Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVI (3) (Septiembre-Diciembre) 2022: 53-78/ISSN: 2215-2636
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distancia con el mundo, cuyo pequeño cuarto usaba como una modesta versión de la torre de marfil.
Esta imagen, cultivada como una anécdota y divulgada como uno de los rasgos predominantes de
Dickinson, tanto por críticos como por lectores, puede terminar de completarse, simbólica y
arquetípicamente, si se agrega una lágrima a su mejilla. Triste, melancólica Dickinson, ¿no es verdad?
Así fue presentada Dickinson en el imaginario colectivo durante años, así fue estudiada por una gran
parte de la crítica y así se perpetuó el estereotipo de la poeta ensimismada, preocupada por la muerte.
Después de 1970, sin embargo, se empezó a dar un cambio en la aproximación crítica a la
poesía de Dickinson. Con la emergente crítica feminista y las perspectivas crecientemente integrales,
su imagen fue cobrando otros matices. Por ejemplo, en «Teaching Dickinson: Testimony of a
Veteran», un texto de 1989, Sewall insistía en ver a Dickinson como una disparidad de las partes, por
lo que pedía a los lectores que tuvieran una imagen global de la poeta: que percibieran su alegría, su
tristeza, su fe y sus dudas por igual. Dicho de otra forma, a partir de los noventa ya existía una
consciencia sobre la pluralidad y la fertilidad de su poesía y con el tiempo esta consciencia hizo que la
crítica ampliara y cambiara su enfoque. Actualmente, y por fortuna, la variedad de estudios
disponibles es refrescante y abunda: existen estudios sobre la puntuación en su poesía, la influencia de
la guerra civil en su producción, su imaginación, sus metáforas, y existen también aproximaciones
puramente formalistas: lingüísticas y dialécticas, por mencionar solo algunos ejemplos, por lo que no
es posible negar la variedad crítica que rodea a la poeta ni la distancia que ha tomado la crítica
contemporánea respecto a la crítica más antigua. Constantemente se descubren nuevas facetas de
Dickinson.
Sin embargo, a pesar de esta apertura crítica, la imagen de la Dickinson instigada por el dolor
perdura insistentemente en el imaginario de críticos y lectores por igual. Este es el fenómeno que
inspira el presente artículo. Se hará, por lo tanto, una exploración del cambio de perspectivas críticas a
través de los años y se procurará entender por qué es necesario hablar aún de la afectividad de la
poeta. ¿Por qué, en fin, es este un tema que no es posible superar, ignorar o dejar de lado, incluso
ahora, cincuenta años después del primer giro crítico? ¿A qué se deben las constantes menciones de la
crítica contemporánea a aquellos estudios viejos y limitados? ¿A qué se debe esta persistencia en el
análisis emocional? ¿Por qué, a fin de cuentas, importa tanto la emoción?