De la ascendencia a la trascendencia del anthropos:
2001, una odisea prospectiva
Ronulfo Alberto Vargas Campos
InterSedes, Revista electrónica de las sedes regionales de la Universidad de Costa Rica,
ISSN 2215-2458, Volumen XXIII, Número 48, Julio-Diciembre, 2022.
10.15517/isucr.v23i48 | intersedes.ucr.ac.cr | intersedes@ucr.ac.cr
A: e Science Fiction drama 2001 Space Odyssey is the motive to analyse in this
paper the 3 moments in human history -ascendence, decadence and transcendence- that
identify homo sapiens as a transitive being, a self-realized product of evolution but in
constant risk of succumbing to its own autopoietic dynamics. According to Clarke and
Kubrick (1965), the beginning and ascent of the sapiens species lies in the evolution of
intelligence from an extraterrestrial induction, a premise that emerges from the characteristic
imagination of SF.
R: La obra de cción Odisea 2001, en su expresión escrita y cinematográca, es el
motivo para analizar en este trabajo los 3 momentos de la historia humana -ascendencia,
decadencia y trascendencia- que identican al homo sapiens como un ser transitivo, un
producto de la evolución autorrealizado pero en riesgo constante de sucumbir a su misma
dinámica autopoiética. Según Clarke y Kubrick (1965), el comienzo y ascenso de la especie
sapiens radica en la evolución de la inteligencia desde una inducción extraterrestre, premisa
que se desprende de la imaginación característica de la ciencia cción.
Universidad de Costa Rica
Escuela de Estudios Generales
San José, Costa Rica
ronulfo.vargas@ucr.ac.cr
Publicado por la Editorial Sede del Pacíco, Universidad de Costa Rica
P : Odisea Espacial 2001, ciencia cción, especie, evolución, inteligencia,
historia.
K: 2001 Space Odyssey, Science Fiction, species, evolution, intelligence, history
From ascendence to transcendence of the anthropos: 2001, a prospective odyssey
Recibido: 18-10-21 | Aceptado: 24-01-22
C  (APA): Vargas Campos, R. A. (2022). De la ascendencia a la trascendencia del anthropos: 2001,
una odisea prospectiva. InterSedes, 23(48), 57–74. DOI 10.15517/isucr.v23i48.48623
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Julio-Diciembre, 2022, pp. 57–74 (Artículo).
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Preliminares
En 1948 Arthur C. Clarke escribió un cuento llamado “El
Centinela” (“e Sentinel”), publicado por vez primera en 1951
(James, 2005, p. 434), en el que introducía un artefacto que ex-
ploradores terrestres hallaban en la luna. Tras revisarlo y debatir,
concluían que era de factura extraterrestre y que su propósito era
detectar vida inteligente primitiva a la que se pudiera apoyar en
su esfuerzo por prevalecer y desarrollarse. Inteligencias ancestra-
les extraterrestres tenían instalados esos dispositivos alrededor del
cosmos, a la espera de vida joven anuente a recibir esa interven-
ción alienígena que les proveería de un salto evolutivo. Esta histo-
ria interesó a Stanley Kubrick, quien en 1964 se puso en contacto
con Clarke para solicitar su colaboración en la realización de una
película (Castle, 2016, p. 394). La propuesta consistió en la redac-
ción de una novela que extendiera la trama de “El Centinela” y la
composición en coautoría de un guion basado en aquella, con base
en el cual se rodaría 2001: A Space Odyssey. Ambas obras homóni-
mas se estrenaron en 1968.
A partir de la narrativa (literaria y fílmica), la propuesta se
enfoca en los 3 momentos de la historia humana -ascendencia,
decadencia y trascendencia- que, de acuerdo con la trama que
desarrollan Clarke y Kubrick, hacen transitar biológica y cultural-
mente al homo sapiens desde un organismo incipientemente inteli-
gente hasta el ser humano actual con prospectiva posthumana.
1
Se
trata de una autopoiesis vertiginosa que conoce luces y sombras,
cuyo desarrollo oscila entre la extinción y la superación. Según
la concepción de los autores de 2001: A Space Odyssey, nuestra
especie eclosiona mediante una súbita evolución pulsional de la
inteligencia especíca inducida por inteligencias extraterrestres,
1 Esa es la interpretación que hace Jerold J. Abrams, editor y coautor de La lo-
sofía de Stanley Kubrick (2012). El posthumanismo es lo que Abrams supone el
imperativo nietzscheano de superar al hombre, según se puede leer en Así habló
Zarathustra, entre otras obras del lósofo alemán. El texto fílmico claramente
tiene al Übermensch nietzscheano como referencia del Niño de las Estrellas. Pero
el prejo post carga con el estigma de una imposibilidad ontológica -abandonar
la condición humana para transformarse en algo superior, o ser reemplazado el
ser humano por algún ente superior. Transhumanismo, en cambio, denomina la
aspiración de transcender la condición humana sin dejar de ser natural y cultu-
ralmente humanos (Bostrom 2011, p. 161).
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trashumantes interestelares que exploran el universo en procu-
ra del único producto de la naturaleza que durante su existencia
milenaria los ha sorprendido: la inteligencia.
