Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVIII (1) (Enero-Abril) 2024: 1-20/ISSNe: 2215-2636
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EL CELIBATO: LA SEXUALIDAD Y LA MASCULINIDAD EN
LAS REPRESENTACIONES SACERDOTALES EN
LA ESFINGE DEL SENDERO DE JENARO CARDONA
Celibacy: Sexuality and Masculinity in Priestly Representations in
La Esfinge del Sendero by Jenaro Cardona
Wilmer Gamboa Gamboa *
RESUMEN
En las primeras décadas del siglo XX, se vislumbró una corriente en la literatura costarricense que se alejó del discurso
nacionalista impuesto por sectores dominantes. Un ejemplo es La esfinge del sendero de Jenaro Cardona, novela que desafía
las normas establecidas al abordar la problemática del celibato entre personajes sacerdotales en la Costa Rica rural.
Publicada en 1916, la obra contrasta la imagen idealizada del sacerdocio con su versión más degradada, revelando las
tensiones entre estas representaciones y reflejando las restricciones impuestas con las normas de la Iglesia católica.
Palabras clave: literatura latinoamericana, novela costarricense, La esfinge del sendero, Jenaro Cardona.
ABSTRACT
In the first decades of the 20th century, a trend that glimpsed in Costa Rican literature moved away from the nationalist
discourse imposed by dominant sectors. An example is La esfinge del sendero [The Sphinx of the Path] by Jenaro Cardona,
a novel that challenges established norms by addressing the problem of celibacy among priestly figures in rural Costa Rica.
Published in 1916, the work contrasts the idealized image of the priesthood with its more degraded version, revealing the
tensions between these representations and reflecting the restrictions imposed by the norms of the Catholic Church.
Keywords: Latin American literature, Costa Rican novel, La esfinge del sendero, Jenaro Cardona
1. Introducción
Las sociedades se rigen por discursos de poder que se implantan en los individuos que las
conforman y emplean mecanismos para propiciar que sigan reproduciéndose estos sistemas de
creencias. Dichos discursos han sido un «arma de doble filo», debido a que sirven para continuar con
esos arraigos ideológicos, pero también han posibilitado que los individuos establezcan procesos para
* Universidad de Costa Rica (UCR), San Pedro de Montes de Oca, Costa Rica. Lic. en Enseñanza del
Castellano y Literatura. Bach. en Filología Española. Estudiante de la Maestría Académica en Literatura
Latinoamericana. Profesor de Español en Ministerio de Educación Pública (MEP). Correo electrónico:
wgamboa17@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0009-0002-8130-1763
DOI: https://doi.org/10.15517/rk.v48i1.59493
Recepción: 27/7/2023 Aceptación: 26/10/2023
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subvertir la visión de poder. Desde esta perspectiva, los productos culturales pueden ser un vehículo
para reafirmar o criticar los planteamientos hegemónicos como es el caso del discurso patriarcal
heteronormativo.
La religión es uno de esos discursos de poder, cuyos postulados permiten y restringen ciertas
acciones para encajar en la sociedad. La Constitución Política de Costa Rica establece que la religión
del Estado es la católica, apostólica y romana, lo cual posibilita el ejercicio y la difusión de este
sistema de creencias en el país. Precisamente, la novela La esfinge del sendero de Jenaro Cardona
aborda tópicos asociados a la religión: se centra en las historias de Rafael y otros hombres que, bajo
la investidura de sacerdotes, llevan a cabo o dejan de lado lo que deberían cumplir según lo
dictaminado por los ideales religiosos. Por lo tanto, hay un constructo ideológico y discursivo de lo
que debe ser un sacerdote, sobre todo en cuanto a la masculinidad y el deseo sexual.
En este sentido, la presente investigación se centra en cómo se representan la masculinidad y
la sexualidad en los personajes, en si estos dos tópicos se ven disipados o magnificados en las figuras
de los sacerdotes; además, si la masculinidad y la sexualidad atraviesan de igual manera a los
diferentes personajes sacerdotales y si el celibato logra restringir al sacerdote, en su condición de
hombre, de los postulados de masculinidad y sexualidad.
2. La esfinge del sendero, de Jenaro Cardona:
un repaso de la crítica literaria
Antes de comenzar con el análisis sobre La esfinge del sendero de Jenaro Cardona, es
necesario hacer una revisión de la crítica literaria que se ha hecho sobre el texto que se va a trabajar
en la presente investigacn. En primer lugar, Quesada (2000) elabora un análisis de El primo de
Jenaro Cardona, en el cual hace mención a La esfinge del sendero. En dicho fragmento se indica que
había un posicionamiento ambivalente y reticente, puesto que esporádicamente se reconoce el mérito
del escritor y de las novelas de este, pero también se resalta lo poco apreciados, leídos y conocidos
en el contexto nacional.
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Por su parte, Bonilla (1967), citado por Quesada (2000), menciona que este escritor
costarricense cierra el primer ciclo del realismo, considerándolo como el novelista de mayores
capacidades, pero también refiere a que sus obras no se adecuan o representan lo nacional como lo
alcanzaban las obras de García Monge y Magón. Según este autor, las temáticas de la literatura de
principios del siglo XX se centran en las nociones patriarcales del matrimonio, los papeles de los
personajes femeninos y masculinos, entre otros, pero también se manifiesta el tema de la sexualidad
marital, extramarital y heterogámica, que amenazan el discurso social y la moralidad de la época.
