Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe

Vol. 20, No. 1, enero-junio, 2023

All o' we is one? Antillanidad en The Dragon can't Dance

[.Artículos científicos.] (sección arbitrada)

All o' we is one? Antillanidad en The Dragon can't Dance

All o' we is one? Caribbeanness in The Dragon can’t Dance

All o' we is one? Antilhanidade em The Dragon can’t Dance

Daniela Belén Castro *
Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Buenos Aires , Argentina

All o' we is one? Antillanidad en The Dragon can't Dance

Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 20, núm. 1, e52984, 2023

Universidad de Costa Rica

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 3.0 Internacional.

Recepción: 07 Marzo 2022

Aprobación: 20 Octubre 2022

Resumen: Este artículo analiza la novela The Dragon can’t Dance del escritor trinitense Earl Lovelace. El texto se centra en un concepto de capital importancia en la historia del Caribe insular: antillanidad. Se explora la dinámica relacional en la sociedad de Calvary Hill y, complementando el trabajo con bibliografía de autores referentes en la historia de la configuración caribeña, se analizan las consecuencias que el proceso de colonización europea tuvo en la construcción de una identidad antillana, tomando como eje articulador la cuestión racial. Finalmente, se concluye que el desarraigo se presenta en esta novela como un factor del que inevitablemente todos los personajes de la novela son víctimas, dificultando así la consolidación de una identidad compartida.

Palabras clave: Caribe, colonización, identidad, raza, Trinidad y Tobago.

Abstract: This article analyzes the novel The Dragon can’t Dance, written by Trinidadian writer Earl Lovelace. It focuses upon a concept of paramount importance in the history of Insular Caribbean: the concept of Caribbeanness. The article will explore the relational dynamic in the society of Calvary Hill and, complementing the work with bibliography from important authors in the history of Caribbean identity configuration, it will analyze the consequences that the process of European colonization had upon the construction of a Caribbean identity, taking as its articulating axis the racial question and finally concluding that the uprooting is a factor of which all the characters in the novel are victims, making the consolidation of a shared identity difficult.

Keywords: Caribbean, colonization, identity, race, Trinidad and Tobago.

Resumo: Nesse artigo analisamos a novela The Dragon can’t Dance do escritor trinitino Earl Lovelace. O texto centra-se num conceito de capital importância na história do Caribe insular: a antilhanidade. Explora-se a dinâmica relacional na sociedade de Calvary Hill e, complementando a pesquisa com a bibliografia de autores fundamentais na história da configuração caribenha, analisam-se as consequências que o processo de colonização europeia teve na construção de uma identidade antilhana, tomando como eixo articulador a questão racial e concluindo que o desenraizamento apresenta-se como um fator do que todas as personagens da novela são inevitavelmente vítimas, dificultando assim a consolidação de uma identidade compartilhada.

Palavras-chave: Caribe, colonização, identidade, raça, Trinidad e Tobago.



“...toda identidad se despliega en una relación con el Otro”

Fuente: (Glissant, 2017, p. 45).

Introducción

Antonio Benítez Rojo (1989) afirma que, en el Caribe se evidencia un factor de repetición que hace que territorios que no tienen nada en común a simple vista, con lenguajes diversos y distintas experiencias coloniales, compartan en el fondo una historia similar. En lo que respecta al Caribe insular, ese nexo que dolorosamente se repite a lo largo del “meta-archipiélago” (Benítez Rojo, 1989, p. 18) es el pasado esclavista, de opresión y sistemática vejación contra los derechos individuales y la dignidad humana.

En un escenario social donde se encontraban “millones arrancados de África (y luego de otros sitios), esclavizados y llevados a trabajar como bestias en regiones donde los aborígenes habían sido exterminados o estaban a punto de serlo” (Fernández Retamar, 1998, p. 5), se fue forjando progresivamente la idea de que el lazo con la tierra abandonada por la fuerza quedaría inexorablemente relegado a un recuerdo nostálgico.

