Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVIII (2) (Mayo-Agosto) 2024: 1-27/ISSNe: 2215-2636
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REPRESENTACIONES DE LA PATAGONIA EN LA PRENSA
ARGENTINA DE LOS AÑOS TREINTA. CRONISTAS,
REPORTEROS Y ESCRITORES VIAJEROS EN EL
PERIODISMO MASIVO Y COMERCIAL
Representations of Patagonia in the Argentine Press of the 1930's.
Chroniclers, Reporters and Travel Writers in Mass and Commercial Journalism
Laura Juárez*
RESUMEN
La prensa masiva y popular de los años treinta constituye una de las zonas en las que se retoman y actualizan distintas
representaciones de la Patagonia y el sur argentino. Efectivamente, en las publicaciones de ese entonces puede constatarse una
renovada presencia de viajeros y periodistas que reescriben el territorio patagónico: González Tuñón y Arturo Mom, en
Crítica; Roberto Arlt en El Mundo, Soiza Reilly en Caras y Caretas y artículos diversos aparecidos en la revista femenina El
Hogar. El presente trabajo selecciona algunas de estas colaboraciones y analiza cómo se reconfiguran allí diversos
imaginarios y «saberes» sobre la Patagonia para cristalizarse en la reelaboración escrita de ciertas figuras principales: la
Patagonia como espacio promisorio, pero alejado y distante, al que es preciso argentinizar, y la Patagonia y el sur como
territorio maravilloso, terreno propicio para lo aventurero y lo abyecto, aquello opuesto al orden de lo convencional. En esta
reconfiguración, además de que los textos entran en un diálogo fluctuante con ciertos proyectos estatales de ese entonces (de
los que también se distancian) y con una amplia biblioteca, es crucial el impacto de las formas de intervención de la prensa
comercial y su búsqueda de impacto eficaz sobre el público lector.
Palabras clave: Patagonia, Sur, crónicas de viaje, años treinta, artículos periodísticos.
ABSTRACT
The mass and popular press of the thirties is one of the areas in which the representations of Patagonia and southern Argentina
are taken up and updated. Indeed, a renewed presence of travelers and journalists who rewrite the Patagonian territory can be
seen in the publications of that time: González Tuñón and Arturo Mom, in Crítica; Roberto Arlt in El Mundo, Soiza Reilly in
Caras y Caretas and various articles that appeared in the women's magazine El Hogar. This paper selects some of these
collaborations and analyzes how diverse imaginaries and «knowledge» about Patagonia are reconfigured there to crystallize in
the written reelaboration of certain main figures. Patagonia as a promising but distant and distant space, which must be
Argentinized; Patagonia and the south as a marvelous territory, a propitious terrain for the adventurous and the abject, the
opposite of the conventional order. In this reconfiguration, in addition to the fact that the texts enter a fluctuating dialogue
with certain state projects of the time (from which they also distance themselves) and with an extensive library, the impact of
the forms of intervention of the commercial press and its search for an effective impact on the reading public is crucial.
Keywords: Patagonia, South, travel chronicles, thirties, journalistic articles.
1. Introducción
En el contexto de la prensa masiva y popular de la Argentina de la década de 1930 se retoman
y actualizan, con nuevas perspectivas, diversas representaciones cristalizadas de la Patagonia.
* Universidad Nacional de La Plata. Buenos Aires, Argentina. Profesora, licenciada y doctora en Letras por la
UNLP. Investigadora independiente del CONICET y profesora titular de Literatura Argentina en la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Correo electrónico: laurasjuarez@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0009-0009-7054-9342
DOI: https://doi.org/10.15517/rk.v48i2.60158
Recepción: 18/8/2023 Aceptación: 16/11/2023
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Ciertamente, s allá de las visiones utilitarias, naturalistas, militares y económicas conformadas
desde hace ya varias centurias y reconfiguradas en distintos momentos y repetidamente (un núcleo
espacio-intertextual, si los hay), en los treinta puede leerse una renovada e insistente presencia de
viajeros, literatos y periodistas en el territorio austral que colaboran en grandes diarios y revistas de
amplio consumo: Crítica, El Mundo, en Caras y Caretas, y El Hogar.
Sus artículos hacen referencia al diverso y multiforme espacio patagónico, sucesivamente
reescrito y maleable en el imaginario de los exploradores europeos y de los visitantes locales. Por estos
años, aparecen en el diario Crítica los textos de Raúl González Tuñón y Arturo Mom, publicados entre
abril y mayo de 1932;
1
los de Juan José de Soiza Reilly, en la revista Caras y Caretas, entre marzo de
1933 y junio del mismo año;
2
las aguafuertes patagónicas de Roberto Arlt, en el diario El Mundo, en
1934,
3
y distintas intervenciones que salen a la luz anualmente durante los años treinta en los
suplementos especiales dedicados al turismo de la revista femenina El Hogar, cuyos artículos
describen la Patagonia y el extremo austral como un espacio preponderante para aprehender e
incorporar como propio (y nacional) por el lectorado doméstico y femenino de la publicacn.
En todos los casos mencionados se trata de postales, escritos y relatos de viajes dependientes
de grandes empresas periodísticas.
4
No son textos vinculados directamente con el poder estatal y
menos con poderes imperiales transoceánicos (como sucedía, por ejemplo, en algunos viajes de épocas
1
Entre el 19 y el 24 de abril de 1932 aparecen en el diario Crítica cuatro largos artículos periodísticos que Raúl
González Tuñón escribe como repórter viajero enviado al territorio de Santa Cruz. En una empresa, la del diario,
que intenta cubrir todos los frentes y que se expande también hacia el sur argentino, se inscriben estas notas de
González Tuñón y también las cronológicamente cercanas de Arturo Mom enviado a Comodoro Rivadavia y
aparecidas entre el 5 y el 12 de mayo de ese año en el mismo periódico. Los diferentes textos de estas
corresponsalías se asientan en paralelo, alternados y sucesivamente en las páginas de Crítica desde abril a mayo
de 1932: «El lejano Sur» se titulan las «impresiones» de Tuñón y «Oro líquido» las de Arturo Mom, artículos
centrados, estos últimos, casi exclusivamente en la cuestión petrolera y la riqueza de la zona. Sobre las
corresponsalías de González Tuñón véase: Juárez (2019).
2
Las notas de Soiza Reilly se editan en Caras y Caretas desde el 18 de marzo de 1933 hasta el 10 de junio de ese
mismo año.
3
Los textos de Roberto Arlt registran el viaje que realiza desde el 11 de enero de 1934 al 19 de febrero de ese
año como enviado del diario El Mundo y están publicados en el volumen En el país del viento (Arlt, 1997).
4
Si bien Ricardo Rojas también estuvo en Tierra del Fuego en 1934 como prisionero político y los textos que allí
escribe se publican en el suplemento dominical del diario La Nación entre agosto de 1941 y enero de 1942
(editados, luego, en el volumen Archipiélago, de 1942), el impulso ensayístico de Rojas y el carácter de su
intervención, mediada por un destierro obligado, ofrecen rasgos diferentes de lo que aquí nos ocupa:
intervenciones de escritores viajeros y cronistas que muestran la Patagonia y el extremo austral en el marco de
empresas periodísticas masivas. Sobre estos aspectos y sobre los textos de Rojas, véase, Mailhe (2019).
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anteriores; los de Darwin o Faulkner, solo por mencionar dos ejemplos),
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ni tampoco con el acceso
directo a los círculos de las elites culturales. Resultan, más bien, artículos de prensa de redactores,
viajeros y escritores argentinos surgidos en el marco de ese periodismo masivo y comercial que se
consolida en las primeras décadas del siglo XX en la Argentina. Estas contribuciones renuevan,
además, las formas del «reporterismo viajero» de entre siglos que, como sostiene Martín Servelli
(2019), ya marcaba una diferencia sustancial con la denominada «narrativa expedicionaria», cuyo
destinatario resultaba, directa o indirectamente, el Estado Nacional.
