Evolución demográfica del Camp de Tarragona (Cataluña, España) 1570-1880: las grandes crisis de mortalidad

Demographic changes in Camp of Tarragona (Catalonia, Spain) 1570-1880: the great crisis of mortality

Margarita Gonzalvo-Cirac1, Josep Fàbregas-Roig2 y

Judit Vidal-Bonavila3






Recibido: 08 abr, 2016 Corregido: 02 jun, 2016

Aprobado: 19 jun, 2016




1. Introducción

En 1953 Louis Henry publicó en la revista francesa Population, un artículo titulado "Une richesse démographique en friche: les registres paroissiaux" donde llamaba la atención sobre una fuente de gran riqueza: los registros parroquiales o sacramentales. En estos libros se recoge información sobre los que nacen y mueren.

La mortalidad ha sido considerada un factor decisivo en la evolución demográfica y económica de las poblaciones antiguas (Flinn, 1974; Gonzalvo-Cirac, 2015; McKeown, 1978; Pérez, 1980; Woods, 2000; Wrigley y Schofield, 1981), en especial la mortalidad de crisis. Durante uno o varios años la mortalidad se elevaba por encima de su nivel normal, atacando ciudades y campos. La llamada también mortalidad catastrófica hacía bascular la economía de la zona asignándole un importante papel principal en la historia de la población, y en el desarrollo y evolución geográfica, social y cultural de la zona (Gómez, 1992; Livi, 1988; Nadal, 1984; Muñoz, 2005).

Las crisis podrían haber sido el resultado de una sucesión de años malos: cuando varias cosechas catastróficas agotaban todas las reservas y los precios se disparaban (Tandeter y Wachtel, 1984) o por enfermedades o guerras (Pérez, 1988). En los momentos de crisis, era normal que las zonas urbanas sufrieran con más intensidad y frecuencia la mortalidad de crisis. Con altas densidades de población, más abiertas a las influencias exteriores que el campo, soportaban con más fuerza las crisis mortíferas. El flujo continuado de entradas y salidas de gente, ligados a su propia actividad económica y su intenso comercio, favorecía la multiplicación de los contactos y la difusión de las enfermedades infecciosas. El propio crecimiento económico aumentaba en cierto modo la gravedad de las crisis infecciosas en siglos en los cuales la capacidad del hombre para luchar contra este tipo de mortalidad era bastante limitada (Livi, 1968).

Empero, ¿fueron las crisis de mortalidad y la falta de salud lo que incentivó la evolución de la población en el Camp de Tarragona como en Suecia? ¿Qué papel tuvieron estas en el proceso de crecimiento de la población?

En el modelo de crecimiento de la población sueco aparece como determinante el papel de la mortalidad (Livi, 1988, 1990). Las variaciones en las tasas de crecimiento están determinadas por mejoras en la esperanza de vida. Para Inglaterra será la nupcialidad, y con ella la natalidad, el componente demográfico principal que determine los cambios en el crecimiento de la población. No se encontró correlación entre medidas agregativas de mortalidad y cambios en la economía. Los momentos de epidemias son independientes de la actividad económica y no se pudo demostrar una relación causal entre la alimentación, morbilidad y mortalidad, como suponía McKeown (1978).

El modelo francés, en cambio, representa un comportamiento entre las dos tipologías anteriores. Durante los siglos XVII y XVIII la mortalidad frenó el aumento de la población, buscando un equilibrio con el sistema económico imperante. Sin embargo, Dupâquier (1979) cuestiona la prioridad de la mortalidad en el crecimiento de la población francesa y justifica que por lo menos la parte septentrional francesa sigue otra pauta; probablemente la explicación del crecimiento de la población no es tanto por las crisis demográficas y de mortalidad, sino por la rigidez del sistema económico, el cual no favorece que la variable nupcialidad se mueva de forma independiente a los recursos materiales, culturales, sociales, etc. (Livi, 1990). Por otra parte, la conclusión más evidente es que el mecanismo de crecimiento de población utilizado por Italia depende de las regiones analizadas (Pozzi, Breschi y Rettarioli, 1996). El Piamonte parece aproximarse al crecimiento Sueco; La Toscana muestra semejanzas con el inglés. El Veneto y la Lombardía se asemejan al modelo francés, una combinación de variaciones en su crecimiento entre las tasas de fecundidad y de mortalidad. El modelo español está poco estudiado. Además, hay pocos estudios todavía sobre los mecanismos de crecimiento de la población catalana y la historia ha dejado su huella en cada una de las regiones que forman la península. Muy probablemente, el crecimiento de la población española en los siglos analizados sea semejante al modelo italiano: depende de cada una de las regiones que la forman.

Cataluña, la zona nordeste española, tiene características similares a las del sur francés. El Camp de Tarragona, al sur de Cataluña, era de hábitat más bien concentrado. En torno a dos pequeñas ciudades se aglutinaban las funciones preurbanas: Tarragona (cabeza del arzobispado más importante de Cataluña) y Reus (sede de una artesanía y comercio florecientes y fundamento del crecimiento más intenso del siglo XVIII en la región), las cuales se disputaron la capitalidad de la zona. Valls, la tercera parroquia de importancia, estaba situada algo más al interior y organizaba su propia zona comercial. La evolución histórica de la zona contiene varias crisis graves de mortalidad. En esta investigación analizaremos y contestaremos a las preguntas siguientes: ¿fueron las crisis de mortalidad y la falta de salud lo que incentivó la evolución de la población en el Camp de Tarragona?; ¿qué papel tuvieron estas en el proceso de crecimiento de la población?

2. Antecedentes Teoricos

En Tarragona, a finales del siglo XVI, se podía divisar una amplia llanura abierta al mar Mediterráneo, muy poblada, cultivada y bien comunicada con el interior de Cataluña. Todo el Camp de Tarragona conoció pronto una amplia expansión comercial que impulsó una intensa especialización agraria sostenida durante la segunda parte de la Edad Moderna: una importante actividad en torno al vino, los aguardientes, la seda y, desde finales del siglo XVIII, los frutos secos (Navarro, 1981; Recasens, 1998). Según los Fogatges o recuentos de población y los censos, el Camp no llegaba a los 20.000 habitantes a finales del siglo XV, mientras que en 1877 tenía más de 140.000. La población se multiplicó por siete su población entre ambos períodos. La evolución de la población sufre un decrecimiento desde mitad del XVI y hasta mitad del XVII. Desde 1650 y hasta aproximadamente 1820 la tendencia al crecimiento de la población es bastante constante y positiva. Durante el siglo XIX comienza a descender la población en el Camp, aunque a finales del siglo XIX, hacia 1880, hay un aumento considerable de crecimiento de la población en torno a Reus y Valls.

