[.Artículos científicos.] (sección arbitrada)
¿Quién causa tanta alegría? La Gritería: patrimonio cultural inmaterial dentro y fuera de las fronteras nicaragüenses1
¿Quién causa tanta alegría? The Gritería: The Safeguarding of Intangible Cultural Heritage Inside and Outside Nicaraguan Borders
¿Quién causa tanta alegría? A Griteria: patrimônio cultural imaterial dentro e fora das fronteiras da Nicarágua
¿Quién causa tanta alegría? La Gritería: patrimonio cultural inmaterial dentro y fuera de las fronteras nicaragüenses1
Cuadernos Inter.c.a.mbio sobre Centroamérica y el Caribe, vol. 20, núm. 1, e54800, 2023
Universidad de Costa Rica
Recepción: 26 Octubre 2022
Aprobación: 28 Marzo 2023
Resumen: La festividad nicaragüense dedicada a la Purísima Concepción de la Virgen María es un tema muy vasto. En este estudio nos proponemos acercarnos a la Gritería, actividad celebrada en la víspera. Se pretende mostrar que el valor patrimonial de un bien cultural es un proceso que se construye por distintas vías, como creación, apropiación, resemantización y adaptación innovadora a las circunstancias compartidas por un colectivo y que lo estima como referente identitario. Este es el caso de la Gritería, ejemplo de cultura viva del pueblo nicaragüense, de cobertura nacional y que ha migrado fuera de sus fronteras. Se llevó a cabo trabajo etnográfico y se aplicaron técnicas cualitativas de investigación social en distintas comunidades de Nicaragua. Asimismo, se presentan algunas referencias a la celebración en países donde han emigrado personas nicaragüenses. Además, se señala la gestión participativa en la organización de tan importante festejo que mantiene la función de unir al pueblo nicaragüense y el encuentro de tradiciones. El resultado del estudio denota que, a pesar de las diferencias, la Gritería es un elemento de valor patrimonial, de significado para distintos sectores del pueblo nicaragüense, sea o no creyente, la Iglesia Católica y el Gobierno.
Palabras clave: Identidad, participación comunitaria, religiosidad, migración, fiesta.
Abstract: The Nicaraguan festivity dedicated to the Immaculate Conception of the Virgin Mary is a very vast topic. In this study, our purpose is an approach to the Gritería, an activity celebrated the day before. It is intended to show that the heritage value of a cultural asset is a process that is built with the creation, appropriation, resemantization and innovative adaptation to the circumstances of the environment shared by a group, which considers it as an identity reference. This is the case of the Gritería, an example of the living culture of the Nicaraguan people, of national coverage and that has migrated beyond those borders. Ethnographic work and the use of qualitative social research techniques were applied in different communities in Nicaragua; as a complement, some references are presented to the celebration in countries where Nicaraguans have emigrated. The participatory management in the organization of this important celebration is pointed out, which, wherever it is celebrated, maintains the function of cohesion of the Nicaraguan people and the meeting of its traditions. The result of the study shows that despite the differences, the Gritería is an element of patrimonial value, of meaning for different sectors of the Nicaraguan people, whether or not they believe, the Catholic Church and the Government.
Keywords: identity, community participation, religiosity, migration, party.
Resumo: A festa nicaraguense dedicada à Imaculada Conceição da Virgem Maria é um assunto muito vasto. Neste estudo nosso objetivo é uma abordagem da Gritería, atividade realizada no dia anterior. Pretende-se mostrar que o valor patrimonial de um bem cultural é um processo que se constrói com a criação, apropriação, ressemantização e adaptação inovadora às circunstâncias do ambiente que um grupo partilha e que o considera como referência identitária. É o caso da Gritería, um exemplo da cultura viva do povo nicaraguense, de abrangência nacional e que migrou para além dessas fronteiras. O trabalho etnográfico e o uso de técnicas qualitativas de pesquisa social foram aplicados em diferentes comunidades da Nicarágua. Como complemento, são apresentadas algumas referências à celebração em países onde os nicaraguenses emigraram. A gestão participativa é apontada na organização desta importante festa que, onde quer que seja celebrada, mantém uma função de coesão do povo nicaraguense e o encontro de suas tradições. O resultado do estudo mostra que, apesar das diferenças, a Gritería é um elemento de valor patrimonial, de significado para diferentes setores do povo nicaraguense, sejam eles crentes ou não, a Igreja Católica e o Governo.
Palavras-chave: identidade, participação comunitária, religiosidade, migração, festa.
Introducción
Partimos de la premisa de que la Gritería es un ejemplo de patrimonio cultural inmaterial, cuya vitalidad se mantiene a pesar de las vicisitudes del pueblo portador en diferentes momentos de su historia y subrayamos el arraigo profundo que esta tradición tiene en el pueblo de Nicaragua. No obstante, dicho elemento de valor patrimonial no ha sido declarado como tal por la oficialidad.
A inicios de este siglo, con la aprobación de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial (UNESCO, 2003), dicho organismo realizó varias declaratorias de bienes culturales calificados como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”. En los años 2001, 2003 y 2005 fueron proclamadas 15 expresiones de América (de 90 del mundo) como “Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”. En Centroamérica contamos con las siguientes: la lengua, la danza y la música de los garífunas, compartida por Belice, Guatemala y Honduras (2003); la tradición del teatro bailado el Rabinal Achí de Guatemala (2005); el Güegüense de Nicaragua (2005); la tradición del boyeo y la carreta de Costa Rica (2005); las expresiones rituales y festivas de la cultura conga (2018); los procedimientos y técnicas artesanales con fibras vegetales del sombrero pintao (2020) y las Danzas del Corpus Christi en Panamá (2021).
Con el propósito de visibilizar el Patrimonio Cultural Intangible (PCI), la Convención establece un sistema de listas: por un lado, la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (LR), la cual se compone de expresiones que ilustran la diversidad del PCI y con ella se espera crear conciencia de su importancia. Esta se considera equivalente a la Lista del Patrimonio Mundial.
Por otro lado, la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere Medidas Urgentes de Salvaguardia (LMUS)2, se compone de elementos del PCI que las comunidades y los Estados Partes consideran que necesitan medidas de salvaguardia urgentes para asegurar su transmisión. De los países latinoamericanos hallamos que al 2022, la LR la encabezan Colombia y México3, con doce y diez declaratorias de PCI, respectivamente. La tercera es la Lista de Buenas Prácticas de Salvaguardia (LBPS). Cada lista tiene un propósito, pero ¿por qué es muy numerosa la LR mientras que las otras dos listas −LBPS4 y LMUS5− cuentan con muy pocas expresiones en el continente latinoamericano?
A partir del 20 de abril del 2006, cuando entra en vigor la Convención del 2003, se resolvió que esas obras maestras se incorporarían a la Lista Representativa (LR), pues ya no se efectuaría ninguna otra proclamación de dicha categoría. Ello implica que estas son parte del llamado Patrimonio Mundial, reconocimiento que facilita con recursos técnicos y financieros la salvaguardia de tales bienes, así como la divulgación internacional.
Sin lugar a duda nuestro continente y específicamente la región del istmo centroamericano goza de una riqueza y variedad de expresiones con valor de PCI. No obstante, respecto a la brecha en las listas, nos preguntamos si se responde a situaciones reales o si la mayoría de elementos en la LR se deben a otras motivaciones, entre ellas: a) una manera de evidenciar ante el mundo que un país posee muchas riquezas en el PCI es postular sólo en la LR; b) existe interés por parte de instituciones oficiales de gestionar declaratorias en la LR como una forma de “ponerse una flor en el ojal”, es decir, evidenciar un interés por un elemento reconocido; c) los países casi no tienen expresiones en riesgo, pues existen planes de salvaguarda que evitan y enfrentan la amenaza; d) son escasos los ejemplos de LMBP, ya sea porque son poco conocidos, son patrimonio de sectores sociales excluidos aunque sean muy populares o no hay claridad técnica en el reporte de los elementos, cuyo mérito lo tiene la comunidad portadora.
En relación con Centroamérica, a pesar de que hubo un plan de acción, este no tuvo los frutos esperados debido a deficiencias en la modalidad de agencia o debilidades en la gestión de los distintos actores sociales, los cuales no han garantizado la salvaguardia y la sostenibilidad de un elemento de la LR. Es el caso del “Güegüense” en Nicaragua, donde riesgos del 2005, como la crisis económica, no se han solucionado y dificultan organizar el festejo. De igual forma, “La tradición del boyeo y las carretas” en Costa Rica, la cual pasó por un período de negligencia y comunicación en relación con las medidas de salvaguarda de parte del gobierno central y algunas municipalidades, lo que amenaza la sostenibilidad de actividades del trabajo de boyear.
