[.Artículos científicos.] (sección arbitrada)
La Universidad del Aire: programa radial y tribuna para la historia de Cuba (1933-1953)
The Universidad del Aire: Broadcasting Program and Tribune for the History of Cuba (1933-1953)
A Universidad del Aire: Programa de transmissão e tribuna para a história de Cuba (1933-1953)
La Universidad del Aire: programa radial y tribuna para la historia de Cuba (1933-1953)
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 20, núm. 1, e53432, 2023
Universidad de Costa Rica
Recepción: 23 Junio 2022
Aprobación: 30 Noviembre 2022
Resumen: El artículo examina la contribución de la Universidad del Aire –programa radial creado y dirigido por el intelectual Jorge Mañach Robato (1898–1961)– a la divulgación y socialización de la historia de Cuba entre los años 1933 y 1953. El objetivo central es revelar las principales líneas temáticas de las conferencias radiadas y publicadas en los Cuadernos de la Universidad del Aire, importante gestión editorial paralela al programa. Se pondera el uso de la radio como vehículo idóneo para superar las barreras del analfabetismo, se demuestra que el programa se convirtió en cátedra no solo del análisis y difusión de los hechos pasados, sino también de la contemporaneidad del país. Se aporta un índice cronológico y temático de las conferencias y conferencistas relacionados con la historia de Cuba.
Palabras clave: Programa de radiodifusión, intelectuales, cultura, divulgación científica, historiografía.
Abstract: The article examines the contribution of the Universidad del Aire –radio broadcasting program created and directed by the intellectual Jorge Mañach Robato (1898–1961)– to the dissemination and socialization of Cuban history between 1933 and 1953. The objective is to reveal the main thematic lines of the radio lectures published in Cuadernos de la Universidad del Aire –an important editorial management parallel to the program. The use of the radio as a suitable vehicle to overcome the barriers of illiteracy is pondered, it is demonstrated that the program became a teaching institution not only for ha analysis and diffusion of past events, but also for the contemporaneity of country. A chronological and thematic index of the conferences and lectures related to the history of Cuba is provided.
Keywords: Broadcasting program, intellectuals, culture, scientific dissemination, historiography.
Resumo: O artigo examina a contribuição da Universidad del Aire –programa de rádio criado e dirigido pelo intelectual Jorge Mañach Robato (1898-1961)– para a divulgação e socialização da história de Cuba entre 1933 e 1953. O objectivo central é revelar as principais linhas temáticas das conferências emitidas e publicadas nos Cuadernos de la Universidad del Aire, uma importante gestão editorial paralela ao programa. Pondera-se a utilização do rádio como veículo ideal para superar as barreiras do analfabetismo, monstra-se que o programa tornou-se uma cadeira não só para a análise e divulgação de acontecimentos passados, mas também para a contemporaneidade do país. É fornecido um índice cronológico e temático das conferências e palestrantes relacionados com a história de Cuba.
Palavras-chave: Programa de transmissão, intelectuais, cultura, divulgação científica, historiografia.
Introducción
Con la instauración de la República el 20 de mayo de 1902, Cuba se sumergió en un crítico panorama económico, político y social, caracterizado, a grandes rasgos, por la corrupción política, el analfabetismo, las disparidades sociales y una profunda crisis estructural. De manera simultánea, se generó una cultura que asumió como colofón la búsqueda de la identidad propia y la conformación de una conciencia nacional. Divulgar la historia de Cuba se convirtió –más que en un interés– en una necesidad para la intelectualidad. Individualmente, o aglutinados gracias a iniciativas y proyectos privados, públicos, institucionales y/o estatales, las y los intelectuales pudieron materializarla. La Universidad del Aire fue uno de los escenarios utilizados para canalizar dichas aspiraciones debido a las amplias posibilidades socializadoras de la radio.
Sobre este empeño académico se han realizado diversos trabajos que pueden agruparse en dos direcciones: los que lo abordan de manera tangencial o epidérmica, por no constituir objeto central de sus investigaciones (López, 1998; Guadarrama y Rojas, 2002; Instituto de Literatura y Lingüística “José Antonio Portuondo Valdor” (ILL), 2003; Segreo y Segura, 2012; Arias, 2014; Ibáñez, 2015; Cue, 2016); y los que sí se consagran a él o a una de sus aristas. Dentro del segundo grupo se halla el libro de Norma Díaz Acosta titulado Universidad del Aire (conferencias y cursos) (Díaz, 2003), donde se ofrece una selección de las disertaciones y se pone a disposición de la personas estudiosas, un listado de las conferencias y los cursos impartidos, así como un índice de los Cuadernos de la Universidad del Aire. No obstante, al exponer la trayectoria del proyecto, lo hace de manera muy general; las condiciones históricas en las que surgió y se desarrolló, son someramente mencionadas.
Cira Romero en “Cuadernos de la Universidad del Aire” (Romero, 2016), enfoca su observación en las conferencias que acopia dicha gestión editorial y en sus disertantes. Apunta los rasgos esenciales de la institución, la reconoce como el primer modelo de su tipo en América Latina, pero su examen al respecto resulta superficial. Los artículos de Hernán Iglesias Villar: “Contribución de la Universidad del Aire a una radio educativa y cultural dentro de la República” (Iglesias, 2016) y “La Universidad del Aire y su contribución al desarrollo de la educación en Cuba” (Iglesias, 2017), constituyen otro ejemplo. En ellos, el autor sistematiza desde una mirada generalizadora, la aportación del programa al uso de la radio como vehículo de educación y cultura. Realiza, además, un análisis general de las temáticas abordadas en cada uno de los cursos, predominando siempre un enfoque pedagógico.
El Trabajo de Diploma El pensamiento político cubano desde la Revista Universidad del Aire (1949-1952) (Norat, 2018), revela las expresiones en las tendencias del pensamiento político producidas en los Cuadernos de la Universidad del Aire en el período señalado. A pesar de sentar pautas para el estudio de una arista o temática específica, elude otras, por no constituir objeto de su investigación.
