Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVII (2) (Mayo-Agosto) 2023: 87-114/ISSN: 2215-2636
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HALLAZGO, EXCURSIÓN Y MUSEO: DERIVAS DE LA CASA
NATAL DE WILLIAM HENRY HUDSON EN LA REVISTA
EL HORNERO
Finding, Excursion and Museum: William Henry Hudson’s Birthplace
Transformations in El Hornero Journal
Carolina Maranguello*
RESUMEN
En el marco de la recepción argentina de la obra del escritor y naturalista William Henry Hudson, retomada desde
sectores estética e ideológicamente divergentes, se indaga en el presente artículo la temprana recuperación de su figura
en la revista ornitológica El hornero (1917). Como se verá, uno de los modos de su reinserción como naturalista
«nacional» y escritor universal se produce a partir del descubrimiento y restauración patrimonial de su topografía
afectiva, en particular de la mítica casa natal en la estancia Los veinticinco ombúes. Las tareas de gestión y difusión
operadas por El hornero no se producen sobre el espacio natal como territorio cristalizado, sino sobre las derivas
temporales que experimenta: la casa natal es, en primer lugar, ruina que pudo ser identificada gracias a la formidable
«memoria topográfica» de Hudson y a los esfuerzos de su principal difusor, Fernando Pozzo; luego, destino de
excursiones científicas y, finalmente, proyecto de casa-museo. Cada una de estas formas por las que se declina, a la
vez, el hogar y la biografía de Hudson aglutina los intereses científicos, literarios y patrimoniales de la revista, y ofrece
formas diversas de colaboración, intercambio y disputa entre figuras políticas y científicas nacionales y extranjeras.
Palabras clave: W. H. Hudson, El hornero, memoria topográfica, patrimonio, casa natal.
ABSTRACT
Within the framework of the Argentinian reception of the work of writer and naturalist William Henry Hudson, read
from aesthetically and ideologically divergent sectors, this paper investigates the early recovery of his figure in the
ornithological journal El hornero. As it will be seen, one of the ways of reinserting him as a “national” naturalist and
universal writer is produced from the patrimonial discovery and restoration of his affective topography, particularly his
mythical birthplace in Los veinticinco ombúes ranch. The management and visibility operations carried out by El
hornero do not take place on the native space as a crystallized territory, but rather on the temporary transformations
that it experiences: the house where he was born is, first of all, a ruin that could be identified thanks to Hudson’s
formidable “topographical memory” and the efforts of his main promoter, Fernando Pozzo; then, the house becomes a
destination for scientific excursions and, finally, a house-museum project. Each of these forms by which Hudson's
home and biography are declined at the same time condenses the journal's scientific, literary and patrimonial interests,
and offers different forms of collaboration and dispute between national and foreign political and scientific figures.
Keywords: W.H. Hudson, El hornero, topographic memory, heritage, birthplace.
* Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Doctora en Letras y Jefa de Trabajos
Prácticos de Literatura Latinoamericana II (Lenguas Modernas). Correo electrónico:
caromaranguello@yahoo.com.ar ORCID https://orcid.org/0000-0002-1365-1609
DOI: https://doi.org/10.15517/rk.v47i2.55653
Recepción: 20/12/2022 Aceptación: 17/2/2023
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1. Hudson vuelve
La casa en que yo nací, en la pampa
sudamericana, era llamada, curiosamente,
Los veinticinco ombúes porque había allí
exactamente veinticinco de esos árboles
indígenas de tamaño gigantesco. […] Nuestra
casa era una construcción larga y baja, de
ladrillos, y, siendo muy vieja, tenía
naturalmente la reputación de estar
embrujada (Hudson, 1980, pp. 197-198).
En Far Away and Long Ago. History of My Early Life (1918), el escritor y naturalista
William Henry Hudson evoca su infancia y juventud en las pampas sudamericanas mientras se
recupera de una larga enfermedad. La «visión maravillosamente clara y continua del pasado»
(Hudson, 1980, p. 196) que asegura haber experimentado le permite a la vez restablecerse en el
Convento de Cornwall (Inglaterra), pero también estar «a miles de leguas de distancia, al aire
libre, al sol y al viento» (Hudson, 1980, p. 197). El encantamiento de la casa, que Hudson recupera
a partir de una historia de fantasmas (el espíritu de un antiguo sirviente negro castigado
injustamente por el propietario de la heredad), abre una pregunta sobre la espectralidad del espacio
natal y sobre la figura del mismo Hudson, cuyo «regreso» al escenario cultural y científico
nacional reaparece como consigna en la extensa y compleja escena de su recepción.
A pesar de haber escrito su obra ensayística y ficcional enteramente en inglés después de
mudarse definitivamente a Inglaterra en 1874, buena parte de la producción de Hudson evoca la
naturaleza sudamericana que el escritor supo contemplar y describir como nadie lo había hecho
antes, combinando la sensibilidad animista que compartía con su madre, la clasificación científica
aprendida en El origen de las especies de Darwin y los saberes populares de gauchos y colonos.
Sus colaboraciones, levemente anacrónicas con respecto a los parámetros de producción y
validación científica metropolitana, participaron de algunas publicaciones como Argentine
Ornithology. A Descriptive Catalogue of the Birds of the Argentine Republic (junto al ornitólogo
inglés P. L. Sclater), pero se difundieron sobre todo, según advierte Fernández Bravo (2012), en
revistas que no contaban con un público especializado (Longman’; The Gentleman’s Magazine;
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The Nineteenth Century; entre otras). En las Cartas de W. H. Hudson a Cunninghame Graham
(1890-1922) Hudson (1942) refiere la ambigua y conflictiva relación que estableció con la prensa
inglesa, la que, si bien muchas veces rechazaba sus artículos o demoraba su publicación,
contribuyó a la difusión de sus ensayos, cuentos y poemas.
También en Argentina la prensa jugó un papel destacado en la temprana recepción de su
obra y se convirtió en un escenario central de disputa ideológica y estética en el que se dirimió la
apropiación diferenciada del escritor. Durante la década del veinte circularon las primeras
traducciones al español de Far Away and Long Ago (1918), El Ombú (1902) y The Purple Land
(1885), así como las primeras reseñas críticas a cargo de Jorge Luis Borges y Horacio Quiroga.
Según advierte Lencina (2019), durante la década del treinta se acentuó la dicotomía que había
comenzado a dibujarse unos años antes, entre la canonización más liberal del grupo vinculado a
Sur (representado por Borges y luego por Martínez Estrada) y la «canonización contraofensiva»
(párr. 26) del grupo nucleado alrededor de Samuel Glusberg, el cual, siguiendo tendencias
socialistas y americanistas, alertó desde diferentes publicaciones sobre la necesidad de
«reconquistar» al escritor.
1
Paralelamente a la difusión en revistas y suplementos culturales,
Hudson fue tempranamente traducido en revistas científicas y ornitológicas, principalmente en
Physis
2
y El hornero, cuyos colaboradores también contribuyeron a visibilizar su figura, parte de
su obra naturalista y la topografía afectiva de su infancia.