Dentro de los territorios antillanos que han debido enfrentarse a la ardua tarea de construir una historia a partir de resabios de dolor y desarraigo, interesa analizar particularmente: Trinidad y Tobago. Al igual que otras colonias británicas del Caribe insular, Trinidad1 comienza a formar parte de la Commonwealth luego de su independencia en 1962. Al respecto, Reinaldo Rojas, en su ponencia del año 2021 titulada “El Caribe, una mirada histórica y geopolítica” afirma que dicha pertenencia “surge de los lazos históricos de dominación colonial, le da al Caribe una dinámica geopolítica en gran parte determinada por los intereses estratégicos de Gran Bretaña” (Rojas, 2021, p. 7), resaltando así tanto el carácter relativo de la autonomía de las antiguas dependencias coloniales como el poder que aún ejerce la Corona sobre estos territorios de ultramar.

Las expectativas de cambio puestas en el proceso de independencia en Trinidad se contraponen drásticamente a la decepción de lo que no fue. Se produjo el surgimiento de una nación libre, pero paradójicamente todavía sujeta a las imposiciones del lazo imperial, en apariencia debilitado por la emancipación de Trinidad como colonia, pero en realidad todavía muy fortificado por las divisiones internas que suscitó en la población.

La independencia ganada supuso en Trinidad, así como en otras naciones antillanas, dejar atrás la colonización, pero al mismo tiempo comenzar a vivir bajo los preceptos de la colonialidad, una consecuencia directa y nefasta de la matriz expansionista que “permaneció y se reprodujo como patrón para las formas de ... configuración de las jerarquías sociales” (Segato, 2015, p. 45). Especialmente la configuración de la identidad, que será el eje central del análisis de la novela The Dragon can’t Dance.

En consonancia con lo previamente expresado, el foco de desarrollo versará sobre uno de los criterios identificados al momento de hablar de antillanidad, el criterio socioétnico, que “nos coloca ante un mundo en el que se mezclaron, en proporciones diferentes, grupos amerindios, europeos, africanos y asiáticos” (López, 1996, pp. 9-10).

La identidad, como se planteó anteriormente, supone una cuestión significativa en la constitución antillana, y su construcción representa un gran desafío puesto que implica dejar atrás un pasado de dependencia colonial y una compleja tarea de autopercepción y de percepción de un otro en igualdad de condiciones frente a la identidad hegemónica del Imperio, dominante hasta el momento de la emancipación. La autoproclamada identidad superior del colonizador “se exporta explícitamente como valor ..., obligando a los pueblos visitados o conquistados a la larga y dolorosa búsqueda de una identidad que deberá, en primer lugar, oponerse a las desnaturalizaciones provocadas por el conquistador” (Glissant, 2017, p. 51).

Quedando en cierta medida aún supeditada a los intereses del otrora Imperio Británico, la constitución forzada de la población de Trinidad tuvo por supuesto consecuencias en el orden relacional de sus miembros que persisten y son reflejadas de manera contundente en la novela de Earl Lovelace, especialmente las que atañen al factor racial. Dicho factor resulta clave en la consolidación de una identidad antillana y la construcción de una estructura societaria que no puede estabilizarse frente a un escenario donde la fragmentación y el despojo determinan la dinámica en la interacción de la comunidad.

La invención de la raza

Como se afirmó en el apartado anterior, la cuestión racial juega un papel clave en la consolidación de la antillanidad. Se entiende que la raza en tanto herramienta de clasificación de grupos sociales fue “el más eficaz instrumento de dominación” (Quijano, 2000, p. 241). La idea de contraponer categorías de análisis en términos de raza persiste lógicamente, como se ve en la novela, en aquellos sectores colonizados que se han visto relegados a una posición de inferioridad con respecto a la clase racial de jerarquía del europeo/hombre blanco. En este panorama, la autopercepción de estos grupos se ve condicionada por el hecho de que

las relaciones de dominación originadas en la experiencia colonial de “europeos” o “blancos” e “indios”, “negros”, “amarillos” y “mestizos”, implicaban profundas relaciones de poder, que en aquel periodo estaban tan estrechamente ligadas a las formas de explotación del trabajo que parecían “naturalmente” asociadas entre sí (Quijano, 2014, p. 304).