La variable demográfica mortalidad la utilizaremos para el análisis de los efectos demográficos de las crisis. Los datos se obtuvieron de los registros parroquiales, pero ¿qué se tomará en cuenta como variable económica?: ¿los precios (Tandeter y Wachtel, 1984)?; ¿los salarios (Tello, Vicedo y Garrabou, 1993)?; ¿el trigo (Muñoz, 1990, 1991, 2005)?; ¿la falta de alimentos y el hambre?; ¿la falta de nutrientes (McKeown, 1978)?; ¿o alguna variable climática o geográfica?

En los años 1960 la investigación historiográfica de los precios en Europa, a pesar de los frutos que había dado, parecía encontrarse en un callejón sin salida (Tandeter y Wachtel, 1984). A pesar de todo, tanto las series de precios como las de mortalidad siguen acercándonos a la historia social y económica. Mientras en algunos lugares de Europa hay referencias directas de fallecimientos por hambre, en el Camp de Tarragona el detonante de la mortalidad fue una mezcla de factores por enfermedades infecciosas y otras variables, como la falta de agua o los alimentos. En esta investigación optamos por elegir la sequía como indicador indirecto de los momentos de stress económico y falta de salud.

Aunque las prolongadas sequías y las malas cosechas no fueron las únicas causas de mortalidad, no cabe duda que insuficientes lluvias anuales, recolecciones deficitarias, los altos precios del pan, la mala calidad del agua para el consumo humano y los fuertes calores en verano afectaron a la población, especialmente las clases más necesitadas. Los pobres, los niños y los ancianos formaban los grupos más vulnerables, los cuales engrosarían con más probabilidad el número de fallecidos en los años de escasez extrema de agua. La sequía estuvo presente en numerosas ocasiones en tierras tarraconenses a lo largo de más de tres centurias, pero ¿explican las sequías las crisis de mortalidad que encontramos en el Camp de Tarragona? ¿Son las crisis el factor decisivo del empuje demográfico y económico de la zona?

Las investigaciones sobre mortalidad en Tarragona son pocas y de reducido alcance. Estas describen unos niveles precozmente bajos de mortalidad. Autores como Nadal (1984), Vidal (1985), Pérez (1980, 1988), Arango (1987), Reher e Iriso (1989), Muñoz (1990, 1991, 2005), Tortella (1995), Cabré (1999), Devolder, Nicolau y Panareda (2006), entre otros, han generado consenso de los descensos de la mortalidad y de la fecundidad en Tarragona. Otras investigaciones afirman que las diferentes zonas que conforman la Península están muy diferenciadas espacial y regionalmente; las mayores diferencias provinciales se encuentran a finales del siglo XIX y principios del siglo XX (Blanes y Spijker, 2011; Gonzalvo-Cirac y Gil-Alonso, 2012). También encontramos trabajos de investigación más locales, como un conjunto de tesis elaboradas en la Facultad de Medicina de Tarragona sobre enfermedades concretas y su evolución, la mayoría bajo la dirección del Dr. Corbella, además de otras tesis publicadas y dirigidas por el Dr. Luis Navarro sobre demografía histórica: de Francesc Olivé (1981) sobre Valls; de Rosario Lozano (1995), sobre la ciudad de Tarragona en el siglo XVII; sobre Reus y otros pueblos del Baix Camp de Joan Morell y Josep Torredemè y de Antonio Moreno. Sin embargo, las publicaciones de investigación sobre estudios territoriales, geográficos, mortalidad y salud son claramente insuficientes para comprender las claves del descenso de la mortalidad histórica en Tarragona, aunque han hecho avances en cuanto a la información y el conocimiento sobre el tema (Gonzalvo-Cirac, 2011).


3. Materiales y Métodos

El estudio demográfico de la mortalidad y la salud del pasado se enfoca dentro de la metodología y la temática propias de la demografía histórica. Los datos utilizados hacen referencia a la población del Camp de Tarragona (procedente de los fogatges y censos del período analizado) y a las defunciones (extraídas de los registros parroquiales).

El análisis descriptivo de la mortalidad se ha realizado a través de los principales indicadores demográficos básicos. Para el estudio de las crisis de mortalidad se utilizó el método Dupâquier (1979), óptimo para medir la intensidad de las crisis en general, y el índice de Flinn (1974), que permite medir la intensidad de la crisis durante todo un periodo de tiempo, lo cual hace más fácil la comparación entre países y períodos.

Estos dos métodos de demografía histórica son los únicos que miden con precisión las crisis de mortalidad en relación con la evolución de las defunciones y de la población. Por otra parte, los avances importantes en esta disciplina han sido resultado de una combinación de fuentes disponibles y originales, y de metodologías para tratarlas. En este caso, los libros de defunciones de los registros parroquiales son de gran importancia. Quizá los estudios sobre la población del pasado han avanzado poco, pues se han visto marcados por necesidades presentes y futuras: los comportamientos de la población actual y cierta curiosidad sobre la evolución futura.

Los grandes métodos de investigación Back Projection e Inverse Projection u otros similares son difíciles de aplicar a los datos encontrados en Tarragona. Cuando Wrigley (2004) y Wrigley y Schofield (1981) relanzaron la investigación demográfica mostraron una reconstrucción de la población inglesa a partir de los registros parroquiales utilizando series vitales agregadas –como esta investigación-. Sin embargo, la calidad de las fuentes en Inglaterra es distinta que en España; la movilidad de la población es mayor y el objetivo de su investigación estaba próximo a un trabajo interdisciplinar entre economía e historia.

Para la elección de la metodología no se consideró tanto la técnica, sino la validez de los datos de origen: el registro de defunciones (Pérez y Reher, 1988). Los métodos elegidos ‒Dupâquier y Flinn‒ animan al estudio desde una perspectiva dinámica e histórica de la población y ayudan a precisar el calendario y la intensidad de las variables demográficas, describiendo la tendencia de la población y su evolución.


Para la reconstrucción de la trayectoria demográfica de la mortalidad del Camp de Tarragona se han utilizado las series de defunciones de 23 parroquias (Figura 1): Aiguamurcia, Alforja, Almoster, Cabra del Camp, Cambrils, La Canonja, Constantí, El Catllar, Figuerola, La Selva del Camp, Montferri, Morell, Perafort, Pobla de Montornés, Renau, Reus, Rourell, Tamarit, Tarragona, Valls, Vilallonga, Vilaseca, Vinyols y Arcs. Se considera como zona urbana a Tarragona, Reus y Valls, y el resto como zona rural. Como se ha presentado, en demografía histórica el banco de datos impone la labor del investigador. Por esto, este primer apartado será una presentación, crítica y validación de las fuentes.

Se estructura a partir de las distintas fuentes demográficas encontradas según la naturaleza en la que se suministran los datos: las fuentes pre-estadísticas de población y las fuentes del registro de defunciones. Son las fuentes propiamente denominadas de demografía histórica.

