El “problema indígena” en Severo Martínez Peláez
y Mario Payeras
Pablo Quirós-Solís
InterSedes, Revista electrónica de las sedes regionales de la Universidad de Costa Rica,
ISSN 2215-2458, Volumen XXII, Número 46, Julio-Diciembre, 2021.
10.15517/isucr.v22i46 | intersedes.ucr.ac.cr | intersedes@ucr.ac.cr
A: Severo Martínez and Mario Payeras were two Guatemalan intellectuals who ad-
dressed dierent aspects of the political problem in their country. Martinez was interested in
the problem of the oppressed during the colonial era, as a space of resistance and struggle;
while Payeras, in his political texts, was concerned with analyzing the indigenous to integrate
them into the National Liberation guerrilla project that he led. is marks some conceptual
dierences in their respective analyses. is paper seeks to understand the approaches of
both in order to point out the uses they give to the conceptualization of the indigenous
problem. is article is a product of the research program "C0195 - e long Cold War in
Costa Rica: state, social democratic populism, representations and international commu-
nism, 1934-1978", registered in the Central Americas Historical Research Center (CIHAC)
of the University of Costa Rica.
R: Severo Martínez y Mario Payeras fueron dos intelectuales guatemaltecos que
abordaron distintos aspectos del problema político en su país. Martínez se interesó en el
problema de los oprimidos durante la época colonial, como espacio de resistencia y lucha;
mientras que Payeras, en sus textos políticos, se preocupó por analizar al indígena para in-
tegrarlo en el proyecto guerrillero de Liberación Nacional que él lideró. Esto marca algunas
diferencias conceptuales en sus respectivos análisis. Este trabajo busca comprender los abor-
dajes de ambos con el n de apuntar los usos que dan a la conceptualización del problema
indígena. Este artículo es un producto del programa de investigación “C0195 - La Larga
Guerra Fría en Costa Rica: estado, populismo socialdemócrata, representaciones y comunis-
mo internacional, 1934-1978”, inscrito en la Vicerrectoría de Investigación por el Centro de
Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) de la Universidad de Costa Rica.
Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC)
Universidad de Costa Rica
San José, Costa Rica
paqs140482@gmail.com
Publicado por la Editorial Sede del Pacíco, Universidad de Costa Rica
DOI 10.15517/isucr.v22i46.47124
P : Severo Martínez Peláez, Mario Payeras, indio, indígena, Guatemala
K: Severo Martínez Peláez, Mario Payeras, indian, indigenous, Guatemala
e “indigenous problem” in Severo Martínez Peláez and Mario Payeras
Recibido: 25-05-2021 | Aceptado: 07-09-2021
C  (APA): Quirós-Solís, P. (2021). El “problema indígena” en Severo Martínez Peláez y Mario
Payeras. InterSedes, 22(46), 1–27. DOI 10.15517/isucr.v22i46.47124
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Una denición cientíca del indio tiene
que dar cuenta de la gran complejidad del
proceso que desemboca en el indio actual
Severo Martínez Peláez,
"El concepto de indio"
Introducción
Históricamente, Centroamérica y el Caribe han sido zonas de
conictos imperiales en la larga duración (Acuña, 2015, p. 15): en
la época colonial, con las disputas entre los imperios españoles,
ingleses y franceses; luego, durante el primer siglo de independen-
cia, entre el Imperio inglés y naciente Imperio norteamericano en
el siglo XIX. Ya en siglo XX esta región del mundo se convierte en
una zona de control militar y político del Imperio norteamericano.
Nuevos enfoques sobre la Guerra Fría arman que la cronología
sobre la misma debe ser revisada a la luz de la intervención de los
EE. UU. en esta zona del mundo en las primeras décadas del siglo
XX (Joseph, 2010, p. 401). A pesar de que antes de la Segunda
Guerra Mundial, la URSS no se había consolidado como un bloque
imperialista, los efectos provocados por la Revolución Mexicana y
el naciente anticomunismo luego de la Revolución Rusa de 1917
generaron una inestabilidad política, donde, en muchos casos, se
impusieron gobiernos de facto como el de Maximiliano Hernán-
dez Martínez (1931-1934) en el Salvador, que bajo el lema de la
“lucha contra el comunismo” masacró más de 10.000 personas, en
su mayoría indígenas campesinos. Para el caso de Guatemala, llegó
a la presidencia Jorge Ubico en 1931 —un abierto anticomunista—
durante unos comicios dudosos en los que solo hubo un candida-
to a la presidencia. Se mantuvo en el poder hasta 1944, años en
los cuales gobernó de manera autoritaria, fue complaciente con
los emporios norteamericanos como la United Fruit Company
(UFCO) y persiguió a las organizaciones obreras y a los comu-
nistas. Para el imperialismo norteamericano, cualquier gobierno
reformista que permitiera la acción política de grupos ajenos a sus
intereses, que realizara nacionalizaciones, o bien, que estuviera
contra sus intereses comerciales, era enemigo suyo. Mucho antes
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de la Guerra Fría, el reformismo era considerado como “comu-
nista” ante los ojos de las autoridades norteamericanas y esta ca-
racterización tuvo implicaciones políticas. La injerencia de los EE.
UU. fue de manera informal por medio de los ejércitos nacionales,
o de manera formal y directa, a través de la intervención militar,
como sucedió en esta época en muchos países de Centroamérica
y del Caribe.
Guatemala vivió este proceso de intervención militar, y repre-
sión directa e indirecta, desde principios de siglo; pero fue luego
de la “primavera” guatemalteca, con la injerencia norteamericana
en 1954 contra el proyecto reformista de Arévalo y Árbenz, cuan-
do este proceso de guerra intermitente adquiere proporciones
atroces. Severo Martínez Peláez y Mario Payeras, dos intelectuales
importantes de este país, viven la caída y el remonte de una repre-
sión abierta. Este proceso los radicaliza, y los lleva a militar en dos
organizaciones una de origen estalinista, y otra con inspiración
castro-guevarista, surgida de la primera: el Partido Guatemalteco
del Trabajo (PGT) y el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP).
Este país centroamericano tiene una característica peculiar en
la región: casi la mitad de su población es indígena. Con el remon-
te de la represión, el PGT adopta la estrategia militar de guerra de
guerrillas, el EGP es producto de una escisión de corte castro-gue-
varista que surge en la segunda oleada guerrilla. Martínez, milita-
ba en el PGT, mientras que Payeras en el EGP. Como intelectuales,
ambos analizaron el problema indígena con el n de comprender
su función para sus objetivos partidarios. Por su lado Martínez,
como historiador, realiza una explicación histórica, busca las bases
del problema ingena en la colonia; mientras que, Payeras com-
prende el fenómeno de una manera más pragmática, su interés ra-
dicaba en poder incorporar a este sector de la población a la Libe-
ración Nacional, objetivo máximo de los movimientos guerrilleros
centroamericanos.
De esta manera, el presente trabajo busca comprender cómo es-
tos autores abordan el conicto, analizando el problema indígena,
las conceptualizaciones y sus usos. Para poner el debate en sólidas
bases, este análisis inicia con una sección introductoria donde se
expone, desde las Ciencias Sociales, cómo los conceptos indio e in-
gena han sido abordados por la antropología y la historia. Luego
de este análisis inicial, en las secciones subsiguientes, se expone la
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forma en que Peláez y Payeras han abordado el problema indígena.