Entre los habitantes de Calvary Hill, se destaca desde el inicio de la novela Miss Cleothilda, una mujer mulata que, agradecida por su color de piel más claro, mira con desdén a todos sus vecinos. Se evidencia en su actitud arrogante un desesperado intento de negación de su origen, propio del lugar de inferioridad que los colonizados creen ocupar conforme al canon de racialización europeo. A medida que se avanza en el desarrollo de la trama, nos enteramos de que Miss Cleothilda es pretendida insistentemente por Philo, un cantante de calipso2 al que se hará referencia en el siguiente apartado. Como “toda antillana, en sus amoríos o en sus relaciones, procura escoger ´lo menos negro´” (Fanon, 1973, p. 39), Miss Cleothilda, abocada a marcar una diferencia con el resto de los habitantes de Calvary Hill, rechaza sistemáticamente las insinuaciones de su pretendiente: “normalmente, la mulata rechazará implacablemente al negro pretencioso” (Fanon, 1973, p. 45).

“Los antillanos no tienen valor propio, son siempre tributarios de la aparición del Otro” (Fanon, 1973, p. 174). Y Miss Cleothilda lógicamente no es la excepción a esta afirmación. Lejos (a pesar de proclamarse orgullosamente mulata) del modelo canónico de blancura, necesita en su afán de pretenciosa superioridad racial alguien a quien pueda mirar desde un lugar de condescendencia. Es por esto que entabla una relación con Miss Olive, una de sus vecinas, relación fijada exclusivamente por los intereses de Miss Cleothilda, que más que una amistad genuina, pareciera encontrar en Miss Olive una persona con la cual hacer gala tanto de su color de piel como de sus posesiones, hecho que indigna a otra vecina de Calvary Hill, Miss Caroline, que no logra comprender la actitud amable de Miss Cleothilda contrapuesta a la hostilidad que demuestra durante gran parte del año, “no tienes ojos en tu cabeza para ver que porque la piel de esta mujer es más clara que la tuya y la mía siente que es mejor que la gente de esta colina”3 (Lovelace, 1979, p. 21, traducción propia).

Como se mencionó en el párrafo anterior, Miss Cleothilda no desprecia a sus vecinos todo el año. Su indiferencia para con la comunidad que la rodea se ve disminuida durante el Carnaval4, celebración en la cual ella finge interés y empatía por los demás. Repite enérgicamente la frase que da nombre a nuestro artículo, “Miss Olive, somos un solo pueblo. No importa lo que digan, todos somos uno”5 (Lovelace, 1979, p. 19, traducción propia). Por supuesto que este sentimiento de unión es efímero, y Miss Cleothilda lo demuestra con la amenaza que siente ante la aparición de la joven y hermosa Sylvia, quien forzosamente se ve obligada a acceder a las insinuaciones de Guy, el hombre que renta la casa donde Sylvia y su familia viven, alguien de quien ella no está enamorada, pero que puede comprarle un lindo disfraz para el Carnaval y darle un buen estilo de vida. Miss Cleothilda ve en Sylvia a una mujer que la puede despojar de su autoproclamado lugar de superioridad en una comunidad en la cual ella cree sobresalir. Le queda el consuelo de saberse menos negra, y eso, en su mente colonizada, ya es un gran alivio.