Más adelante, Villalobos (2005) hace una introducción de la polémica que rodea a la novela,
hecho que afectó el reconocimiento y la circulación de dicha obra a nivel nacional. Este autor propone
que la descatalogación de la novela se dio por criterios extraliterarios, debido a que era una crítica a
las construcciones del discurso religioso y a la sacralización de los emblemas de las creencias
religiosas latinoamericanas; es decir, la temática de esta es hereje ante un contexto donde se presenta
un arraigo a estos sistemas de creencias, lo queque minó una tumba para sepultar este texto literario.
Villalobos (2005) se refiere al hecho de que esta obra no ha formado parte del sistema
educativo ni del canon literario, puesto que no cumple con los requisitos para el proyecto ideológico
de los grupos de poder. Para el autor, existen cuatro factores que operan para legitimar un texto
literario, los cuales son el productor, el intermediario, la audiencia y los instituyentes, de los que
depende la supervivencia y la muerte de una obra literaria. En síntesis, concluye que los elementos
estéticos acertados de la novela no fueron suficientes para hacerse un espacio en la historia literaria
costarricense y latinoamericana. Además, propone que el análisis de este tipo de novelas implica
adentrarse en los discursos en contra del poder, lo que permite analizar las representaciones que
critican las creencias imperantes y opresoras.
Por su parte, Chacón (2016) propone un estudio de las representaciones y elaboraciones de la
homosexualidad en la literatura costarricense. Menciona que este artículo es «un ejercicio por ubicar
el lugar de esos textos en nuestra literaria y cultural» (p. 132), pues establece que en la historiografía
literaria hay un vacío en cuanto a la serie de textos de temática gay/lésbica que abarcan los siglos XX
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y XXI, debido a que no se toman en cuenta estas obras dentro del canon literario costarricense. El
análisis que elabora sobre la novela en estudio está relacionado con el personaje Hans, el cual tiene
tendencias homosexuales y que intenta seducir a Rafael, tópico que, según autor, no se había tratado
antes en la literatura costarricense. Por otra, Garnier (2017) menciona que la novela de Jenaro
Cardona es la más robusta de las novelas nacionales, pues obtuvo un gran reconocimiento a nivel
mundial, pero que cayó en el olvido en nuestro país. Como menciona el autor, los personajes de los
sacerdotes rompen con sus promesas.
Esta la revisión de la crítica literaria arroja datos importantes sobre los acercamientos que ha
hecho la crítica sobre La esfinge del sendero, la cual, en líneas generales, plantea la genialidad del
escritor en su arte literario, pero que no logró alcanzar los requerimientos para visibilizar su obra y
abrirse un espacio en la historiografía literaria; además, las implicaciones políticas e ideológicas del
discurso presente en la obra atentan contra los ideales del grupo de poder, lo que propició el olvido
de este texto narrativo.
3. La sexualidad y masculinidad como constructos
sociales y culturales
Para Córdova (2003) y Preciado (2005) la sexualidad está conformada por el sexo, las
prácticas y deseos sexuales, los códigos de masculinidad y feminidad junto con las identidades
sexuales, un entramado que determina la identidad de los sujetos. En este sentido, se presentan las
dicotomías o binomios, relacionados con la relación entre identidad de género y órganos sexuales,
como mecanismo del discurso para determinar el género desde un punto de vista biológico.
Para Córdoba (2003) la sexualidad se caracteriza por una variedad de comportamientos que,
según las normas o discursos, se consideran admisibles o inadmisibles, donde «la sexualidad se
relaciona con la designación de los individuos como sujetos y objetos de deseo, así como con la
elegibilidad o la proscripción de tipos de personas como compañeros eróticos» (p. 347). En este
sentido, el autor considera que los discursos religiosos «poseen un alto grado de formalización en
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cuanto a la sexualidad prohibida, pero no son los únicos que dictan patrones de conducta al respecto»
(p. 348); es decir, hay códigos determinados como conductas delictivas o con implicaciones morales
que no permiten ciertas prácticas sexuales según el género.
El autor propone que la sexualidad está atravesada por las relaciones entre géneros, la
subordinación del género femenino frente al masculino, dado por medio del saber y el poder en
diversos ámbitos. Por ende, la sexualidad está atravesada por las relaciones de poder que entienden
el sexo como un mecanismo que excluye, aísla, incluye o normaliza a los sujetos que llevan a cabo
ciertas prácticas.
Dentro de esta definición de sexualidad se encuentra el concepto de masculinidad, la cual
puede ser hegemónica-tradicional o subordinada. Por una parte, Connell y Messerschmidt (2005)
proponen que la masculinidad hegemónica es un patrón de práctica que permite a los hombres
continuar con el dominio de las mujeres. Mientras tanto, para Seidler (2003), de acuerdo con los
postulados de Connell (1997), la masculinidad está atravesada por las emociones, sentimientos y
deseos, en tanto los hombres deben mostrarse lo menos emocionales posibles. Además, desde esta
perspectiva tradicional, los varones deben ser independientes y autosuficientes, no pueden expresar
sus sentimientos frente a otros sujetos, porque es considerado un rasgo femenino.
