Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLVIII (3) (Setiembre-Diciembre) 2024: 1-25/ISSNe: 2215-2636
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A su vez, al ofrecer una serie de acciones estilizadas vinculadas al trabajo rural, la atención del
espectador ya no se dirigía a intentar comprender una narración intrincada y sus peripecias, sino a observar y
percibir esos cuerpos en movimiento. Esto es, quizás, lo que haya atentado contra las expectativas de algunos
críticos que vieron un cuadro sin acción ni música original y, por lo tanto, lo consideraron de menor categoría.
Tal vez eso explique, incluso, las pocas reseñas periodísticas.
Como se puede ver, en ninguno de los comentarios aparecían alusiones al contenido «rural», sino más
bien, por un lado, a la música preexistente de Constantino Gaito (que, con la obertura Ederia, retrotraía al
ballet al menos a la época del Centenario cuando se presentó en el último Concierto sinfónico de música
argentina que se realizó en el marco de esas celebraciones) y, por otro lado, al estado actual del recientemente
creado cuerpo de baile.9 Es decir, si con la utilización de la música la temporalidad reenviaba al pasado, en el
cuerpo de baile y en la figura de Nijinska aparecía cierta esperanza futura.
Según el mismo Constantino Gaito en una entrevista periodística, hasta 1922 con Flor de nieve había
sido europeizante, y fue con Ollantay que se produjo un cambio en su producción hacia una concepción
americanista (El Diario, 1929, p. 3).10 A partir de allí, menciona Gaito, comenzó a estudiar con mayor ahínco
el folklore americano. Pero si bien Cuadro campestre fue un ballet estrenado unos meses después de Ollantay,
por las críticas periodísticas sabemos que no tuvo música original, sino que utilizaba partituras compuestas
con anterioridad y ya conocidas por el público porteño. Este dato resulta importante, porque muchas veces la
atribución «nacionalista» de ballets locales ha estado otorgada por la tendencia «nacionalista» de la
composición musical o bien por la nacionalidad del músico. Por lo tanto, habría que preguntarse qué lugar
tuvo efectivamente la música, de modo de no atribuir contenidos «nacionalistas» a una composición de la que,
9 Sobre Ederia, obertura op. 14, Juan María Veniard (2012) menciona que se incluyó en el último Concierto sinfónico de
música argentina que se realizó en el marco de los festejos por el Centenario el 29 de septiembre de 1910. Sobre las
«Danzas Fantásticas», en la Biblioteca Nacional (Argentina) se encuentran las partituras de la Danza n.1, la Danza n. 2 y
la Danza n. 3 de Dalle Danze Fantastiche que, asumo, podrían ser a las que se refieren aquí. En un intercambio personal
con la bisnieta de Constantino Gaito, Agustina Herrera, ella me ha comentado que las dos primeras «danzas fantásticas»
(op. 18) fueron compuestas en 1908 y la tercera (op. 19) en 1910, con título original en italiano y para orquesta; Ederia,
en 1904. Según Herrera, «si Cuadro Campestre está basada sobre las obras que nombraba, claramente la versión
coreográfica nació mucho después de su composición. No sabemos si al componerlas, 1908-1910, tenía ya la idea de que
fueran bailadas» (Agustina Herrera, 11 de marzo 2024. Comunicación personal).
10 Ollantay se estrenó el 23 de julio de 1926; tenía libreto de Víctor Mercante, escenografía de Rodolfo Franco y
coreografía de Bronislava Nijinska.