Como se retomará más adelante, la diversidad se presenta como el precepto fundante en la construcción identitaria de los pueblos antillanos, como aquel rasgo que permitirá la autopercepción y aceptación social. Claramente se observa en la actitud sectaria de Miss Cleothilda un rechazo categórico a la propia idea de mestizaje que tan arraigada está en la esencia antillana, reforzando esto el hecho de que “la mayoría de las naciones que se han liberado de la colonización han tendido a conformarse alrededor de la idea de poder” (Glissant, 2017, p. 49). Por consiguiente, conforme a este concepto, la relación con un otro no es de interacción constructiva sino de oposición ciudadano/bárbaro, en medio de una configuración discursiva que se adaptó eficazmente al plan de dominación y división social, sin duda una de las consecuencias que el colonialismo europeo tuvo en estas tierras y que se hace presente, por ejemplo, en la segregación que insistentemente pregona Miss Cleothilda bajo la amenaza del deshonor del mestizaje impuesta por los resabios de la colonización, que incentiva cada vez más su ferviente deseo de distanciarse racialmente del resto de la comunidad.

Entre la reivindicación de derechos y la resignación

Siendo la conquista de derechos denegados un pilar fundamental en la construcción de la identidad antillana, no se puede dejar de mencionar a tres personajes de gran relevancia en la novela de Earl Lovelace, que marcarán una diferencia en cuanto al tenor de su lucha por la igualdad, cuya intensidad se verá modificada conforme avance la trama. Quien es el responsable de la reivindicación simbólica cultural e identitaria es Aldrick, un joven cuyo único interés reside en la confección de su disfraz de dragón para el Carnaval. Su tarea excede ampliamente el sentido estético de crear un animal atractivo y atemorizante para desfilar por las calles. La pasión que demuestra en cada escama bordada es en realidad el deseo de reconciliar su presente con su historia familiar, de recuperar a través de la memoria los lazos de sangre con el África de sus antepasados. Mientras prepara su disfraz, Aldrick piensa en su abuelo, que vivió esperanzado con la promesa de una tierra fértil, pero luego condenado a esperar lo que nunca llegó en una tierra que jamás dio productividad alguna. Piensa en el abandono de su padre y en las dificultades económicas que debió afrontar su madre, “saliendo a trabajar, lavando y limpiando, una sirvienta en una cocina de gente blanca”6 (Lovelace, 1979, p. 40, traducción propia).

De la lucha pasiva y la apelación a la reivindicación nostálgica, se pasa a la resistencia activa de Fisheye, quien se muestra completamente desilusionado al descubrir que, luego de la tan anhelada independencia de Trinidad, nada cambió realmente y la fragmentación societaria siguió calando hondo en la población: “Las elecciones llegaron, el MNP ganó [...] él no podía entender qué habían ganado”7 (Lovelace, 1979, p. 66, traducción propia). La virulencia con la que Fisheye expresa su deseo de alzamiento popular, “luchar contra la gente que domina a los negros”8 (Lovelace, 1979, p. 59, traducción propia), lo lleva al extremo de secuestrar una patrulla de policía con la consecuente amenaza de desatar una situación de violencia extrema si no hay un trato igualitario para toda la población, independientemente de su origen racial. Fisheye incluso funda un partido, People’s Liberation Army9, que lamentablemente no logra adhesión masiva, hecho que inevitablemente provoca la caída de la causa que los convoca a resistir y que, en el presente artículo, tiene gran importancia ya que da cuenta de la dificultad que las y los ciudadanos encuentran para establecer un motivo de lucha que los empuje a la merecida reconquista identitaria, tan fundamental en el fortalecimiento de la antillanidad.

Entre quienes ven en la resignación una salida se encuentra Philo, el eterno pretendiente de Miss Cleothilda, a quien ya se presentó en el apartado anterior. En una época comprometido con la lucha por la reivindicación de los sectores oprimidos, ahora Philo ha abandonado el tono de protesta de sus canciones, “debes cantar lo que la gente quiere escuchar”10 (Lovelace, 1979, p. 112, traducción propia) y encuentra una veta más comercial, que si bien le da éxito material y reconocimiento, lo aleja de quienes aún piensan que vale la pena resistir.

