Intercambios y memorias (sección no arbitrada)
Las bases sociales de la migración y la salida como la opción ante la crisis. El caso de Honduras
Social Bases of Migration and Exit as an Option in the Face of Crisis. Honduras Case
As bases sociais da migração e o como uma opção face à crise. O caso das Honduras
Las bases sociales de la migración y la salida como la opción ante la crisis. El caso de Honduras
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 19, núm. 2, e51315, 2022
Universidad de Costa Rica
Se sabe que son centenares de miles de hondureñas y hondureños que emprenden el camino de la migración irregular hacia los Estados Unidos en busca de mejores ingresos y opciones de vida, pero es un desafío cuantificar los flujos migratorios reales. Según algunas estimaciones, entre el 2010 y el 2021, salieron del país hacia los Estados Unidos 1 775 286 personas, de las cuales fueron deportadas y regresadas a Honduras, 591 762 y lograron entrar y se arraigaron 1 183 524 (FOSDEH, 2022, p. 10).
El Instituto Nacional de Migración (INM) registra la distribución de los migrantes irregulares por sexo a partir del año 2016, destacando que:
[...] en promedio siete de cada 10 personas en condición de migración irregular son hombres y tres son mujeres. Sin embargo, se observa que a partir del 2017 comienza a incrementarse la participación de las mujeres, ya que en 2018 representaban un 25.5%, pero en el 2019 se incrementó hasta llegar a representar un 34.0% del total de migrantes irregulares (OIM, 2020, p. 52).
Esto es lo que se conoce como la feminización de la migración. Adicionalmente, y según la Oficina de Reasentamiento de Refugiados en los Estados Unidos de América, en los años fiscales 2012-2020, Honduras fue el segundo país de la región que más expulsó niños(as). Los datos indican que para el 2014 el 34 % de la niñez de la región del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), pertenecía a Honduras. Para los años fiscales de 2018, 2019 y 2020, el 30 % de la niñez migrante de la región pertenecían a Honduras, solamente Guatemala estaba por arriba.
A partir de octubre de 2018, emergió una nueva modalidad migratoria. La migración irregular clandestina e invisible se transformó en movilizaciones masivas, abiertas y visibles, conocidas como caravanas, que parten de San Pedro Sula hacia los Estados Unidos, pasando por territorio guatemalteco y mexicano. Las personas buscaron esta opción para reducir costos y por temas de seguridad, ya que, al viajar en grupo, se supone que se reducen los riesgos de caer en manos de los grupos criminales en el trayecto de la ruta migratoria. La primera gran caravana de migrantes salió el 12 de octubre de 2018, a esta se unieron cientos de salvadoreños y guatemaltecos. No se conoce exactamente la cantidad de migrantes que salieron de esta caravana; sin embargo, Amnistía Internacional estimó que unas 1 600 personas eran procedentes de Honduras (Amnistía Internacional, 2018).
El 20 de octubre del mismo año 2018 salió una segunda caravana de migrantes, para unirse con la primera caravana que había salido antes (Ramírez, 2020, p. 15). Una nueva caravana de 709 hondureños(as) salió el 14 de enero de 2019, y lograron cruzar la frontera con Guatemala (Caravana migrante: cerca de 700 hondureños cruzaron…, 2019). El 18 de enero del mismo año, autoridades mexicanas reportaron que más de 2 000 integrantes de las caravanas de migrantes que buscaban llegar a Estados Unidos entraron a México desde Guatemala, también se dio a conocer que 969 personas solicitaron asilo humanitario (Más de 2,000 migrantes de la caravana cruzan México sin solicitar asilo, 2019). El 22 de enero de 2019, 120 hondureños(as) retornaron de México a Honduras de manera voluntaria (Observatorio de Legislación y Política Migratoria, 2019). Las caravanas de migrantes han continuado saliendo de manera sistemática hasta la actualidad.
