InterSedes, Revista electrónica de las sedes regionales de la Universidad de Costa Rica,
ISSN 2215-2458, Vol XXI, Número 44, Agosto – Diciembre, 2020.
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TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA DE LA IMAGEN EN JUAN DAMASCENO
PICTURE THEOLOGY AND PHILOSOPHY IN JUAN DAMASCENO
Randall Carrera Umaña
1
Recibido: 28.03.20
Aprobado: 22.06.20
DOI: 10.15517/isucr.v21i44.43939
Resumen
En esta investigación se defiende la tesis de que los postulados teológicos, con los que Juan
Damasceno construye su defensa de las imágenes sagradas, pueden considerarse como un aporte
significativo para la elaboración de una filosofía de la imagen. Razón por la que se presenta un
estudio de sus principales tesis en esta área; las cuales, posteriormente, son analizadas en relación
directa con los principales teóricos contemporáneos de la filosofía de la imagen.
Palabras clave
Patrística; estética; imagen; teología de la imagen; filosofía de la imagen.
Abstract
In this investigation it is defended the thesis that the theological postulates with which Juan
Damasceno constructs his defense of sacred pictures, can be considered as a significant
contribution towards the construction of Picture Philosophy. For this reason a study of his principal
thesises in this area is presented, which later will be analyzed in direct relation to the main
contemporary theoreticians of Picture Philosophy.
Keywords
Patristics; aesthetics; picture theology; picture philosophy.
1. Introducción
1
Costarricense. Filósofo. Coordinador de la Sección de Filosofía y Pensamiento, Escuela de Estudios Generales de la
Universidad de Costa Rica, San Pedro, San José, Costa Rica. Candidato al Doctorado en Filosofía
Universidad de Granada. Email: randall.carrera@ucr.ac.cr Orcid: https://orcid.org/0000-0003-3986-4220
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El pensamiento de Juan Damasceno (675-749), ofrece un aporte significativo en lo
relacionado al tema de la defensa de las imágenes sagradas, su reflexión no se limita a una simple
apología; elaborada en un contexto de controversia política y teológica, sino que presenta una
estructura conceptual que puede considerarse como toda teología de la imagen. La cual ofrece un
aporte significativo para la reflexión filosófica sobre este tema.
Con la finalidad de evidenciar dicha contribución se parte de una ubicación de la
controversia iconoclasta en la que se encuentra inserto este Padre de la Iglesia. Posteriormente, se
analizan los postulados teóricos, desde dos categorías claves: la imagen y la veneración. A partir
de estos argumentos se construye una propuesta de filosofía de la imagen, tomando como base la
relación existente entre las tesis del Damasceno y los postulados planteados por Huberman, Belting
y Bohem. Se finaliza con la elucidación de algunas conclusiones en torno a la temática. La fuente
utilizada es la obra Los tres discursos contra los que atacan las imágenes sagradas (726-730),
principalmente su tercer discurso, por ofrecer una síntesis concisa de su pensamiento y presentar
la clarificación terminológica necesaria para un análisis de esta temática.
1.1. El contexto de la polémica
Juan Mansur, conocido posteriormente como Juan Damasceno, nació en una familia de
bases cristianas inserta en la transición de la cultura griega- siriaca al Islam, laboralmente se
desempeñó como ecónomo del Califato de Omeya, en un ambiente abierto a la tolerancia religiosa,
en el que los cristianos eran considerados como ciudadanos de segunda clase. Es catalogado
además, como el último de los Padres de la Iglesia, realizando una obra literaria de corte teológico-
pastoral, principalmente a partir de su retiro en el monasterio de San Sabas (Trevijano, 2017).
Antes de su reclusión monástica, se enfrentó a las directrices iconoclastas del Emperador
León III, a las cuales respondió con una obra, en la que se buscaba que el pueblo sencillo
comprendiera y asumiera una posición crítica con respecto a este tema (Torres, 2012). Su labor
iconódula fue condenada por el Concilio de Hieria (754), pero avalada posteriormente por el II
Concilio Ecuménico de Nicea en el 787.
