Artículos científicos (sección arbitrada)
Cronología de los viajes de Juan Goytisolo a la Revolución cubana: de la fascinación a la ruptura
Chronology of Juan Goytisolo’s Travels to the Cuban Revolution: from Fascination to Rupture
Cronologia das viagens de Juan Goytisolo à Revolução cubana: do fascínio à ruptura
Cronología de los viajes de Juan Goytisolo a la Revolución cubana: de la fascinación a la ruptura
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 19, núm. 1, e48608, 2022
Universidad de Costa Rica
Recepción: 28 Julio 2021
Aprobación: 08 Octubre 2021
Resumen: Juan Goytisolo (1931-2017), bisnieto de un terrateniente enriquecido en Cuba con la producción de azúcar basada en la explotación de esclavos, viajó tres veces a la isla durante los primeros años de la Revolución cubana: de diciembre de 1961 a febrero de 1962; de octubre de 1962 a principios de 1963 por la crisis de los misiles nucleares, y en el verano de 1967. Este artículo establece la cronología de la relación del escritor español con este acontecimiento histórico del siglo XX a través de su Autobiografía, su libro-reportaje Pueblo en marcha, sus textos de opinión en El País y otros documentos de su paso por la nación caribeña. Comprobamos que, tras el apoyo inicial a la Revolución como modelo social frente a la dictadura franquista en España, Goytisolo denunció su conversión en una tiranía comunista y mantuvo esta crítica hasta el final de sus días, mientras expresaba su nostalgia por Cuba, el país americano que dejó más huella en su vida y en su obra.
Palabras clave: Periodismo, literatura, historia, política, comunismo.
Abstract: Juan Goytisolo (1931-2017), great-grandson of a landowner who made his fortune in the slave-based sugar industry in Cuba, visited the island on three occasions during the first years of the Cuban Revolution: from December 1961 to February 1962, from October 1962 to early 1963, during the nuclear missile crisis, and in the summer of 1967. Based on his Autobiografía, his feature book Pueblo en marcha, his op-ed pieces published in El País and some other documents concerning his stay in Cuba, this article traces the chronology of the Spanish writer’s relationship with one of the most important events of the 20th century. We note that, after the initial support to a Revolution that could serve as a social model against Franco’s dictatorship in Spain, Goytisolo denounced its transformation into a communist tyranny and maintained this criticism until his final days, all the while expressing his nostalgia for Cuba, the country in the Americas that most influenced his life and work.
Keywords: Journalism, literature, history, politics, communism.
Resumo: Juan Goytisolo (1931-2017), bisneto de um latifundiário enriquecido em Cuba com a produção de açúcar baseada na exploração de escravos, viajou a ilha três vezes nos primeiros anos da Revolução cubana: de dezembro de 1961 a fevereiro de 1962; de outubro de 1962 ao início de 1963 durante acrise dos mísseis nucleares, e no verão de 1967. Este artigo estabelece a cronologia da relação do escritor espanhol com este acontecimento histórico do século XX por meio de sua Autobiografía, seu livro- relatório Pueblo en marcha, seus artigos de opinião no jornal El País e outros documentos de sua época na nação caribenha. Verificamos que após o apoio inicial à Revolução como modelo social diante da ditadura de Franco na Espanha, Goytisolo denunciou a conversão do governo em uma tirania comunista e manteve essa crítica até o final de seus dias, enquanto expressava sua saudade de Cuba, o país americano que mais marcou sua vida e obra.
Palavras-chave: Jornalismo, literatura, história, política, comunismo.
Introducción
En 1962, el joven novelista Juan Goytisolo (Barcelona, 1931-Marrakech, 2017) se proyecta desde su exilio literario en París como uno de los más activos e influyentes representantes de la nueva generación de la literatura surgida bajo la dictadura de Francisco Franco en España, donde sus libros, que han sorteado hasta entonces la censura, pronto estarán prohibidos. Goytisolo trabaja en la capital francesa, meca cultural europea de los años 60, como asesor de literatura en castellano de la insigne editorial Gallimard, colabora con publicaciones francesas de información general como L’Express y France-Observateur, se mueve en el círculo de la revista Les Temps Modernes de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, y apoya al clandestino Partido Comunista español como “compañero de viaje”.
Desde esa prominente posición internacional como escritor de referencia de la España opositora que lucha por el restablecimiento de la democracia, desarrollará una intensa relación con Cuba y la Revolución encabezada por Fidel Castro, que lo llevará a viajar tres veces a la isla caribeña en menos de seis años, entre finales de 1961 y el verano de 1967. La simpatía, solidaridad y fascinada admiración que siente en los comienzos hacia el nuevo régimen de los hombres y mujeres que han acabado con la dictadura de Fulgencio Batista, a quienes ve como un ejemplo para acabar con la de Franco, se transformará en paulatino alejamiento hasta desembocar en la denuncia y la ruptura con los dirigentes castristas por transformar la Revolución en una dictadura de partido único comunista y reprimir a los disidentes políticos y a los homosexuales. Es una postura que mantendrá ya hasta el final de su vida y que difundirá desde su destacada tribuna como analista y articulista de opinión del diario El País, con sede en Madrid, uno de los de mayor difusión en lengua española.
Al novelista lo mueve el afán de explorar, como modelo inspirador, la realidad política, social y cultural de la nueva Cuba que ha surgido tras el triunfo, en 1959, de la guerrilla que lideran Fidel Castro, Raúl Castro y Ernesto Che Guevara. Pero también actúa en él como otra motivación personal, mezcla de curiosidad y sentimiento de culpa: conocer la tierra donde su bisabuelo, el amo Agustín Goytisolo Lezarzaburu, amasó una fortuna en el siglo XIX explotando a los esclavos negros de origen africano que tenía en sus dos ingenios de azúcar cerca de Cienfuegos (San Agustín y Lequeitio).
