Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVI (1) (Enero-Abril) 2022: 41-67/ISSN: 2215-2636
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que la filosofía crítica cataloga como Kitsch, y a ser objeto de una manipulación propagandística por parte
de los regímenes autoritarios.
En particular, el objeto kitsch ha quedado asociado a un sector de la cultura de masas: la Midcult
(‘Cultura Media’). Término procedente del ensayo “Masscult and Midcult” (‘Cultura de masas y Cultura
Media’), 1962, de Dwight MacDonald. Este supone, según su creador, la corrupción de la Alta Cultura, el
disfrute estético realizado por el público masivo en las sociedades contemporáneas (Eco, 1984 [1965], p.
95). Como se observa, aunque también se asocia al consumo suntuario de las clases ‘altas’, dicho término
ha quedado ligado a las prácticas culturales de la ‘masa’, del pequeñoburgués, de la clase media, que trataría
de imitar el consumo estético de la gran burguesía. Asimismo, los críticos del objeto kitsch lo tratan como
una mercancía altamente dependiente del mercado de los bienes simbólicos.
Las definiciones más corrientes del objeto kitsch incorporan el concepto de ‘mal gusto’ artístico
(véase Eco, 1984 [1965] y Dorfles, 1973 [1968]), claramente vinculado a la utilización del exceso, la
desproporción, el empleo de estilemas o citas de la tradición cultural, que se integran con escasa coherencia
en un nuevo texto cultural. En las valoraciones negativas de los críticos hacia el objeto kitsch, se encuentra
implícitamente una devaluación de la calidad estética del arte ornamental: una de las vías más comunes, en
la crítica cultural, de desprestigiar este arte consiste en categorizarlo como excesivo, redundante, accesorio.
De manera semejante, el Kitsch, en el discurso literario, ha quedado asociado al empleo de procedimientos
redundantes (estereotipos, clichés). En el ámbito del discurso descriptivo, se trae a colación, en este sentido,
el concepto de Stimmung (‘ambientación’, ‘atmósfera’), que ha sido utilizado más de una vez para
caracterizarlo (1984 [1965], p. 86; Eisner, 1973 [1968], pp. 201-202).
El epígono, como concepto, ha sido uno de los principios rectores para definir el arte y el objeto
kitsch. Con este presupuesto en mente han sido definidas retroactivamente las corrientes manieristas
(epígono del Renacimiento) y rococó (epígono del Barroco), y los estilos historicistas del siglo XIX
(Neogótico, Neorrenacimiento, etc.). Así, por ejemplo, Gómez de la Serna (1943, pp. 7-11), quien prefiere
utilizar el término cursi, considera el Barroco como su precursor. Desde la historiografía tradicional, el
manierismo pictórico, en particular, supone una ausencia de contención, de medida, en la pose de los