El hornero, publicada por primera vez en 1917 por la Sociedad Ornitológica del Plata
(fundada en 1916, hoy Aves Argentinas, y desde ahora en el artículo: S.O.P.), continúa hasta la
1
En 1932, Samuel Glusberg le dedica a Hudson el primer número de su revista Trapalanda. Un colectivo
porteño. Dos años después publica su ensayo «La reconquista de Hudson» en La Nación y en Repertorio
americano, replicado y ampliado en Babel, año XXI, n° 18 (1941). Allí, ante el casi nulo conocimiento de
la figura y la obra de Hudson, proclama la necesidad que existía en el país de contar con un verdadero
«intérprete universal de su tierra incógnita» (Glusberg, 1934, p. 233) y repasa los escasos hitos de su
difusión, reconociendo la labor pionera de las traducciones y alusiones a Hudson que realiza Martín Doello-
Jurado en Physis y la traducción de Jorge Casares de «Cardenal: historia de mi primer pájaro enjaulado» y
su conferencia sobre Hudson, publicada en El hornero. Se trata de importantes menciones, teniendo en
cuenta que su objetivo era la circulación sistemática de buenas traducciones de la obra de Hudson que
pudieran alcanzar al gran público a través de «los diarios y revistas populares» (p. 234). Sobre la presencia
de Hudson en Babel y las significativas reescrituras de este ensayo de Glusberg, cfr. el artículo de Concha
Ferreccio (2021).
2
En 1916 se publicó en Physis la traducción de «Biografía de la Vizcacha» de Martín Doello-Jurado y
elogiosos comentarios sobre Argentine Ornithology (1888-89), The Naturalist in La Plata (1892) y Birds
of La Plata (1920).
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actualidad dedicada al estudio de las aves. Según se detalla en el número inaugural, los principales
objetivos perseguidos por la S.O.P. fueron el estudio sistemático, biológico y económico de las
aves, la protección y conservación de las especies útiles de la República Argentina y países
vecinos, y la divulgación de dichos conocimientos. La publicación se destacó además por su
carácter pionero y su perfil nacional, este último condensado en el título y desarrollado a lo largo
de los años a partir de la divulgación de un listado sistemático de aves argentinas, ordenadas según
especies, subespecies y distribución geográfica.
3
Una de las operaciones clave en este sentido fue
la recuperación de Hudson como ornitólogo nacional y la profundización de la apuesta traductora
emprendida en Physis. Efectivamente, en El hornero se publicaron cinco artículos de Hudson:
«Los ñandúes en Argentina» (1927), «Las perdices en Argentina» (1928) y «Las palomas de la
Argentina» (1929), traducidos de Argentine Ornithology y anotados por Alfredo B. Steullet y
Enrique A. Deautier −ornitólogos colaboradores de la revista y discípulos de su fundador, Roberto
Dabbene−; «Cardenal: historia de mi primer pájaro enjaulado», traducido por Jorge Casares del
libro Adventures among Birds (1938), y «Lechucita de las vizcacheras» (1941), vertido al español
por Irene Bernasconi de Birds of La Plata. El interés más estrictamente ornitológico de las
traducciones de Steullet y Deautier se amplía a medida que la figura de Hudson va cobrando
notoriedad en la escena cultural, para dar lugar, como se verá a continuación, a la reconquista
patrimonial y afectiva de la memoria natal del escritor y naturalista de prestigio «universal».
3
Sin embargo, como bien se advierte en la misma editorial del número inaugural (vol. 1, 1), la revista
no solo buscaba clasificar especies sino desarrollar su «estudio biológico» completo en su medio natural y
reconocer los atractivos físicos de las aves y «las manifestaciones artísticas de sus nidos y de su voz»
(«Sociedad ornitológica», 1917, p. 2). Esa amplitud de intereses científicos, económicos, geográficos y
artísticos también se expresaba en la heterogeneidad de sus colaboradores, que además de contar con
científicos y ornitólogos en su dirección, fomentaba la participación de aficionados y de nuevos lectores
interesados en el tema.
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2. La casa natal
Guillermo Enrique Hudson acostumbraba
sentarse aquí. (Cunninghame Graham, 1955,
p. 14)
4
Además de figurar como un prestigioso naturalista de campo al que es fundamental
traducir y referir a la hora de describir la avifauna argentina, Hudson cumple otras funciones en
El hornero y congrega a su alrededor diversos agentes de la cultura que exceden la actividad
ornitológica. En «William Henry Hudson y su amor a los pájaros»
5
Jorge Casares ornitólogo,
coleccionista y difusor de su obra reconstruye el itinerario científico del escritor y culmina su
exposición con una sugerente puesta en abismo del sentido de representatividad nacional que
condensa El hornero, deteniéndose en la acuarela de un hornero que pendía sobre la chimenea de
la habitación en Penzance en la que Hudson pasó sus últimos inviernos: «nuestra ave nacional, de
la cual, a cincuenta años de distancia, describía el canto con la mayor realidad» (Casares, 1929,
p. 287). Esa disputa geográfica indicada en la persistencia del canto y en la imagen del pájaro
nacional en el espacio privado, inglés, y en la memoria del escritor será la doble coordenada a
partir de la cual podrán comprenderse los actos de difusión y homenaje a Hudson aglutinados o
visibilizados desde las páginas de la revista: por un lado, la reinserción «nacional» de Hudson a
partir del descubrimiento y restauración patrimonial de la topografía afectiva del escritor (en
particular de su mítica casa natal en la estancia Los veinticinco ombúes); por el otro, la posibilidad
de negociar los diferentes intereses de la S.O.P., entre su afán de representación nacional-regional
y la intensificación de los vínculos con colegas europeos y norteamericanos a través de la figura
«universal» de Hudson.
4
Según refiere R. Cunninghame Graham (1955) en el prólogo a Allá lejos y hace tiempo, al morir Hudson
los habitantes de Cornwall tallaron esta inscripción en la piedra sobre la que solía sentarse el escritor cuando
pasaba sus horas mirando el mar. El deíctico «aquí» rubrica la superficie y transforma cualitativamente el
espacio natural, valorizado de allí en más por la evocación del escritor inglés.
5
La conferencia «William Henry Hudson y su amor a los pájaros» que Casares ofreció por encargo de la
S.O.P. fue dictada en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el 14 de noviembre de 1929 y
reproducida en numerosas ocasiones, no solo ese mismo año en El Hornero, sino también en El monitor de
la Educación común (Año 52, 721, 1933) y en la Antología de Guillermo Enrique Hudson (1941,
Losada).
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Es significativo señalar, en este sentido, que esa «topografía personal» que Hudson había
evocado a lo largo de su obra autobiográfica y ornitológica ya aparecía, desde sus mismos escritos,
como un espacio perdido y disuelto en los ritmos del progreso capitalista de la industrialización
y el avance de la inmigración.
6
Como se verá, entonces, esa doble operación producida sobre la
figura de Hudson que El hornero gestiona y/o visibiliza no se produce sobre el espacio natal como
territorio cristalizado, sino sobre las derivas temporales que experimenta: la casa natal es, en
primer lugar, ruina que pudo ser identificada gracias a la formidable «memoria topográfica» de
Hudson;
7
luego destino de excursiones científicas y, finalmente, proyecto de casa-museo. Cada
una de estas formas por las que se declina, a la vez, el hogar y la biografía de Hudson, aglutina,
según se anticipó, intereses científicos, literarios y patrimoniales y ofrece formas diversas de
colaboración, intercambio y disputa entre figuras políticas y científicas nacionales y extranjeras.