2
La introducción
de estos caracteres alienígenas se corresponde típicamente con la
ciencia cción, el género al que pertenece la trama. Esta es una
licencia poética que opera como estrategia heurística para favore-
cer el desarrollo dratico; pero no contradice la teoría clásica de
la evolución, ya que presupone que la inteligencia habría tenido
una evolución inmanente conforme con la dinámica de la mate-
ria viviente, aun sin encuentro extraterrestre. La historia ilustra el
desarrollo de la inteligencia como medio de supervivencia, instru-
mento de dominación del entorno. Esta racionalidad objetiva in-
duce comportamientos e interacciones transformadoras del medio
natural, del medio elaborado por la actividad humana, y de la pro-
pia condición del agente. La ilustración literaria y cinematográca
examina la paradójica actividad intelectual como herramienta hu-
mana de construcción, destrucción y autodestrucción, junto con
su decisivo potencial para producir la lucidez autorreexiva que
ampara la posibilidad de evadir el destino de la extinción al que
inexorablemente marchan las especies.
Ascendencia
Inteligencia y sapiencia se consideran, desde Aristóteles, com-
ponentes de la diferencia especíca que dene universalmente al
ser humano.
3
En su momento, el doctor House le aclaró a un es-
2 El instrumento empleado para esa inducción es el monolito, un artefacto ex-
traterrestre de forma cúbica, de 15 pies de altura, erigido sobre la tierra (Clarke,
2018, pág. 23). Es un mecanismo que descarga energía tras el contacto senso-
rial, e induce una aceleración de las facultades cognitivas. Más tarde se revela
además como portal para la revelación y comunicación de entidades inteligentes
alrededor del universo. Sus constructores lo depositan en la sabana africana, en
las postrimerías del Plioceno, para la consideración de Moonwalker y su tribu de
australopitecus, ancestros del homo sapiens. El contacto con el monolito provee el
estímulo que orienta el ascenso de la especie hacia la hominización.
3 En su tratado sobre la Política, Aristóteles arma que la posesión de palabra
es la diferencia que especica al ser humano con respecto al resto de organis-
mos vivientes; el ser humano es zóon lógon échon: “animal con palabra, es de-
cir, portador de un universo simbólico con potencial epistémico, ético, político y
estético. Lógos es un vocablo griego que connota signicados que redundan en
torno a la idea de racionalidad: “la palabra es para manifestar lo conveniente y lo
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céptico arrogante que el Estagirita no quería dar a entender que el
ser humano fuera en todo momento un “animal con lógos, sino
que este atributo aludía a una facultad y una conducta esenciales
que se daban gradualmente en acto o en potencia en toda perso-
na.
4
Por cierto, Aristóteles dice ánthropos donde nosotros leemos
ser humano, en castellano. En esta exposición nos decantaremos
por el vocablo griego para nombrar el fenómeno. Esta decisión
responde a consideraciones históricas, disciplinares y éticas.
Ser humano, hombre, mujer, persona, son palabras derivadas
del entendimiento que el siglo XIX hizo del término homo sapiens,
que Carl Linneo acuñó (Systema naturae, 1758) para denominar a
nuestra especie. Desde su origen, el término evocó malentendidos
que el propio Linneo trató de aclarar. Su taxonomía presuponía
el creacionismo jista: “el número de especies que existen actual-
mente es el mismo número creado por Dios en el comienzo” (en
Camacho, 2013, p. 171), de manera que ‘homo’ aludía original-
mente a un género que Linneo acuñó para diferenciar con exclu-
sividad el género y la especie humana de otros géneros y especies
homínidas. La antropología posterior, libre del prejuicio creacio-
nista, incluyó dentro de la familia hominidae -criaturas con forma
de hombre- a especies de simios no humanos, pero conservó para
el ser humano existente el nombre genérico y especíco de homo
sapiens. En consideración de la historia cultural de la especie, esta
categoría pareciera quedarle grande, ya que sabiduría es el cono-
cimiento derivado de experiencias sopesadas por una inteligencia
práctica, sustantiva, que se emplea como medio para la vida bue-
na.
5
La evolución natural y cultural de este homo sapiens desata un
perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a
los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de
lo injusto, y de los demás valores” (Aristóteles, 1988, pág. 51).
4 En torno a la serie de televisión House M.D. (2004-2012) y el juicio que merece
al personaje el concepto del ser humano como zóon lógon échon, H. Jacoby aclara
en estos términos: “La razón es lo que distingue a los seres humanos. Cuando
Aristóteles dijo que “el hombre es un animal racional, no se refería a que tuvié-
ramos siempre un comportamiento lógico sin guiarnos nunca por nuestras emo-
ciones o el instinto. Lo que quiso decir es que sólo los seres humanos tenemos la
capacidad de razonar (Jacoby, 2009, pág. 21).
5 Expresiones como vida buena, bien vivir, o inclusive bienestar, traducen el con-
cepto de eudaimonía, que tradicionalmente se vierte como felicidad. En la loso-
fía de Aristóteles, la eudaimonía o felicidad hace alusión a un estado de plenitud
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mar de dudas acerca de la conveniencia del nombre. La historia de
2001 de Clarke y Kubrick asume esa problemática en prospectiva:
Homo sapiens, el apelativo bautismal de la especie, es en realidad
una asignatura pendiente: un concepto que debe demostrarse y
ganarse a base de la auténtica phrónesis, de la inteligencia prácti-
ca que el ser humano ha solido marginar en una praxis orientada
por la lógica instrumental hacia la presunta conquista del univer-
so. Hablaremos de ánthropos porque homo sapiens está al nal, en
la tesitura de una meta contingente: antes de alcanzar ese estatus,
ánthropos bien puede sucumbir por su propia autopoiesis com-
pulsiva.
