Tenampúa: la fortaleza que transformó el poder en el Centro de Honduras hacia el Clásico Terminal
Kesia Deras
Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Tegucigalpa, Honduras
https://orcid.org/0009-0008-7836-9170
Julio-Diciembre 2025, 35(1)
DOI: https://doi.org/10.15517/ankrg620
Recibido: 03-04-2025 / Aceptado: 12-09-2025
Revista del Laboratorio de Etnología María Eugenia Bozzoli Vargas
Centro de Investigaciones Antropológicas (CIAN), Universidad de Costa Rica (UCR)
ISSN 2215-356X

Resumen: El periodo Clásico Terminal fue una época de profundas transformaciones sociales que afectaron tanto a Mesoamérica como a sus áreas circundantes. En la región central de Honduras, el surgimiento de la fortaleza de Tenampúa (CM-1), ubicada al sureste del valle de Comayagua, consolidó un nuevo centro regional que impulsó un proceso de reorganización que cambio las dinámicas locales entre los siglos IX y X d.C. Este artículo presenta una síntesis de los datos disponibles sobre el sitio, la cual permite identificar cómo las poblaciones locales adoptaron nuevas formas de organización más centralizadas como respuesta a las cambiantes condiciones sociales y ambientales. Se argumenta que Tenampúa desempeñó un papel estratégico en la concentración de funciones políticas y de control durante la transición del Clásico al Postclásico, instaurando un modelo que hasta entonces solo se había observado en la organización de los primeros estados. La integración de esta información contribuye a comprender mejor las dinámicas de cambio social en zonas fronterizas, destacando cómo los grupos al sureste de la frontera entre Mesoamérica y el Área Istmo-colombiana se reorganizaron frente a esos cambios, un tema que hasta hace poco había recibido atención en la investigación arqueológica de la zona. Finalmente, se enfatiza la necesidad de profundizar en estudios más sistemáticos que permitan avanzar en el conocimiento de estos procesos.
Palabras clave: transformación social; zona fronteriza Mesoamérica/ Área Istmo-colombiana; transición Clásico/ Postclásico; Valle de Comayagua; centralización.
Tenampúa: the fortress that transformed power in Central Honduras towards the Terminal Classic
Abstract: The terminal classic period was a time of profound social transformations that affected both Mesoamerica and its surrounding areas. In the central region of Honduras, the emergence of the Tenampúa fortress (CM-1), located southeast of the Comayagua Valley, consolidated a new regional center that drove a process of reorganization, changing local dynamics between the 9th and 10th centuries CE. This article presents a synthesis of the available data on the site, which allows for identifying how local populations adopted more centralized forms of organization in response to changing social and environmental conditions. It is argued that Tenampúa played a strategic role in the concentration of political and control functions during the transition from the Classic to the Postclassic period, establishing a model that until then had only been observed in the organization of the first states. Integrating this information contributes to a better understanding of social change dynamics in frontier zones, highlighting how groups southeast of the border between Mesoamerica and the Isthmo-Colombian Area reorganized in response to these changes, a topic that until recently had received little attention in the archaeological research of the region. Finally, the need for more systematic studies in emphasized to advance knowledge of these processes.
Keywords: social transformation; Mesoamerica/ Isthmo-Colombian frontier zone; Classic/ Postclassic transition; Comayagua Valley; centralization.
Introducción
Uno de los periodos más críticos en la historia de las sociedades prehispánicas de Mesoamérica fue el Clásico Terminal (750-1050 d.C.), que marcó la transición entre los periodos Clásico y Postclásico. Este lapso de tiempo, clave para comprender dicha transición, ha estado asociado al colapso o transformación de los grandes centros políticos mayas, especialmente en las Tierras Bajas, generando profundos cambios en los ámbitos económicos, políticos, sociales y culturales (Braswell, 1998). Entre los factores que pudieron impulsar estos procesos se han señalado el agotamiento de recursos, la migración y las tensiones políticas, militares y comerciales, aunque sus causas y efectos inmediatos aún son motivo de discusión y estos pudieron variar según cada región (Demarest et al., 2004; Okoshi et al., 2021).
