Artículos Científicos

“Criar como si no trabajáramos y trabajar como si no tuviéramos hijos”, reflexiones sobre la integración laboral de las madres migrantes que crían en Chile

Lucía Castillo Lobos
Universidad de Santiago de Chile, Chile

“Criar como si no trabajáramos y trabajar como si no tuviéramos hijos”, reflexiones sobre la integración laboral de las madres migrantes que crían en Chile

Población y Salud en Mesoamérica, vol. 21, núm. 1, pp. 212-234, 2023

Universidad de Costa Rica

Recepción: 14 Octubre 2021

Corregido: 08 Marzo 2022

Aprobación: 15 Marzo 2022

Resumen: A la par de sus saberes y experiencias, las prácticas de crianza de las madres migrantes son influenciadas por la precariedad de sus espacios de subsistencia. Desde los supuestos teóricos de la interseccionalidad, referentes a las redes conformadas por el género, la etnia-raza y la clase, que establecen relaciones de desigualdad entre las superestructuras sociales y las madres migrantes, se plantea responder al objetivo general de analizar la influencia de la precarización laboral de las madres migrantes en la crianza de sus hijos e hijas en Chile. Desde una perspectiva latinoamericana, se aspira a aperturar la discusión relativa a un fenómeno local como manifestación de un saber situado y, a su vez, a visibilizar la discriminación, la subordinación y el sometimiento de las mujeres madres migrantes, lo cual explica la desestimación general de su integración al país donde la crianza de su progenie tiene lugar. Por medio de una metodología cualitativa basada en el interaccionismo simbólico, se realizaron 39 entrevistas semiestructuradas a madres migrantes venezolanas, peruanas y haitianas; luego, los datos fueron sometidos a un análisis temático y teorizados según los objetivos de investigación definidos. Como resultados se obtuvo que las madres migrantes tienden a acceder a empleos precarizados e informales frente a los que despliegan distintas estrategias, desde el abandono laboral, la renuncia a sus derechos de maternidad, hasta la aceptación de la doble presencia y la conformación de cadenas globales de cuidado para compatibilizar la crianza con el trabajo. Las conclusiones exponen que la integración laboral de las madres migrantes en Chile dibuja prácticas de crianza a partir de una negociación permanente entre la subsistencia y la mantención de los vínculos y los acervos culturales, así, las dimensiones de género, raza y clase perfilan la intensidad de estas transacciones que manifiestan la ubicación social de subalternidad de las madres migrantes, intensificada en el caso de las madres haitianas, por cuanto en ellas se corporiza la mayor representación de otredad.

Palabras clave: madres migrantes, integración laboral, crianza migrante, migración en Chile.

Abstract: The childrearing practices deployed by migrant mothers are influenced by the precariousness of their subsistence spaces, as well as the mothers´ knowledge and experiences. From the theoretical assumptions of intersectionality that reveals the imbricated networks based on gender, ethnicity-race and class that establish relations of inequality between social superstructures and mothers-migrants, it is proposed to respond to the general objective of analyzing the influence of precariousness work of migrant mothers in raising their sons and daughters in Chile. From a Latin American perspective, it is hoped to open the discussion regarding a local phenomenon as a manifestation of situated knowledge and, in turn, make visible the discrimination, subordination and submission of migrant women mothers, which explains the general dismissal of their vulnerable integration into the country and in which the upbringing of their sons and daughters take place. Through a qualitative methodology based on symbolic interactionism, 39 semi-structured interviews were conducted with Venezuelan, Peruvian and Haitian migrant mothers, which were subjected to thematic analysis and theorized according to the defined research objectives. As a result, it is obtained that migrant mothers tend to access precarious and informal jobs against which they deploy different strategies that range from job abandonment, renouncing their maternity rights, acceptance of double presence and the formation of chains. care packages to make the childrearing compatible with work. The conclusions show that the labor integration of migrant mothers in Chile outlines the practices of childrearing from a permanent negotiation between subsistence, the maintenance of ties and their cultural heritage, where the dimensions of gender, race and class outline the intensity of these transactions that make manifest the social location of subalternity of migrant mothers, and that is intensified in the case of Haitian mothers since the greater representation of otherness is embodied in them.

Keywords: Migrant mothers, Labor integration, Migrant childrearing, Migration in Chile.

1. Introducción

Durante los últimos treinta años desde la recuperación de la democracia, Chile ha sufrido cambios en su economía, traducidos en mayores ingresos, mejoras en las posibilidades de empleo y educación y, por tanto, en oportunidades que constituyen un mejor nivel de vida. Sin duda, estos factores sociales y económicos, producto del crecimiento y la estabilidad política, han atraído preferentemente a la población migrante originaria de países de Latinoamérica y del Caribe (Rivera, 2020; Soto-Alvarado y Gil-Alonso, 2018), convirtiendo al país en un «destino atractivo para personas y familias que buscan las oportunidades y condiciones que no han encontrado en su país de origen» (Olea, 2013, p. 129).

Según estimaciones, los residentes extranjeros habituales en Chile al 31 de diciembre de 2020 alcanzaron, a nivel nacional, un total de 1 462 103 individuos, distribuidos, en su mayoría, en las siguientes regiones nacionales: Región Metropolitana (61,9 %), Antofagasta (7,0 %), Tarapacá (5,9 %) y Valparaíso (6,6 %) (Instituto Nacional de Estadísticas [INE], 2021a). En cuanto a las nacionalidades, la comunidad de personas de Venezuela tuvo mayor presencia en la Región Metropolitana con un 34,2 %. En segundo y tercer lugar se ubican Perú con un 19,8 %, y Haití, con un 12,5 % (INE, 2021a).

Al respecto, la mayor proporción de migrantes reside en sectores urbanos; dentro de sus características destacan su integración a trabajos más precarios, su ubicación social dentro de los espacios más vulnerables de la sociedad chilena y también la tendencia a la feminización de algunas comunidades migrantes2(Imilan et al, 2015; Stefoni y Stang, 2017; Tijoux, 2012; Vasquez de K y Castillo, 2012). Esta tendencia a la feminización y la reunificación familiar implican migración de infantes y aumento del número de nacimientos3, antecedente refrendado por estudios recientes que indican que el aumento de la natalidad en Chile está sustentado en el creciente número de partos de madres extranjeras, con mayor porcentaje en mujeres haitianas, seguidas por mujeres peruanas4 (INE, 2021b; Reyes, 2021).