Para esto, se realizó una selección de textos que tienen la intención
de formar una visión integral de sus concepciones, siempre ubi-
cando el contexto histórico donde los textos fueron producidos. A
manera de conclusión, se busca establecer algunos ligámenes ideo-
lógicos entre ambos autores, y los cientícos sociales, todo esto,
con el n, de dilucidar a cabalidad los usos de estos conceptos para
sus proyectos políticos.
Los abordajes de los vocablos “indio” e “indígena”
en las Ciencias Sociales
Debido a que la intención del presente trabajo no es hacer his-
toria conceptual sobre las nociones de indio o indígena, sino ana-
lizar los abordajes conceptuales de dos autores para comprender
los distintos signicados dados —mediante el análisis de una parte
de su producción intelectual—, es necesario comprender el debate
existente sobre ellos en las Ciencias Sociales, ya que esto ayuda
a interpretar los acercamientos de los autores a la luz de lo que se
ha escrito.
A nivel metodológico, lo que se busca es comprender los usos
conceptuales de los términos indio e indígena en dos autores.
Como sostiene Casaús (2010), no se pretende “rastrear los distin-
tos signicados de una palabra a lo largo de la historia” (p. 2). Por
el contrario, se intenta rastrear los signicados dados por ellos en
algunas de sus obras. Para esto, hay que tener en consideración
que no todos los textos denen los conceptos explícitamente; para
estos casos, hay que realizar una interpretación sobre sus signica-
dos y las intenciones de los escritores.
¿Cómo se van a comprender las conceptualizaciones? Según
Koselleck la vieja historia de las ideas partía del criterio de reducir
“la realidad al lenguaje [y se] olvida que todo lenguaje tiene siem-
pre dos caras, una receptiva y otra activa, y agrega que “cualquier
cosa que pueda y deba ser conceptualizada se encuentra fuera de
los conceptos” en lo que el autor llama lo extralingüístico (Kose-
lleck, 2004, p. 30): el contexto histórico. Por un lado, la realidad no
se puede reducir a los signicados, y por otro, no se podría com-
prender la realidad sin el lenguaje y los conceptos. Lo que el autor
indica, es que no se pueden considerar los conceptos como entes
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estáticos, sino como formas dinámicas de comprender la realidad.
Estos criterios teóricos son fundamentales, ya que la vieja historia
de las ideas parte de “tipos ideales” que son “interpretados” en con-
textos distintos para ubicar sus “desviaciones’ y ‘distorsiones’ loca-
les” (Palti, 2007, p. 36). Estos tipos de ideales son “perfectamente
consistentes, lógicamente integrados” y el historiador de las ideas,
busca identicar las patologías locales (Palti, 2007, p. 38). No se
tiene un concepto ideal de indio, sino despliegues conceptuales,
cambios semánticos entre el signicado y las circunstancias en las
cuales aparecen (Koselleck, 2004, p. 31). Es así que, el presente tra-
bajo se ubica en lo que se ha llamado la nueva historia intelectual
(Palti, 2007, p. 16), porque se evita estimar los conceptos estáti-
camente como modelos ideales fuera del contexto donde fueron
producidos.
Ahora bien, la mayoría de los trabajos que buscan debatir los
abordajes conceptuales sobre estos vocablos provienen de la antro-
pología, todos escritos entre 1977 y 1988. En realidad, solo se ubi-
có un texto propiamente de historia conceptual, según lo dicho en
el párrafo anterior: el trabajo de Ramírez Zavala titulado “Indio/
indígena, 1750-1850” (2011).
Dentro de esto textos de origen antropológico, se encuentra el
escrito de Bonl de 1977. En el mismo no hay distinción alguna
en el uso de los vocablos indio e indígena. Este abordaje plantea
algunas limitantes, ya que, como se verá más adelante, existen dife-
rencias fundamentales de carácter histórico. No obstante, el autor
dene el concepto de indio/indígena de la siguiente manera:
es una categoría supraétnica que no denota ningún con-
tenido especíco de los grupos que abarca, sino una par-
ticular relación entre ellos y otros sectores del sistema so-
cial global del que los indios forman parte. La categoría de
indio denota la condición de colonizado y hace referencia
necesaria a la relación colonial. (Bonl, 1977, p. 21)
El principal acierto del acercamiento de Bonl es ubicar la gé-
nesis de su signicado en la época colonial. También indica que
el concepto de indio/indígena fue precedido por el de “naturales,
adquiriendo el nuevo signicado como resultado del proceso de
colonización: fue una invención (Bonl, 1977, p. 22). Según el au-
tor “el colonizado es uno y plural (…) forma una sola categoría que
engloba y uniformiza al sector dominado” (p. 26). El concepto se
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inserta, a criterio de él, en una concepción dual —colonizado-co-
lonizador— y plural —sector colonizado—. Asimismo, distingue
entre la categoría de indio/indígena y la de “grupos étnicos”, la pri-
mera es considerada como una categoría supra-étnica que liga los
distintos grupos étnicos en una sociedad más extensa de la cual
forman parte por sus relaciones de tipo colonial. Esta última con-
sideración trata de conectar el elemento étnico en la estructura de
dominación. De manera que, se logra observar cómo el autor in-
tenta rescatar el origen especíco, pero incorporado a una estruc-
tura más amplia. Pero, el principal defecto de este acercamiento
es que oculta las relaciones de dominación que pretenden minar
lo étnico, y que adquieren especial relevancia con el pasar de las
generaciones. Es decir, no ve cómo las estructuras de dominación
son incorporadas en los dominados, o bien, rechazadas a partir de
prácticas de resistencia.
El mismo año en que se publica el texto de Bonl, aparece el
texto de Lagarde titulado “Concepto histórico de indio. Algunos
de sus cambios” (1977) que, por primera vez, brinda un enfoque
histórico. Es un abordaje, también, desde la antropología. A crite-
rio de esta autora, el concepto de indio “presenta cambios en cuan-
to a forma y contenido como resultado de un proceso ideológico
que forma parte de dos fenómenos sociales: la expansión del im-
perialismo español y el desarrollo del capitalismo en México” (La-
garde, 1977, p. 9). Para ella, el concepto de indio ha desempeñado
una labor justicadora de la “situación económica, además que
denota una impugnación a esta determinación estructural. Lagar-
te indica que el concepto indio surge en el siglo XVI desdoblado en
dos signicados provenientes de dos corrientes de pensamiento,
una, procedente de la escolástica, que utilizando todos los
recursos a su alcance —diferencias raciales, irracionaldad,
costumbres exóticas, prácticas sanguinarias y crueles—
creó una imagen de indio como un ser inferior y predicó
su servidumbre natural, justicando de esta manera la
expansión colonialista.
Y otra que, fruto de la tradición estoico-cristiana,
concibió al indio como un ser inel, dando validez a la
Evangelización, pero atacando la política colonial de
sometimiento y explotación, así como al poder político de
la Iglesia. (Lagarde, 1977, p. 10)
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La visión estoica, a criterio de la autora, busca borrar la cultura
indígena y facilitar la incorporación del indio a las capas inferiores
de la sociedad. Con el n de la colonia, Lagarte (1977) expone que
el indigenismo liberal buscó establecer igualdades jurídicas entre
el indio y el no indio, “llegando al extremo de acuñar el término
indígena para designar este nuevo status.” (p. 10) Luego del cambio
léxico “desde arriba, la autora expresa que “la losofía positivista
planteaba un nuevo problema, la integración de la nacionalidad
mexicana” que pretendía, por un lado, negar al indio, y por otro,
al no-indio, con el concepto de mestizo (p. 11). Para ella, luego del
n del movimiento armado contra el porrismo, surge el indige-
nismo que pretendía la mexicanización a través del mestizaje. El
movimiento que le sigue a este primer indigenismo es el “indige-
nismo moderno” que, en lugar de incorporar al indio mediante la
mestización, lo integra como un indio, pero transformado —que
busca quitar aquellos rasgos considerados como “perjudiciales”—.