6
A partir de este conjunto de notas periodísticas y literarias de la década de 1930, el presente
trabajo examina zonas puntuales de ese corpus, enfocado en las siguientes interrogantes: ¿cuáles son
las visiones preponderantes inscriptas en las intervenciones de estos cronistas, reporteros y escritores-
periodistas?, ¿qué temas priorizan?, ¿qué modelos impactan sobre su mirada y cómo se retoman o
resignifican?, ¿cómo se vinculan con las políticas públicas de su época y reescriben algunos de los
imaginarios territoriales codificados a la hora de pensar estos espacios? El recorte de esta indagación
está situado en un período en el que, a diferencia de momentos anteriores y tal como señala Livon-
Grossman (2003), ya no hay un relevamiento topográfico y etnográfico, sino que se trata de una etapa
«de fuerte metaforización»; en los treinta aparece «la recuperación de aquella naturaleza que había
sido sinónimo de lo vacío y la identificación de ese territorio como el repositorio del futuro de la
nación» (p. 15). Es más, la región ya no es la barbarie inexplorada, sino «metáfora del porvenir» y, se
figura en «representaciones mediadas» fuertemente «por la intertextualidad» (Livon-Grossman, 2004,
5
Para la cuestión de los viajeros ingleses véase el libro inaugural de Adolfo Prieto (1996); para el viaje imperial
Mary Louis Pratt (2011), entre otras contribuciones importantes.
6
Claudia Torre (2010) denomina «narrativa expedicionaria» a todo un conjunto de textos de políticos, militares o
científicos vinculados con la denominada «Conquista del Desierto». Véase, también, para una delimitación del
carácter que asumen las corresponsalías de los viajeros de la prensa de entre siglos, el cuidadoso estudio de
Martín Servelli (2019). Servelli analiza el reporterismo viajero que se inicia a principio de 1880 y se extiende
hasta los primeros años del siglo XX. En ese momento emerge y se afianza «una figura particular en el campo
periodístico, asociada a una producción textual específica» (p. 14): «Repórter viajero fue la denominación que
tomaron estos corresponsales que giraban por el país comunicando una gama variada de sucesos noticiosos. En la
última década del siglo XIX estos viajes periodísticos se volvieron habituales como modo de dar a conocer al
lector el estado de las catorce provincias y los Territorios Nacionales. (…) De esta función derivada surgió una
multiplicidad de crónicas seriadas que, desligadas de los sucesos de inminente actualidad, se abocaron a estudios
más minuciosos en los que el formato periodístico marcaba la pauta de una modalidad novedosa de construcción
discursiva del espacio nacional» (pp. 12-13). Y agrega Servelli: «estas crónicas contribuyeron a modelar un
imaginario de Nación» (p. 16).
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p. 37).
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Interesa analizar en esta intersección de prensa masiva y escritura sobre la Patagonia, ciertos
cruces e interferencias con determinadas políticas públicas propiciadas por el Estado Nacional
argentino; sobre todo con las políticas blicas del proyecto gubernamental y civilizador de la
Argentina de los años treinta. También, interesa el análisis del modo en que algunos de estos textos
ofrecen matices y tensiones que los separa y exceden la preocupación estatal.
La hipótesis general que se intentará demostrar sostiene que los artículos seleccionados
reconfiguran diversos imaginarios y saberes sobre la Patagonia y la región austral, para cristalizarse en
la reelaboración escrita de algunas figuras o estampas principales: la Patagonia como espacio
promisorio pero alejado y distante, al que es preciso argentinizar; la Patagonia y el sur como territorio
excéntrico y maravilloso, terreno propicio para lo aventurero, lo inesperado y lo abyecto, aquello que
se opone al orden de lo convencional. Estas modulaciones conviven a veces en un mismo autor y
constituyen las estampas o representaciones principales que permiten indagar los textos analizados. En
esta reconfiguración y reescritura, además de que las intervenciones periodísticas entran en diálogo con
algunos de los proyectos estatales (de los que se separan, como decíamos, de modos diversos), y con
una amplia biblioteca, referenciada en numerosas obras previas, es crucial el impacto de las formas de
intervención que se consolidan en el contexto de la prensa masiva y comercial de la década de 1930.
Los modos de esas reescrituras responden, entonces, a esa especificidad, y las características de
participación allí moldeadas se constituyen en una búsqueda insistente de impacto eficaz sobre el
público lector.
8
2. La Patagonia en la Argentina de los años treinta: contextos
La prensa masiva y popular constituye una de las zonas en las que se leen claramente los
matices del impulso modernizador y homogeneizante desplegado por el Estado Argentino en la década
de 1930 en relación con los espacios geográficos y la dicotomía civilización/ barbarie. En este impulso
7
Pretendo matizar y completar esto que señala Livon Grossman con apelación a textos concretos.
8
Si bien este trabajo examinará zonas diversas del corpus indicado al principio, habrá un énfasis especial en el
análisis de los textos de Soiza Reilly porque allí se conjugan, de modo sintético y ejemplar, las representaciones
principales a estudiar.
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(propulsor de ambigüedades y fracturas) se tienden a desdibujar los límites entre el «país urbano» y el
«país rural» (Ballent y Gorelik, 2001, p. 143), la ciudad de Buenos Aires y el interior, y surgen
numerosos intentos que «urbanizan», y, podría decirse, también vuelven aprehensible de modos
diversos (turístico en algunos casos, comercial o productivo en otros), diferentes circuitos del territorio
argentino como la Patagonia, alejados de las grandes urbes (o de la gran urbe porteña) a los que habría
que sumar al territorio de la Nación. Como sostienen Anahí Ballent y Adrián Gorelik, en esta búsqueda
del «país urbano», «las consignas del momento eran modernizar el campo y urbanizar el país; en otras
palabras, construir un territorio cohesionado y homogéneo sobre la base de nueva infraestructura y
nuevo equipamiento» (Ballent y Gorelik, 2001, p 151). Un proyecto igualador que, con tensiones,
propulsó una serie de cambios materiales significativos que tuvieron diversas lecturas en la época y
ocasionaron revisiones e impactos en el orden de lo simbólico y en las representaciones del país.
Debido a este proyecto, como analizan Ballent y Gorelik, en los años treinta se instituye en la
Argentina la red vial de caminos y se trata de llevar (y equiparar) lo que sucede en Buenos Aires,
sinónimo de lo civilizado, a los distintos puntos del país. Los autores afirman que «la construcción de
caminos era entendida como una demorada reafirmación de la nacionalidad oprimida por la tela de
araña que habían tendido los intereses británicos sobre el mapa nacional» (Ballent y Gorelik, 2001, p.
157) y esa interpretación estaba difundida en un «amplísimo espectro político, que reunía desde la
izquierda hasta los sectores nacionalistas, y que representaba al camino como símbolo de la voluntad
de desarrollo nacional» (p. 157). Hay una clara matriz de expansión de lo que podía pensarse en
tiempos anteriores como absolutamente metropolitano, hacia el interior. En esta expansión, el sur
«desconocido» y «lejano» ocupa un lugar considerable.
Otra cuestión preponderante en la época, vinculada con lo anterior, es la que atañe a la
pretendida necesidad de argentinizar la Patagonia. Si bien este proyecto ya venía desde larga data y en
distintos momentos, como sostiene Martha Ruffini (2011), fue cambiando su significado (y generando,
asimismo, renovadas expectativas); en la década de 1930 abarcaba diversos aspectos en relación con la
situación de los territorios australes. Argentinizar la Patagonia «cohesionaba ideas acerca de una falta
de identidad nacional, pero al mismo tiempo marcaba una falencia» en la infraestructura necesaria
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«para que las regiones del sur pudieran insertarse (…) al resto del país» (Fernández y Baeza, 2021, p.