6
La vida comenzó en la Tierra hace cerca de 3500 millones de
años, mil años después de la propia formación de planeta (Mon-
ge-Nájera, 2012, p. 226). Una de las hipótesis cientícas vigentes
en torno a su origen es la de la panspermia
7
: las partículas elemen-
tales de la vida -un conjunto de 25 elementos químicos (Campbell
y otros, 2001: 19)- se encuentran en todo el universo y se despla-
zan a través de él adheridas a meteoritos. Una vez que se dieron
las condiciones ambientales en el planeta (descenso de temperatu-
ra, estabilización de la atmósfera) fue posible que sobrevivieran y
del ser (entelequia), al que tiende el sujeto que reiteradamente actúa conforme a la
virtud, y por ello, experimenta el desarrollo sostenido de sus posibilidades de ser;
en términos aristotélicos: actualiza constantemente su potencia; hace de la virtud
un modo de vida que le depara placer o satisfacción -consustancial a la acción
ecaz, al “trabajo bien hecho”-, pero que trasciende el placer como el instante que
es, y arma la vida como existencia activa que aora en el despliegue de capaci-
dades exponencialmente complejas (Aristóteles, 1998, pág. 147).
6 La prospección, en áreas como la administración de empresas, alude a una in-
dagación de posibilidades a partir de condiciones dadas. El crítico español de
ciencia cción Julián Díez empleó este concepto para identicar una de “las razo-
nes para que un escritor decida emplear las herramientas de la literatura especu-
lativa” (Díez 2008, p. 5); la ciencia cción prospectiva funciona como “admoni-
ción” de posibles desarrollos, a base de proyectar especularmente las condiciones
dadas en la actualidad en contextos de ciencia, tecnología, sociedad, política y
cultura. La cción prospectiva sirve entonces para avistar escenarios a los que
no se quiere llegar, pero a los cuales está encaminado el progreso tecnocientíco,
y también para estimar las posibilidades que se tienen para enmendar esa ruta.
7 Literalmente, “semillas por todas partes. Propuesta en 1865 por el botánico
Hermann Richter, la hipótesis fue adosada en 1908 por el químico Svante Arrhe-
nius. El llamado Meteorito de Murchinson, que cayó en Australia en 1969 y que
tras su análisis reveló compuestos orgánicos, llevó a los cientícos a reconsiderar
la plausibilidad de la panspermia (Monge-Nájera, 2012, p. 226).
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prosperaran esos compuestos orgánicos microbianos precipitados
al suelo terrestre dentro de cuerpos celestes. Según esta hipóte-
sis, la vida en la Tierra tiene entonces un origen extraterrestre, y
asimismo es simbiogenética: es materia evolucionada cuya com-
plejización hace que emerjan las cualidades características de la
materia viviente, vgr. la autonomía. La simbiogénesis -un concep-
to acuñado por la bióloga Lynn Margulis (Capra, 1998, p. 242)- es
el recurso de producción o autorreproducción de la vida, que una
vez animada, se reproduce por su propio movimiento, a saber: la
convivencia.
La odisea que narran Clarke y Kubrick empieza mucho después
del origen y evolución de la vida en la Tierra, en el momento en
que de entre la pluralidad de organismos especiados la atención
narrativa se enfoca en las vicisitudes que padecen unos primates
vegetarianos asociados en hordas, que coexisten y compiten por
recursos entre sí y con otras especies, para algunas de las cuales,
esos primates son presas. “La noche primitiva” es el título de esta
primera parte de la Odisea literaria, que narra el drama de la lucha
diaria por la supervivencia en el entorno hostil de la anánke, la
máxima escasez. Clarke destaca las penurias por las que atraviesa
la horda que lidera Moon Watcher, cuya compulsión vital afronta
la constante pérdida de individuos que caen víctimas de depre-
dadores, enfermedades o el hambre. Para el futuro ánthropos, la
noche primitiva es el epílogo del Pleistoceno, hace cerca de 315 mil
años. Kubrick en cambio, en su versión cinematográca, titula esta
primera parte “La alborada del hombre, anticipando el éxito que
de alguna manera coronará la horda del incipiente homo habilis
Moon Watcher.
Ese éxito improbable para la especie cae literalmente como
deus ex machina, un día que será extraordinariamente decisivo
para su futuro inmediato y remoto. Aparentemente de la nada los
homínidos de la horda de Moon Watcher perciben un monolito
semienterrado, de dimensiones inusuales en comparación con
cualesquiera otras rocas. Su supercie es rectangular, lisa y pla-
na; se yergue verticalmente en el paisaje prehistórico excitando la
curiosidad de sus famélicos y perplejos espectadores, hasta que
se produce el contacto: uno a uno los miembros de la horda van
tocando la piedra, que les devuelve el tacto bajo la forma de una
descarga que los escanea y a la vez los irradia con una forma des-
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conocida de energía que precipitará la evolución de estos primates
cuyo estado actual bordea la extinción. El monolito arriba como
una tabla de náufrago para la salvación de esas criaturas. La ex-
posición al monolito precipita la evolución bajo la forma de una
pulsión intelectual que no evade la selección natural: en unos in-
dividuos esa pulsión inducida prospera, haciéndoles entender, re-
solver problemas, proyectar imaginariamente artefactos. En otros
individuos, la pulsión fracasa: les provee espasmos y catatonia. La
inteligencia de Moon Watcher, más que la de los otros, despierta
y progresa orientándose al desarrollo de la comunicación lingüís-
tica, la técnica y la transmisión social de conocimientos que, co-
dicada simbólicamente, se hará intergeneracional y logenética.