Cabe mencionar, además, que la crianza de los hijos e hijas de las madres migrantes interactúa a diario con una sociedad chilena que ofrece condiciones de asentamiento tendientes a ser precarias y vulnerables (Thayer, 2016), donde el binomio madre-hijo/hija migrante construye su habitus particular; esto obliga a comprender la migración como un problema social (Imilan et al., 2015), debido a la influencia de las diferencias culturales y ambientales en el desarrollo integral de niños y niñas pertenecientes a familias migrantes (Ministerio de Desarrollo Social, 2015). Desde ese lugar, el análisis sociocultural de las temáticas vinculadas a acciones en salud en el contexto de crianza migrante encuentran mayor asidero, esto, al considerar que los eventos en la primera infancia tienen una alta tasa de retorno y constituyen una estrategia de desarrollo del país (Ministerio de Desarrollo Social, 2015), por cuanto durante los primeros cinco años de vida se observan los mayores progresos en las áreas de motricidad gruesa y fina, lenguaje, sociabilidad e independencia en el desarrollo (Valenzuela y Moore, 2011).

Según el actual modelo sanitario imperante, desprendido del Modelo de Determinantes Sociales de la Salud Poblacional de Lalonde y Lafambroise (1974), dentro de los cuatro grupos de causas que inciden en la salud de las poblaciones se incluyen las relacionadas con la biología, las medioambientales, los estilos de vida y el sistema de salud como expresión de la manera organizada en que las poblaciones resuelven sus necesidades sanitarias (Lamata, 1994). Bajo esta perspectiva, es necesario explorar la influencia de las condiciones de vida y la vulnerabilidad asociadas al proceso migratorio y al lugar de destino de las madres migrantes -tales como trabajo, vivienda y acceso a la salud-, en el abordaje de la crianza cotidiana. Aspecto que confirma la relevancia de esta investigación con un enfoque sanitario, pero, sobre todo, social, en tanto «la pobreza enferma y la enfermedad empobrece» (Kottow, 2014, p.39).

En efecto, para el caso de las madres migrantes y sus hijos e hijas, la precariedad de sus espacios de subsistencia está influenciada por la precariedad económica en que tiene lugar el embarazo, el parto y la crianza inicial, acrecentada por las escasas redes de apoyo disponibles (Vargas, 2016). Así, los infantes se criarán en un contexto de movilidad con la concurrente pobreza multidimensional propia de frágiles condiciones estructurales de vida ofrecidas por Chile y con consecuencias en la salud y en la cotidianeidad del binomio madre-hijo/hija migrante5,6. Lamentablemente, en esta particular condición de exclusión, la niñez constituye el grupo social más vulnerable a las amenazas ambientales por su diferente fisiología, estado de desarrollo y potencial exposición a la desnutrición, el abandono escolar, el trabajo informal de sus padres y la vivienda precaria de sus familias (Diaz-Barriga et al., 2010). Dicha situación ha sido refrendada históricamente por la asociación existente entre mortalidad infantil y procesos migratorios, la cual ha evidenciado su trascendencia social y sanitaria.

condición de exclusión, la niñez constituye el grupo social más vulnerable a las amenazas ambientales por su diferente fisiología, estado de desarrollo y potencial exposición a la desnutrición, el abandono escolar, el trabajo informal de sus padres y la vivienda precaria de sus familias (Diaz Barriga et al., 2010). Dicha situación ha sido refrendada históricamente por la asociación existente entre mortalidad infantil y procesos migratorios, la cual ha evidenciado su trascendencia social y sanitaria.

En relación con la vulnerabilidad laboral de la población migrante en Chile, esta accede de preferencia a trabajos en el rubro de servicios, bajo el patrón polarizado y vulnerable de la economía, integrándose a un mercado laboral precario, xenófobo y discriminador (Imilan et al., 2015; Thayer, 2016). Dichas relaciones laborales están dibujadas por la desprotección de la legislación laboral y la seguridad social hacia los trabajadores migrantes (Hoehn, 2021). Según Hoehn (2021), la precariedad de las relaciones laborales se expresa a través de algunas dimensiones que involucran los salarios ubicados en el mínimo o bajo el mínimo definido para un trabajo, la inestabilidad en la continuidad del trabajo (por ende, del salario), las condiciones laborales deficientes, la escasa o nula capacidad para ejercer derechos sindicales y/o de negociar colectivamente y la informalidad de la relación laboral establecida con los empleadores. Respecto a este último punto, la OIT (2022) considera a un trabajador como informal si al ser asalariado o del servicio doméstico no cuenta con cotizaciones de salud ni previsión social (Tejada, 2022); en cuanto a la población migrante en Chile, esa constituye una condición reiterada en su vida laboral.

De este modo, las personas migrantes en Chile constituyen una fuerza de trabajo barata e informal, con incumplimiento de derechos sociales en una suerte de abuso y/o arbitrariedad y/o desconocimiento de los empleadores (Thayer, 2016), lo cual perpetúa la desregularización ante la necesidad de mano de obra foránea y flexible (Checa et al., 2003). En referencia a la madre trabajadora migrante en Chile, existen antecedentes que demuestran la discriminación racial, los despidos de embarazadas y la exposición a sustancias peligrosas (Jiménez de la Jara et al., 2010), hechos ratificados a partir de algunos testimonios aislados de madres migrantes que, por ejemplo, han renunciado a su derecho a licencia postnatal, ya sea por desconocimiento o necesidad, tensionando así sus derechos de maternidad.

De acuerdo con el último informe del Servicio Jesuita a Migrantes (2020), la precariedad laboral de la población migrante presenta importantes diferencias según la región7, entre ellas, destaca el Norte Grande, donde la informalidad laboral alcanza un 35 % versus el 26 % de la población chilena, constituyendo la zona geográfica con mayor empleo informal de extranjeros, sobre todo, aquellos provenientes de Centroamérica y países andinos (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2021; Servicio Jesuita a Migrantes [SJM], 2020). La participación laboral de hombres migrantes es mayor que la participación laboral de mujeres migrantes, sin embargo, estas últimas manifiestan porcentajes más altos de trabajos informales, precarizados y menor cobertura de seguridad social (SJM, 2020), con una ocupación del 25 % versus el 22 % de hombres ocupados en trabajos informales (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2021).