Estos procesos han sido menos explorados fuera del área maya, como en las regiones ubicadas más al sureste de la frontera con Mesoamérica, donde se han podido registrar fenómenos similares (Sion, 2023; McFarlane, 2024; Urban y Schortman, 2004; Hendon, 2010). Este es el caso de la región central de Honduras, donde la fundación de un nuevo centro regional, conocido como la fortaleza de Tenampúa, ubicada al sureste del valle de Comayagua, transformó por completo las dinámicas locales entre los siglos IX y X d.C. Este sitio emergió como el principal centro regional durante el Clásico Terminal, tras la desintegración de las estructuras políticas previas en la zona (Dixon, 1989a, 1987).
A pesar de su importancia histórica, el conocimiento sobre Tenampúa continúa siendo limitado debido a la escasez de las investigaciones arqueológicas recientes, la falta de una cronología precisa en la región y los graves daños ocasionados por el saqueo. En este contexto, el presente artículo tiene como objetivo ofrecer un panorama general del sitio arqueológico de Tenampúa (registrado por el Instituto Hondureño de Antropología e Historia [IHAH] bajo el código CM-1), a fin de mostrar los procesos de transformación social que tuvieron lugar en el valle de Comayagua durante la transición entre los periodos Clásico y Postclásico. En particular, se busca examinar como los grupos locales gestionaron las tensiones sociales emergentes y precisar el papel que desempeñó este sitio en dichos procesos, a partir de la recopilación y revisión de datos procedentes de estudios previos vinculados con el asentamiento.
Este análisis se organiza en tres secciones principales: primero, se aborda el contexto histórico y cultural de Tenampúa; en segundo, se presentan y revisan los hallazgos arqueológicos más significativos; y, finalmente, se discute las posibles implicaciones de estos eventos para la región central de Honduras y para la comprensión de los procesos de cambio social en zonas fronterizas.
Antecedentes de la región central de Honduras
En la época prehispánica, el centro de Honduras se ubicaba en la zona fronteriza entre el sur de Mesoamérica (Kirchhoff, 1960) y el norte del Área Istmo-colombiana. Esta última ha sido reconocida como un área cultural autónoma, con características internas propias y asociada a grupos vinculados a lenguas chibchas, según evidencia arqueológica, lingüística y etnohistórica (Hoopes y Fonseca, 2003).
Los grupos que habitaron esta región fronteriza conformaron un mosaico cultural complejo, caracterizado por una diversidad lingüística, con entidades políticas autónomas y relaciones interregionales cambiantes, donde se ha destacado una notable presencia de grupos lencas (Hasemann y Lara Pinto, 2017). La evidencia arqueológica más significativa del área para el periodo Clásico (250-950 d.C.) proviene de los valles de Comayagua, Jesús de Otoro y Sulaco (actual embalse El Cajón) (Figura 1), donde se ha concentrado la mayor parte de las investigaciones arqueológicas hasta el momento (Stone, 1957; Joesink-Mandeville, 1993; Hasemann, 1985; Hirth, 1985; Dixon, 1989; McFarlane y Stockett Suri, 2021). Estos estudios han permitido establecer una secuencia cultural de aproximadamente 2500 años (Figura 2), aunque la cronología regional continua en proceso de revisión.
Estas investigaciones han permitido reconocer diversas dinámicas que se desarrollaron durante la transición entre el final del Clásico Tardío y los comienzos del Postclásico Temprano (750- 1050 d.C.), un periodo que marcó cambios significativos en las estructuras locales. Para entender el origen y desarrollo del sitio de Tenampúa, es importante presentar el contexto histórico y cultural de esta región, así como de revisar los factores que pudieron haber impulsado estos cambios.
Clásico Tardío al Terminal (600- 950 d.C.)
Durante el Clásico Tardío (600-800 d.C.), la región central de Honduras experimentó un notable aumento en la complejidad social, evidenciado por la expansión de numerosos asentamientos agrícolas estratégicamente ubicados a lo largo de los ríos Sulaco, Humuya y sus afluentes secundarios, cuyos recursos de tierras fértiles y agua permanente favorecieron el sostenimiento de una población en crecimiento (Dixon, 1989a; Hasemann, 1985). Estos asentamientos se organizaron bajo un modelo heterárquico, en el que el poder político se distribuía entre diversas entidades con niveles relativamente equilibrados de poder, en lugar de concentrarse en un único centro rector (Agurcia Fasquelle, 1980; Dixon, 1992; McFarlane y Stockett Suri, 2021). Este patrón organizativo parece haber sido característico de la zona fronteriza en este periodo, aunque su estudio ha sido más sistemático en otras regiones de Honduras, como en el valle de Sula (Hendon et al., 2009; Joyce, 2001).