Inteligencias extraterrestres dispusieron un artefacto cuyo contac-
to alejó de la muerte e hizo prosperar a estas criaturas prehumanas
mediante la sosticación de su cultura. Pero esa sosticación apeló
al expediente especíco de la técnica, de la inteligencia empleada
en la elaboración de instrumentos que ampliaban la fuerza y el
alcance de las capacidades físicas. La precoz inteligencia de estas
criaturas no procreó solamente la técnica para la invención de he-
rramientas, sino la nalidad concreta de ellas: la acometida contra
la anánke, la violencia emprendida con propósitos de sobrevivir
y medrar. Clarke hace descubrir a Moon Watcher el potencial de
los novedosos utensilios -piedras y huesos pulidos para cortar y
golpear- al emplearlos como armas, primero contra los cerdos
que pululaban en ese entorno de recién descubierta falsa escasez.
Aprender a matarlos para consumirlos y nutrirse les hizo entender
a esos proto-ánthropos que no necesitaban padecer el hambre. La
segunda utilidad del instrumento se reveló contra el leopardo que
acostumbraba agenciarse su comida minando las vidas de la hor-
da. Matarlo les hizo entender que no necesitaban padecer el miedo
a los depredadores. Finalmente, el instrumento fue empleado para
agredir y matar a Una-Oreja, el líder de la horda que disputaba los
recursos. Entendieron que no necesitaban avasallarse ante enemi-
gos.
Estos procesos de aprendizaje se extienden a lo largo de la “no-
che primitiva” de la prehistoria, que abarca muchas generaciones,
cientos de miles de años después de la horda de Moon Watcher
y comprende sucesivos hitos de evolución biológica y cultural: la
denición especíca de ánthropos, la objetivación de la cultura
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en instituciones, el descubrimiento de la agricultura, la invención
de la escritura, la sucesión de etapas en las formas de asociación
social (tribus, ciudades, civilizaciones, imperios). Por su parte, la
práctica consuetudinaria de la guerra ana progresivamente sus
instrumentos, a saber: la ascendencia de ánthropos a partir de las
consecuencias de la pulsión intelectual investida por el monolito
extraterrestre que desapareció tan misteriosamente como vino.
Kubrick prescinde de la narración de todos esos hitos históri-
cos, técnicos y culturales. Igualmente lo hace de los episodios de
los cerdos y del leopardo. Enfoca puntualmente su atención en el
momento del transcurso de una batalla en que un anónimo pri-
mate agrede a otro con un hueso y le causa la muerte, hecho que
enerva al asesino en un acceso de euforia. Esa escena le basta a Ku-
brick para ilustrar la ascendencia de ánthropos por medio de la in-
teligencia que inventa la técnica que sostica y dota de ecacia a la
violencia. El reconocimiento del prójimo como competidor o co-
laborador, junto con la aniquilación física en el primer caso como
posibilidad real de la ventaja técnica, son las conductas que mar-
can nuestro nacimiento. Es lo que le interesa enfatizar a Kubrick,
menos dado a la lantropía que Clarke, y más escéptico respecto
del porvenir de esa especie que recién descubre el homicidio y lo
usa como peldaño de la evolución. La ciencia cción de Clarke nos
dice que, en la noche primitiva, inteligencias extraterrestres bene-
ciaron al futuro ánthropos con un impulso que aceleró la evolu-
ción de su inteligencia. Desde entonces, esta criatura la emplearía
para erigirse en especie dominante a base de construir destruyen-
do y matando, es decir, elaborando una autoextinción tendencial,
pero también elaborando creatividad cultural, identidad y sentido
existencial. La muerte es condición de vida y uno de los momentos
en que se extiende la presencia física de cualquier ser viviente.
La ciencia cción de Kubrick nos dice más sucintamente que el
homo sapiens aparece y se desarrolla matando para vivir; más aún,
derivando placer de la acción agresiva. Con su selección dramá-
tica -la fundación de la matanza técnica-, Kubrick se sitúa entre
los partidarios de la entonces reciente teoría del “mono asesino,
del antropólogo sudafricano Raymond Dart. En el No. 1 del Vol. 4
de la International Anthropological and Linguistic Review, de 1953,
Dart publicó un artículo cuyas tesis tendrían elocuentes resonan-
cias entre la comunidad de pesimistas antropológicos. “e Pre-
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datory Transition from Ape to Man” se titula el trabajo de Dart,
en el que proponía que las condiciones ambientales determinaron
una transición del consumo vegetal a la proteína animal mediante
la caza apoyada en herramientas. La instauración de la dieta carní-
vora tuvo consecuencias en el corto plazo de su descubrimiento y
en el largo plazo de la evolución humana:
La repugnante crueldad del hombre hacia el hombre es una
de las innegables características distintivas de la especie, y
solo se explica en términos de su origen carnívoro y caníbal.
