Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVI (1) (Enero-Abril) 2022: 7-22/ISSN: 2215-2636
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Heidegger (2014), en la conferencia de 1967, propone dar un paso atrás, retroceder con el
pensamiento sin negar los procesos históricos en los que se enmarca la subjetividad moderna y así
involucrar lo que, al comienzo del pensar de Occidente, tuvo que quedar impensado, pero nombrado,
como sucedió con el término téchne. En esta vía, señala que téchne entraña un hacer determinante
guiado por un comprender:
Dado que el arte en cuanto téchne se basa en un saber y, como tal, mira
previamente hacia aquello que le señala la figura y le da la medida, pero que es
todavía invisible y debe ser llevado a la visibilidad y perceptibilidad de la obra,
dicho mirar previo hacia lo hasta entonces no divisado precisa un modo señalado
de la visión y claridad. (Heidegger, 2014, p. 155)
Precisamente, esta cualidad visionaria del arte ilumina su situación en la contemporaneidad
y dispone a las personas a alejarse de una lectura formal de la obra para atender su carácter
contingente, que es el que dificulta la planificación y el control del proceso productivo.
En efecto, Heidegger (2014) repara en que no se trata del mero hacer, sino que involucra la
pro-ducción, en el sentido latino del término, derivado del griego poiesis, es decir, el movimiento
por el que se trae algo adelante y que implica una verdad, la aletheia (Heidegger, 2001, p. 42).
En este sentido, el arte por su condición pro-ductiva es mucho más que una expresión del
desarrollo de la cultura, pues produce verdad y funda un modo de ser en el mundo. Dicha verdad,
que es de carácter hermenéutico, lleva a la desocultación de la significación de lo ente, es decir, a
conocer el sentido que pueda tener en su articulación con el mundo.
Es por esto que, desde la perspectiva heideggeriana, téchne nombra un modo de saber, pero
no en el sentido de hacer, sino en el de “haber visto, en el sentido más amplio de ver, que quiere decir
captar lo presente como tal” (Heidegger, 2001, p. 43), cuya esencia reside justamente en la aletheia.
Ahora bien, en la Edad Moderna, el arte se representa como un ámbito concreto de la estética
filosófica, regido por un principio formal ajeno al del productor. En la línea heideggeriana, Agamben
(2005) realiza una crítica a la estética moderna y, en particular, a la analítica trascendental kantiana,
esta aporta claridad a la definición aquí utilizada de lo pro-ductivo en artes visuales, al exponer la
incidencia del discurso de la estética moderna en la reconceptualización del arte.