Los hondureños han emprendido la ruta migratoria hacia los Estados Unidos solos o bajo las órdenes de traficantes, conocidos popularmente como “coyotes”. Han trascendido a la opinión pública por su aporte de remesas al país, por las políticas discriminatorias y racistas de los Estados Unidos, por los peligros que corren y por las violaciones a sus derechos que son denunciadas por organizaciones de la sociedad civil, e incluso por las masacres a manos de bandas del crimen organizado. Pero este fenómeno migratorio no había escandalizado ni preocupado tanto a los gobiernos, como a partir del 2018, cuando emergieron las caravanas.
¿Qué hizo posible este fenómeno de las caravanas? Hay varios factores que se combinaron e hicieron factible esta acción colectiva, entre los que se pueden mencionar: uno, después de casi tres décadas de flujos migratorios fuertes hay personas que han sido retornadas antes de lograr entrar a los Estados Unidos, quienes han adquirido experiencia y, además, durante ese tiempo se han creado organizaciones y logísticas de solidaridad con los migrantes que emprenden la ruta migratoria hacia los Estados Unidos. Dos, las personas decididas a emigrar han aprendido que, si lo hacen de manera colectiva y solidaria, tienen menos riesgos y amenazas. Tres, por lo tanto, bastaba que un pequeño puñado de hondureñas y hondureños iniciaran la caravana y se hiciera pública, como ahora lo facilita la sociedad de la información para que salieran decenas y centenares de personas de todo el territorio nacional a sumarse a la caravana.
Las bases sociales de la migración
Honduras es una sociedad con grandes grupos de personas en situación de desempleo, pobreza y desigualdad, produciendo colectivos sociales y territorios que constituyen campos de exclusión social. El país tiene una fuerza laboral de más de cuatro millones de personas (4 071 227), pero la mayoría no logra insertarse en un modelo económico excluyente y concentrador de la riqueza. La mayoría de la fuerza laboral enfrenta problemas de empleo relacionados con la informalización, la precarización, el subempleo y el desempleo abierto, que en el 2021 llegó al 8.6 % (INE, 2021). Millones de personas hondureñas son desechadas por el modelo económico neoliberal extractivista. Las concesiones de territorios para minería e hidroeléctricas y los contextos de conflictividad y violencia que estas producen, es una de las causas principales del desplazamiento forzado en Honduras.
La pobreza no solo ha sido persistente, sino que más bien se ha incrementado. En 20 años, del 2001 al 2021, los hogares en situación de pobreza pasaron de 65.7 % en el 2001 (4 007 682, más de cuatro millones de personas) a 73.6 % (6 966 696, casi siete millones de personas), incrementándose en términos relativos en 9.9 %, pero en términos reales y absolutos, significa un incremento de casi tres millones de pobres (2 959 014). Mientras que los hogares en situación de pobreza extrema pasaron de 44.2 % (2 780 840, cerca de tres millones de personas) a 53.7 % (5 083 038, más de cinco millones de personas). Más de medio millón de jóvenes entre los 12 y los 30 años no están estudiando ni trabajando, por lo tanto, quedan expuestos a ser reclutados por las maras, las bandas de extorsión y el crimen organizado (INE, 2021).
Diferentes estudios realizados en los últimos años, han ido construyendo una larga lista de causas o factores expulsores de hondureños. En la lista se identifican: desempleo, pobreza, desigualdad, ausencia de oportunidades, exclusión social, corrupción, crisis política, vulnerabilidad climática y ambiental. Al tener una lista tan amplia de factores causales, sin diferenciar y sin establecer relaciones entre los mismos, la comprensión se vuelve confusa. La migración es un indicador macro del fracaso del país. Es el resultado de la destrucción de las bases sociales para una vida digna, de las malas democracias, de la ausencia de justicia y de Estado de Derecho y de gobiernos dictatoriales y corruptos.