En primer lugar, como se mencionó anteriormente, la operación consiste en transformar
la vida de Hudson tantas veces cifrada a partir del nomadismo, la extraterritorialidad y el exilio
(cfr. Gómez, 2012) en un lugar y de ponderar, por sobre su experiencia inglesa y su muerte
inglesa (condensada, como veremos, en el famoso epitafio de su sepulcro), el espacio argentino
que lo vio nacer y fue el escenario de la plenitud de su infancia y juventud. Por eso, los homenajes
y actos de restauracn de su figura y de su obra operan un efecto aurático que convoca los valores
de lo original, lo documental y lo fidedigno. Se trata de demostrar que Hudson «estuvo ahí» y que
su presencia cambió sustancialmente la percepción del lugar, sedimentando en la memoria
nacional, a través de una escritura certera y precisa, una singularidad que de otro modo no
6
Como advierte Fermín Rodríguez (2010a), los «restos utópicos de un mundo perdido» que Hudson evoca
en libros como Allá lejos y hace tiempo, El naturalista en el Plata o Días de ocio en la Patagonia funcionan
como un «sedimento histórico de una memoria fijada en una franja de experiencias alternativas al
industrialismo» (pp. 328-329), capaz de proveer a la imaginación imperial metropolitana de «fantasías
compensatorias de una experiencia cada vez s global, vertiginosamente desnaturalizada por la
explotación de la naturaleza y del hombre por el hombre» (p. 329).
7
Sylvia Molloy (2001) retoma de Lucio V. Mansilla la idea de «memoria topográfica» para subrayar la
alianza que se produce en sus textos autobiográficos entre espacio y memoria, y destacar el modelo
exploratorio que subyace en el acto de recordar, a partir del cual Mansilla es capaz de trazar direcciones,
evocar distancias, recorridos y derivas entre la casa familiar y el espacio ampliado del territorio nacional.
También en Hudson se destaca la asombrosa capacidad para describir espacios, trazar amplios panoramas
y evocar recorridos de enormes distancias.
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habríamos podido apreciar, desde la descripción de la naturaleza en sus detalles infinitesimales
hasta la idiosincrasia de los habitantes de la pampa (cfr. Gamerro 2015).
Según se describe en Far Away and Long Ago, Hudson y su familia vivieron primero en
la mítica estancia Los veinticinco ombúes, ubicada en Quilmes (actualmente Florencia Varela)
sobre una tierra ondulada en la margen izquierda del arroyo Conchitas, hasta que se vieron
obligados a mudarse por motivos económicos a Chascomús, a la estancia Las Acacias, cuando
Hudson tenía cinco años. Allí permanecieron durante una década, rodeados de un monte de
álamos, paraísos y frutales, hasta que regresaron a la casa natal. Ambas propiedades condensan
las tensiones y la heterogeneidad cultural y lingüística de la nación en ciernes. Contiguas a la
naturaleza todavía no del todo domesticada y a los trabajos del campo, formarán parte de una
difusa red de estancias de colonos ingleses, galeses e irlandeses, aunque Hudson también recorra
y pondere las antiguas casas de los patriarcas, propietarios descendientes de viejas familias
españolas. Los padres de Hudson fomentarán una lábil educación anglosajona en sus hijos, pero
tanto Hudson como sus hermanos también participarán de los juegos y costumbres gauchas.
El carácter abierto y disponible de la casa familiar, integrada al escenario natural y a la
sociabilidad anglosajona y criolla, se «restaura» y perfecciona bajo las iniciativas de los
principales difusores de la figura y la obra de Hudson. La estancia Los veinticinco ombúes fue
localizada por el doctor Fernando Pozzo en 1929. Algunos años más tarde, Jorge Casares ubica
la segunda vivienda de los Hudson en la estancia Las Acacias. El hornero (de 1937 y de 1938)
reproduce la carta que Casares envió a La Nación, publicada bajo el título «Donde transcurrió la
niñez de Hudson», en la que refiere su descubrimiento a partir del cotejo del lugar con las
descripciones de Hudson y la entrevista a vecinos de la zona y a la familia Gándara, primeros
dueños de la estancia que la recuperaron luego de su destierro durante el rosismo. En ambos casos,
Pozzo y Casares destacan la prodigiosa memoria de Hudson que pudo reconstruir, después de
tantos años y en un texto de su madurez, el paisaje de su infancia y juventud, lo que les habría
permitido a ambos la confrontación maravillada de las memorias con su referente empírico:
«Puede, pues, observarse el foso que circundaba la “plantación” −como él dice− en casi todo su
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perímetro, borroso, por cierto, y en muchas partes acentuado con un leve pero continuo
movimiento de tierra» (Casares, 1938, p. 76).
Ese gesto de reinscripción nacional de la figura y la obra de Hudson que se puede leer allí
a partir de la reapropiación de su territorio afectivo (y que opera también, en otras instancias, a
partir de la castellanización de su nombre, la traducción por momentos «agauchad y
excesivamente regionalista de su obra y la asunción −errónea− de que Hudson pensaba en español
aunque escribiera para un público inglés) atraviesa las diferentes instancias de recepción que
comienzan a producirse de manera temprana aunque discontinua a partir de las traducciones
de su obra y se radicalizan alrededor de los homenajes por el centenario de su nacimiento.
Como se dijo, el carácter complejo de su adscripción nacional y la figura huidiza que
configuran sus textos permitió que diversos sectores del escenario nacional y latinoamericano
buscaran reapropiarse de su obra desde órbitas culturales e ideológicas estética y políticamente
divergentes. Escritores como Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada resaltan la diferencia
cualitativa que la obra de Hudson traza en la literatura argentina, precisamente como efecto de su
mirada inglesa. Según advierte Laura Cilento (1999), entre 1941 y 1960 se producen los procesos
de nacionalización, canonización y culto de Hudson. En este marco, la introyección del escritor
en el sistema literario de la gauchesca (a partir de la comparación con José Hernández) habría
servido para canonizar a la literatura argentina entre otras tradiciones culturales y literarias,
sirviéndose del prestigio anglosajón de Hudson. El año del centenario se publica la famosa
Antología de Guillermo E. Hudson (Losada, 1941) con textos de Pozzo, Borges, Martínez Estrada,
Casares, Prittchet, Massingham y Manning: una combinación de firmas nacionales y extranjeras
que permitía acentuar la importancia local de Hudson a partir de su valoración entre críticos,
editores y prestigiosos escritores ingleses (Lencina, 2019).
Por otro lado, y si bien desde posicionamientos ideológicos opuestos (sobre todo por las
tendencias socialistas de Samuel Glusberg y Luis Franco), las estrategias de difusión de Hudson
de los escritores vinculados a Babel no fueron tan diferentes, pero adquirieron un sesgo más
americanista y popular, y en algunos casos (como en la lectura producida por el traductor chileno
de Hudson, Ernesto Montenegro) se rescató la filiación norteamericana del escritor para leerlo en
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consonancia con un panamericanismo alternativo. Como explica Concha Ferreccio (2021),
también los colaboradores de Babel proyectaron la deseada universalidad del escritor a partir del
modo en que Hudson habría interpretado «el espíritu criollo» (p. 4) desde un entre-lugar que le
permitió recrear la experiencia de la pampa a partir de la mirada excéntrica de la metrópolis. Esa
universalidad, subrayada sobre el carácter estético renovador de su escritura y la importancia de
la naturaleza en su obra, redundaría en un reposicionamiento de Latinoamérica en el reparto
mundial.
