Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVIII (2) (Mayo-Agosto) 2024: 1-17/ISSNe: 2215-2636
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Cada cerro tenía propietario. Cada esquina. Cada barrio. Tiburón debía regresar a su propio
terreno (Yépez, 2008, p. 21)
Acorde con la cita anterior, esta ciudad fronteriza está articulada como un espacio peligroso
e intransigente, habitado por sujetos subalternos que generan lugares específicos de control y
comercio. Así, esquinas, calles, lotes baldíos o casas son esas otras orillas de la frontera que se
resignifican a partir de sus usuarios y prácticas. Estos sitios están yuxtapuestos a otros tantos
territorios ubicados en la propia Ciudad de Paso, la cual presenta las mismas características y
problemáticas que otras metrópolis fronterizas (Ciudad Juárez, Tijuana, Matamoros), pero a su vez
producen otros espacios ambivalentes que rompen con la lógica de la urbe.
En la narrativa mexicana reciente que tiene como temática la frontera, de alguna manera, se
comparte la misma visión sobre esta zona: límite, separación, diferencia, barrera, confrontación,
fisura, etcétera. Todos estos elementos forman parte de una inconclusa y contradictoria discusión que
Heriberto Yépez (2008) en la novela Al otro lado aborda a partir de la migración. En el texto, Tiburón
y su hermano se dedican a trasladar personas de manera clandestina hacia Estados Unidos; como
«polleros» promocionan un cruce seguro «al otro lado». Por supuesto, en el texto subyace una
idealización por parte de los personajes (drogadictos, polleros, migrantes) de la vida en Norteamérica:
«En su sueño, Tiburón, tocaba una puerta más. Y esperaba que se le abrieran. Era una puerta de color
café oscuro, de madera esmaltada. La tocaba insistentemente. Esperaba entrar al otro lado» (Yépez,
2008, p. 94). Esta alegoría onírica de hallarse al otro lado representa el deseo de colocarse en una
alteridad espacial diferente, un lugar alterno como Sunny City, donde se puede encontrar resguardo
y escapar del territorio violento y hostil el que vive.
A propósito de la novela Al otro lado, Silvia Ruzzi (2014) considera que la intención de la
obra, más allá de las referencias geográficas a Tijuana y San Diego, es hallar un espacio liminal «entre
los sueños y la pesadilla, el amor y el odio, la realidad y la imaginación y lo material y lo etéreo» (p.
118). Es decir, apunta Ruzzi, persiste un anhelo por crear un contra-espacio, situado entre el linde
mental y personal que busca quebrantar el lugar, la frontera, el límite territorial. En consecuencia,