Este movimiento surgió como respuesta al primer indigenismo. Y,
último giro que ubica la autora está ligado a “la antropología cul-
tural y el marxismo [que analiza] la situación del indio de acuerdo
a una estructura de clases [y busca] la realización ideológica de sus
exponentes (p. 14). Este abordaje es criticado por ella, ya que re-
duce la liberación a un problema que implica una lectura de totali-
dad, dejando de lado “proponer soluciones concretas a problemas
concretos (Lagarde, 1977, p. 15).
El último trabajo desde la antropología busca debatir sobre la
consideración del indio como una categoría social. Según Roldán,
las poblaciones indígenas “no conforman una clase social especí-
ca, se encuentran dentro y fuera de las clases sociales” (Roldán,
1988, p. 78), y arma que “se identican en especíco como etnia,
que son el segmento social secularmente dominado en lo político
y cultural, al margen de las clases sociales en la que están o no
adscritos” (Roldán Q., 1988, p. 79). El factor étnico es un factor su-
praclase que condiciona la posibilidad de ascenso social hacia las
capas más altas. Este autor pone sobre la mesa el tema de que existe
una doble condición del indio. Por ahora todas estas exposiciones
parecen como inconexas con el problema de estudio, pero como se
verá, muchos de estos debates están presentes en las concepciones
de Payeras.
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Desde la historia conceptual, los principales aportes de Ra-
mírez (2011) a propósito de estos vocablos, están, primero, en el
abordaje histórico temporal de los cambios —en el cual concuerda
con algunos puntos de los autores expuestos anteriormente— y
segundo, en la incorporación de nuevos matices conceptuales no
presentes en los autores previos. Ramírez (2011) concuerda con
Lagarte en que el concepto aparece desdoblado en un abordaje es-
colástico y estoico en el siglo XVI (p. 1647). Además, al igual que
Bonl, piensa que el concepto fue precedido por el término “na-
turales.” Sin embargo, logra dilucidar otros momentos semánticos
del concepto: las epidemias que mermaron la población originaria
llevaron a las autoridades a considerar al indio como un menor de
edad, “dictándose leyes que lo protegían del abuso de los religiosos
y colonos” (p. 1648). A mediados del siglo XVIII se da otro cambio
semántico “como respuesta a la publicación de diferentes estudios
en los que se hacía referencia a la ‘inferioridad’ de los americanos
—física, cultural e intelectual— frente a la supremacía europea
(p. 1648). La autora apunta que estos abordajes fueron criticados
por un sector de la intelectualidad, en especial, por los religiosos
quienes pretendían obtener el monopolio de la mano de obra del
indio” (p. 1651).
En las posimetrías del régimen colonial, aparece el “indigenis-
mo criollo incipiente” que pretende “el ensalzamiento de la cultura
indígena para fundamentar el pasado criollo” (Ramírez, 2011, p.
1651). Estas pertenecen al contexto de aplicación de las reformas
borbónicas, donde muchos de los funcionarios criollos fueron
remplazados por peninsulares y, a la vez, se rescataba el “conoci-
miento cientíco, como es el caso de la botánica y la herbolaria
(p. 1653). La autora naliza su trabajo con un estudio sobre los
discursos políticos en torno al problema del indio en el siglo XIX.
Estos, al igual que sostiene Lagarte, buscaban un cambio léxico
de indio a indígena por una necesidad jurídica, debido a que la
legislación del periodo anterior daba ciertos “privilegios” a los in-
dígenas al considerarlos “menores de edad.
A diferencia de México, Guatemala no sufrió un proceso de equi-
dad jurídica acompañado de una ideología que buscara “guatemali-
zar” la nación por medio del mestizaje. Primero, nunca existió una
equidad jurídica que sirviera de base para el proyecto de ingeniería
social. De hecho, el trabajo forzado estuvo presente tanto en el siglo
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XIX como en el siglo XX, lo que indica que, en aspectos jurídicos,
esto sucedió muy tardíamente para el caso guatemalteco. Esto cam-
biaría jurídicamente hasta la llamada “primavera” guatemalteca que
suspendió en 1944 el “servicio personal de vialidad, que era una es-
pecie de trabajo forzado para los campesinos pobres” (Rojas, 1993,
p. 97); entre ellos, los indígenas. El trabajo Casaús (2010) sobre los
debates en las décadas entre 1920 y 1940 sobre nacionalizar o indi-
genizar la nación muestra que estas discusiones dadas en México en
el siglo XIX, apenas entran en escena en la primera parte del siglo
XX para el caso guatemalteco, pues estos debates aparecen como
respuesta a los descubrimientos arqueológicos de las ciudades ma-
yas. Según la autora, las generaciones de 1910 y 1920 tomaron como
punto central “la interrelación entre la incorporación del indígena
y la formación de la nación, pero luego se dieron cambios a raíz de
la dictadura ubiquista por “el fortalecimiento del Estado y el debili-
tamiento de nación” (pp. 88-89). Estos temas buscaban incorporar
al indígena en un proyecto nacional que ya había desaparecido por
completo para 1937. El problema del indio y su relación con la na-
ción será uno de los aspectos centrales en Payeras, como se abordará
en la sección subsiguiente.
Severo Martínez Peláez: el indio como una
categoría histórica de la colonia
Severo Martínez Peláez es muy conocido en el ámbito historio-
gráco por su primera obra “La Patria del Criollo” que fue publi-
cada en 1970, pero que en realidad fue un proyecto iniciado en la
década de 1950, cuando estaba en exilio en México. Para ubicar
el contexto donde se concibe la obra es necesario remontarse a
años atrás. Martínez nace en 1925, lo que signica que tenía 19
años cuando el movimiento estudiantil guatemalteco presionó a
la dictadura de Ubico en sus demandas de autonomía, generando
una serie de huelgas y disturbios callejeros, que provocaron la re-
nuncia y huida del dictador el 30 de junio de 1944 (Rojas, 1993, p.
95). Este proceso culminaría con la llegada de Juan José Arévalo al
poder e inicio de la llamada “primavera” guatemalteca. Ese mismo
año, Martínez ingresa a la recién fundada Facultad de Humanidad,
donde se inscribe en la carrera de Filosofía (Asturias, 2008, p. 38).
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Debido a que Severo Martínez realizó sus estudios preuniver-
sitarios de manera autodidacta, carecía de título de bachiller. Él
asistió a clases, tanto en la Universidad de San Carlos (USAC)
como en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
en calidad de oyente. Dicha situación no fue un impedimento para
llegar a ser presidente de la A2sociación de Estudiantes en 1954,
año del golpe militar que culminaría con los proyectos reformis-
tas de Arévalo y Árbenz (Asturias, 2008, pp. 38-39). Como líder
estudiantil, pronunció un famoso discurso contra la intervención
norteamericana que se estaba impulsando en la X Conferencia de
la OEA en marzo de 1954, donde dio su apoyo al canciller Gui-
llermo Toriello (Asturias, 2008, p. 40). Finalmente, con la caída de
Árbenz, se ve obligado a dejar el país rumbo a México, donde su
vida intelectual cambia por completo.