Por tanto, ¿qué lugar ocupa El hornero en esta recepción literaria y cultural?, ¿qué tipo
de universalismo proyecta sobre la figura y la obra de Hudson y mo va administrando sus
propios intereses científicos? En principio, como se verá a continuación, si bien la revista no
estaba directamente vinculada al grupo Sur, colaboradores activos en la difusión de Hudson como
Casares y Pozzo eran más cercanos a él. La publicación también celebra la conferencia «Hudson
escritor», dictada por Martínez Estrada como cierre de los homenajes por el centenario del
nacimiento del escritor, y reseña de manera detallada la Antología de Guillermo Enrique Hudson
(Losada, 1941) preparada por el Dr. Pozzo (cfr. El hornero, 1941).
8
A su vez, también aquí se
verifica esa difusión combinada, importada y local, a partir de la presencia de Robert
Cunninghame Graham, escritor escocés amigo de Hudson que también vivió varios años en
Argentina. Pero además, la universalidad del escritor y naturalista, basada en sus trabajos
ornitológicos y subrayada por sus dotes de escritor, no solo le permite a El hornero afianzar lazos
con Inglaterra, sino también con la política conservacionista norteamericana (Silvestri, 2011, p.
357), y entablar así diálogos con los ornitólogos promotores del panamericanismo.
Como se adelantó, a continuación se intentará observar cómo esa recepción singular se
trama a partir de la apropiación patrimonialista de la casa natal del escritor y de las diferentes
funciones que fue adquiriendo hasta convertirse en museo histórico cultural y parque evocativo.
8
Si bien El hornero no menciona a los colaboradores de Babel, Glusberg reconoce, como se dijo, el
importante papel de Doello-Jurado, Casares y la S.O.P. en los primeros pasos de difusión de Hudson.
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3. La casa como destino de excursiones científicas
Después de haber sido identificada por Pozzo en 1929, la estanzuela Los veinticinco
ombúes se transformará en destino de excursiones ornitológicas, una ocasión para la divulgación
del conocimiento sobre las aves que El hornero venía practicando desde 1932 y a través de las
cuales se fomentaba el intercambio entre ornitólogos locales y extranjeros, así como la
participación de aficionados y lectores de la revista. En el marco de la colaboración y
participación de la S.O.P. en los congresos, actividades y convenciones de la Unión
Panamericana,
9
se destaca la visita del Dr. T. Gilbert Pearson, presidente del Grupo Panamericano
del Comité Internacional para la Defensa de las Aves, quien permaneció varios meses en el país
para estudiar la avifauna y conocer la legislación argentina referente a su protección. Entre otras
fotos en las que Pearson aparece recorriendo las casas de campo de Pedro Casal y Martín Doello-
Jurado, se vuelve a reproducir la de la casa natal de Hudson, esta vez tomada por el mismo Pearson
(Figura 1). De este modo, la heredad hudsoniana comienza a integrar el circuito de estancias de
reconocidos naturalistas argentinos y, al evocar el origen norteamericano de su familia, confirma
la cooperación científica internacional: «La visita del Dr. Pearson ha sido muy grata para los
ornitólogos argentinos, y ha venido a sellar una amistad más franca entre los estudiosos de su
patria, Estados Unidos, y los de nuestro país» (El hornero, 1940, p. 415).
9
Los intereses proteccionistas que El hornero había expresado desde sus primeros números encuentran un
productivo diálogo con la política conservacionista norteamericana y en más de una oportunidad la S.O.P.
participa de las iniciativas propuestas por la Unión Panamericana. En el Tercer Congreso Panamericano,
celebrado en Lima (diciembre de 1924), se acuerda proteger, mediante legislaciones internacionales y
nacionales concordantes, a las especies animales migratorias, regulando las leyes referidas a la caza y al
comercio de pieles. En este marco de cooperación se aprueba en 1941 la adhesión a la «Convención sobre
Protección de la Flora, de la Fauna y de las Bellezas Escénicas Naturales de los Países de América», en la
que se vuelve fundamental la creación de parques, reservas y monumentos naturales.
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Figura 1. Fotografía de la casa natal de Hudson. Fuente: El hornero (1940, p. 418).
En 1942 se realiza una segunda excursión al rancho natal guiada por Fernando Pozzo. La
revista ofrece una crónica sobre la excursión y vuelve a publicar imágenes de la casa centenaria,
del presidente y de los miembros de la comitiva de la S. O. P. que estuvieron presentes (Figura
2), pero además ofrece las instrucciones suministradas por la Asociación Amigos de Hudson para
llegar al solar natal e incorpora un mapa dibujado a mano para que los consocios de El hornero
puedan repetir la visita (Figura 3). Para difundir la visibilización de Hudson y de su labor
ornitológica era preciso garantizar también el acceso al origen «mítico» de su formación como
escritor y naturalista.
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Figura 2. Imágenes de la casa centenaria, del presidente y de los miembros de la comitiva de la S. O. P. Fuente: El
hornero (1942, p. 282).
Figura 3. Mapa dibujado a mano con instrucciones para hallar la casa natal de Hudson. Fuente: El hornero (1942, p.
284).
La casa se convierte de este modo en lo que siempre estuvo destinada a ser: escenario
capaz de vehiculizar los variados intereses científicos, educativos y de divulgación que El hornero
había postulado desde su número inaugural. Las fotografías y mapas animan y refuerzan
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precisamente la sociabilidad deseada por los miembros de la S.O.P.: hacia adentro, entre sus
lectores y observadores aficionados, y hacia afuera, en el intercambio científico con pares y socios
internacionales.
4. Una casa-museo
Vivienda de quien fue, para mantener un
diálogo con quien todavía (o ya) no está. (…)
Por definición voraz, el museo nace de la
colección privada que, a su vez, nace del
botín de guerra (Negroni, 2021, p. 193).
En la semblanza que escribe para la edición homenaje del centenario del nacimiento de
Hudson, Pozzo (1989) vuelve a narrar el descubrimiento del solar natal y retoma una imagen del
pasado significativa para el futuro de ese espacio. Según el recuerdo del vecino que lo ayuda a
identificar el rancho y que había conocido a la familia Hudson, la habitación del escritor había
quedado tal como él la había dejado, «y aparecía entonces casi totalmente ocupada por una
colección de los más variados pájaros rioplatenses, embalsamados por el mismo Hudson. Mary
la llamaba El museo, y en pequeño lo era, de nuestra ornitología» (p. 13).
10
Destinada a convertirse
en un museo, y a asumir la forma y la función que Hudson ya previamente parecía haberle
asignado, la casa natal del escritor-naturalista terminará siendo, varios años después, el Museo
10
Caracterizado por sus mecanismos de apropiación de lo ajeno y por sus operaciones de selección,
montaje, exhibición y ocultamiento, el museo contribuye a formular una ficción muchas veces cómplice
del saqueo a partir del cual se formaron los acervos museísticos (Fernández Bravo, 2017). Efectivamente,
Hudson colaboró en la acumulación del capital científico de las metrópolis a partir del envío de especímenes
y piezas recolectadas en las llanuras pampeanas y patagónicas al Instituto Smithsoniano de Washington,
así como de sus descripciones naturalistas, publicadas en los Proceedings of the Zoological Society of
London y luego en Argentine Ornithology (1888-1889). Al respecto, Fernández Bravo (2012) examina las
complejas y contradictorias relaciones de Hudson con la ciencia metropolitana y sostiene que The Purple
Land (1885-1904), Birds of La Plata (1920) y A Naturalist in La Plata (1892) podrían ser leídos como
catálogos de costumbres y especies organizados dentro de la economía simbólica del museo: «trafican
bienes culturales entre espacios geográfica y culturalmente distantes entre sí, exhiben objetos y los
clasifican en una taxonomía» (La proximidad como amenaza, párr. 13) sin dejar de advertir el carácter
diferencial de su prosa naturalista, que también incorporaba anécdotas personales y saberes compartidos
por los gauchos y colonos de la zona. Por tal motivo, ese museo potencial que Mary reconoció en la
colección de pájaros embalsamados no solo condensa los atributos que como «gran primitivo» (Gómez,
2012, párr. 22) Hudson fue capaz de ganar para el discurso científico (el exotismo, lo primitivo y remoto),
sino también lo que como coleccionista y naturalista amateur se dedicó a perder: contabiliza las
innumerables pérdidas de especímenes y envíos que no llegaron a destino y las muestras y preparados
deficientes que mandó a Estados Unidos.