El objetivo de este apartado es el análisis de los datos encontrados tanto en las parroquias como los civiles (censos, recuentos población…) para cotejarlos entre ellos o con otras publicaciones; así, se da mayor fiabilidad a los resultados y conclusiones. Durante toda la investigación y en este capítulo, la filosofía que ha guiado ha sido lo más conservadora posible en relación con los datos de los registros parroquiales, al ser estos de carácter oficial.

3.1. LA BASE DE DATOS: fuentes pre-estadísticas: censos y recuentos de población en Tarragona

El censo es un documento estadístico cuyo objetivo es dar a conocer el tamaño de la población y su distribución (Gonzalvo-Cirac, 2011). Los censos ofrecen datos determinados en un momento dado; esto es, proporcionan datos de stock. En España los censos históricos tuvieron su origen a mediados del siglo XVI y se caracterizaron por su discontinuidad temporal y territorial, y por utilizar como unidad de recuento los vecinos afectados por cargas fiscales y/o militares (Blanes, 2007).

Los fogatges catalanes son recuentos de población. Se han utilizado desde la Baja Edad Media. En ellos se contabilizan las casas como núcleos familiares. Para saber el número real de habitantes hay que aplicar un índice multiplicador, el cual generalmente se situaba entre tres y cinco (Morelló, 2001). En este estudio de la mortalidad de Tarragona vamos a tomar en cuenta parcialmente estos recuentos de la población, debido a que no se consideraba toda la población existente en un lugar, las preguntas no eran catalogadas y las familias tenían cierto miedo a dar su nombre, pues se trataban más un control fiscal o militar que de una recopilación de información sobre la población de un lugar. Los datos para Tarragona son demasiado bajos: oscilan entre 1400 y 1717 personas. Hemos mantenido el coeficiente de 4 personas por vecino para los fogatges y vecindarios de 1591, 1752 y 1823 para el Camp de Tarragona, al igual que lo hace P. Gurría para la Rioja (2004).

El censo de Campoflorido de 1712


fue realizado por mandato del Real Consejero de Hacienda para una más justa distribución de las imposiciones motivadas por la Guerra de Sucesión. Cinco años después, el Marqués de Campoflorido ordenó concentrarlo en su Secretaría de Hacienda. De aquí procese su nombre y la datación errónea que lo presenta como de 1717. (Instituto Nacional de Estadística, 1998, párr. 3)

Desde mediados del siglo XVIII con el catastro del Marqués de la Ensenada (de los años 1749-1753), los censos de Aranda (en los años 1768-69), Floridablanca (del año 1787) y Godoy (del año 1797) se introdujeron los siguientes cambios: a) se omitió la finalidad fiscal o militar, b) se uniformó territorialmente, c) se sustituyó el cabeza de familia por el habitante, d) adquirió una característica de universalidad, al incorporar ciertos estamentos, e) y hubo un incremento en el número de variables sociodemográficas (Reher y Valero, 1995).

El censo de Floridablanca (1787) ha sido considerado como uno de los más fiables para el análisis demográfico y sociológico de esta época y, aunque la distribución por edades dificulta establecer comparaciones directas con los censos actuales, ha permitido la formulación de importantes hipótesis sobre la fecundidad y mortalidad españolas (Livi, 1968 y Pérez, 1988). En este artículo lo utilizaremos para dar validez a la muestra.

En la segunda mitad del siglo XIX comienza lo que se denomina la era censal. Con la creación en 1857 de la Comisión Estadística General del Reino se realizó el primer censo estadístico de 1857, primero basado en una inscripción nominal. En 1860, 1877, 1887 y 1897 se realizaron otros censos. A partir de 1900 los censos siguen las pautas de la Conferencia Internacional de Estadística de Berna de 1895 (Gonzalvo-Cirac, 2011; véase además Blanes, 2007).


3.1.1. Análisis y corrección de los censos históricos

Una forma de validación de los distintos recuentos poblacionales puede ser la confrontación con los registros parroquiales de bautismos. Los datos de natalidad deben oscilar entre el 35% y el 45%; es decir, dentro de los parámetros de las sociedades en las que impera un modelo demográfico de alta presión (Gurría, 2004). La generalización de cifras inverosímiles por debajo o por encima de los datos anteriores permite desechar el recuento. Un censo puede estar sobrevalorado y otro infravalorado. Aunque el censo de Floridablanca parece ser el más fiable, tiene puntuales deficiencias por exceso o por defecto. Los datos en los censos finalmente vamos a tomarlos con cierta cautela. Su agrupación en unidades mayores como es todo el Camp de Tarragona puede mitigar las deficiencias observadas, aunque no pueden ser ignoradas por completo.

Para la reconstrucción del conjunto del Camp se plantearon dos problemas. Por una parte, se trata de una muestra limitada, ya que no disponemos de series continuas para las 23 parroquias y, además, tienen distintas cantidades de población. Para resolver este segundo problema utilizamos el censo de Floridablanca. Dividimos la muestra disponible en tres niveles: pueblos con menos de 200 habitantes, pueblos con más de 200 habitantes y las zonas urbanas (Tarragona, Reus y Valls). Esto reflejó la población real que habitó en cada nivel en 1787 y la población de nuestra muestra. Calculamos un índice corrector por el que hay que multiplicar cada nivel de la muestra para que esta se ajuste al nivel real de población.

El volumen de población en 1787 en el Camp de Tarragona es de 91.366 habitantes y el de nuestra muestra, de 76.167 habitantes. En nuestra base de datos tenemos el 83,36% de la población del Camp. El ajuste a los núcleos urbanos es del 100% ‒consideramos urbanas a las poblaciones con más de 5000 habitantes‒. El de los rurales es de 61%. Además, se valoró el ajuste los núcleos pequeños rurales en un 81% y el de los núcleos medianos rurales ‒entre 800 y 3200 habitantes‒ en un 77%.

3.2. LA BASE DE DATOS: fuentes pre-estadísticas: registros parroquiales en Tarragona

La información necesaria en esta investigación para el estudio de la población entre los siglos XVI y XIX la extrajimos de los registros parroquiales. Tales registros han recogido datos durante siglos sobre la recepción de los sacramentos por parte de los habitantes de cada parroquia. Cada persona consta al menos dos veces en estos registros parroquiales: una en el libro de bautismos a los pocos días de nacer, y otra en el libro de defunciones u óbitos al fallecer. De manera opcional, aunque era bastante probable, podía existir un tercer registro si se contraía matrimonio. Las tres partidas (bautismos, entierros y matrimonios) resultan de una importancia evidente y difícil de exagerar para el estudio del comportamiento demográfico de las poblaciones del pasado (Torrents, 1993).