Por consiguiente, la masculinidad se encuentra atravesada por la violencia sistémica-
patriarcal, recurso por el cual el hombre alcanza el ser ideal, mediante la violencia doméstica y el
abuso sexual. También, Seidler plantea que existe una relación entre el poder, lo emocional y el
género, donde se inscribe la figura del padre como la autoridad, el proveedor y que cumple un rol
pasivo en las labores del hogar, junto con el desentendimiento de la crianza de los hijos.
Por su parte, para Menjívar (2015) el sistema patriarcal busca, con la masculinidad, alcanzar
un ideal de hombre «verdadero» que tiene en sus manos el poder, una propuesta de virilidad amparada
en cuatro aspectos: el repudio a lo femenino, el poder que tenga si es exitoso, rico y por su posición
social, el control de las emociones (nunca mostrarlas) y la agresividad. Por ende, esta concepción
tradicional recurre a la legitimación del patriarcado para garantizar un estatus de poder ante la
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sociedad, es decir, tal como lo planteaban Wetherell y Edley (1999), este concepto es un entramado
social preestablecido en gran diversidad de actividades diarias y disciplinarias que busca fomentar un
presupuesto de hombre.
Además, Connell (1997) propone que dentro del concepto de masculinidad se derivan otras
dos, la conservadora y las subordinadas. La primera hace referencia a existen sujetos masculinos que
no responden a ese ideal establecido por la sociedad, pero que colaboran de cierta forma a su
permanencia en el sistema porque le aporta ciertos beneficios. Las segundas aluden a aquellos sujetos
que no siguen esos postulados mencionados líneas atrás, pero retoma la parte económica y la violencia
callejera como elementos subordinados.
En síntesis, los autores concluyen que la sexualidad y masculinidad están determinadas por
un binarismo biológico y social, determinantes de la cultura que permean las relaciones entre
individuos. Estos planteamientos intervienen en las dinámicas sociales que justifican el accionar de
los sujetos que se encuentran bajo los dominios del discurso patriarcal heteronormativo, donde las
actividades que se realizan fuera de esa normativa son encausadas por medio de mecanismos de
exclusión, castigo y represión.
4. La sexualidad: el deseo y las relaciones sexuales de los
personajes sacerdotales de La esfinge del sendero
Las doctrinas religiosas establecen los postulados que deben seguir sus feligreses y aquellos
de los que deben alejarse para alcanzar la «iluminación». El cristianismo toma, a manera de código
de ética, la Biblia, texto sagrado fundamental para esta religión, de donde derivan diversas corrientes
como es el caso del catolicismo. En este sentido, la religión católica establece que los sacerdotes
deben acogerse obligatoriamente a una vida célibe, es decir, que no pueden adquirir un vínculo
matrimonial ni sexual con otros individuos. La esfinge del sendero de Jenaro Cardona se centra en
la figura del sacerdote y en el celibato como norma a la que deben acogerse por su investidura, por lo
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cual en este apartado se analiza la relación entre la sexualidad y las figuras sacerdotales presentes en
la novela.
En primer lugar, la historia de Félix comienza en El Piñal, lugar donde vive con sus padres.
Ellos obligan a su hijo a hacerse sacerdote para que pueda heredar su propiedad. Nunca fue bueno en
el estudio ni en otras ocupaciones, por lo cual lo envían a San José. Después de su lucha por cumplir
con la decisión de sus progenitores, es ordenado sacerdote y enviado a El Piñal para que ejerza como
párroco. Este elemento revela que él nunca estuvo motivado para hacerse sacerdote y fue un suplicio
cumplir con ese deber porque ni siquiera era bueno en sus estudios.
El padre Félix se presenta como un hombre mujeriego, que ha tenido sus encuentros con
mujeres casadas y solteras del pueblo. Ha abusado de su figura de poder para acercarse sexualmente
a diversas mujeres, hasta el punto de tener cuatro hijos con Eulalia a vista y paciencia de los habitantes
del lugar. Es decir, cede el paso a sus deseos sexuales, a la tentación para satisfacer sus necesidades
fisiológicas, olvidando el pacto que hizo al convertirse en sacerdote.
Además, este personaje rompe con la confianza de los habitantes del pueblo, pero estos no
hacen nada para cambiar la situación debido a que la experiencia con otros sacerdotes les dicta que
no va a pasar nada si se quejan. Este hecho es una crítica al sistema que no castiga a los sacerdotes
por sus actos, a pesar de que hayan roto las normas religiosas y jurídicas.
