Nutrición Animal Tropical
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Nutrición Animal Tropical 14(1): 50-74. ISSN: 2215-3527/ 2020
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a que los terneros nacen con un rumen física y metabólicamente no funcional (Khan, Bach,
Weary, & von Keyserlingk, 2016). Luego, comienza un proceso de transición donde la
microbiota ruminal se establece, los órganos del tracto gastrointestinal van aumentando su
tamaño y funcionalidad, las papilas ruminales se diferencian y crecen, las glándulas salivares y
las vías metabólicas y de absorción de nutrientes se desarrollan; hasta finalmente alcanzar el
comportamiento de un rumiante adulto (Huber, 1968; Baldwin VI, McLeod, Klotz, & Heitmann,
2004; Khan, Bach, Weary, & von Keyserlingk, 2016). Simultáneamente, el tiempo de rumia se
incrementa con la edad (Babu, Pandey, & Sahoo, 2004), alcanzando valores de alrededor de 5
h/d entre la cuarta y sexta semana de vida (Swanson & Harris, 1958; Gilliland, Bush, & Friend,
1962) y de 7-8 h/d en estado adulto (Adin et al., 2009).
Todos estos cambios que ocurren durante la transición de pre-rumiante a rumiante funcional
deben ser sostenidos y estimulados por el consumo de nutrientes, proveniente principalmente
de los alimentos sólidos (Khan, Bach, Weary, & von Keyserlingk, 2016). El consumo de
concentrados favorece la proliferación de la microbiota ruminal (Yáñez-Ruiz, Abecia, &
Newbold, 2015) y la producción de ácidos grasos volátiles (AGV), predominantemente butirato
y propionato (Tamate, McGilliard, Jacobson, & Getty, 1962; Khan, Bach, Weary, & von
Keyserlingk, 2016), lo cual permite alcanzar un óptimo desarrollo ruminal (Sander, Warner,
Harrison, & Loosli, 1959; Baldwin VI, McLeod, Klotz, & Heitmann, 2004). Además, el bolo de
material ingerido debe poder inducir el crecimiento de la capacidad del rumen, el desarrollo
de la musculatura y los movimientos ruminales (Beharka, Nagaraja, Morrill, Kennedy, & Klemm,
1998).
Los patrones de rumia han sido ampliamente estudiados en ganado lechero adulto (DeVries,
von Keyserlingk, Weary, & Beauchemin, 2003; Krause & Oetzel, 2006; Hosseinkhani et al., 2008;
Adin et al., 2009; Schirmann, von Keyserlingk, Weary, Veira, & Heuwieser, 2009) y asociados a
niveles de consumo de materia seca (Hasegawa, Nishiwaki, Sugawara, & Ito, 1997), composición
y forma física de la dieta (Yang, Beauchemin, & Rode, 2001; Maekawa, Beauchemin, &
Christensen, 2002; Salfer, Morelli, Ying, Allen, & Harvatine, 2018), estro (Reith & Hoy, 2012),
estado salud (Radostits, Gay, Hinchcliff, & Constable, 2007) y bienestar animal (Bristow &
Holmes, 2007; Schirmann, von Keyserlingk, Weary, Veira, & Heuwieser, 2009; Soriani, Trevisi, &
Calamari, 2012). Incluso existen en el mercado collares con sensores de sonido capaces de
registrar automáticamente la rumia y generar alertas a los productores cuando esta disminuye
(Sistema de monitoreo de rumia Hi-Tag, SCR Engineers Ltd., Netanya, Israel).
Sin embargo, no ocurre lo mismo en terneras de crianza, donde la información disponible
sobre los patrones de rumia es menor. Se ha reportado una correlación positiva de rumia con
la ingesta de alimento seco (Swanson & Harris, 1958) y el desarrollo ruminal de las terneras
(Swanson & Harris, 1958; Gelsinger, Heinrichs, & Jones, 2016). Mientras que en animales