Durante el Clásico Terminal (800-950/1000 d.C.), la región central de Honduras parece haber experimentado trasformaciones sociales significativas, posiblemente impulsadas por una combinación de factores internos y presiones externas (Dixon, 1989b). Entre estos últimos se destacan la crisis sociopolítica y ambiental que afectó a varios centros mayas, incluido el valle de Copán (Manahan y Canuto, 2009), así como la expansión mercantil de ciertos grupos del centro de México hacia Centroamérica, como en el valle de Sula (Joyce, 1986). Aunque no existe evidencia de dependencia directa con el área maya ni de presencia concluyente de grupos foráneos, estas dinámicas externas podrían haber generado un periodo de inestabilidad socioeconómica, conduciendo a la fragmentación de las alianzas regiones y, en consecuencia, a la reconfiguración del paisaje político de la región.
Esas distintas presiones parecen haber tenido un impacto particularmente significativo en la zona fronteriza al sureste de Mesoamérica, donde algunos centros del Clásico Tardío fueron reducidos, abandonados o reestructurados, como en los valles de Cacaulapa (McFarlane, 2024), Naco (Urban y Schortman, 2004) Santa Bárbara (Schortman y Urban, 2011) y la cuenca del lago de Yojoa (Sion, 2023). En ciertos casos, estas transformaciones habrían conducido a la centralización de la población en un número reducido de centros de mayor tamaño, un patrón observable en el valle de Sula, con Cerro Palenque (Hendon, 2010; Joyce, 1985) y en Comayagua, con Tenampúa (Dixon, 1989b).
La evidencia arqueológica sobre el Clásico Terminal en la región central de Honduras sigue siendo limitada, pero el valle de Comayagua, con una extensión aproximada de 550 km², se perfila como un escenario clave para explorar los procesos de reorganización de este periodo. De acuerdo con Boyd Dixon (1992, 1989a, 1989b, 1987), durante el Clásico Terminal el valle habría experimentado un proceso de regionalización, con la fragmentación del sistema político heterárquico previo, el abandono de los asentamientos ribereños y el desplazamiento hacia áreas más elevadas y de difícil acceso, donde se establecieron nuevos asentamientos fortificados. Este cambio en el patrón de asentamiento parece haber surgido en respuesta a la inestabilidad socioeconómica y a la intensificación de posibles conflictos sociales.
En este contexto, Dixon (1989b) identificó tres centros que habrían jugado un papel central en la reorganización del valle de Comayagua: Tenampúa (CM-1) al sureste, Quelepa (CM-47) al oeste y Calamuya (CM-70) al suroeste, junto a otros asentamientos menores, como Las Vegas (CM-6) y Lo de Vaca (CM-7), que permanecieron en la parte baja del valle. Esta distribución sugiere la consolidación de un orden político más centralizado, con posibles transformaciones significativas en la organización social, política y económica.
Tenampúa se distingue por su rápido ascenso político, probablemente vinculado a estos procesos de reorganización territorial, que podrían haber favorecido la aparición de formas más centralizadas de poder y organización social, impulsando su expansión hasta convertirse en uno de los asentamientos más grandes registrados en esta región. Dada la relevancia histórica del sitio y la limitada información disponible, resulta pertinente ofrecer una síntesis de la evidencia arqueológica conocida hasta la fecha.
Tenampúa
Localización
El sitio arqueológico de Tenampúa (CM-1) se encuentra localizado al sureste del valle de Comayagua, en el municipio de La Villa de San Antonio, entre las aldeas de Flores y Las Mercedes, sobre la carretera CA-5. Está ubicado en una meseta elevada, entre los 900 y 950 msnm, que se conecta al noroeste con la cadena montañosa formada por los cerros El Mogote y Rancho Chiquito. El perímetro de la meseta abarca aproximadamente 4.5 km y presenta una vegetación compuesta con áreas de bosque de coníferas, pastizales y algunos cultivos; actualmente, la zona es utilizada principalmente para actividades de pastoreo.