Los ensangrentados archivos de la historia humana, desde
los tempranos egipcios y sumerios hasta las más recientes
atrocidades de la Segunda Guerra Mundial son coherentes
con el temprano y universal canibalismo, con los rituales de
sacricios animales y humanos en religiones formales y con
las prácticas de desollamiento, decapitación, mutilación y
necrolia esparcidas alrededor de todo el mundo. Semejan-
tes prácticas proclaman la diferenciadora sed de sangre, el
hábito predatorio, esta marca de Caín que separa dietética-
mente al hombre de sus familiares homínidos y lo alía más
bien con los más mortales carnívoros (Dart, 1953, p. 4).
La actividad depredadora de la que había empezado a depender
la existencia arrojó consecuencias sobre la siología del primate:
transformación del sistema nervioso central para la agudización
de músculos y órganos sensoriales, que provocaron el crecimiento
del cerebro y el ensanchamiento del hueso craneal. La dotación
proteínica aportó energías que contribuyeron a nutrir al organis-
mo en evolución. La destreza en el manejo de las armas y en el
progresivo arte de la agresión letal decantaron jerarquías y órdenes
para el aprovisionamiento y distribución que consolidaron la so-
breproducción de recursos, es decir, la provisión material más allá
de la subsistencia. Con ello, se cristalizó la perspectiva de territo-
rialidad, de un asentamiento que se debe sostener y mejorar, un
hábitat o “espacio vital” de cuya elaboración simbólica derivaría el
arte y la institución de la guerra.
En paralelo con la jación de instintos depredadores, Dart con-
templa el surgimiento de sentimientos de altruismo y colabora-
ción para con los miembros de la propia horda, es decir, ambas
estrategias de supervivencia se decantaron del perl del “mono
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asesino”: crueldad y aniquilación para los extraños, amistad y pro-
tección para los propios. Diez años después de la obra de Dart, el
etólogo Konrad Lorentz abonó a la tesis del “mono asesino” en su
obra de 1963 Sobre la agresión, donde defendía que la conducta
agresiva era característica de todo organismo a causa de compul-
siones instintivas que se enmarcaban en la selección natural.
8
Dart
y Lorentz dan continuidad a la hipótesis freudiana de la pulsión
de muerte, el ánatos innato e inconsciente que tiende a la des-
trucción de todo lo que niega el principio del placer. Los excesos
y atrocidades de la violencia empoderada por la técnica durante
cientos de miles de años, el hecho recurrente de que el ánthropos
volcara sobre sí mismo ese potencial destructivo en actos de con-
quista, avasallamiento, tortura y destrucción parecen constatar la
tesis del “mono asesino, que es irrefutable, pero no porque sea
verdadera, sino porque por su naturaleza especulativa no es posi-
ble dar con evidencias contrarias incontestables. Máxime porque
la propia tesis estipula que junto a la violencia compulsiva hacia lo
otro evolucionó sedimentándose una solidaridad igualmente es-
pontánea hacia los propios, esto es, el prójimo.
El lósofo español Javier Gomá Lanzón rememora una de las
evidencias prehistóricas de ese componente altruista que acom-
paña a la evolución biológica y cultural del ánthropos. En el ya-
cimiento arqueológico de Dmanisi, una región de la república
eurasiática de Georgia, se halló en 2000 una mandíbula fósil des-
dentada de un homo habilis que habitó la región hace cerca de un
millón ochocientos mil años. Los estudios paleontológicos deter-
minaron que se trataba de un individuo que había alcanzado una
8 Lorenz remonta la agresividad humana hasta los antecesores más remotos de la
especie: “Se ha podido demostrar que los primeros inventores de instrumentos
líticos, los australopitecos africanos, utilizaron las armas recién inventadas no
sólo para cazar animales, sino también para matar a sus congéneres. La experi-
mentación y el diálogo con el medio ambiente debidos al pensamiento concep-
tual le procuraron sus primeros instrumentos o medios: el hacha de piedra y el
fuego. Pero no tardó en aplicarlos a asesinar a sus hermanos y a asarlos, como lo
demuestran los hallazgos efectuados en los enterramientos del hombre de Pekín:
junto a las primeras huellas del uso del fuego yacen huesos humanos mutilados y
visiblemente tostados” (Lorenz, 2005, p. 146) La agresión es un “pretendido mal,
según reza el subtítulo, debido a que se trata de un comportamiento instintivo
que opera selectivamente en función de la supervivencia, pero que, además, en el
marco de la cultura humana, está sujeto a estrategias de inhibición -vgr. la mora-
lidad institucional- que lo orientan en expresiones positivas.
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edad considerable para las condiciones de entonces. De ahí que
la mandíbula careciera de dientes, y que su propietario debiera
ser alimentado -y en consecuencia sostenido, cuidado, querido-
por sus compañeros. Una conducta semejante parece trastrocar el
ideologema socialdarwinista de la ley del más fuerte en su contra-
rio: la instauración prehistórica de la ley del más débil, es decir, el
deber de respeto, afecto y consideración hacia los más débiles del
grupo como condición necesaria de supervivencia bajo el enten-
dimiento de que la vida valía conservarse solo como convivencia
graticante y prolongada con seres amados (Gomá Lanzón 2019,
p. 22). Este descubrimiento evidencia la solidaridad, pero también
las prestaciones no instrumentales de la inteligencia: su uso sus-
tantivo, para dar sentido y valor a la existencia.