47) y lograr, también, las condiciones mínimas para la explotación de la riqueza. A su vez, y más allá
de la cuestn de la soberanía territorial y la amenaza extranjera siempre latente, evidenciaba diversos
problemas vinculados con la falta de ciudadanía política, porque en tanto Territorios Nacionales esas
dependencias no gozaban del estatuto y la autonomía que detentaban las distintas provincias del país y
sus habitantes no tenían ni el derecho a elegir gobernantes.
9
En esa squeda de incorporación de la
Patagonia a la Nación y en la misma propuesta de argentinizarla, se aúnan premisas distintas
relacionadas con el ímpetu modernizador del país. Como sostienen Fernández y Baeza (2021): «en este
proyecto convergían modernización y nación como partes de un mismo proceso que conducía a
efectivizar la presencia del Estado a través de reconocimiento y control sobre el territorio» (p. 47).
3. Un espacio nacional
3.1. Postales turísticas para la mujer en El Hogar
La cuestión de la nacionalidad de la Patagonia constituye un tema que aparece en varios de los
autores y las crónicas. Un aspecto interesante que considerar, con respecto a la nacionalidad, es el que
puede leerse en los números sobre el turismo que todos los años de la década de 1930 edita el
magazine femenino y popular El Hogar, revista dirigida «a la mujer, la casa y el niño» que supone un
lectorado doméstico y masivo. Se trata de meros ilustrados con imágenes en color y fotografías que
hacen su aparicn antes del verano argentino (momento previo a las vacaciones escolares y
familiares); es decir, entre octubre y diciembre de cada año. Los textos sobre la Patagonia que allí se
9
Como explica Martha Ruffini (2011): «En 1884 el estado argentino consolidó la dominación obtenida mediante
la conquista militar al crear, mediante la Ley 1532, nueve gobernaciones bajo el formato centralizado de
Territorios Nacionales: Chaco, Misiones, Formosa, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra
del Fuego, de las que las cinco últimas mencionadas correspondían a la Patagonia» (…)A diferencia de las
provincias históricas, surgidas en la primera mitad del siglo XIX y preexistentes al estado central y a la nación
misma, los Territorios Nacionales constituyeron espacios centralizados carentes de autonomía no sólo para
decidir su desarrollo económico sino incluso para elegir su forma de gobierno y autoridades, ya que todas las
cuestiones atinentes a los mismos eran de resorte exclusivo del estado nacional. Otra distinción fundamental fue
que las provincias colaboraron en la creación y conformación del estado entre 1810 y 1880 pero los Territorios
fueron una creación de ese mismo estado, quien se atribuyó el derecho de encabezar y encauzar su desarrollo y la
capacidad cívica de sus habitantes (p. 651). Ruffini agrega que, desde el triunfo del radicalismo en 1916 se
generaron expectativas de cambio y cierto optimismo en relación con la posible ampliación de la ciudadanía
política.
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publican apuntan, en este sentido, a la incorporación simbólica y real de ese territorio
«desargentinizad y «desconocido» a la Argentina y al país. Esa incorporación en sus páginas se
manifiesta, en primer lugar, por la promesa civilizatoria que supone la construcción de los caminos en
la década del treinta y, a su vez, por el impulso que en ese momento se estaba dando al turismo
nacional desde ámbitos diversos. Promocionar el turismo parece contribuir, pretendidamente, a la
propuesta de integración de los espacios «ignotos» y «lejanos» (o alejados, más bien, de un centro
urbano como Buenos Aires) que de este modo podrían recuperarse para el tiempo de ocio y los viajes
placenteros.
La revista celebra y visibiliza (con imágenes reiteradas, artículos diversos y elocuentes
fotografías) la construcción de la red troncal de los caminos, demanda su ejecución (en los primeros
años, cercanos al inicio de la década del treinta hay numerosos textos que registran esa demanda),
muestra los avances y destaca, con insistencia, los logros alcanzados gracias, sobre todo, a la Ley
Nacional de Vialidad.
10
Dentro de las valoraciones que se pueden leer en estas secciones anuales
dedicadas al turismo de El Hogar, la Patagonia se inscribe, también, como parte de ese plan turístico
que supone acercar los territorios alejados y sumar así, una Suiza alternativa, «estupenda» y pictórica,
al territorio de la Nación.
11
Tal como puede leerse en el siguiente fragmento de un diálogo entre dos
señoritas:
El otro día escuché una conversación entre dos niñas de nuestra sociedad, que a fuer de
indiscreto transcribo porque tuvo para mí el carácter de una revelación:
No te imaginás lo que me he divertido con los skis decía una de ellas con entusiasmo.
Jamás hubiera creído que era un deporte tan apasionante. Nieve, montañas, bosques, lagos
¡y unos jóvenes tan simpáticos!...
¿Con los skis? preguntó la otra incrédula. Y agregó:
—No sabía que habías estado en Suiza…
10
Un artículo significativo a este respecto es el publicado en El Hogar el 25 de noviembre de 1932 (El Hogar,
1932b). Véanse, también El Hogar (1935a) y El Hogar (1935b), entre otros textos que se pueden mencionar.
11
Véase, a este respecto, El Hogar (1932cy (1935c). Para el estudio del vínculo entre las imágenes del territorio
argentino, entre ellas, las postales, y la constitución de la Nación, véanse los trabajos de Graciela Silvestri (1999
y 2011). Según esta autora recién hacia fines de los treinta se consolida una forma compartida de apreciar el
territorio nacional a través de una serie de imágenes y paisajes.
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No he salido del país.
¿Entonces?
Fui a Nahuel Huapi.
¿En pleno invierno?
Así como lo oyes. Y no creo que haya región más estupenda que esa, cuando está cubierta
de nieve. Por otra parte, varios viajeros me han asegurado lo mismo. () ¡Y qpaisaje! No
sabría describírtelo: la cordillera vestida de novia; los viejos bosques sin tocar, tal como Dios
los creó, el lago azul que nadie ha logrado pintar todavía.
¿Y todo eso acá, a pocas horas de Buenos Aires? Me parece que aún tenemos que descubrir
en el país. (Newbery, 1936, pp. 60-63)
Con marcas descriptivas que apelan a los supuestos habituales del gusto del lectorado
femenino de la publicacn (y a los lugares establecidos que en este magazine popular se repiten),
12
la
búsqueda del matrimonio, la cordillera vestida de novia y «los jóvenes tan simpáticos que se pueden
encontrar» en el Nahuel Huapi, la revista promociona el sur como un espacio para la mujer en 1936. El
Hogar ofrece, además, una apuesta alternativa en contra del lugar común aspiracional instalado en el
imaginario sobre el turismo en torno al sueño del viaje a Europa: «objetivo de los ricos e ideal de los
pobres que aspiran a un mejor estado de fortuna para alcanzarlo» (Alvarado, 1933, p. 1). Se trata de
una opción novedosa y atractiva que contrasta ese deseo de turismo en el exterior (el viaje a París
constituye en la Argentina, como se sabe, el nódulo central de esa aspiración)
13
con la posibilidad de
explorar una naturaleza virgen e indómita, una paisaje a descubrir tan bello como los Alpes suizos y
«cercan, al alcance de la mano. En este contexto y como puede verse en la cita, la revista exhorta y
alienta el turismo local y, entre «las () regiones excepcionales» para viajar en la Argentina privilegia
12
Algunas de las constantes que aparecen reiteradamente en El Hogar, entre otras, son: el matrimonio, la vida
sana, el cuidado de la casa y los niños; la búsqueda del ocio placentero y el deseo de alcanzar los estándares de
vida de las clases altas; el interés cultural, los espacios de placer y los lugares de viaje, etc.
13
En muchos artículos de El Hogar el sur patagónico aparece reiteradamente como un territorio desconocido o
mal conocido por el público local y por el lector, que aspira a viajar inspirándose en algunos de los modelos de
las clases altas; un destinatario que, supuestamente focalizado en «ese París tan elevado y traído por todas las
literaturas» (que permite «decir que se ha estado en París»), solamente imagina el viaje a Europa como
posibilidad de esparcimiento y «sitio para divertirse». Los textos de la revista invitan a desandar esos lugares
comunes. Conocer el país y superar o discutir esos modelos turísticos permitiría que «la vastedad de nuestra
tierra» no permanezca «virgen de la curiosidad de sus propios hijos» (El Hogar, 1932a, p.1).