Investigaciones previas
El sitio arqueológico de Tenampúa fue reportado por primera vez en 1853 por el explorador Ephraim G. Squier, quien ofreció la primera descripción detallada del lugar, captando la atención del público en general. A lo largo del siglo XX, diversas expediciones contribuyeron a registrar sus principales rasgos arquitectónicos. Entre ellas se destacan la del Museo Peabody de la Universidad de Harvard (1916-1917), dirigida por Samuel K. Lothrop (s.f.), la de la Universidad de Tulane y del Museo Nacional Danés encabezada por Jens Yde (1938), así como la visita del monseñor Federico Lunardi (1948). Las primeras excavaciones controladas se realizaron en 1936 por Dorothy H. Popenoe, quien intervino el Recinto Central y restauró las graderías del Grupo Sur. Posteriormente, en 1957, Doris Stone amplió estos trabajos y ofreció una primera caracterización del material cerámico del sitio.
A principio de los años 1980, las investigaciones arqueológicas se reanudaron con un trabajo de reconocimiento en el valle de Comayagua realizado por Ricardo Agurcía (1980), quien destacó a Tenampúa como uno de los asentamientos más importantes del Clásico Tardío en la región. Más tarde, Boyd Dixon (1987) llevó a cabo excavaciones y restauraciones de los muros exteriores que rodean el asentamiento y, mediante el mapeo del Grupo Central, discutió preliminarmente el patrón de asentamiento de Tenampúa en comparación con otros sitios del Clásico en el noroeste de Honduras.
Desde entonces, no se han realizado nuevas investigaciones in situ debido al deterioro del sitio, causado principalmente por los saqueos sistemáticos (Agurcia Fasquelle, 1984). Aunque se ha sugerido que su estado de conservación también pudo haberse visto afectado por la presencia de ejércitos modernos durante la revolución de principios del siglo XX, quienes aprovecharon su ubicación estratégica (Stone, 1957). Sin embargo, los daños parecen no haber sido consecuencia de esta reocupación, ya que los campamentos provisionales se establecieron principalmente en los márgenes del sitio, donde es más frecuente encontrar materiales relacionados con esa época.
Metodología
Para ampliar el conocimiento del sitio arqueológico de Tenampúa (CM-1), se llevó a cabo una revisión exhaustiva de toda la información disponible sobre este lugar, abarcando aspectos del entorno, la arquitectura, la cultura material y los contextos arqueológicos asociados. Esta revisión incluyó tanto estudios e informes previos como información reciente procedente de regiones circundantes, con el fin de contextualizar adecuadamente los hallazgos.
Adicionalmente, en 2023 se realizó una visita de campo preliminar destinada a corroborar la presencia de los rasgos arquitectónicos y evaluar las condiciones de conservación del sitio, para establecer un marco de referencia para futuras investigaciones. La integración de los datos de campo con la revisión documental permitió generar un análisis más integral sobre este sitio. A partir de este enfoque, se presentan a continuación las características más significativas del conjunto arquitectónico de Tenampúa (Figura 3) y sus contextos, acompañadas de un breve análisis de los datos recopilados.
Descripción del asentamiento
Fortificación
Tenampúa se ubica en una zona bastante estratégica, cuya elevación desde el suroeste de la meseta permite tener una amplia visualización de la llanura del valle de Comayagua. El sitio presenta un sistema de fortificación mixta que combina precipicios naturales al sur con grandes muros de mampostería al norte y el este, restringiendo completamente el acceso a este lugar. Esta interpretación se basa en la observación directa del emplazamiento y en la disposición sobre este paisaje (Figura 4a-b).
La descripción detallada de los muros se fundamenta en las excavaciones de Dixon (1987) y en las observaciones tempranas de Squier (1853). Según estos estudios, el Muro I cerraba el acceso norte, con 289 m de longitud, 3 m de altura y 4 m de espesor, e incluía una escalera de 2 m de ancho que probablemente constituía el único acceso controlado a este lugar. Squier reportó la existencia de escaleras que conducían a pasillos y torres de vigilancia, aunque estas no pudieron ser identificadas en la visita reciente. El Muro II, en cambio, con un diseño similar al Muro I, bloqueaba el acceso desde una cumbre externa, midiendo 48 m de largo y 4 m de espesor en la base, mientras que el Muro III se ubica al norte del Muro I, con 21 m de longitud y 3 m de espesor. En conjunto, estos muros conformaron un sistema defensivo complejo, que evidencia la planificación estratégica y el control del acceso al asentamiento.