Se ve en la dinámica de estos tres personajes, oscilando entre la convicción de la resistencia y el gradual autoconvencimiento de que no es tan redituable perpetuar la lucha en una sociedad dividida, un obstáculo a la ilusión de fortalecer una identidad antillana y es aquí, por lo tanto, donde el desarraigo se hace más evidente, ya que una causa tan movilizadora como es el enaltecimiento de las raíces no logra mantenerlos unidos y enfocados. La necesidad de posicionarse constantemente frente a un otro superior enarbolando la bandera de la aceptación y valoración racial, frente al por momentos inevitable sentimiento de resignación al pensar que esa lucha no da el resultado deseado es otra de las huellas del colonialismo europeo que aún persisten socialmente. Esto demuestra que la pretendida superioridad racial y moral de los conquistadores no hizo más que dejar al descubierto que la matriz civilizatoria hegemónica fue un mito cuyo objetivo fue perpetrar un plan de dominación que tuvo como principal fundamento sesgados supuestos raciales que “llegaban oportunamente para justificar las ambiciones políticas y estratégicas internacionales” (Ferro, 2005, p. 803) y que redujeron a la población a condiciones humillantes y a un lugar de inferioridad del cual, se aprecia en la novela de Lovelace, es complejo alejarse. Esta realidad lleva a afirmar que la empresa civilizatoria fue en definitiva una mentira instalada por Europa para justificar su invasión en los territorios antillanos, que dejó una profunda huella social de la que parece sumamente difícil recuperarse, demostrando, por consiguiente, como se observará sobre el final del trabajo, que “una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es una civilización decadente” (Cesaire, 2006, p. 13).

El espectador

Finalmente se encuentra Pariag, un trabajador procedente de la India11 que, a pesar de su tiempo viviendo en Calvary Hill, no puede lograr que la comunidad deje de verlo como un intruso, una figura marginal que intenta por todos los medios ser aceptado, pero que solo consigue rechazo e incomprensión, “después de dos años todavía era un extraño en esta colina”12 (Lovelace, 1979, p. 77, traducción propia). No es casual que el capítulo donde se conoce la existencia de Pariag se llame “The Spectator”.

Pariag llega ansioso por romper la tradición familiar de trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y salir al mundo, “a un mundo donde la gente pudiera verlo, y él pudiera ser alguien ante sus ojos; por esto Trinidad era en sí misma una nueva tierra, y él no la había visto, ni ella lo había visto a él”13 (Lovelace, 1979, p. 78, traducción propia). Pero esa nueva tierra jamás lo mira, y mientras Pariag se desespera intentando buscar estrategias para ser bien recibido en Calvary Hill, Dolly, su esposa, parece haber comprendido desde el principio cuál será su lugar en esa comunidad, y trata sin éxito de persuadir a su esposo de que, haga lo que haga, nunca será apreciado genuinamente.

En su afán de crear vínculos, Pariag se esmera en vano por entablar una relación con Aldrick, quien simplemente no sabe quién es, “era el tipo indio, Parry o Singh o algo - nunca podía recordar su nombre”14 (Lovelace, 1979, p. 74, traducción propia).

El hecho que determina que efectivamente Pariag no es bien recibido en Calvary Hill sucede luego de la compra de una bicicleta nueva, que decide adquirir para salir por las calles a vender los dulces artesanales hechos por Dolly. Convencido de que esto lo llevará automáticamente a captar la atención de la gente, Pariag sale feliz con su bicicleta, su posesión, hasta que se acercan a ella los hijos de Miss Olive, con una efusividad que obliga a Pariag a proteger su adquisición, algo que definitivamente no es bien visto por los vecinos. Lo que en principio era la forma exacta de conectarse con la comunidad termina alienando más a Pariag. “Hace veinte años que vivo aquí ... y si había algo en lo que uno podía depender era la igualdad de todos”15 (Lovelace, 1979, p. 103, traducción propia), afirma Miss Cleothilda, que hace de la ostentación un culto, mientras se horroriza ante el aparente intento de Pariag por marcar la diferencia con el resto de la población.