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la «zona de los grandes lago(El hogar, 1937, p. 61). Los textos dan a conocer así, los mapas, las
postales y las imágenes «maravillosas» que «ojos desmesurados» van a querer contemplar (González
Castro, 1932, pp. 22-23), y explicita a sus lectoras, con indicaciones precisas de cómo se es una turista
mujer en el sur, qse puede visitar, cómo se puede llegar, y las actividades aventureras, deportivas y
«estupendas», como el esquí, que contribuyen a la vida sana y que lo vuelven un lugar imprescindible.
Una Suiza argentina que vale la pena visitar.
14
Muestra, también, las poses y los modos de ser viajero en el sur; por ejemplo, en el recorrido
por Tierra del Fuego. Son los «Tipos y siluetas de un crucero [por] los canales», que la revista
bosqueja buscando la identificación del lector: «El que se aburre oficialmente», y que por ello es un
turista a la fuerza; «El que se retrata con el salvavidas», náufrago imaginario; «La pasajera con sex
apeal [sic]», «La viajera desenvuelta», con desenvoltura elegante y un savoir faire más o menos
auténtico; «La turista de las postales», o la «la viajera postal, a quien tienen sin cuidado los
espectáculos grandiosos de los mares y los lagos del Sur; () «ella viaja para mandar postales», para
mostrar que viaja; «la que hace footing» y no se detiene: «andar, andar y siempre andar», la que no
para ni en un crucero; «la pasajera ingenua», etc. (López Naguil, 1937, p. 58).
3.2. «Aislados en el vacío» y pasajes a una tierra de esperanza
En Buenos Aires el sur era un fantasma.
El país se acababa «ayicito nomás» (Soiza Reilly, 1933h, p. 21)
Un día, sobre la tierra maldita de Darwin, a la orilla del mar patagónico, cayó la bendición del petróleo.
Y desde entonces, esa tierra que () parecía adversa a la esperanza, se convirtió en un surtidor de oro. (Mom,
1932, p. 6)
El problema de la falta de argentinidad de la Patagonia y del extremo austral también se lee, de
modo elocuente, en los textos publicados por Juan José de Soiza Reilly en Caras y Caretas. En ese
viaje, el redactor de la revista visita diferentes puntos del territorio como Tierra del Fuego, Ushuaia,
Puerto Madryn, Comodoro Rivadavia, Magallanes (actual Punta Arenas, ciudad chilena), y llega, en
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Véanse: a este respecto, El Hogar (1932c), El Hogar (1936) y El Hogar (1935c).
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febrero de 1933, hasta las islas Orcadas, el archipiélago de la Antártida (ubicado entre los 60° 50' y los
60° 83' de latitud sur, y entre los 44° 25' y los 46° 26' de longitud oeste) que consigue, de este modo su
primer contingente de turistas y también la primera presencia femenina: la esposa de Soiza Reilly y su
hija que lo acompañaban en el viaje junto con el fotógrafo Emilio Abras.
15
En cierta sintonía con la propuesta de El Hogar, la pregunta que introduce la primera de las
notas publicadas por Soiza Reilly es si las Orcadas «son británicas o argentinas», pues poco «sabemos
de estas isla(Soiza Reilly, 1933a, p. 22). Los artículos periodísticos del viajero de Caras y Caretas,
editados sin el orden cronológico del viaje (el primer texto es sobre las Orcadas) y aparecidos con
mucha apoyatura visual y fotográfica,
16
se proponen develar el misterio del Sur. Porque si las Orcadas
son un misterio «para los que vivimos en las grandes metrópolis» y expresan una «distancia» y un
«silencio» que ni el «telégrafo logra romper» (p. 22),
17
el escritor periodista intenta unir el territorio
austral con la gran «metrópolis» de la que parte mediante su viaje a bordo del buque «Pampa». En
otras palabras: llevar, «con el Pampa», la pampa hacia el sur y extender así el conocimiento de las
ciudades hasta las «tierras más lejanas de la patria» (p. 22). La respuesta sobre las Orcadas se resuelve,
por ello, en un carácter mixto o ambiguo: «son islas argentinas», afirma Soiza Reilly, aunque luego
responde y repregunta: «¿argentinas? En nuestro corazón son islas argentinas. Pero () en los
documentos son inglesas». Y añade, para sumar mayor incertidumbre en su respuesta: «sabemos que
en las islas Orcadas no vive ningún súbdito inglés»; pero también sabemos que «sobre los hielos
eternos sólo flamea () la bandera argentina» (p. 22).
En una línea de continuidad declarada con En el mar Austral, el libro de Fray Mocho (o José S.
Álvarez, fundador y primer director, como se sabe, de Caras y Caretas), Soiza Reilly se hace portavoz
manifiesto de la revista, responsable, en definitiva, de llevar la empresa del escritor hacia el sur. Sus
crónicas ratifican, asimismo, textos célebres y renombrados de otros escritores locales y periodistas
15
Tal como afirma Nahuel Roldán (2018): «En el viaje lo acompañó su mujer Emma Martínez Lobato de
Soiza Reilly, su hija Emma Soiza Reilly y el fotógrafo oficial de Caras y Caretas, Emilio Abras. Pero el
pasaje era completado con una compañía especial, ya que tenía como acompañantes un grupo de presos políticos:
militantes radicales que habían intentado un golpe de estado luego del derrocamiento de Yrigoyen» (p. 191).
16
Las notas se introducen en dos espacios de la revista; en las primeras páginas se inscribe el aparato textual de
la crónica (con algunas fotografías e imágenes aisladas); en la sección de ilustraciones de las páginas centrales de
Caras y Caretas aparecen fotografías a página completa, una apoyatura visual muy marcada.
17
Esto es extensivo a Ushuaia y a los otros territorios que recorre como viajero para Caras y Caretas.
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11
anteriores a él, como La Australia Argentina de Payró,
18
mencionada y citada reiteradamente en
concordancia con sus propias afirmaciones. También, por supuesto, el trabajo del propio Fray Mocho,
su «ilustre maestro», cuya «admirable obra En el mar austral» uno de los libros «más fuertes, más
dramáticos, más pintorescos de la literatura nacional» (Soiza Reilly, 1933h, p. 24). El periodista
pretende refrendar a partir de una mirada «en presencia» y de un viaje que, a diferencia del de Álvarez,
es real: «Fray Mocho no había estado nunca en la Tierra del Fuego. Sus grandes descripciones de los
panoramas y los tipos fueguinos que parecen reproducidos de la realidad, son obra de su ingenio. (…)
Es el libro que reproduce con mayor exactitud la realidad fueguina» (1933h, pp. 24-25. Subrayado en
el original).
En esta sintonía y en los diversos artículos publicados en Caras y Caretas que describen su
largo periplo por el sur, el escritor apela a la necesidad urgente de acercar la Patagonia y «la Tierra del
Fuego» al país, y sus textos acompañan la iniciativa de la Asociación de Jóvenes Universitarios de
Buenos Aires que repiten como un lema que «es necesario argentinizar las tierras argentinas del sur»
(Soiza Reilly, 1933g, p, 21). Soiza Reilly se refiere aquí (como también lo hacen Raúl González Tuñón
y Roberto Arlt en sus artículos), a la extranjería de la Patagonia «argentina», para reclamar por parte
del Estado Nacional acciones concretas. Su intervención periodística que en muchos sentidos
constituye una intervención cultural, ahora se vuelve política, e invoca al olvido de los legisladores.