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1.2. La disputa iconoclasta
Tal como se mencionó, el Emperador León III emitió en el año 726 una serie de criterios
en contra del culto a las imágenes, no existe un consenso entre los historiadores en torno a las
causas que originaron esta situación (Suspichiatti, 2010). Sin embargo, entre su génesis pueden
enumerarse algunos aspectos de orden político y económico:
Políticamente debe tenerse claro que en este contexto las imágenes significaban una traba
en las relaciones de Bizancio con el Islam y con los judíos, en cuyas tradiciones no había espacio
para las imágenes, además, es importante tomar en cuenta que las relaciones entre Oriente y
Occidente se encontraban en un punto álgido de tensión, principalmente luego de que Roma
ofreciera su apoyo incondicional a Carlo Magno. De manera que la querella iconoclasta puede
verse como una medida indirecta de Bizancio para marcar una distancia con respecto a Roma. En
lo relacionado a lo económico, cabe acotar que la persecución iconoclasta se orientó de manera
particular hacia los monasterios, permitiendo la apropiación de sus bienes y tierras (Barbé, 2009).
Oficialmente la crisis iconoclasta finaliza con la postura de la Iglesia en el II Concilio de
Nicea, en el cual se asumen las tesis de Juan Damasceno, sin ninguna referencia directa a su autoría,
para anatematizar cualquier postura de esta índole: “Nosotros recibimos las sagradas imágenes,
nosotros sometemos al anatema a los que no piensan así” (Dezinger, §306).
2. Estructura teológica de la defensa de las imágenes
En este contexto Juan Damasceno estructura su apologética, desde dos categorías claves:
la imagen y la veneración, a partir de un esquema común con algunas variantes particulares, pero
centrado esencialmente en analizar: su definición, razones, y tipologías de ambos tópicos.
2.1. La imagen
El análisis de Juan Damasceno en torno a la imagen, se estructura de la siguiente manera:
2.1.1. Definición
En primer lugar centra su atención en la noción de imagen, la cual hace una referencia
directa a “una semejanza, un modelo y una reproducción de algo que muestra en misma lo
representado” (Damasceno, §16), de manera que la imagen conlleva un vínculo directo con lo
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simbolizado, pero también una clara diferencia, pues es incapaz de representar todas las
características del modelo que le da origen, o bien, tal como sucede con el Hijo, el cual a pesar de
ser imagen del Padre, posee diferencias, pues el Hijo no es el Padre (Damasceno,§16).
2.1.2. Origen de la imagen
En un segundo momento el autor responde a la interrogante en torno al origen de la imagen,
su razón de ser radica en su capacidad para representar y mostrar lo oculto (Damasceno,§17). Desde
su perspectiva, la imagen cumple una tarea de orden epistemológico, ya que le corresponde guiar
el conocimiento en aquellas situaciones donde el entendimiento se encuentra limitado, dígase en lo
relacionado a lo invisible, al orden de acciones futuras, y a los lugares donde la persona se encuentra
ausente y limitado por el espacio y el tiempo. De esta manera propone que la imagen fue creada
como un auxilio para que el hombre se aproxime a aquellas nociones que por mismo le es
imposible conocer, evidenciando lo oculto y útil presente en los objetos perceptibles y que de esta
forma el hombre pueda distinguir lo bueno de lo malo, el bien del mal.
2.1.3. Tipología de la imagen
En un tercer momento, el autor parte del presupuesto de que no todas las imágenes son
iguales; por lo que propone cinco tipos de imágenes. Su estudio ubica como primera a la imagen
natural, categoría utilizada para diferenciar lo que es por naturaleza, de aquello que existe de
manera contingente y por imitación. El ejemplo de esta imagen sería el Hijo, como imagen idéntica
y natural del Padre, ya que “el Hijo es imagen natural del Padre, idéntica y semejante en todo al
Padre, menos en la ausencia de generación y la paternidad” (Damasceno,§18). Esta imagen atañe
también al Espíritu con respecto al Hijo, cuya diferencia radica en la procedencia, al ser este
engendrado y no procedente.
El segundo tipo de imagen corresponde a aquellas cosas que han sido creadas desde la
eternidad por la voluntad inmutable del Padre, las cuales surgen en el momento predeterminado
por Él, “Sucede que son imágenes y modelos de las cosas que llegarán a ser por su intervención”
(Damasceno, §19) y que se manifestarán en momentos concretos de la historia
La tercera forma de imagen corresponde al hombre, el cual surge por imitación, ya que la
creatura no puede ser de la misma naturaleza que el Creador, Él cumple, desde su realidad, la
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función de señorío sobre la creación, tal como se narra en el libro del génesis. Por su parte, la cuarta
forma hace una referencia directa a la Sagrada Escritura “que representa figuras, formas y modelos
de las cosas invisibles y carentes de cuerpos, que reciben un modelo corporal de cara a una
comprensión aproximativa de Dios y los ángeles [...]” (Damasceno, §21). Quiere decir que la
Escritura permite establecer el uso de imágenes con una función análoga a las realidades divinas,
las cuales ayudan a alcanzar una contemplación gradual de las cosas ininteligibles.