Paralelamente, se ha evidenciado que las mejoras de los espacios de crianza y de las condiciones de habitabilidad y educación de las madres surten efectos positivos en la salud de los niños y las niñas (Jimenez de la Jara, 2013; Kaempffer y Medina, 2006); que más allá de un estado de ausencia de enfermedad, involucra un completo estado de bienestar. Estos efectos positivos cobran vital importancia, dada su directa relación con el descenso de la mortalidad infantil y, de ahí, con el desarrollo socioeconómico de los países, por cuanto la mortalidad infantil constituye un indicador universal de desigualdad a su vez determinante del porvenir de los países (Allende, 1939; Morales et al., 2015).

El punto anterior se vincula con la capacidad de agencia de la madre migrante, comprendida como una acción de cambio con el fin de superar obstáculos que limitan su libertad de desarrollo para un mayor bienestar e involucra obtener mejores oportunidades económicas, de empleo, de servicios sociales, de salud, educación y vivienda, elementos que contribuyen a su independencia, aumentando su poder (Sen, 2012). En el contexto de las madres migrantes en Chile, las deficientes condiciones de asentamiento comprometen su capacidad para abordar la crianza de sus hijos e hijas.

Esa capacidad de agencia de las madres se asocia con la emergencia de las políticas de bienestar de la década de los noventa, enfocadas en la salud y la educación, con las que se fortalecieron las capacidades de la población imposibilitada de gestionar los ingresos necesarios para adquirir servicios en el mercado. De tal manera, se fomentó el progreso con el objetivo de satisfacer las necesidades básicas de vivienda; bienes para el equipamiento doméstico mínimo adecuado; infraestructura de vivienda con estándares sanitarios mínimos; acceso a la educación; y capacidad de subsistencia de los hogares de los individuos que componen la fuerza de trabajo (Martínez Franzoni, 2005).

Con todo, cabe señalar que a mediados del siglo XX en América Latina fue posible soslayar estas brechas a través de la acción de instituciones de beneficencia y, posteriormente, en la década de los setenta, mediante la intervención pública con asignaciones familiares; en la actualidad, las políticas de bienestar dirigidas al empoderamiento de la población vulnerable -dentro de la que se encuentran las mujeres migrantes-, se sostienen en el marco de economías latinoamericanas con fuerte tendencia a la estabilización en las últimas décadas (Martínez Franzoni, 2005).

Para orientar la reflexión en torno a las incertidumbres que rodean el problema de investigación se formulan las siguientes preguntas: ¿Cómo es la integración de las madres migrantes al sistema laboral en Chile? ¿Cuáles son las estrategias de crianza desplegadas por las madres migrantes como respuesta a los vínculos laborales establecidos en Chile? ¿Cómo influye la precarización laboral en las prácticas de crianza de sus hijos e hijas? Como objetivo principal se plantea analizar la influencia de la precarización laboral de las madres migrantes venezolanas, peruanas y haitianas en la crianza de sus hijos e hijas en Chile. Como hipótesis de trabajo se propone que la precariedad laboral de las madres migrantes latinoamericanas en Chile tensiona sus creencias y expectativas en torno a la crianza de sus hijos e hijas y, por ende, perfila su práctica.

Como propósito, y desde una perspectiva latinoamericana, se espera aportar al debate académico local respecto a la precariedad de los espacios de subsistencia de la comunidad migrante, relevando la existencia de un campo latinoamericano común sobre esta temática y contribuyendo a la conformación de un corpus epistemológico latinoamericano de mujeres como expresión de un «pensamiento subalterno y fronterizo» (Couriel, 2009, p.3).

2. Referente teórico

El alcance del proceso migratorio en la crianza de los hijos y las hijas de madres migrantes en Chile sugiere su análisis desde una perspectiva de género. La evidencia internacional indica que las mujeres migrantes son objeto de la devaluación de su agencia en las acciones vinculadas a la crianza, debido a la subordinación de su autonomía y las desigualdades en el contexto de los flujos migratorios internacionales (Comisión Económica para América Latina y el Caribe [CEPAL], 2003). Desde esta perspectiva, las historias de vida de las madres migrantes están acompañadas de un conjunto de prácticas sociales que las sitúan en una matriz única de dominación, caracterizada por opresiones interseccionales constituidas por la raza/etnia, clase y género, entre otras (Andersen y Hill Collins, 1998); estas, al entrecruzarse, conforman redes de interferencia como clase/etnia, clase/raza, clase/género, en donde, a mayor número de interconexiones de categorías oprimidas, se reproducirán también mayores espacios de opresión y control velado, diseñados para mantener a las mujeres en un lugar subordinado (Santibañez, 2018).

De este modo, la susceptibilidad de las mujeres migrantes a ser subordinadas y/o excluidas se explica, en parte, por la existencia de patrones institucionalizados de valor cultural que sitúan a las mujeres en una relación sustentada en la dominación y la coacción ejercida a través del imperalismo cultural (Fraser, 2012). Gramsci (2009) comprendió este imperialismo cultural como el conjunto de procesos con los cuales una sociedad dominante impone de manera hegemónica sus valores y cultura a otra sociedad, entre ellos, la persuasión y la manipulación, que, a su vez, son favorecidas por los medios de comunicación (Segovia, 2000).

A estas opresiones se suma el imperativo moral impuesto a las madres migrantes de asumir el cuidado y la crianza de sus hijos e hijas, relegándolas al ámbito familiar o de maternidad, producto de la configuración de los géneros a partir de la división sexual del trabajo (Magaña et al., 2011). Para el caso de muchas madres migrantes en Chile, esto tiene efecto en espacios estructuralmente precarios, esto es, en peores viviendas, barrios, escuelas, trabajos y trato público (Massey y Denton, 1993), lo cual se justifica en virtud de creencias comunes que cuestionan su inteligencia, sus hábitos de trabajo y sexualidad, haciéndolas vulnerables a la agresión en sus interacciones sociales cotidianas (St Jean y Feagin, 1998).