Los habitantes de la Patagonia no pueden votar, «son extranjeros en su propio país», «los mapas están
mal conformados», viajar por las tierras del Sur «requiere el heroísmo de un Dante por los círculos
rojos del infierno»; «no hay ferrocarriles y los caminos no existen»; la vida en el Sur es una «pelea a
brazo partido con la naturaleza», y sus «individuos» están «aislados en el vacío» (1933g, p. 21). Un
vacío que llenar por las vías de comunicación y la presencia estatal, Soiza Reilly, y también González
Tuñón, demandan una línea aérea al Sur.
19
18
Como sostiene Martín Servelli (2019), el libro de Fray Mocho se leyó como un texto de viaje periodístico,
aunque no se trató de un viaje real de reporterismo de prensa. Es con este tipo de textos y con La Australia
argentina de Payró que el cronista de Caras y Caretas se vinculó más estrechamente en relación con las
representaciones del sur argentino.
19
Esta cuestión del aislamiento de la Patagonia puede leerse, también, en otros textos del corpus mencionado al
principio. Aparece en Arlt, como también lo analiza Sylvia Saítta en su prólogo (Arlt, 1997), especialmente en
relación con una atmósfera de extranjería que vuelve ajena su percepción de ese espacio como un territorio
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En Raúl González Tuñón se inscribe, además, un reclamo concreto para que la vía aérea (que
amenazaba cancelarse) se sostenga. Es más, este es el motivo de sus notas y de su viaje como
corresponsal de Crítica: que no se suspenda el vuelo al extremo austral para que el vacío no retorne a
ese espacio alejado y se potencie una tierra de esperanza.
20
Interesa considerar, a su vez, para el caso
de Tuñón, la denuncia del cronista sobre la escasa acción de los gobiernos, que con una buena
«Dirección de Tierras, harían de la Patagonia el soñado paraíso de la riqueza nacional» (González
Tuñón, 1932a, 9). González Tuñón también vuelve acá, como Soiza Reilly, sobre un tema consignado
una y otra vez en las representaciones de ese espacio y que está inscripto desde fines del siglo XIX, en
La Australia argentina de Roberto Payró, pero que ahora empalma como una crítica en relación con el
proyecto civilizatorio de la Argentina de esos años. Porque del mismo modo que en el texto de Payró,
más que la lejanía geográfica es la ausencia del Estado lo que ocasiona los problemas en el sur,
motivos por los que también González Tuñón iba a demandar la necesaria presencia del gobierno
nacional para el fortalecimiento de esa «tierra de esperanza».
21
Esto que planteaba González Tuñón en 1932 y que en muchos sentidos era una apuesta por una
tierra de promesas,
22
se intensifica en la mirada de Soiza Reilly. En una línea de continuidad con lo que
también se expresa en Arturo Mom, el otro corresponsal de Crítica que visita Comodoro Rivadavia en
1932 para contar sobre los tesoros del «oro líquido», el cronista de Caras y Caretas se propone
desandar algunos de los lugares comunes asociados a ese territorio, indagar las condiciones que lo
«aíslan en el vacío» y, sobre todo, cuestionar visiones centralizadas:
nacional: «() pueblos formados por extranjeros: alemanes, suizos, ingleses; masas trabajadoras constituidas por
chilenos» (p. 101). Sostiene Arlt (1997), asimismo, sobre Neuquén «(…) hay una atmósfera de territorio neutral,
el cual no parece argentino ni chileno, sino un país aparte, uno de aquellos estados luxemburgueses, principados
de opereta, aunque más violento y real, como que es frontera en el amplio sentido de la palabra» (p. 101).
20
Tal como se afirma en el diario: «Crítica, que sabe de la importancia que tiene y que tendrá con el tiempo la
Patagonia inmensa y promisoria () [está] segura de realizar un bien impostergable: se trata de impedir que el
desierto gane otra vez la Patagonia. Por lo pronto, mientras se habla de la supresión de la línea aérea nacional al
sud, un redactor de Crítica, comprueba el extraordinario beneficio que esa línea representa» (González Tuñón,
1932a, p. 9).
21
«Un reclamo de máquinas y hombres blancos, una urgencia de futuro bien realizado, bien cumplido, para
gloria de toda la República, cuyo porvenir, sin duda, está en la Patagonia» (González Tuñón, 1932a, p. 9). Para
esta cuestión en González Tuñón, véase también otro de sus artículos: González Tuñón (1932b). Sobre este tema,
consúltese Juárez (2019).
22
Esto es así en las corresponsalías que motivan el viaje de González Tuñón, que abandonan “explícitamente la
representación del paisaje centrada en la carencia, el vacío y lo solitario, y el espacio se transforma en esperanza
productiva; el desierto desocupado y amenazante en tierra explotada, en riqueza actual y prometida.” (Juárez,
2019, 305).
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Nadie tenía confianza en la América austral. La Patagonia y la Tierra del Fuego eran, para los
ojos nacionales, dominios del demonio. Peñascos estériles. Cantos rodados. Desiertos
maldecidos por la mano de Dios… Los viejos pilotos que se atrevían a navegar por los mares
del sur mostraban a sus grumetes la desolada costa de la muerte:
«El sesenta por ciento de los naufragios que ocurren en el mundo, se producen aquí…»
Las almas infantiles erizábanse de pavor y de ensueño. En Buenos Aires el sur era un
fantasma. El país se acababa «ayicito nomás». (Soiza Reilly,1933h, p. 21, las cursivas son
mías)
Como puede leerse en la cita, según Soiza Reilly, los «ojos nacionales» (y los de Buenos
Aires) reproducen los rasgos destacados de un saber sobre el sur proveniente y tamizado por los ojos y
las miradas imperiales; un saber que, presente en muchos de los autores ingleses y también, como
analiza Martha Penhos (2018), en los textos del Beagle y en el propio Darwin (a quien cita más de una
vez el cronista de Caras y Caretas) se inscribe en la tradición de las perspectivas cristalizadas sobre
ese espacio.
23
Del mismo modo que en los textos de Arturo Mom aparecidos en Crítica un año antes
(tal como puede leerse en el epígrafe de este apartado, donde celebra cómo «el tesoro» del «oro
líquido» transforma las condiciones de la «tierra maldita»), Soiza Reilly invierte las miradas acerca de
la esterilidad del sur y su carácter de desierto improductivo mientras que se adentra en ese territorio
«desolado» y «pavoroso» casi sin temor.
Pero sus artículos van más allá. En varias de sus notas y sobre todo en el texto referido a la
«Creación de cinco nuevas provincias argentinas» (Soiza Reilly, 1933j),
24
a la vez que se afana del
éxito periodístico de sus corresponsalías, difunde el proyecto parlamentario por el cual esta tierra
lograría una auténtica legitimidad nacional al dejar de ser gobernación y convertirse en provincia.
23
Los naufragios permanentes, el clima y lo inhóspito del territorio son constantes en los relatos del Beagle. En
el caso de Darwin, a esto se suma, especialmente, a idea de lo abyecto asociado al espacio fueguino. Véase
Penhos (2018).
24
Otro texto significativo es el titulado: «Para argentinizar las tierras argentinas del sur, hay que fundar una
ciudad grandiosa: Patagonia». Allí se debate la cuestión de la argentinización y se retoma el problema chileno y
su avance sobre el territorio austral: «Los pueblos argentinos de la Patagonia y de la Tierra del Fuego se
desargentinizan: Chile les ofrece, mecánicamente, mayores ventajas para su desarrollo comercial (…) Si el
gobierno argentino no se anticipa a declarar puertos libres a todas las poblaciones comprendidas entre los 42 y 56
grados de latitud sur, la catástrofe total ha de ser inminente» (Soiza Reilly, 1933i, p. 25).
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Soiza Reilly reproduce aquí parte de las discusiones que se estaba dando en esos años; las que se
planteaban entre los congresistas y parlamentarios y a su vez en distintos medios periodísticos (como
el diario La Prensa, del que cita y copia fragmentos) para promover la posibilidad de convertir ese sur
inhóspito y lejano en una parte verdadera del territorio nacional.