Tras el Concilio de Trento en 1563 se hizo obligatoria la constancia escrita de los párrocos de una serie de datos sobre los feligreses de sus parroquias: el control y el registro de los sacramentos. Europa es el continente donde primero se aplicaron las leyes del Concilio de Trento; dentro de Europa, la fuente de los registros parroquiales de España ha sido considerada una de las mejores en cuanto a su cantidad como calidad (Pérez a y Reher, 1988). Esta normativa llegó a Cataluña hacia 1564-1566 a través del Concilio de Tarragona. Además de que en la diócesis de Tarragona ya se habían comenzado a recoger datos de bautismos, defunciones y matrimonios antes de 1560 en algunas parroquias, Tarragona es considerada una de las diócesis donde mejor se aplicaron las leyes del Concilio de Trento (Quijada, 2008). La diócesis de Tarragona con su sede en Tarragona capital comprendía la mitad norte de la provincia y parte del sur interior.

3.2.1. Confección y metodología utilizada para la base de datos

En primer lugar, se eligió como zona a investigar parte de lo que actualmente es el Camp de Tarragona: la capital, Tarragona; una zona preindustrial, Reus; y una rural, Valls. La mayoría de los registros parroquiales se concentraban en el Arxiu Historic-Arxidiocesà de Tarragona (AHAT); otros libros sacramentales estaban en la parroquia de Sant Pere de Reus y en el Arxiu Diocesà de Valls.

La periodificación vino marcada también por la información en los libros sacramentales. Desde 1500 hasta finales del siglo XIX (1880-1899) podemos encontrar información válida en los registros parroquiales. Se obtuvieron series continuas desde el siglo XVI hasta finales del XIX, las cuales permitieron conocer los sistemas demográficos tradicionales.

La gran mayoría de los libros encontrados se encontraban en buen estado. Hemos tenido la suerte de que en 1920 el Cardenal Vidal i Barraquer fundara el AHAT sobre la base de diversos fondos documentales que ya existían. Poco a poco y sobre todo en las últimas décadas del siglo XX el Cardenal procuró que todas las parroquias enviaran la documentación de los archivos parroquiales anteriores a 1750 y 1850.

El vaciado de los libros parroquiales comenzó a finales de la década de los setenta del siglo XX, aunque se le dio poca continuidad. A pesar de la insistencia de los archiveros para que los libros estuvieran centralizados en una sede, a finales de la década 1980 y la primera mitad de 1990 los libros sacramentales de Reus, algunos pueblos del entorno y parroquias de Alt Camp no habían sido trasladados. Para poder continuar con el vaciado se viajó a todos esos lugares en busca del material y la información necesaria.

Los datos para esta investigación se han vaciado por sexo, años y meses. Las conclusiones a las que se llega son más sencillas de interpretar. Al introducir los datos de defunciones, además, se han podido separar los cossos (adultos) de los albats (menores de 7 años), lo cual añade una diferencia por edad.

En nuestra base, los primeros datos que aparecen son del siglo XVI y anteriores al comienzo del Concilio de Trento (1563). Tenemos series enteras desde mediados de 1500 hasta finales del siglo XIX de nueve localidades: Montferri, Bràfim, Pont d'Armentera, Vilabella, Valls, Almoster, Riudecanyes, La Selva del Camp y Vilallonga.

Para el resto de las localidades elegidas, que representa la mayoría, sólo encontramos registros continuos y sistemáticos desde los primeros años del siglo XVII para todas las partidas. Como el registro de bautismos, defunciones y matrimonios se llevaba en libros por separado en las parroquias grandes, o bien en uno solo llamado Quinquelibri, en las parroquias de pocos feligreses (Pérez, 1980) el manejo de los libros y el trabajo de vaciado e investigación fue relativamente cómodo.

3.2.2. Calidad y exhaustividad de las fuentes parroquiales

El vaciado de esta fuente demográfica en la zona conllevó varias limitaciones. Si bien no se pueden solucionar, sí las queremos constatar. Podemos encontrar los problemas y virtudes de las series de bautismos y defunciones pormenorizadamente en trabajos publicados (Berry y Schofield, 1971; Pérez, 1980; Piquero, 1991; Razzel, 1972; entre otros). Por otra parte, al igual que señalaron Henry, Goubert y otros pioneros de la demografía histórica, se pueden identificar bautismos con nacimientos y entierros con las defunciones de la época. Todos los libros parroquiales han sido vaciados dos veces y en ocasiones hasta tres; había mucha disparidad en los dos primeros cotejos.

a) En cuanto a la fuente, las limitaciones se deben a la escasa fiabilidad de algunos datos recogidos, en especial en períodos de guerra, crisis (enfermedades, hambre, etc.), ausencias de la persona que escribía (cambio de escritura), el subregistro de la población (suele haber listas de "pobres de solemnidad" en los libros de defunciones o alguna inmigración, etc.) y la mala declaración de algunos datos. El caso más grave es el de la mortalidad, especialmente, la infantil y, en menor medida, la juvenil. Dependiendo del escribiente y del momento se anotaban, con más o menos fiabilidad, las defunciones de estos colectivos. Esto da a las series de defunción un carácter muy irregular en el tiempo y el espacio, lo cual constituye un problema importante.

Estas limitaciones de la fuente se intentaron paliar de dos modos: en primer lugar, recogiendo datos mensuales según el sexo; en segundo lugar, en las defunciones, además de las diferencias señaladas, se optó por recoger datos de adultos y párvulos separadamente. Esto tuvo varias ventajas. La primera fue distinguir los adultos ‒una serie en la que, con la excepción de los lugares con hospitales, la calidad en el registro suele ser homogénea en el tiempo‒ de los párvulos (muy irregular en su calidad). Con ello es posible corregir mucho mejor las defunciones.

b) En cuanto a la ausencia de la fuente: hay libros que faltan y esto provoca carencia de datos, con lo cual se rompen las series completas. Algunas de las causas de estas ausencias pueden ser libros quemados por las guerras, incendios en alguna parte del archivo o zona donde se encontraban los libros en las parroquias, descuidos en los traslados, hojas muy deterioradas que no se pueden leer, humedad, etc. (Grau y Guell, 2001). Algunas de ellas se anotaban en los libros parroquiales. Estos problemas se eliminan con los datos agregados.

La base de datos recoge información de todas las zonas geográficas existentes: están representadas las zonas del interior como el litoral, las tres comarcas con la capital (Baix Camp, Alt Camp y Tarragonés que formaría el Camp de Tarragona actual) y pueblos de alrededor.