El historiador permaneció en el Distrito Federal hasta 1957,
donde conoce al Dr. Wenceslao Roces —primer traductor de El
Capital (1867) de Marx al español. Con el que establece una muy
estrecha amistad y es por él que se convirtió en auxiliar de la cáte-
dra que impartía. En este contexto, es dónde concibe, por primera
vez, La Patria del Criollo, obra que pretendía emular los famosos
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) de
José Carlos Mariátegui. Lo que Martínez deseaba en estos años era
“hacer la segunda historia interpretativa de Iberoamericana” (As-
turias, 2008, p. 41). Las preocupaciones sobre el problema indígena
y, en general, sobre las clases subalternas, son inspiradas por el
ensayo del peruano.
Cuando Martínez regresa en 1958 a Guatemala, ya el proyecto
estaba en marcha y su vocación de historiador estaba totalmente
denida. Durante su efímera estancia en su país natal, da clases en
secundaria y en la USAC, lo que le permite tener un salario para
vivir (Asturias, 2008, pp. 42–45). A pesar de que el Partido Guate-
malteco del Trabajo (PGT) se había formado de manera clandes-
tina en septiembre de 1949 (Rojas, 1993, p. 99), cuando Martínez
era estudiante universitario en la USAC. Él se une a este partido
entre 1958 y 1959, es decir, 10 años después de su fundación, cuan-
do esta trabajaba en clandestinidad. Es probable que haya sido in-
uenciado por su maestro Roces, militante del Partido Comunista
Español (PCE), alienado a la URSS, un partido estalinista al igual
que el PGT. En calidad de militante, participó como miembro de la
Comisión de Educación del partido (Asturias, 2008, p. 47).
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Durante el periodo que tomó la redacción nal de su obra —es
decir, desde 1957 hasta 1970— la situación política en Guatemala
era cada vez más dramática. Durante la década de 1960, el PGT
junto a otras organizaciones, como El Movimiento Revolucionario
13 de Noviembre (MR-13) —de tendencia trotskista— o el Frente
Guerrillero Edgar Ibarra (FGEI), llegaron a la conclusión de que la
única vía para sus objetivos políticos era la armada. Este periodo
se conoce como el primer ciclo guerrillero (1962-1967) (Martí y
Figueroa, 2006, p. 137). El movimiento guerrillero fue aplastado
por la ofensiva del ejército comandada por el coronel Carlos Ara-
na Osorio, que inició en 1966 y que terminó en 1968, desarticu-
lando por completo a las organizaciones guerrilleras (Rojas, 1993,
pp. 120–121). En medio de esta cruda represión, Martínez viaja a
Sevilla, donde realiza las últimas investigaciones de archivo para
volver, en 1969, a Guatemala, cuando la situación política era más
favorable para, nalmente, terminar la obra (Asturias, 2008, pp.
47-49).
A pesar de que el subtítulo de la obra indica que es un ensayo,
“Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca, es
imposible considerar que un texto de más de seiscientas páginas
pueda ser considerado como tal. El subtítulo también indica su
origen: proyecto inspirado por el trabajo que conoce de Mariáte-
gui en su primer exilio. También el problema del indio, y su com-
prensión, al igual que el peruano, es tema central de su obra. Para
efectos del presente trabajo, con el n de comprender su primer
acercamiento al problema indígena, se va a utilizar solamente el ca-
tulo V titulado, “El Indio” (Martínez Peláez, 2012, pp. 178-236).
La Patria del Criollo utiliza como fuente primaria La Recordación
Florida de Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (1642-1699),
publicada en 1690, la cual describe la historia de Guatemala desde
la conquista hasta el siglo XVII. Este documento era de un valor
sentimental para Martínez, cuya admiración hacia el cronista era
notable. Según cuenta Lovell (2013), Martínez decidió tomar el
texto Recordación Florida para “llevarse un ‘pedazo’ de patria” (p.
19) a su exilio en México. Martínez hace un trabajo con base en
esta fuente, donde realiza una interpretación crítica de ella para
reconstruir el mundo del criollo. El catulo destinado al indio
analiza las formas en cómo aparece el indígena en este documento.
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Julio-Diciembre, 2021, pp. 1-27 (Artículo).
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Lo primero y más evidente es que en su obra el término indíge-
na nunca es usado, solo aparece el término indio y esto tiene una
razón que se abordará más adelante. El capítulo expone una serie
de críticas a la fuente primaria; la primera, es que el indio aparece
como negación. Según Martínez, hay “una tendencia del cronista a
desdibujarlo y negarle su valor humano” (Martínez, 2012, p. 179),
y considera que el cronista ubica, en su descripción, al indio como
ausente, a pesar de que este “estaba en todas partes, que sostenía
con su trabajo aquella sociedad” (p. 179). El autor critica las “ap-
titudes de apoyo y defensa de los indígenas” (p. 181) de Fuentes y
Guzmán que, para él, es “una mala disimulada defensa de los inte-
reses de clase del cronista” frente a los peninsulares (p. 181). Dicha
crítica resulta interesante porque, como se abordó en la sección
anterior, existe un juicio similar contra el “indigenismo criollo in-
cipiente” que buscaba reivindicar a lo criollo a través del indio en
favor de los intereses criollos.
La segunda forma que aparece el indio en el cronista es me-
diante sus prácticas paganas, las cuales se interpretan por Mar-
tínez como una “manifestación peculiar de la lucha de clases
(Martínez, 2012, p. 191). El paganismo resultaría como producto
de un rechazo a la ideología católica y se presentaría como una
manifestación de lucha contra la dominación colonial, al esconder
sus prácticas en los códigos católicos y ejercer sus costumbres a
las espaldas de los españoles. Más adelante Martínez arma que
allí donde pervivía el paganismo había un margen de concien-
cia indígena no sometida y una expresión de rebeldía” (p. 192).
“La supervivencia del paganismo y el rechazo del catolicismo eran
fenómenos derivados del odio que sentían los indios hacia sus do-
minadores u explotadores” (p. 194).
El tercer punto que resalta el historiador tiene que ver con la
fuerza de trabajo. Él considera que Fuentes y Guzmán justican el
trabajo forzoso al considerar a los indios bajo tres prejuicios fun-
damentales: “la haraganería, la proclividad viciosa y la pretendida
conformidad” (Martínez, 2012, p. 209). Martínez liga la haraga-
nería a un mecanismo de protesta hacia los bajos salarios a los
que eran sometidos bajo el sistema de repartimiento, donde “se le
pagaba un real por día, una remuneración onerosa e inconvenien-
te” (p. 210). También, agrega que el indio tenía que trabajar para
poder pagar la cuota del tributo. La lectura que realiza sobre este
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aspecto busca ligar las condiciones objetivas de explotación en dis-
tintos niveles —tributo, trabajo asalariado, trabajo forzado— con
el prejuicio del cronista sobre la negativa del indio a realizar los
trabajos que se le asignaban.
El autor, hacia el nal del capítulo, vuelve con la crítica sobre el
falso” alegato de Fuentes y Guzmán, el cual es insertado en una
defensa de su “patrimonio” de clase: la mano de obra indígena.
La aptitud condescendiente estaba destinada a los “factores que
ponían en peligro la buena marcha de una relación de carácter
feudal entre terratenientes y nativos”(p. 234): defender al indio era
la garantía de poder perpetuar la explotación.
En este primer texto, el indio es analizado como parte de una
crítica hacia Fuentes y Guzmán sobre su lectura histórica expuesta.