La quinta forma realiza una referencia directa a aquellas imágenes del discurso teológico
que aluden y prefiguran de antemano a aquello que va a suceder, tal como acaece con la imagen de
la zarza la cual visualiza la presencia de Dios o el agua que alude directamente al bautismo (Ex.,3,2
y Ex.16,33). Finalmente, la sexta forma es la de la imagen que permite recordar los acontecimientos
asombrosos y facilitar su recuerdo; o en su defecto señalar los ejemplos reprobables y modificar
las acciones futuras. Se trata de una forma que posee dos aristas, pues por una parte se visualiza en
temáticas claves de la escritura, tales como las tablas de la ley (Dt.5,22) donde ésta se encuentra
escrita, por lo que constituye una imagen concreta y por otra parte, imágenes cuyo contenido atañe
a elementos claves de la historia del pueblo de Israel y grabados de manera particular en su
memoria, tal como el arca o las doce piedras tomadas del río Jordán.(Ex.16,33 y Ex.28, 9-12).
Todo esto le permite afirmar que “registramos con amor las imágenes de los hombres
virtuosos del pasado, para que sirvan de estímulo, para guardar su memoria y para que nos
estimulen” (Damasceno,§23). Presentando un vínculo directo de la imagen no solo con el presente,
sino también con el pasado y el futuro.
2.1.4. Que contiene y que no contiene la imagen
El cuarto punto se refiere a lo recogido o no en la imagen y cómo se representa cada cosa
en ella, en este aspecto el autor toma como base las imágenes de los ángeles, las cuales se
representan en una dimensión corporal, pero su representación no corresponde plenamente con la
corporalidad humana, pues,
Se les representa de manera corporal […] según fueron vistos por los merecedores de
ello: pero la imagen corporal está mostrando una visión incorporal de lo inteligible […]
a fin de que nosotros seamos llevados de la mano y alcancemos un conocimiento
concreto y particular de ellos, para que no nos hallemos en una ignorancia completa de
Dios y de las creaturas incorpóreas” (Damasceno,§25)
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Finalmente al abordar la temática de quién fue el primero que creó las imágenes, el
Damasceno afirma sin ningún temor que esta acción recae directamente en Dios, el cual ha utilizado
este recurso a lo largo de la Historia de la Salvación para manifestarse presente en medio de su
pueblo, tal como se evidencia en múltiples ejemplos: el paso de Dios por el Jardín del Edén, la
lucha de Jacob, el trono de Isaías o el Hijo de Hombre de Daniel (Gen.1,27. Gen.3,8. Is,6,1.
Dan.7,13.), entre muchos ejemplos más.
2.1.5. Defensa de la imagen
Juan Damasceno desarrolla su defensa de la imagen, a partir de dos ideas claves, a saber:
La primera se orienta en torno a la relación directa del hombre con Dios a partir de la encarnación
de su Hijo, el cual asume plenamente la naturaleza humana: “¿No haré yo una imagen del que ha
sido visto por mi bien en una naturaleza de carne, y la veneraré y honraré a través del honor y
reverencia que le corresponde a su imagen? (Damasceno, §26). Adoración que se ilustra en diversos
ejemplos de la Escritura en los que los protagonistas no ven a Dios sino su imagen y la adoran sin
temor, tal como sucedió con Josué o Daniel (Jos. 5,14; Dan. 8,17.).
La segunda radica en la importancia de honrar a aquellos que han experimentado una
relación especial con el Creador: “¿Y yo, no haré una imagen de los amigos del Cristo y no la
veneraré, no como a dioses sino como a imágenes de los amigos de Dios? […] ni yo adoro la
imagen como a Dios, sino que por medio de la imagen y de los santo presento mi veneración a
Dios y le rindo honor, por el cual también reverencio a sus amigos y les trato con respeto”
(Damasceno, §26).