La desigualdad es producto de la concentración de la riqueza, del capitalismo salvaje y de las políticas neoliberales. Una de las mediciones de la desigualdad se da a través del Coeficiente de Gini y actualmente, el de Honduras, es de 0.56, un grado de desigualdad alta (INE, 2021). En general, los altos niveles de desigualdad de los ingresos están asociados a la baja inclusión social en la economía, lo que explica el inexistente impacto positivo del crecimiento económico sobre la reducción de la pobreza. Los más pobres y desiguales carecen de activos y de protección social. La proporción de asalariados que no están cubiertos por la seguridad social llega al 64 %. Honduras posee bajos niveles educativos, limitando así las oportunidades de empleos e incrementando el sector informal. Según el BID, en Honduras, “la agricultura y los servicios tienen las mayores tasas de informalidad (85 % y 81 % respectivamente) y la menor productividad laboral, lo que devenga en ingresos bajos para estos trabajadores” (BID, 2020, p. 57).
Los problemas en el sector educativo también son el reflejo de la desigualdad y la exclusión. Durante la pandemia por el COVID-19, 1 400 000 de niños, niñas y jóvenes no recibieron clases, debido a la desigualdad en el acceso a internet, aparatos electrónicos y material educativo (EFE, 2020). La infraestructura fue abandonada y destruida por más de dos años en el contexto de la pandemia. El sistema educativo hondureño ha estado ofreciendo una educación pobre para pobres.
La violencia, la privación de derechos fundamentales, y especialmente el derecho a reunirse con familiares, son tres factores principales que impulsan a niños, niñas y los adolescentes hondureños a viajar al norte (ACNUR, 2015, p. 9). Según un estudio realizado por ACNUR en el año 2015, sobre niñez y migración en centro y norte América, el 65 % de niños(as) y adolescentes hondureños(as) entrevistados(as) señalaron que la violencia fue la razón principal por la que decidieron migrar (ACNUR, 2015, p. 114). Honduras se ha caracterizado por ser uno de los países más violentos de Centroamérica, viéndose afectados también los menores de edad: “Los niños y los adolescentes huyen principalmente de dos tipos de violencia: la violencia cometida por el crimen organizado y la violencia que experimentan en el hogar” (ACNUR, 2015, p. 9).
Los que huyen del país son los que lo sostienen
Existe una gran paradoja en el tema de la migración irregular, quienes huyen por la exclusión y la falta de oportunidades son los que sostienen la estabilidad macroeconómica del país. Las remesas en el 2021 llegaron a los siete mil millones de dólares y para el 2022, se tiene proyectado que llegarán a los ocho mil millones de dólares. Según el Banco Central de Honduras (BCH), las remesas representaron para Honduras el 22 % del Producto Interno Bruto (PIB) en el 2019 (BCH, 2021a, p.2). Esta misma institución ha indicado que un 96.9 % de las remesas son destinadas para el consumo corriente o necesidades básicas como: manutención, medicinas, educación y otros no explícitos. El resto se destina para inversiones de capital fijo, básicamente en inmuebles de su propiedad o de sus familiares (BCH, 2021b, p. 5).
Joe Biden pretende parar la migración de Guatemala, Honduras y El Salvador hacia los Estados Unidos, a través de una estrategia que tiene como objetivo central enfrentar las causas del fenómeno migratorio; pero los grupos oligárquicos se benefician de los millones de dólares que envían estos migrantes, llegándose a convertir en una válvula de escape para evitar las crisis permanentes de ingobernabilidad. Como lo plantea el exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos:
[…] el problema es que las remesas han fortalecido el modelo extractivo creando una economía de consumo artificialmente financiada cuyas ganancias van a parar a las familias dominantes de cada país. Al igual que la renta petrolera, que permite ser rico con poco esfuerzo, la renta de las remesas está deformando las economías, acabando con los incentivos para producir, multiplicando la riqueza de los oligarcas, creando una desigualdad de proporciones trágicas, destruyendo familias, comunidades y generando violencia social y criminal a gran escala (Villalobos, 2014, párr. 2).