Este artículo describe y analiza la cronología de la relación in situ de Juan Goytisolo con la Cuba de los primeros años de la Revolución, a través del estudio, principalmente, de las dos partes de su Autobiografía (Coto vedado, 1985; En los reinos de taifa, 1986), recogida en Obras completas. V. Autobiografía y viajes al mundo islámico (2007a); el testimonio de su primer viaje plasmado en el libro-reportaje Pueblo en marcha (1962), incluido en Obras completas. II. Narrativa y relatos de viaje (1959-1965) (2006a); las referencias de la quincena de reseñas periodísticas de sus estancias en la isla recopiladas en el Catálogo del Fondo Documental Juan Goytisolo, depositado en la Diputación Provincial de Almería (España); el pasaje del libro de memorias del poeta Marcos Ana Vale la pena luchar (2013), en el que recuerda su encuentro en La Habana; tres artículos de Goytisolo de temática cubana, dos de ellos publicados en el periódico El País (1978, 2015) y otro en las revistas The New York Review of Books, Vuelta y El Viejo Topo (1979), y los estudios históricos de Martín Rodrigo y Alharilla: el artículo “De hacendados en Cienfuegos a inversores en Barcelona” (2003) y, con prólogo del propio Juan, el libro Los Goytisolo. Una próspera familia de indianos (2016). Los dos últimos documentan la trayectoria de estos terratenientes azucareros en Cuba y amplían y certifican lo que su descendiente escribió en sus memorias acerca de la dinastía fundada por Agustín, su bisabuelo vasco, y la fortuna que labró y legó gracias al trabajo de los esclavos. Se ha considerado también la monografía de Pablo Sánchez Liturgias utópicas (2012), que llega a la conclusión de que Goytisolo “es la figura española que más protagonismo ha tenido en la relación trasatlántica entre la Revolución y la literatura española” (Sánchez, 2012, p. 25).
A partir de un estudio cronológico, se pretende evidenciar que Cuba es el país americano predominante en la biografía literaria de Juan Goytisolo y poner de manifiesto que, tanto al adherirse primero a la causa de la Revolución como al convertirse luego en uno de los primeros intelectuales iberoamericanos en romper con el régimen y condenar su conversión totalitaria, su voz es de las más relevantes a la hora de establecer la historia de este episodio histórico y de su recepción en la opinión pública, debido a su estatus como escritor internacional de referencia y su amplia difusión en los medios de comunicación. Hay que tener en cuenta en particular que Goytisolo (reconocido en 2014 con el Premio Miguel de Cervantes de literatura, el más importante de la lengua) es uno de los escritores españoles con mejores relaciones con los autores latinoamericanos del boom, de muchos de los cuales es amigo íntimo. Ayuda a difundir sus obras desde su atalaya en el mundo editorial parisino y demuestra su influencia cuando, como coeditor de la revista Libre (que funda con Vargas Llosa y Cortázar, entre otros), se convierte en uno de los principales promotores de la movilización en defensa del poeta cubano Heberto Padilla, represaliado por el gobierno de Fidel Castro, a quien dirige dos cartas colectivas publicadas en Le Monde (Goytisolo, 22 de mayo de 1971; 9 de abril de 1971).
El presente artículo busca facilitar la comprensión panorámica de la relación de Goytisolo con Cuba y matizar una creencia que se había asentado entre lectores y estudiosos de su obra. Se pensó que el escritor había repudiado la Revolución por completo, avergonzándose de su apoyo inicial, y que prueba de ello era que por más de 40 años no había querido volver a editar su reportaje de 1962 Pueblo en marcha (Búrdalo, 2006, pp. 131-132 y 145). Pero la inclusión de este libro en sus definitivas Obras completas, en 2006, en una edición a su cargo, y su último artículo de prensa sobre Cuba, de 2015, dos años antes de su muerte, en el que matiza sus críticas, demuestran por el contrario que su ruptura con el régimen comunista no significó en última instancia para él que renegara de su relación íntima con la sociedad cubana ni de los ideales, a su juicio positivos, que inspiraron el nacimiento de este movimiento político de liberación.
El primer viaje a Cuba, 1961-1962: Pueblo en marcha
Es 1962 un año clave en la trayectoria intelectual de Juan Goytisolo porque se internacionalizan las causas en las que se involucra, y pasa de centrar su compromiso y activismo en la oposición contra la dictadura franquista en España a dedicar más tiempo a los movimientos revolucionarios antiimperialistas y de liberación nacional en Argelia y en Cuba. En París, es testigo de los efectos represivos que genera en la metrópoli francesa la guerra de Independencia argelina (noviembre de 1954-marzo de 1962). Así describe en sus memorias las protestas de los inmigrantes argelinos en las calles parisinas y la letal represión policial desatada contra ellos durante el otoño de 1961, días antes de su primer viaje a Cuba:
Aun siendo el más espectacular, el ejemplo cubano no era único: en el mismo París en donde vivía, otro pueblo, el argelino, mostraba a diario que la causa de la dignidad y la justicia podía imponerse a la fuerza bruta. Toque de queda, detenciones, asesinatos camuflados, torturas, amenazas, tropelías, no habían conseguido arredrar a decenas de millares de inmigrados milagrosamente surgidos a medianoche de las bocas de metro de Saint-Michel, Ópera o Concorde, en una actitud de provocación serena y grave, luminosa y tranquila: emocionado, lleno de asco e indignación contra los pieles blancas, asistí a las incidencias de su detención y redada cuando, sin oponer resistencia alguna, eran empujados a culatazos al interior de los coches celulares o, alineados en batallones compactos en esa Place de l’Étoile que tout à coup était devenue jaune, permanecían firmes, espectrales, sonámbulos, barridos crudamente a brochazos por los focos giróvagos de la policía (Goytisolo, 2007b, pp. 332-333).
Su compromiso político con Argelia y Cuba es también una vía de escape personal en unos años que considera “la época más desdichada” de su vida debido a los “problemas no resueltos” de su identidad sexual y la sensación de falta de autenticidad (Goytisolo, 2007b, p. 332).
Tras Campos de Níjar (1960) y La Chanca (1962), que tienen como escenario la provincia española de Almería, para su tercer libro de viajes, Pueblo en marcha. Tierras de Manzanillo. Instantáneas de un viaje a Cuba (París, 1962), Goytisolo sale de España y escoge como escenario y tiempo la Cuba del tercer aniversario de la caída del dictador Batista y del triunfo de la revolución guerrillera del 1 de enero de 1959. El escritor viaja a la isla entre “diciembre de 1961” (2007c, p. 583) y febrero de 1962, “en calidad de invitado del diario Revolución, dirigido entonces por Carlos Franqui”, dice en el prólogo al volumen II de sus Obras completas, donde incluye su libro-reportaje cubano (2006a, p. 31).
En Pueblo en Marcha recoge las “impresiones” de su “primera y entusiasta visita a Cuba” como viajero que “confundía su fascinación por lo propiamente cubano con lo revolucionario”, añade en su prólogo (2006a, p. 31). Le seguirían otros dos viajes a Cuba en los que su mayor conocimiento del régimen lo abocaría a una ruptura crítica con él por su deriva autoritaria. Pero en este reportaje, previo a su posterior desencanto, predomina el tono encomiástico e idealista que elogia los avances sociales del nuevo sistema. El autor cambiará su visión sobre el gobierno cubano, pero no renegará de esta creación literaria de no ficción, puesto que casi medio siglo después decide incluirla en sus Obras completas.
