EDUARDO SOLANO SOLANO: El control político en Costa Rica y una propuesta desde el sistema
parlamentario británico
político
se

efectuaba

desde

las

herramientas

que

presentaba

el

Reglamento

de

la
Asamblea Legislativa, pero claramente desde la lógica de minoría parlamentaria, es decir,
se centraba más en el uso de la palabra para evidenciar diferencias políticas, pues se sabía
que
no

se

contaba

con

los

votos

suficientes

para

llevar

a

cabo

interpelaciones
ministeriales. Otro aspecto esencial a recordar, era que el sistema de partidos políticos
vivía su mayor apogeo, y una de sus características era la fuerte disciplina partidaria que
existía, que impedía que los diputados rompieran “línea de partido” y facilitaran votos a
la oposición. Por todo lo indicado anteriormente, para interpelar a un ministro se requería
una votación mayoritaria, aspecto que la oposición no podía lograr y el oficialismo jamás
permitiría, pues implicaría abrir un flanco de ataque a la oposición.
Ahora
bien,

con

el

cambio

de

siglo,

se

vivió

una

época

de

cambios

en

el

sistema

de
partidos políticos, pues se migró de un modelo consolidado bipartidista (alternado entre
el Partido Liberación Nacional y el Partido Unidad Social Cristiana) a un formato líquido
multipartidista con el debilitamiento del Partido Unidad Social Cristiana y la irrupción
del Partido Acción Ciudadana, que fue consolidado con la presencia de otras fuerzas tales
como
el

Movimiento

Libertario,

el

Frente

Amplio

y

los

partidos

de

denominación
religiosa.
Esta

variación

se

consolida

cuando

los

partidos

que

ganan

elecciones
presidenciales no alcanzan el 40% de barrera electoral y se solidifica la segunda ronda
como parte del calendario electoral, y en las conformaciones legislativas ningún partido
por si solo puede alcanzar mayoría y se necesita de -al menos- dos agrupaciones más para
poder obtener mayorías mínimas.
Este cambio del multipartidismo también converge con la debilitación de los partidos
políticos y el aumento de un clima de animadversión popular y de enorme desconfianza
contra todo lo relacionado a la política. Una de las consecuencias fue que los partidos
políticos
no

querían

depositar

control

total

al

partido

oficialista,

por

ende,

se

dejó

de
presentar Directorios Legislativos enteramente controlados por el oficialismo, y se debió
empezar a ceder los puestos e incluso las Presidencias legislativas a partidos de oposición
(práctica nunca antes vista en la época del bipartidismo). Así también el control de las
comisiones y la conformación de agenda también implicó incluir demandas de los demás
partidos. Esta realidad significó un debilitamiento del Gobierno y su fracción oficialista,
quienes empezaron a recibir con mayor facilidad ataques parlamentarios.