Para las defunciones anuales de la muestra contamos con más de veinte pueblos y tres zonas urbanas a través de todos los siglos XVII, XVIII y XIX. Las localidades de Reus, Tarragona, Valls y la Selva tienen series continuas desde la segunda mitad del siglo XVII. Esto no quiere decir que no se encuentren datos para algunos años anteriores. Vilallonga y Montferri tienen las series más largas de defunciones y son poblaciones que pesan bastante en la zona rural con 881 y 438 habitantes en 1787, respectivamente. También los datos de defunciones son muy fiables a partir del siglo XVII. Las series para las defunciones adultas son muy completas y los datos agregados provocan que el Camp de Tarragona esté bien representado.

Con la agregación de datos la muestra presentada para el estudio de la población en el Camp de Tarragona es altamente representativa de las distintas zonas geográficas que componen el Camp en el período elegido y de la diversa coyuntura económica, social y política por la que atravesaba el Camp.

Por otra parte, y para validar más la representación de los datos de manera que las conclusiones sean lo más objetivas posibles, comparamos la evolución de las series de bautismos y defunciones con la población: para todos los censos o recuentos de población existen datos de todos los pueblos que forman parte de la base de datos. En los períodos donde no hay datos de población se presupone una tendencia lineal; aunque es obvio que hubo coyunturas diversas, la amplitud de la muestra permite pensar que las distorsiones tenderán a compensarse automáticamente.

Otra validación que se realizó en nuestra serie de datos vitales fue comparar su evolución con otras series como las del Penedés (zona norte de Tarragona) (Muñoz, 1990, 1991); la Toscana (Pozzi, Breschi y Rettarioli, 1996) y Francia (Flinn, 1974). El resultado fue muy parecido.

Finalmente, nuestra muestra en cuanto a sus fuentes ‒fogatges (recuentos de población), censos y registros parroquiales‒ es de alta calidad, además de viable para aplicar las metodologías elegidas, ya que las series de bautismos y defunciones son muy completas. Además, los registros de óbitos se adecuan a lo que ocurrió en el Camp de Tarragona: desde el punto de vista geográfico, de la distribución de los habitantes y en lugares de distinto tamaño.

En cuanto a la búsqueda bibliográfica de las sequías, estas hacen referencia a carencias estacionales de lluvias. La revisión bibliográfica y los datos aportados por los registros parroquiales, especialmente las rogativas por la necesidad de agua, fueron los datos que utilizamos para la segunda variable. Si bien el registro de defunciones es válido, también lo es el de rogativas por lluvia, pues proviene del mismo registro.

4. Resultados

La tendencia en la evolución del número de fallecidos es claramente ascendente (Figura 1). La tasa bruta de mortalidad (TBM), como se puede apreciar en la Figura 2, es descendente. Como la TBM no toma en cuenta la estructura por edad de la población, fundamental para entender los cambios de mortalidad acaecidos en el Antiguo Régimen –con alta población infantil o alta mortalidad militar–, conviene utilizar otra metodología.

Las TBM (Figura 2) muestran dos evoluciones: una hasta finales del siglo XVIII, después de la cual hubo un descenso acusado. Esto es señal de que el siglo XIX, salvo en el momento de la guerra de 1811, es benigno en la zona.

En cuanto al estudio de la mortalidad de crisis, centro de nuestro artículo, el primer paso es conocer los años donde tuvo lugar este tipo de mortalidad y la intensidad de esta. Los índices de Dupâquier se calculan para la serie conjunta del Camp de Tarragona y luego para las zonas urbanas y el conjunto de las rurales de la muestra (Figura 4). La evolución de la intensidad de las crisis se estudia por año. Para cada período se calcula el porcentaje de las crisis de intensidad 0, 1, 2, 3, 4 y 5, según el índice de Dupâquier. En la tabla que se presenta obviamos los años en que salen crisis 0, rural 0 y urbano 0. Las crisis de intensidad 0 corresponden a aquellos años en los que se observa intensidad de crisis en algún lugar del Camp de Tarragona, pero en la curva que describe la evolución conjunta, las defunciones de adultos no muestran valores de crisis.


Entre 1570 y 1880 se encontró una serie de 58 períodos de crisis de mortalidad. Uno de los rasgos del Camp de Tarragona es que durante estos 300 años se observan cuatro grandes catástrofes demográficas: el índice de Dupâquier sobrepasó el nivel 5 en total, solo en zona rural o solo en zona urbana. Esto corresponde a un tipo de crisis fuerte en los períodos 1615-1619, 1641, 1651-52, 1809-10 y 1812. Estas crisis más graves son bastante conocidas. Otras consideradas medio graves se sitúan en torno a los niveles 3-4 y afectaron períodos de finales del siglo XVI. En cuanto a los resultados más destacados, después de 1653 las crisis vigorosas (nivel 4 y/o 5) desaparecen del Camp de Tarragona hasta principios del siglo XIX. Esta desaparición se asocia a la guerra de la Independencia, las guerras carlistas y a las oleadas de cólera en los años 1854 a 1855. Así, durante más de 150 años (entre 1653 y 1800) las crisis de mortalidad tuvieron una intensidad muy débil.

Según el índice de Flinn, el cual mide la intensidad de la mortalidad de crisis por períodos, las conclusiones son muy parecidas. Los niveles de mortalidad de crisis tienden a descender a partir de finales del siglo XVI hasta situarse en un nivel bajísimo en el período de 1700 a 1724. Se da un pequeño aumento, pero todavía con niveles muy bajos, en el período entre 1725 y 1749 hasta 1799. Posteriormente, se elevan bruscamente otra vez sin alcanzar los niveles anteriores a 1650, para volver a descender en el período 1825-49.

4.1. Origen, difusión y duración de las crisis de mortalidad en el camp de Tarragona


Durante el siglo XVI, hay más crisis rurales que urbanas, excepto en los años 1590 y 1591 (Cuadro 1). Tras un período con un ligero predominio de las ciudades entre 1606 y 1621 y 1641 y 1660 vuelve a predominar el campo hasta 1800; a partir de entonces y durante todo el siglo XIX comienza a hacerlo la ciudad.

Si del origen pasamos a la difusión, también la evolución es muy interesante (Cuadro 2). En estas crisis de mortalidad del Camp de Tarragona se distingue entre crisis generales (su impacto se refleja en la evolución general de la mortalidad) y crisis locales, ya sea en los pueblos, en los grandes núcleos semirurales o en las ciudades. En las crisis locales algunas series concretas dan índices de mortalidad de crisis, pero la serie general de mortalidad no refleja valores de crisis. Por ello denominamos a estas crisis locales ‒que pueden ser rurales si sólo afectan a los pequeños núcleos de población‒ semirurales si afectan a los grandes núcleos rurales, o urbanas si son las ciudades las que reflejan niveles de crisis.