Esta representación, encarnada en el papel de Félix, critica el sistema religioso y a esas reglas
que buscan eliminar la naturaleza humana del sacerdote, pidiéndole que haga a un lado sus deseos
sexuales para cumplir con su rol de representante de la divinidad. En relación con lo anterior, el
narrador de la obra menciona que «los dogmas de la Iglesia que excluye a los clérigos de la dulce
comunión del amor, empeñaba en hacer de ellos, seres sin sexo, eunucos mutilados por la cuchilla de
un credo absurdo» (Cardona, 2007, p. 37). Es decir, en la voz del narrador queda plasmada esa
criticidad al sistema por prohibir un hecho natural en el ser humano.
A pesar de que el personaje tiene muy claro que debe cumplir con esa norma, sucumbe ante
la tentación de la carne y se enamora de la joven Eulalia. Esta mujer se vuelve un objeto de deseo y
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la «culpable» de que el padre haya apelado a su instinto biológico. Este hecho conduce al sacerdote
a tener cuatro hijos que viven con él en la casa cural y a sabiendas del pueblo, hecho que no sorprendió
a los lugareños.
Además, en este personaje se evidencia un vacío que no lograba completar en su oficio; s
bien, esta investidura pretendía arrebatarle lo que él consideraba que le hacía falta: estar con una
mujer y hacer su vida junto a esta. El celibato generaba que este se sintiera incompleto y con la llegada
de Eulalia encuentra la felicidad: «por fin poseía lo que tanto había deseado su alma: una mujer que
lo amase a él, que fuese suya, sobre la cual reinara doblemente, con superioridad psicológica y con la
fisiología de macho recio y vigoroso» (Cardona, 2007, p. 37).
Esta crítica no se queda ahí, pues la novela cuestiona un elemento importante sobre la
sexualidad y que está relacionado con Félix. La sexualidad en el sacerdocio era una restricción,
mientras que en otras figuras importantes como los santos o padres de la Iglesia no había ningún
problema en que hayan tenido esposa e hijos, hecho que no les restaba en su papel dentro del discurso
religioso. Esta doble moral se vuelve un hecho frustrante para el personaje, porque ve injusto que él
no pueda vivir la vida como otros hombres y seguir ejerciendo su función dentro de la sociedad.
Esta frustración en el personaje revela otro hecho importante: el poder que le da la investidura.
Históricamente, la figura del sacerdote ha tenido un poderío desde lo religioso hasta lo social. Reciben
ayudas del Estado, tienen acceso a comodidades gracias al trabajo y cooperación de los feligreses y
dejaban en otras manos ciertas funciones. Por lo tanto, el padre Félix no quería alejarse de esa posición
de poder porque le daba comodidades, pero tampoco hacía un esfuerzo para alejarse de la tentación
y cumplir con el celibato que aceptó al ordenarse sacerdote.
Ahora bien, la situación de Félix y la sexualidad no queda ahí. Con el paso del tiempo y la
muerte de Eulalia, ve que su hija (también llamada Eulalia) entra a la pubertad y se asemeja bastante
a su madre, hecho que desencadena una lucha interna entre el hombre y el sacerdote. Ahí se vuelve a
posicionar a la mujer como el objeto de deseo mediante la descripción física dada desde la sensualidad
y el morbo que le genera al sujeto masculino la nueva figura de su hija.
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Otro momento donde se evidencia el tinte sexual del personaje de Félix se vislumbra en la
conversación que tiene en la fiesta de San Roque, con el doctor, Martín y Juan. Los personajes hablan
con el doctor sobre la vacunación que hicieron en el pueblo, a lo cual el padre pregunta que si no
hicieron trabajos de «muslografía» o «piernografía»; es decir, hay una sexualización de las partes del
cuerpo femenino y esto representa el discurso machista desde el cual el hombre tiene permitido acosar
a las mujeres con tan solo el escaneo que hace con la mirada. Las insinuaciones de Félix y Martín no
cesan, debido a que aludían implícitamente a que además de vacunarlas había un cierto acercamiento
o encuentro sexual.
Aunado a lo anterior, existe un proceso reflexivo en Félix cuando se encuentra en esa lucha
interna entre el hombre y el sacerdote, busca en el texto sagrado un consuelo para la culpa que siente
por no ser un padre como lo manda el catolicismo. Un intertexto importante y reiterativo dentro de la
novela es el Cantar de los Cantares. Dicho libro aborda la temática del sexo como la unión de los
amantes en armonía, con un deseo mutuo y que toman el acto sexual como un mecanismo para
regocijarse en la compenetración de los cuerpos. Para Félix el conflicto con el celibato era constante,
puesto que lo alejaba de esa comunión con el amor, que leía en el pasaje bíblico mencionado
anteriormente, al considerarlo un ser «sin sexo, sin nervios, sin corazón y sin alma» (Cardona, 2007,
p. 90); es decir, él estaba deseoso de amar, de unirse a una mujer de manera carnal y con esto llenar
el vacío que sentía como ser humano con necesidades y deseos.
Más adelante se vuelve a aludir a la biblia, específicamente, al fragmento que habla de
Sodoma y Gomorra. Este pasaje justifica y apacigua el alma de Félix, puesto que se sentía atraído por
su hija y le era imposible deshacerse de sus deseos sexuales:
31. Entonces la mayor dijo a la menor: nuestro padre es viejo y no queda varón en la tierra
que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra. 32. Ven, demos a beber vino
a nuestro padre, y durmamos con él, y conservamos con él de nuestro padre generación. 33.
