Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLV (3) (Septiembre-Diciembre) 2021: 85-106/ISSN: 2215-2636
No obstante, la actualidad de la tragedia puede situarse más allá de lo estrictamente declarado.
La historia del linaje de Atreo comporta dos conflictos: uno familiar (o privado) y otro político (o
público). En el primero, se observa el enfrentamiento entre Electra (y luego Orestes) y Clitemnestra
(asociada a Egisto), que desarrolla una trama de venganza y culmina con el homicidio de los asesinos
de Agamenón. Pero, al mismo tiempo, esta trama tiene una naturaleza política: comporta un regicidio,
una usurpación del trono y un gobierno ilegítimo. Frente a este estado de poder, el accionar de Electra
transforma a la heroína en una figura de resistencia: “resistir significa, en su caso, mantener viva la
memoria del muerto, conservar intacto el odio por sus asesinos y esperar con inagotable paciencia el
regreso del vengador Orestes” (Orsi, 2007, pp. 344-345). Por esta razón, la liberación de los Atridas
puede entenderse simultáneamente en dos direcciones:
[
…] por un lado, […] el triunfo sobre Egisto y Clitemnestra les libera del duelo por su padre Agamenón
pues, una vez vengado, este puede ingresar plenamente en el mundo de los muertos y sus hijos pueden
reintegrarse al mundo de los vivos; por otro lado, la venganza libera a los hermanos y, en general, a la
población de Micenas, del poder ilegítimo y tiránico de los regicidas. Se trata entonces de una
liberación que es al mismo tiempo y por el mismo acto interior y exterior (Orsi, 2007, p. 379).
En el planteo explícito de la versión, a través del prólogo y el epílogo, sumando las
precisiones del programa y de las declaraciones a la prensa, la actualidad de la pieza reside en la
correspondencia entre conflicto familiar, en clave pasional, y el mundo privado contemporáneo, que
cubre la prensa por su violencia (matricidio y femicidio). Sin embargo, en un nivel más profundo y
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velado, es decir, implícito, que opera por detrás de la “ilusión” y que es necesario alcanzar –según
los planteos del propio Quiroga–,10 el drama de Electra articula un conflicto de poder que se
9Aunque a fines de 1982, la derrota de la Guerra de Malvinas aceleró la descomposición del régimen militar,
iniciando un camino hacia la recuperación de la democracia (Romero, 2007, p. 86), no se debe olvidar que aún
“se trata de un periodo donde el gobierno sigue siendo dictatorial y, si bien se encuentra en su etapa de
decadencia, sigue ejerciendo control sobre el teatro” (Fernández, 2016, p. 292). Por esta razón, en los primeros
años de los 80, los teatristas continuaban “echando mano al lenguaje y las imágenes metafóricas con el propósito
de eludir la censura” (Graham-Jones, 2017, p. 118).
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Oscar Quiroga, en La fiesta (1980), obra de su autoría que precede inmediatamente a la adaptación de Electra,
propone un modo de concebir la relación teatro-vida, en donde el estatuto ficcional del arte, lejos de distraer,
permite vislumbrar (y tramitar) un entramado vital complejo y problemático. Hacia el final, el personaje del
Gamuza, que ha compartido la velada con figuras del teatro europeo y argentino, como Don Juan Tenorio y el
Caferata, concluye diciendo: “GAMUZA: (…) Mil veces mi preguntao ¿qué busca la gente cuando va al teatro?
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