Un bosquejo del estado del tema evidencia que, aunque la Universidad del Aire ha sido centro de atención desde diversas ópticas investigativas, los enfoques y el tratamiento ofrecido resultan fragmentarios. Son muchas las deudas que quedan por saldar, pero teniendo en cuenta que dicha institución fue uno de los escenarios al que concurrieron intelectuales de primera línea para canalizar sus aspiraciones de divulgar la historia de Cuba en aras de consolidar la conciencia nacional, se presenta un estudio que tiene como objetivo analizar la contribución del programa a la divulgación de la historia de Cuba entre los años 1933 y 1953. Se toma como punto de partida el año 1933, fecha en que inician las conferencias sobre historia de Cuba; y el marco cronológico cierra en el año 1953, cuando dejan de impartirse las mismas. Se analiza un total de 98 conferencias, 10 de ellas publicadas en los Cuadernos de la Universidad del Aire y 88 en los Cuadernos de la Universidad del Aire del Circuito CMQ. Debe señalarse que algunas conferencias radiadas han sido rescatadas por el Instituto de Historia de Cuba y puestas al servicio de esta investigación.
En el desarrollo de la investigación se empleó como técnica el análisis de contenido para examinar las conferencias publicadas en los Cuadernos de la Universidad del Aire, determinar cuáles fueron las temáticas abordadas y analizar el tratamiento dado por cada conferencista (Ver Anexo 1). De igual manera, fueron de utilidad los métodos del nivel teórico del conocimiento: el histórico-lógico, para comprender la evolución de la Universidad del Aire y su esencia, ubicarla en el contexto histórico-concreto en que se desarrolló, distinguirla no solo como reflejo de sus gestores y protagonistas, sino además de su tiempo; y el analítico-sintético, con el fin de seleccionar la información pertinente y compendiarla, así como de distinguir las conferencias sobre historia de Cuba recogidas en los Cuadernos de la Universidad del Aire, razón de ser de esta investigación.
Este trabajo se sirve de conceptos tales como contribución: aporte e influencia de un acontecimiento, personalidad o institución al desarrollo o perfeccionamiento de un fenómeno determinado1; divulgación: difusión o extensión de un conocimiento de manera asequible e inteligible para la población (Belenguer, 2003, p. 45); e iniciativas intelectuales: forma específica de relaciones y acción social que grupos de intelectuales generan en aras de incidir en un espacio específico de la cultura con la intención de transformarlo (Arencibia, 2018).
Este artículo pretende posicionarse como referente para un estudio más completo de la Universidad del Aire porque asume a la primera etapa del programa, no como su antecedente, sino como parte esencial de su historia de vida2; analiza una arista del proyecto hasta el momento escasamente tratada: su contribución a la divulgación de la historia nacional; y revela el concepto de “historia” manejado por la institución, que no asume como tal únicamente el conocimiento de los hechos pasados, sino también los contemporáneos.
La divulgación de la historia de Cuba: gestión oficial e iniciativas intelectuales
La República –desde su concepción misma como estructura neocolonial– trajo consigo un profundo sentimiento de frustración e incertidumbre; no eliminó la lucha contra un poder extranjero, solo cambió la modalidad de dominación (Suárez, 2016, p. 15). Un nuevo grupo asumió el gobierno del país en complicidad con la sujeción –apenas esbozada– de una potencia foránea, por tanto, resultaba imprescindible asegurar su autenticidad y su carácter legítimo. La historia de la nación fue uno de los instrumentos utilizados para materializar dichos propósitos, aunque no ha de obviarse que resultó igualmente, un arma eficiente para contraponerse al orden de cosas establecido.
La institución clásica destinada a construir y certificar el discurso histórico oficial durante este periodo fue la Academia de la Historia de Cuba3, inaugurada el 10 de octubre de 1910, en el marco del aniversario 42 del inicio de la Guerra de los Diez Años. “La fecha escogida presagiaba la tipología de lo que se pretendió fundar: una institución acreedora de una patente de corso para perpetuar … un tipo de Historia –en apariencia aglutinadora– que cantaba las hazañas de la nueva élite” (Quiza, 2003, p. 83). Pero para convertir la historia en su “Historia”, la entidad “debió instaurar cotos de caza inaccesibles para sujetos ajenos a los intereses que se pretendían legitimar, por eso, la primera tarea consistió en asegurar la ´idoneidad´ de quienes edificasen la nueva versión del pasado” (Quiza, 2003, p. 70). El discurso histórico debía enaltecer las “glorias patrias”, aunque de un modo acrítico e indiferenciado; con lo cual contribuía –sin dudas– al fortalecimiento de la identidad y la conciencia nacionales, pero a su vez, legitimaba la nueva modalidad de gobierno y aseguraba la credibilidad de la élite dirigente (Zanetti, 2014, p. 103).
Desde esta perspectiva, la reconstrucción histórica resultó un claro ejercicio de poder, y una de sus dimensiones estuvo dada –precisamente– “por la posibilidad de administrar la memoria, de establecer qué se recuerda y qué se olvida, qué conmemoramos y qué pasamos por alto” (Zanetti, 2014, p. 35). Se patentaba así aquella frase lapidaria de que “la historia la escriben los vencedores”. La Academia de la Historia de Cuba desempeñó la función de árbitro, que le permitió colocarse por encima de cualquier competidor y monopolizar el dictamen sobre el acontecer histórico. Fungió como órgano consultivo, como una especie de juez de la historia, y como censora de la enseñanza de esta en el país.
Pero de forma paralela a la gestión estatal, se dinamizó la iniciativa privada favorecida por la libre expresión de ideas y la apertura legal del asociacionismo, incluidas en el nuevo régimen de derechos civiles que amparaba la nueva constitución republicana4. Las condiciones resultaron propicias para que una intelectualidad crítica se apropiara de muchos espacios que, aparentemente, habrían de servir al mantenimiento del estado de cosas. Como resultado, proliferaron proyectos y canales de gestión y difusión de diverso tipo: publicaciones, asociaciones, iniciativas privadas5 o modalidades mixtas –en su mayoría alternativas a la Academia– interesadas en someter a examen crítico las interpretaciones al uso o en dedicar una parte de su quehacer cultural a divulgar la historia de Cuba. Se manifestaba así lo que Ambrosio Fornet denominó –a falta de un término mejor– patriotismo ilustrado, entendido como: “una visión de la historia nacional que, situándose por encima de los sistemas sociales y los partidos políticos, confiaba todas las posibilidades de progreso a la evolución y la educación” (Suárez, 2016, p. 134).