Y dieron a beber vino a su padre aquella noche; y entró la mayor y durmió con su padre; y él
no supo cuando la hija se acostó ni cuando la hija se levantó. 34. El día siguiente dijo la mayor
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a la menor: He aquí, yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también
esta noche, y entra, duerme con él, y conservaremos de nuestro padre generación. 35. Y dieron
a beber vino a su padre también aquella noche, y levantóse la menor y durmió con él; y él no
supo cuando la hija se acostó ni cuando se levantó. 36. Y concibieron las dos hijas de Lot, de
su padre, etc. (Cardona, 2007, p. 94)
Por lo tanto, el recurso de los intertextos bíblicos le sirven al personaje para reflexionar sobre
sus pensamientos y sus acciones en torno a su sexualidad y a sus deseos sexuales. Además, funcionan
como una crítica para el sistema de poder que limita los tópicos sexuales cuando en su texto
dogmático presenta ciertas prácticas que representan esas dinámicas sociales que critican.
Félix es el personaje de la obra más asediado por sus impulsos, por los deseos sexuales y la
tentación de mantener relaciones sexuales con otras mujeres. Además, es el que busca más
justificaciones en los textos bíblicos y en los planteamientos de la relign para soportar esa lucha
entre la carne y el espíritu. También, se vuelve crítico de esas contradicciones que encuentra en la
moral cristiana, pero no se aleja de su cargo por el poderío que le da estar ahí.
En segundo lugar, el tema del amor y la sexualidad en el personaje de Rafael inicia en el
primer capítulo de la novela. Se presenta a un par de muchachos, ella de catorce y él de diecisiete
años. Este último queda huérfano a los diez años debido a que su padre es encarcelado, muere en San
Lucas, y su madre los abandona, por lo que es enviado al cuidado del padre Juan. El niño colabora en
la casa cural de San Roque y ahí nace el deseo de servir como sacerdote, como una forma para redimir
los pecados de sus padres. Desde el inicio de su historia quedan indicios de sus sentimientos por
Engracia, pero este está dispuesto a sacrificar todo para cumplir su objetivo: ir a San José a estudiar
en el Seminario.
A pesar de que Rafael se encuentra tan apegado a sus ideales religiosos, su empeño no es
suficiente, debido a que sucumbe ante sus sentimientos y sus deseos sexuales para estar cerca de
Engracia. Esta última se vuelve el objeto de deseo de Rafael que, sin darse cuenta o sin aceptarlo,
estaba enamorado de ella desde hacía mucho tiempo. Considera el componente sexual como una
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aberración, pero con el pasar del tiempo esa percepción cambia. Esto queda en evidencia después de
que Engracia se casa, puesto que el personaje masculino empieza a tener sentimientos encontrados
cuando está junto al personaje femenino. Por consiguiente, Rafael decidió dejar su cargo como
sacerdote del pueblo, puesto que estaba enamorado de Engracia y necesitaba salvar a su amiga de la
infancia de la vida en la que vivía:
Rafael María estaba como iluminado; sus ojos, sus bellos ojos pardoscuros, brillaban con
fuego inusitado, con los reflejos del incendio de su alma. Fue él, el primero en hablar. Si
este es el amor, bendito sea dijo con voz clara, erguido, como en una resurreccn gloriosa
. me has redimido, Engracia, me has ganado para tu corazón, para el amor. ¡Serás
eternamente mía, y yo eternamente tuyo! (Cardona, 2007, p. 337).
En el final de esta obra, Engracia y Rafael se unen de una manera más espiritual, donde las
miradas apasionadas se conectaron y sus almas se unieron por un momento. Al despojarse de la
indumentaria de sacerdote, se permite él mismo el poder expresar su amor por Engracia, a quién
recibe por esposa, «que se unían por sobre todos los prejuicios y convencionalismos humanos para
emprender su marcha triunfante al divino país del amor» (Cardona, 2007, p. 338); por ende, Rafael
sigue el consejo de los sacerdotes, los cuales le dijeron que si algún día no podía seguir los preceptos
de la religión que mejor dejara el oficio y se liberara de las ataduras que no les permitían vivir el
amor.
La visión sobre la sexualidad de los otros sacerdotes es más reducida. En el caso del padre
Juan, se menciona que estuvo enamorado de una mujer, pero su madre lo indujo que se hiciera
sacerdote para expiar sus culpas. En este personaje se hace referencia a que se ha visto tentado
constantemente y que debe buscar actividades que lo distraigan, puesto el ocio es la madre de todos
los males. Para este personaje el celibato se ha vuelto una lucha incansable y cuando está por morir
le dice a Rafael que prefiere descansar que seguir en con ese sufrimiento con el que ha cargado toda
la vida.
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En el caso del padre Martín, la referencia es poca, pero se evidencia que su forma de pensar
en similar a Félix. En cuanto al personaje del padre Hans, este es un caso particular, puesto que busca
conquistar a Rafael, le coquetea, pero este no entiende su actitud. El padre hace uso de su posición de
poder para acercarse a Rafael sin importarle romper con los preceptos religiosos, los cuales el joven
seminarista siempre tiene presente por su idea de alcanzar el sacerdocio.