De esta forma el autor clarifica que no es a la imagen la que merece veneración de manera
directa, sino el modelo a quien refiere, tesis clave para la contrastar los argumentos de los
iconoclastas (Suspichiatti, 2010). Las ideas anteriores le permiten al autor introducir el tema de la
veneración, la cual se desarrolla a partir de un esquema muy similar al utilizado en el abordaje de
la imagen.
2.2. La veneración
2.2.1. Definición
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En este pensador se concibe la veneración como “un signo de sumisión, esto es de
abajamiento y humildad” (Damasceno, §27), manifestada en múltiples formas. El aspecto
fundamental radica en la diferenciación existente entre cada uno de los tipos de veneración; en los
cuales se evidencia claramente un principio de gradualidad.
2.2.2. Tipos de veneración
El primer tipo es la latría como expresión directa de veneración de los siervos a su Señor,
por lo que puede referirse solamente a Dios. El segundo tipo se realiza por medio del asombro y el
temor hacia el Creador, siendo Él la causa misma de la gloria, de forma que es Dios “el único que
es digno por sí mismo de ser admirado, venerado, glorificado y amado” (Damasceno, §29).
El tercer tipo alude a la veneración que se realiza al dar gracias a Dios por todo lo recibido
y que apela a reconocer su bondad sin límites. Por su parte el cuarto, nace de la esperanza de recibir
sus beneficios, de reconocer que sin Él nada es posible de realizar, es la veneración en la que el
hombre le remite a Dios sus principales necesidades. Finalmente, el quinto se relaciona
directamente con el arrepentimiento y la confesión, a pedirle perdón ante las faltas cometidas.
3.1.3. Aspectos claves de la veneración
Juan Damasceno esboza la clave para comprender la incompatibilidad de la actitud
iconoclasta con la fe cristiana, al plantear un principio de gradualidad en el tema de la veneración.
Pues una vez establecido el criterio de que solamente Dios merece una veneración total, abre
espacio para introducir otros tipos de veneración no referidos directamente a Dios, sino a personas
y cosas.
Afirma que “hay objetos de veneración que no lo son por naturaleza, igual que el hierro
incandescente no es por naturaleza algo a lo que no se le pueda acercar la mano y queme sino tanto
en que participa de lo que por naturaleza quema” (Damasceno, §33). Por ende, hay personas y
cosas que pueden recibir veneración, no en mismas, sino en su grado de participación como
ministros y servidores de Dios.
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De esta forma puede afirmarse, de la mano de Camaño (2004), que a Juan Damasceno no
le interesa realizar una distinción conceptual entre la veneración y la adoración (latría), sino
evidenciar que la segunda es parte de la primera, siendo su máxima expresión al dedicarse
exclusivamente a Dios. Mientras que la veneración posee diversos niveles que en mayor o menor
grado refieren a la presencia del Creador en la historia. Esto permitiría adorar únicamente a Dios y
utilizar la imagen como un medio para aproximarse a quien en ella es representado por medio de
la veneración.
Dentro de este criterio de gradualidad el autor propone otras formas de veneración
relacionadas directamente con las creaturas u otros espacios, tal como sucede con las localidades
donde Dios ha manifestado su gloria y salvación a los hombres: el monte Sinaí, el pesebre o el
Gólgota, entre otros. Por ello expresa: “A estas cosas y a las tales las honro y venero […] no por
su naturaleza, sino porque son receptoras de una potencia divina y, a través de ellas y en ellas, tuvo
Dios a bien honrar nuestra salvación”( Damasceno, §34).
En esta línea otras formas de veneración estarían presente en las cosas dedicadas a Dios,
como los Evangelios o los vasos sagrados utilizados en el culto, en las imágenes vistas por los
profetas, las cuales permiten orientar la mirada hacia el futuro. Esta gradualidad de la veneración
abre espacios también para la veneración de unos a otros en tanto participan de la imagen de Dios;
así como para los que ejercen cierta autoridad.
Esta gradualidad se sintetiza en la siguiente afirmación:
“la veneración es un símbolo de temor, amor y respeto, y de sumisión y de humildad. Pero
es preciso no venerar a nadie como Dios sino solo al que por naturaleza es Dios, y a todos ha de
tributar la veneración debida por causa del Señor” (Damasceno, §40). Esta construcción teológica
sobre la defensa de las imágenes, ofrece luces y aportes a la reflexión filosófica contemporánea,
tal como se muestra a continuación.