En un periodo donde la cultura constituyó no solo una fuerza compensatoria contra la frustración y la injusticia, sino además un elemento liberador, divulgar la historia de Cuba se convirtió en un intento por salvaguardar los valores más auténticos de la nación. Múltiples, heterogéneas y de labor fecunda fueron las acciones encaminadas a este propósito, y a ellas se le sumó la radio, bautizada por el doctor Armando Hart (1930-2017) como “el sistema de instituciones del país que más ha pesado sobre la cultura en el siglo XX cubano” (Hart y Carreras, 2014, p. 157).
La radio: tribuna para la historia y la cultura
El 10 de octubre de 1922, quedó registrado oficialmente, como fecha de nacimiento de la radiodifusión en Cuba, con la inauguración de la emisora PWX, por la Cuban Telephone Company (López, 1998, p. 27). A pasos agigantados, la radio asumió un marcado carácter mercantil y, en breve, se convirtió en un negocio encaminado a maximizar sus ganancias. El valor de lo que salía al aire no se medía –fundamentalmente– por su calidad estética y profesional, sino por la capacidad que tenía para cautivar a la audiencia. Esto provocó que se rechazara determinado tipo de contenido por considerarlo “complicado”, de difícil compresión y –en consecuencia– poco atractivo. Como resultado, la programación radiofónica se perfiló hacia la propaganda comercial y los espacios cursis; los que no se adecuaban a este perfil encontraban escaso respaldo y patrocinio (Fernández y Navarro, 2015, pp. 103-142).
Pese a ello, hubo varios intentos por hacer de la radio un medio de utilidad pública y un vehículo de divulgación cultural. Por ejemplo, en enero de 1935, José María Chacón y Calvo (1892-1969) –al frente de la Dirección de Cultura– creó la “Escuela del Aire”, la cual consistía en una hora de difusión artística. En octubre del mismo año se comenzó a trasmitir por las emisoras CMCD y COCD una hora diaria con fines culturales y educacionales a la que se denominó “Hora de Extensión Educacional y de Divulgación Artística”. Otro gran acierto de la Dirección de Cultura fue la creación del “Teatro Experimental del Aire” –emitido por la emisora radial CMQ entre las 10:30 p. m. y las 11:00 p. m.–, con el que se le intentaba hacer frente a los tan populares novelones radiales (Ramos, 2015, pp. 54-55; 146-147).
Otros programas dedicados a la encomiable labor de instruir e irradiar saberes fueron: “La Hora Cubana de Cultura Popular” (1936-1937), con el objetivo de disminuir la incultura en la que se encontraba la población de las zonas rurales y de algunas ciudades del interior país, y el “Instituto Popular del Aire” (1937-?), que se caracterizó –entre otras cosas– porque no incluía anuncios comerciales, ambos por la emisora CMCY (Instituto de Literatura y Lingüística “José Antonio Portuondo Valdor”, 2003, p. 264). Por la RHC Cadena Azul, “La Bolsa del Saber” –en la década de 1940–, que respondía a la estructura de preguntas y respuestas sobre temáticas diversas; y “Por la cultura popular”, que daba a conocer los últimos avances de la ciencia y la técnica. Los dramatizados “La Humanidad en Marcha” y “Radio-escuela de Cuba: Titanes de la Epopeya”, ambos por la CMQ. El primero de ellos representaba algunos de los sucesos más relevantes acontecidos en la Historia Universal y, el segundo, pasajes cruciales del devenir nacional, desde la Protesta de Baraguá hasta la intervención norteamericana en la guerra entre Cuba y España. Reconocida labor realizó también la emisora Mil Diez, la cual se preocupó por una programación de calidad artística y educativa donde hubiese espacio para la música, el teatro, las entrevistas y los temas históricos (Fernández y Navarro, 2015, pp. 127-128; 172-173).
Cada uno de ellos realizó aportes significativos al uso de la radio como medio para cultivar la mente y el espíritu, pero en algunos casos, la falta de rigor o de presupuesto, los intereses económicos –radiales o partidistas–, la debilidad en la estructura, entre otros factores, conspiraron contra su estabilidad y la continuidad de su labor. No obstante, hubo un programa que adquirió tal prestigio y popularidad que logró permanecer frente a todo pronóstico por más de diez años en el éter: “La Universidad del Aire”, iniciativa dirigida y organizada por Jorge Mañach Robato (1898-1961), pionera en Hispanoamérica en el empleo de las tecnologías de la comunicación para difundir la educación, la alta cultura y la historia de la nación.
La historia de Cuba desde la tribuna de la Universidad del Aire
La Universidad del Aire fue un programa radial que trascendió los límites de la radiodifusión hasta ser reconocido como institución de cultura. Constó de dos etapas, la primera se extendió de diciembre de 1932 a octubre de 1933, por la emisora CMBZ (1010 KC.), y la segunda, de enero de 1949 a 1960 por el Circuito CMQ. El inicio de sus transmisiones coincidió cronológicamente con los últimos años de la administración de Gerardo Machado (1871-1939) y la clausura de la Universidad de La Habana. De esta manera, se respondía a las necesidades culturales y educativas del país, a través de un medio que permitía el acceso a la amplia masa iletrada de cubanos. Según palabras de su director, dicho empeño académico aspiraba “a sacar la enseñanza del coto privilegiado de las aulas y ponerla, siquiera sea en forma elemental, donde todos puedan alcanzarla” (Mañach, 1933, p. 9).
El programa consistía en una serie de conferencias articuladas en cursos no demasiados extensos, e impartidas por prestigiosos intelectuales cubanos y extranjeros. No aspiraba a ofrecer conocimientos profundos y detallados, más bien nociones introductorias y generales que abriesen una vía inicial a la curiosidad. Esto lo hacían no solo con el fin de llegar de modo sencillo y ameno a la mayoría de la población, sino también debido al tiempo del que se disponía. Para los conferencistas, el desafío estaba en hacer factible el conocimiento a las grandes masas, o al menos a cantidades significativas de un público dispuesto a asimilar gradualmente este tipo de mensajes.