Arquitectura monumental y grupos residenciales
Recinto central y juego de pelota
La arquitectura monumental de Tenampúa se concentra en el extremo sureste de la meseta e incluye dos estructuras principales: el Recinto Central y la cancha del juego de pelota (Figura 5), ambas con probable función cívico-ceremonial y posiblemente administrativa (Dixon, 1987). El Recinto Central se comprende de tres grandes plataformas rodeadas por un muro que delimitaba un espacio rectangular de 87 m de largo por 55 m de ancho, con la entrada principal en el muro occidental; en su interior se encuentran dos plataformas principales. Squier (1853) describió la presencia de una tercera estructura en el costado este, la cual se encuentra hoy parcialmente destruida (Figura 5a).
Por una parte, al sur del recinto se ubica el Montículo Mayor, de 30 m de largo y 25 m de ancho, con tres cuerpos y una escalera que desciende por la fachada oeste. Según las observaciones de Popenoe (1936), este sirvió de base para un templo construido con materiales perecederos. Stone (1945), durante sus excavaciones en este espacio, identificó cuatro etapas constructivas diferentes, con pisos recubiertos de sustancias quemadas, tiestos y revestimientos de cal y yeso. Posteriormente, Agurcía (1980) identificaría estos revestimientos como estuco, un material poco común de encontrar en el valle de Comayagua. Así mismo, en la esquina noreste del Recinto Central se encuentra el Montículo Menor, de aproximadamente 18 m de largo y 12 m de ancho, que Squier (1853) describió con al menos tres cuerpos y una escalera en el costado oeste.
Por otra parte, la cancha del juego de pelota, se encuentra situada al sureste del Recinto Central sobre una plataforma de 110 m de longitud; consta de dos montículos paralelos de 30 m de largo por 12 m de ancho, con bases revestidas de grandes losas de piedra (Figura 5b). Squier (1853) señaló que sus costados eran similares a los muros del Recinto Central, lo que sugiere que fueron construidos en la misma época, mientras que Dixon (1987) indicó que esta cancha es comparable en tamaño y estilo a otras del Clásico Tardío en la región, como la del sitio de Quelepa (CM-47), ubicada al extremo norte del valle de Comayagua.
Grupo sur
Aunque el número total de estructuras en Tenampúa aún no ha sido definido con precisión, informes previos estimaron la existencia de alrededor de 400 edificaciones en toda la meseta (Squier, 1853). En su estudio, Dixon (1989b) señaló la presencia de al menos 12 grupos distintos en la cima de la colina, entre los cuales sobresale el Grupo Sur, ubicado al sureste del Recinto Central. Este complejo residencial de élite estaría conformado por un centenar de estructuras dispuestas alrededor de varias plazas, dentro de las cuales se incluyen cuatro graderías restauradas por Popenoe en 1936. Los materiales recuperados en esta área, como fragmentos de metates y morteros, sugieren que muchas de estas edificaciones habrían cumplido funciones domesticas (Dixon, 1989).
Gestión de recursos hídricos y áreas agrícolas
Una de las principales interrogantes sobre la ocupación permanente de Tenampúa es si los recursos disponibles en la meseta habrían sido suficientes para sostener una población tan densa a largo plazo. En este sentido, Dixon (1987; 1989) estimó que, en su apogeo, el sitio pudo haber albergado hasta 2000 habitantes, casi el doble que otros centros del Clásico Tardío en el valle de Comayagua, como Cárpules de Valladolid (CM-3), y comparable en tamaño únicamente con Cerro Palenque (CR-44) en el valle de Sula, al norte de Honduras.
El abastecimiento de agua y la disponibilidad de áreas de cultivo habría sido esenciales para mantener a esta población. A diferencia de los asentamientos ribereños del valle, Tenampúa se localiza en una meseta donde estas condiciones resultaban más restrictivas. Aunque hoy se observan arroyos secos en la superficie, las fuentes naturales más cercanas, la quebrada Santa Rosa (4 km al sureste) y las quebradas Rancho Chiquito y Mamegua (8 km al norte), se encuentran relativamente alejadas. En este contexto, es probable que se hayan modificado áreas naturales para la captación de agua; de hecho, se identificaron los sedimentos de una laguna pantanosa con bordes posiblemente alterados en el centro del sitio. Asimismo, Squier (1853) y Popenoe (1936) reportaron dos pozos de 30 m de ancho por 0.50 m de profundidad, y Stone (1958) mencionó la presencia de un embalse al sureste, aunque este no se localizó durante la visita de 2023.