3. Aportes para la construcción de una filosofía de la imagen
Tal como se ha mostrado en los parágrafos anteriores, Juan Damasceno presenta los
principales argumentos para combatir la iconoclastia de su época, su pensamiento eminentemente
teológico, ofrece el marco conceptual necesario para comprender por qué las imágenes pertenecen
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a un núcleo esencial de la dimensión oblativa de los creyentes. Sin embargo, este autor no debe
analizarse solamente desde el constructo bíblico, limitando su aporte a las coordenadas del
cristianismo, pues en su reflexión iconódula puede visualizarse, en ciernes, los presupuestos claves
para la construcción de una auténtica filosofía de la imagen.
Las ideas propuestas a continuación pretenden ofrecer una lectura conjunta de la obra del
Damasceno, con el pensamiento de los principales teóricos de la filosofía de la imagen, con la
finalidad de evidenciar la sintonía de su pensamiento con autores especializados de la época actual.
Para cumplir con este objetivo se abordan tres tópicos concretos de la filosofía de la imagen: el
binomio verdad- realidad, la corporalidad y el poder.
3.1. Imagen, realidad y verdad
Para Huberman (2004) las imágenes ofrecen un marco epistemológico para la construcción
de la verdad, no de la verdad científica, sino simplemente de la verdad de un sujeto o colectivo
social, su inexactitud es más bien una riqueza, ya que permite pedirles mucho o por el contrario
poco. Lo que se descubre en ellas representa un núcleo de sentido, completamente válido para un
grupo o sector de la sociedad.
En este sentido llama la atención que para Juan Damasceno existe una verdad trascendental:
la presencia de un Dios en la realidad de su pueblo, primero en Israel y luego en la Iglesia. Esta
relación privilegiada del hombre con su creador es presentada en imágenes, en iconos que narran
una verdad para los que poseen una fe en común. La imagen, para este autor, no busca explicar
cómo es la relación con Dios, no justifica porque el Creador se manifiesta en la historia;
simplemente muestra lo que para el pueblo es evidente, una relación personal, una elección
particular del Creador que se vive en un contexto eclesial.
3.2. Corporalidad
La filosofía de la imagen apela a una reflexión seria en torno al papel del cuerpo y su
importancia, pues los momentos claves de la existencia no solo se viven en imágenes, sino que
también se trasmiten a través de ellas (Belting, 2008), para este Padre de la Iglesia también la
Historia de la Salvación se narra y se vive a través de imágenes (Damasceno, §23) las cuales no
son asimiladas como algo externo sino intrínsecas a la experiencia del pueblo de Israel y de la
Iglesia. En estas imágenes el cuerpo toma un papel protagónico, ya que en el Antiguo Testamento
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los mensajeros divinos poseen una corporalidad, tal vez no completamente semejante a la del ser
humano, pero si compatible en lo relacionado a un posicionamiento y lugar en el espacio:
[…] los cuerpos se representan en las imágenes según lo lógico, pues tienen tanto figura
como un contorno corporal o color. Pero el Ángel, el Alma y la Divinidad también reciben
una figura, y se los describe, si bien no de forma corporal y compacta, si de acuerdo con
su propia naturaleza (Damasceno, §23).
Posteriormente afirma
Pues bien, Dios que no quería que ignoráramos por completo a los seres incorpóreos, los
doto de tipos, figuras e imágenes por analogía con nuestra naturaleza: de figuras corporales
que se ven con la visión inmaterial de la inteligencia, y a estas les damos figuras y las
representamos, ya que de alguna forma, recibieron una figura y representación los
Querubines. Es que también la Escritura contiene imágenes y figuras de Dios
(Damasceno,§23).
Estos argumentos indican que para Juan Damasceno la corporalidad es un elemento clave para
comprender la misión y presencia de los diversos enviados de Dios a través de la historia, su misión
se realiza gracias a su corporalidad, elemento que queda evidenciado de manera plena en las
imágenes que recuerdan estas intervenciones.