Las conferencias eran grabadas a medida que salían al aire y, posteriormente, publicadas en los Cuadernos de la Universidad del Aire6. En la mayoría de los casos las disertaciones iban acompañadas de una pequeña lista de obras de consulta sobre el tema en cuestión. Textos de marcada actualidad –algunos habían sido publicados en el propio año en que fueron dictadas las conferencias– y una bibliografía activa que brindaba a las personas interesadas la posibilidad de juzgar por ellos mismos los criterios del disertante.
El espectro temático recorrido por la institución resultó ser significativamente amplio. Temas históricos, filosóficos, sociológicos, artísticos, literarios, científicos y de otras disciplinas, encontraron en dicho empeño un espacio elemental. La recurrencia sistemática a la historia de la nación, producto del compromiso que Mañach sentía con esta, es uno de los pivotes fundamentales de toda su obra, por ello no es de extrañar que en este proyecto cultural se le prestara especial atención. El objetivo esencial era que el pueblo conociera y se apropiara de su historia, porque solo conociendo su historia, podía enfrentarse de forma enérgica a cualquier intento de tergiversarla o desmontarla.
Cursos, conferencias y conferencistas
De 15 cursos impartidos por la Universidad del Aire, en nueve se ofrecieron conferencias sobre historia de Cuba, y de ellos, cuatro se dedicaron casi en su totalidad a la materia: Afirmaciones cubanas, Curso del Cincuentenario, Los forjadores de la conciencia cubana y Martí: el hombre y la obra. De 739 disertaciones registradas, se consagraron 98 a la historia de la nación, diez corresponden a la primera etapa del programa y 88 a la segunda, según se observa en la Tabla 1:
Siguiendo un criterio esencialmente temporal, pueden dividirse en dos grandes grupos, las que abordan la época colonial y las que tienen como marco cronológico la etapa republicana. Sobre la Cuba colonial se impartieron 45 conferencias, y sobre la República 42. Resulta pertinente señalar que las 11que completan el total, pertenecen a un tercero que agrupa a las que por sus características abarcan ambos momentos7.
Durante los 12 años de vida de la institución desfilaron por su tribuna un total de 259 conferencistas; de ellos, 61 disertaron sobre la historia de la nación, tal como se observa en la Tabla 2, 54 eran hombres –cifra que representa aproximadamente el 89 %–, y siete eran mujeres: Camila Henríquez Ureña (1894-1973), Sara Ysalgue de Massip (1894-1989), Rosario Novoa (1905-2002), Vicentina Antuña (1909-1993), Rosario Rexach (1912-2003), Fryda Schultz de Mantovani (1912-1978) y Anita Arroyo (¿-?).
Cubanos de nacimiento eran 358, quienes procedían de diversas regiones del país, aunque la mayoría era de La Habana. Nacidos en el extranjero, solo siete; en Argentina: Fryda Schultz de Mantovani; en República Dominicana: Camila Henríquez Ureña y Enrique Loynáz del Castillo; en España: Rafael Marquina (1887-1960) y Julio Le Riverend (1912-1998), y en los Estados Unidos: Luis A. Baralt y Miguel Ángel Carbonell9 (1894-1967). Movidos todos por una admiración y un respeto profundos por la historia de Cuba y sus protagonistas; y testimonio –además– de que la Universidad del Aire fue también una plataforma ideal para el intercambio académico más allá de las fronteras nacionales.
Las edades eran muy variadas ya que distintas generaciones confluyeron en el programa. Para poder apreciar con mayor claridad dicha afirmación, y tomando como punto de referencia la fecha en que estos dictaron sus conferencias sobre historia de Cuba, se han agrupado de la siguiente manera10: en un rango de 25 a 50 años, 23 conferencistas; de 50 a 65, 18; y mayores de 70 solo seis, según se observa en la Tabla 3:
Cabe señalar que a Mañach, Félix Lizaso (1891-1967) y Emeterio Santovenia (1889-1968) ha sido difícil ubicarlos en uno de estos grupos, pues sobrepasan los límites etarios antes señalados. Si se tiene en cuenta la fecha en que estos dictaron sus conferencias sobre historia de Cuba –tal y como se ha planteado–, Mañach se encuentra en un rango de 34 a 54 años, Lizaso en uno de 42 a 61, y Santovenia en uno de 44 a 63. Esto se debe –fundamentalmente– a la larga trayectoria de estos en la Universidad del Aire, siendo de los pocos que impartieron conferencias en las dos etapas del programa.
La presencia en la institución de personalidades que formaron parte del proceso independentista provocó en el pueblo un impacto positivo. Aquellas figuras eran fuente viva de la historia que se estaba divulgando, y sus testimonios, indispensables para avivar los sentimientos de cubanidad y amor a la patria. Por ejemplo, en una de las audiciones Mañach hizo públicos fragmentos de una carta que le había enviado el joven escritor José A. Guerra Flores (¿-?) donde expresaba:
Concretándome a recuerdos gloriosos, este programa encierra un interés histórico-patriótico tan grande que, en su índole no creo que pueda crearse nada que siquiera lo iguale. Esas personales evocaciones de nuestros heroicos mambises aún vivos, han despertado en mí, con más fuerza que ningún texto de nuestra historia, el sentimiento de patriotismo, de cubanidad. Al escuchar las narraciones que hicieron con voz transida de verismo y emoción, los ilustres generales Loynáz del Castillo y Piedra Martel, vibró en mi alma como hasta entonces nunca había vibrado, la admiración por los hombres que a fuerza de coraje, sangre y sufrimiento nos dieron la Patria libre e independiente, de que hoy, la mayoría sin merecerlo, disfrutamos (Guerra Flores, 1950, 0m35s).