La invisibilización sistemática de Pariag obedece a la existencia de velos tanto como protección así como también herramienta de presentación ante otros. “Lovelace reconoce la necesidad de velos pero señala la virtud de ser consciente de los velos en tanto tales, así como también los peligros de permitir que el velo se transforme en una máscara permanente”16 (Ramchand, 1988, p. 8, traducción propia). Se ve a lo largo de la novela cómo Pariag descubre con dolor que nadie sabe realmente su nombre, a nadie le interesa conocerlo y nadie tiene intenciones de dejarse conocer por él. Así, debe resignarse aunque no lo quiera a ocupar el rol de espectador y a lidiar con la imposibilidad de quitarse de encima su velo en una sociedad que no demuestra el menor deseo de integrarlo.

La unidad antillana en Calvary Hill

Es preciso analizar la antillanidad teniendo en cuenta que “las historias de los pueblos colonizados por Occidente ... nunca han resultado unívocas” (Glissant, 2010, p. 150). Como se ha sugerido a lo largo del trabajo, la riqueza cultural antillana reside en su diversidad y en la hibridez propia de sus pueblos, que los sitúa en una relación de tiempo y espacio con respecto a la idea de un “meta-archipiélago” planteada anteriormente en la introducción por Benítez Rojo (1989). Respecto a esta hibridez es interesante incorporar al análisis de la antillanidad la idea de Caos planteada por el autor, que aporta una mirada sumamente rica al momento de comprender la realidad tan heterogénea de la región. Reforzando la idea presentada en la introducción, se afirma que, a pesar del aparente desorden que pueda presentar la región antillana en su conjunto tan diverso de realidades e historias entrelazadas “es posible observar estados o regularidades dinámicas que se repiten globalmente” (Benítez Rojo, 1989, p. 16).

Dicha diversidad se encuentra estrechamente ligada a una polifonía que deja al descubierto que la realidad de estas tierras está lejos de ser armónica. Por consiguiente, el fortalecimiento de la antillanidad, en lugar de ser el camino hacia una uniformidad utópica, debe ser capaz de crear un discurso que represente la multiplicidad de voces e historias, en consonancia con el concepto de Caos ya discutido.

El mestizaje se propone entonces como el punto de partida desde el cual la antillanidad en tanto discurso superador debe aunar criterios, poner en diálogo distintas miradas y contraponer perspectivas. Paradójicamente, en relación con esta necesidad es la idea misma de Caos la que debe aportar una estructura y servir como nexo entre los pueblos antillanos, para permitirles reconciliarse con su pasado y autopercibirse en su diversidad racial y sociocultural para por fin revertir el orden social preestablecido por la colonización europea.

Sin embargo, se encuentra todavía muy presente una concepción unilateral del devenir de estos pueblos que hace que la inferiorización y la segregación se acepten como parte de un discurso moralizador hegemónico. Esto genera que se evidencie una contradicción entre

una vivencia mediante la cual la comunidad recusa instintivamente la unicidad usurpadora de la Historia, y un pensamiento oficial mediante el cual esta comunidad se vuelve consentidora y pasiva a través de la ideología “representada” por sus elites, es lo que hace que la búsqueda de identidad sea, para ciertos pueblos, aleatoria y ambigua (Glissant, 2010, p. 151)

Esta contraposición entre el cuestionamiento al poder y la aceptación dócil del discurso oficial es algo que, como se verá a continuación, dificulta enormemente que la antillanidad se fortalezca en la sociedad de Calvary Hill.

All o’we isn’t one

La novela de Earl Lovelace demuestra que la sociedad de Trinidad y Tobago se posiciona en una escala de continuidad y cambio que la complejiza significativamente. El común denominador de los personajes es, como ha planteado con anterioridad Glissant (2017), el desarraigo propio del antillano, que se hace presente con una abrumadora sensación de alienación de la cual es imposible despojarse y con la falta de apego a un lugar al cual uno cree pertenecer.