El autor ubica a este cronista como parte de una élite criolla intere-
sada en garantizar su hegemonía de clase dominante. Al ubicar al
indio en medio de una compleja estructura de dominación, rompe
la visión de su época de interpretarlo bajo una visión bipolar de
indígenas y ladinos, introducida por la antropología dominante
de principios del siglo XX. Esto, según Pinto, da una “gran impor-
tancia a la interpretación de los hechos económicos y a las fases
conformativas de las estructuras de clases” (Pinto, 2008, p. 248).
Durante la década de 1970, luego de la publicación de su pri-
mera obra, Severo Martínez trabaja para el Instituto de Investi-
gaciones Económicas y Sociales (IIES) en Guatemala (Asturias,
2008), donde participa en la refundación de la Escuela de Historia
en 1978. A pesar de la remontada guerrillera, en lo que se conoce
como el segundo ciclo guerrillero (1972-1982), Martínez continúa
como un militante de bajo perl. El PGT había aprobado en el IV
Congreso de diciembre de 1969 la línea de la guerra revolucionaria
popular, pero su fuerza fue debilitada, en parte, por el asesinato
de la mayoría de sus dirigentes (Martí y Figueroa, 2006, p. 141).
Su vida, entonces, vuelve a peligrar en 1978 con la subida al poder
de Romeo Lucas García, quien aplica la política de tierra arrasada;
así, un amigo español le advierte que su nombre se encuentra una
lista de personas que el gobierno buscaba asesinar, por lo que sale
de emergencia a México, esta vez, hacia Puebla (Asturias, 2008, p.
50).
El segundo texto, Motines de Indios, es una investigación incon-
clusa, publicada años después de su muerte, en 1998. Sin embargo,
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según da cuenta Asturias en el viaje que realizó a Puebla en los
años 80, este había publicado, en partes, casi un 66 % de ella. Esto
parece indicar, que este proyecto se inició en la década de 1980,
quizás antes; estudio truncado por la enfermedad que le azotó a
nales de esta década: el Alzheimer (Asturias, 2008, p. 51).
Martínez da por sentado que la explicación del proceso histó-
rico que da cuenta del concepto indio, ya había sido expuesta en
el texto que acabamos de presentar, La Patria del Criollo. En una
sección titulada, “El concepto de indio, sintetiza su postura. El au-
tor inicia con una crítica hacia lo que él considera una “concepción
vulgar del indio, aquella que se limita a describirlo, sin considerar
su proceso histórico.” (p. 26) Acá aparece con fuerza la idea de que
el indio se produce en el proceso colonizador, y no antes: es decir,
forma un producto colonial.
El texto inicia con una descripción de los pueblos originarios
según su estructura de dominación, la cual es pensada por el au-
tor como un “despotismo tributario” y arma que los quichés y
los cakchiqueles “comenzaban a formar pequeños imperios tribu-
tarios a base de aterrorizar con la guerra a otras sociedades más
débiles” (Martínez, 2011, p. 29). En este mundo ubica tres clases
fundamentales, teniendo a la cabeza a una aristocracia restringida
de “señores, seguido de una aristocracia intermedia de “caciques,
mientras que la base de la sociedad se compone por “maseguales
los cuales tributaban hacia las capas superiores (pp. 28-29).
La lectura sobre la estructura de dominación también tiene un
avance considerable con respecto al texto anterior, más sintética.
El autor arma que los cambios en las estructuras de poder res-
pondían a la consolidación del dominio de la corona española.
Las instituciones que estuvieron en manos de los conquistadores,
ahora pasan a manos de funcionarios de la corona, mientras que
los nativos tributan al rey (Martínez, 2011, pp. 31-32). En la con-
cepción anterior, el tributo se realizaba hacia los terratenientes que
aparecían como señores feudales, acá aparece con más fuerza la
idea de una estructura imperial centralizada que intermedia con la
base de la sociedad, los indios.
La puesta en marcha de la colonia implicó el desmantelamien-
to de los “antiguos poblados extensos, a favor de los Pueblos de
Indios, concentración de conjuntos de viviendas. La dominación
en estos espacios, apunta Martínez (2011), se hacía a través de la
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Iglesia y el Cabildo de Indios (pp. 32–33). Con respecto a estas
dos instituciones, el autor resalta, primero, la labor del cura doc-
trinero en su función de vigilancia como parte de las funciones en
la estructura de dominación, y segundo, la función de la noble-
za india en las labores administrativas del cabildo que es elegido
exclusivamente por la misma nobleza y las autoridades coloniales
españolas.
A pesar de que, en este último texto, Martínez hace más énfasis
en la centralidad del poder de la corona y advierte que organizaba
la explotación, aún persiste en él la idea ortodoxa de ver estruc-
turas feudales en el régimen colonial de forma mecánica. Dice el
autor que “el régimen colonial de pueblos de indios convirtió a
los nativos en una clase fundamental de indios siervos (…) a los
nativos caciques los convirtió en camarillas de indios no servirles
con un status especial cabildesco” (Martínez, 2011, p. 38). Si bien
es cierto, la categoría de señor parecía no existir, aún se considera
a los indios bajo la de siervos, lo cual es explicable solo a través de
su relación con el señor, o quien cumpla esta función.
La lectura sobre el indio en el siglo XIX diere a la de Lagarte
(1977) y Ramírez (2011) para el mismo periodo, pero su aborda-
je es correcto, ya que los estudios de las autoras están pensados
para México, que tuvo una evolución distinta en tanto que las élites
del indigenismo criollo lograron su cometido de mexicanizar los
sectores indígenas, caso que no sucedió en Guatemala. Martínez
(2011) arma que, si bien es cierto, se suprimió por completo el
tributo, el trabajo forzado no desapareció del todo (pp. 38–39),
argumento que la historiografía profesional respalda con hechos.
No obstante, se considera que la Reforma Liberal suprimió por
completo las tierras comunales, y, además, agravó la situación de
siervo del indio “poniéndolo por completo a merced de los nuevos
terratenientes que habían tomado el poder, los cafetaleros.” (Mar-
tínez, 2011, p. 39) Los últimos estudios sobre la privatización de la
tierra muestran que el proceso fue un poco más complejo, no fue
algo que pasó de la noche a la mañana. Por otro lado, se insiste en
la idea de considerar a los indios siervos, cuando las relaciones son
de tipo esclavista. En las relaciones feudales, el siervo da parte de
su producción a cambio de ciertos benecios —en desigualdad,
por supuesto— en una relación esclavista no existe esta reciproci-
dad. No existe, además, relación, ya que el cuerpo del trabajador
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le pertenece al explotador. Martínez (2011) ubica el momento de
ruptura con este sistema en 1945, cuando se decretó la abolición
del trabajo forzado, y ve que existe una transición de este a un
proceso de proletarización que no se da rápidamente, ya que pesan
sobre ellos cuatro siglos de relaciones de “servidumbre colonial”
(p. 42).
El trabajo concluye con la idea de que existe una amplia gama
de indianidad, la cual está condicionada por la presencia de “carac-
terísticas del siervo o del indio noble colonial en el modo de vida,
la indumentaria, el utillaje, las costumbres y creencias, la lengua y
la mentalidad”; estas características formarían una unidad cultu-
ral, la cual está atravesada, desde la época Antigua por la variable
de clase (Martínez Peláez, 2011, p. 43). Si volvemos a la sección
anterior, esta es la tesis que deende Roldán (1988), donde se debe
de distinguir lo étnico —visto como unidad cultural— y la clase.
