Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVI (1) (Enero-Abril) 2022: 23-39/ISSN: 2215-2636
37
Por otra parte, en Galatea de las esferas (Figura 9), Dalí rinde homenaje a Gala, su musa y
compañera. El cuadro refleja su interés por la ciencia y las teorías de la desintegración del átomo;
pertenece a su período místico-nuclear y es considerada una de sus obras más representativas de dicha
etapa. La importancia que dio Dalí a la física nuclear empezó, aproximadamente, en 1945, año en que
fue lanzada la primera bomba atómica en Hiroshima.
En la obra, el rostro de Gala está conformado por una serie de esferas, que lo fragmentan en
muchas direcciones, su tratamiento establece una visión y perspectiva tridimensional, lo cual conduce
la mirada al centro óptico de la composición. La superposición y transparencia de las esferas, así
como su volumen, dan un efecto de realismo que permite notar ciertos detalles del rostro de Gala.
Dalí utiliza una paleta de azules y amarillos, muy comunes en otros de sus cuadros, pero esta
vez sutiles, como para resaltar la femineidad de Gala en una pose relajada. Los detalles orgánicos en
el cabello, así como su disposición, producen un efecto de movimiento y dinamismo en la obra.
La distribución espacial resulta muy interesante y ocupa la composición total del cuadro. El
fondo tiene un tratamiento esfumado, con una sutil degradación de azul en la parte superior hasta
llegar al amarillo, pero este se interrumpe con un horizonte bajo y el mar azul.
Finalmente, retomando el Retrato de Pablo Picasso en el siglo XXI (Figura 2), comentado al inicio
de este artículo, David Hume (1711-1776), filósofo e historiador escocés, en sus Ensayos morales,
políticos y literarios, trasmite un sugerente punto de vista acerca de la belleza y sus diferentes aristas:
“la belleza no es una cualidad de las cosas mismas, existe tan sólo en la mente del que las contempla
y cada mente percibe una belleza distinta” (Serracanta, 2021, párr. 34). Se puede inferir con estas
palabras, que la belleza es una manifestación personal del alma, cada individuo la abstrae como tal
de lo más íntimo de su naturaleza, sin que esta expresión se torne en una verdad absoluta. Cada ser
extrae de la belleza la esencia que más puede conmover su espíritu, aunque esta esencia como tal no
exista en realidad.
Por lo tanto, “la belleza ya no se encuentra en la obra de arte o en el objeto, la debe descubrir
el espectador, que le dará su interpretación subjetiva.” (Serracanta, 2021, párr. 35). Puede suceder