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Guillermo Enrique Hudson. Ese proceso culminará recién en 1957 a partir de la colaboración de
Masao Tsuda, el embajador del Japón en Argentina y presidente de la Asociación Hudsoniana de
Tokio y la Asociación Amigos de Hudson, cuando el gobierno de la provincia de Buenos Aires
crea el museo histórico y parque evocativo Guillermo Enrique Hudson, que terminará de extender
sus límites en direccn al arroyo Las Conchitas a partir de las donaciones recibidas de distintas
empresas y de la Asociación de Amigos y lectores de Guillermo E. Hudson del Japón recién en
1991. Finalmente fue declarado Reserva Natural de Uso Múltiple en diciembre del 2000 y
enmarcado dentro de las llamadas «reservas urbanas».
11
En consonancia con la filosofía conservacionista que Argentina importó de Estados
Unidos, avocada a convertir vastas áreas del territorio nacional en «patrimonio cultural»
(Silvestri, 2011, p. 357), El hornero publica en 1941 los fundamentos del proyecto de homenaje
que el Ingeniero José María Bustillo (nieto) presentó a la Comisión Directiva de la S.O. P. para
restaurar la estanzuela y convertirla en un espacio de museo con un santuario para pájaros.
12
En
ese momento, la antigua estancia de la familia pertenecía al vizconde Davidson, un propietario
inglés del que se esperaba que pudiera donar las hectáreas suficientes para llevar adelante el
proyecto (lo que efectivamente sucedió en 1949), o, en su defecto, se planeaba comprarlas
contando con la colaboración de fondos británicos y argentinos: «Es para Gran Bretaña y la
11
Mónica Szurmuk y Amanda Holmes (2012) analizaron los múltiples sentidos que aglutina el enclave
geográfico actual de la institución entre barrios privados que multiplican las referencias al nombre del
naturalista: «el country invierte [por sus relaciones con la vida privilegiada anglosajona] y a la vez
complementa el significado del “campo” argentino. (…) En los casos de los barrios privados “Hudson”, el
nombre del que apreciaba tanto la naturaleza pampeana ha sido apropiado póstumamente para representar
una aglomeración de viviendas que destroza el ambiente natural» (segunda parte, párr. 5 y 6).
12
El ingeniero agrónomo José María Bustillo se incorporó como miembro activo de la S.O.P. en 1940 (cfr.
El hornero, 1940) y perteneció a la familia de los Bustillo, estrechamente vinculada, como se sabe, al
proyecto nacional que sentaría las bases del «progreso» y terminaría de darle forma a los límites del
territorio. Exequiel y Alejandro Bustillo, sus hermanos, fueron actores clave de este proceso: el primero
como presidente de Parques Nacionales entre 1934 y 1944; el segundo como arquitecto que, convocado por
su hermano, realizó obras que proyectarían la fisonomía «europea» sobre la región patagónica, entre ellas
el hotel Llao Llao y la Catedral de Bariloche (cfr. Andermann, 2018). En este marco se comprenden las
preocupaciones de J. M. Bustillo, no solo como ingeniero agrónomo interesado en temas de agricultura y
ganadería, sino en sus reiteradas participaciones como diputado y ministro de Obras Públicas de la
Provincia de Buenos Aires, puestos desde los cuales buscó intervenir en el comercio de carnes con
Inglaterra, en las leyes de propiedad de la tierra y en las condiciones necesarias para su efectiva
colonización: «lo que conviene al país es que la tierra produzca más económicamente y, cuantos más frutos
se saquen de una hectárea, será tanto más conveniente» (citado en Ibarbia, 1975, párr. 6). Según su opinión,
y frente al escaso desarrollo de industrias rurales, el campo era clave para el progreso y los ganaderos «los
verdaderos pioneros de la riqueza nacional [única industria] que nunca ha tenido protección» (citado en
Ibarbia, 1975, párr. 12).
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Argentina, una obligación moral destacar imperecederamente el recuerdo de ese eminente escritor
cuya vida es, para ambos países, un vínculo de indestructible espiritualidad» (Bustillo, 1941, p.
129).
Esa «espiritualidad» invocada por Bustillo sublima las relaciones políticas y económicas
mantenidas entre ambos países. El trazado de estancias inglesas entre las que se encuentra la
antigua heredad de la familia Hudson permite recomponer la historia de esos sujetos europeos,
colonizadores blancos que, a diferencia de sus antecesores (los viajeros ingleses como Francis
Bon Head, William Mac Cann y Charles Darwin que estuvieron «de paso» por Sudamérica), se
instalaron en la llanura y recalibraron el incipiente mapa estatal que todavía estaba fijando sus
límites, dinamizando el funcionamiento económico de la región a partir de la cría de ovejas y la
producción agrícola y poniendo en marcha una máquina de disciplinamiento, aceleración
comercial y extracción de materias primas del Río de La Plata, que volvían al país como
manufacturas producidas en las fábricas de Liverpool (Rodríguez, 2010b).
Brailovsky y Foguelman (2009) examinan el impacto socioambiental de esta paulatina
incorporación de Argentina en la división internacional del trabajo como productora de lanas,
carnes y cereales. El nuevo modelo supuso racionalizar aún más el uso de la tierra, mejorar la
calidad de las carnes y acelerar el engorde, para lo cual se mestizaron razas nativas con inglesas
y se parceló la tierra para controlar los cruzamientos y rebaños.
13
Los autores advierten algunas
de las consecuencias de semejante transformación: «El sobrepastoreo deterioró el suelo, facilitó
la expansión de las malezas, aceleró los procesos erosivos, agravó la colmatación de las lagunas
y alteró el régimen de los ríos» (p. 161). La agricultura fue un nuevo factor desencadenante de
erosión y la escasez de maderas y de combustible capaz de sostener el proceso de industrialización
llevó a deforestar extensiones inmensas de árboles, primero en las inmediaciones de Buenos Aires
y el Litoral y de forma mucho más agudizada en las zonas del monte chaqueño y santiagueño.
13
La obra de Hudson dramatiza ese pasaje, de la inscripción del sublime pampeano a la «escritura directa
sobre lo real» (Rodríguez, 2010b, p. 190) que el alambre dibuja al marcar el límite de la propiedad y
proyectar, en consecuencia, el futuro enriquecimiento ilimitado de los estancieros.