En la sostenibilidad de una tradición dentro de un mundo globalizado interviene la agencia de distintos actores sociales: la comunidad portadora, la gestión cultural de entidades nacionales y el mercado. En el caso del Güegüense la carencia de recursos económicos de la población local, sobre todo en el mes de enero con la celebración del festejo y sumado a la falta de medios técnicos del país, es un riesgo. Por su parte, con el boyeo la tensión se observa en la aplicación de políticas públicas en detrimento del sector agropecuario, el cual prioriza el concebir la tradición como un atractivo turístico que amerita delimitar el alcance de algunas acciones.
A partir de la información anterior, nuestro propósito es reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿coinciden los bienes declarados con los más representativos del PCI de un país?, ¿a quién pertenecen esos bienes?, ¿en cuáles valores se sustentan?, ¿para quién tiene sentido una declaratoria a escala mundial?, ¿es necesario gestionar esos reconocimientos? Para responder a dichas inquietudes nos basamos en un estudio de caso: la Gritería, tradición de Nicaragua que se vive anualmente el 7 de diciembre, víspera del día de la Virgen conocida como la Inmaculada Concepción de María, cuya celebración comprende una serie de actividades que inician el 28 de noviembre y culminan el 8 de diciembre.
Metodología
El estudio se realiza desde la Antropología Social y se aplica el método etnográfico, comprendido como un proceso en el cual “el investigador parte de una ignorancia metodológica y se aproxima a la realidad que estudia para conocerla … y se propone interpretar-describir una cultura para hacerla inteligible ante quienes no pertenecen a ella” (Guber, 2012, p. 19). Por lo tanto, se sigue un enfoque cualitativo con distintas técnicas de investigación como la observación directa y participante, la entrevista semiestructurada con personas que colaboran con su tiempo y recursos en actividades de la iglesia, la preparación de alimentos, la decoración de altares. Asimismo, se establecieron conversaciones espontáneas con miembros de las comunidades visitadas que hacían fila para cantar, recibir el brindis, que estaban en alguna banca o muro o trabajaban en el mercado local. Consultamos fuentes escritas como tesis, artículos de periódicos locales, folletos o boletines, cancioneros. Esta información la complementamos con datos obtenidos de una encuesta donde registramos la edad, sexo, ocupación y residencia de las personas que observaban o participaban de la celebración.
El trabajo de consulta de fuentes documentales y de campo6 lo realizamos en poblados de Nicaragua en la primera semana de diciembre de los años 2013 y 2015, además, se registraron datos en Costa Rica en el 2016, 2017 y 2019. Esto se complementó con ejercicios de observación directa y participante realizados en Nicaragua en años anteriores7. Nuestra participación se cifró en asistir a una procesión en Granada, cantar en altares caseros de Monimbó y Masaya, donde nos “ganamos” el brindis de las familias anfitrionas; y observar altares institucionales en Managua.
Realizamos 22 entrevistas cortas8 en Nicaragua (Frontera de Peñas Blancas, Granada, San Juan del Sur, San Juan de Oriente, Managua, Masaya, Monimbó y Niquinohomo). Las personas entrevistadas comprenden hombres y mujeres, nacidos y residentes en distintas ciudades de la zona oriental de Nicaragua, cuyas edades oscilan entre los 20 y 60 años. La mayoría se dedica a la artesanía, a las ventas ambulantes cerca de mercados, cocinan o son meseras en restaurantes. En Costa Rica entrevistamos a diez personas (Parque de la Merced en San José y en barrios de Montes de Oca), originarias de los departamentos de Boaco, Carazo, Chontales, Managua quienes emigraron en el lapso de 25 a 3 años y trabajan en tareas de oficinista, construcción inmobiliaria, mecánica automotriz, lavacar, limpieza o empleadas domésticas, preparación y venta de alimentos.
Con cada persona (previa presentación y explicación acerca del objetivo del estudio e interés por conocer sobre esta tradición) se siguió una guía con los siguientes temas: origen de la festividad, origen del nombre, tipo de participación, actividades antes y durante la Gritería, contenido de la gorra o brindis, opinión sobre la celebración en otros lugares, tipo de participantes en la Gritería, influencia de cambios, importancia de la Gritería, valores que se transmiten, patrimonio cultural. También aplicamos un breve cuestionario a turistas extranjeros para indagar la fuente de información sobre dicha tradición y la importancia para la población nicaragüense.
Asistimos a la Gritería de los siguientes lugares: en Managua, donde fuimos espectadores de la vista de grandes altares decorados a ambos lados de la Avenida de Bolívar hasta el monumento de Hugo Chávez; en Granada, donde observamos una pequeña procesión por la calzada de los turistas, los alrededores del parque central y el centro histórico de la ciudad. En otros barrios como San Juan de Oriente y Catalina pudimos apreciar altares en algunas casas o un pasacalle con el texto: “¿Quién causa tanta alegría?”. En Monimbó y Masaya realizamos observación directa, pero también participamos junto con la gente del pueblo en las filas para cantar frente a altares de las sencillas viviendas de Monimbó o de comercios de Masaya, donde ofrecían en pequeños grupos un “brindis” o “gorra”. En algunas casas de Monimbó la entrevista terminaba degustando otras comidas y bebidas para ocasiones festivas, como el mero 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
Aclaramos que el presente trabajo es una primera aproximación desde el valor de patrimonio cultural de este fenómeno social que se halla en lo profundo de los y las nicaragüenses, es decir, en la identificación que ha sido construida, como apunta Stuart Hall “sobre la base del reconocimiento de algún origen común o unas características compartidas con otra persona o grupo o con un ideal, y con el vallado natural de la solidaridad y la lealtad establecidas bajo este fundamento” (2003, p. 15). El tema de la fiesta de la Purísima ha sido objeto de estudio desde diferentes enfoques, entre ellos como hecho histórico y victoria del pueblo (Buitrago, 1962, como se cita en Ekern, 1995); como ritual cosmogónico sobre el rol de la mujer (Ekern, 1995); como tradición e identidad (Oliva, 2013); como la religiosidad y las migraciones (Zapparolli, 2014); y como atractivo turístico (González López et al., 2020).
Reseña de la Gritería
Esta fiesta es parte del culto mariano, basado en la creencia de apariciones de María, Madre de Dios y los milagros concedidos a las personas devotas. La propagación del culto se denota en la devoción cifrada en edificación de templos en las grutas, piedras o lugares donde la Virgen apareció; en las romerías, procesiones y novenas, así como en la pintura de la imagen en estampa impresa o escultura en distintos materiales; con oraciones, plegarias y cantos. Entre los cultos marianos más conocidos están los dedicados a la Virgen de Guadalupe en México; la Virgen de la Caridad del Cobre en Cuba; la Virgen de Fátima en Portugal; la Virgen Czestochowa en Polonia; la Virgen de Lourdes en Francia; la Virgen de los Ángeles en Costa Rica; y nuestro foco de interés aquí: la Virgen de la Inmaculada Concepción o Purísima en Nicaragua, entre otras de las múltiples advocaciones marianas.
En el Santoral de la Iglesia Católica, el 8 de diciembre es el día dedicado a la Inmaculada Concepción de María, Patrona de muchos municipios y poblados iberoamericanos. La devoción a la Purísima fue introducida por frailes franciscanos (Oliva, 2013) procedentes de Sevilla, durante el siglo XVI, quienes promovieron el culto en Centro América y que tuvo más arraigo en la República de Nicaragua. La celebración de la Purísima es de relevancia nacional, aunque la mayor convocatoria se observa durante el día anterior o la víspera en la llamada Gritería. A pesar de que en este país predomina la religión católica, es un hecho que desde la década de 1980 se ha incrementado la presencia de cultos neopentecostales opuestos al culto mariano, por lo que es posible que haya disminuido la afluencia a misas y novenas, pero eso no ha impedido la participación de familias con otras creencias en la Gritería. Esta se caracteriza por la amplia cobertura geográfica, la organización familiar, barrial e institucional y la participación de diferentes sectores de la sociedad nicaragüense, quienes llevan a cabo actividades laboriosas y lúdicas, tanto entre personas creyentes como aquellas de otras religiones e, inclusive, ateos.