Lo cierto es que en la Universidad del Aire se fusionó la juventud con la experiencia, no siendo siempre esta última, atributo exclusivo de la adultez, pues aún los disertantes más jóvenes contaban con una preparación a la altura de la iniciativa, y con una amplia hoja de trabajo intelectual que no tardaría en engrosarse. El perfil profesional era amplio y diverso: periodistas, poetas, escritores, abogados, pedagogos, arqueólogos, críticos de arte y literatura, dramaturgos, filósofos, geógrafos, músicos, sociólogos, historiadores, economistas y militares. Se advierte –sobre todo– el peso de los graduados en Derecho y en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Un gran número llegó a ocupar cargos políticos y puestos parlamentarios en el país, fueron acreedores de premios literarios, periodísticos e históricos, fundadores o miembros de reconocidas instituciones culturales nacionales e internacionales11; y estuvieron vinculados a revistas –cubanas y extranjeras– de fecunda labor cultural. Veinticuatro pertenecieron a la Academia de la Historia de Cuba12 –19 como académicos de número13 y cinco como correspondientes– y algunos de ellos ocuparon cargos de archivero, bibliotecario, tesorero, secretario, vicepresidente o presidente. En fin, que la calidad intelectual estaba a la altura de la iniciativa.
La pluralidad de criterios historiográficos y de ópticas interpretativas era de esperar ante tanta diversidad intelectual. La interpretación que cada conferencista hizo de la historia de Cuba estuvo influenciada –en gran medida– por su posición política, ideológica y filosófica. Como resultado, no puede hablarse de un discurso histórico homogéneo en la Universidad del Aire, porque, aunque Mañach había precisado que, en general, los disertantes pondrían más empeño en trasmitir hechos que en ofrecer opiniones (Mañach, febrero de 1949, p. 7), resulta casi imposible que los factores antes mencionados no condicionaran la interpretación que cada uno hacía de la historia.
Por un lado, Fernando Portuondo declaró que la intervención de los Estados Unidos en la guerra que sostenía Cuba contra España no había sido motivada por razones de mera simpatía hacia el pueblo cubano, ni mucho menos hacia los libertadores, como algunos alegaban, sino como parte de una política expansiva y de dominación con respecto a la Isla (Portuondo, 1952, pp. 34-35). Roig de Leuchsenring enarboló su postura consecuentemente antimperialista, hizo públicas las intenciones históricas de los Estados Unidos de apoderarse de Cuba, y las vías y mecanismos ideados por el gobierno norteamericano para materializarlas. Llegó a afirmar que el antimperialismo entre los cubanos es sinónimo de cubanismo, “a extremo tal, que no se puede ser buen cubano si no se es buen antimperialista” (Roig, 1952, p. 63).
Pedro López Dorticós (¿-?) planteó que la República instaurada en Cuba en 1902 debió ser sucesora o continuadora directa de la República en armas instituida en Guáimaro el 10 de abril de 1869, y, sin embargo, gracias a la injerencia del gobierno estadounidense, no lo fue (López, 1952, p. 219). Asumió además que lo peor de la Enmienda Platt (1901) no fue su elemento activo, o sea, la facultad de los Estados Unidos para intervenir en Cuba, sino las actitudes de provocación, solicitud o justificación en que incurrió el pueblo cubano, el cual llegó a exclamar en algún momento: “Aquí lo que hace falta es que vengan los americanos” (López, 1952, p. 222). Por otro lado, Calixto Masó (1901-1974), con una postura anticomunista hizo aseveraciones tales como: “lo que contribuye al auge del Comunismo es la falta de libertad y la denegación al pueblo de las reivindicaciones a que tiene derecho” (Masó, 1952, p. 312). Subrayó además que el día que hubiese democracia y justicia social verdaderas no habría lugar para el comunismo.
Más allá de las diferencias se tuvo en cuenta el conocimiento, la sólida obra teórica y el nivel de especialización que cada uno poseía sobre el tema que iba a tratar. Pese al contexto en que se desenvolvió el programa –caracterizado por el autoritarismo, la agresividad y la intolerancia hacia el pensamiento diverso–, no se convirtió en un espacio de confrontación ni disenso, sino más bien de tolerancia y convivencia civil, de consenso y respeto.
Desde la primera etapa, se esclareció que la opinión de los conferencistas, las actitudes y puntos de vista que pudieran sustentar eran muy personales, y no necesariamente la Universidad del Aire se adhería a ellos. “Si nuestro interés vale de algo, –dijo Mañach– es porque lo forma un conjunto de miradas devotas y diversas al interés cubano …, ofreciendo la mejor aportación libre de cada cual a la claridad de una patria nueva” (Mañach, agosto de 1933, p. 268). Ya en la segunda etapa volvió a recalcarse:
Los profesores pondrán su mayor empeño en que las disertaciones sean claras, precisas, pero al mismo tiempo, seriamente informativas y responsablemente críticas. En muchos casos estarán inevitablemente matizadas por la opinión personal del disertante, sin que ello en ningún caso implique necesariamente que la CMQ o la Universidad del Aire sustentan el mismo criterio (Mañach, febrero de 1949, p. 7).
En ocasiones se contrastaban opiniones y puntos de vista sobre un mismo tema. Por ejemplo, en la conferencia “La Enmienda Platt y el Antiplattismo” (Roig, 1952), Roig de Leuchsenring hizo referencia a la mediación que tuvo lugar durante el proceso revolucionario de la década de 1930; de ella expresó que fue el vehículo “con que el representante personal del Presidente [sic] de los Estados Unidos intentó torcer el camino revolucionario de Cuba” (Roig, 1952, p. 62). Antes de cerrar el debate, Mañach precisó lo siguiente:
DR. MAÑACH: Desde luego, las manifestaciones que ha hecho el Dr. Roig en el curso de su conferencia y en la discusión, son personalísimas del Dr. Roig, y están sujetas, naturalmente, a apreciaciones radicalmente contrarias, a matizaciones distintas que ya podremos examinar en conferencias venideras.
Me siento particularmente en el caso de hacerles esta aclaración porque en alguna conferencia se hablará de la Mediación, en la cual tuvieron alguna participación cubanos que aún viven y que acaso discrepen del punto de vista del Dr. Roig. Eso no quiere decir que la verdad sea la del futuro y no la de ahora. Este es un Curso en que se contrastan opiniones. Su objeto es cometerles a ustedes informaciones y puntos de vistas diversos, para que ustedes de acuerdo con su propia cabeza, formen su opinión acerca de la vida cubana (Roig, 1952, p. 66).
