Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. de Costa Rica XLIX (1) (Enero-Junio, publicación continua) 2025: 1-15.
ISSN: 0378-0473 ISSNe: 2215-2636
5
obstante, conforme avanza la novela, esa verticalización será cada vez menos natural, más rígida e inflexible al
grado de traspasar, como una daga, la vida de Pérez. Siguiendo este hilo conductor, aunque el novelista, a lo largo
del texto, describe a Pérez como un ser miserable por su vestimenta y corporalidad, reconoce su inteligencia. En
este lugar (el campanario), en un primer momento, Pérez intentará erguirse con el propósito de lograr verticalizarse
ante Romero.
Ahora bien, la inteligencia de Pérez (inteligencia percibida por Romero al inicio de la novela), aunque
revela verdades indiscutibles, se ve anulada por su alcoholismo y mendicidad incluso por el mismo Pérez: «–Es
usted inteligente, Pito Pérez, y apenas se concibe cómo malgasta usted su vida bebiendo […] [a lo que Pérez
responde] –¡Qué inteligencia ni qué demontre!» (Romero, 2007, pp. 13-14). Por consiguiente, su razón se vuelve
objeto de escepticismo y negación. Sin embargo, el alcohólico, al enunciarse como amigo de la verdad, logra
charlar con Romero en una iglesia
al borde del campanario […] Mis zapatos nuevos junto a los de Pito Pérez brillaban con su necio orgullo
de ricos […] Pito los miró con desdén y yo sentí el reproche de aquella mirada. Nuestros pies eran el
compendio de todo un mundo social, lleno de injusticias y desigualdades (Romero, 2007, p. 15).
A pesar de esa primera tensión entre Pérez y Romero, este último logra comprar la conversación de Pérez
con bebidas alcohólicas, pero, por la crítica a su forma de vivir y de beber, así como el autodesprecio de Pérez al
denominarse como «un desgraciado […] he visto a las gentes reír con mi dolor», Romero construye y erige una
verticalidad malvada al sentenciarle: «¡Así somos los hombres de malos: ofrecemos un aperitivo a un hambriento,
pero nunca una pieza de pan!»(Romero, 2007, pp. 15-17). De este modo, con la verticalidad perversa de Romero,
Pérez se «vuelve hacia afuera, se asoma fuera del yo” […] hacia el exterior, ya no es recto: se inclina hacia delante
respecto de la línea vertical que lo sostiene [la de Romero] y que, al permitirle equilibrarse, lo convierte en un
sujeto autónomo e independiente» (Cavarero, 2016, pp. 5-6). Por eso, desde la perspectiva de Pérez, este (en su
autonomía e independencia) «vende» sus recuerdos y memorias para que sean transformados en una historia
novelada. Es decir, esa historia se irá consolidando a partir de la narración del continuo sometimiento de su
postura, de una inclinación que en una primera lectura podía rastrearse como natural. Ello le permite a Romero