En sus 70 páginas, repartidas en ocho capítulos numerados con cifras romanas más un “Léxico cubano”, cuenta en primera persona su experiencia pero, en lugar de describir sus recorridos a lo largo y ancho del gran país americano del Caribe durante sus dos meses y medio de estancia, de Pinar del Río a Santiago, concentra su relato, como microcosmos de la Revolución, en el pueblo de Manzanillo; de ahí el subtítulo de la obra, Tierras de Manzanillo. Instantáneas de un viaje a Cuba. Su anfitrión y guía aquí es el poeta Manuel Navarro Luna, natural del municipio.
Tras conectar la historia de los esclavos negros de su familia con el triunfo en la isla de sus descendientes, Goytisolo se adentra en el retrato de los personajes del pueblo y reproduce sus declaraciones fonéticamente, tal como ha hecho antes con la almeriense en Campos de Níjar. El texto, según su indicación final, está fechado en mayo de 1962 en París. Fragmentos del libro se publican en diciembre de 1962 en La Habana, en el suplemento ilustrado del diario Revolución que dirige su amigo el periodista Carlos Franqui y, por recomendación de Navarro Luna, en Verde Olivo, el semanario del Ejército. El autor menciona estas publicaciones en sus memorias y señala la controversia literaria que produjo su representación del habla cubana, en la que lo apoyó “calurosamente” su colega de Manzanillo (2007b, p. 143). Revolución incluye además una entrevista con Goytisolo en su número del 11 de diciembre de 1962, con motivo de la publicación del libro.
En la segunda parte de su autobiografía, Goytisolo desgrana más detalles acerca de aquel feliz primer viaje a Cuba (2007c, pp. 428-430). En la capital, recién aterrizado, se dirige a la redacción de Revolución y Carlos Franqui, su director, lo acompaña a la habitación que le han reservado en el hotel Habana Libre y después a una manifestación allí mismo en el barrio de Vedado “contra el asesinato de un niño brigadista”, en la que el novelista español se mezcla entre los asistentes que han venido a escuchar el discurso del líder, Fidel Castro.
En los días siguientes se suceden cenas en la taberna San Román, cubalibres en chaflanes de la calle Jesús María, charlas en el Parque Central, vagabundeos por la periferia habanera de Regla y Guanabacoa, mientras la cultura, según rememora el narrador, va cayendo en las manos controladoras del Partido. Los escritores Walterio Carbonell, Heberto Padilla y Guillermo Cabrera Infante van a despedirlo al aeropuerto cuando Goytisolo abandona la isla el 21 de febrero de 1962, y la fotografía del grupo se publica al día siguiente, 22 de febrero, en el periódico Revolución de Franqui, foto que, según indica el autor español, se encuentra en su archivo depositado en la Boston University de Estados Unidos.
La “experiencia literaria de Pueblo en marcha” fue el particular “exorcismo” de sus “contradicciones y culpabilidad ancestral” por el enriquecimiento de sus antepasados debido a los esclavos que producían su azúcar. En sus memorias (2007b, pp. 328-329) califica su primera estancia en Cuba como “exaltadora”. Con esa experiencia reciente en el ánimo, acudió como invitado poco después, en abril de 1962, al encuentro internacional de escritores de Formentor y al Congreso de Editores de Barcelona, donde tuvo ocasión de difundir su entusiasmado relato sobre lo que había vivido en la isla.
Unos meses después, en ese mismo año de 1962, publica Pueblo en marcha, su libro sobre la Revolución cubana, una obra que, en el plano literario, representa para él, junto a los antes mencionados Campos de Níjar y La Chanca, una exploración nueva en el terreno del “reportaje narrativo” en sintonía con los “postulados marxistas” en boga en ese momento en los círculos intelectuales en los que se movía en París y Barcelona. Según su explicación:
[…] me esforcé en adelante, al menos por un tiempo, en adecuar mi escritura a los postulados más o menos marxistas que esgrimía de puerta afuera: tras la fallida tentativa de novela social en La resaca, tanteé las modalidades del reportaje narrativo y del relato breve que, siguiendo las huellas de Rocco Scotellaro, Vittorini y Pavese, desenvolví con mayor o menor ventura de Campos de Níjar a Pueblo en marcha (2007b, p. 295).
Completada la escritura de Pueblo en marcha en mayo de 1962, unos meses después Goytisolo retoma otro proyecto de literatura documental de contenido político que había iniciado un año antes, en este caso con un escenario español y un enfoque de denuncia social que sirve como contrapunto negativo del idealismo proyectado en su estancia cubana. En dos viajes, en septiembre de 1961 y septiembre de 1962, el autor se dirige al sur de España y recorre la comarca del pueblo de Yeste, en la provincia de Albacete, dentro de la actual comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, para investigar la matanza ocurrida el 29 de mayo de 1936 en la orilla del pantano de este municipio, pocos meses antes del golpe de Estado militar y el estallido de la Guerra Civil española. En ese lugar, 17 jornaleros en paro, que se manifestaban por las consecuencias de la construcción del pantano de la Fuensanta, fueron asesinados a tiros por los guardias civiles enviados por un cacique local, sucesos en los que también murió un agente (Preston, 2011, pp. 179-180).
En su segundo viaje, de nuevo con sus amigos Vicente Aranda y Ricardo Bofill, el 11 de septiembre de 1962 se desplaza de Francia a España para completar su investigación sobre la masacre de Yeste de 1936 y asistir a los encierros taurinos de Elche de Segura, pero, tras sufrir en este último pueblo un encontronazo con dos guardias civiles que lo interrogan a raíz de la denuncia de dos vecinos representantes de las “fuerzas vivas” del régimen, que lo han visto hablar “con un socialista represaliado”, abandona el proyecto del libro documental. Para compensar la frustración de este trabajo en España, se vuelca aún más hacia Cuba, como reconoce en sus memorias:
Aquel lance –al frustrar mi tentativa de proseguir la encuesta in situ– dio la puntilla definitiva a mis vagabundeos por las tierras del sureste de la Península en las que había descubierto tardíamente un sentido de afinidad o pertenencia y de cuya opresión y miseria quise atestiguar. […] La perspectiva que presentía era tan clara como ingrata: el Régimen duraría lo que durara la estampa odiosa de su creador. El año que siguió a esta conclusión melancólica busqué en Cuba, de forma compensatoria, la llama de una revolución milagrosa con sus promesas de libertad y de justicia (Goytisolo, 2007b, pp. 330-332).