Con base en todo lo mencionado anteriormente, se patentizan la ruptura de los mecanismos
de exclusión que utiliza el discurso religioso para omitir el tema de la sexualidad humana en el
sacerdocio; es decir, Félix y Rafael se liberan de las ataduras del celibato, eso , de maneras
diferentes. Primero, Félix sobrepasa la prohibición que genera el celibato y se plantea una sexualidad
más liberal, hasta el punto de que tiene contacto sexual con su hija, práctica que a nivel social no es
bien vista, pero que se manifiesta, aún todavía, en ambientes más rurales. Segundo, Rafael tiene una
visión más romántica de la sexualidad, lo que lo lleva a dejar todo de lado para salvar a Engracia de
la mala vida que lleva con su pareja.
En cuanto al discurso como recurso de instrucción, se patentizan los ideales religiosos
tradicionales en el personaje del padre Juan. Este sujeto se vuelve la representación del sacerdote
ideal, hasta el punto que Félix y Rafael quieren ser más como él. No obstante, el texto presenta una
visión más allá de esa idealización dada por los demás personajes, ya que se deja claro todo lo que ha
tenido que pasar Juan. Debe dejar a su amada y en el ejercicio del sacerdocio se ha visto tentado por
lo mundano, lo que le lleva a que busque otras actividades para mantener la mente ocupada y alejar
esas tribulaciones.
Además, en esta obra no hay un proceso de represn tal cual para los actos del padre Félix,
más bien son conocidos por todos, pero nadie es capaz de decir una palabra porque la investidura que
tiene lo protege. También, se deconstruye la sexualidad como un tema que se debe reprimir, esto
desde el discurso religioso. Félix es más liberal, tiene una sexualidad activa a «escondidas» y en el
momento en que empieza a sentir deseos por su hija empieza a cuestionar su existencia y el celibato.
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Juan es más fiel a sus convicciones y logra cumplir con las normas, mientras que Rafael en principio
está convencido de su vocación, el destino lo conduce por otro camino.
En síntesis, este apartado presenta un tema crítico para el catolicismo y el discurso religioso,
ya que este ha tenido gran influencia durante décadas en la conformación de la ética y los valores
sociales en el contexto latinoamericano. Una ruptura del celibato puede generar diversas reacciones
en la sociedad como el impacto en la moral religiosa, repercusiones culturales y sociales,
cuestionamientos sobre el control y la transparencia, entre otros. Aunque también es necesario
empezar a cuestionar las acciones de los individuos y la Iglesia ante situaciones que atenten contra la
estabilidad física y emocional generada por las imposiciones religiosas que van en la naturaleza del
ser humano.
5. Una visión dogmática del ser masculino: la masculinidad
en los personajes sacerdotales
Con respecto a las masculinidades y cómo se evidencian en esta obra en cuanto representación
de la Costa Rica de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, se remite al discurso patriarcal
heteronormativo, lo cual debe verse con ojos críticos para determinar su importancia en la
construcción de esta novela que atenta, según la crítica, con los ideales de los grupos dominantes para
la conformación del Estado Liberal.
En primer lugar, Rafael, el personaje más joven de la obra, evidencia una carga del discurso
machista dado por el núcleo familiar. El padre mata a un sujeto por ser el amante de su esposa y es
enviado a San Lucas a cumplir su pena, lugar donde muere. Su madre los abandona cuando el padre
es enviado a la cárcel, dejándolo a merced del destino. El padre recurre a la violencia para evitar que
mancillen su nombre, como un claro ejemplo de la concepción patriarcal de mujer como posesión del
marido. Rafael critica constantemente a su madre, dando a entender que su papel era quedarse con él
como el ideal de la buena madre.
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Las figuras masculinas influencian la vida de Rafael. Este joven ve a Juan como su padre y
como una figura de santidad, lo que lo lleva a tomar la decisión de hacerse sacerdote. Esta
representación idílica de las figuras masculinas es otro elemento característico de la masculinidad
tradicional. El personaje recurre a la violencia cuando es juzgado por otros jóvenes debido a
antecedentes de sus padres, hecho que los padres Martín y Félix ven normal, pero el padre Juan no.
Además, en Rafael se evidencia un elemento importante del discurso patriarcal, ya que ve como una
abominación el coqueteo y las propuestas del padre Hans, sujeto que se ve atraído por el nuevo
seminarista.
En segundo lugar, en el personaje de Juan no hay evidencia del uso de la fuerza, no degrada
a la mujer y más bien reconoce las fortalezas de estas ante los hombres, hecho que se afirma cuando
está con el zapatero del pueblo y le dice que el dinero que le corresponde se lo va a dar a su mujer
porque ellas son mejores economistas que los hombres. Si bien hay una dinámica diferente en este
personaje, hay hechos que se mantienen y que no lo alejan del discurso patriarcal, esto debido al
puesto que desempeña. Un ejemplo del último planteamiento es que no llora cuando Rafael se va a
San José o que cuando se siente atribulado no expresa sus emociones.