Villalobos reafirma, además, que:
[…] los ricos de Guatemala, Honduras y El Salvador se han vuelto totalmente insensibles a la realidad que les rodea. Se protegen con sus propios guardias, pagan salarios de hambre, no invierten en sus países y se resisten a pagar impuestos. Son fanáticos de la idea de Estados raquíticos a los cuales la inversión externa les resuelva los problemas (Villalobos, 2014, párr. 4).
Este mismo autor sostiene que dicho problema no es un asunto ideológico:
[…] la debilidad institucional les permite a los ricos del Triángulo Norte vivir como reyes en un basurero. Las llamadas “maras” son una catástrofe social sin precedentes en el continente, no es crimen organizado como el que padecen otros países. En ningún otro lugar de Latinoamérica un problema social acabó convertido en una violencia criminal masiva tan feroz, porque en ningún otro lugar tienen las élites niveles tan altos de irresponsabilidad e insensibilidad. Es decir, que estos países entre peor están, mejor les va económicamente a las élites, porque reciben más remesas resultado de que más gente emigra. No hay ninguna señal de que las élites económicas y políticas de estos países quieran sacar o sepan cómo sacar a sus países de este círculo vicioso. Esto es así porque se trata de grupos primitivos, poco ilustrados, socialmente insensibles, políticamente irresponsables, con propósitos fundamentalmente extractivos y sin visión estratégica (Villalobos, 2017, párr. 9).
La emigración ha jugado un papel importante en la estabilización política. Esta estabilización tiene tres mecanismos:
En este sentido, lo que haga Estados Unidos para frenar la migración centroamericana hacia sus fronteras, si al interior de la región ístmica no hay cambios profundos, fracasará una vez más, como ha sucedido hasta la actualidad. La solución, casi la única, para detener o controlar la migración, es que las condiciones nacionales en cada uno de estos países cambien. Se requieren transformaciones que impliquen avanzar en la democratización, redistribuir la riqueza y generar acceso a la justicia para los grandes conglomerados sociales excluidos (Sosa, 2021, párr. 5).
El imaginario de abandonar el país y la migración como salida
Según los sondeos de opinión del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC-SJ) en los periodos de 2016-2020, la población ha mantenido el propósito o deseo de migrar-salir del país en un promedio de 42.7 % (ERIC, 2020, p. 16). El deseo o la intención de los hondureños de salir del país es alta. Lo anterior significa que miles de personas hondureñas han llegado a la conclusión de que Honduras es una sociedad hostil para llevar adelante sus proyectos personales y familiares.
Ninguna sociedad ha enfrentado sus problemas sin el liderazgo del Estado. El que se requiere para sacar de la postración en que se encuentra Honduras, debe ser democrático, transparente y eficiente. Capaz de construir un horizonte y un camino estratégico para avanzar como sociedad. Pero el Estado hondureño históricamente ha sido débil, corrupto e ineficiente, problemas que se agudizaron con los 12 años de gobierno del Partido Nacional en el contexto posterior al golpe de Estado del 28 de junio de 2009.
En este periodo, se fueron ensanchando y fortaleciendo los vínculos entre las élites políticas y las redes del crimen organizado. En la actualidad, se encuentran presos y condenados en Nueva York por narcotráfico Fabio Lobo, hijo del expresidente Porfirio Lobo Sosa (2010-2014) y Antonio (“Tony”) Hernández Alvarado, hermano del expresidente Juan Orlando Hernández (JOH). Asimismo, el propio expresidente Hernández (2014-2022), quien después de la derrota electoral del Partido Nacional el 28 de noviembre de 2021, fue extraditado hacia los Estados Unidos el 21 de abril de 2022, a los 85 días de haber dejado la presidencia de la república, para ser juzgado en la Corte del Distrito Sur de Nueva York por tráfico de drogas, tráfico de armas y conspiración para introducir drogas en territorio estadounidense.