25
4. Potencia narrativa, aventura y maravillas
4.1. Promesas de la tierra y aventureros célebres
Se diría que oyen, como en los cuentos árabes,
la voz armoniosa de una princesa que
desde las entrañas de la tierra ofrece la joya de su amor
a quien la libere de su encantamiento (Soiza Reilly, 1933d, p. 141)
Además de la idea de una «lejanía» «desconocida» que hay que incorporar al país, tal como
vimos anteriormente, los textos del corpus ponen en evidencia un impulso utilitario que a la vez que
discute visiones previas y cristalizadas, transforma la tierra maldita y la «terra brutorum» de Darwin,
en fuente de riquezas a explotar.
26
A esto se agrega cierto imaginario maravilloso, pictórico y/o
aventurero que, asociado a estos espacios, en las colaboraciones de Soiza Reilly como en las de Arlt, se
organiza con una apelación a historias curiosas de «conquistadores» célebres y relatos sobre
exploradores; también, ficciones sobre sujetos «excepcionales» y delincuentes afamados que el
periodista de Caras y Caretas redacta a partir de su visita al presidio de Ushuaia.
En una exploración literaria y narrativa del espacio de la Patagonia, los artículos considerados
van más allá de lo que puede vincularse con la impronta estatal y civilizadora a la que nos referíamos
25
Como sostiene Alejandra Mailhe (2019), en Ricardo Rojas hay también una búsqueda de integración de Tierra
del Fuego a la Nación, pero en él aparece la cuestión indígena, ausente en los autores considerados.
26
Más allá de la inversión del tópico de la tierra maldita, también se reescriben acá ciertos imaginarios literarios
y culturales del viaje a la Patagonia vinculados con la antigua mitología de El Dorado. Como señala Vanni
Blengino (2005), la Patagonia se leyó también como un sitio de potencialidades y promesa de riqueza. A estos
rasgos (que Blengino estudia en relación con otros objetos, como El juguete rabioso y Los siete locos de Arlt), se
suma esa lógica del progreso que moviliza a ocupar y transformar el denominado «desierto». Esa lógica e
imaginarios se resignifican en los artículos de prensa considerados, como puede verse.
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antes, y los distintos textos se afanan en otros matices y preocupaciones. Esto se lee, s allá de Soiza
Reilly, en las crónicas de turismo de El Hogar, donde se celebra el sur como tierra de maravillas y
paisajes «inigualables»; en las colaboraciones de Raúl González Tuñón en el diario Crítica, y su
incorporación de una mirada cuestionadora y denuncialista,
27
y en las aguafuertes patagónicas de Arlt,
como veremos. En todos los casos, las colaboraciones de prensa y las corresponsalías de viajes de los
años treinta, a la vez que sintonizan con la propuesta argentinizante y civilizatoria de la época, se
separan de esa preocupación inicial y el énfasis se sitúa la potencia narrativa y ficcional, en la
excepcionalidad que proveen estos espacios: en su eficacia para la denuncia y en su capacidad para
propiciar historias atractivas afines a los gustos del público lector o las lectoras de la prensa de masas.
El caso de Soiza Reilly en este punto es crucial, porque en él confluyen, primordialmente, las
estampas principales de las representaciones de la Patagonia y el extremo austral de la década de 1930.
En ese movimiento descripto más arriba, por el cual el enviado de Caras y Caretas actualiza el tópico
de la «tierra maldita» de Darwin (y también de Liborio Justo, a quien también cita y menciona), el
periodista apela a «Historias» novelescas de «aventureros solitarios» y «románticos»; anécdotas sobre
los buscadores de oro; relatos de «conquistadores» lebres como José Menéndez y su mujer, María
Beherty, una «verdadera espartana»: «legendaria gaucha del progreso argentino» que esgrimía las
armas como un hombre», «peleaba junto a su marido, defendiéndolo y animándolo con gritos heroicos
de mujer espartana» (Soiza Reilly, 1933c, p. 24). También, a narraciones sobre el descubrimiento de la
riqueza petrolera de la zona y relatos sobre Francisco de Pietrobelli, fundador espiritual de Comodoro
Rivadavia y responsable de que en esa tierra «salvaje» se extraiga petróleo (es decir, responsable del
pasaje de la terra brutorum al país del oro negro); todos ellos, sobrevivientes de una pintoresca raza de
aventureros y «hombres románticos» de estas regiones que el reportero va a recuperar para ofrecer una
mirada renovada sobre el territorio:
27
Puede decirse que en González Tuñón se inscribe una «Patagonia trágica» y realista que es la de la explotación
del trabajo del hombre: «Esta última representación retoma los sucesos infaustos y amargos generados por las
huelgas suscitadas desde 1921 y reenvía» a la situación actual de los trabajadores de la zona, que es denunciada
en sus corresponsalías para Crítica (Juárez, 2019, p. 305).
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El primero en comprender que la abundancia del oro en las costas del sur era un invento de la
imaginación fue el propio Menéndez. Había oro, sí, en sólidas pepitas, pero no tanto como
exigía el ensueño. En cambio, José Menéndez descubrió que en la Tierra del Fuego y en la
Patagonia había otras fuentes de riqueza más sólidas que el otro. Bosques estupendos de
maderas preciosas; campos que, cultivados con esmero, podían competir con las tierras del
norte; mares fecundos en peces, en lobos y en ballenas; minas incalculables de carbón lignita;
campos de pastoreo para criar mil millones de ovejas. (Soiza Reilly, 1933c, p. 23)
La tierra maldita transformada, ahora, le permite a Soiza Reilly subrayar la obra de estos
conquistadores criollos que entendieron que en la Patagonia y en el extremo sur había riquezas s
sólidas que el oro. Sus textos organizan, en un entramado narrativo y de reescrituras, un complejo
ensamble intertextual que parte de referencias a Charles Darwin, Estanislao Zeballos, Roberto Payró,
Fray Mocho y Liborio Justo (entre muchos otros) y llega a textos literarios como Las aventuras de
Arthur Gordon Pym, de Poe. En este recorrido, Soiza Reilly refiere anécdotas de piratas (como las del
contrabandista Pascualín), trotamundos, «emperadores» como Julio Popper y aventureros. De esta
manera, el escritor combina el linaje de las miradas imperiales y locales que comenta con lo atractivo
de las historias que retoma y que, como en el caso de Arlt, lo conectan con la cultura de masas a la que
se dirige. Parece examinar así, los errores de concepción y los deslices proyectados por la imaginación
eurocéntrica y, como sostiene Alejandra Mailhe (2019) sobre Ricardo Rojas, sopesar, a su vez,
distintos «jalones de pasado capaces de convertir la región en un espacio cargado de epicidad» (p.13);
lo que con mucha probabilidad va a resultar especialmente atractivo para el lectorado receptor de sus
textos en Caras y Caretas.
Una nota significativa que permite visualizar estas operaciones es el texto aparecido el 15 de
abril. El artículo refiere, como decíamos en el epígrafe, la «aventura» de distintos colonos que
«movidos» por un «prodigio de imán que irradian estas tierras saladas» fueron capaces de oír, «como
en los cuentos árabes, la voz armoniosa de una princesa que desde las entrañas de la tierra ofrece la
joya de su amor a quien la libere de su encantamiento» (Soiza Reilly, 1933d, p. 141). A través de estas
narraciones, Soiza Reilly va a descubrir las joyas de riqueza que han quedado guardadas en las
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entrañas de la tierra; ficciones que, como las de Las mil y una noches, el espacio proporciona al que es
capaz de oír a la «princesa» y liberarla de su «encantamiento».
28
4.2. Como en Las mil y una noches
La revista El Hogar y varios de los artículos de los escritores seleccionados introducen lo que,
presumiblemente, diversos lectores «ávidos» esperan poder encontrar en este paisaje: belleza,
maravilla, aventura, misterio. En suma, el espacio provee a la escritura de estas crónicas de materiales
narrativos y épicos dables a utilizar a la hora de referir una historia interesante para contar, de alto
impacto para la prensa comercial de los os treinta. Esto puede leerse muy especialmente en los
textos de Roberto Arlt.