En general, hay un predominio de las crisis generales (crisis de tal magnitud que afectan a la curva general de defunciones). Esta tendencia se va afirmando a lo largo del periodo. Al comienzo, menos de la mitad de las crisis son generales, mientras que a partir del siglo XIX en casi todos los periodos dos tercios de las crisis son generales. También se observan variaciones notables en la evolución de las crisis locales. Durante el siglo XVI predominan las crisis semirurales. Hasta 1675 hay un equilibrio entre las crisis sólo rurales y las crisis sólo urbanas. A partir del período 1675-1724 ‒momento a partir del cual la sincronía entre las crisis del Camp y otras regiones es mucho menor‒, las rurales son la mayoría de las crisis locales. Esta situación se mantiene hasta el período 1775-1825. Recordemos que este periodo de dominio de las crisis locales rurales en el Camp es el momento en el que la mortalidad general de crisis es muy baja. Por el contrario, los momentos en los que las crisis locales urbanas son mayores, son los momentos en los que los niveles de mortalidad de crisis general son más altos, periodos también en los que es mayor la sincronía de las crisis del Camp con otras regiones.




En resumen, hasta 1674 predominan las crisis locales, mientras de 1675 hasta 1774 las crisis generales. Después de esta última fecha se vuelve a un cierto equilibrio entre ambos tipos de crisis por la disminución de las crisis generales y el rebrote de las locales. La duración media de las crisis (Cuadro 3) tiende a variar significativamente. Las crisis son más largas durante el periodo 1575-1624. Se pasó de una duración media de las crisis de 1,66 años a 0,87 años en el periodo 1775-1824. En el periodo siguiente la duración media de las crisis aumentó ligeramente sin llegar a alcanzar los niveles anteriores a 1774.

En cuanto a las sequías, hemos descubierto que hubo un total de quince grandes sequías entre 1550 y 1880. Los datos se extraen del vaciado de los registros parroquiales y la revisión bibliográfica. Las peores sequías se producen en el siglo XVII.

5. Discusión

El estudio por separado de las grandes crisis de mortalidad y las sequías indica una mayor relación con la historia económica. Cabe señalar que los resultados demográficos muestran similitud con los manuales en cuanto al aumento de la población, los niveles bajos de mortalidad y la “precoz modernización de la demografía de Cataluña (…) por el impacto de las transformaciones económicas que se consolidará a lo largo del siglo XVIII” (Muñoz, 1997, p. 509).

Hasta ahora, se duda de las cifras y datos publicados del siglo XVI catalán, mientras que el XVIII es llamado el siglo oscuro (Nadal, 1984). Los estudios sobre el aumento de la población a lo largo 1700 en Cataluña ha dejado al margen el estudio de la relación de las coyunturas demográficas con las transformaciones económicas (Muñoz, 1997). Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX la modernización de la economía catalana viene acompañada por el liderazgo en el terreno demográfico (Cabré, 1999). En nuestra investigación en general se observa que la ciudad predomina en los momentos en los que la mortalidad de crisis es más alta, concordando así con los estudios de Torrents (1993), Cabré (1999) y Muñoz (1990, 1991, 2005). Posiblemente, las enfermedades infecciosas se extendieron más, ya que había más población.

Las sequías se relacionan con las crisis de mortalidad porque afectan muchos aspectos: alza de los precios, poca higiene, circulación más frecuente de enfermedades infecciosas (debido a que pasa mucha gente por la zona del Camp hacia mejores zonas en busca de alimentos). En Europa la crisis de mortalidad se va independizando cada vez más del alza de los precios (Flinn, 1974; Tandeter, 1991; Wrigley y Schofield, 1981), mientras que en otras zonas menos desarrolladas la dependencia es totalmente distinta (Gil, Morales y Villalba, 2010). Estas crisis fueron consideradas fenómenos de gran importancia para las sociedades europeas agrarias.

Una parte muy importante de los análisis de la relación entre población y economía se hizo observando la evolución de las series precios y mortalidad. Entre las críticas provenientes de los estudiosos de la economía hacia esta relación (incremento de precios/existencia de una crisis de subsistencia), está el hecho de que no necesariamente las variaciones de los precios estuvieron acompañadas por crisis (Wrigley, 2004). Si bien las críticas son actuales con relación al momento en que tuvo su apogeo el concepto de crisis de subsistencia, los argumentos ya estaban presentes en autores como Robert Malthus (1998), considerado el padre de la demografía.

Las grandes épocas de sequía del Camp de Tarragona no están marcadas como de crisis de mortalidad. Es decir, estas cuatro grandes crisis encontradas con el índice de Dupâquier (el valor número 4 y 5) combinadas con las sequías de la revisión bibliográfica muestran muy poca correlación entre ellas. Por tanto, las sequías no explican las grandes crisis de mortalidad excepto la primera gran crisis a principios del siglo XVII, la cual habría sido provocada por varios factores, el mayor, la sequía. Las otras tres grandes crisis han sido provocadas dos por guerra y una por epidemia. Antes de profundizar un poco más analicemos cada una de las grandes crisis de mortalidad de manera aislada. Muy probablemente estas crisis del Camp tampoco fueron factores decisivos del crecimiento demográfico y económico de la zona.

A) Gran crisis de mortalidad de: 1615-1619

La pérdida de cosechas por las sequías de principios del siglo XVII provocó una alza en el precio del trigo y un aumento de defunciones (Navarro, 1977, 1981, 2002). Posiblemente, una epidemia de difteria se añadió a la falta de alimentos y a los altos precios, de tal forma que la mortalidad infantil ascendió de forma increíble. La zona del Baix Camp (suroeste del Camp de Tarragona) parece ser la que más sufrió en este período (Güell, 2012). En cuanto a las sequías se ha encontrado que en el primer tercio del siglo XVII, la sed y el hambre se habían generalizado en el Principado y mucha gente pereció miserablemente debido a la pura necesidad y el hambre (Lozano, 1995). Muy posiblemente, esta gran crisis de mortalidad se relaciona directamente con la sequía, pero ninguna otra. Sin embargo, durante la década de los veinte del siglo XVII el Camp tampoco estuvo libre de sequías, aunque estas no se relacionan con ninguna gran crisis de mortalidad. Estas ocurrieron en 1623 y en tres años seguidos entre 1627 y 1630. Después sobrevendría el difícil año de 1631 (Lozano, 1995). Fueron tiempos de gran penuria.

En resumen, en las dos décadas desde 1620 a 1640, los nacimientos superaron las defunciones pese a factores negativos como las sequías. Las tres ciudades y villas, en general, crecieron en habitantes. El aumento del número de personas, a pesar de los años difíciles, hace pensar en un precedente del enderezamiento demográfico y económico de las etapas finales del siglo XVII, como apunta Dantí en sus investigaciones (2012). No obstante, el Camp tarraconense disponía de algunas posibilidades para aliviar algunas de esas situaciones extremas y no se encuentra relación entre sequías y grandes crisis de mortalidad, excepto entre 1615 y 1619.