Cabe señalar que distinguimos entre el origen del culto a la Inmaculada Concepción de María y el origen de la Gritería. En relación con la devoción a la Virgen de la Purísima Concepción de María, este se oficializa con la bula Inffabilis Deus del papa Pío IX en 1854, en la cual se establece como dogma de la Iglesia Católica que la Virgen María fue preservada inmune de toda mácula del pecado original desde el primer instante de su concepción, ello como privilegio previo de lo que más tarde su hijo le daría al mundo: la pureza. Como se puede ver en el Catecismo de la Iglesia Católica (artículos 484 a 493), la interpretación teológica parte de que en el Ave María de la Anunciación hecha por el Arcángel San Gabriel la expresión “llena eres de gracia” refiere a una predestinación a ser la madre que engendraría en la Castísima Concepción (o Virginal Concepción) al Hijo de Dios, por lo que Dios tuvo que haberla mantenido ajena al pecado para poder recibir a Jesús.
En Nicaragua circulan dos leyendas que explican la historia de cómo llegó la imagen de la Purísima al país. Una versión plantea (Neu, 2015; La Voz de Nicaragua, 2011) que la devoción inicia en 1562, cuando Pedro Alonso Sánchez de Zepeda y Ahumada (hermano de Santa Teresa de Ávila) iba camino a Perú y hace escala en el actual puerto El Realejo, pero, a raíz de una tormenta tropical, busca mejor clima y pernocta en la villa El Viejo (en el actual departamento de Chinandega); mientras espera deja una bella imagen de la Purísima en la parroquia del lugar donde, admirados por su diferente color, llega la población nativa de indios y mestizos a rezarle. Cuando don Pedro embarca la población sale a despedirlo al puerto. Sin embargo, otra tormenta obliga a don Pedro a regresar y vuelve a dejar la imagen en El Viejo. La población cree que se trata de una intervención divina y señal de que la virgen no quiere dejar el lugar. Por lo tanto, suplican a don Pedro que la deje y al final, él la regala y empieza a difundirse la devoción a la Purísima.
Otra leyenda se origina en Granada, entre los siglos XVI y XVII. Según la historia, unas lavanderas vieron una caja flotando en el lago y en vano trataron de acercarla a la orilla, pues se iba adentrando en el agua. Fueron a pedir ayuda a los frailes, quienes llegaron con el cordón de San Francisco (Zapparolli, 2014) y fácilmente arrastraron la caja a la orilla. Al abrirla hallaron la imagen de una Virgen, bellamente tallada en madera, con el niño Jesús en sus brazos y con medialuna por escabel a sus pies; esta fue venerada en la iglesia parroquial.
Como otras leyendas de este tipo, dichos relatos se caracterizan por “la insistencia de la imagen por permanecer en el lugar donde fue encontrada, que muchas veces es el monte, o las aguas de un río o un lago y la apropiación del inventor por llevarla a los espacios sociales institucionales” (Zapparolli, 2014, p. 103).
El culto a la Purísima se extendió por toda la nación que la reconoce como Patrona de Nicaragua, por lo que su fiesta se celebra con gran solemnidad y alegría. Los festejos inician con la novena (del 28 de noviembre al 6 de diciembre), en la cual se celebran misas y se reza el rosario en la iglesia o en las casas. Otras ceremonias del novenario son la “Lavada de la Plata” en la basílica, donde se limpian las piezas del Tesoro de la Virgen con un paño o toalla mojado en agua con limón y bicarbonato; las personas devotas que asisten entregan una ofrenda a la mayordoma encargada de la actividad. En otra ceremonia, el sacerdote sumerge la corona de la Virgen en un recipiente con agua bendita que es repartida entre el pueblo. A las 4:00 p. m. se reza un rosario y se culmina con la última actividad vespertina a las 6:00 p. m. El fin del novenario se anuncia con un derroche de pólvora. Vale señalar el papel relevante asumido por las misiones franciscanas de León, El Viejo y Granada en la celebración de la novena a la Purísima.
La Gritería se realiza el 7 de diciembre. Es común iniciarla al atardecer, entre las 5:00 y 6:00 p. m., aunque la celebración se ha adelantado y desde mediodía se escuchan bombetas y se ven grupos de gente gritando por las calles de los poblados. Al día siguiente las prácticas retoman un carácter más formal y religioso y comienzan muy temprano con las mañanitas y demás cánticos en honor a la Virgen. Antes del mediodía se celebra la misa solemne; al atardecer hay una procesión con la imagen cargada en andas o en una camioneta para despedir con alborozo popular y cerrar el homenaje.
El origen de la Gritería data de finales del siglo XIX, según una versión popular empezó en diciembre de 1857 cuando Monseñor Giordano Carranza preguntó a la gente: “¿Quién causa tanta alegría?” y todos los devotos respondieron al unísono: “La concepción de María”. A partir de ese día se difundió por otras ciudades.
La denominación de “Gritería” se debe a que el 7 de diciembre la gente del pueblo va por las calles gritando: “¿Quién causa tanta alegría?”. Y otros responden: “La Concepción de María”. Esas frases se dicen con voz fuerte mientras se va en procesión, se camina por las calles de una ciudad o se hace fila en el barrio para ver los portales.
Aunque la Gritería se realiza en la víspera del día de la Inmaculada, la organización de esta fiesta, como dicen las personas entrevistadas, “comienza el 9 de diciembre”, es decir, al día siguiente cuando termina la celebración de cada año, pues “a partir de entonces empieza un ahorro anual para poder tener dinero suficiente para los portales y ofrecer el brindis o gorra para el próximo año” (entrevista anónima, comunicación personal, 7 de diciembre 2013).
La participación en la celebración en honor a la Virgen se manifiesta de distintas maneras. En los días previos en cada hogar las familias invitan a sus amigos y vecinos a rezar la Novena de la Purísima Concepción y a compartir un refrigerio; actividades que luego cambiaron de sentido, ya que pueden implicar tanto mutualidad como rivalidad. Cuando alguien es invitado a un rezo casero se corresponde con miras a estrechar lazos amistosos y comunitarios con el anfitrión. No obstante, en algunos casos, esa relación puede llevar a fines competitivos, como hacer el mejor altar, conseguir el mejor grupo musical, lograr la mayor asistencia.
En Granada varias personas entrevistadas expresaron que la ciudad está dividida en diferentes zonas y que, antes de la Revolución9, se acostumbraba a que por cada una de estas se hacía un gran altar y se preparaba una gran fiesta; ello de acuerdo con cada día de la Novena, ya que le correspondía a un barrio en específico invitar a los vecinos de los otros barrios. Lo anterior provocaba −según un octogenario entrevistado nativo de Granada− que se desviaran los valores religiosos y se tornara en una competencia por ver quién le agradaba más a la Virgen, para lo cual se humillaba a los otros con la mejor Novena. Este agregó: “antes había muchos pleitos, era como una contienda por la Purísima, en muchos casos las Griterías terminaban en golpes y gente tirándose bolsas con orines” (entrevista anónima, 7 de diciembre de 2013).
La situación ha cambiado, ya no se da una lucha tan fuerte, pero se mantienen las costumbres para los preparativos de la Gritería, los cuales implican actividades distribuidas entre los miembros de la familia. Hay una organización y división de tareas, pues mientras unos preparan el brindis, otros se ocupan de las decoraciones del altar. Anotamos que el término “prepararse” para la celebración significa para algunas personas colaborar con la Iglesia en la construcción de la carroza, la cual lleva la imagen de la Virgen para la procesión del 8 de diciembre.
Los días 7 y 8 de diciembre se asiste a la procesión y luego se va al templo católico, en donde se deja la imagen para la misa del día siguiente. Posterior a esta se inician las filas de miles de personas que van a gritar a las calles, a comer, a beber y hasta bailar con el fondo musical de cánticos marianos. Al mismo tiempo, los dueños de las casas con altar observan desde los pórticos o ventanas a quienes pasan por las calles, ya sea en procesión con la imagen de la Virgen o mientras reciben lo que algunos llaman “la cantadera de alegría”, para lo cual reparten comidas, golosinas y bebidas.
Como extranjeros notamos −lo que concuerda con la opinión de los nicaragüenses− que la festividad es del pueblo de Nicaragua, quienes representan a más del 95 % de las personas que asisten al festejo. Entre los foráneos que llegan a Granada observamos buses con excursiones de familias de Costa Rica (provenientes de Santo Domingo de Heredia, Tibás, Escazú, el nuestro de la Universidad de Costa Rica, entre otros) y de otras nacionalidades, sobre todo estadounidenses, canadienses, españoles y franceses.
Es lamentable reconocer que en Costa Rica existe discriminación negativa a ciertos grupos sociales, como tal, en distintos sectores de la población costarricense existe xenofobia, evidenciada en diversas prácticas discursivas. A pesar de esa realidad, debemos destacar que las familias nicaragüenses que fueron nuestras “anfitrionas”10 en distintas ocasiones, aun cuando la visita era con un grupo de estudiantes de la Universidad de Costa Rica, siempre nos brindaron una atención esmerada, sobre todo en poblados como Monimbó y San Juan de Oriente, donde nos convidaron a regresar con la intención de visitarlos −ya sea como turistas o como estudiosos de las tradiciones− para ampliar con detalle las recetas de cocina para días festivos, incluso nos invitaron a hospedarnos en su casa.