En este caso, también se ha sugerido que algunas cuevas al oeste de Tenampúa pudieron haber funcionado como fuentes de agua, aunque también se ha sugerido otras funciones, como espacios para actividades rituales (Lunardi, 1948) o lugares para la extracción de pedernal para la fabricación de herramientas (Dixon, 1989). En relación con las áreas agrícolas, Dixon (1989) plantea que las comunidades asentadas en las zonas bajas del valle pudieron haber apoyado a este centro principal debido a la baja productividad de los suelos en la meseta. El mismo autor sugiere, además, que los cuartos del muro del Recinto Central pudieron haber servido como áreas de almacenamiento de productos agrícolas en caso de un posible asedio. Sin embargo, es evidente que se requiere de una investigación más sistemática para corroborar la función de todos estos espacios.
Cultura material y contextos arqueológicos asociados
Aunque aún no se ha establecido una secuencia cronológica precisa para Tenampúa, los materiales culturales recuperados permiten estimar su ocupación entre el 600 y el 1000 d.C., basándose en marcadores cerámicos diagnósticos del Clásico Tardío y del Clásico Terminal (Cuadro 1). A partir de estos hallazgos, es posible realizar algunas inferencias sobre las dinámicas del sitio.
Los conjuntos cerámicos son mayoritariamente de tipos locales del centro de Honduras, destacándose la Clase Tenampúa del Grupo Ulúa Policromo (Figura 6), estrechamente vinculada a este lugar (Viel, 1987). Esta cerámica, fechada en el Clásico Terminal en otros sitios como Yarumela y el área de El Cajón (Joesink-Mandeville, 1993; Hirth et al., 1989), constituye uno de los principales marcadores de este periodo. Datada tentativamente entre 750 y 850 d.C., se basa en una larga tradición regional, pero presenta innovaciones en sus formas y contenidos iconográficos (Joyce, 2017), destacándose el uso de un engobe blanco pulido sobre fondo naranja, una técnica de fondo blanco que se desarrolló a lo largo de la zona fronteriza entre Mesoamérica y el Área Istmo-colombiana a partir de 800 d.C. (e.g Joyce, 2017; Steinbrenner, 2010).
Los estudios de Joyce sobre la cerámica del Grupo Ulúa Policromo (Joyce, 2017; 2019) muestran que las innovaciones de la Clase Tenampúa reflejan un renovado interés por las practicas rituales, evidenciado en la incorporación de nuevos incensarios, como los de cuchara y cilindros con tapaderas y aplicaciones de espigas (Figura 6a), no presentes en otras clases de esta cerámica. La iconográfico de esta cerámica también muestra un cambio de contenido significativo, más enfatizando en retratar temas rituales y, sobretodo, políticos, con representaciones de figuras masculinas sentadas en tronos, portando armas, banderas o escudos, y un aumento en la iconografía de felinos, utilizados como símbolos interculturales para reflejar autoridad, poder y prestigio (Deras, 2023).
Las interrelaciones entre practicas rituales y poder político también se reflejan en la organización espacial de la arquitectura monumental, especialmente en la proximidad del Recinto Central al juego de pelota. Las excavaciones de Popenoe (1936) y Stone (1957), particularmente en el Montículo Mayor, confirmaron la importancia social estos espacios, evidenciada por los múltiples depósitos encontrados en los rellenos de esta estructura (Cuadro 1). En los niveles inferiores, Stone documentó un depósito de conchas Spondylus del Pacifico, que reflejan el poder adquisitivo de estas elites. En la segunda etapa constructiva, halló tres vasos de la Subclase Céfiro de la Clase Tenampúa, mientras que Popenoe descubrió un plato trípode de la Subclase Pentagone, entre capas con materiales y superficies quemadas, que posiblemente sirvieron como ofrendas vinculadas al proceso de renovación de esta estructura, práctica ritual que ha sido común en otros asentamientos del Clásico en el norte de Honduras (Hendon et al., 2014).