B) Gran crisis de mortalidad de: 1641

Con la Guerra de los Segadores, el Camp de Tarragona se llenó de muertes. La mayoría por la misma batalla, muchas otras por infecciones que llegaban de extrarradios, hambre, sequía y pobreza. Los pueblos eran sitiados y murió casi la mitad de la población: hombres, mujeres y niños (Recasens, 1998; Güell, 2012). Sin lugar a dudas, no ha habido crisis de mortalidad que afecte tan fuertemente en este período, ni sequía que se compare con ella. Además, tuvo un gran impacto en la zona rural.

C) Gran crisis de mortalidad de: 1651-1652

Como consecuencia de la guerra de 1640, las tropas movilizadas expandieron la enfermedad infecciosa de la peste (Navarro, 2002; Güell, 2012). En 1650 entraba por Tortosa y se expandía por todo Tarragona. Los mismos conflictos armados se añadieron a las condiciones climáticas adversas provocando malas cosechas, las cuales desencadenaban el alza de los precios de los productos más indispensables y la subalimentación, especialmente en la población más desfavorecida. También esta crisis afectó más a las zonas urbanas que a las rurales, si bien se expandió de forma general.

A lo largo del último cuarto de siglo, dos sequías en 1678 y 1691 mermaron los rendimientos del campo (Nadal y Giralt, 1960). La población creció sin que el número de óbitos sobrepasara el de nacimientos entre 1660 y 1700, pese a momentos negativos compensados de inmediato. Tampoco estas grandes sequías de finales del siglo XVII provocaron alta mortalidad. Desde finales del XVII la viña inició un progresivo aumento que se hizo más ostensible en el siglo XVIII hasta convertirse en el cultivo predominante. Se dejó de sembrar preferentemente cereales en muchos lugares del Camp de Tarragona y progresivamente se plantaron viñas. De una producción como la del cereal, destinada al consumo local o a venta en zonas más o menos próximas, se pasó a otra derivada de las vides que entrañaba la exportación de sus productos esenciales, vinos y aguardientes (Lozano, 1995; Navarro, 2002; Teixidò, 1995). Si el nuevo sistema de producción y el descenso de los rendimientos de cereales trajeron una mayor dependencia del exterior en cuanto al abastecimiento de alimentos se refiere, a mediano y largo plazo esta economía de corte más moderno produjo resultados positivos.

Vinos y aguardientes debieron ser exportados, lo cual representaba un riesgo en tiempos en que la guerra entre países podía dificultar el tráfico marítimo. Los diversos conflictos de España con la poderosa Inglaterra en el siglo XVIII trajeron como consecuencia el bloqueo de la costa tarraconense. La flota británica dificultó la salida de los productos vinícolas en los años de guerra con la consiguiente caída de los precios (Olivé, 1981). A pesar de estos riesgos, los productos del Camp atendieron con bastante normalidad la demanda de los mercados en el norte de Europa y en el Levante mediterráneo, y después también en América. Los beneficios obtenidos permitieron acumular algunos capitales y la importación de alimentos como los cereales, aunque este comercio no evitó momentos de tensiones e incluso inestabilidad pública por las dificultades en el abastecimiento.

Los años más críticos de 1729, 1768, 1777 y 1797 (Vilar, 1988) corresponden, en efecto, a tiempos de déficit de lluvias que afectaron la producción de cereales, y a una baja demanda del uso de los molinos en lugares próximos que también sufrirían los mismos graves contratiempos (Teixidó, 1995, 1997). En Tarragona, ciudad en 1751, se agotaron las cisternas del Comú y la de los particulares y la sequía afectó incluso a los pozos. Para cubrir necesidades elementales se estudió, entre otros planes, recoger el agua que caía sobre los tejados de la catedral (Morera, 1959). A pesar de estas dificultades de agua, los nacimientos eran superiores a las defunciones y en ningún momento del siglo XVIII aparecieron graves crisis de mortalidad.

D) Gran crisis de mortalidad de: 1809-1810

Tras siglo y medio sin surgir otra gran crisis de mortalidad aparece la Guerra de la Independencia. La también llamada Guerra contra los Franceses provocó un aumento de la mortalidad y grandes desastres en el Camp de Tarragona. Esta es una explicación clara de las infecciones (Recasens, 1971) que vendrían en el siglo XIX (fiebres tifoideas, viruela, cólera), de los desajustes comerciales y de la poca salud en los campos. La falta de agua en Reus y las malas cosechas se fueron extendiendo, provocando grandes daños en la población y en la economía. Los resultados muestran que las zonas más flageladas fueron la zona urbana de Tarragona y los pueblos muy cercanos a la capital.

En cuanto a la sequía, una persistente falta de agua arruinó la mayoría de los cultivos y provocó el abandono de los sectores más vulnerables (Gil, 2008). El papel de las sequías fue central no solamente en la expansión de las epidemias, sino también en el empeoramiento de la situación económica de la región y en temas directamente relacionados con la producción, ya que el agua era uno de los insumos de la agricultura (Galloway, 1986).

Por otra parte, mientras en Francia la hambruna y los disturbios acompañaron los años de grandes carestías, en el Camp de Tarragona no se encontraron crisis de subsistencia análogas a las ocurridas en Francia, Inglaterra y otros países Europeos. Las sequías, la carestía y el incremento de la mortalidad se combinaron con crisis en los campos y con problemas en el abastecimiento de la mano de obra en una coyuntura particularmente negativa para la población, pues la ecuación hombres/tierras se había modificado perjudicándolos. Estas crisis de mortalidad, finalmente, inauguraron una nueva era donde las formas tradicionales de organización económica se resolvieron de tal forma que se crearon nuevas zonas demográficas y de coyuntura económica a inicios del siglo XIX (cambios con la filoxera, distintos cultivos y formas de trabajar la tierra, la pesca y los transportes).

Sin lugar a dudas, las crisis encontradas en el Camp de Tarragona muestran un salto entre mediados del siglo XVII y la primera mitad del XIX. Con ello, finalmente, se puede sostener que no hubo grandes crisis de subsistencia en el Camp durante todo el período analizado. Explicaciones parecidas muestra Tandeter en 1998 para zonas de Latinoamérica. Muy posiblemente, la posición geográfica privilegiada del Camp suponía un estímulo al impulso comercial durante las épocas de paz, aunque en conflictos militares los ejércitos se disputaban su control, de ahí que sus crisis de mortalidad y crisis en general más importantes tuvieran lugar durante los períodos de guerras (Navarro, 1977, 1981, 2002).