No solamente los nicaragüenses católicos y los turistas están presentes en esta fiesta nacional. Algunos entrevistados se autodenominaban evangélicos, por lo que “por motivos religiosos, no gritan”, sino que deciden pasearse por los barrios y ser simples observadores. Algunos de ellos lo hacen con agrado, pues dicen apreciar “el compañerismo y el respeto a la religión por parte de los nicaragüenses”, pero otros miran con molestia y acusan que la festividad “ahora es sólo pedir, ahora falta devoción y hay mucha violencia, además, antes regalaban más cosas” (anónimo, entrevista, 2015).
Los llamados “portales” consisten en una suerte de diorama que se decora con la imagen de la Virgen Purísima, eje alrededor del cual se introducen guirnaldas de flores de papel, luces, fondos de papel brillante o encerados, plantas, comida. Estos altares varían según el nivel económico de la familia, pero todos se esmeran, sin distinción de clase social, en adornarla con esplendor, pues se debe preparar con dedicación la imagen que recibirá a cientos de personas en la noche de la Gritería.
De acuerdo con la complejidad de la decoración del portal, este se prepara unos días antes o el propio 7 de diciembre. En su montaje participan los miembros de la familia, quienes lo instalan en el corredor, la sala o algún patio lateral, sobre todo cuando se va a ofrecer un brindis a todas las personas que pasen cantándole a la Virgen. Las familias acomodadas incluso contratan especialistas en decoración y ubican los altares en los pórticos para deslumbrar a la concurrencia y a los transeúntes; pero eso no es lo común, sino que, en la mayoría de los casos, la festividad invita a la intimidad de la casa a quien que quiera cantarle a la Virgen.
Las canciones se cantan a capella y en algunas casas se tienen discos grabados con algunas de las más populares. No hay problema si alguien no recuerda la letra, pues en ocasiones hay cancioneros distribuidos por las parroquias, grupos vecinales o impresos por ellos mismos para que se facilite seguir la melodía y así acompañar los días previos a la fiesta con la Novena a la Purísima Concepción de María. En la Gritería se mezclan las plegarias religiosas con los cantos y al inicio, como señala Oliva, “las familias se reunían a cantar a la Virgen María en un afán de fe. Inicialmente el rezo a la Inmaculada era al estilo español; luego, como parte del mestizaje religioso tomó un sabor autóctono” (2013, p. 60). Es común que frente a los altares se agrupen personas de toda edad a cantar en coro los versos más populares11. Los cánticos a la Purísima tienen algunos rasgos del romancero español, como el recurso de repetición léxica y la homologación de significados, que se observa en las siguientes estrofas, escuchadas12 en la Gritería de Monimbó del 2016:
Por eso el cristianismo
Con grata melodía
Repite de María
Su nombre sin cesar.
Cual un botón de rosa
Qué bello se presenta,
Así también ostenta
María Virginal.
Nicaragua es conocida como tierra de poetas y poetisas. El historiador leonés Edgardo Buitrago, pionero en el estudio de la Purísima, menciona que Rubén Dario en su autobiografía recuerda los rezos y cantos que en su infancia cantaban a la Purísima en las noches de diciembre (Oliva, 2013, p. 59) y señala que los festejos a dicha advocación de la Virgen anteceden la Independencia de Nicaragua. Muchos poetas y músicos de León y Granada se han esmerado en componer sonetos o piezas a la Purísima. Sobresalen composiciones como la de Alejandro Vega Matus a finales del siglo XIX:
Salve azucena divina
gloria, gloria del alma inmortal
condúcenos madre amable
a tu vergel, a tu vergel celestial
Al inicio de la tradición, las personas hacían un altar en su casa e invitaban a vecinos y familiares a visitarlo. Los convidados rezaban o cantaban y los anfitriones les ofrecían alguna bebida, bocadillo y golosinas tradicionales. De esta forma surgió la costumbre de que toda persona que participe cantando en grupos pequeños recibe un obsequio llamado brindis o “gorra”, cuyo contenido es muy variado y depende de las posibilidades económicas. Por lo general, se regalan juguetes pequeños artesanales (como pitos, figuras de indios, animalitos de barro, canastitas, escobas) y bocadillos variados: limones, ayote en miel, nacatamales, panecillos, refrescos naturales (pitahaya, naranja, semilla de jícaro). Estos se sirven directamente en la mano, en una pana, recipiente pequeño, canasta o en platos de plástico o melanina (como en los últimos años).
A raíz de la difícil situación económica que atraviesa la mayoría de las familias en Nicaragua, entre los obsequios están bolsitas de arroz y frijoles crudos o de macarrones o pasta seca, los cuales son muy bienvenidos por los participantes. Otras familias hacen un esfuerzo por ofrecer comidas especiales como arroz a la valenciana, vaho, indio viejo, garbanzos con carne, vigorón, entre otros platillos tradicionales.
La Gritería chiquita
La Gritería chiquita es otra tradición del culto mariano y se realiza el 14 de agosto en la víspera de la celebración de la Asunción de la Virgen María. La causa de la actividad se debe al temor −que desde 1850− provocaban las erupciones del Volcán Cerro Negro en los habitantes de la ciudad de León y otros poblados vecinos. En 1947 el impacto de la lluvia de ceniza sobre los techos de teja y las calles de la ciudad llegó a ser insoportable. Por la calamidad, el obispo de la Diócesis rogó a la Virgen María que intercediera ante Dios e hizo la promesa de celebrarle como penitencia una gritería, conocida popularmente como “la Gritería chiquita”, ello para no confundirla con la del 7 de diciembre.
Ante la sorpresa de todos, la noche del 14 de agosto paró la erupción. Desde entonces en la víspera de la fiesta de La Asunción de la Virgen María se celebra esta fiesta religiosa popular, entre cuyas actividades destacan la procesión desde las faldas del Cerro Negro hasta el altar de la iglesia, en donde se festeja la Purísima con la entrega de la tradicional “gorra” a los participantes. Dicha actividad se ha convertido en un atractivo turístico, por lo que la celebración cuenta con el patrocinio de las autoridades locales.
Rol de la oficialidad en el fomento a la Gritería
Diversas instancias oficiales de la Iglesia Católica y el Gobierno de la República han promovido la celebración, ya sea al apoyar el levantamiento de portales ante las instituciones públicas y organismos extranjeros o con la decoración de calles de las ciudades, con el fin de darle más brillo a la festividad.
En el 2012 se inició ante la UNESCO la gestión para la candidatura de la Gritería en la Lista Representativa de PCI, para lo cual se produjeron audiovisuales de la Gritería en calles de León, El Viejo, Managua y Granada y se filmaron los portales de Calle Barrantes para respaldar la documentación.
En la Iglesia Católica hubo algunas opiniones contrarias a la declaratoria, como la del arzobispo de Managua, quien señala su oposición al decir: “Eso es negativo porque la gritería es un patrimonio de la Iglesia Católica y no es un acto cultural, es un acto religioso de fe” (Noticias León, 2012, párr. 3). Por su parte, se denota el respaldo a la iniciativa en otro jerarca cuando, en el acto oficial con motivo de la proclama de la UNESCO como Patrimonio Mundial al inmueble de la Catedral Metropolitana de León, Monseñor Bosco Vivas Robelo, Obispo de León, aludió a la solicitud sobre la Gritería y dijo: “La búsqueda para que sea declarada patrimonio de la humanidad no ha surgido del gobierno, surgió de las bases católicas de la Diócesis de León” (Trinchera de la Noticia, 2012)13. Su apoyo y énfasis lo expresa en la cobertura nacional al señalar que:
Los leoneses estamos convencidos de que esta es una fiesta completa, con sus ritos y tradiciones que merece formar parte del conjunto patrimonial de la humanidad … la celebración de la Purísima es completa porque tiene su oración, que es lo más importante, así como sus festejos propios, su comida particular, su folklore que la convierten en una celebración con vida y características propias. La Gritería es de los leoneses, y aunque nació aquí es de todos los nicaragüenses (Trinchera de la Noticia, 2012).
De parte del Gobierno de la República, Rosario Murillo14, en su papel de Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, expresó en el 2012:
Estamos promoviendo en la UNESCO que las fiestas de La Gritería de la Purísima Concepción de María sean declaradas por su originalidad, por ser única en el mundo en la forma en que se celebra en Nicaragua, con la devoción, la alegría y el espíritu de comunidad de compartir (Sánchez Rizo, 2012, párr. 1).