En tercer lugar, Félix hace referencia, en reiteradas ocasiones, a que se siente bien con las
mujeres que son sumisas, que hacen lo que él dice y que no reniegan de su papel en ese mundo
mostrado. Tal es el caso de Eulalia (madre), la cual, en palabras del personaje masculino, es la mejor
mujer, con la que se siente pleno y con la que puede ser un hombre varonil y fuerte.
Los personajes del padre Martín y Félix siguen esta noción de lo femenino como inferior y
como objeto que debe tener un dueño, puesto que se refieren a las mujeres como propiedad privada
de ellos y que están siempre al servicio de las necesidades del varón. Aunado a lo anterior, se debe
rescatar el planteamiento del padre Martín que es externado cuando hablan con el doctor en la fiesta
de San Roque, el cual menciona que el cuerpo femenino debe permanecer siempre pulcro para el
hombre, hecho que reafirma el padre Félix.
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Otro aspecto que emplea este personaje para aludir a la concepción de lo masculino es el
texto bíblico, ya que se agregan intertextos bíblicos que reafirman esta noción del hombre como
superior y la mujer como subordinada. Lo anterior se da desde el libro del Génesis, en el cual se dice
que la mujer fue hecha de un pedazo del hombre; es decir, se subordina el cuerpo femenino como una
extensión del masculino y, por ende, pasa a ser de su propiedad: «Carne de mi carne, huesos de mis
huesos». Además, el otro intertexto que se presenta es el de Sodoma y Gomorra, donde la esposa de
Lot muere por desobedecer al mandato divino (patriarcado) y a su esposo, lo cual debe ser castigado;
también, en estos intertextos es promueve el incesto como una práctica «normal» que permite la
supervivencia del ser humano.
En cuarto lugar, como se mencionó anteriormente, el padre Martín presenta la visión de la
mujer como propiedad privada al servicio del hombre y como un objeto de deseo que es
constantemente examinado mediante la mirada. Además, en este se encarna la idea del intelectualismo
como rasgo que le da superioridad en el contexto rural, esto porque constantemente está hablando en
latín a pesar de que los feligreses no le entienden. También, se hace referencia a que el don de la
palabra que tiene al momento de dar los sermones acrecienta en él ese sentimiento de satisfacción,
pero también de superioridad.
Este proceso de jerarquización que utiliza el discurso patriarcal se evidencia dentro de las
Iglesias, donde los sacerdotes necesitan mujeres que les ayuden con las labores de la casa cural, ya
que ellos no están acostumbrados a esas labores, no se les ha enseñado ni se les permite realizarlas.
Por consecuencia, estos procesos conllevan una «animalización» de los personajes femeninos que
permiten inferiorizarlos aún más, con el fin de que lo masculino resalte en el entorno y en sus
actividades cotidianas.
La figura del sacerdote, desde el discurso religioso, está ligada siempre a ese ideal de
superioridad del hombre sobre la mujer, puesto que se establece que solo los hombres pueden ocupar
ese puesto; lo anterior basado en la idea de que Jesús escogió solo hombres para el apostolado.
Además, en la obra se posiciona a la mujer como la causante de que los personajes masculinos pequen,
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como si se tratase de la reencarnación de la Eva, mujer primigenia del Antiguo Testamento. La madre
de Rafael se vuelve la causa de las desgracias de su esposo (Miguel) y de su hijo. Mientras que Eulalia
(madre e hija), Engracia y otras mujeres se vuelven la tentación para los hombres célibes de la obra,
las cuales tienen en sus manos la »«manzana prohibida», que en este caso es el sexo y la sexualidad.
Cabe señalar que, en el caso de la obra, la masculinidad que se presenta mayoritariamente es
la tradicional, puesto que se exalta la figura de lo masculino como sujeto dominador, que no puede
expresar libremente sus sentimientos o deseos, porque va a ser atacado por los otros «machos» (una
masculinidad frágil). Además, que lo femenino atenta contra su construcción como hombre y que
necesita de una mujer para sentirse completo, para que cumpla sus deseos sexuales (que el hombre si
puede externar con mayor libertad que la mujer), haga las labores del hogar y crie a los hijos.
Por consiguiente, estas ideas vienen reafirmadas por el discurso religioso que reproducen los
personajes como una representación del adoctrinamiento que ha llevado a cabo la religión en la
sociedad costarricense. Lo anterior es legitimado por los grupos de poder y los ideales religiosos y
políticos que operan en las sociedades, que determinan que elementos se exaltan y que otros se
reprimen en los discursos.
Aunque en unos personajes existen más elementos del discurso patriarcal heteronormativo,
otros personajes se vuelven «cómplices». Los hombres que aquí no están tan cargados de ese
machismo tienen un carácter conservador, ya que no siguen fielmente los perceptos del machismo,
pero tampoco generan un cambio significativo. Lo anterior, se deriva de la necesidad de mantener la
posición de poder, los beneficios o las comodidades dadas por su investidura.