Es decir, que en septiembre de 1962 se frustra su investigación sobre la matanza de Yeste en España por culpa del ambiente de represión que reina en la dictadura franquista, y apenas un mes más tarde, en octubre, se va por segunda vez a Cuba, donde en cambio lo reciben con los brazos abiertos como a un intelectual amigo de la Revolución. Renuncia así, según su testimonio, a hacer periodismo en su país natal mientras dure el régimen de Franco, y se centra en escribir sobre otros acontecimientos políticos internacionales, empezando por el cubano.
El segundo viaje a Cuba de 1962-1963 en plena crisis de los misiles
Después del viaje de diciembre de 1961-febrero de 1962, en el que produce Pueblo en marcha, la segunda estancia en la Cuba revolucionaria se extiende de octubre de 1962 a principios de 1963. En octubre, el novelista se encuentra en Sicilia cuando se desata la crisis entre Estados Unidos y la Unión Soviética por el despliegue de misiles nucleares soviéticos en Cuba. Interrumpe las vacaciones y vuelve a París, corre a la embajada cubana y se ofrece a volar a la isla para denunciar el bloqueo marítimo estadounidense, según recuerda en su autobiografía (2007b, pp. 335-336). Es interesante comprobar que la urgencia que muestra entonces por romper el asedio y acudir en ayuda de los sitiados a bordo de un “viejo, pesado cacharro estrechamente vigilado por cazas norteamericanos” es igual al irrefrenable espíritu de emergencia humanitaria que lo llevará a viajar como corresponsal de guerra en la década de 1990 a otros lugares sometidos a diferentes cercos de violencia armada, en Sarajevo, Argelia, Palestina y Chechenia. Mientras “los simpatizantes e invitados abandonaban precipitadamente la isla”, él corría en dirección contraria, hacia el epicentro de la noticia, impulsado por un compromiso político que, visto retrospectivamente, critica por ingenuo, pero del que no se arrepiente. “Mi ingenuidad resulta simpática y no reniego de ella”, dice recordando a Cernuda, Spender o Auden, poetas que, antes que él, asumieron la condición de intelectuales comprometidos y tras el golpe militar de 1936 se pusieron a disposición de la República española, acosada por “la doble embestida fascista y estaliniana”. Está dispuesto en esos días febriles incluso a dar la vida por la causa cubana. Pero el narrador maduro se burla de su pasada entrega juvenil, por caer en la exageración: “Aunque sincero, el gesto era excesivo” (2007b, pp. 335-336).
Goytisolo conoce la guerra desde niño y es víctima de ella: perdió a su madre en 1937 en un bombardeo sobre Barcelona de la aviación de Mussolini, aliada de Franco. Después de 25 años, se encuentra por decisión propia en el epicentro de la alerta mundial de octubre de 1962, cuando las dos superpotencias están al borde de desencadenar otra conflagración, una situación de riesgo extremo que queda patente en el discurso televisado del presidente Kennedy del día 22 de este mes, en el que advierte que Estados Unidos considerará “cualquier misil lanzado desde Cuba contra cualquier nación del Hemisferio Occidental como una ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos, lo que requerirá una respuesta completa en represalia sobre la Unión Soviética” (Kennedy, 1962, pp. 134-135; la traducción es nuestra).
En este escenario bélico, el escritor cuenta con la experiencia armada previa de su servicio militar, que ha cumplido como sargento de las Milicias Universitarias en el cuartel de Mataró (Barcelona). Pero es en estos días decisivos en Cuba cuando vive las primeras operaciones militares reales de su vida adulta: pasa la noche como periodista en una base aérea junto al aeropuerto de Rancho Boyeros, vestido con un uniforme castrense prestado, a la espera de informar desde el sitio si Estados Unidos bombardea el supuesto emplazamiento de los misiles nucleares rusos (lo que no se producirá), y asiste luego con oficiales del ejército a una batida en las montañas en busca de infiltrados:
Por primera y única vez en mi vida, acepté el riesgo de perderla por una causa que estimaba digna: acudí a la Cuba sitiada y en vilo después de un trayecto interminable con paradas, esperas, registro, cacheos en varios aeropuertos, en un viejo, pesado cacharro estrechamente vigilado por cazas norteamericanos, para aterrizar al fin en Rancho Boyeros y, vestido con un uniforme que me procuró Carlos Franqui, pernoctar primero en una base aérea erizada de inútil artillería soviética y seguir después, con algunos oficiales y jefes del Ejército, las operaciones de “limpieza” del Escambray (2007b, pp. 335-336).
¿Escribió y publicó algo en esos días sobre el pulso entre la Unión Soviética de Nikita Jruschov y los Estados Unidos de John F. Kennedy a propósito de la instalación en la isla de misiles nucleares soviéticos, que mantuvo en vilo a todo el planeta, y sobre las actividades militares cubanas que presenció desde dentro a modo de periodista empotrado, vestido incluso con uniforme de campaña? No, que sepamos.
Más allá de la emoción que vive como testigo de la crisis de los misiles, en este segundo viaje a Cuba Goytisolo empieza a constatar “la paulatina degradación del proceso revolucionario” y sus síntomas, “demasiado visibles como para que pudiera ignorarlas” (2007b, p. 336).
La excusa para viajar a la isla es que tiene que trabajar como guionista huésped del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficas (ICAIC). Efectivamente, según sigue contando más adelante en sus memorias (2007c, pp. 437-441), en esos días de “vigilia de la crisis de los cohetes” y de “relaciones humanas de autenticidad insólitas” prepara un guión con el cineasta Tomás Gutiérrez Alea y busca con este y “Sarita Gómez”1 exteriores para la proyectada película, que nunca se llevará a cabo. La historia del guión referido es Pausa de otoño, el texto de ficción de tema cubano que incluirá en la primera edición de la novela Señas de identidad (1966) y retirará luego en las sucesivas, hasta incluirlo finalmente como apéndice en el volumen IV de sus Obras completas (2006c).