En el año 2014 se entregó el expediente de candidatura a la UNESCO, pero el proceso de estudio quedó inconcluso15.
Sentido de la declaratoria para la población
Mediante las Convenciones sobre patrimonio natural y cultural, la UNESCO ha creado distintas declaratorias como un medio para la conservación de los bienes y la sensibilización de la población, así como para buscar formas de cooperación y asistencia técnica. Sin embargo, no todas las personas comprenden dicho beneficio, por lo que hay opiniones que discrepan.
En Nicaragua, las personas católicas que acuden con regularidad a un templo expresan opiniones enfocadas en la fe religiosa (entrevistados anónimos, comunicaciones personales, 2013 y 2015):
“Es magnífico que el gobierno haya promovido esa iniciativa, porque es un asunto de fe, va más allá de ser un fenómeno cultural, es un fenómeno de raigambre humano”.
“Es necesario porque para nosotros los católicos nicaragüenses la Gritería tiene una gran importancia porque es parte de nuestra fe, por lo tanto, es importante que se lleve a cabo eso”.
“Pienso que así debería ser porque nosotros como católicos nicaragüenses, como marianos, debemos defender siempre nuestra cultura, nuestra tradición y en ella debemos incluir siempre a la Virgen María”.
Al aplicar un cuestionario a personas de distintos lugares y preguntarles “¿qué entiende por Patrimonio Cultural?”, encontramos que este es concebido como “la costumbre de un pueblo”, “lo que dé identidad”, “algo de muchos años”, “todo lo que se cuida en un pueblo”, “los bailes y reliquias que un pueblo mantiene, lo que tiene que defender” y “algo que pertenece a todo el pueblo de Nicaragua, lo nuestro”. Posteriormente, quienes fueron entrevistados agregaban que la Gritería es Patrimonio Cultural sin dudarlo e incluso lo categorizaban: “esto es patrimonio religioso”. Muy pocos individuos desconocían el concepto o alegaban que la Gritería no es Patrimonio porque “eso es más lo artístico como una estatua, la Virgen no es arte ni estatua, es la madre del amor”.
Los migrantes celebran la Gritería en el extranjero
Las migraciones son el más antiguo desplazamiento de población, cuya cobertura ha alcanzado todo el planeta y su número sólo ha sido superado por el turismo masivo. Esta se ha desarrollado en la región desde el período finisecular. Respecto a este concepto, consideramos necesario precisar que:
Se habla de migración como fenómeno para hacer referencia al desplazamiento: a personas que por períodos más o menos prolongados se han trasladado geográficamente para desarrollar su existencia cotidiana en contextos diferentes a aquellos en que nacieron. No se trata de turistas, efímeros en definición ... sino de quienes se ven obligados a hacer el traslado, o que vislumbran un mejor futuro en otras tierras (Dobles et al., 2014, p. 1).
Entre los tipos de migración se distinguen modalidades para otras latitudes propuestas por especialistas en el tema, quienes coinciden con algunos desplazamientos en Centroamérica. Un tipo de migración no deseada es la condicionada por la necesidad de sobrevivencia ante la carencia de recursos económicos y, como dice Mármora, es “la imposibilidad de sostener condiciones mínimas de vida digna en los lugares de origen” (2004, como se cita en Dobles et al., 2014, p. 2).
Otro tipo de migración forzada se da ante el peligro de perder la vida o la libertad. Estos riesgos pueden tener un origen natural, como los huracanes y terremotos que acechan el istmo o pueden ser consecuencia de amenazas y limitaciones de causa política, las cuales obligan a muchas personas a refugiarse en otro país.
Debido a estas situaciones, por lo general, las personas que emigran no pueden informarse acerca del nuevo contexto y al llegar sienten la mirada desde la otredad, la cual se cifra en actitudes y prácticas discriminatorias ante la diferencia cultural. Las personas migrantes sufren no solo la pérdida material y el alejamiento emocional de su familia, amigos y grupos con los que comparten patrones culturales, sino que además al llegar a tierra ajena y ser vistos como extraños, surgen sentimientos de desarraigo.
Lo anterior se manifiesta en el choque cultural y en sus distintas fases, ya que las personas migrantes añoran estar con el grupo con el cual se comparte una historia, manera de hablar, de comer y una serie de costumbres y tradiciones que los identifican. Como dice la antropóloga costarricense Mayra Zapparolli: “Se puede afirmar que los grupos migrantes no son identidades homogéneas. En su interior hay diferencias culturales, generacionales, sexuales, políticas y económicas, así también serán las prácticas y las celebraciones religiosas” (2014, p. 65).
En relación con las formas de diversión y entretenimiento, asociadas con festejos religiosos católicos, podemos observar en distintos contextos nacionales las diferencias entre los elementos y ritos, ya sea en las fiestas del ciclo navideño o de la semana santa, donde la nota distintiva está en seleccionar la vestimenta, la decoración, la presentación y el contenido de platillos y bebidas y otros con base en el gusto. De manera similar a la obra de arte, estos elementos “adquieren sentido y revisten interés sólo para quien posee la cultura, es decir, el código según el cual está codificada” (Bourdieu, 2010, p. 233). Por lo tanto, el consumo cumple una función social de legitimación de las diferencias sociales.
Sin embargo, en relación con mujeres migrantes, Zapparolli apunta que estas no son unas simples desterritorializadas gracias a que:
la migrante se vale del sentimiento de religiosidad popular que conserva y lleva consigo a donde vaya ... cuando la cruza (la frontera) se convierte en el otro y debe recurrir a algunas prácticas religiosas que la hagan sentir vinculada a su país de origen (2014, p. 89).
En los acápites siguientes presentamos un esbozo de la celebración de la Purísima por inmigrantes nicaragüenses en los que encontramos un común denominador, pero con matices diferentes en los elementos según la fiesta, ya sea en la embajada de Nicaragua, en San José o en otros barrios donde residen o se reúnen los inmigrantes.
En Costa Rica
El movimiento de grupos inmigrantes al territorio de la actual Costa Rica es un fenómeno antiguo, pues, desde la ocupación del continente americano han transitado millones de personas por este, desde pueblos autóctonos u originarios hasta los esclavos traídos por los españoles durante el período de la Conquista y la Colonia. En la época republicana, el flujo migratorio, el cual ha dejado una impronta similar a la del siglo XVI, se dio a finales del XIX con la construcción del ferrocarril al Caribe y el establecimiento de un enclave bananero. Estas dos grandes empresas fomentaron el ingreso de jamaiquinos y otros trabajadores del Caribe insular, chinos, italianos, ingleses y, en general, personas procedentes de distintos países europeos y latinoamericanos.
En los decenios siguientes continuaron llegando inmigrantes de distinta procedencia étnica y nacional (asiáticos, judíos, árabes, suramericanos), pero no fue hasta las últimas décadas del siglo XX y el inicio del XXI que se reconocieron las oleadas de migrantes de otros países centroamericanos, sobre todo del vecino del norte: Nicaragua, en donde la pobreza y la falta de oportunidades económicas han sido factores de expulsión.
Las causas son variadas y se cifran en los motivos políticos (huir de la dictadura somocista y de la guerrilla, desacuerdo con el gobierno sandinista) y económicos (bajo nivel educativo de la población, situación de pobreza de Nicaragua, en donde las familias han perdido sus tierras y sus cosechas ante la complicidad de políticos corruptos; los huracanes como Mitch, recientemente Otto; terremotos que aunados provocan una disminución de fuentes de trabajo). Estos factores influyen en que “quienes arriban a Costa Rica, generalmente no poseen documentos oficiales y, por lo tanto, no pueden acceder a salarios mínimos o a ciertos servicios sociales” (Sandoval, 2002, p. 59).
Como apunta Sandoval, para las y los costarricenses las representaciones sociales de los nicaragüenses son de “nicas ilegales”. En zonas rurales llegan oleadas de inmigrantes para la cosecha del café o del melón, la zafra de caña de azúcar; en las ciudades, la mayoría de los hombres se emplean en la seguridad privada y como peones de construcción y las mujeres como empleadas domésticas o en fábricas.
La situación migratoria entre Nicaragua y Costa Rica estrecha fuertemente sus vínculos culturales. Según datos del Quinto Informe del Estado de la Región en Desarrollo Humano Sostenible (Programa Estado de la Nación, 2016), en 2010 cerca de 8 % de los habitantes de Costa Rica eran nicaragüenses; estos representaron el 90.1 % de la población migrante dentro del territorio costarricense. De igual forma, vemos que de la masa migrante nicaragüense dispersa en todo el mundo, el 48.38 % radica en Costa Rica y 41.6 % en los Estados Unidos.