Sin embargo, este autor, por su enfoque economicista, da poca
importancia al componente étnico, que podría explicar la perma-
nencia de prácticas culturales de las sociedades anteriores. Solo
entiende al indio como un grupo social, mermando cualquier
nivel de agencia. Bajo esta concepción, aparece el concepto de
siervo” que, es para él “resultado” de la colonización: un indígena
desprovisto de cultura y agencia. Lo interesante, es que esta visión
marxista ortodoxa no está presente en Mariátegui, quién fue su
primer inspirador, ya que este último pensaba que ciertas prácti-
cas indígenas se podían integrar al programa emancipador, sobre
todas aquellas que el peruano consideraba como protocomunistas.
En Martínez, por otra parte, persiste una visión de los indígenas
desprovista de agencia.
Mario Payeras: el indígena y la Liberación Nacional
de Guatemala
La vida de Mario Payeras tiene muchas similitudes a la de Mar-
tínez: fueron intelectuales importantes, que desarrollaron su vida
académica y política en medio de la persecución y el exilio, ambos
pertenecieron a organizaciones políticas izquierdistas; Martínez
en el PGT, mientras que, Payeras en el Ejército Guerrillero de los
Pobres (EGP). Los dos se interesaron en comprender el problema
indígena en Guatemala; sin embargo, hay una serie de factores
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ideológicos que los diferencian de manera clara. A pesar de que
las organizaciones alas que contribuían tienen un origen común:
son derivaciones de partidos políticos estalinistas que comparten
elementos semejantes como la vía nacional de la revolución, una
organización jerárquica donde resaltan los grandes jefes y el culto
a la personalidad, etc. Estas características no son exclusivas del
estalinismo; por ejemplo, el culto al líder es una particularidad
importante de los movimientos caudillistas en América Latina
del siglo XIX, también los movimientos de Liberación Nacional
—como la Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898)— son
anteriores al establecimiento del imperio soviético en la década de
1930. La comprensión de algunos elementos de sus concepciones
políticas es importante para dilucidar ciertos aspectos de sus con-
ceptualizaciones sobre los indígenas.
Payeras nace en 1940 en Chimaltenango, en medio de la “pri-
mavera” guatemalteca, y estudia losofía en la USAC. Durante sus
primeros años de juventud forma parte de las juventudes del PGT,
lo que le abre opciones para estudiar en el extranjero. Parte a la
UNAM, de donde sale becado por la Universidad de Leipzig y a
sus 24 años, en 1964, se dirige hacia La República Democrática
Alemana para continuar con sus estudios de losofía. Durante su
estancia en este país del bloque soviético, decide volver tres años
después, en 1967, a Guatemala para incorporarse a la lucha ar-
mada (Pinto, 1999, p. 129). Las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR),
coalición armada guerrillera donde el PGT cumplía la dirección
política, organiza una ofensiva insurgente entre 1965 y 1966, don-
de se constituyen varios frentes guerrilleros. Esta ofensiva es total-
mente desarticulada por el ejército en 1967, año que llega Payeras
a Guatemala; es decir, se incorpora al movimiento en los momen-
tos más violentos y cuando es nalmente derrotado este primer
ciclo guerrillero que había iniciado en 1962 con la fundación del
FAR (Martí y Figueroa, 2006, p. 140).
El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) surge del cisma en-
tre el PGT y FAR a raíz de las pugnas en torno a los métodos de la
guerra armada. La tesis que funda el EGP —inicialmente llamado
la Nueva Organización Revolucionaria de Combate (NORC)— es
que esta guerra es “un proceso de ofensiva, constante (...) [donde]
el movimiento sería de la ciudad al campo y luego del campo a
la ciudad, y el campesinado sería la base y fuerza principal de la
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revolución y la guerra revolucionaria” (Martí y Figueroa, 2006, p.
141-142), dándole la población indígena un papel esencial, ya que
ellos “eran los guatemaltecos más aptos para la guerra y los más
explotados, los menos contaminados por ‘la ideología burguesa y
yanqui’” (p. 141). El EGP fue la organización político-militar más
importante, llegó a contar con más de 12.000 combatientes. Según
indica Figueroa, las acciones militares ejecutadas por las guerrille-
ras en Guatemala aumentaron en un 342 % entre 1979 y 1980, y un
86 % entre 1980 y 1981. Según este autor, el mérito de estas accio-
nes está en “incorporar a amplios sectores de los pueblos indíge-
nas a la lucha revolucionaria” (Figueroa, 1993, pp. 51–53). Payeras,
entonces, fue fundador y uno de los principales dirigentes del EGP.
La derrota nal de los guerrilleros sucede en 1982, por la organiza-
ción militar organizada por Ríos Montt. Las fuerzas contra insur-
gentes llegaron a tener de 15.000 a 500.000 “hombres organizados
en las Patrullas de Autodefensa Civil” (p. 53), que serían una de las
instituciones criminales causantes de actos de genocidio en Gua-
temala. Payeras deja al EGP en 1984, cuando el movimiento gue-
rrillero había sido completamente derrotado. Llegó a cuestionar
en esos años a los métodos armados durante su exilio en México
donde nalmente murió en 1994 (Pinto, 1999, p. 130).
Su obra literaria, al igual Martínez, se produce durante y des-
pués de la guerra armada. Los días de la selva, novela testimonial,
fue escrita en 1979 –en medio de la guerra–, así como su poemario
Poemas de la zona reyna. Con este primer libro llega a obtener el
Premio Casa de las Américas en 1980.
Las tesis guerrilleras de la Liberación Nacional buscaban la
liberación de la nación de la dependencia económica e ideológica
del imperialismo norteamericano, sus bases teóricas están en la
teoría de la dependencia. A nivel estratégico, estos movimientos
guerrilleros nacionalistas tienen como sustento la teoría del foquismo
(Zimmerman, 1991, p. 25) (con sus orígenes en el castrismo y el
guevarrismo) y la guerra popular prolongada (de Mao Tsé-Tung).
La Liberación Nacional está inserta una concepción nacionalista de la
revolución, que pasa, primero, por el establecimiento de un gobierno
socialista” nacional, dónde los guerrilleros tomarían el mando de
dirección, favoreciendo el establecimiento de regímenes de partido
único, propio de los gobiernos satélites de la URSS —aunque el
castrismo-guevarismo intentó desligarse de esta potencia, contin
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con relaciones económicas con este nuevo imperio hasta su implosión
a nales de los 90’s. Existen muchas críticas a esta concepción
nacionalista de la revolución que tiene sus raíces profundas en
la contrarrevolución en la Rusia de los 20 y 30, y los errores del
Comintern, en el contexto de la derrota de la revolución mundial. N
obstante, este debate es imposible de desarrollar en el presente trabajo.
A pesar de que desde los primeros años del EGP se había plan-
teado que los indígenas serían protagonistas esenciales del mo-
vimiento guerrillero, hubo poca elaboración teórica al respecto.