Tal y como ha podido apreciarse, si se realiza una comparación en cuanto a edad, nacionalidad, sexo, profesión, posición política, filosófica e ideológica, se arriba a la conclusión de que aquel conjunto de intelectuales era a todas luces heterogéneo. Ninguno de esos factores constituyó un obstáculo para su intervención en el programa, pues poseían una característica en común, en total correspondencia con los objetivos del mismo: la idea de la cultura como elemento liberador y de superación social.
Principales temáticas y métodos de divulgación
En aras de viabilizar la socialización de la historia de Cuba, así como la exposición de los contenidos, se emplearon cuatro métodos de divulgación fundamentales –declarados por Jorge Mañach en las conferencias introductorias– que se revelan tanto en la estructura de los cursos como de las disertaciones. Uno de ellos consistía en partir de nociones generales e ir desmontándolas en partes. Por ejemplo, antes de adentrarse por primera vez en cualquier aspecto o tema específico de la historia patria, se impartieron cuatro conferencias panorámicas con el objetivo de brindar una visión general del devenir histórico de la nación desde la época precolombina hasta el año 1918.
Un segundo método estableció un procedimiento inverso, partir de cuestiones particulares para desembocar en un examen totalizador. Un ejemplo claro de su utilización es el “Curso del Cincuentenario”. Siguiendo un orden cronológico se analizan –primeramente– las condiciones materiales y espirituales del país desde que finalizó la Guerra de Independencia hasta la instauración de la República. Posteriormente se examinan los hechos y procesos que marcaron pautas en el devenir republicano, y se cierra con un balance general en lo económico, político, cultural, ético y social de los 50 años de vida republicana. Con todo, ambas fórmulas tenían como objetivo facilitar la integración de los contenidos y la aprehensión de los conocimientos por parte de los radioyentes.
Un tercer método –utilizado exclusivamente para examinar el proceso republicano en el ya mencionado “Curso del Cincuentenario”– fue el de asumir como hilo conductor los acontecimientos políticos, los periodos presidenciales, para ser más específicos. Mañach reconoció que este era un método muy superado; que, en efecto, lo político no es nunca lo más real de un pueblo, ni lo más profundo de su historia; que lo idóneo hubiese sido hacer un análisis “en función de sus manifestaciones sociales más continuas, por ejemplo, la economía, el derecho, las estructuras políticas, la cultura, etc., con sus múltiples caras respectivas” (Mañach, enero de 1952, p. 4). Sin embargo, fue mayor el temor de que al abordarse de esta manera resultara demasiado abstracto y no se ajustara a un tratamiento histórico que aspiraba sobre todo a ser “popular”. Es necesario precisar que jamás se esquivó el análisis de las condiciones histórico-concretas en que se desenvolvieron los acontecimientos y las figuras analizadas, y esto se ajustó no solo a las conferencias de este curso, sino a todas las dictadas en el programa.
El cuarto método tuvo su razón de ser al momento de tratar una personalidad histórica y es empleado –fundamentalmente– en el curso “Los forjadores de la conciencia cubana”. No solo se realizaba una evocación descriptiva de la trayectoria y la labor de dicha figura, sino que, además, en algunas ocasiones al final de la disertación se presentaban fragmentos de sus obras para que el oyente pudiera relacionarse de manera directa con sus ideas y proyecciones. Al respecto, Mañach explicó:
Se habla mucho de Varela, de Saco o de Lanuza, por ejemplo; pero son poquísimos los cubanos que los han leído, o que siquiera han escuchado sus más importantes palabras. Es necesario ir familiarizando al pueblo de Cuba con ellas hasta donde sea posible (Mañach, junio de 1952, p. 7).
Dos de las características que comparten el discurso histórico que se divulgaba en la Universidad del Aire, con el que se construía en la República, son la escasa atención que se le presta al período prehispánico y a los primeros siglos coloniales. A la etapa precolombina no se le dedica ninguna conferencia de las que hasta ahora han podido registrarse, lo máximo que recibe son exiguas pinceladas como parte del análisis de un asunto más abarcador (Entralgo, 1933; Mañach, 3 de junio de 1933). La referencia a los primeros siglos coloniales –en los que según Mañach “Cuba fue la cenicienta al fogón tropical de la nueva familia hispánica” (Mañach, 3 de junio de1933, p. 654)– también fue escasa. Los siglos posteriores a la toma de La Habana por los ingleses captaron el espesor del análisis histórico.
Más del 50 % de las conferencias se dedicaron a personalidades, grupos e instituciones relevantes de la historia nacional. El análisis no se limitó a los grandes líderes políticos, ya que también se abordaron notables figuras del periodismo, la pedagogía, la literatura, la ciencia, la oratoria, la economía y la sociología cubanas. Todo ello en aras de desmentir el mito de que, en la construcción de la patria, de la identidad cubana y de la conciencia nacional la influencia de los políticos y guerreros fue superior y más importante (Mañach, junio de 1952). Se ponderó el examen de aquellos que por su labor política, filosófica o cultural se les consideraba forjadores de la conciencia cubana14. Sin embargo, Mañach hizo la salvedad de que se tendrían en cuenta hombres y grupos que, a primera vista, podrían parecer opuestos a los ideales de la conciencia nacional, o negadores de la idea de nación o retardadores de ella. Según él, esto se debía a que cada uno tuvo su modo peculiar de servir al destino de Cuba, un modo que muchos podrían no aprobar, pero que, si se realizaba una observación objetiva, su fecundidad histórica dejaría de ponerse en duda (Mañach, junio de 1952, pp. 5-6). Saltan a la vista nombres como los de José Agustín Caballero (1762-1835), Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), Félix Varela (1787-1853), José María Heredia (1803-1839), Domingo del Monte (1804-1853), José Antonio Saco (1797-1879), José de la Luz y Caballero (1800-1862), Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866), Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874), Ignacio Agramonte (1841-1873), José Martí (1853-1895), Enrique José Varona (1849-1933), Rafael Montoro (1852-1933), Esteban Borrero Echevarría (1848-1906), Manuel de la Cruz (1861-1896), Rafael Merchán (1844-1905), Raimundo Cabrera (1852-1923), Diego Vicente Tejera (1848-1903), entre otros.