Otro de los episodios destacados de este segundo viaje cubano ocurre un domingo de noviembre de 1962 cuando Goytisolo va con su amigo, el director del periódico Revolución, Carlos Franqui a una explotación agropecuaria próxima a La Habana y llega el líder supremo, Fidel Castro, rodeado de otros comandantes “que le ríen las gracias”. Franqui presenta al escritor español a Fidel: “acá el gallego, dice sonriendo, en vez de salir escapado como otros escritores que tú sabes, ha tenido la ocurrencia de venir a hacernos una visita” (2007c, p. 437). Juan observa a Fidel mientras habla, lo escruta, atiende no solo a lo que dice sino también a sus gestos, que delatan otros pensamientos, y lo mismo hace el comandante con él, elaborando recíprocas lecturas subterráneas y ocultas el uno del otro. Fidel Castro le quiere enseñar los depósitos de vinagre de la finca estatal pero la alergia del escritor a este líquido frustra la visita: tiene que salir medio asfixiado del almacén y el líder se va “sin despedirse” de él.
En un encuentro con voluntarios que plantan café en el futuro cinturón agrícola de La Habana vive otra experiencia reveladora para él como exponente del choque entre propaganda y realidad. Resulta que el proyecto de plantación es una pose ideológica y fracasará porque la tierra elegida es mala, aunque nadie se atreve a decirlo y llevar la contraria a la orden de Castro:
Algunos de tus amigos escritores participan en la campaña con brío y animosidad. La escena te impresiona pero Franqui se encarga de darte la ducha de agua fría. El café no crecerá allí jamás porque aquélla no es tierra idónea para cafetales. Él es guajiro y sabe la distancia que media entre la realidad y la consigna (2007c, p. 438).
Concierta a través de la editorial Casa de las Américas su primera entrevista con el Che Guevara en su oficina del Ministerio de Industria, pero el encuentro se cancela porque su acompañante se extravía y cuando llegan a la cita es tarde y el icónico jefe guerrillero ya está reunido con otros. Lo verá sin embargo “desde la tribuna de invitados, durante las grandes festividades revolucionarias” (2007c, p. 439).
Un momento para él decisivo de esta segunda estancia cubana es cuando, “a comienzos de 1963”, según cuenta en Coto vedado, primera parte de su autobiografía (2007b, pp. 143-145), su amigo el poeta comunista de Manzanillo Manuel Navarro Luna, colaborador de la revista Verde Olivo e intercesor en la publicación del reportaje Pueblo en marcha, lo recoge en su hotel de La Habana y lo lleva a un mitin en un centro de instrucción para milicianas en las afueras de la ciudad. Aquí, el visitante español sufre un brusco despertar de su idilio con la Revolución cubana al enterarse de que, a dos milicianas lesbianas, “sorprendidas in fraganti”, las acaban de someter a “una asamblea pública de censura” y las han expulsado “por decisión unánime”, tras lo que él tiene que subir al escenario y, callándose su indignación por el castigo a jóvenes homosexuales como él mismo, pronunciar un discurso de alabanza al movimiento nacional. La vergüenza íntima que siente por este acto de hipocresía provoca una ruptura en su adhesión al régimen cubano y precipita la liberación en los siguientes años de su identidad sexual y la conquista de una escritura personal, auténtica y desprendida de las “anteojeras de la ideología” de las que habla en otra parte (2007c, p. 433). Aunque el escritor es consciente de su homosexualidad desde años atrás, es precisamente en este mismo año de 1963, en abril, en fechas inmediatamente posteriores a este viaje cubano, cuando experimenta en París su primera relación erótica con inmigrantes magrebíes (2007c, pp. 485-486) y comienza el proceso de aceptación de su sexualidad que culmina en julio de 1965 cuando le declara a su compañera, Monique Lange, que es “total, definitiva, irremediablemente homosexual” (2007c, p. 501).
Es también en esta estancia en La Habana cuando Goytisolo se encuentra con el poeta español exiliado en Francia Marcos Ana (seudónimo de Fernando Macarro Castillo), a quien ha entrevistado antes en París sobre su experiencia de más de 20 años de cárcel como preso político de la España de Franco. En el octavo capítulo de su libro de memorias, Vale la pena luchar (2013), Marcos Ana revela el interés por las religiones afrocubanas de Goytisolo, quien lo animó a acompañarlo a ver un ritual de santería:
Para el cuarto aniversario de la Revolución cubana, a finales de 1962 y principios de 1963, pasé un par de meses en La Habana. A aquel aniversario acudieron muchos intelectuales, entre los que se encontraba Juan Goytisolo. Le había conocido en París, cuando me entrevistó para Le Monde [es un error de Marcos Ana, la entrevista fue para L’Express]. En uno de nuestros largos paseos por La Habana vieja me pidió que le acompañara a ver un ritual de santería. Yo no sentía especial curiosidad, pero accedí. Aunque al principio nos impidieron el paso, un compañero de color que venía con nosotros intercedió. Me sentí muy incómodo con lo que vi allí: una mujer gritaba y se retorcía en el suelo, como en un ataque de epilepsia, mientras el resto cantaba como en trance y golpeaba sus tambores. Nos marchamos enseguida (Ana, 2013, pp. 130-131).
Encuentro con el Che en Argel, julio de 1963
Contaba Goytisolo en sus memorias que en su visita a Cuba de octubre de 1962-principios de 1963 se frustró la entrevista que había concertado con el Che Guevara en el Ministerio de Industria de La Habana, por llegar tarde a la cita. Pero apenas unos meses después, en julio de 1963, se resarce y logra al fin ese encuentro con el emblemático caudillo de la revolución, pero no en Cuba, sino en Argelia, donde el argentino, Ministro de Industria cubano, recala camino de la isla a la vuelta de un viaje por la Unión Soviética, coincidiendo con la celebración en Argel del primer aniversario de su Independencia, reconocida por Francia el 5 de julio de 1962. El escritor español también está en la capital argelina como invitado del gobierno a los actos de la conmemoración, junto al periodista y amigo suyo Jean Daniel, director del semanario francés L’Express y después de Le Nouvel Observateur, y otros simpatizantes galos de la causa de la liberación nacional argelina. Daniel quiere aprovechar la circunstancia de la visita del Che para ir con Goytisolo a entrevistarlo en primicia en relación con su viaje a la URSS2.
El novelista español, según relata en la segunda parte de sus memorias (2007c, pp. 439-440), llama al embajador cubano en Argelia, Papito Serguera, que los cita en la embajada esa noche. Los entrevistadores se presentan allí puntuales. En la espera, el escritor español se percata de que en la sala donde aguardan hay en la mesa central un libro de obras de teatro del cubano Virgilio Piñera, señalado entonces por ser homosexual. Cuando el Che entra en la habitación, se fija en el libro y espeta mientras lo arroja por los aires: “¿Quién coño lee aquí a este maricón?”. Goytisolo, que en julio de 1963 ya había aceptado su propia homosexualidad y podía detectar la homofobia del régimen y solidarizarse con sus víctimas gays, se pregunta a sí mismo de forma retrospectiva al recordar aquella escena:
¿Presentiste entonces lo que ocurriría, lo que iba a ocurrir, lo que estaba ocurriendo a tus hermanos de vicio nefando, de vilipendiado crimine pessimo y, junto a ellos, a santeros, poetas, ñáñigos, lumpens, ociosos y buscavidas, inadaptados e inadaptables a una lectura unicolor de la realidad, a la luz disciplinada, implacable, glacial, de la ideología? (2007c, p. 440).