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En medio de estas aceleradas transformaciones, el proyecto de Bustillo subraya la
reconstrucción tanto de la propiedad, las arboledas, las instalaciones rurales y el mobiliario, como
del ambiente natural tal cual fuera descrito por Hudson: «se establecería un santuario que se
repoblaría de pájaros que fueran de la zona y que Hudson estudió» (Bustillo, 1941, p. 129). A
contrapelo de la infeliz certidumbre que atraviesa la escritura de Hudson sobre la pérdida
irremediable del espacio de su infancia y la gradual extinción de las especies naturales de la
pampa, el homenaje se legitima a partir de este pliegue temporal de la naturaleza entendido como
«poético rincón» (Bustillo, 1941, p. 129), capaz de ofrecer a los turistas y ornitólogos aficionados
un paréntesis sagrado y natural a pocos kilómetros de la capital urbana. Con la realización de ese
programa «se ofrecería al país un nuevo centro de educación tradicionalista; se crearía un atractivo
más al turismo; se formaría un rincón naturalista y, por encima de todo, se establecería un vínculo
más de amistad entre Argentina e Inglaterra, utilizando un antecedente histórico simpático por lo
pacífico, sencillo y natural» (Bustillo, 1941, p. 130).
14
El futuro refugio parece evocar algunos de los atributos del mitema del mundo edénico
que persiste contemporáneamente en la idea de wilderness: espacios que «que dan testimonio de
un pasado que habría logrado sobrevivir “intocado” desde tiempos primigenios hasta el presente,
pero que hoy son ciegamente predatoria de la civilización occidental» (Danowski y Viveiros de
Castro, 2019, p. 58), una sacralización de la wilderness que emergió después del siglo XVIII
asociada al imaginario norteamericano del sublime y de la «última frontera», cuyo reverso
ecotópico (ese exterior antiedénico del que fueron expulsados Adán y Eva) cabría leer en el marco
de las iniciativas legales impulsadas por J. M. Bustillo en pos de aumentar la productividad de la
14
La idea de «conservación o preservación, ya sea de la naturaleza, ya sea de la cultura» (Silvestri, 2011,
p. 351, cursiva en el original) emerge hacia fines del siglo XIX y se impone más claramente desde la década
del treinta a partir de la revitalización de la Comisión de Parques Nacionales llevada adelante por Exequiel
Bustillo. En la disputa sobre los modos de apropiación del pasado y la selección y «reinvención» de los que
serían los paisajes representativos de la patria se vuelven clave las operaciones de conservación patrimonial,
transformación de lo natural en patrimonio cultural y restauración o reedificación de monumentos y sitios
históricos. En este sentido, las gestiones alrededor de la casa natal de Hudson deben ser comprendidas
dentro de los avatares de esta filosofía de restauración, que por un lado se expresa en la reconstrucción
edilicia de lugares históricos, como la Casa histórica de Tucumán o el Cabildo de Buenos Aires, en la
creación de parques nacionales y provinciales, e incluso en la «fiebre patrimonial-natural de los últimos
años, que incluye las estancias pampeanas y aún originales reservas urbanas, cuyo ‘patrimonio’ virgen data
de no más de treinta años atrás» (Silvestri, 2011, p. 358).
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industria agroganadera, y rediseñar a futuro un modelo de crecimiento económico basado en el
campo.
Por el carácter anómalo de Hudson como «sujeto bicultural» (Gómez, 2012), «primitivo
en Londres» y protocientífico en las pampas, y por el posicionamiento excéntrico que mantuvo
con respecto a las determinaciones nacionales, disciplinares y lingüísticas, el escritor es capaz de
convocar diferentes tiempos: desde las lecturas más tradicionalistas que circunscriben su
importancia al pasado rural del país, hasta aquellas que lo reconocen como temprano promotor de
problemáticas ambientales y como cartógrafo de las fuerzas vivientes de una naturaleza que
excede las jurisdicciones nacionales y las taxonomías fijas. Considerando estas coordenadas, es
posible indagar el proyecto patrimonialista que comienza a dibujarse en las páginas de El hornero
y que terminará concretándose varios años después.
Ahora, ¿qué temporalidad privilegia Bustillo y confirman otros colaboradores de la
revista en los actos de difusión de la vida de Hudson? Como sostiene Fernández Bravo (2017), a
pesar de que el «patrimonio cultural» se forme a partir de bienes del pasado, «el debate por su
inscripción y propiedad lo vuelve siempre contemporáneo» (p. 4). En este sentido, la
monumentalización del rancho natal y de los valores a él asociados (sencillez, rusticidad,
precariedad) es sintomática por dos motivos. En primer lugar, y a diferencia de otras experiencias
de casas-museo de escritores (Cámara, 2019) en las que el hogar es el sitio de la escritura, Hudson
se convirtió en escritor cuando abandonó Los veinticinco ombúes. El efecto «autoral» es posterior
y deliberadamente construido a partir de la creación de una biblioteca con sus obras originales y
traducciones, libros de temáticas afines y otros materiales.
15
En los museos de escritores, la
«indicialidad» se ofrece a partir de objetos clave: la pluma, el trazo de escritura sobre la hoja o el
escritorio de trabajo, que convierten el espacio íntimo «en una prosopopeya, [que] se puebla del
espectro del escritor que allí vivió» (Cámara, 2019, p. 3). En el caso de Hudson, la indicialidad
15
Con motivo de la muerte del Dr. Jorge Casares en 1965, la S.O.P. recibe en donación su biblioteca en la
que, además de obras de ciencias naturales, se destacaba la colección de elementos bibliográficos
hudsonianos: «todas las obras de Guillermo E. Hudson, en sus muchas y diferentes ediciones y
traducciones, notas científicas, artículos periodísticos, iconografía, cartas originales autografiadas,
etcétera» (El hornero, 1965, p. 287).
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se disuelve en el afuera y se desarma en flujos de naturaleza que era preciso recomponer,
volviendo a conquistar para la memoria nacional los límites de la estanzuela y, sobre todo, la
avifauna original que habitó ese territorio en los tiempos de Hudson. La experiencia que esa casa
produce no responde tanto a la memoria de los objetos «capaz de encapsular el tiempo, inscribirlo
en la superficie de las cosas y reflejar en ella propiedades intangibles» (Fernández Bravo, 2017,
p. 12), sino a su emplazamiento y localización (Cámara, 2019, p. 2) en la estanzuela, por su
contigüidad con una porción de naturaleza convertida en patrimonio cultural, entendida como
reserva utópica que encuentra en el pasado su mejor expresión.
Si, como afirma Doreen Massey (2005) en For space , la imaginación espacial debe
desarticular la idea de «lugar» como superficie cristalizada y pensarla en cambio como «evento
espacio-temporal» de carácter intrínsecamente relacional y dinámico, el proyecto de Bustillo se
inscribe en una red de intereses económicos, políticos y legislativos que exceden los valores
pacíficos y sencillos (naturales y estéticos) del solar natal de Hudson, relativos en cambio a las
tensiones y desequilibrios entre el desarrollo urbano, la racionalización de la actividad rural y la
injerencia del campo en los mercados internacionales (fundamentalmente ingleses). Esta fantasía
de restauración del pasado rural pliega el tiempo de la naturaleza y abre una serie de inscripciones
a futuro: la casa-museo no solo como centro de educación, divulgación y turismo, sino también
como ocasión para afirmar, en los vínculos entre científicos, actores culturales y políticos
británicos y argentinos, la centralidad de la impronta rural en el desarrollo de la identidad social
y económica del presente nacional, impronta que los textos de Hudson contribuyeron a delinear
en la tradición de la literatura argentina.
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5. Completar el ciclo: del pino inglés al ombú argentino
16
He loved birds and green places and the wind
on the heath, and saw the brightness of the
skirt of God. [Epitafio del sepulcro de
Hudson en Worthing, Inglaterra].