En efecto, en 1934 Roberto Arlt viaja a la Patagonia como repórter del diario El Mundo y
visita Viedma y Carmen de Patagones, Neuquén y la zona de Bariloche. Algunas de sus notas exploran
la imaginación desmedida y la potencia descriptiva que suscitan ciertos recorridos de su viaje, como el
«Valle encantado» del río Limay, en la cuenca del lago Traful; lugares donde la fantasía y el ensueño
se materializan y «todo puede ser posible»:
¿Qué es lo que usted quiere imaginar? (…)
¿Qué es lo que quiere soñar o imaginar usted, señor, en el Valle Encantado?
No se quede corto ni tema en pedir. Todo es posible allí. (…)
Que la bruja de nariz de garfio y mentón de martillo robó a la princesa y la condujo, (…) a la
corte del Rey de los Señores del Dragón. Pues su sueño no tiene nada de absurdo. Esta allí,
dibujado, calado por el viento y el rayo en el Valle Encantado.
Débil es la vista y la memoria para retener aparejadas a la mente tal diversidad de sucesivas
maravillas. Ya es una columna fálica, que levanta a los cielos su simbología primitiva
glorificadora del mundo que nace, ya un encapuchado siniestro cuya cabeza de lobo y buey
28
Los textos de sus notas resultan, de este modo, las «novelas» que Soiza Reilly (1933c) «extrae de las entrañas
de la tierra», como asevera también en relación con otros de los relatos recuperados: «Con las historias de los
buscadores de oro sería fácil escribir otras mil y una noches… ¡Qué tragedias, qué luchas, qué novelas vividas e
ignoradas se hay tragado las tierras del oro!» (p. 26).
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recuerda los encantamientos de las magas perversas de Las mil y una noches. El paisaje es por
momentos infructuosamente lunar y extraterrestre (…) Entonces se dice: He salido de la tierra;
esta zona no pertenece ya a la geografía de la República Argentina. (Arlt, 1997, pp. 73-74. El
subrayado es mío).
Espacio de «maravilla semejante a los de Las mil y una noches, la mirada de Arlt renueva
con esta aguafuerte, una vez más, la productividad narrativa y textual del territorio de la Patagonia.
Una geografía de sueños y «encantamientos», un paisaje «lunar» y «extraterrestre» que no parece
pertenecer ya a la República Argentina, como asevera el propio autor. El imaginario aventurero
también se inscribe en Roberto Arlt ya desde su primera nota en El Mundo, cuando irónica y
jocosamente se equipara a los exploradores clásicos que le sirven de inspiración y modelo para el viaje
en el que, acaso descubra, «un nuevo continente»:
como los exploradores clásicos me he munido de unas botas (las botas de las siete leguas), de
un saco de cuero como para invernar en el polo, y que es magnífico para aparecer embutido en
él en una película cinematográfica, pues le concede a uno prestancia de aventurero fatal, y de
una pistola automática. (Arlt, 1997, pp. 33-34. El subrayado es mío)
Como se ha estudiado a propósito del autor de las aguafuertes,
29
el cine y la imaginación
aventurera confluyen en su mirada a la hora de pensar su recorrido por las tierras del sur.
El caso de Arlt es uno entre varios a considerar, a este respecto, entre los textos de los años
treinta; también, los artículos de prensa de Juan José de Soiza Reilly que registran rasgos similares en
su perspectiva sobre la Patagonia y el extremo austral. Si bien sus corresponsalías se inician con la
pregunta acerca de si «las Orcadas son británicas o argentinas» (Soiza Reilly, 1933a, p. 22),
inmediatamente se desarticula la cuestión de la nacionalidad de las islas (que pasa a cobrar relevancia
en otros hitos continentales que recorre, como Comodoro Rivadavia, por ejemplo), para inscribirse en
un registro cercano al género aventuras, con apelaciones a lo maravilloso: «mas que argentinas o
británicas, las Orcadas nos parecen islas maravillosas de la fantasía. Son islas que pertenecen al reino
del ensueño» (p. 24). A partir de esta insistencia en el carácter de ensueño y de fantasía del espacio a
29
Véase Saítta (Arlt, 1997).
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«descubrir», equivalente al texto de Arlt citado anteriormente, Soiza Reilly describe el territorio que
vislumbra:
El nombre de estas islas fantásticas sugiere la imagen de una muerte muy blanca. Altas
cumbres de hielo silencioso, perdidas en un mar petrificado de blancura (…) Soledad. Infierno
dantesco donde el fuego de nieve arde llamas inmóviles. ¿Qué sabemos de estas islas? Poca
cosa… (p. 22. El subrayado es mío).
Con una retórica que apela a la literatura sobre la exploración de los polos (con mucha
presencia en la prensa de las primeras décadas del siglo XX), a numerosos textos previos sobre la
Patagonia y, por supuesto, a las historias de aventuras, el cronista de Caras y Caretas imagina el
paisaje que va a recorrer antes de embarcarse en la peligrosa travesía por el mar. Un paisaje
«fantástico», estético y pictórico, de blanco y de hielo, sus crónicas recuerdan los espacios de las
Aventuras de Arthur Gordon Pym de Poe que, como decía Borges, celebran lo blanco. En una cercanía
evidente con tópicos reiterados y representaciones cristalizadas del extremo austral, sobre todo en lo
que atañe a los peligros de estas tierras, los terrores y las «artimañas» del Antártico (figuraciones de las
que después, como vimos, el escritor se va a separar para desandar la idea de la tierra maldita), Soiza
Reilly y su grupo de «intrépidos» se lanzan hacia las Orcacas a pesar de los riesgos y las advertencias
sobre la posibilidad de naufragar con «el buque encantado» (p. 22. El subrayado es mío).
Luego de su arribo y desde una perspectiva celebratoria y fascinada, el cronista se concentra en
la maravilla del paisaje que describe como un explorador. De un modo semejante a lo que un año
después va a aparecer en Arlt y como señala Sylvia Saítta en su prólogo sobre sus textos de El
Mundo (Arlt, 1997), Soiza Reilly (1933a) utiliza ciertas metáforas ciudadanas para figurar el
territorio antártico y la nueva naturaleza a la que se enfrenta. El viajero percibe «edificios enormes» en
los témpanos, moles grandiosas del hielo como «mármoles azulados», «palacios» que parecen el
«Consejo deliberante». Pone en juego, así, un ojo urbano para descifrar la belleza natural y los sitios
desconocidos que comenta. Una mirada reverente ante la contundencia del hielo blanco, sus
descripciones se detienen, sorprendidas, en el espectáculo artístico de los hielos que «marchan a la
deriva»:
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la zona de los témpanos comienza doscientas millas antes de llegar a las islas. () Algunos
presentan formas de grandes edificios. Otros, son emocionantes monumentos de mármol (…)
La imaginación de un artista enloquecido (…) no podría concebir obras esculturales de belleza
más rítmica y más loca (p.25).
Y agrega el cronista, en una celebración de la belleza que su mirada pictórica ofrece a los
lectores de Caras y Caretas: «no hay paleta que pueda reproducir las tonalidades ltiples de lo
blanco» (p. 25).
4.3. «Desierto pavoroso» y criminales célebres
…yo no busco en la cárcel de Ushuaia a (…) trágicos esclavos del amor.