Finalmente, el tema del cuerpo en la imagen posee su culmen en la encarnación del Hijo, para
el damasceno la corporalidad de Jesucristo presente en las imágenes que lo representan es una de
las principales razones para luchar contra la iconoclasia, pues desde su perspectiva “Dios no se
unió a la naturaleza de los ángeles, se unió a la naturaleza de los hombres. Dios no se convirtió en
ángel, Dios se convirtió en hombre por naturaleza y verdad” (Damasceno, §26). En síntesis, puede
afirmarse que para este autor patrístico, sin cuerpo no hay imagen, sin la corporalidad no se puede
expresar la presencia del Señor en la historia, particularmente sin representación de la corporalidad
del Hijo no se comprende plenamente el misterio de la encarnación. Sus tesis sobre el papel de la
corporalidad no discrepan de los presupuestos antropológicos de la imagen, planteados por Belting,
en los que las imágenes se construyen sobre cuerpos concretos: “Las imágenes no aparecieron en
el mundo por partogénesis, mas bien nacieron en cuerpos concretos de la imagen, que desplegaban
su efecto, ya desde su material y formato” (Belting, 2008, p.30).
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3.3. Imagen y poder
Para Boehm (2012) la imagen posee lo que podría denominarse una temporalidad compleja,
pues aunque es creada en un momento histórico concreto, su contemplación supera el simple
presente para realizar una referencia al pasado, pero también hacia el futuro, sin una dirección clara
ni precisa. De igual manera, el Damasceno plantea un abordaje de la imagen en el que el tiempo
no se limita al presente, la imagen posee una relación directa con el pasado y el presente, pero
también conecta de alguna manera con el futuro:
La sexta forma de la imagen es la que sirve para recordar los acontecimientos asombrosos
o virtuosos, para que ganen en gloria y honor y sean recordados los más destacados y
distinguidos por su virtud […] para que lo uno o lo otro les sirva a los que lo contemplen
en el futuro, de manera que huyamos de las cosas malas y nos afanemos tras la virtud
(Damasceno, §23).
Desde su pensamiento iconódulo los acontecimientos pasados reflejados en la imagen, poseen
una palabra en el presente, pero también permiten orientar las acciones futuras en materia de virtud.
En otros términos, el poder de la imagen facilita que el creyente comprenda la presencia de Dios
en la historia, concebida de manera dinámica.
Además en términos de la filosofía de la imagen, ésta representa la manifestación de un
inmaterial, pues se instaura en un campo de tensión entre lo que se puede o no ver, es la tensión
presente entre la representación y la materialidad. (Boehm, 2012). Damasceno prefigura esta tesis,
con la idea de que la imagen permite un acceso a realidades que en un primer momento son ocultas
a la vista, con la intención de que cuando los acontecimientos fueran celebrados y registrados,
distinguiéramos lo oculto en ellos y sintiéramos añoranza y admiración de las cosas buenas […]”
(Damasceno, §17).
A partir de los argumentos anteriores se evidencia que el pensamiento de Juan Damasceno
ante la crisis iconoclasta abre las puertas para pensar la imagen no solo desde una posición
teológica, sino también filosófica, pues tal como se ha mostrado sus tesis complementan los
criterios planteados por los teóricos actuales de la imagen.
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4. Conclusiones
Las tesis analizadas en esta investigación permiten dilucidar las siguientes conclusiones. La
crisis o querella iconoclasta responde no solo a criterios de orden bíblico teológico, sino a
elementos propios del orden social o político, entre sus diversas causas se presenta el deseo de
dominio y poder por parte de la esfera pública por parte de la autoridades de Bizancio. Por lo que
puede afirmarse que la discusión sobre las imágenes es utilizada como un elemento al servicio de
intereses de otros ámbitos, más allá del teológico.
No existe una única noción de imagen, la tipología propuesta por Juan Damasceno permite
comprender que la imagen divina se encuentra en un nivel superior a la imagen humana. Por lo que
debe tenerse claro que la imagen cumple una labor de imitación y referencia con respecto al
modelo.
De igual manera en lo relacionado a la veneración, el autor propone un criterio de
gradualidad clave para comprender que solamente Dios es sujeto de adoración, mientras que las
demás imágenes por su participación en la Divinidad son sujeto de veneración. Es decir, la
adoración (latría) es el grado sumo de la veneración, de la cual pueden evidenciarse infinidad de
grados inferiores.
Aunque Juan Damasceno no se propone de manera explícita elaborar una filosofía de la
imagen, se ha evidenciado como sus tesis son compatibles con los postulados de los teóricos
actuales en torno a la imagen. El papel de la verdad, el cuerpo y el poder juegan un papel clave en
la reflexión del Damasceno sobre la imagen.
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