Durante los años de mayor enfrentamiento, fueron ellos los más
numerosos en los contingentes armados; el EGP se propagó a tra-
vés de la zona selvática del Ixcán, zona indígena. A nales de la
década del 70, esta organización había conformado seis frentes
guerrilleros actuando de manera conjunta. Es precisamente en los
últimos años de esta década, cuando Payeras escribió Los días de la
selva, publicada en 1980. El mismo autor arma que en esa época
no se había “logrado desentrañar la doble condición del indígena
como explotado y como oprimido, ni la doble aspiración que en
consecuencia alberga en su pensamiento.” (Payeras, 1981, p. 92)
Sería en los momentos nales del segundo ciclo guerrillero, en
1982, cuando en su texto “Los pueblos indígenas y la revolución
guatemalteca, el problema del indígena se empieza a elaborar. En
este documento Payeras sostiene que es necesario considerar a
Guatemala como un país multinacional. De la misma forma que
hace Martínez, arma que la época colonial era un tipo de feu-
dalismo: “los rasgos iniciales de lo que se ha podido caracterizar
como feudalismo colonial, fueron dinamizados lentamente por
los efectos de la constitución y desarrollo del mercado mundial
y de la división internacional del trabajo” (Payeras, 2010a, p. 55).
También, como el historiador, hay una lectura etapista simplica-
da donde se pasa de una estructura feudal a una de tipo capitalista:
ambos autores buscan calzar las estructuras económicas europeas
en América.
Algo novedoso en su análisis, que expone en este mismo texto, es
sostener que en Guatemala existía un proceso de formación de Esta-
do nación previo a la conquista; arma que estas sociedades “estaban
en proceso de formación de diferentes estados nacionales” (Payeras,
2010a, p. 57), y sostiene, más adelante, que Guatemala para el momen-
to previo de la conquista era “un país multinacional” (Payeras, 2010a,
p. 58). ¿Se puede pensar una “Guatemala” en la época pre-conquista?
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¿Se pueden aplicar categorías como la de Estado nación que surge en
el siglo XIX a épocas anteriores? La respuesta es negativa para ambas
preguntas. Payeras intenta pensar fronteras y espacios políticamente
controlados por Estados centralizados, a la usanza moderna.
Este defecto anacrónico de implantar categorías a situaciones
históricas distintas, en un modo casi mecánico a otros periodos,
se matiza con su abordaje sobre el problema cultural del indígena,
conjugado con el problema de clase. El autor separa las condicio-
nes económicas de explotación, de las condiciones “étnico-cultu-
rales” de dominación ideológica. Por eso, las capas indígenas han
acumulado capital sobre la base del comercio (…) no escapan a la
opresión” (Payeras, 2010a, p. 60). Este último tipo de dominación
se “realizó a través de la religión católica, que legitimaba el derecho
del vencedor y mediante la institucionalización del mito de la su-
perioridad española y la consiguiente inferioridad del indio” (Pa-
yeras, 2010a, p. 63). Esta tesis es parcialmente cierta, si se toman
en cuenta las discusiones sobre las tesis escolásticas y estoicas en el
problema del indio en el siglo XVI. No necesariamente se concibe
al indio como inferior, aunque esto no signica que el proyecto de
ingeniería social se detenga. Las tesis sobre la inferioridad del in-
dio aparecen con fuerza hasta el siglo XVIII. Payeras, en este texto,
arma que “la contradicción étnico-nacional (…) [como] uno de
los factores fundamentales de todo posible cambio revoluciona-
rio” (Payeras, 2010a, p. 68).
Cinco años después, en 1987, se publica el texto “tesis sobre la
cuestión étnico-nacional” donde se replantea el problema indígena.
Para esta época, Payeras ya había roto por completo con la vía ar-
mada como se explicó al inicio de esta sección. En este documento
sostiene que las tesis que expone surgen de debates con indígenas
“y su publicación obedece a la necesidad de que esta discusión se
amplíe” (Payeras, 2010b, p. 77).
La tesis II resalta el problema de la opresión cultural, dice que
“las etnias indígenas son grupos subyugados y su cultura es cul-
tura dominada; la cultura dominante es la del sistema social de
la burguesía, cultura de la cual participan los ladinos en general
(Payeras, 2010b, p. 78). Es una dominación cultural sobre las ba-
ses culturales maya-tolteca, que oprime “indistintamente de su
situación de clase” (p. 79). A diferencia del texto anterior, Payeras
introduce el problema del “ladino” en su argumentación, esto se
ve más claramente en la tesis III.
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El grupo ladino es denido como “todos aquellos guatemalte-
cos que no se consideran o no son considerados indios, y que par-
ticipan en esa medida de la cultura hegemónica.” (Payeras, 2010b,
p. 79) A criterio de este autor, los ladinos empezaron a jugar un
papel importante hacia nales de la época colonial, y sobre todo
durante el siglo XIX, ya que se constituyeron administradores, y
asumieron “funciones como contratistas de mano de obra india
para los terratenientes, monopolizando el comercio, ejerciendo
la usura y cumpliendo con frecuencia el rol de esbirros locales,
en las urbes nacientes y en el oriente del país.” (Payeras, 2010b, p.
80) También apunta que de los ladinos aparecen los artesanos y
proletarios, y por este hecho, un sector del mismo funciona como
opresor cultural, pero por otro lado sufre “las consecuencias del
sistema social de la burguesía” (Payeras, 2010b, p. 80), es decir,
son opresores-explotados. La tesis IV muestra varios ejemplos en
cómo se maniesta esta opresión cultural. En la tesis V, teoriza la
conciencia del ladino como una “conciencia desgarrada” (Payeras,
2010b, p. 83) al tener esta doble característica; al ser clase “opreso-
ra” a nivel cultural, su liberación depende de los ladinos que sufren
de la explotación. Es decir, los ladinos proletarios, y no en tanto de
“ladinos en general” (Payeras, 2010b, p. 84).
Luego de ahondar en el problema del ladino, el autor se plantea
el problema de la nación. En la tesis VII liga el nacimiento de la
nación guatemalteca en las “revoluciones burguesas del siglo XIX”
(Payeras, 2010b, p. 84), planteada como un proyecto burgués; ya
para el siglo XX este proyecto ha consumado, a criterio del au-
tor, “las exigencias básicas que reclamaba el liberalismo. El de-
rrocamiento de este sistema solo puede darse mediante la “alianza
encabeza por el proletariado (…), los pequeños artesanos y co-
merciantes, los campesinos pobres y medios, la pequeña burguesía
intelectual, en la perspectiva de una revolución de la que están lla-
mados a constituirse en fuerzas motrices el proletariado y los pue-
blos indígenas” (Payeras, 2010b, p. 85). Las reivindicaciones sobre
los derechos indígenas están subordinados a la Liberación Nacio-
nal, como indica en las tesis VIII y X (Payeras, 2010b, pp. 86-89).
El autor plantea la idea que la revolución triunfante llevará
como consigna el “centralismo-democrático” pero “aplicado a la
cuestión étnico-nacional” que se traduce en el “reconocimien-
to [de] el derecho a la autonomía local y regional de los pueblos
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indígenas” (Payeras, 2010b, p. 89). La tesis XIV plantea que debe
surgir “una nueva cultura, una cultura de raigambre popular, de
contenido democrático y de proyección internacionalista. Habrá
de ser una cultura nutrida por las raíces del pueblo guatemalteco
(Payeras, 2010b, p. 92). Esta última postura parece indicar que se
buscará una nueva identidad que sintetice los matices multicul-
turales, se puede ver cómo en este texto se ha roto con la idea de
concebir a Guatemala como un Estado multinacional, idea presen-
te en el texto de 1982.