La fiesta de la Purísima con la celebración de la Gritería se celebra en varios lugares de Costa Rica, como por ejemplo en el poblado Los Chiles, ubicado en la zona fronteriza en el límite con el río San Juan, por lo que desde hace muchas décadas son frecuentes las uniones mixtas entre nicaragüenses y costarricenses; esto ha facilitado el desarrollo de prácticas biculturales con elementos de ambos países. De igual forma, en la Iglesia de Sabanilla de Montes de Oca se festejó la Gritería por varios años desde 2010, pero como opinaron varios feligreses, ello se explicaba por la vocación de apoyo que el cura párroco tenía para con las personas inmigrantes. Posteriormente, el cambio de cura párroco en el año 2017 provocó que dicha práctica fuera perdiéndose y en 2018 la Pastoral Social de la comunidad buscó realizar una actividad pequeña que no fue replicada en años siguientes.
En el Valle Central se destaca el Parque de la Merced, ubicado en el centro de la capital, al lado de la avenida más amplia de la ciudad y en medio de una popular zona comercial y hospitalaria que ya perdió su pasado de casas de habitación. A mediados del siglo XX los migrantes nicaragüenses solían tener como punto de encuentro el Parque Central de San José, por lo que el expresidente Anastasio Somoza decidió obsequiarle un gran domo con el fin de mantener un vínculo con la población nicaragüense radicada en Costa Rica y agradecerle la amistad a su homólogo costarricense Rafael Ángel Calderón Guardia en 1945. En respuesta, la Curia Metropolitana decidió nombrar Patrona del Cabildo Metropolitano a la Inmaculada Concepción de María. De acuerdo con los registros de la curia, esto se hizo con el fin de que el patronazgo y el domo fueran parte de un conjunto que patentara la amistad entre ambos países y expresara el interés de solidaridad y acogida de los migrantes.
No obstante, décadas después, el gobierno de Costa Rica comenzó a registrar a todo migrante que se encontrara en el Parque Central para identificar a los indocumentados y deportarlos. Ante la situación, la población migrante nicaragüense fue cambiando su sitio de encuentro unas seis cuadras, en el Parque Braulio Carrillo, conocido como Parque de la Merced por la advocación patrona de la iglesia que queda en frente. Para finales del siglo XX dicho espacio se convirtió en el lugar de reuniones de las y los nicaragüenses, donde refuerzan su cohesión al platicar y añorar sobre su país de origen mientras comparten alimentos y productos nicas; además, hablan sobre las experiencias que pasan a causa de su condición migratoria y se apoyan mediante redes informales de empleo para quienes pasan dificultades.
Como las requisas policiales y los arrestos a indocumentados continúan en el nuevo espacio, aquellos que peligran de deportación o encarcelamiento se refugian en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced cada vez que llega la policía. Por ello a inicios del siglo XXI la Iglesia decidió fundar una Pastoral del Inmigrante como red de apoyo para esta población que sufre el dolor del desarraigo territorial y de la persecución.
Por iniciativa de los miembros de la Pastoral del Inmigrante (organización pastoral católica en la provincia de San José), conformada principalmente por nicaragüenses, aunque también por colombianos, se le solicitó a la Iglesia de la Merced que les permitiera festejar la Gritería. Un miembro nos relataba “nuestro interés es que nuestros hermanos nicaragüenses se sientan acogidos y protegidos, por eso exponemos la imagen de la Purísima, la protectora de nosotros los migrantes que encontramos refugio en ella, para estar más cerca de Nicaragua” (comunicación personal, enero de 2016).
En La Merced, para la Gritería, la iglesia recibe donaciones de empresarios nicaragüenses que viven en Costa Rica, las cuales posterior a la misa se dan como “brindis” a todas las familias que lleguen a gritarle a la Virgen. No obstante, la organización, preparación de alimentos y decoración del altar se encuentra por completo en manos de la Pastoral del Inmigrante. El Maestro de Capilla de la Iglesia de La Merced dice que por varios años han tratado de coordinar con la Embajada de Nicaragua para realizar una Gritería en conjunto, pero “no se logra pues ellos dicen que ellos hacen su propia Purísima, entonces que no podemos festejarla juntos”. Pese a ello, un miembro de la pastoral nos comentó “festejando la Gritería no nos sentimos tan migrantes, es como estar con la familia”. La festividad en el caso de La Merced ayuda a los feligreses a sentirse refugiados y disfrutar de su identidad sin ser discriminados.
Por la pandemia del COVID-19, entre los años 2020 y 2022 la Pastoral del Inmigrante no pudo realizar la festividad de la Purísima con la tradicional Gritería, menciona un miembro: “nos prohibieron hacer cualquier cosa, pero como esto ya va pasando, desde enero de este año [2023] ya comenzamos a economizar para que este año podamos hacer una actividad bien grande y bien bonita” (anónimo, entrevista, marzo de 2023). Explicó el entrevistado que las restricciones del Ministerio de Salud y las órdenes de cautela de la Conferencia Episcopal les dolió, pues tenían mucha ilusión de poder ayudar a familias necesitadas “motivados por el carisma de Nuestra Señora en una fecha tan importante como el 8 de diciembre, que para muchos migrantes que perdieron a sus familias en el extranjero por el COVID, hubiera sido un acto bonito de recordarlos” (comunicación personal, marzo de 2023).
En la ciudadela de La Carpio, al sur de la capital, se ubica la mayor concentración de población nicaragüense en Costa Rica. Para el censo del 2000, de 13 866 personas censadas, casi 50 % eran migrantes nicaragüenses, pero el crecimiento de esta población ha aumentado en los últimos años (Ibarra Arana, 2015, p. 116). Sandoval et al. (2010) describen la zona como un lugar olvidado por la sociedad costarricense donde se trata de encapsular todo aquello que se rechaza: basura, aguas negras, delincuencias, migrantes, violencia y drogas; por lo que se ha convertido en un foco de pobreza que mezcla sentimientos de orgullo, nostalgia, vergüenza, discriminación y miedo.
Como explica Ibarra Arana (2015), contrario a las prácticas de algunos migrantes de dispersarse en diversos barrios para lograr una invisibilización social que les evite ser discriminados y tener oportunidades de trabajo, en La Carpio sus habitantes sobreviven pese a que la localidad visibiliza y les enmarca en un estigma social muy vigente. Por este motivo, la Iglesia de La Carpio tiene una “Pastoral de Acogida”, la cual se encarga de velar por una religiosidad popular con el fin de permitirle a los migrantes “reafirmar su identidad frente a su autoanulación y frente al debilitamiento de su identidad católica partiendo de lo más valioso de su herencia cultural” (2015, p. 121). Debido a ello, y motivados por evitar “un ghetto confrontativo o la simple asimilación”, la Pastoral se inspira de la Instrucción Pontificia Erga Migrantes Caritas Christi para buscar la inculturación16 de la fe, ya que consideran que “no se puede evangelizar sin entrar en profundo diálogo con las culturas” (p. 116).
De esta forma, la Pastoral de Acogida se puso como objetivo lograr un diálogo intercultural que permita “la preservación del patrimonio cultural de los inmigrantes” (Ibarra Arana, 2015, p. 121) con la imagen de la beata salesiana Sor María Romero, nacida en Nicaragua, pero que póstumamente recibió la Nacionalidad Honorífica por parte de la Asamblea Legislativa de Costa Rica. Entre las actividades más importantes que la Iglesia realiza en La Carpio se encuentra la celebración de la Purísima al estilo nicaragüense: se reza todos los días la Novena de la Purísima Concepción de María en el rosario de la alborada a las 5:00 a. m., se entonan los mismos cantos que en Nicaragua, se celebra una misa especial, se prepara una carroza que desfilará por la ciudadela y se les da a algunas casas de la comunidad “imágenes peregrinas” de la Virgen. Las casas que acogen la imagen deben también recibir la visita de los feligreses que llegan cantando el 7 de diciembre y reparten dulces y frutas.
Para la celebración de la Gritería, La Carpio no es la misma, en las calles se ven altares iluminados, se saborean las cajetas y nacatamales, se huele el incienso y la pólvora, se oyen los cantos, pero sobre todo se da “como una especie de tregua social entre los grupos de jóvenes involucrados en disputas territoriales tipo pandilla” (Ibarra Arana, 2015, p. 145). Esta tradición que migró del país vecino impone en su fiesta una solidaridad entre migrantes que comparten los valores de la convivencia pese a la exclusión que sufren diariamente.
