y Estudios Regionales (CIDICER) se llevan a cabo también investigaciones históricas en el Programa Historia local, patrimonio cultural e identidad de la Región Occidental Central de Costa Rica (CIDICER, 2020, párr. 1).
La contribución de la Sede de Occidente es relevante porque la historia local es un área que no ha recibido toda la atención que merece dentro de la comunidad de historiadores profesionales costarricenses, con excepción de la Escuela de Historia de la UNA. De modo que es mayoritariamente practicada por aficionados a la disciplina (Castro, 2014, pp. 3-18).
Resulta sintomático y revelador tanto del papel de la relación con el pasado en la esfera pública de Costa Rica como de su impacto en la agenda de las otras ciencias sociales que algunos sociólogos, antropólogos, politólogos y psicólogos sociales se hayan puesto a investigar distintos aspectos de la historia de Costa Rica, en particular la etapa contemporánea y el periodo más reciente25. La mayoría de estas investigaciones han sido publicadas por el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS). También algunos jóvenes historiadores han desarrollado sus investigaciones en el IIS (Rovira, 2010, pp. 209-222)26. De igual manera, se debe indicar que el Posgrado en Historia de la UCR siempre ha tenido entre sus graduados personas con formación en otras ciencias sociales.
Aparte de la UNA y la UCR, la Universidad Estatal a Distancia (UNED) ha comenzado a desarrollar la investigación en centros académicos dedicados a las humanidades y a las ciencias sociales, en los cuales la historia ocupa un lugar modesto, pero importante27. No es de extrañar que allí se encuentre un espacio de investigación de avanzada dentro de la institución debido a que el Programa de Estudios Generales es uno de los más antiguos, pues data de 1978 cuando la UNED daba sus primeros pasos (Méndez, 2009).
Hasta aquí se ha mostrado que el desarrollo de las universidades públicas en Costa Rica permitió la institucionalización de un espacio para el florecimiento de la investigación histórica profesional, que se apoyó en una base institucional de bibliotecas, archivos y centros de investigación y que ha tenido una proyección social por medio de la docencia universitaria y secundaria, las editoriales y los museos. De manera que la mayor parte de la investigación histórica generada en el país actualmente se lleva a cabo en las instituciones de educación superior pública y en las instituciones dedicadas a la gestión del patrimonio cultural.
Balance final
Es posible que la comunidad de historiadores costarricenses se haya alejado un poco de las otras comunidades de historiadores centroamericanos. En todo caso, los lazos con el IHNCA se redujeron y también la presencia de historiadores centroamericanos como docentes en el Posgrado en Historia. Los historiadores de la UCR dejaron de participar en la publicación conjunta de la Revista de Historia con los de la UNA. En su defecto, ahora publican la revista electrónica Diálogos Revista Electrónica de Historia que tiene una versión impresa y cuentan con otras publicaciones y bases de datos en formato digital28.
No obstante, en este momento el CIHAC está protagonizando un salto cualitativo institucional mediante su inserción en megaproyectos de investigación en asocio con varias universidades alemanas y latinoamericanas, entre ellas la Universidad de Guadalajara y la Universidad Leibniz de Hannover, proyectos financiados generosamente por el gobierno alemán. En este sentido, en términos institucionales la historia como disciplina en Costa Rica está ingresando en un proceso que podríamos llamar de transnacionalización; tal sería el caso del proyecto CALAS (Centro María Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales)29.
Esta descripción del desarrollo institucional de la investigación histórica en Costa Rica quedaría incompleta si no se señala que ha contado con una adecuada infraestructura: la propia biblioteca del CIHAC, consolidada por medio de la compra de la valiosa colección del historiador Carlos Meléndez Chaverri, la biblioteca de la Facultad de Ciencias Sociales y el Sistema de Bibliotecas, Documentación e Información (SIBDI) de la UCR que da acceso a bases de datos de texto completo. Además de esta infraestructura interna, se cuenta con una adecuada infraestructura externa brindada por el Archivo Nacional de Costa Rica, institución muy profesional y moderna, y la Biblioteca Nacional que ha digitalizado la casi totalidad de las publicaciones periódicas, diarios, semanarios y revistas, publicados en Costa Rica y conservados por esa institución. También una buena cantidad de libros antiguos costarricenses han sido digitalizados. Los historiadores e historiadoras en Costa Rica disponen de una buena infraestructura editorial: el propio CIHAC edita libros, la Editorial de la Universidad de Costa Rica y las otras editoriales de las universidades estatales, la Editorial Costa Rica, institución pública, el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría y algunas editoriales privadas pequeñas.