En síntesis, a lo largo de los tres siglos analizados hubo años en los que algunas localidades perdieron población, aunque la mayoría no presentaron registros negativos. Fueron estos últimos años los que permitieron que las poblaciones de esas villas y el Camp aumentaran en número de habitantes. A pesar de las dificultades, no hubo en los años finales del siglo XVII una crisis de subsistencia aguda e insalvable que diezmara a la población como las que pudieron haber sufrido otros países y geografías. Al contrario, una de las características más señaladas del Camp tarraconense en esa etapa es que se superó la dureza de climas, sequía y crisis agrícola, y se alcanzó un evidente crecimiento de la población, un redreç demográfico (enderezamiento demográfico) (Dantí, 2012).

La deficitaria producción de alimentos de una tierra incapaz de cubrir la demanda más elemental predispuso un inicio de cambios en el modelo agrícola y nuevas inversiones de dinero. En el fondo era un riesgo disminuir paulatinamente la siembra de cereales y plantar viñas. Estas fueron las primeras iniciativas para transformar una agricultura de consumo directo en otra de exportación (a través de vinos y aguardientes).

Los demógrafos siguen discutiendo la relación entre el hambre, la salud y la mortalidad, ya que el hombre ha demostrado a lo largo de la historia su capacidad de adaptarse a las adversidades (Gil, 2008). El eje principal de las discusiones es la relación entre la desnutrición y la evolución de la población (McKeown, 1978; Rotbeg y Rabb, 1990; Montanari, 1993). Si bien, quizás por los resultados aportados en esta investigación, en el Camp de Tarragona la mortalidad ordinaria fue provocada por las sequías y la falta alimentos, estos no fueron factores explicativos de las grandes crisis de mortalidad encontradas.

A pesar de la mala coyuntura climática en el período analizado


la influencia del clima en los precios, en cambio, se puede observar con relativa claridad, ya que los años malos coinciden en gran medida con las alzas de precios y lo contrario ocurre en los períodos mejores, donde los precios tienden a bajar. Aunque las crisis ambientales influyen en los precios, los autores señalan que el mercado de alimentos tiene poca importancia para la subsistencia. (Gil, Morales y Villalba, 2010, p. 22)

Esto puede haber ocurrido en el Camp, que se libró del efecto de las alzas de los precios.

Posiblemente,


la ausencia de relaciones entre sequía, precio de los alimentos y crisis de mortalidad en el período colonial la que llevó a Tandeter a postular que fue la supervivencia de los lazos solidarios y la de los patrones de acceso a los recursos (que incluían el abasto a los mercados urbanos y la participación en los mercados de trabajo rural y urbano) lo que impidió (o palió) los efectos ‘clásicos’ de las crisis de subsistencia verificadas en México o Francia. (Gil, Morales y Villalba, 2010, p. 22)


También en Inglaterra o en otras zonas europeas ocurrió como en Argentina y Bolivia, según presenta Gil en sus investigaciones (2008). En el Camp las crisis fueron más agresivas en la parte urbana, provocadas por las migraciones militares, el comercio, etc. Por eso quizá las causas que las provocaron son las guerras y epidemias. Las sequías se notan más en el campo y el cambio de cultivo; gracias al inicio preindustrial y a lazos familiares y solidarios pudieron subsanarse más fácilmente.

6. Conclusiones

Profundas transformaciones acaecen durante la Edad Moderna en el Camp de Tarragona. En su crecimiento de población no aparece como determinante el papel de la mortalidad, en especial, de sus crisis de mortalidad. También se descubrió que el papel de estas fueron graves en años concretos y con recuperación muy rápida del número de habitantes.

Desde el siglo XVI al XVIII las crisis de mortalidad tendieron a perder intensidad, se hicieron más rurales al mismo tiempo que se hicieron más cortas. Durante los momentos más duros de la crisis del siglo XVII, la cronología local de crisis coincide con crisis generalizadas de amplia influencia y la mortalidad de crisis urbana ganó en virulencia. Hasta 1650 se extiende el período de mortalidad extraordinaria más intenso. En estos años las crisis son de intensidad fuerte en sincronía con las crisis generales de Castilla interior y otros países de Europa (Pérez, 1988) y se extienden por todo el Camp de Tarragona de forma bastante prolongada en el tiempo.

A partir de esa fecha (1650), la situación fue variando sustancialmente durante la segunda mitad del siglo XVII y todo el siglo XVIII. Las crisis fueron más locales y de menos intensidad y duración. A partir del 1775 esas crisis locales fueron esencialmente urbanas. Al mismo tiempo, las crisis iban perdiendo su sincronía con el resto del exterior, sólo comparables con Europa del Norte. Las graves crisis de mortalidad del primer cuarto del siglo XIX, ligadas a la guerra contra Francia, rompieron esta tendencia. Acabada la guerra, el Camp de Tarragona recuperó la buena evolución general descrita.

De este modo, se puede concluir que la mortalidad de crisis, aunque mantuvo un papel en el crecimiento demográfico de la zona, no parece haber sido el factor decisivo determinante del crecimiento demográfico y económico a mediano y largo plazo. Tampoco se aprecia relación entre las graves crisis de mortalidad (variable demográfica) y las sequías (variable económica muy enlazada con la salud), excepto durante cinco años a principios del siglo XVII. Otras variables como la natalidad, la nupcialidad, las migraciones, movimientos sociales, etc., pueden haber determinado el crecimiento de la población y podrían ser analizadas en investigaciones posteriores.

A pesar de los factores negativos sobre el crecimiento de la población como sequías y escasez, pestes y guerras, el número de habitantes del Camp de Tarragona creció, especialmente a partir de mediados del siglo XVII hasta 1880, cuando se cierra esta investigación. A lo largo de más de tres siglos, las dificultades mayores o menores para disponer de alimentos y de agua para el consumo o el campo, o bien la caída torrencial y destructora del agua, se compensa con periodos de condiciones agrícolas y climáticas más benignas. Transformaciones agrarias con cambios en los cultivos y una industria derivada de la agricultura cuyos productos se exportarían, se convierten en bases esenciales para evitar un descenso irreparable en el número de habitantes. El Camp de Tarragona fue desarrollando un modelo demográfico y económico sostenido de características cada vez más modernas. En cuanto a población se refiere, ningún factor negativo devolvió trágicamente al Camp a un punto cero de partida; por el contrario, creció en número de personas.

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Evolución demográfica del Camp de Tarragona (Cataluña, España) 1570-1880: las grandes crisis de mortalidad by Margarita Gonzalvo-Cirac, Josep Fàbregas-Roig y Judit Vidal-Bonavila is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.



1 Universitat Rovira I Virgili. Departamento de Historia e Historia del Arte. ESPAÑA. mgonzalvocirac@gmail.com

2 Universitat Rovira I Virgili. Departamento de Historia e Historia del Arte. ESPAÑA. jose.fabregas@urv.cat

3 Universitat Rovira I Virgili. Departamento de Historia e Historia del Arte. ESPAÑA. juditvb88@gmail.com