Los viajes a la URSS de 1965 y 1966: Paradiso en Moscú
En los reinos de taifa, segunda parte de su Autobiografía, Goytisolo describe también sus dos primeros viajes a la Unión Soviética, el Estado comunista padrino de Cuba, en 1965 y 19663. A diferencia de sus anteriores dos viajes al país caribeño, va a la URSS con actitud “receptiva y abierta”, ecuánime, “lejos a la vez del anticomunismo primario inculcado” en su adolescencia y de la “credulidad y candidez” de sus “pasados fervores castristas” (2007c, p. 507). Siente que ha perdido su “anterior inocencia política” y que se mueve ya con independencia por una “especie de no man’s land”, una tierra de nadie, “atacado simultáneamente a derecha e izquierda, por el Partido Comunista [español] y el régimen de Franco” (2007c, p. 507). Viaja al otro lado del Telón de Acero con espíritu realista, desatado de lecturas y ataduras ideológicas, para intentar entender una realidad compleja; un criterio con el que desde entonces analizará la vida en cada uno de sus siguientes trabajos de campo periodísticos y que aplicará desde luego en sus reportajes de guerra:
Habituado durante años a mirar el mundo desde un prisma único y dividir a la humanidad en dos campos opuestos perfectamente delimitados, había vivido momentos de perplejidad y desamparo antes de reaccionar saludablemente con propósitos de enmienda: dejar de comulgar con ruedas de molino, actuar en lo futuro con mayor discernimiento y lucidez.
Debía ir a la URSS sin prevenciones ni apriorismos, dotado de la curiosidad e interés de un mirón. Adoptar una postura, si no neutral, al menos ecuánime y fría. Convertirme en una cámara cinematográfica y cinta grabadora de cuanto escuchaba y veía (2007c, pp. 507-508).
En los 14 meses que siguieron hasta su siguiente viaje a la Unión Soviética en 1966, se agudizan sus “sentimientos de ambivalencia respecto a la URSS” por tres razones: “sovietización del proceso revolucionario cubano, detención de los escritores Daniel y Siniavski, abrupto final de las esperanzas en un deshielo cultural paulatino” (2007c, p. 547).
En esta visita del verano de 1966 a Moscú y la república socialista soviética de Georgia, en el Cáucaso, se produce, según narra Goytisolo, una escena que revela su solidaridad e identificación con las voces más independientes de la cultura cubana. El novelista cuenta que va un día a la gran librería de la calle Gorki de Moscú4, el responsable de la sección hispánica lo reconoce como famoso escritor español y se lo advierte “a un grupo de muchachas de aspecto campesino, que estudian o enseñan castellano en algún koljós o ciudad de provincias” (2007c, p. 590). Añade que las muchachas hablantes de español lo rodean “muy excitadas” y que, como él no encuentra allí ningún libro suyo para firmárselo, ellas le piden “que escoja otro cualquiera y se lo rubrique” (2007c, p. 590). Goytisolo hace sobre la marcha de crítico literario y encuentra y les enseña “varios ejemplares de Paradiso”, la novela de 1966 del cubano José Lezama Lima, “cuya reciente publicación en La Habana ha burlado paradójicamente la férrea aduana moral de la censura soviética”, y les invita a comprar los ejemplares y se los firma en la primera página haciéndose pasar por su admirado colega cubano, al tiempo que, burlonamente, les aconseja que “lean atentamente, y a ser posible a coro, el célebre capítulo octavo”, de contenido erótico homosexual (2007c, p. 590).
Continúa explicando que, tras su viaje al Cáucaso de 1966, pronto se cortarán “de modo inevitable” sus “relaciones un tanto ambiguas con el mundo oficial de la URSS” por su personal “afinidad con la naciente disidencia soviética” y su condena “de la ocupación militar de Checoslovaquia” de 1968. Del aplastamiento de la apertura democrática conocida como Primavera de Praga es testigo in situ cuando, aprovechando una invitación de la Unión de Escritores checos, va en octubre a la capital checa “inmediatamente después de la invasión” de las tropas soviéticas (2007c, pp. 547-548). “Praga 1968”, el reportaje que escribe sobre esta experiencia, aparece en español el 27 de noviembre de ese año en La Cultura en México, suplemento de Siempre!, y en francés en Les Temps Modernes, la revista dirigida por Jean-Paul Sartre, bajo el título “Prague, octobre 1968”. En ese histórico año, además, presencia en París las protestas estudiantiles de Mayo del 68.
A partir de entonces, Goytisolo se declara un escritor de “doble y más compleja militancia”, comprometido contra dictaduras de cualquier signo ideológico y a favor de las víctimas de un bloque u otro, sean palestinos o afganos, “de la dictadura castrista y de las Juntas criminales de Centroamérica y el Cono Sur” (2007c, p. 548). También critica, citando las palabras del historiador marxista y experto en islam Maxime Rodinson, que las revoluciones utopistas, como las que se hacen en nombre del socialismo, pueden acentuar la explotación y la opresión que pretenden liquidar: “La adhesión incondicional empuja siempre a aprobar errores y, a menudo, horrores” (2007c, p. 548). En este sentido, su principio político definitivo a partir de ahora es el de afirmar su independencia a toda costa. O expresado de otra manera: “preferir equivocarme por mi cuenta a tener razón por consigna” (2007c, p. 548).
El tercer y último viaje a Cuba, 1967
Goytisolo regresa a Cuba por tercera y última vez en junio de 1967. De esta breve estancia dice en sus memorias (2007c, pp. 431-433) que acudió “invitado junto a una cincuentena de escritores y artistas a las fiestas de aniversario del asalto al Moncada”, en referencia a la acción armada que encabezó Fidel Castro el 26 de julio de 1953 contra el Cuartel de Moncada, en la ciudad de Santiago de Cuba, cuya fecha dio nombre al rebelde Movimiento 26 de Julio. Escribe que fue a la isla en junio de 1967 (2007c, p. 431) por el aniversario del Moncada, pero el asalto ocurrió en julio, por lo que quizás se trata de un lapsus del autor y la visita conmemorativa no se produjo en el mes que menciona sino en el siguiente.