El relato aquí presentado tiene el inconveniente, quizás, de mostrar un desarrollo demasiado lineal y una historia demasiado exitosa y feliz. Es posible que un trabajo de investigación en profundidad sobre el desarrollo institucional de la historia en Costa Rica y su proyección en el espacio centroamericano pueda captar sus contradicciones y algunos de sus impasses. No obstante, es observable una continuidad en términos institucionales y un proceso acumulativo en el largo plazo30.
Evidentemente, como ya se ha dicho a lo largo de este ensayo, estos fenómenos están asociados con las características del sistema político costarricense y también con el gran desarrollo material e institucional que alcanzó la Universidad de Costa Rica, sobre todo a partir de fines de la década de 1950. En este sentido, la situación de la UCR y de las universidades públicas en general y de la historia como disciplina puede ser considerada como sintomática de las peculiaridades de Costa Rica en el contexto centroamericano. Quizás, la continuidad también se encuentre relacionada con la circunstancia de que la historia es la más antigua de las ciencias sociales en Costa Rica.
A pesar del atribuido aislacionismo costarricense, es indiscutible que la historia en Costa Rica es una disciplina que ha mantenido fuertes vinculaciones con los otros países centroamericanos. Es innegable también que los historiadores costarricenses han cultivado relaciones constantes y continuas con historiadores franceses, alemanes y estadounidenses. Es posible que el vínculo con historiadores latinoamericanos haya sido bastante menor, incluso con México un país cercano en donde algunas personas hicieron sus estudios de doctorado.
En fin, aquí se ha dado por supuesto que los cambios institucionales presentados fueron acompañados de profundos cambios historiográficos en términos de temas, agendas de investigación, cuestiones metodológicas y problemas teóricos. Es posible afirmar que la vieja historia patria en su molde de historia de acontecimientos ya no es practicada por los historiadores profesionales centroamericanos. Valga la pena insistir en que en la actualidad existe en cada uno de los países centroamericanos una comunidad de historiadores formados profesionalmente y que practican la disciplina según sus reglas compartidas a nivel internacional. Quizás la historia centroamericana ha sido un poco víctima de la coyuntura tanto la político-social como la de la disciplina, de modo que ha ido saltando por diversas temáticas y en el camino ha ido dejando atrás las anteriores. Por ejemplo, la historia en Costa Rica y en los otros países centroamericanos empezó a renovarse desde la historia económica, campo que en este momento ha perdido centralidad en la comunidad de historiadores. Los cambios de enfoques y temas parecen ser inevitables, pero pueden resultar muy costosos cuando las comunidades de profesionales son pequeñas, como es el caso de la mayor parte de los países centroamericanos. Por ejemplo, es lamentable la pérdida de interés que parecen mostrar las nuevas generaciones por la historia colonial31.
A pesar de sus innegables avances, la historiografía centroamericana sigue siendo poco visible a nivel internacional, como es fácil constatar en los principales foros de la disciplina en donde es posible encontrar personas que investigan la historia centroamericana, pero, usualmente, desde una universidad en el extranjero. En este sentido, los profesionales de la historia de la región estarían urgidos de un mayor roce internacional. Además, a pesar de la existencia muy oportuna del mecanismo de los congresos de historia centroamericana, la comunidad de historiadores del Istmo carece de un instrumento de coordinación y comunicación regional. Aunque los historiadores centroamericanos ya no son aficionados a la historia patria siguen muy anclados en sus respectivas historias nacionales y son pocos quienes se hayan dedicado a investigar la historia de un país distinto del propio.
Es en el campo de la función social de la historia en donde la disciplina muestra mayores limitaciones. Como ya se dijo, su proyección en la enseñanza de los Estudios Sociales en los niveles primario y secundario del sistema educativo es muy reducida32. Además, en la esfera de la opinión pública, la historia como saber profesional juega un papel secundario frente a iniciativas de diversos emprendedores de la memoria entretenidos en determinados usos políticos del pasado. El caso extremo es observable en Nicaragua en donde el gobierno actual ha aplicado políticas sistemáticas de manipulación de la historia33.
Habría que reconocer que la profesionalización de la historia es algo inacabado en casi todos los países centroamericanos y al respecto queda mucha tarea por delante. No obstante, el gran desafío que persiste es que la historia de Centroamérica como historia del conjunto de la región no existe porque lo que tenemos hasta la fecha son historias de los distintos países considerados por separado. El nacionalismo metodológico permanece profundamente anclado en la investigación histórica de todos los países centroamericanos y, aunque pueda sorprender, en las investigaciones de quienes, desde Estados Unidos, Europa y ocasionalmente América Latina se interesan en la historia de estos países (Acuña, 2007, pp. 25-37). En este sentido, el desafío que se presenta es la puesta en marcha de proyectos conjuntos dedicados a la historia de la región y de cada una de sus partes. Quizás, las próximas celebraciones del bicentenario de la Independencia de España sean ocasión para encontrar la forma de poner en marcha iniciativas de esa naturaleza, eventualmente en asocio con instituciones y colegas mexicanos.