La Gritería en El Salvador
Las migraciones de nicaragüenses a El Salvador desde mediados del siglo XX han sido recibidas de diferentes formas por la sociedad salvadoreña, en algunas ocasiones con actitudes de xenofobia, otros con tolerancia. Los problemas que implica la migración han tratado de ser solucionados en cierta medida por los gobiernos al pactar el Memorándum de Entendimiento, el cual da facilidades para que los migrantes indocumentados regularicen su estado migratorio y permite que en algunos casos estos puedan disfrutar de la vida pública sin temor a que se les reproche su estado de indocumentados y se les deporte.
En el municipio de Santa Rosa de Lima, ubicado en el Departamento de La Unión, se ha dado un incremento importante de migrantes nicaragüenses y hondureños por su ubicación cercana al multinacional Golfo de Fonseca. Frente a la movilización nicaragüense, el cura párroco decidió, en 2001, empezar a realizar la celebración de la Gritería con el fin de incluirlos. La iniciativa fue bien recibida por el Comité de Festejos, conformado por santalimeños y nicaragüenses, pues lo describen como “estar, a través de la fe, un poquito en casa” (Ramos, 2008, p. 32) y, además, lo califican como un acto de hermandad, humanismo y solidaridad para evitar la tristeza y la nostalgia. Para el evento, el Comité de Festejos organiza las diferentes actividades típicas del país de origen, sin embargo, para la gorra, recibe donaciones de los feligreses como ofrendas a la Virgen para que les conceda favores, usualmente productos típicos de Nicaragua que luego reparten a los niños y las niñas.
En el transcurso de las fiestas se realizan juegos nicaragüenses, entre ellos, se gritan bombas, práctica ajena a los salvadoreños, por lo que incluso puede generar molestias. Entre ellas se pueden escuchar: “Sabemos que en Nicaragua, se inició la Purísima Concepción, pero hoy en El Salvador, se continua la tradición …. El amor de las salvadoreñas, es como el árbol frutal, apenas da cosecha, se le arrima todo animal” (Ramos, 2008, p. 41).
La investigadora salvadoreña Elsa Ramos, especialista en Estudios Latinoamericanos, expone que en estas actividades se ve una gran empatía por parte del pueblo salvadoreño, ya que ellos mismos recuerdan que varios millones de sus compatriotas se encuentran en condición migrante en otros países. Por su parte, en cuanto a los nicaragüenses que disfrutan del festejo, ella explica: “cuando se está lejos, estos actos de celebración de fiestas nacionales se sienten más, por la nostalgia de no estar en el suelo materno” (2008, p. 42). De esta forma, la Gritería tiene para las y los migrantes de Nicaragua un significado de arraigo cultural y de reafirmación de la identidad allende las fronteras nacionales.
En Louisiana, Estados Unidos
Estados Unidos es el segundo país donde hay más inmigrantes nicaragüenses, ya sea que emigraron en la década de 1950, o bien, durante el período de la guerra civil. En este acápite presentamos un esbozo de la celebración en el sureste del estado de Louisiana, región donde confluye la población criolla y numerosos inmigrantes, entre ellos nicaragüenses que, aunque han adoptado muchos patrones del estilo de vida de New Orleans, conservan las tradiciones de su país de origen.
La principal de estas tradiciones es la Gritería, festejo popular que mezcla el espíritu religioso y la diversión, lo que podría ser un elemento que facilitó a la población nativa criolla la aceptación y colaboración con los inmigrantes de Nicaragua, ya que la Gritería posee algún punto en común con el Mardi Gras, el cual tiene raíces católicas, aunque luego se sincretizó y adquirió un sentido carnavalesco. Por lo contrario, en la Gritería no se presentan rasgos carnavalescos en el sentido de Bajtin (1990), lo más cercano a lo hiperbólico podría ser el derroche de alegría, cantos, gritos de frases católicas, obsequios o brindis, pero, el significado es diferente en ambas fiestas populares. En el carnaval domina la transgresión y la burla a lo sagrado, mientras que en la Gritería el referente es la devoción a la Purísima.
Tras este paréntesis sobre la diferencia en los festejos populares, la estadounidense Denisse Neu (2015) enfatiza el fondo católico de la Gritería de la Iglesia de San Jerónimo en Kenner, Louisiana, cuya celebración se inició en 1999. Desde entonces un grupo organiza actividades de beneficencia, como rifas y venta de comidas con el fin de ahorrar para decorar el altar y ofrecer un obsequio o brindis a los asistentes, entre los cuales hay población nativa y otros latinoamericanos.
La celebración se adapta al nuevo entorno, pues en Nicaragua como le comentó un inmigrante a Neu “las iglesias están vacías y las calles llenas de gente” (2015, párr. 11), pero en Louisiana se debe festejar dentro del templo, donde decoran un altar con la imagen de la Virgen, hacen guirnaldas con cintas azul y blanco, como la bandera de Nicaragua, e inician una procesión con la imagen y otros símbolos patrios de su país. La actividad finaliza con el obsequio que incluye nacatamales, ayote con miel, bocadillos y golosinas para el disfrute de niños y adultos.
La fiesta se enfoca en un altar a la Virgen y en los obsequios en un salón parroquial, aunque no recorran las calles y canten en los altares de la vecindad. El espíritu religioso es fundamental, pues hace algunos años organizaron un concurso de altares y ante la amenaza de cambiar el sentido de la celebración no volvieron a actividades competitivas. Para los inmigrantes la festividad es una oportunidad de encontrase con sus compatriotas y compartir la tradición, en la cual los cantos son la constante del evento.
Valores y sentido de la Gritería
Consideramos que los valores están enraizados con la parte profunda de una cultura y, por lo tanto, tienen mayor sentido para un determinado grupo social. Aquellos que se transmiten de una generación a otra son los que calan en la gente, quienes los practican como parte de su cotidianeidad. Aunque la celebración de la Purísima y la Gritería es un gran acontecimiento en toda Nicaragua, así como para los que viven fuera de esa república, esta ocupa un lugar de fiesta especial y, para efectos de vigencia cultural, los festejos son parte de la vida cotidiana. Como expresaron las personas entrevistadas: dicho evento es la víspera del día de la Inmaculada Concepción de María con otras actividades el propio 8 de diciembre, pero, al día siguiente, ya las familias buscan las estrategias para ahorrar y poder adquirir materiales para el altar y el brindis.
Entonces, nos preguntamos: ¿cuál es la clave para que la Gritería mantenga su vigencia? La respuesta es el sentido que le otorgan a la participación popular y comunitaria, cifrado en valores de convivencia con la comunidad y con los visitantes, además del valor de la creencia religiosa manifestado en signos externos de culto como los rezos del novenario y en los cantos de esperanza y júbilo.
Aunque la situación económica no mejore, el pueblo continúa −dentro y fuera el país y en un contexto de limitaciones económicas por la pobreza− arraigado a esta tradición. Coincidimos con Mayra Zapparolli en cuanto la celebración de “La Gritería”:
no deja de sorprender cómo las personas sin distingos de clase social o credo político, acuden a las celebraciones de la Virgen, las calles se cierran, se visitan los altares y son mares de gentes los que circulan por ellas, saludándose, abrazándose e intercambiando regalos. Atrás queda cualquier diferencia que se pueda interponer entre ellas, las bombetas y cachiflines, la música y los vivas a la Virgen no dan tregua a los oídos que pronto se acostumbran al ruido ensordecedor, los olores a comidas, inciensos y perfumes aromatizan los lugares por donde se pasa (2014, p. 157).
De las entrevistas realizadas hay una percepción general en torno a los cambios, principalmente, en lo que se obsequia en el brindis o gorra y en la duración, pero también en cuanto a lo subjetivo: la motivación y la devoción de los peregrinos. Para hacer la gorra, en los mercados populares ha disminuido la venta de canastas de fibras vegetales, pitos, matracas, escobas y demás objetos tradicionales, ya que ahora usan platos, vasos y panas (recipiente, bol) plásticos o de melanina; de igual forma ya no se dan tantos dulces tradicionales porque se regalan más elementos de la canasta básica; además, antes las fiestas podían llegar hasta la mañana del día siguiente.
Las percepciones en los cambios subjetivos pueden variar e incluso ser contradictorias entre las y los encuestados; mientras unos perciben que en la actualidad hay más motivación por competir, otros ven que la gente ahora es más movida por la solidaridad; mientras unos dicen que el fervor se está perdiendo, otros sienten que en el presente hay más devotos a María porque hay menos violencia en las fiestas. Asimismo, algunos alegan que desde el triunfo de la Revolución sandinista, según opinan participantes en el evento (comunicación personal, 2013), “hay menos violencia, está más organizado, antes los somocistas aprovechaban la pólvora de las fiestas para matar sandinistas a escondidas” y otros señalan que “la tecnología no deja que le enseñemos a las nuevas generaciones la devoción”, por lo que temen que los valores religiosos y populares se pierdan.