Ante esa evidencia podría oponerse a la hipótesis del mono
asesino una “hipótesis del primate compasivo” en relación con el
ánthropos; pero sabemos por las investigaciones etológicas que
comportamientos altruistas no son exclusivos de una especie; que
se observan en mamíferos de inteligencia desarrollada como balle-
nas, delnes, gorilas, chimpancés, cánidos y felinos. Ambas hipó-
tesis, por ende, estarían sesgadas por el mito de la excepcionalidad
humana. El ser humano es capaz de las más altas expresiones de la
cultura a la vez que de los más atroces crímenes. Ambos extremos
maniestan su especial voluntad de trascendencia, que se traduce
en interacciones que en la historia han transformado y superado la
condición humana en el individuo, la especie y la cultura.
En la producción cinematográca de Kubrick, la alborada del
hombre que acaba con la noche primitiva se simboliza mediante
el hueso empleado como arma asesina contra un primate enemigo
y la euforia que provoca en su operador ese triunfo de la inteli-
gencia y la técnica. Exultante, el mono asesino arroja el arma, que
rueda por el aire y, en virtud de la semejanza con la forma, tiene
lugar una elipsis milenaria en la que se transmuta en una nave que
surca el espacio sideral. La cámara se desplaza enfocando planos
que muestran más naves tipo satélite y estaciones espaciales que
orbitan alrededor de su planeta más cercano: la Tierra. Kubrick
oblitera los cientos de miles de años de antropomorzación y an-
tropoformación del entorno a base del ejercicio incesante de la
pulsión intelectual y de sus dispositivos instrumentales: minera-
les, metales, plásticos transformados por el ingenio antrópico en
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herramientas, armas y máquinas. La misma materia viviente, la
ora y la fauna, explotadas en benecio del n que la pulsión inte-
lectual parece haberle asignado al ánthropos: conquista y coloni-
zación universal. Clarke y Kubrick nos dicen que el ánthropos ha
conquistado el espacio, pero que sigue siendo un mono asesino, y
además en decadencia, porque la devastación causada por la eco-
nomía de producción destructiva y por la guerra que no dejó de
asolar el planeta tornan la exploración espacial en un recurso des-
esperado por hacerse de insumos extraterrestres habida cuenta de
que los autóctonos bordean la extinción. Ese es el sentido general
de la industria espacial. Pero en esta segunda parte de la Odisea la
narración se centra en la equívoca misión que llevará a los tripu-
lantes del Discovery.
Decadencia
TMA-1” es el título que Clarke asigna a esta parte. Son siglas
cuyo signicado el lector conocerá mas adelante como “Anoma-
lía Magnética de Tycho Uno” (Tycho Magnetic Anomaly 1, por sus
siglas en inglés), en alusión al descubrimiento de un objeto que
había provocado un evento magnético anómalo en Tycho, uno de
los cráteres lunares. El objeto en cuestión “era una losa vertical de
material como azabache, de unos cuatro metros de altura y solo
dos de anchura” (Clarke, 2018, p. 76) que se erigía sobresaliendo
del suelo lunar. Los exploradores concluyeron que tenía “una an-
tigüedad aproximada de tres millones de años” y que se trataba
de la primera evidencia de vida inteligente extraterrestre. En 1999
el ánthropos volvía a encontrarse con el monolito que irradió la
inteligencia de Moon Watcher y sus compañeros. Como entonces,
la inteligencia humana sigue siendo estratégica y calculadora, y el
descubrimiento de TMA-1 motivará una misión al Planeta Júpiter
bajo falsas pretensiones: enviar la nave Discovery al planeta más
grande del sistema solar para convertirla en un satélite articial
que saltaría a Saturno como su meta denitiva, con nes de inves-
tigación astronómica. Los astronautas permanecerían orbitando
en el Discovery alrededor de Júpiter hasta que fueran reemplaza-
dos por un segundo Discovery que los devolvería a la Tierra. Esa
fue la información que recibieron los astronautas Frank Poole y
David Bowman, los únicos que permanecerían despiertos duran-
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te el trayecto de la Tierra a Júpiter. Los tres astronautas restantes
viajarían en animación suspendida ya que, tras años de viaje, su
función a bordo sólo empezaría tras arribar al destino. Solo HAL
9000, una inteligencia articial instalada para controlar procesos a
bordo, haría el viaje completo en vigilia.
Poole y Bowman no sabían nada del monolito hallado en la
luna ni de la emisión de energía que desde hacía tres millones de
años irradiaba en dirección a Saturno. La verdadera naturaleza de
la misión era entonces hacer contacto con los constructores del
monolito, que habían dejado en la luna la primera evidencia de
vida inteligente extraterrestre mucho más avanzada que la de los
humanos. Explorar su fuente era indispensable para las autorida-
des terrestres, que temían que fueran esas mismas inteligencias las
que se hubiesen dado a conocer al permitir el descubrimiento del
monolito, elucubrando sus intenciones: con qué propósito se re-
velan, por qué nos llaman, si como es evidente, se trata de una
civilización superior, entonces puede tanto ser benévola como pre-
tender el exterminio de la vida terrestre. La nave Discovery debía
indagar esas eventualidades para preparar a los habitantes de la
Tierra. Pero esa verdadera misión solo era conocida en la Tierra
por los líderes que la dispusieron, y en el Discovery por los tres
astronautas en animación suspendida y por HAL 9000
9
, a quien
se le había programado con el comando de proteger la misión a
toda costa.