La masculinidad es entonces un apartado derivado de la sexualidad que en las tradiciones
religiosas busca promover roles de género donde lo masculino sea un atributo deseado, en el cual
radican elementos como liderazgo, fortaleza, proveedor y protector de la familia. En la esfera religiosa
está relacionado a la autoridad y la orientación espiritual. Por lo tanto, la representación del sacerdocio
se vuelve un elemento que aviva la llama de la masculinidad tradicional, puesto que potencia la visión
de autoridad de los sujetos masculinos.
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En la representación de Félix se aviva la masculinidad tradicional, debido a que es la
autoridad espiritual, pero también se vuelve la fortaleza, el proveedor y el protector de su familia,
resguardaba bajo la sotana del individuo. Es decir, en él convergen dos de los significados de la
palabra padre, donde uno hace referencia a la cabeza de una familia y el otro a la autoridad religiosa.
Por lo tanto, en las representaciones sacerdotales hay dos polos, donde Félix se vuelve la
representación de la masculinidad tradicional, mientras que en Juan y Rafael se encarna el
conservadurismo. Esa cierta resistencia al cambio no es más que el rastro de la educación tradicional
de la época, complementada con la formación sacerdotal recibida. El arraigo de esas normas culturales
perdura en el tiempo y su relacn con la religión colabora en ese proceso.
6. Reflexiones finales
Con base en lo expuesto en los apartados anteriores, La esfinge del sendero de Jenaro Cardona
deja en evidencia que el sacerdocio y la sexualidad son temas complejos tanto a nivel religioso como
cultural. La renuncia al matrimonio y a las relaciones sexuales son condicionamientos que, en el caso
de los personajes solo el padre Juan logra alcanzar. Los demás sacerdotes presentes en la obra
sucumben ante sus deseos sexuales que surgen principalmente por un sujeto femenino (aunque en el
caso de Hans fue generado por un hombre).
El mayor cuestionamiento al celibato sacerdotal hace referencia a que no es una imposición
bíblica, sino que es dada por los altos mandos religiosos, basados en la creencia de que las
responsabilidades familiares iban a estropear la labor pastoral, de oración y servicio al pueblo. Esto
último se vuelve contradictorio porque la lucha constante contra los instintos primarios-biológicos
puede volverse contraproducente para ese papel que se busca del sacerdote.
Esas tensiones emocionales y psicológicas generadas en los sacerdotes por el celibato
obligatorio conllevan, en algunos casos, a la ruptura de normas morales y jurídicas. Evidencia de esto
la cantidad de casos de abusos sexuales a niños, niñas y adultos que han salido a la luz y otros cuantos
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que se han mantenido en silencio. La obra presenta un contexto donde los sacerdotes han hecho actos
que atentan contra las normas morales y jurídicas, pero no han tenido castigo alguno por estas
situaciones. Esta crítica no ha cambiado a pesar de que ya ha pasado un siglo desde que se escribió y
se publicó la obra.
En cambio, han surgido gran cantidad de escándalos que han estremecido a la Iglesia, que
han requerido la intervención de las instancias judiciales. No son nuevas las críticas que ha recibido
esta institución por la inacción en este tipo de casos; más bien, el texto representa una problemática
con la que ha cargado la religión católica desde hace décadas por la falta de acciones en contra de los
clérigos que cometen delitos.
Desde esta perspectiva, deberían revisarse y replantearse las implicaciones que puede tener
el matrimonio y la vida sexual activa en el ejercicio del sacerdocio. La comprensión de la sexualidad,
la moralidad y el papel de las instituciones religiosas ha cambiado por influencia de los culturales y
sociales dados con el paso del tiempo. Es necesario abordar las realidades sociales, culturales y
psicológicas de los individuos que se acogen a la vida sacerdotal, con el fin de buscar soluciones a
los problemas y a las consecuencias causadas por las constricciones del discurso religioso a esa
naturaleza humana y masculina.
En el caso de la masculinidad, la complejidad no es diferente a la del tópico de la sexualidad.
Esta primera es un elemento que atraviesa a la sociedad, pero que se vuelve un proceso personal
difícil de cambiar. Han sido las experiencias vividas y los diferentes entornos en el que se desenvuelve
el individuo la base para el aprendizaje de dinámicas que colaboran en la permanencia del discurso
patriarcal. También, la instruccn formal y otros mecanismos discursivos son los que siguen
planteando roles de género y formas de ser amparadas en la jerarquización.
Por lo tanto, es necesario establecer procesos reflexivos que poco a poco propicien el cambio
de la visión del hombre como superior a la mujer, establecer una igualdad en los roles y en las
obligaciones de ambos géneros. Romper con los perceptos de la masculinidad tradicional implica
reconocer y cuestionar los ideales tradicionales internalizados y su influencia en el desenvolvimiento
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individual y colectivo, y el reconocimiento y la expresión de emociones en diferentes ámbitos, en
especial, de aquellas que dejen ver la vulnerabilidad y la empatía del hombre. Además, es
indispensable rechazar la violencia como mecanismo de resolución de conflictos, valorar las
diferentes formas de ser hombre, desaprender los privilegios asociados a la masculinidad tradicional,
establecer redes de apoyo y aprender continuamente sobre otros tipos de masculinidades, el
feminismo, el género y la diversidad.
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