Las mujeres migrantes se convierten, entonces, en susceptibles de ser situadas bajo opresiones interseccionales, constituyéndose en víctimas del racismo, la misoginia y la pobreza (Hill Collins, 2012). Su sometimiento se perpetúa mediante relaciones asimétricas basadas en la desigualdad social de género, raza/etnicidad, clase/estatus (Fraser, 2012), orientación sexual, creencias religiosas y estatus de ciudadanía (Hill Collins, 2012). Según Hill Collins (2000, citado en Santibañez, 2018), desde la institucionalidad, esta relación de asimetría está modulada por las superestructuras sociales, dentro de las que se encuentran «escuelas, universidades, gobierno y los sistemas de salud» (p. 55), estas, a su vez, intervienen omitiendo el actuar de los mecanismos de opresión o participando de manera directa, al considerar a las mujeres como reproductoras de una población precaria, lejana al poder y requirente de protección paternalista, otorgada por instituciones creadas para ello (Butler, 2017).

Bajo ese panorama, la reflexión epistemológica sobre la crianza de hijos e hijas de madres migrantes desde un enfoque interseccional se instruye como punta de lanza, pues permite visibilizar las frágiles condiciones estructurales y económicas en que la crianza de dichos infantes tiene lugar, merman su bienestar (Fraser, 2012; Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2011) y obstaculizan las posibilidades de establecer relaciones simétricas entre una madre-mujer-migrante empoderada, autónoma y capaz de agenciar la crianza de su progenie, y su relación cotidiana con las superestructuras sociales. En efecto, es aún tarea pendiente estimular la resistencia contra aquellas opresiones interseccionales (Hill Collins, 2012), abordando las desigualdades económicas que desencadenan precariedad, dependencia y carencia de poder de las madres migrantes, de manera de permitirles «independencia y voz» (Fraser, 2012, p. 275).

3. Metodología

3.1 Enfoque

El diseño metodológico de esta investigación se fundamenta en el paradigma cualitativo, interpretativo y exploratorio a través de un proceso interactivo de construcción de la realidad entre investigador y participantes. Para su abordaje se plantea, además, un enfoque desde el interaccionismo simbólico con el fin de identificar y comprender el significado de las acciones de las personas dentro de su propio contexto social y, así, aproximarse a la comprensión de la experiencia humana, en donde las personas responden a situaciones particulares justificando su conducta, la que solo puede ser entendida desde su contexto (Polit y Hungler, 2000).

3.2 Población de estudio

El grupo de madres participantes fue definido mediante muestreo teórico intencionado, al seleccionar grupos específicos de personas que poseen y comparten características y/o perfiles en relación con el constructo teórico y el objeto de estudio, lo cual asegura la validez interna de la investigación (Santos, 2006). De ese modo, fue posible entrevistar a 39 madres migrantes, 19 de ellas corresponden a madres de nacionalidad venezolana, 11 a madres peruanas y 9 a madres haitianas, comunidades con las tres primeras mayorías migrantes al 31 de diciembre 2020 a nivel país. Asimismo, se consideró que las participantes residieran en las comunas de Santiago, Independencia y Estación Central debido a la tendiente concentración de población migrante en estas zonas de la Región Metropolitana (INE, 2021c).

Las madres migrantes entrevistadas cumplieron con los criterios de inclusión definidos para investigación, a saber: ser madre migrante de nacionalidad venezolana, peruana y haitiana; ser madre de al menos un menor de cuatro años de vida; ser usuarios del nivel primario de salud y del nivel preescolar de educación pública; contar con la mayoría de edad; conformar una familia uniparental o nuclear con pareja de su misma nacionalidad. Luego, se estableció contacto telefónico y/o presencial con las madres para explicarles el objetivo de la investigación e invitarlas a participar, así como solicitarles la firma de consentimiento informado para formalizar una entrevista posterior, a realizarse por contacto telemático, debido a la emergencia sanitaria por SARS-CoV-2.

Estas estrategias para la elección de las madres participantes permiten salvaguardar a la investigación de la ocurrencia de un sesgo de selección, por cuanto los países de origen de las madres se escogieron de manera no arbitraria, sino, sustentada en datos estadísticos y demográficos, más allá de relatos históricos o de casos que corroboren la postura epistemológica definida para esta investigación.

Esta investigación fue aprobada por el Comité de Ética Institucional de la Universidad de Santiago de Chile, mediante los Informes Éticos N.° 551/2020, N.° 363/2021 y N.° 454/2021.

3.3 Técnicas de recopilación

Como técnica de recolección de datos se aplicó una entrevista semiestructurada por parte de la investigadora, con apoyo de facilitador/intérprete en el caso de algunas madres haitianas, como medio para obtener los datos desde las propias palabras de las personas (Taylor y Bodgan, 1987).

Estas entrevistas, de aproximadamente una hora de duración, fueron realizadas entre los meses de octubre de 2021 y enero de 2022, vía telemática a causa de la emergencia sanitaria por SARS-CoV 2. La saturación de la información se consiguió una vez que los relatos obtenidos no aportaron nuevos antecedentes vinculados a las categorías de análisis definidas u otros hallazgos de interés para esta investigación.

3.4 Procesamiento de análisis

Las 39 entrevistas fueron transcritas y analizadas manualmente mediante la técnica de análisis de contenido de los relatos (Flick, 2007; Taylor y Bodgan, 1987) y la observación de las acciones y el lenguaje no verbal durante la entrevista, con lo cual, se detalla el contexto y las escenas importantes para las involucradas, quienes proporcionan una descripción íntima de la vida social (Taylor y Bodgan, 1987). Los relatos de las 39 madres migrantes se identifican con la inicial del término Entrevistada (E) y la inicial del país de origen de la madre, seguido del número correlativo de la entrevista, ejemplo: EV1.

Siguiendo a Strauss, se plantearon a priori dos categorías de análisis derivadas de la pregunta de investigación (Polit y Hungler, 2000), que se analizarán por medio de la codificación temática de los relatos de las distintas informantes; esto permite comparar los datos obtenidos según el estudio de distintos casos (Flick, 2007). Dentro de estas categorías se encuentran las experiencias de las madres migrantes en el sistema laboral chileno y la influencia del trabajo precario en la crianza de sus hijos e hijas en Chile.

Los relatos brindados por las madres migrantes fueron leídos una y otra vez, con el fin de identificar significados, alcanzar su comprensión más profunda y hacer evidente lo invisible en un permanente proceso de conjetura, corrección, modificación, sugerencia y defensa de los datos y sus relaciones (Morse y Field, 1995), y, con base en estos hallazgos, construir categorías centrales para teorizar en torno al fenómeno, de acuerdo con los objetivos de investigación.