Posfacio
Este trabajo fue terminado en febrero de 2019. Hoy, en agosto de 2020, lo hemos sometido a una última revisión antes de entregarlo a la revista y nos ha parecido necesario tomar nota y decir algunas palabras sobre las consecuencias de la actual pandemia sobre la historia y las ciencias sociales en general, y más concretamente sobre esas disciplinas en los países centroamericanos. La pregunta resulta inevitable, ya que se trata de una crisis global, tras la cual el mundo no será exactamente igual a como era antes de ella.
¿Cómo afectará esta pandemia planetaria a los saberes que estudian la vida de las sociedades humanas en el presente y en el pasado? No estamos en capacidad de dar una respuesta porque no existen posibilidades de comparación con fenómenos similares previos, por ejemplo, la pandemia de influenza de 1918-1920, por la escala del actual y porque esos saberes, salvo la historia, emergieron en el tránsito del siglo XIX al XX. De todas maneras, las nacientes ciencias sociales pasaron por alto esa pandemia, tanto el propio fenómeno como sus consecuencias; tal y como fue la reacción generalizada de poblaciones y gobernantes ante esta catástrofe; de la cual, valga la digresión, fue víctima uno de los fundadores de las ciencias sociales, el sociólogo Max Weber.
En todo caso, la pregunta podría formularse en términos más generales en el sentido de cómo podría afectar esta pandemia la relación de las sociedades presentes con el pasado. Esta relación ha estado cambiando en el último siglo de manera tal que la creencia en el progreso se ha venido erosionando y gradualmente, en asocio con los cambios tecnológicos del último medio siglo, se ha ido imponiendo una experiencia del tiempo en la que predomina el presente, sin pasado ni futuro, y en la que imperan el hedonismo y el consumo para unos, y la dictadura de la resolución, siempre precaria, de las necesidades básicas e inmediatas para otros. Tal sería el caso de las sociedades centroamericanas, profundamente desiguales e injustas.
En los países del Istmo las ciencias sociales tuvieron un desarrollo limitado en el siglo XX y no llegaron a alcanzar ni un total profesionalismo ni una masa crítica adecuada. Tras la pandemia, es posible que haya inevitablemente recortes presupuestarios significativos a las universidades públicas, instituciones donde principalmente se cultivan estos saberes; pero también, en aquellas universidades privadas donde hay algún espacio para estas disciplinas habría efectos similares.
Sin embargo, más allá de los recortes financieros queda la pregunta sobre el lugar de la historia y las ciencias sociales en las sociedades centroamericanas tras la pandemia. Si dichas sociedades utilizan esta crisis global para enfrentar sus males históricos y sus regresiones presentes, en particular, la crisis de sus sistemas democráticos; habría un nuevo lugar para la historia y las ciencias sociales porque brindan herramientas tanto para una mejor comprensión del funcionamiento de la vida social como porque permiten potenciar la conciencia y la práctica ciudadanas, requisitos para una reforma social y política en profundidad.
No obstante, visto desde el presente pareciera ser más probable que las sociedades centroamericanas profundicen sus tendencias de mayor desigualdad y menor democracia y, en tales circunstancias, su mundo universitario sufriría no solo una gran afectación presupuestaria, sino también una pérdida de legitimidad y muy posiblemente mucha represión por parte de las autoridades estatales. Si en el contexto internacional, tendencias similares se impusieran, existe la posibilidad de que se instale una gran noche para las ciencias sociales en los países de la región. Incluso no es seguro que Costa Rica pueda mantener su excepcionalidad tanto en su sistema político como en su institucionalidad universitaria.
Al final, la situación de la historia y las ciencias sociales tras la pandemia va a estar condicionada por la forma en que estas sociedades asuman su relación con el pasado, por su disposición o rechazo a mirar crítica y racionalmente su funcionamiento y por la capacidad que puedan desarrollar distintos sectores sociales y actores políticos para organizarse y movilizarse en torno a una agenda de democratización, agenda que no será solamente en relación con la vida política, sino también frente a la desigualdad que la crisis ha hecho tan evidente y sobre todo respecto de la cuestión ambiental cuya gravedad en el Istmo es conocida y que, como es sabido, es el gran desafío que enfrenta el planeta en su conjunto.
Agradecimientos
El autor y la autora de este ensayo agradecen, por la ayuda brindada, a las siguientes personas: María de los Ángeles Acuña, Patricia Alvarenga, Soili Buska, Silvia Castro, Manuel Chacón, David Díaz, Carlos Luis Fallas, María Elena Masís, Rafael Ángel Méndez, Carolina Mora, Ciska Raventós, Ivannia Rodríguez, Jorge Rovira, Luis Fernando Sibaja, Carmela Velázquez, Gabriela Villalobos y Carlos Zamora.
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Notas
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