Revista Pensamiento Actual - Vol 24 - No. 43 2024 - Universidad de Costa Rica - Sede de Occidente
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ses inmediatos. Se demandan competencias, pero no la competencia autorizada y permitida, sino la competencia técnica y ético-política que subordine el “cómo hacer” al “qué hacer” y este al “deber ser”, sin perder de vista sus raíces en el proceso social (Iamamoto, 2008, p. 100).
Esto significa que las personas estudiantes son responsables de las decisiones que tomen a partir de su intervención profesional, acciones que podrían afectar o beneficiar a las personas con las que se trabaja.
En este sentido, la confianza que se les brinda por parte de las personas supervisoras para asumir responsabilidades es muy importante, porque todo depende de la actitud y el compromiso mostrados durante su permanencia en la institución u orga-nización.
Conclusiones
La Carrera de Trabajo Social de la Sede de Occi-dente (CTS-SO) apuesta por la construcción de diálo-gos constantes entre la profesión y las personas, gru-pos, comunidades y proyectos que se desarrollan en la sociedad, vinculando de manera dinámica la teo-ría y la práctica. Lo anterior se lleva a cabo mediante la integración de enfoques y áreas de intervención profesional. Una de las principales formas en las que se visualiza esta integración es precisamente en las prácticas preprofesionales que se realizan en empresas, comunidades, grupos e instituciones u organizaciones durante el primer, segundo y tercer nivel de bachillerato, según corresponda.
La formación del estudiantado se enfoca en la comprensión e investigación de las expresiones de la cuestión social y de las formas en que estas se manifiestan y afectan a diferentes poblaciones en el contexto en el que se desenvuelven. Por ello, se considera que los procesos de práctica son de gran ayuda para que el estudiantado comprenda los diversos fenómenos sociales desde su contexto estructural.
Además, como parte de su proceso formativo,
co-operativo, pues constituye una herramienta fun-damental en los procesos de trabajo. Este análisis posibilita la reflexión crítica y reflexiva, de manera que se asuman responsabilidades éticas y políticas en los diferentes espacios donde se desarrolla el proceso de la práctica preprofesional.
El trabajo social como profesión se caracteriza por poseer un fuerte contenido político en su accio-nar. Así lo percibe Midgley (2008), cuando señala que “nuestro actuar siempre es político, siempre supone relaciones de poder y siempre debe lidiar con la forma en que éstas afectan las condiciones y situaciones sociales que intervienen en los y las profesionales” (p. 14).
En consecuencia, lo ético es coherente con lo po-lítico desde la perspectiva en la cual se manifiesta la necesidad de que los trabajadores sociales asuman una postura mediada por la ética en su actuación profesional, y de esta manera se conviertan en ac-tores protagónicos, conscientes de su actuación y de la intencionalidad que persiguen con ella (Falla et al., 2011, p. 19).
Por tanto, se inculcan al estudiantado principios y valores éticos para que los pongan en práctica en los distintos escenarios laborales donde desarrollan su experiencia académica, y que “esté en capacidad de asumir los compromisos y desafíos que le implica posicionarse de cara a la realidad social y contradic-toria de la injusticia social” (Falla et al., 2011, p. 17).
Al respecto, Kisnerman (1998) señala que “la formación de trabajadores sociales es parte de un proyecto académico en el que, a partir de un análisis de la sociedad actual y de un perfil académico-profe-sional acorde a esa realidad, se insertan los objetivos y contenidos curriculares” (p. 144).
En términos generales, la formación en Trabajo Social (CTS) prepara académicamente a un/a profe-sional informado/a, culto/a, crítico/a y competente, que rompa tanto con el teoricismo estéril como con el pragmatismo que deja prisionero al profesional en el hacer por hacer, pensando en metas e intere-