La Revista Envío, de la Universidad Centroamericana de Nicaragua, nacida en 1981 como noticiero al mundo externo del proceso revolucionario sandinista, recalca la importancia de la solidaridad y la cooperación en la Gritería como ejes directores de esta tradición:
Después del triunfo de la revolución, la celebración de la Purísima trata de hacerse más comunitariamente … en cada cuadra o grupo de vecinos organizan la Purísima de forma colectiva. Todos contribuyen para comprar las decoraciones, regalos, dulces y frutas y así celebrarlo conjuntamente (s. f., párr. 6).
A pesar de los cambios sociopolíticos, nacionales y mundiales, la fuerza de la Gritería como tradición se ve revitalizada por los valores de la devoción, la paz, el respeto, el compañerismo, la solidaridad, el compartir, el refugio. Como señala un artesano entrevistado en relación con la interiorización de los valores religiosos en las vivencias personales: “la unión familiar y social durante los conflictos y dificultades, que nos recuerda que, aunque estemos mal o fuera del país tenemos que tener fe ante los momentos difíciles, como la Virgen al ver a Su Hijo sacrificado” (comunicación personal, 2014).
Conclusiones
En suma, la Gritería es una tradición que reúne los cinco ámbitos del patrimonio cultural enunciados en la Convención de la Salvaguardia del PCI (UNESCO, 2003): tradiciones orales sobre la aparición de la Virgen (cánticos y plegarias religiosas); elaboración de platillos y bebidas tradicionales; actos festivos y rituales dentro y fuera de los templos; artesanías tradicionales como ornamentos de cerámica, cestas para depositar frutas y otros alimentos.
Sin embargo, no ha sido declarada oficialmente como PCI por la UNESCO. Esta celebración ejemplifica que el patrimonio cultural es una construcción histórica y evidencia que las distintas prácticas discursivas de las y los nicaragüenses que habitan en su país, así como de aquellos que han emigrado, son un caso no solo de patrimonio vivo y representativo del pueblo nicaragüense, sino también un elemento para la lista de buenas prácticas.
La Gritería cuenta con el aval del Gobierno de la República y de los municipios, de las autoridades de la Iglesia Católica y, sobre todo, de la población nicaragüense que la celebra con diferencias marcadas por el poder adquisitivo. Sin embargo, es paradójico que, a pesar de la confluencia de beneplácito de la festividad, esta se halla en un contexto de marginalidad debido a la situación económica que atraviesa la mayoría de la sociedad nicaragüense.
La Gritería es un festejo sígnico, ya que todo el proceso de organizar y realizar la actividad está llena de signos internos y externos, los cuales adquieren un sentido simbólico que puede ser objeto de diferentes lecturas: desde las personas creyentes y practicantes del catolicismo es señal de fe y caridad; desde la Antropología Social es un fenómeno sociocultural que recrea prácticas y creencias, sustentado en valores de identificación y de convivencia con el grupo, ya sea como una herramienta de cohesión social −dentro y fuera del territorio−, para enfrentar las vicisitudes en tiempos de adversidad o disfrutar las situaciones en tiempos de bonanza. Consideramos conveniente retomar aquí las palabras de Guillermo Bonfil Batalla:
cuando hablamos del patrimonio cultural de un pueblo, nos estamos refiriendo precisamente a ese acervo de elementos culturales, tangibles unos, intangibles los otros, que una sociedad determinada considera suyos y de los que echa mano para enfrentar sus problemas (de cualquier tipo, desde las grandes crisis hasta los aparentemente nimios de la vida cotidiana); para formular e intentar realizar sus aspiraciones y sus proyectos, para imaginar, gozar y expresarse (1997, p. 129).
En dicha festividad no hay exclusiones, pues se comparte la alegría (sentimiento humano de gran estima en el pueblo nicaragüense) y los bienes materiales del obsequio, brindis o gorra con desconocidos, incluso con personas de otras religiones y, en el caso de los migrantes, hasta con costarricenses y salvadoreños. Esto permite, por un lado, olvidar la xenofobia que, lamentablemente, todavía se encuentra presente en algunos grupos y, por otro, olvidar las riñas de pandillas como si durante ese día no existieran diferencias.
Las prácticas discursivas de la Gritería nos permiten comprender las múltiples dimensiones que poseen los festejos populares, donde confluyen y hasta se mezclan elementos históricos en la confección de objetos artísticos, tales como los altares y los cánticos, los rituales religiosos y seglares en la elaboración de platillos y bebidas y los gritos en las calles. Esto otorga sentido de identidad a un pueblo.
La actividad es una fiesta popular en la que también participa la Iglesia católica, el Gobierno de la República y los gobiernos de los municipios, los cuales paralelamente levantan sus altares para ser vistos por el público que pasa por las calles. Pero, en las barriadas más pobres, las familias autogestionan la confección del altar, de la gorra y del brindis u obsequio que compartirán con cualquiera que se acerque.
La Gritería es una mezcla de trabajo y diversión, de devoción y competencia y de aprovechar los ratos libres del año para que el día de la víspera sea posible celebrar y agradecer a la Purísima y compartir con todos las gracias que dio durante el año. Es de subrayar que a pesar de todas las vicisitudes que ha vivido el pueblo nicaragüense, la Gritería se ha perpetuado en la cotidianidad sin necesidad de recurrir a transformarse en un espectáculo o un objeto “turisteado”, con lo cual se podría perder su valor como referente identitario para adquirir un valor de mercancía cultural.
En la tradición de la Gritería, las ciudades de León y Granada han tenido fama por lo fastuoso de los ornamentos, así como por ser las procesiones con más música y gente. Sin embargo, desde finales del XX se ha difundido a casi todo el país y se celebra hasta en el extranjero, donde hay mayores núcleos de migrantes nicaragüenses, como en Estados Unidos, El Salvador y Costa Rica.
En su condición de grupo minoritario y en un contexto sociocultural diferente al de su lugar de origen, con el fin de aminorar los efectos de la migración, los nicaragüenses deben buscar estrategias para que, consciente o inconscientemente, se puedan adaptar en la nueva sociedad, ya sea donde residen o trabajan. Las celebraciones religiosas ocupan un rol como elemento que coadyuva a la inserción. El caso del festejo de la Gritería entre inmigrantes nicaragüenses es un ejemplo que ilustra el proceso de integración sociocultural de los y las migrantes en el nuevo contexto y de su descendencia con los compatriotas de sus progenitores.
En Nicaragua y en otros países existen bienes culturales que han sido proclamados y son parte de la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial Mundial. No obstante, algunos de esos elementos corren riesgos en la transmisión de una generación a otra. Las comunidades portadoras o los gobiernos alegan que es difícil desarrollarlas por el elevado costo de las actividades, por lo que la población joven no las conoce ni valora; además, para observarlas hay que asistir a un espectáculo oficial que promueve la cultura o pagar el precio de un atractivo turístico.
Aunque en otros países las normas sanitarias prohibieron su realización, en Nicaragua, esta festividad es de tal importancia que varias semanas antes de la celebración del año 2020, en el cual la pandemia causó tanto dolor en el mundo, las autoridades de salud brindaron recomendaciones para aquellas personas que saldrían a visitar altares (Schiffman, 2020). Al fin de cuentas no todos las siguieron y a pesar de los llamados para evitar multitudes, siempre se realizó la Gritería. La muchedumbre se concentró en los atrios de las iglesias y parques aledaños, en donde funcionarios gubernamentales repartían el brindis a niños, jóvenes y adultos que, con o sin tapabocas, hacían fila para recibir su “gorra”. Así, según testimonios de migrantes:
No importaron las medidas de regulación y de protección para la población, pues el móvil era utilizar el fervor por la Virgen y aparentar que sigue la alegría, actitud común en nuestros países, para proyectar una imagen con la leyenda ningún malestar aqueja al pueblo (Comunicación personal, marzo, 2021).
El presente trabajo fue un acercamiento a una celebración de carácter religioso y lúdico que conjuga ritualidad, festividad, fe, esperanza y organización. La participación se incrementa anualmente en todo el país y allende las fronteras, donde haya núcleos de migrantes nicaragüenses que quieran compartir su cultura y reconfortarse en sus prácticas de solidaridad, ya sea en tiempos de bienestar o desdicha, de salud o de riesgo por coronavirus.
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Notas
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