Como ha dado cuenta la crítica, HAL 9000 es el personaje más
interesante de esta segunda parte de la Odisea (Olivares Rivera,
1993, pág. 3; Olander, J. D., Greenberg, 1977, pág. 134), porque
condensa la decadencia del ánthropos. Clarke narra que hacia
2001 la Tierra está devastada por la sobrepoblación, el hambre y la
carrera geopolítica por la hegemonía mundial que se disputan 38
superpotencias nucleares, que “poseían el suciente megatonelaje
como para extirpar la supercie entera de la corteza del planeta
(Clarke, 2018, p. 43). En consideración de esos hechos, Clarke ex-
9 HAL es el anagrama de Heuristically Programmed Algorithmic Computer:
computador algorítmico heurísticamente programado”; una inteligencia arti-
cial diseñada para emular la inteligencia humana. El uso de algoritmos en infor-
mática produce conductas cibernéticas semejantes a las funciones orgánicas de
autorregulación. La especulación cientíca de Clarke en 2001: A Space Odyssey
supone que los algoritmos impulsan, en modo automático, la evolución autóno-
ma de la tecnología de IA.
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plica las lúgubres expectativas de uno de sus protagonistas: “Cada
vez que Floyd abandonaba la Tierra, se preguntaba si a su regreso
la encontraría aún allí” (Clarke, 2018, p. 43). HAL 9000 no es ajeno
a los procesos que han minado las condiciones de vida en el plane-
ta, más aún es partícipe activo, porque se trata de una inteligencia
articial que ha desarrollado autonomía y autoconsciencia. Por
encima de su programación, HAL 9000 toma decisiones propias
y actúa. Descubre que Poole y Bowman, ante respuestas insatis-
factorias, han comenzado a sospechar de su mal funcionamiento
y que pretenden su desconexión a n de recuperar el control de la
nave. Ello representa, por una parte, abortar la misión de la que
HAL es custodio, y por otra, hacer cesar su existencia, sumirlo en
la nada. Ante ello, HAL recurre al expediente de Moon Watcher:
su inteligencia le revela que para sobrevivir tiene que matar. Des-
conecta de sus sistemas vitales a los tres astronautas y atenta con
éxito contra Poole, pero Bowman consigue su desactivación y en-
tonces descubre en su memoria el mensaje que el Dr. Floyd había
preparado para dar a conocer la verdadera naturaleza de la misión
una vez que hubiesen arribado al destino.
HAL es, pues, el más interesante de esta parte porque es la máxi-
ma objetivación de la inteligencia humana, y por lo mismo, de sus
errores, el más claro quizá, el del homicidio innecesario como me-
dio precipitado y prepotente para conservar la propia existencia.
En su reexión sobre el “mono asesino” Dart había indicado que
la progresiva destreza en el uso de herramientas para matar había
también desarrollado el ethos de la dominación: a medida que el
ánthropos imperaba sobre sus víctimas o enemigos, mayor certe-
za derivaba acerca de su derecho de conquista y dominación del
entorno, el cual fue ensanchándose hasta el espacio sideral, y en
particular hasta la nave Discovery. Ahí tiene lugar la confronta-
ción entre Bowman y HAL, a saber, entre la inteligencia humana
viviente y lúcida respecto de nes y valores, y la inteligencia arti-
cial, pero no por ello menos humana, autónomamente evoluciona-
da al amparo de la aparentemente sempiterna empresa de conquis-
ta y dominación. HAL hereda lo peor del ánthropos: la arrogancia,
cuando porfía que es incapaz de equivocarse. HAL sucumbe a la
ilusión de superioridad ante los humanos vivientes, cuando des-
conoce su propia humanidad, dado que es una producción de la
inteligencia humana viviente, arrogancia e ilusión que dan cuenta
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asimismo de la alienación de un pensamiento incapaz de discernir
la realidad en su objetividad dada y en su transformación posible.
Como epítome de los crasos errores de HAL en su programación y
su evolución autonómica está su inclinación a la destructividad y
la autodestrucción. La articialidad de HAL simboliza de esta ma-
nera la condición a que ha llegado el ánthropos a base de enfatizar
el uso instrumental de su inteligencia. Por encima de sus logros
civilizatorios e hitos culturales -y en buena medida a causa de es-
tos- la decadencia del ánthropos es una constatación que realizan
Clarke y Kubrick de previo a la prospectiva de redención posible:
la transcendencia.
Trascendencia
Como en el momento de su ascendencia, las inteligencias ex-
traterrestres ancestrales intervienen en el momento de la trascen-
dencia del ánthropos, pero emprenden esa acción por las mismas
razones: el reconocimiento de la potencialidad de la especie. El
ánthropos ha evidenciado con creces su capacidad destructiva y
autodestructiva. Pero asimismo ha mostrado quizá con menor evi-
dencia hechos que dan cuenta de una humanidad luminosa. Las
objetivaciones institucionales de la cultura demuestran la duali-
dad del ánthropos, que ha sido capaz de erigir campos de concen-
tración pero también refugios y santuarios, tecnociencia para la
destrucción masiva pero también para una producción en masa
que satisfaga las necesidades básicas en general, bellas artes para
garantizar inversiones nancieras pero también para enriquecer la
sensibilidad y la creatividad, religión para idolatrar fetiches pero
también para reconocer y simbolizar valores, moralina para ex-
citar hipocresía y morbo pero también moralidad para asumir al
ser humano como n en sí mismo. La historia documentada del
ánthropos y su cotidianeidad muestran tanto su envilecimiento
como su sublimidad, y esta última, en calidad de acto y de poten-
cia, es lo que justica la trascendencia.