En los niveles superiores del Montículo Mayor, Stone encontró tiestos monocromos, fragmentos de coladores, recipientes de mango largo y tiestos de la Subclase Zarza de la Clase Tenampúa, junto con tiestos de Las Vegas Policromo, lo que sugiere que la ocupación final del edificio pudo haberse extendido a finales del Clásico Terminal o comienzos del Postclásico Temprano.
Otros hallazgos importantes, como una figurilla en pareja, indican posibles vínculos históricos entre Tenampúa y el valle de Copán, sugiriendo que estas alianzas pudieron haberse reforzado mediante matrimonios mixtos (Ver Hendon et al., 2014). Entre los objetos más destacados también se encuentra un metate zoomorfo con efigie de ave, descubierto por Popenoe en 1936 en el Grupo Sureste. Aunque presenta similitudes estilísticas con objetos de la Gran Nicoya, estudios comparativos sugieren que su iconografía posee una influencia más mesoamericana, difiriéndolo de otros metates más comunes de encontrar en Costa Rica (Jones, 1992), lo que podría indicar que este ejemplar haya podido ser elaborado más bien localmente.
Discusión general
Los datos disponibles sobre Tenampúa sugieren que los cambios en la región central de Honduras durante la transición del Clásico al Postclásico pudieron haber sido el resultado de múltiples dinámicas que afectaban tanto a Mesoamérica como a estas áreas circundantes. La evidencia material parece respaldar la propuesta de Dixon (1989b), quien planteó que la reorganización en el valle de Comayagua respondió a la percepción de amenazas externas que ponían en riesgo la soberanía regional, aunque aún no queda claro hacia quién estaban dirigidas estas defensas. Factores externos como el colapso de las Tierras Bajas mayas, el declive del centro político de Copán y la expansión del comercio mexicano hacia Centroamérica (Demarest et al., 2004; Okoshi et al., 2021; Joyce, 1986) probablemente contribuyeron a generar un periodo de inestabilidad que habría incentivado las transformaciones sociopolíticas en esta región central.
No obstante, aún resulta necesario profundizar en ciertos factores internos, como la posible jerarquía entre los asentamientos del valle y la competencia política entre elites locales, los cuales podrían haber desempeñado un papel relevante en la comprensión de este proceso de regionalización y en su carácter particular frente a otras áreas de Mesoamérica.
El ascenso de Tenampúa como centro político regional entre los siglos IX y X d.C. podría entenderse como una respuesta a la crisis que enfrentaron las poblaciones locales en este periodo, lo que habría impulsado la instauración de un modelo de organización social más centralizado. A diferencia de otras regiones de Mesoamérica, donde los centros previamente centralizados se fragmentaron (Demarest, 2013). En el valle de Comayagua parece haberse dado un proceso distinto, en el que los pequeños asentamientos heterarquizados pudieron haberse unificado políticamente. Este nuevo patrón no parece ser el resultado de una evolución gradual ni de una continuidad histórica, podría interpretarse como una estrategia adaptativa frente a esta crisis social, posible gracias a la cooperación entre los distintos grupos del valle, lo que habría conducido a la consolidación de un nuevo poder central.
Este modelo de organización parece mostrar similitudes con los primeros estados del periodo Formativo, como Yarumela (LP-1) (Joesink-Mandeville, 1993), en cuanto a la centralización del poder. Sin embargo, el ascenso político de Tenampúa podría haber enfrentado otros desafíos propios de su época, dado que las sociedades locales provenían de un periodo de expansión. La evidencia disponible sugiere que el sitio tuvo que enfrentar diversos desafíos tanto ambientales como sociales.
Entre los desafíos ambientales, parece que el entorno natural de la meseta, con acceso limitado al agua y terrenos poco aptos para la agricultura, podrían haber representado un obstáculo importante, lo que probablemente pudo haber impulsado innovaciones en las prácticas de subsistencia, incluyendo mejoras en la captación de agua, posibles cambios en los sistemas de distribución agrícola y un uso estratégico del paisaje para la defensa y el control del territorio; aspectos que requieren de mayores investigaciones futuras.
En cuanto a los desafíos sociales, el sistema defensivo de Tenampúa sugiere un alto grado de organización y cooperación, mediante el uso de barreras naturales, grandes muros de mampostería, posibles torres de vigilancia y un acceso restringido al sitio. Según Dixon (1987), la construcción de estos muros podría haber involucrado mano de obra adicional proveniente del valle inferior y se habrían levantado rápidamente tras la ocupación de la cima de la meseta.
