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Filosofía, Artes y Letras
de la naturaleza externa cuanto respecto
de aquellas que regulan el ser somático y
espiritual del hombre mismo: dos clases
de leyes que podemos separar a lo sumo
en la representación, no en la realidad. La
más que la capacidad de poder decidir con
conocimiento de causa. Cuanto más libre
es el juicio de un ser humano respecto de
un determinado punto problemático, con
tanta mayor necesidad estará determinado
inseguridad debida a la ignorancia y que elige
con aparente arbitrio entre posibilidades de
decisión diversas y contradictorias prueba
con ello su propia ilibertad, su situación de
dominada por el objeto al que precisamente
tendría que dominar. La libertad consiste,
pues, en el dominio sobre nosotros mismos
y sobre la naturaleza exterior, basado en el
por eso es necesariamente un producto de la
evolución histórica. Los primeros hombres
que destacaron de la animalidad eran en todo
lo esencial tan poco libres como los animales
fue un paso hacia la libertad (Engels, 1968,
p. 104)
La fórmula “libertad es conocimiento de la necesidad”
es el conocimiento de los factores que son realmente
determinantes de las acciones humanas, si bien
glosa con la crítica anti-antropocéntrica que realiza
Espinosa en su Ética: “los hombres se imaginan ser
libres, puesto que son conscientes de sus voliciones y
de su apetito, y ni soñando piensan en las causas que
les disponen a apetecer y querer, porque las ignoran”
(Espinosa, 1984, p. 90).
La crítica abarca tanto la ignorancia de las causas
de las acciones como el presupuesto de la identidad
Hegel y Engels, la libertad no puede seguirse de
determinación necesaria es saber cómo se mueve
el mundo –o aproximarse asintóticamente a ese
arbitraria, completamente volitiva, implica asumir
que no se forma parte del mundo ni, por ende, se
está sujeto a su legalidad, de manera que se puede
emprender exitosamente un movimiento contrario.
En tal planteamiento está involucrado un dualismo
ingenuo, no cartesiano, puesto que se presuponen
dos substancias, mundo y sujeto, que coexisten
espacio-temporalmente (la res cogitans cartesiana
el cuerpo humano, como res extensa, recibe todas las
determinaciones del mundo material).
En la epístola CXIII a Lucilio, Séneca acuñó el
aforismo “Imperar sobre sí es el máximo imperio”
(Imperare sibi maximum imperium est). El contexto
de la frase es una discusión en torno a la autonomía
ontológica (substancialidad, subsistencia) o modal
o mente) de las virtudes: si existen por sí mismas
o si son modos de una substancia. Esta última es
la posición de Séneca, y la sustenta mediante un
argumento pragmático: virtud es fortaleza propia
frente a la adversidad del destino: es el efecto del
fortalecimiento deliberado de un agente y no un don
natural. La substancia es, en cambio, el sujeto, libre,
volitivo y consciente, que apela a sus propias fuerzas
para resolver las demandas del medio y afirmarse
a sí mismo, a través de la acción. El imperio del
a la contingencia, a menos que tenga como base el
imperio de sí, que es la autonomía. Fundamento de
la autonomía, por otra parte, es el principio socrático
“conócete a ti mismo”, esto es: la autocognición.
El conocimiento se revela como necesidad en
tanto insumo vital. El conocimiento de sí, que
implica el autocontrol, es a su vez fundamento del
También es patente que el control puede estar en
función de la vida o de un poder despótico.