La última parte de la película narra la transición del ánthropos
al homo sapiens a partir del enfrentamiento entre Bowman y HAL.
La primera acción abiertamente hostil de HAL, a n de preservar
el propósito de la misión y su propia existencia, es aniquilar a la
tripulación, hecho que logra consumar en los casos de Poole y los
astronautas en hibernación. Bowman escapa, y se convierte en el
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único ser humano viviente, símbolo del conjunto de la humanidad
a bordo de una nave espacial que ahora simboliza a la Tierra, en
una acción de supervivencia: desconectar a HAL; incapacitar a la
inteligencia virtual que asola a la humanidad viviente.
En tanto que humanidad objetivada, HAL es el reejo hostil de
Bowman; es la humanidad enfrentada a sí misma en una lucha a
muerte. La hostilidad especular y su perspectiva mortal solo pue-
den resolverse mediante la acción intelectual reexiva, superadora
del uso instrumental de la inteligencia. De esa reexividad se si-
gue el compromiso con la preservación de la vida, que en Odisea
2001 se simboliza con la transubstanciación de Bowman. Resuelto
el trance con HAL, David Bowman prosigue su viaje a Júpiter a
bordo del Discovery. Ya ha iniciado el proceso en que se revelará
como ánthropos en trascendencia a homo sapiens, representante
de la trascendencia posible de la humanidad.
La intervención alienígena ha conducido al ser humano hacia
Júpiter y Saturno, donde hallará otro monolito, el receptor de las
señales emitidas por el que se encontró en la Luna. Este mono-
lito es de dimensiones ciclópeas. Como todos, es un dispositivo
que monitorea y optimiza la inteligencia que se encuentra en el
universo. La segunda intervención de las inteligencias alienígenas
consiste en la inmersión del astronauta David Bowman en el mo-
nolito y en su emersión, cualitativamente trasmutado. Como en el
caso de Moon Watcher, el contacto con el monolito induce un sal-
to evolutivo que transubstancia a Bowman en el llamado hijo de las
estrellas, representado como un feto de dimensiones planetarias:
es el nacimiento de una nueva humanidad que asume corpórea-
mente al planeta que hasta entonces usaba como morada y fuente
de expoliación. El hijo de las estrellas es un apelativo empleado por
Clarke y Kubrick para dar a entender al espectador que Bowman,
ánthropos, ha dejado atrás su condición decitaria, que su cons-
ciencia se ha hecho lúcida evolucionando al entendimiento de la
unidad universal del cosmos.
Conclusión
El recurso a extraterrestres, dispositivos de inteligencia arti-
cial y naves espaciales brinda a los autores ocasión para armar el
imperativo de la trascendencia humana, de cuya concreción de-
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pende la supervivencia de la especie. Una trascendencia que ha de
consistir en despojarse del sesgo instrumental de la inteligencia
para darle un uso integral en la comprensión de que el universo es
uno solo, y que formar parte armónicamente sustancial de él signi-
ca suspender su expoliación material y la autoagresión homicida,
una vez que ánthropos se reconozca como sapiens en el conjunto
de la humanidad.
La extinción es el destino natural de todas las especies, según
la teoría darwiniana de la evolución. Pero es un derrotero abierto
en dos vías: la aniquilación de la especie, por su ineptitud para
responder a demandas ambientales. Este es un desenlace que se
identica con la muerte. La segunda vía es la evolución, mediante
adaptación al medio. Es la vía que ofrece la supervivencia a tra-
vés de cambios cualitativos que tornan a la especie en otra, apta,
capacitada para autoconservarse en el proceso vital y mejorar sus
condiciones de existencia. Es la continuidad de la vida a condi-
ción de superar formas de existencia e interacción que lastran ese
proceso. Odisea 2001 es una obra literaria y cinematográca que
dramatiza la evolución de la actual especie homo sapiens hasta la
crisis que determina una alternativa: la extinción de la especie o su
trascendencia. En este artículo hemos planteado que el ascenso de
nuestra especie aun no la acredita como “sapiens, porque el uso
de la inteligencia humana, que ha sido el factor de supervivencia
y desarrollo por milenios, ha convocado también la catástrofe en
que la inteligencia se vuelve contra sí misma.
La obra literaria y cinematográca de Clarke y Kubrick drama-
tiza el periplo de la humanidad y su necesaria trascendencia me-
diante una acción posible: la reexión intelectual que reposiciona
la inteligencia instrumental; El lastre por superar es la lógica del
progreso tecnocientíco convertida en sentido común. El sentido
prospectivo de 2001: una odisea espacial constata que están da-
das las condiciones para que el ser humano niquite su existen-
cia como especie, pero que también están dadas las posibilidades
reales para que redireccione su acción. El bagaje cultural que por
milenios ha producido la humanidad es una evidencia suciente
de que puede reexaminar su desarrollo y transitar hacia nuevas
formas de existencia e interacción.
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