Los usos del problema indígena bajo la lupa de la
ideología guerrillera
La vida de Martínez y Payeras está profundamente marcada por
varios eventos de carácter político que afectaron a Guatemala y la
región. Primero, ambos vivieron de jóvenes, la llamada “primavera
guatemalteca” y pertenecieron a las organizaciones estalinistas que
surgen durante este periodo: el PGT y el EGP. La situación política
de la caída de Árbenz, los lleva a vivir una vida intelectual llena de
exilios. Ambos vivieron muchos años de sus vidas en México; in-
cluso, Payeras tuvo un paso efímero por Alemania y Rumanía. La
producción intelectual de ambos se hizo al calor de los movimien-
tos guerrilleros del primer y segundo ciclo. Por eso, los usos que
dan a los conceptos son, sobre todo, de orden político: Martínez
se inspira en la obra de Mariátegui para realizar una investigación
sobre los orígenes sociohistóricos de los indígenas; por otro lado,
de manera tardía, pero similar, Payeras se ocupa de comprender la
situación indígena con el n de integrarlos al proyecto de la Libe-
ración Nacional.
A diferencia de Payeras, Martínez utiliza en su análisis el vo-
cablo indio. Para él, este término existe solo como producto del
proceso de colonización, es de orden histórico, lo asocia a la “in-
geniería social” de los españoles que agruparon a los indígenas en
poblados llamados “pueblos de indios” y que llevaron a cabo prác-
ticas que buscaron negar su cultura. Esta idea de que el indio es un
proceso histórico, producto de la expansión del imperialismo es-
pañol y el capitalismo, es compartido por el antropólogo Lagarde
(1977). Esto lo realiza mediante la crítica de las fuentes coloniales,
donde logra leer entre líneas estas prácticas de dominación (la ne-
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gación de su existencia, la crítica a sus prácticas paganas y la justi-
cación de los trabajos forzosos). Lo más innovador para la época
que vivió, que luego la historiografía profesional ha dado cuenta
de una manera más compleja —explicando la existencia de otras
capas sociales como la aristocracia y los militares, que también go-
zaron de encomiendas— es la lectura que realiza sobre la integra-
ción de las prácticas de dominaciones anteriores a la conquista, a
la era de la colonia, donde identica tres clases fundamentales —
los señores, caciques, maceguales— que se integran a la estructura
de dominación del imperio español.
El punto más controversial tiene que ver con las categorías de
clase que desprende de la colonial, donde considera al indígena
bajo el concepto de siervo de los “terratenientes” españoles, y luego
de los aristócratas criollos. Esta misma idea está en Payeras, que
considera que existió un “feudalismo colonial. El imperio español,
a diferencia de los feudos europeos, conformó un sistema imperial
centralizado en donde la propiedad pertenecía a la corona, los en-
comenderos y los distintos funcionarios, respondían siempre a los
dictámenes de las autoridades peninsulares. De hecho, la misma
iglesia estaba subordinada a estos intereses. Además, en la lectura,
existe un etapismo mecánico entre la colonial y la era que surge
después de la independencia. Se pasa, a criterio de ambos autores,
de estructuras “feudales” a relaciones de orden “capitalista. Este
debate es complejo, la historiografía ha dado cuenta que las raíces
de la transformación a una sociedad liberal iniciaron desde la era
borbónica y su producto fue incompleto. La privatización de la tie-
rra no surgió de la noche a la mañana ni tampoco fue completada
en el siglo XIX.
En Martínez hay un intento de incorporar la variable de etnia;
sin embargo, no utiliza este término. Menciona que existen ciertas
características del siervo o del indio noble colonial en el modo
de vida, la indumentaria, el utillaje, las costumbres y creencias, la
lengua y la mentalidad” (Martínez Peláez, 2011, p. 43), pero, in-
mediatamente, subordina estos factores subjetivos de identidad a
la variable de clase, es decir, al concepto de siervo. En ese sentido,
estaría en contra de Roldán (1988), que sostenía que no existe una
clase social especíca en los indígenas, ya se está dentro y fuera de
las clases; o sea, el indígena es una categoría social y no una clase.
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A pesar de que las principales personas que enfrentaron al
ejército profesional guatemalteco entre 1972 y 1982, durante el se-
gundo ciclo guerrillero, eran indígenas, resulta sorprendente que
existiera tan poca elaboración teórica sobre el problema indígena
durante el proceso. De hecho, solamente se les consideraba estra-
tégicos, ya que, “eran los guatemaltecos más aptos para la guerra
y los más explotados, los menos contaminados por ‘la ideología
burguesa y yanqui” (Martí y Figueroa, 2006, p. 141), como se in-
dicó antes. Tanto Martínez como Payeras, solo consideraron a los
indígenas en calidad de clase subordinada a los dictámenes de los
guerrilleros, que en su mayoría no eran indígenas. Es decir, para
este último caso, fueron utilizados como carne de cañón bajo la
promesa de que la liberación de Guatemala era una condición ne-
cesaria para salir de sus calamidades de clase explotada.
Tanto Martínez como Payeras, al confundir una categoría so-
cial con una de clase (siervo y luego proletario, respectivamente);
primero, niegan la existencia de estructuras de clase a lo interno de
las comunidades indígenas; y segundo, los consideran como per-
sonas carentes de identidad y agencia. Payeras reivindica algunas
de estas posiciones cuando incorpora la etnia en sus análisis, pero,
durante la época de la guerra, pensaba bajo los mismos cánones
que Martínez. Este tipo de lecturas marxistas ortodoxas tienen su
origen en visiones estalinistas, economicistas, donde mecánica-
mente, lo estructural determina lo subjetivo. El problema es visto
solamente como una “problemática de orden económico social y
no étnico o racial” (Pinto, 2008, p. 253). El indígena, según ellos,
es una persona sin historia, por lo tanto, llegó hasta nuestros días
como producto de un proceso de pérdida de subjetividad. Es decir,
es la misma idea que expuso Ramírez (2011) en la era colonial,
cuando sostuvo que los indios eran considerados menores de edad
y, por tanto, había que guiarlos hacia su “mayoría de edad. Este
mismo fenómeno, como apuntó Casaús(2010), apareció durante
las primeras décadas del siglo pasado, luego de los descubrimien-
tos de las ruinas mayas, cuando los indígenas eran vistos bajo la
sombra de las sociedades complejas antiguas.
Las lecturas de Payeras posteriores son contradictorias, a di-
ferencia de Martínez (2011, 2012) que mantenía una concepción
sobre el problema ingena homogéneo. Primero, pensó a Guate-
mala como una nación “multinacional, identicando “naciones
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indígenas” desde antes de la época colonial, e intentando calzar
estas naciones antiguas en las estrechas fronteras de un país que
aparece bajo la forma de nación-estado hasta el siglo XIX. La
elaboración que inserta el factor étnico es muy tardía, aparece en
tiempos cuando ya había abandonado la vía armada, y había re-
nunciado al EGP. En esta última versión, expone algunos puntos
muy válidos, como considerar la dominación sobre los indígenas
bajo dos vías, una cultural, y otra de clase. Además, reexiona
sobre los ladinos, donde arma que estos tienen una conciencia
desgarrada por su condición de opresores culturales, y oprimidos
en cuanto clase. Asimismo, genera confusión el concepto de un
“Estado multicultural” (Payeras, 2010), ¿acaso las distintas etnias
indígenas están todas aprisionadas en las fronteras del Estado gua-
temalteco? Es claro que muchas de las comunidades indígenas
forman parte de regiones supranacionales; sin embargo, Payeras,
por el profundo nacionalismo de la ideología guerrillera de la Li-
beración Nacional, solo logra pensar las comunidades indígenas
supranacionales en términos de país.
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