Quiero ver a los grandes asesinos que llevan en su conciencia
veinte o treinta crímenes…» (Soiza Reilly, 1933f, p. 23)
Además de maravillas, exitosas aventuras y «hazañas» en el mar, el viaje es una excusa para
contar, en sus sucesivas entregas, historias delictivas. En este desplazamiento hacia el interés ficcional
que despiertan los espacios y también sus pobladores, convertidos en muchas de las notas (de Arlt y
Soiza Reilly) en personajes interesantes, los artículos del periodista de Caras y Caretas se concentran
en los presidiarios de Ushuaia. Con una mirada crítica sobre la reclusión del penal, la falta de acción
del Gobierno y de la justicia y las condiciones de vida precarias de los reclusos que semejan las de la
Edad Media,
30
el escritor resignifica una vez s ciertos lugares comunes sobre el espacio fueguino y
Patagónico. Como en los textos del Beagle que analiza Martha Penhos (2018) (y también en sus
reescrituras) Tierra del Fuego y Ushuaia resultan para Soiza Reilly, sitio de lo pavoroso y de lo
abyecto, un territorio propicio para lo incivilizado, lo criminal y lo salvaje, habitado por asesinos y
proscriptos, prófugos de la justicia y forajidos. Estas modulaciones, asociadas a los lugares comunes y
tradiciones codificadas, vuelven en sus corresponsalías, pero restringidas, ahora, a los casos delictivos
30
Como refiere Alejandra Mailhe (2019), en el penal de Ushuaia, a la reclusión de criminales se agrega, desde el
comienzo, la detención de presos políticos, primero predominantemente anarquistas, y luego también
trabajadores y dirigentes radicales, durante la dictadura de José Uriburu y Agustín Justo.
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de la cárcel de Ushuaia. De este modo, en esta vuelta a lo abyecto para referirse a la zona, hay una
clara delimitación; ya no se trata de una lectura en general o sobre los nativos de la zona, como, por
ejemplo, aparecía en Darwin, sino que lo abyecto se circunscribe a las conductas criminales del
presidio que va a visitar.
Es una etnografía de un nuevo tipo, diferente de la de los textos fundadores de la Patagonia
vinculados con la tradición naturalista, y también, de la de otros textos de la época, como los de
Ricardo Rojas;
31
en Soiza Reilly el gusto etnográfico deviene, de este modo, en el relato de tipos
humanos curiosos, en crónicas narrativas y entrevistas a los criminales del penal. Algunos de ellos,
como el Petiso orejudo (Santos Godino), Radowisky, Saccomano o Mateo Banks, convertidos en
celebridades del periodismo porteño y sensacionalista de ese entonces, resultaban conocidos muy
probablemente por el lector popular de los años treinta, y, en particular, el de Caras y Caretas.
32
No es
casual, por lo tanto, que textos surgidos en ese contexto apelen a estas historias delictivas, capaces de
satisfacer los gustos del lectorado de masas. Tanto es así que en algunas de las notas, como la referida a
Mateo Banks, «un argumento» digno de Shakespeare,
33
Soiza Reilly va a discutir su culpabilidad.
Mateo Banks fue declarado culpable por la relevancia que su caso tuvo en los diarios de la época: la
prensa «fue la que me hundió en la cárcel», asevera el recluso (Soiza Reilly, 1933b, p. 23). Y agrega el
repórter: «El crimen había sido tan brutal y la resonancia del asesinato tan profusa, que la policía, para
responder a la expectativa de la multitud, se dispuso a encontrar un culpable» (Soiza Reilly, 1933b, p.
24). La crónica de Caras y Caretas viene a problematizar, así, un error propiciado por la propia
dinámica periodística que ahora puede de algún modo cuestionarse en un espacio de circulación
similar. Esta intermediación vuelve por lo demás sugerentes las colaboraciones de Soiza Reilly y su
visita pertinaz a la cárcel de Ushuaia.
31
Como señala Alejandra Mailhe (2019), Ricardo Rojas en Archipiélago deviene etnógrafo y «su insilio extremo
se transmuta en un viaje etnográfico» (p. 11) en el que se vincula con la alteridad indígena. A diferencia del texto
de Rojas, o de otros textos de la época de principios del siglo XX, como los del etnólogo alemán Martin Gusinde
(quien publica en 1931 el primer volumen de Die Fuerland Indianer), Soiza Reilly lleva a delante una etnografía
de un nuevo tipo, desvinculada del naturalismo, desligada también del pasado indígena y relacionada con los
intereses del público de masas al que buscan captar e interesar.
32
Para la cuestión del delito y la criminalidad en la Argentina y sus cruces con la prensa y otros discursos, véanse
los trabajos de Lila Caimari (2004 y 2012).
33
El texto dice así, equiparando la historia de Banks a las tragedias de Shakespeare: “Shakespeare hubiera hecho
con su argumento una tragedia lírica(Soiza Reilly 1933b, p. 25).
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En relación con ese público lector que los textos analizados buscan cautivar, algunas de las
notas apelan, además, a formas literarias populares en la época, como los relatos policiales que
circulaban en ediciones de kiosco y en libros de venta masiva; por ejemplo, «¿Quién mató a la
telefonista, un artículo referido al presunto criminal Saccomano. Ya desde el título y también en su
desarrollo, la crónica se resuelve en un argumento cercano al policial. En una proximidad indiscutible
con las formas habituales de las narraciones detectivescas y criminales muy en boga en esos tiempos,
la nota de Soiza Reilly (1933e) establece un diálogo evidente con los relatos de aventuras y de intriga
de las colecciones populares de los años treinta.
34
De este modo, a diferencia de escritos anteriores
como los de Zeballos, Francisco Moreno, o de los visitantes interoceánicos vinculados a objetivos
imperiales y/o científico naturalistas, este tipo de textos surgido en el marco de una publicación
periódica de las primeras décadas del siglo XX en la Argentina, se vincula con un público ampliado al
que busca interpelar; las historias y crímenes de los presos renombrados resultan elocuentes en este
sentido, como pudo verse.
5. Palabras finales
Todo esto permite mostrar las especificidades y nuevos sentidos que el contexto de la prensa
masiva y comercial contribuye a modelar en los textos considerados sobre la Patagonia y en relación
con la preocupación estatal a la que se hizo referencia más arriba. Se ponen en escena, así, espacios
maravillosos y versátiles que incentivan una imaginación prodigiosa, historias y aventuras
«cautivantes», asimilables a las de Las mil y una noches. En sintonía oscilante con el proyecto
gubernamental y civilizador de la Argentina de la época, y en la contracara de su supuesto vacío
inicial, (el desierto «brutorum» o el espacio «maldito» de Darwin), la Patagonia y el extremo sur se
vuelve zona de riqueza potencial y tierra de oportunidades. Un espacio alejado, asimismo, «casi
extranjero», al que es preciso hacer propio y sumar a la Nación. Una promesa de esparcimiento
34
Como sostienen Lafforgue y Rivera (1997), en la Argentina de los años treinta el policial es un género que se
vende en literatura de kiosco; y a su vez, como estudió Luis Alberto Romero (1995), es un tiempo en que en las
colecciones populares se va a privilegiar el entretenimiento y la evasión.
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aspiracional y a la europea, una Suiza alternativa que resulta, en algunos artículos de la revista
femenina El Hogar, una postal atractiva para la promoción del turismo.
Si, como se ha estudiado, existe una productividad siempre activa en relación con las miradas
sobre la Patagonia y el sur de Argentina, una potencia intertextual incesante y creativa que no deja de
proponer nuevas interpretaciones y desvíos sobre lo ya existente, la visión de estos reporteros,
escritores y cronistas insiste en abrir una nueva serie de interrogantes, puntos de partida a nuevas
indagaciones: ¿qué rasgos de estas lecturas de los treinta permanecen en la actualidad?, ¿cuáles de
estas representaciones se vuelven (y se volvieron) a reescribir en actualizaciones ensayísticas, literarias
y críticas de momentos posteriores? El recorrido de este trabajo permitió deslindar las estampas
principales del viaje a la Patagonia y al extremo austral en el entramado de su época; figuraciones
recurrentes en la crónica periodística que, en convivencia en un mismo autor, o en simetrías
significativas entre colaboraciones diversas (las de Arlt, González Tuñón, Soiza Reilly, Arturo Mom y
la revista El Hogar), los textos considerados ofrecen a un público lector de la prensa masiva y
comercial al que buscan atraer y cautivar en la década de 1930.
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Prometeo.
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