La mujer cubana también fue objeto de análisis en la institución. Reciben merecida mención joyas de la cultura cubana como la escritora y soprano María de las Mercedes Beltrán de Santa Cruz y Montalvo (1789-1852), más conocida como la Condesa de Merlin; Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873); la pintora Amelia Peláez (1897-1968); la escultora Rita Longa (1912-2000); la bailarina de ballet Alicia Alonso (1920-2019), entre otras. Se preconiza a Mariana Grajales (1815-1893), María Cabrales (1842-1905) y Ana Betancourt (1833-1901) como figuras insignes del proceso independentista; mas no se desconoce la labor realizada por otras patriotas que aún permanecían en el anonimato, “heroínas oscuras, silentes, abnegadas y valerosas que han santificado con sus restos la tierra cubana” (Marquina, 1950, p. 91).
Pero de todas las personalidades, José Martí ocupa un sitial de honor, y no es de extrañar, ya que constituía –y constituye– el principal referente de cubanidad para el pueblo cubano. El motivo fundamental fue la necesidad insoslayable de que el Apóstol dejara de ser un desconocido para los cubanos; preocupación proyectada con mayor claridad por Lizaso al plantear: “Digámoslo con pena: en Cuba no se sabe bien –hablamos en escala de pueblos– quién fue Martí. Se le sigue rindiendo el culto automático de la ignorancia multitudinaria” (Lizaso, 1933, p. 251).
Debe tenerse en cuenta además que dos pensamientos martianos eran –en esencia– las bases sobre las que se sustentó la Universidad del Aire: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura: hombres hagan quien quiera pueblos” y “Ser culto es el único modo de ser libre”, este último es –sobre todo– un denominador común en el pensamiento de la intelectualidad republicana (Mañach, diciembre de 1949, p. 4). Desde la conferencia que dio inicio a la segunda etapa del programa, Jorge Mañach dejó por sentado que era casi imposible iniciar en Cuba una actividad como aquella sin ponerla bajo la advocación del Apóstol, “en quien encamaron todos los más altos ideales cubanos” (Mañach, diciembre de 1949, p. 3).
Sobre Martí se impartió un curso, el número VIII, titulado “Martí: el hombre y la obra”. De este solo se tiene referencia gracias al trabajo bibliométrico realizado por Díaz Acosta (2003)15. Fuera de este curso especial, se tiene constancia de cinco conferencias aisladas que lo posicionan como la personalidad a la que se dedicó mayor número de disertaciones. Sin dejar de lado la figura histórica, se penetra en el lado humano del Apóstol; no se pretendía presentar a un Martí sideral o inalcanzable, sino a uno que, si bien poseía cualidades de un espíritu elevado, no dejaba de ser mortal. Un Martí que, según palabras de Santovenia era –y es– “la más permanente y poderosa de las afirmaciones cubanas”, “la única fuerza humana capaz de hacer coincidir en absoluto a todos los nacidos en esta tierra” (Santovenia, 1950, p. 53).
La historia de la cultura no se desligó de la historia patria. Desde un primer momento se asumió a la primera como componente esencial de la segunda y se reconoció que el papel desempeñado por la cultura en la gestación de la nacionalidad y la nación cubanas fue decisivo16. Del total de conferencias sobre historia de Cuba se consagraron 11 a la temática. La primera disertación dedicada al asunto posee –siguiendo el primer método planteado al inicio de este capítulo– un carácter panorámico. A cargo de Mañach y bajo el título “Evolución de la cultura en Cuba” (Mañach, 3 de junio de 1933, pp. 653-661), se realiza un bosquejo del progreso cultural del país que sienta las bases para el examen de particularidades dentro del mismo. A la literatura, la música y la plástica se les presta especial atención; y de los autores, Cirilo Villaverde (1812-1894) –con su novela Cecilia Valdés– es quien recibe más conferencias.
Una de las características del discurso en torno a la Historia que se construía en aquella época, era la exclusión del análisis –propiamente histórico– del periodo republicano (Zanetti, 2005, p. 42). La historia nacional más reciente era vista con cierta suspicacia por los estudiosos que se aferraban a:
la línea de separación trazada en el siglo XIX bajo la influencia de la escuela positivista, e institucionalizada desde entonces, entre la historia del tiempo presente y la historia en sentido estricto, aun cuando durante siglos había prevalecido la continuidad entre una y otra (Bédarida, 1998, p. 19).
Al respecto Mañach expresó lo siguiente:
Nuestro siglo XIX lo conocemos mal que bien; no así las décadas republicanas, con quedarnos tan cerca. Sobre ellas no se han escrito, que yo sepa, más que dos libros de alguna extensión: el de Rafael Martínez Ortiz, qué pocos cubanos han leído y pocos podrán ya leer, pues se halla agotado; y otro, en inglés, la History of the Cuban Republic, del profesor americano Chapman, que nos deja, por cierto, muy mal parados, en parte por nuestras propias culpas, y en parte también por la estrechez de su criterio y de su visión histórica (Mañach, enero de 1952, pp. 4-5).
De ahí el interés de la Universidad del Aire de no limitarse a analizar y dar a conocer el pasado histórico de la nación, sino de comprender el presente por el pasado y, sobre todo, el pasado por el presente. En la conferencia introductoria al Curso II: “Civilización contemporánea de su primera etapa”, Mañach subraya que:
En el sentido más usual, historia es el conocimiento de hechos pasados, y así se dijo hace mucho tiempo que es "la memoria de la Humanidad". Según eso, lo que no es pasado no es propiamente histórico. Pero … es de observar que el presente puro en rigor no existe para la inteligencia. Si ustedes se detienen un poco a pensarlo, verán que, desde el momento en que podemos hacer incidir sobre un hecho nuestra reflexión, ese hecho pertenece ya al pasado, es ya histórico, aunque sea actual (Mañach, 17 de junio de 1933, p. 9).