4. Resultados

Los relatos de las madres entrevistadas exponen su ingreso a un escenario laboral flexibilizado, en el que son objeto de vulneraciones tales como el incumplimiento del pago de sueldos e imposiciones, la explotación laboral y la ausencia de formalización de los contratos laborales. Estos hallazgos coinciden con algunas investigaciones de Altamirano y Millaleo (2015); Bonhomme (2015a); Millaleo (2015); y Tijoux (2012), donde los testimonios de vida aportados por mujeres migrantes peruanas en Chile retrataron experiencias de precarización y vulneración laboral, manifestadas en la ausencia de contratos de trabajo y otros abusos.

De esta forma, las relaciones de trabajo se construyen en torno a la superposición del género, la nacionalidad y la clase de las madres migrantes; esto propicia una condición de mayor riesgo respecto de las trabajadoras chilenas. Por tanto, el constituirse como sujetos de explotación (Thayer, 2012) perfila medios de subsistencia para las madres migrantes en Chile, cuyo trabajo se vuelve frágil y menos confiable (Bauman, 2003):

Sí, aquí en Chile comencé trabajando de noche y después me cambié para el día porque había una señora que se aprovechaba mucho, porque yo aprendo muy rápido las cosas, las observo y las aprendo. Entonces, después se estaban aprovechando y decían: «la cabra chica8 es buena para la pega9», y terminaba haciendo toda la pega. (E. P. 9., 2 de diciembre de 2021)

Sí, porque me había dicho que empezaba a una hora y la primera semana empezaba bien, empezaba de 9:00 a. m. y salía a las 9:00 p. m., pero luego entraba a las 9:00 y salía a las 12:00 p. m., dependiendo de porque había mucha gente. Me dijeron que me iban a subir el sueldo, no me lo subieron. (E. H. 4., 25 de noviembre de 2021)

La literatura refrenda las experiencias de abuso hacia mujeres migrantes cuando son expuestas a hostigamiento laboral durante su periodo de embarazo como producto de la precarización laboral (Jimenez de la Jara et al., 2010). En esta investigación, las lesiones a los derechos laborales maternales se demuestran en reportes de sobrecarga laboral y física, acompañada de privación de descanso durante el embarazo, la renuncia voluntaria a la licencia postnatal por motivos económicos y la cancelación de la promesa de contrato de trabajo al informar el embarazo:

Cuando estaba embarazada, era demasiada presión, la señora nunca estuvo de acuerdo que yo estuviese embarazada… me mandaba a hacer cosas exageradamente … yo no me podía sentar y, si yo comía, tenía que pararme, no reposaba … y llegó la jefa mía y me dijo: «¿Qué tienes que estar sentada? ¡Debes estar haciendo algo!», y me mandó a hacer algo. (E. V. 17., 2 de diciembre de 2021)

A mí no me convenía la licencia porque yo recibía 80 000 al mes, a veces recibía 20 000, 50 000 al mes y eso a mí no me alcanzaba para nada. Yo preferí volver a trabajar, no pedí la otra licencia de los 3 meses que me correspondía. (E. P. 11., 7 de diciembre de 2021)

Cuando supieron que ya tenía la visa y que ya la visa me la iban a entregar me dijeron que yo ya no podía seguir trabajando porque yo entré embarazada … y ahí me fui. (E. H. 4., 25 de noviembre de 2021)

Sin embargo, existen también buenas experiencias de integración al sistema laboral, lejos de maltratos. Estos resultados se condicen con informes de otras investigaciones de Bonhomme (2015a; 2015b); Correa (2015); y Stefoni y Bonhomme (2015), quienes estudiaron los casos de mujeres peruanas migrantes dedicadas al trabajo doméstico en Chile y hallaron la intercalación de malas y buenas experiencias laborales, entre las cuales destacó como elemento positivo la relación con el grupo familiar para el cual trabajaban, sustentada en la confianza y la flexibilidad para el cuidado de sus hijos e hijas:

Si bien no tomé el prenatal, aun así, ellos me dieron la licencia y todo. Y cuando tenía control y me tocada trabajar ella me decía que sí, que no había ningún problema y que, dependiendo de cómo me sintiera, fuera a trabajar, sino, que me quedara en la casa a descansar. Mi jefa es chévere. (E. V. 14., 25 de noviembre de 2021)

Dichos discursos de valoración positiva se presentaron en narraciones de entrevistadas venezolanas y peruanas, pero llama la atención que no fue así en los relatos de las madres haitianas, ninguna refirió experiencias laborales satisfactorias desde su llegada al país. Si bien, muchas madres migrantes venezolanas, peruanas y haitianas dijeron haber sufrido discriminación, de manera transversal se observan algunas diferencias. En otras palabras, pese a que las mujeres venezolanas y peruanas han sido víctimas de actos discriminatorios relacionados con maltrato y ofensas verbales, las mujeres haitianas, además, han recibido muestras explícitas de agresión física en el espacio público, en donde se alude a su nacionalidad y color de piel como justificación; esto fue referido tanto por ellas como por las madres peruanas y venezolanas, testigos de tales actos:

Sí, por ejemplo, yo tengo 5 años trabajando ahí desde que llegué y hay muchas personas que me preguntan de dónde soy, yo les digo que de Venezuela y me han dicho que no quieren que los atienda yo, porque soy migrante, que quieren hablar con chilenos, y han sido groseros. (E. V. 4., 26 de noviembre de 2021)

En situaciones de trabajo con algún cliente, por ejemplo, me decían: «claro, peruana tienes que ser.» (E. P. 6., 26 de noviembre de 2021)

No, porque ahorita donde yo estoy hay una señora que es complicada, ella se mete más con los haitianos, dice que son unos ladrones. (E. V. 15., 30 de noviembre de 2021)

Sí, fue mucho y también porque uno va trabajando en la calle y hay una persona con problema mental que me pegó cuando yo estaba limpiando el parque. Me pegó con algo en la cabeza y yo le dije a mi jefe y me dijo: «sí, si son así.» (E. H. 3., 24 de noviembre de 2021)

Desde una perspectiva interseccional, el color de piel asociado a la raza negra, a la vez, se vincula con las dimensiones de género y clase y ubican nuevamente a las madres haitianas en un espacio de alteridad y subalternidad, convirtiéndolas en sujetos de ofensa y discriminación, a diferencia de las madres migrantes venezolanas y peruanas, quienes, pese a también sufrir algunas experiencias discriminatorias, son favorecidas por el color de piel que las sitúa en un lugar de privilegio.