En esta reunión, Fidel Castro y los intelectuales europeos invitados, que se alojan en el lujoso Hotel Nacional, viven una “luna de miel”, pero Goytisolo, con más experiencia y contactos en la isla que sus colegas, va descubriendo otra realidad, como la que le cuenta el novelista Virgilio Piñera sobre la persecución e internamiento de los homosexuales en los campos de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), o la “autocensura” que hace “estragos” entre sus compañeros escritores. La “línea caudillista y sectaria” que tomó el gobierno revolucionario y su sustitución del proyecto inicial del Movimiento 26 de Julio de una sociedad “más justa e igualitaria, pero democrática y libre”, por un modelo soviético lo desencantan, le hacen cambiar de opinión y lo alejan definitivamente de la Cuba de Castro. Ya no cree en este “entusiasmo de consigna”.
Como pequeño gesto personal de resistencia frente al ocultamiento de la realidad por la propaganda, cuando lo entrevistan en directo en la televisión cubana, y le piden que no vaya a nombrar al novelista Guillermo Cabrera Infante, ya caído en desgracia con el régimen, Goytisolo desobedece a medias y, sin mencionar el nombre de su amigo, lo reivindica al declarar que las mejores novelas cubanas recientes son la suya Tres tristes tigres,Paradiso (de Lezama Lima) y El siglo de las Luces (de Carpentier).
En este viaje, por tanto, según evoca en sus memorias de En los reinos de taifa, cambia definitivamente de opinión sobre los guardianes de la Revolución, de los que advierte que han sustituido el proyecto de crear una sociedad igualitaria, democrática y libre como pretendía en sus inicios el Movimiento 26 de Julio, por “un esquema” que ha conocido “muy bien” desde sus viajes de los dos años anteriores “a los países del bloque soviético: ese ‘socialismo real’ en el que, como dijo en una ocasión el líder estudiantil berlinés Rudi Dutschke, ‘todo es real excepto el socialismo’” (2007c, p. 433). En 1968 había pasado ya, añade, “a una actitud más prosaica y lúcida propia de quien ha dejado de ver las cosas con las anteojeras de la ideología” (2007c, p. 433). Es significativo que en ese mismo año de 1968 su anfitrión habanero Carlos Franqui toma el camino del exilio, disconforme con la transformación del gobierno en una dictadura comunista.
Sin embargo, hay que matizar que el cambio de opinión de Goytisolo respecto a la Revolución, aun tratándose de uno de los primeros intelectuales en darse cuenta de su carácter totalitario, no se traducirá todavía en manifestaciones públicas y explícitas suyas contra el régimen cubano durante los cuatro años siguientes, y sus críticas se mantendrán en su esfera privada hasta que tome posición abiertamente en 1971 a raíz de la campaña por el caso Padilla, como veremos más adelante. Goytisolo, compañero de viaje, ya se ha desmarcado desde 1964 de la línea oficial del Partido Comunista de España, cuyo dogmatismo y falta de realismo a la hora de enfrentarse a la dictadura de Franco expone ese año en su artículo “On ne meurt plus à Madrid”, publicado en L’Express de París el 2 de abril, como él cuenta en su autobiografía (2007c, pp. 333-334). En cambio, hasta 1971 no firmará ningún escrito que afecte al gobernante Partido Comunista de Cuba, quizás sopesando que cualquier crítica política suya será aprovechada por el calificado como enemigo imperialista estadounidense y perjudicará los avances sociales de la Revolución, que él sí defiende. La primera obra de autoría única en la que arremete abiertamente contra Fidel Castro es su novela Juan sin Tierra, de 1975, donde el narrador “hace público escarnio de los fastos elocutivos de la Plaza de la Revolución” (Búrdalo, 2006, p. 134).
Goytisolo vincula en sus memorias el silencio de escritores amigos de la URSS que callaron ante los crímenes de Stalin con el silencio de otros autores simpatizantes de la Revolución cubana que ignoraron los excesos del régimen castrista cuando adoptó “el esquema represivo soviético”, y al respecto agrega que:
[…] todos estos testigos directos de la cruda verdad del sistema soviético y la deportación, asesinato o amordazamiento de sus compañeros escritores, que habían guardado silencio, cuando no aplaudido, a la parodia de los procesos, habían seguido con sus viajes de turismo revolucionario disfrutando de unos privilegios de los que el pueblo llano carecía y llevado a la perfección ese “hábito de mentir sabiendo que se miente” denunciado por Enzensberger en uno de sus ensayos.
[…] Y mientras la adopción del esquema represivo soviético por la dirección revolucionaria cubana nos llenaba de amargura e inquietud por la suerte que aguardaba a nuestros colegas [cubanos], vimos con asombro que flamantes émulos de aquellos bueyes procesionales indiferentes al destino de los Biely, Pasternak o Ajmátova –por no mencionar ahora a los que perecieron–, se negaban a admitir la realidad de las nuevas persecuciones y el sufrimiento físico o moral de sus víctimas, como si unas y otras fueran el precio necesario para la edificación de su utopía. […] Como dice con razón Vargas Llosa, al exponer las consecuencias lamentables de dicha actitud maniquea, los “intelectuales latinoamericanos han sido los grandes agentes del subdesarrollo latinoamericano” (2007c, pp. 459-460).
Su activo papel en el caso Padilla: la defensa desde París en 1971
En sus memorias describe su experiencia en París con la revista literaria Libre y la polémica a raíz de la detención en Cuba, en marzo de 1971, del poeta Heberto Padilla, acusado de contrarrevolucionario. Goytisolo y Julio Cortázar, fundadores de Libre junto a Mario Vargas Llosa y otros, esbozan una carta a Fidel Castro, firmada por más intelectuales, donde le reclaman la liberación de su colega Padilla. La carta abierta se publica en Le Monde el 9 de abril de 1971. Le seguirá el 22 de mayo una segunda misiva en el mismo periódico, firmada por 62 escritores y dirigida a Fidel Castro, que Goytisolo ha ayudado a elaborar en protesta por el encarcelamiento de Padilla. Cuando se publica la primera carta, Goytisolo está de visita en Argel, donde se encuentra en la calle “casualmente a Régis Debray” (2007c, p. 454). El filósofo y activista francés, fervoroso simpatizante de la Revolución cubana, acaba de ser liberado de su encierro en Bolivia (adonde había ido en 1967 siguiendo a la guerrilla del Che) “por presión de los intelectuales de izquierda de Occidente” (2007c, p. 454), y le traslada a Goytisolo su opinión de que Padilla (quien había citado a Debray como un “hermoso ejemplo” de intelectual revolucionario) “era un simple agente de la CIA y merecía su suerte” (2007c, p. 454). El caso Padilla escenifica la definitiva ruptura de la mayor parte de los intelectuales de izquierda con el castrismo, y motiva el alejamiento entre Goytisolo y Gabriel García Márquez, por la evasiva de este, según el primero, a suscribir la campaña en defensa de su colega cubano. Junto con Juan Goytisolo, firmaron también la carta sus hermanos escritores, el novelista Luis y el poeta José Agustín; este último evolucionaría de distinta manera respecto a Cuba y, pese a su distanciamiento, a diferencia de Juan, siguió visitando la isla y trabajando en ella “sin llegar nunca a una ruptura definitiva” (García Mateos, 2012, pp. 17-18).