Guillermo Enrique Hudson. Escritor y
naturalista. Nació en Los veinticinco ombúes
cerca del arroyo de Conchitas, partido de
Quilmes el 4 de agosto de 1841. Lo despertó
la luz y el canto. [Placa esculpida por
Santiago Parodi en los festejos por el
centenario de su natalicio].
Según advierte Sylvia Molloy (2001), muchas de las ficciones a las que recurre el
autobiógrafo para contar su vida serían las del pasado familiar y la infancia, «respaldada por la
más elemental y segura de las legalidades, la del certificado de nacimiento» (p. 109). Sin embargo,
como ella misma sostiene, el recurso de la infancia fue relativamente tardío en Hispanoamérica,
en donde el relato (auto)biográfico se legitimó, por el contrario, como historia, y como tal se
justificó por su carácter documental y público, lo que subordinó ese período inicial de la vida al
desarrollo acabado del adulto cuya genealogía familiar se encontraba generalmente vinculada al
pasado heroico de la nación, al que contribuía a encauzar en una forma moderna. Por el contrario,
Allá lejos y hace tiempo y muchísimas otras obras de Hudson evalúan el por momentos
desencantado presente inglés de la escritura a partir de la vida intensa de la infancia y juventud
experimentadas en las pampas sudamericanas, etapa de plenitud no exenta de desconcierto, pero
clave en la formulación del singular naturalismo ensayado por el escritor. En la biografía que
escribe sobre Hudson, Alicia Jurado critica el desequilibrio que adquieren los recuentos
biográficos y las operaciones de selección para el armado de antologías nacionales llevadas a cabo
por los principales ensayistas y difusores de su obra que buscan renacionalizarlo como argentino,
16
En la conferencia ya mencionada, «Hudson y su amor por los pájaros», Casares (1929) cierra la evocación
de la vida y la muerte de Hudson imaginando el arco sonoro de las aves inglesas y argentinas que cantarían
su memoria: «Hoy descansa en el Cementerio de Worthing, junto al mar, en un rincón por él elegido y bajo
la sombra propicia de un pino “donde las tórtolas lloran”. Esperemos que el ritmo de su prosa perdure
mientras resuene el habla inglesa y esperemos también, que mientras en tierra argentina una calandria cante
en el ombú, haya un admirador para el Viejo Hudson: Hijo de la Pampa» (p. 288).
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y que no solo privilegian la etapa sudamericana de su vida soslayando y «olvidando» los largos
años que vivió en Inglaterra, sino que incluso niegan la importancia de su filiación anglosajona,
así como la tradición literaria inglesa en la que efectivamente se formó como escritor y a la que
fue incorporado. La S.O.P., interesada en la formación de hábitos naturalistas en los niños y niñas,
también contribuirá a este relato,
17
legitimando en la «legalidad del nacimiento» el vínculo entre
Hudson y la naturaleza que conoció durante su infancia en las llanuras.
Entre el epitafio escrito en su tumba inglesa y la placa argentina de Santiago Parodi que
destaca la casa natal y el «despertar» a la vida,
18
El hornero continúa su tarea de reconquistar la
topografía de Hudson, para lo cual se vuelve fundamental atender a una red de imágenes y
monumentos en los que se dirimen las tensiones y colaboraciones entre los difusores locales y
extranjeros. La revista incorpora una breve crónica de la visita que hizo Jorge Casares al
cementerio de Broadwater, en Worthing (Inglaterra) en la que se ofrece la ubicación de la tumba,
se incluye una fotografía (Figura 4) de Casares de pie junto al sepulcro, y se reproduce la
inscripción funeraria, en su idioma original y en traducción:
En memoria de Guillermo Enrique Hudson. Nació el 4 de Agosto de 1841 en Buenos
Aires. Falleció el 18 de Agosto de 1922 en Londres. (…) Amó las aves y los sitios verdes
y los vientos de los matorrales y vio el resplandor de la presencia Divina. (citado en El
hornero, 1935, pp. 126-7).
Ese homenaje póstumo es replicado un año más tarde por el peregrinaje que hace Robert
Cunninghame Graham a la casa de Los veinticinco ombúes, acompañado por Pozzo. El hornero
(1936) menciona esta visita y agradece el entusiasmo y la colaboración económica que el escritor
y amigo de Hudson les había prestado, en 1927, para erigirle un monumento en la capital de
17
El hornero recalca el papel de las maestras y directoras que se interesan en el cuidado de los pájaros y lo
fomentan entre sus estudiantes y elogia las múltiples conferencias que el Dr. Pozzo ofreció en diversas
instituciones educativas sobre la vida y la obra de Hudson.
18
La placa, cuya fotografía se reproduce en la revista, es uno de los numerosos actos de homenaje que El
hornero menciona en la «Recordación del ler. Centenario del Nacimiento de Guillermo Enrique Hudson»
(El hornero, 1941). También se destaca la exposición de aves, libros y documentos del escritor en la Casa
Harrods; la exhibición de los originales de las acuarelas hechas para Birds of La Plata, cedidos para esa
ocasión por Casares; y la exposición de las colecciones de aves que Hudson describió, ofrecidas por el
Museo Argentino de Ciencias Naturales y el Museo Nacional de La Plata.
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107
Buenos Aires (cfr. El hornero, 1927).
19
Estos lazos de colaboración entre la S.O.P. y el escritor
escocés se sellan cuando fallece en Argentina y varias delegaciones de entidades científicas,
artísticas y literarias (entre las cuales se cuentan numerosos miembros de la S. O. P.) acompañan
sus restos al buque Almeda Star que los llevó de regreso a Inglaterra. Según anota Jurado (2007),
en 1938 la Sociedad Amigos de Hudson envió una placa de bronce que fue colocada en Tower
House, residencia en la que Hudson murió, con un dibujo de la casa natal: «en las paredes que lo
vieron morir queda la efigie de aquellas que lo vieron nacer, cerrando así el ciclo de su vida» (p.
290).
Figura 4. Fotografía de Jorge Casares de pie junto al sepulcro de Hudson en Worthing, Inglaterra. Fuente: El
hornero (1935, p. 126).
19
Unos años atrás había sido el mismo Cunninghame Graham quien presidió la comisión de homenaje entre
el círculo inglés de Hudson, y quien decidió encargarle el monumento al escultor Jacob Epstein. La
controvertida (cfr. Jurado, 2007) escultura de Rima, la niña-pájaro de Green Mansions fue erigida en Hyde
Park y acompañada por una placa que transforma, como el proyecto de Bustillo, ese espacio en «refugio
para pájaros».
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Finalmente, esa diplomática y cordial disputa por el «lugar» de Hudson se perfecciona en
los actos de homenaje por el centenario de su natalicio, de los que participan, además de los
representantes argentinos, los embajadores de Gran Bretaña y Estados Unidos, una mina
significativa para pensar la triple pertenencia nacional adjudicada a Hudson. La toponimia
«Guillermo Enrique Hudson» se expandirá posteriormente a otras calles, nombres de centros
educativos, monumentos escultóricos y estaciones ferroviarias de la provincia de Buenos Aires,
ampliando todavía más esa conquista «topográfica» que había comenzado en su casa natal.