Esta diferencia se hace aún más evidente en el caso de las madres venezolanas y peruanas profesionales, pues refieren no haber sido nunca víctimas de prácticas discriminatorias desde su llegada al país, en tanto juega a su favor, a la par de la raza, su pertenencia a un grupo privilegiado en sus países de origen, dada su educación superior; esto las erige en un lugar social particular entre las madres migrantes y las aleja de la posibilidad a ser discriminadas. De este modo, para las madres haitianas, sus cuerpos y color de piel representan la realidad inmodificable que las configura como otredad desde su nacimiento, por cuanto la extrañeza del cuerpo está en el cuerpo mismo y en el color de la piel que vuelve extraño al cuerpo extranjero (Tijoux, 2012) y sirve de marca que distingue, diferencia y jerarquiza (Stefoni y Bonhomme, 2015).

Respecto a otras experiencias de discriminación, las madres migrantes venezolanas son las únicas que reclaman la falta de reconocimiento a su aporte a la sociedad chilena, en virtud de su integración al sector productivo a través del pago de impuestos y cotizaciones, lo cual implica el disfrute de derechos no gratuitos, sino resultantes de su trabajo. Este menosprecio del inmigrante como un sujeto productor dentro de la sociedad de destino equivale a un obstáculo para su integración, en tanto son reconocidos como meros productores de bienes y servicios (Tijoux, 2012). En efecto, este reclamo estaría explicado por el hecho de que los migrantes construyen un vínculo de pertenencia con la sociedad receptora mediante el trabajo y eso les permite resignificarse como agentes contribuyentes a la producción de la sociedad (Tijoux, 2012):

Todo lo que tengo acá, lo poco que tengo, ha sido gracias a mi esfuerzo, yo pago impuestos, cotizo en la AFP, igual, pago FONASA10, como cualquier chileno promedio, yo vivo arrendado, o sea, a mí no me han dado una casa propia, yo pongo mi RUT en una página de beneficios y no sale nada. (E. V. 9., 11 de noviembre de 2021)

Otro aspecto reportado por las entrevistadas es la escasa disponibilidad de redes de apoyo para abordar la crianza de sus hijos e hijas mientras ellas asumen sus responsabilidades laborales. Esto las obliga, en muchos de los casos, a abandonar sus trabajos priorizando su rol reproductor por sobre su rol proveedor, en una suerte de desconexión entre las madres migrantes y la comunidad en general. Es decir, ante estas necesidades no resueltas, deciden centrar sus acciones en el mundo privado a fin de velar por la crianza, la seguridad y el refuerzo escolar de sus hijos, más allá del trabajo remunerado y sus beneficios económicos. Dicho accionar, consecuentemente, obstruye su integración al mercado laboral de la sociedad chilena:

10 En Chile, El Fondo Nacional de Salud (FONASA) corresponde a un seguro orientado a satisfacer necesidades de salud de sus asegurados, entregando cobertura financiera de las prestaciones de salud en el sector público y privado, y resguardando un eficiente manejo financiero del sector público de salud. (ChileAtiende, s.f.).

No me ha importado dejar trabajos por mis hijas, por cuidarlas. Una vez se me enfermó la pequeña y no me quisieron dar permiso y yo me fui. (E. V. 7., 7 de noviembre de 2021)

Estaba trabajando haciendo limpieza, pero como me citaron porque mi hijo estaba bajando las notas, dije no, de algún lado va a salir algunas monedas, pero no, prefiero los estudios de ellos, que sean alguien. (E. P. 5., 23 de noviembre de 2021)

Entonces, ahí ya no volví a buscar trabajo, me quedé en casa con mi hija porque me impedía trabajar por ella, porque ella entró recién al jardín este año y yo era sola, no tenía con quién dejarla. (E. H. 4., 25 de noviembre de 2021)

En el día a día de la crianza de hijos e hijas de madres migrantes, es reconocido que, en repetidas ocasiones, el cuidado se delegue a otras mujeres que prestan ese servicio en sus propios hogares. Esta opción informal involucra el trabajo doméstico en una relación entre dos partes, donde el cuido se cede a personas ajenas a la familia, de manera remunerada o no remunerada (Aguirre, 2000; Arriagada y Moreno, 2012), y es ejercida, en su mayoría, por mujeres también migrantes, quienes actúan como alternativa a la institucionalidad y como forma de suplir las redes de apoyo familiares inexistentes. Las cuidadoras, a su vez, comparten el tiempo dispuesto para sus propias familias con la atención prodigada a hijos e hijas ajenos mientras sus madres trabajan (Tijoux, 2012). Estos hallazgos encuentran asidero en una investigación de Correa (2015), que mostró que las madres migrantes peruanas pagaban por el cuidado informal de sus hijos e hijas como una práctica cotidiana de subsistencia, por cuanto les permitía la continuidad laboral:

Yo trabajo en la mañana muy temprano porque yo vendo desayunos. Salgo a trabajar las 5:00 a. m., dejo a mi hijo con una muchacha y ella me lo entrega cuando ya lo voy a llevar al jardín. Lo entrego al jardín y después sigo trabajando y lo voy a buscar a las 3:30 p. m., hasta esa hora ella se queda con él y el niño duerme toda la mañana, incluso, a veces lo voy a buscar y todavía está dormido. (E. V. 17., 2 de diciembre de 2021)

Esta aparición de alternativas de cuidado distintas a las institucionales y familiares son favorecidas por la proporción de hogares monoparentales a cargo de mujeres migrantes o familias nucleares conformadas por mujeres que trabajan y combinan precariamente el cuidado de su familia y el trabajo fuera del hogar (Arriagada y Moreno, 2012). De ahí, la precariedad y la devaluación de las nuevas condiciones de vida de las madres migrantes alteran el concepto ideal de crianza aprendido en su país de origen y frustran el cumplimiento de sus expectativas de ser una buena madre en el contexto de su proyecto migratorio (Ugarte, 2021):