Artículos de opinión y nostalgia de Cuba
En las siguientes décadas, como firma destacada de las páginas de opinión del diario El País desde su fundación, en 1976, y como colaborador de otras publicaciones, Juan Goytisolo seguirá abordando la política cubana y manifestando sus críticas anticastristas y su apoyo a los disidentes en diferentes artículos y foros, hasta poco antes de su muerte en 2017. Destaquemos tres de esos trabajos. En el artículo “En defensa de Martha Frayde”, que apareció en El País el 10 de diciembre de 1978, reclama la liberación de la antigua dirigente, condenada a 29 años de prisión por el régimen de Castro por supuesto espionaje, y la de los “presos políticos que combatieron en las filas de la Revolución y son hoy víctimas de su sistema carcelario” (Goytisolo, 1978, párr. 8); una denuncia personal contra la tiranía y a favor de los derechos humanos que tenía un valor añadido, en la medida en que, como hemos visto, se producía en un tiempo en que gran parte de la izquierda consideraba que el gobierno comunista de Castro era intocable y que atacarlo, como hacía él, suponía hacerle juego al “imperio”.
En el análisis de 1979 “Cuba, veinte años de Revolución”, publicado en las revistas El Viejo Topo de Barcelona, Vuelta de México y, en inglés, The New York Review of Books, lamenta que en ese momento de la Guerra Fría siga pesando entre la izquierda del mundo hispánico el “tabú” sobre Cuba, y critica que “muchos socialistas y eurocomunistas españoles mantienen un prudente silencio, practicando la autocensura” (Goytisolo, 1979, párrs. 1-2). Por último, ya al final de su vida, en la tribuna titulada “Queremos tanto a Cuba” (El País, 18 de enero de 2015), hace balance ponderado de su relación con la isla y analiza los cambios sociales ocurridos allí hacia una mayor libertad, todo a partir del relato de su amistoso reencuentro en 2011 en Marrakech con el comandante William Gálvez, compañero de Fidel Castro en el desembarco del Granma, a quien conoció en 1961 y que es el primer miembro del poder de La Habana con quien vuelve a hablar en persona tras su ruptura con el régimen medio siglo atrás. Su intercambio con Gálvez le da pie a Goytisolo a reafirmar su postura:
Después de una charla de unos minutos, el comandante, hoy jubilado y consagrado al estudio de la historia de la revolución, fue directamente al grano: ¿qué tenía yo contra Cuba? No era un vendido al imperialismo como otros y defendía causas justas. ¿Por qué mis reticencias hacia los cubanos? Ahora, me dijo, no se perseguía a los homosexuales como erróneamente se hizo en los años sesenta y setenta y las religiones africanas volvían por sus fueros y gozaban de entera libertad. Le repuse que no tenía nada contra Cuba, al revés. Que una cosa era Cuba y otra el sistema que se perpetuaba en el poder; que la Cuba que viví permanecía siempre en mi memoria y la echaba de menos pero mis desacuerdos con el régimen eran profundos y no podía resumirlos en una charla de café (Goytisolo, 2015, párr. 2).
En los viajes organizados de propaganda que él hizo en la década de 1960 como invitado de la nueva Argelia independiente, la Cuba de la revolución socialista y la Unión Soviética, el desafío para el intelectual participante era descubrir la realidad completa y en gran medida oculta de esos países, más allá del circuito bondadoso e idílico en el que lo obligaban a moverse con toda comodidad. Poco a poco, él consiguió liberarse de esa tutela y describir esos lugares con profundidad e independencia, desde su propio punto de vista. Pero, en el mencionado artículo final de 2015, se dirige al lector para defender como genuino su sostén inicial al gran experimento social cubano:
[…] mi entusiasmo de 1961 era tan sincero como el de decenas y decenas de millares de alfabetizadores de las Brigadas Conrado Benítez o de Patria o muerte, y resultaba imposible viniendo de un país bajo la férula de Franco no dejarse ganar por él. ¿Ilusiones, utopismo? La experiencia de lo ocurrido después induce a responder con la afirmación. Mas los sentimientos de igualdad y fraternidad vividos entonces por una juventud dispuesta a sacrificar su vida por ellos y que no podía prever el anquilosamiento burocrático y policial que se erigía en sistema en razón de monopolio de poder conforme al modelo soviético merecen con todo el respeto (Goytisolo, 2015, párr. 3).
De su apego a Cuba, el paraíso mítico y soñado de su infancia que acabó siendo escenario real de sus aventuras idealistas de sus 30 y pocos años, dio fe también en el prólogo que escribió en 2006 para el cuarto volumen de sus Obras completas. Al rememorar las circunstancias de la escritura de Pueblo en marcha, su reportaje de la Revolución, sintetiza su solidaridad con los cubanos y su oposición contra quienes los oprimen, en unas líneas que suenan a melancólica despedida, pero también a invocación esperanzada de un futuro mejor:
Al releer estos y otros pasajes del libro, me invade un sentimiento de nostalgia de un pueblo y de un país de los que siempre me he sentido muy próximo y que merecen sin duda un mejor destino que el impuesto por sus dictadores y caudillos (2006a, p. 34).
Referencias
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Sánchez, Pablo. (2012). Liturgias utópicas. La Revolución cubana en la literatura española. Madrid: Verbum.
Notas
Notas de autor
Información adicional
Sobre el financiamiento del artículo: Este artículo forma parte del proyecto de investigación 'Juan Goytisolo, cronista de la guerra: los reportajes de Sarajevo, Argelia, Palestina y Chechenia y otros viajes periodísticos', que ha recibido la ayuda económica PI-23 del Plan Promotor de la Actividad Investigadora del Profesorado del Centro Universitario EUSA.