Respaldados por este concepto de “historia”, en la institución se dieron a la tarea de examinar un sinnúmero de acontecimientos que tuvieron lugar en Cuba desde que dejó de ser colonia de España hasta 1952, a 50 años de instaurada la República. Se convirtió entonces en cátedra no solo del saber tradicional en torno a los hechos pasados, sino también en un foro de debate sobre los problemas más acuciantes del país. Pese a la cercanía en el tiempo de los hechos y procesos examinados, el análisis debía ser lo más ceñido, desapasionado, objetivo y crítico posible. Al incursionar en el análisis histórico de un tiempo coetáneo y próximo al momento que estaban viviendo –práctica observada con cierto recelo desde la centuria anterior por el positivismo–, asumían a la Historia, no como la ciencia del pasado, sino como la ciencia de las sociedades en el tiempo.
Sorprende sobremanera ver que en fecha tan temprana como el mes de agosto del año 1933 se dedicaron cuatro conferencias –como parte de una audición especial– al proceso revolucionario de la década de 1930 (Mañach, agosto de 1933; Maestri y Arredondo, 1933; De Armenteros, 1933; Ichaso, 1933). Debido a la convulsa situación por la que atravesaba el país, la institución se vio obligada a suspender sus actividades, tanto las conferencias radiadas como la impresión de los Cuadernos de la Universidad del Aire (Mañach, agosto de 1933, p. 265). Al reanudar sus labores, Mañach recuerda que el programa había sido creado –de cierta manera– como alternativa a la clausura de la Universidad de La Habana por parte de Machado, y que la suya había sido obra sustancial de oposición a aquel despótico gobierno.
Se analizan temas como la ocupación norteamericana, la Convención Constituyente de 1901, la imposición de la Enmienda Platt, la penetración económica de los Estados Unidos, insurrección de agosto de 1906, la segunda intervención norteamericana, la Constituyente de 1940, entre otros. La mayoría como parte del “Curso del Cincuentenario”, un curso concebido en función de tres conceptos medulares: “lo que fuimos, lo que somos, lo que podemos ser” (Mañach, enero de 1952, p. 7). En él se examinaba el saldo positivo y negativo de la República, se hacía una especie de radiografía de sus virtudes y defectos.
El objetivo no era solamente divulgar, sino también valorar y sobre todo formar. “¿Formar qué? Formar conciencia cubana” (Mañach, enero de 1952, p. 3). Transformar, en primera instancia, al ser humano y, como resultado, a la sociedad. Se perseguía la integración del espíritu del pueblo cubano, y la consolidación de la identidad y la conciencia nacionales mediante el conocimiento valorativo de su propia experiencia; algo que no hubiese sido posible si no se establecía una justa relación con el pasado histórico de la nación. Solo remontándose a las raíces fundacionales podrían encontrarse las respuestas a preguntas como: ¿quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos?; ¿ha correspondido la realidad de la República a los postulados y propósitos de la Revolución Libertadora?; ¿es esta la República soñada por Martí y por la que lucharon y murieron tantos hombres y mujeres a lo largo del devenir histórico de la nación? La historia patria jugaba entonces su papel de instrumento eficaz para desentrañar el pasado, explicar el presente y construir un futuro mejor, o al menos esa era la aspiración. Se juzgaba, en esencia, en qué medida los ideales de los fundadores se habían cumplido. Repensar la República, he ahí el propósito principal de todas las conferencias dedicadas a la historia de Cuba en la Universidad del Aire.
Conclusiones
La Universidad del Aire fue el reflejo de una urgencia: la necesidad de socializar el conocimiento, de ponerlo –al menos en forma elemental– al alcance de todos. El complemento de los medios radial y escrito permitió el acceso a amplios sectores del país, y el primero de ellos resultó eficaz teniendo en cuenta el alto índice de analfabetismo en Cuba. Se caracterizó por acoger las más variadas posiciones políticas, ideológicas y filosóficas, así como las más diversas ópticas interpretativas, pese a ello, no se convirtió en un espacio de confrontación ni disenso, sino más bien de tolerancia y convivencia civil, de consenso y respeto. Aspiraba a difundir la cultura como una vía de edificación humana y social, y en el proceso, la divulgación del conocimiento de la historia patria desempeñaba un papel determinante, toda vez que permitía la búsqueda de la identidad propia y la conformación de una conciencia nacional.
Siguiendo un criterio esencialmente temporal, las conferencias sobre historia de Cuba pueden dividirse en dos grandes grupos, las que abordan la época colonial y las que tienen como marco cronológico la etapa republicana. Los siglos posteriores a la toma de La Habana por los ingleses captaron el espesor del análisis histórico. Más de la mitad de las conferencias se dedicaron a personalidades, grupos e instituciones relevantes de la historia nacional, ponderando el examen de aquellos que por su labor política, filosófica o cultural se les consideraba forjadores de la conciencia cubana.
En aras de viabilizar la socialización de la historia patria, así como la exposición de los contenidos, se emplearon cuatro métodos de socialización fundamentales. El primero: partir de nociones generales e ir desmontándolas en partes; el segundo: partir de cuestiones particulares para desembocar en un examen totalizador; el tercero: asumir como hilo conductor los acontecimientos políticos; y el cuarto –al tratar una personalidad histórica–: describir la trayectoria y la labor de dicha figura, y presentar fragmentos de sus obras para que el oyente pudiera relacionarse de manera directa con sus ideas y proyecciones.
No solo se limitó a analizar y dar a conocer el pasado histórico de la nación, sino que, además, se dio a la tarea de examinar un sinnúmero de acontecimientos que tuvieron lugar en Cuba desde que dejó de ser colonia de España hasta 1952, a 50 años de instaurada la República. Al incursionar en el análisis histórico de un tiempo coetáneo y próximo al momento que estaban viviendo –práctica observada con cierto recelo desde la centuria anterior por el positivismo–, asumió a la Historia, no como la ciencia del pasado, sino como la ciencia de los hombres en sociedad a través del tiempo.
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Anexo 1
Notas
Notas de autor