La alienación mencionada adopta, sin embargo, diversos matices en los habitantes de Calvary Hill, “la gente estaba perdiendo la paciencia con la promesa, con la esperanza, con los sueños, con la batalla”17 (Lovelace, 1979, p. 113, traducción propia). Es así como perdiendo el rumbo, olvidando que la reconquista de la cultura y las raíces debería ser el nexo que los mantenga unidos a todos por igual, dejan paso al desánimo y al individualismo, cada uno a su forma: Miss Cleothilda adoptando una actitud condescendiente con sus vecinos, pero secretamente agradeciendo ser menos negra que ellos; Sylvia segura de que algo importante aguarda por ella, pero resignándose a que las carencias económicas de su familia la lleven a aceptar las insinuaciones de Guy; Aldrick manteniéndose al margen de la vida a su alrededor, depositando en la construcción de su disfraz la esperanza de la vuelta simbólica al África ancestral; Fisheye sabiéndose abandonado en la motivación de luchar activamente por la dignidad y el reconocimiento de afrodescendientes en tanto habitantes con derechos ignorados; Philo tomando distancia de la lucha colectiva para perseguir su sueño de tener éxito como cantante de temas menos comprometidos con la causa social de su comunidad; y finalmente Pariag, excluído sin miramientos en una sociedad de alienados.

Tomando el desarraigo como punto de partida en la identificación de las y los ciudadanos de Calvary Hill, es pertinente coincidir con que “Lovelace representa a casi todos sus personajes como queriendo ser vistos y queriendo ser parte de algo más grande”18 (Ramchand, 1988, p. 8, traducción propia), lo que lleva a pensar que todos comparten el sentimiento de la no pertenencia, aunque, como se vio con anterioridad, desde distintas perspectivas.

Conclusión

Luego de este estudio, es válido cuestionar si efectivamente existe una identidad antillana consolidada entre los habitantes de Calvary Hill, entendiendo que los resabios de la colonización indefectiblemente han dejado una sociedad fragmentada y herida, sin raíces ni valores enaltecidos. Es importante asumir que en este escenario de constante disenso es complejo concebir la idea de un verdadero nexo identitario con el que todos puedan identificarse de igual forma. Se podría decir que la colonialidad ha tenido éxito en la sociedad que presenta Earl Lovelace, perpetuando de forma cruda un patrón de división racial que necesita de un continuo posicionamiento frente a un otro para poder subsistir.

Sin embargo, la complejidad cultural no solo de Trinidad y Tobago, sino de la región antillana en su totalidad, como se planteó anteriormente, interpela y plantea el desafío de imaginar una identidad dinámica, trayendo a colación una vez más la idea de Caos, abarcativa de las diversas historias, donde las pluralidades sociales puedan reconciliarse y dedicarse a la tarea conjunta de sanar la memoria individual y fortalecer una memoria colectiva, donde el factor de unión esté en la reconquista cultural de aquello que fue brutalmente arrebatado por la matriz colonial, de quienes solo vieron en la explotación y el dolor un rédito material. En este aspecto, es importante incorporar al análisis la noción de pueblo en tanto agente de continuo cambio y transformación, cuya característica distintiva es “la autopercepción por parte de sus miembros de compartir una historia común, que viene de un pasado y se dirige a un futuro, aún a través de situaciones de disenso interno y conflictividad” (Segato, 2015, p. 75). La consolidación de la sociedad antillana de Calvary Hill y la determinación de sus habitantes de apostar por un proyecto histórico conjunto que logre dejar atrás el desarraigo, dependerá del lugar que cada uno cree ocupar en términos de jerarquía social y racial, que en última instancia se reduce a una cuestión de valoración personal y que define la compleja configuración identitaria representada en The Dragon can’t Dance.