Cuando terminó la cuarentena traté de reintegrarme a mi trabajo, pero mi hijo, como era muy bebito, nunca me recibió el biberón, la leche, no… lloraba mucho… y cuando me enteré de todo eso, yo me sentí muy mal, así que quise dejar de trabajar y mi jefa fue ahí cuando me dijo que me podía aceptar con mi hijo. (E. P. 11., 7 de diciembre de 2021)

Según dan cuenta los hallazgos mencionados, las madres migrantes, en razón de asegurar su subsistencia, acceden a condiciones laborales en que, de manera simultánea, comparten la responsabilidad de responder tanto a su trabajo como a la crianza de sus hijos e hijas y/o el cuidado doméstico, en una suerte de doble presencia, propia de las sociedades industrializadas (Ruiz-López et al., 2017). Este concepto de doble presencia fue propuesto por Laura Balbo en la década de los setenta y fue definido por la Organización Internacional del Trabajo (s.f.), como uno de los más importantes factores de riesgo psicosocial de las mujeres asalariadas, con efectos en la salud ligados a estrés, ansiedad, depresión y problemas osteomusculares, a causa del aumento de las cargas de trabajo que desestabilizan el balance entre la vida y las obligaciones laborales (Ramos, 2008).

Lo anterior concuerda con una investigación de Ugarte (2021), enfocada en madres venezolanas asentadas en Nueva York, quienes presentaron los efectos propios de una movilidad descendente y la devaluación de sus capitales, producto de la migración y que, dada la pérdida de sus redes de apoyo, se vieron obligadas a asumir la mayor parte del trabajo doméstico y de crianza, incluso cuando trabajan fuera de casa, asumiendo una doble carga. De este modo, se agrega a las precariedades de asentamiento de las madres migrantes una especie de pobreza de tiempo, ante el apremio de cumplir múltiples obligaciones a la vez, en el cual se transa su subsistencia y la de sus familias.

Así, en la figura de las madres migrantes se trenza la figura de una mujer trabajadora emancipada que, al mismo tiempo, cumple con las prácticas tradicionales de género y parentesco: ser madre y esposa (Gonzálvez, 2015). Esto favorece el establecimiento de atenciones pagadas de cuidado, configurando las cadenas globales de cuidado (Arriagada y Moreno, 2012), las cuales tienen lugar tanto al interior de las fronteras chilenas como de manera transnacional y dan espacio a la creación de vínculos a través del mundo, basados en el trabajo de cuidado pagado o no pagado (Hochschild, 2000 citado en Gonzálvez, 2015, p. 32). En tal escenario, otras mujeres, representadas por madres, hermanas y suegras de las mujeres migrantes, se encargan del cuidado de los hijos e hijas dependientes que quedan en origen.

Desde esa mirada, las madres migrantes en Chile comparten la responsabilidad de mantener los vínculos de parentesco más allá de las fronteras chilenas, pues asumen la responsabilidad del cuidado y la provisión de recursos según su rol de madres, hermanas o hijas y otras redes de parentesco, aunque ellas no estén físicamente presentes. Con el envío de «remesas, bienes, cuidados y afectos de manera transnacional con sus países de origen» (Gonzálvez, 2016, pp. 43-52), las madres migrantes viven multimodalmente en diferentes lugares, acrecentando sus responsabilidades y manifestando la precariedad y la desigualdad subyacente.

Aun cuando las madres migrantes entrevistadas expresaron profundos sentimientos en razón de priorizar su rol de proveedora que da paso a una madre trabajadora y al aporte de su autonomía para su agencia como mujer y madre, también reconocieron las tensiones surgidas de dicho empoderamiento, manifestadas en la culpa, la frustración, el miedo, la preocupación, la tristeza y la soledad involucrados al delegar el cuidado de sus hijos e hijas en un país extraño y alejadas de sus redes de apoyo, todo lo cual acrecienta sus angustias (Ansion y Merali, 2018). Varias de ellas describieron la acción de delegar la crianza como un mal necesario y tratan de compensar que «otra persona lo está criando» (E. P. 11. 7 de diciembre de 2021) mediante constantes demostraciones de amor en sus relaciones cotidianas con sus hijos e hijas:

Es muy doloroso saber que a tu hijo lo vas a dejar con alguien más, la verdad es que sufres mucho. Por eso, cuando yo llego trato de darle mucha atención, mucho amor, decirle que lo quiero, que lo amo, pedirle mucho a Diosito que también lo cuide, y eso. (E. P. 11., 7 de diciembre de 2021)

En suma, se configura una representación de madre que obtiene la satisfacción del trabajo remunerado respecto a su rol de proveedora, pero que, conjuntamente, sufre ante la imposibilidad de dedicar el mayor tiempo posible a la crianza de sus hijos e hijas. Lo dicho se atribuye a las carencias económicas que se ven obligadas a solventar trabajando durante extensas jornadas, las cuales afectan sus expectativas en torno a la crianza en el contexto de su proyecto migratorio, en un país donde se espera que «criemos a los hijos como si no trabajáramos y que trabajemos como no tuviéramos hijos» (E. V. 11., 23 de noviembre de 2021).

5. Conclusiones

Cada una de las madres migrantes entrevistadas construyen la crianza de sus hijos e hijas a partir de su propio nuevo espacio social en Chile como sociedad de destino; ahí, se conjugan oportunidades, amenazas, dificultades y otras externalidades que ellas identifican y seleccionan con el principal fin de una vida mejor. Desde ese lugar, la integración laboral de las madres migrantes dibuja las prácticas de crianza, con base en una negociación permanente entre la subsistencia y la mantención de vínculos y acervos culturales; en esta danza cotidiana, las madres despliegan distintas estrategias para llevar a cabo la crianza, haciendo un uso eficiente de sus disponibilidades materiales y de sus exiguas redes de apoyo de manera ágil y dinámica.

Respecto a los espacios de subsistencia, por un lado, la precariedad laboral, la discriminación y la ausencia de redes de apoyo para el cuidado de sus hijos e hijas obligó a algunas madres entrevistadas a abandonar el sistema laboral, porque resultaba imposible compatibilizar sus actividades productivas con la crianza; esto resalta el rol de madre vinculado a acciones reproductivas por sobre las productivas. Por otro lado, desde la vereda de las madres migrantes remuneradas, estas presentaron transversalmente un patrón de integración a la sociedad chilena caracterizado por discriminación y precariedad laboral, en concreto, el incumplimiento del derecho laboral maternal durante su periodo de embarazo como respuesta a las diferencias étnicas y raciales.