Esta situación social, económica y política, calza de manera casi perfecta en lo que Boaventura de Sousa Santos denomina el fascismo societal, que se expresa en modalidades diferentes:
Ante las crisis sistemáticas y profundas que experimentan los estados y las sociedades, la ciudadanía se enfrenta a dos opciones: buscar cambiar la situación (esta es la opción de la voz) o salir y abandonar la pertenencia al organismo (es la opción de la salida). La opción de la voz puede ir “desde el débil murmullo hasta la protesta violenta; implica la articulación de nuestras opiniones críticas […]. La voz es una acción política por excelencia” (Hirschman, 1977, p. 24). Por el contrario, la salida significa la renuncia al organismo o colectivo (Sosa, 2018, p. 10).
Ante el deterioro, las salidas que han quedado para gran parte de la población han sido la economía informal, enrolarse en las maras y participar en el narcomenudeo de las drogas que genera el narcotráfico y el crimen organizado. Pero la gran salida, casi la única, es la migración hacia los Estados Unidos, que se ha incrementado de manera sistemática en las últimas dos décadas.
La ciudadanía ha acumulado una serie de esfuerzos de cambio frustrados en las últimas tres décadas. En los años noventa las organizaciones de la sociedad civil se abocaron a procesos de incidencia política para democratizar a la sociedad. Con la acción colectiva desde abajo, fue surgiendo una nueva institucionalidad para atender las necesidades y derechos de diferentes sectores populares excluidos. Todas estas instituciones fueron degradadas y se convirtieron en “cascarones institucionales”, sobre todo durante el régimen de Juan Orlando Hernández. La institucionalidad estatal social se precarizó y no cumplió las funciones para las que fueron creadas.
Entre finales de la década de los años noventa y los primeros años del siglo XXI, después de la tragedia del huracán Mitch en 1998, sectores populares de la sociedad construyeron expectativas de cambio, pero el esfuerzo quedó frustrado. Luego, en el 2009, los grupos de poder no toleraron las medidas más populistas que reformistas del presidente José Manuel Zelaya Rosales (2006-2009) y dieron el golpe de Estado. La ciudadanía se movilizó de manera intensa y masiva, pero no logró revertir el golpe e iniciar un proceso de democratización, aunque produjo cambios importantes en el sistema de partidos políticos, tras el quiebre del bipartidismo histórico tradicional y la emergencia de un sistema de partidos más plural.
La ciudadanía se movilizó en el 2015 contra la corrupción y obtuvo un logro importante, la instalación de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), pero esta enfrentó condiciones difíciles para avanzar en la lucha contra la corrupción, debido al espíritu de cuerpo de las redes políticas y económicas, que capturaron al Estado y se benefician de la corrupción y la impunidad. En enero del 2020, las élites políticas e ilícitas le cerraron las puertas a la continuidad de la MACCIH, tras vencer el convenio, entre la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Gobierno de Honduras, que le dio vida. En las elecciones de 2013 y 2017, sectores amplios de la ciudadanía han buscado un cambio a través de las urnas, que también se frustró con el fraude electoral en las elecciones generales de noviembre de 2017. Finalmente, el cambio se produjo hasta el 28 de noviembre de 2021, con la victoria electoral del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y sus aliados, que llevó a la presidencia a la primera mujer, Iris Xiomara Castro de Zelaya.
No bastan las condiciones de precariedad y amenazas para que las personas decidan tomar la ruta migratoria llena de peligros. Existen otros factores que se combinan para poder producir la salida, como es el convencimiento de que en el país no hay posibilidad de una vida en condiciones mejores que la actual, la certeza de que el futuro no está en su patria, la pérdida de la esperanza. Pero además para que la salida sea una opción tiene que hacerse en función de una alternativa. En este caso esa alternativa es el “sueño americano”, aunque en Estados Unidos los migrantes enfrentan muchas dificultades, trabajan de manera extenuante y la deportación les acecha de manera permanente. Quienes deciden emigrar creen que las posibilidades de mejorar sus vidas son mucho más probables fuera de su país, que adentro, y deciden arriesgarlo todo.
Referencias
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Notas de autor