Referencias

Benítez Rojo, Antonio. (1989). La isla que se repite: el Caribe y la perspectiva posmoderna. Ediciones del norte.

Cesaire, Aimé. (2006). Discurso sobre el colonialismo. Akal.

Fanon, Frantz. (1973). Piel negra, máscaras blancas. Abraxas.

Fernández Retamar, Roberto. (1998). Todo Caliban. Ediciones Universidad de Concepción.

Ferro, Marc. (2005). El Libro Negro del Colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento. La Esfera de los Libros, S.L.

Glissant, Édouard. (2010). El Discurso Antillano. Fondo Editorial Casa de las Américas.

Glissant, Édouard. (2017). Poética de la Relación. Universidad Nacional de Quilmes.

López, Laura. (1996). Literatura francófona: II - América. FCE.

Lovelace, Earl. (1979). The Dragon can’t Dance. Persea Books.

Quijano, Aníbal. (2000). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En Edgardo Lander (Ed.), La Colonialidad del Saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas (pp. 201-246). Ediciones FACES/UCV.

Quijano, Aníbal. (2014). Colonialidad del poder y clasificación social. En Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. CLACSO.

Ramchand, Kenneth. (1988). Why The Dragon Can’t Dance: an examination of Indian-African Relations in Lovelace’s “THE DRAGON CAN’T DANCE”. Journal of West Indian Literature, 2(2), 1-14. http://www.jstor.org/stable/23019600

Rojas, Reinaldo. (2021). El Caribe, una mirada histórica y geopolítica. https://jesuitas.lat/noticias/14-nivel-1/6174-ponencia-el-caribe-una-mirada-historica-y-geopolitica

Segato, Rita. (2015). La crítica de la colonialidad en ocho ensayos. Y una antropología por demanda. Prometeo Libros.

The Commonwealth. (s.f.). Member countries. https://thecommonwealth.org/our-member-countries

Notas

1 A lo largo del trabajo se empleará “Trinidad” para aludir a “Trinidad y Tobago”.
2 Composición musical afro-caribeña, en cuyos textos se hace referencia con gran ironía a diferentes personajes y temas sociales.
3 “you don’t have eyes in your head to see that is because the woman skin lighter than yours and mine she feel she better than people on this Hill”.
4 Si bien no es el eje de nuestro trabajo, es preciso destacar que el Carnaval tiene un rol preponderante en la novela, y es el evento central alrededor del cual se articula gran parte de la trama narrativa.
5 “All o’ we is one’: ‘Miss Olive, we is all one people. No matter what they say, all o’ we is one”.
6 “going out to work, washing and cleaning, a maid in white people kitchen”.
7 “The elections came, the PNM won ... he couldn’t understand what they had won”.
8 “fight the people who keeping down black people”.
9 Ejército de Liberación del Pueblo.
10 “you have to sing what the people want to hear”.
11 Luego de abolición de la esclavitud en 1833, muchos trabajadores de India fueron convocados a trabajar en las plantaciones bajo falsas promesas de prosperidad laboral.
12 “after two years he was still a stranger on this Hill”.
13 “into a world where people could see him, and he could be somebody in their eyes; for this Trinidad was itself a new land, and he had not seen it yet, nor had it seen him”.
14 “it was the Indian fellar, Parry or Singh or something - he never could remember his name”.
15 “Twenty years I live here ... And if was one thing you could depend on was the equalness of everybody”.
16 “Lovelace recognises the necessity of veils but points to the saving virtue of being conscious of one’s veils as veils, as well as to the dangers of allowing the veil to become a permanent mask”.
17 “people were losing patience with the promise, with the hope, with the dreams, with the battle”.
18 “Lovelace depicts nearly all his characters as wanting to be seen and wanting to be part of something bigger”.

Notas de autor

* Argentina. Profesora en Lengua y Literatura Inglesas por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Buenos Aires, Argentina. Colaboradora en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE), Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: danielabcastro16@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5035-9503
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