Luego, las experiencias positivas se traducen en la posibilidad de acceder a un buen trabajo, en tanto sea compatible con el cuidado y la crianza de hijos e hijas. Sin embargo, en algunos casos, la doble presencia que implica esta simultaneidad de responsabilidades es resignificada por las mismas mujeres como una condición positiva para aceptar un trabajo en migración, más que un factor de vulnerabilidad psicosocial.

Otras de las madres entrevistadas pertenecientes a las tres nacionalidades, ante la ausencia de redes de apoyo, revelaron el uso de servicios informales y remunerados de cuidado que conforman nuevas cadenas globales de cuido, con el objetivo de permanecer dentro del sistema productivo; tales acciones erigen nuevas formas de vulnerabilidad para las madres migrantes. Si bien, esta alternativa facilita el desempeño laboral de las madres migrantes, también tensiona sus ideales en torno a la crianza, desencadenando la frustración respecto de su proyecto migratorio junto a su progenie.

Cabe señalar que las experiencias laborales satisfactorias estuvieron ausentes de todo relato aportado por las madres haitianas entrevistadas. Además, ellas expusieron episodios de discriminación y violencia que exceden el espacio simbólico, llegando incluso a la agresión física y verbal hacia ellas mismas y sus hijos e hijas en los espacios públicos. Como respuesta a tales afrentas, estas madres despliegan estrategias cimentadas en la desestimación, lo cual explica la omisión de ese tipo de vivencias en su narrativa como una forma de resistencia a los devenires iniciados ya desde el periodo de gestación, sacrificio que se justifica para alcanzar la ansiada vida mejor.

Como contrapunto, únicamente las madres venezolanas reclaman su resignificación como trabajadoras insertas en la sociedad chilena para así abandonar la imagen de mujeres migrantes receptoras de beneficios sociales. Este hecho tiene una explicación desde la interseccionalidad: en las madres haitianas se entrecruzan las dimensiones de género, raza y clase, lo que las ubica en un lugar de mayor subalternidad y representación de otredad, mientras tanto, las madres venezolanas, dada la blancura de su piel, son ubicadas en un lugar de mayor valoración social y eso facilita su integración y las hace sujeto de menor discriminación.

A diferencia de las madres trabajadoras chilenas, las madres migrantes entrevistadas vivencian la integración laboral en una sociedad chilena en ocasiones hostil, donde, además, deben enfrentar las diferencias culturales en un contexto de desarraigo, desinformación y devaluación de sus capitales. Esta vulneración se hace extensiva a sus hijos e hijas desde la gestación, en tanto la informalidad laboral las obliga a renunciar a sus derechos de maternidad, abandonar el sistema productivo, aspirar a la doble presencia entre sus hogares y el trabajo o delegar el cuidado de sus hijos e hijas en pro del proyecto económico vinculado a la migración; todo ello desfavorece el ideal de crianza, en tanto en él se transa la subsistencia familiar, algunas veces más allá de las fronteras chilenas. En estas negociaciones se evidencia la devaluación de las madres migrantes en razón de las dimensiones de género, clase y raza que, asimismo, modulan la intensidad de estas transacciones, ubicando a las madres migrantes en un lugar de subalternidad social, intensificado en el caso de las madres haitianas, por cuanto en ellas se corporiza la mayor representación de otredad.

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Notas

2 Al 31 de diciembre de 2020, se estimó que, del total de personas extranjeras residentes en Chile, 744 815 son hombres y 717 288, mujeres; el 48,0 % de la población estimada se concentra entre 25 y 39 años (IINE, 2021a).
3 Según el Instituto Nacional de Estadísticas, en el año 2018 hubo en Chile un total de 221 731 nacidos vivos, es decir, 2545 bebés más en relación con 2017, cifra que rompe la tendencia hacia la baja en el número de nacimientos de los últimos cuatro años. De ellos, un 14 % nació de madres extranjeras, lo que indica un crecimiento respecto al año anterior, cuando el porcentaje de hijos de madres extranjeras alcanzó el 9,3 % (INE, 2021b).
4 En el año 2018, del total de madres extranjeras, las mujeres de origen haitiano fueron quienes más nacimientos aportaron (21,1 %), seguidas de las mujeres peruanas (14,7 %). A su vez, las regiones del extremo norte, Tarapacá (33,7 %), Antofagasta (28,5 %), Arica y Parinacota (22,8 %), más la Región Metropolitana (21,0 %), concentraron el mayor porcentaje del total de nacimientos de hijos e hijas de mujeres extranjeras (INE. 2021b).
5 Según la encuesta CASEN (2017), la incidencia de la pobreza por ingresos es mayor en la población nacida fuera de Chile que en la nacida en Chile. El 10,8 % de la población nacida fuera de Chile se encuentra en situación de pobreza por ingresos, mientras que, entre la población nacida en Chile esta cifra es del 8,5 %. El 5,5 % de la población en situación de pobreza nació fuera de Chile y el 7,9 % de la población en extrema pobreza nació fuera de Chile (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2020).
6 Respecto a la pobreza multidimensional existen diferencias significativas entre hogares con jefe/a de hogar nacido/a en Chile y con jefe/a de hogar nacido/a fuera de Chile en todos los indicadores de pobreza multidimensional, las cuales incorporan las dimensiones de educación, salud, trabajo y seguridad social, vivienda y entorno, y redes y cohesión social. Además, el 5,1 % de la población en situación de pobreza multidimensional nació fuera de Chile (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2020)
7 La encuesta CASEN 2020 en pandemia indicó que en la región de Tarapacá el 32 % de la población migrante residente se encuentra en situación de pobreza (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2021).
8 En Chile, la expresión cabra chica corresponde al femenino de cabro chico, expresión utilizada para referirse a un niño (Etimologías de Chile, s.f.).
9 En Chile, la expresión pega es utilizada para referirse al trabajo, profesión u oficio (Diccionario Chileno, s.f.).
10 En Chile, El Fondo Nacional de Salud (FONASA) corresponde a un seguro orientado a satisfacer necesidades de salud de sus asegurados, entregando cobertura financiera de las prestaciones de salud en el sector público y privado, y resguardando un eficiente manejo financiero del sector público de salud. (ChileAtiende, s.f.)
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