5. Consideraciones finales
Al terminar su visita a la estancia Los veinticinco ombúes, Robert Cunninghame Graham
le escribe desde allí mismo una carta a Morley Roberts:
Hice muchas peregrinaciones en mi vida (…) Nunca me sentí tan impresionado en ninguno
de estos sitios, como lo estoy en este humilde rancho con su techo de madera, sus pisos de
ladrillo, sus puertas primitivas y su aire alejado de cuanto sea moderno (gracias a Dios).
(…) Las mismas bandadas de pájaros, tijeretas, viuditas, bien-teveos y horneros, habitan
todavía los árboles que han crecido en la chacra desierta, (citado en Jurado, 2007, p. 289).
La casa natal de Hudson participa de las características que Gastón Bachelard (2012)
advierte para la casa-nido, vinculada a la primitividad del refugio animal, a la sencillez y al
retorno: «El nido (…) se asocia inmediatamente a la imagen de la casa sencilla. (…) Se vuelve a
ella, se sueña en volver como el pájaro vuelve al nido (…)» (pp. 132-134). A diferencia de las
grandes casonas familiares que ostentaban los autobiógrafos hispanoamericanos, a la vez como
sitios de la memoria y posesión de clase (cfr. Molloy, 2001), la casa sencilla de Hudson, perdida
entre las propiedades de un poderoso heredero británico y recuperada muchos años después,
pliega una forma tenue de la rememoracn, marcada por el signo de la desposesión y la pérdida.
Una forma recurrente, continúa advirtiendo Molloy (2001), en la escritura autobiográfica, les
hacía pensar a los escritores autobiógrafos que eran los últimos testigos de un determinado
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momento histórico y cifrar, por ende, esa certidumbre catastrófica en la fórmula «alcancé a ver».
La casa natal de Hudson y el espacio natural a su alrededor se convierte por momentos en la
atalaya desde la cual su escritura registra las últimas derrotas de la política de Rosas, el avance
efectivo sobre las fronteras, y fundamentalmente, la modificación de las políticas vinculadas a la
gestión de la tierra, con la consecuente extinción de especies naturales, la introducción de fauna
y flora exótica y la incorporación de nuevas formas de trabajo y explotación de la naturaleza.
20
Como se vio, la serie de refuncionalizaciones que la S.O.P. y, en particular, la Sociedad
de Amigos de Hudson ensayaron alrededor de la casa natal y de la figura de Hudson permiten
comprender la doble vía de su recuperación en las páginas de El hornero: por un lado la
restauración patrimonial del legado de Hudson y la extensión de una toponimia que buscaba
suturar el vacío del cuerpo (aquel que sí yace en la tumba inglesa y canta en inglés su despedida);
y, por el otro, la reformulación de la cartografía ornitológica que el naturalista alcanzó a bocetar,
huella tanto espacial de sus recorridos por Sudamérica, como temporal, porque testimonia la
gradual desaparición de especies y alerta sobre la imprescindible legislación a favor de la
conservación de los animales en peligro.
Si bien la presencia de Hudson comienza a menguar a partir del número en que se
conmemora el centenario de su nacimiento, se siguen citando sus observaciones sobre aves,
generalmente tomadas de Birds of La Plata y Argentine Ornithology. Ocasionalmente, se
mencionan obras que se dedican a su figura, como en el caso de la biografía de Pozzo, «La vida
y obra de Guillermo E. Hudson» (revista Duperial, 1944) o la de Alicia Jurado (cfr. El hornero,
1973). Se reseñan también las nuevas traducciones de sus obras, como en el caso de la edición de
Aves del Plata (Libros de Hispanoamérica, 1974), importante porque se trató de la primera
20
Según advierten Danowsky y Viveiros de Castro (2019) «existen varios íconos impresionantes de ese
fenómeno de aceleración de las alteraciones ambientales en una tasa perceptible en el intervalo de una o
dos generaciones humanas que muestran el aumento vertiginoso de diversos parámetros críticos
−temperaturas medias globales, crecimiento poblacional, consumo de energía per cápita, tasa de extinción
de especies, etc.− a partir de finales del siglo XIX» (p. 13). Ese momento de clivaje finisecular será clave
en la obra de Hudson. Por lo tanto, sin dejar de considerar las contradicciones que condensa su figura en
tanto naturalista amateur, vinculado a la ciencia imperial pero refractario a sus protocolos de
especialización científica, será necesario volver a interrogar, ahora desde los estudios que abordan la crisis
climática y examinan los imaginarios sobre el «fin del mundo», esa resistencia del espacio natal en tanto
alternativa temporal y espacial al presente y al futuro del capitalismo industrial cuyas consecuencias sobre
la naturaleza, la vida en la urbe y las relaciones comunitarias Hudson ya había empezado a alertar.
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traducción al español (a cargo de Herminia C. Mangonnet de Gollán y José Santos Gollán) y su
publicación se efectuó con el auspicio de la Asociación Amigos del Museo y Parque Evocativo
Guillermo E. Hudson. La S.O.P continuó acrecentando la colección de Hudson con diversas
donaciones y siguió realizando excursiones ornitológicas a la casa natal del escritor (cfr. El
hornero, 1975).
Este derrotero trazado entre las primeras traducciones de Physis y El hornero, y la
centralidad que adquieren los festejos alrededor del centenario de su natalicio culmina, en el
presente, en la publicación de Guillermo Enrique Hudson: 1922-2022, una compilación de textos
ya clásicos sobre la figura y la obra del escritor, reunidos por Carlos Fernández Balboa para el
catálogo de la exposición organizada por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno y el Museo
Hudson para el centenario de su muerte.
21
Después de evocar la participación de Hudson como
director de la Real Sociedad para la Protección de las Aves de Londres y su impacto directo sobre
la creación de la Asociacn Ornitológica del Plata (Aves Argentinas), el actual director del
Museo, Rubén Ravera (2022), señala el centenario de la muerte (1922-2022) como un punto de
inflexión para
transformar [la obra de Hudson] en una reflexión que nos dé pistas sobre el derrotero que
la humanidad debe seguir para preservar y restaurar la biosfera planetaria (…) [Y advierte
que] debemos revalorizar la figura de Hudson (…) en consonancia con el cambio
climático y las consecuencias que traerá aparejado si no se toman las decisiones correctas
en materia de política ambiental. (p. 9)
Una vez más, las políticas culturales, científicas, museísticas y ambientales insisten sobre
la necesaria «vuelta» de Hudson, pero a diferencia del proyecto patrimonial conservador y
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La compilación, acompañada de ilustraciones y fotografías, reúne las ya clásicas firmas locales y
extranjeras de la recepción más liberal vinculada a Sur (Borges, Martínez Estrada, Cunninghame Graham)
y, además, incorpora textos de Luis Franco, de ensayistas costumbristas como Justo Pedro Sáenz (hijo) y
de poetas como Héctor Pedro Blomberg, así como las lecturas más contemporáneas de Ricardo Piglia y
Juan Sasturain (actual director de la Biblioteca Nacional). En su artículo «Hudson vuelve» el museólogo
Carlos Fernández Balboa advierte que se trata de una selección muy escueta considerando el inmenso
acervo de más de seiscientos recortes periodísticos que se encuentran en el archivo del Museo, e insiste
sobre la actualidad y la importancia de la obra hudsoniana, que si bien fue difundida sobre todo a partir del
éxito editorial de Allá lejos y hace tiempo, se leyó con intermitente y menor intensidad en las efemérides
de su nacimiento y muerte.
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fuertemente «rural» de Bustillo, abren en espiral las inquietantes preguntas de Hudson sobre el
futuro de las especies y el cuidado de la naturaleza.
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