A pesar de los cambios mencionados, la evidencia arqueológica, especialmente la cerámica, parece indicar que los habitantes de Tenampúa mantuvieron cierta continuidad cultural con las poblaciones anteriores. Los grupos que se establecieron en este nuevo asentamiento probablemente provenían de diversas partes del valle de Comayagua, de modo que la reorganización no habría roto por completo con las tradiciones locales, sino que podría haber adaptado las practicas existentes para reforzar la cohesión social. Además, el control de estas prácticas rituales por parte de las elites locales podría haber funcionado como una estrategia para consolidar su autoridad política dentro del nuevo orden social.
A diferencia del noroeste de Honduras, cuyos sitios continuaron comercializando con algunos centros mayas (Henderson, 1980; Sheptak, 1987), el ascenso de Tenampúa durante el Clásico Terminal parece haber reorientado las redes comerciales hacia el sur, con otros grupos centroamericanos (Joyce, 1986; Dixon, 1989b). Este cambio podría relacionarse con la inestabilidad social que afectó a gran parte de Mesoamérica, impulsando a esta región central a buscar nuevos vínculos. En este contexto fronterizo, Tenampúa habría aprovechado su posición estratégica para diversificar sus alianzas, asegurar nuevos recursos y consolidar el poder de sus elites. Según Dixon (1987), el sitio podría haber ejercido cierto control sobre la ruta hacia el valle de Choluteca, estableciendo un corredor comercial hacia el golfo de Fonseca, hipótesis que ha sido reforzada por la presencia de obsidiana de Güinope y cerámica de la Clase Tenampúa en el norte de Nicaragua (Braswell et al., 2002), lo que sugiere que sus vínculos podrían haberse extendido hasta la costa pacífica de Nicaragua y Costa Rica.
Aunque las medidas implementadas por las élites de Tenampúa parecen haber sido efectivas a corto plazo, resulta necesario considerar sus posibles efectos a largo plazo, incluyendo los altos costos asociados con mantener esta autoridad centralizada. El declive de este centro no se conoce con certeza, aunque podría haber seguido un patrón similar al de otros asentamientos que alcanzaron su apogeo en el Clásico Terminal, caracterizados por un poder de corta duración (Ver Demarest et al., 2004). De manera hipotética, el ascenso de Las Vegas (CM-6) durante el Postclásico Temprano (950-1250 d.C.) podría haber estado favorecido tanto por su proximidad a recursos estratégicos en el fondo del valle como por las tensiones internas derivadas de las políticas de Tenampúa. El análisis comparativo de la cerámica de ambos sitios comienza a evidenciar estos asuntos (Joyce, 2019). Sin embargo, estas interpretaciones requieren de investigaciones adicionales para ser validadas con evidencia arqueológica más sólida.
Conclusión y futuras líneas de investigación
Los datos presentados muestran como algunos grupos situados en la frontera entre el sureste de Mesoamérica y el Área Istmo-colombiana respondieron de manera particular a los cambios suscitados durante la transición del Clásico al Postclásico, generando dinámicas distintas a las zonas núcleo. Tenampúa desarrollo una trayectoria distintiva, probablemente condicionado por su contexto cultural, político y geográfico. La centralización del poder en este centro podría haber facilitado la coordinación de acciones colectivas frente a los desafíos de la época. Su ubicación en esta zona fronteriza brindo a estas poblaciones mayor margen para innovar y diversificar sus alianzas, permitiéndoles conservar su autonomía frente a las crecientes presiones sociales externas. Estas trasformaciones evidencian la capacidad de adaptación y resiliencia de sus poblaciones locales.
A partir de estas observaciones, como futura línea de investigación se ha propuesto la ejecución del Proyecto Arqueológico Comayagua-Tenampúa (PACT), cuya primera fase iniciará este año gracias al proyecto Valarh, con el objetivo de evaluar estas interpretaciones mediante nueva evidencia y analizar tanto el proceso de reorganización del valle de Comayagua como el papel de Tenampúa como principal centro político.
Agradecimientos
Agradezco al Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH) por su colaboración en esta investigación, facilitando el acceso a sus colecciones y autorizando la publicación de las fotografías del sitio y sus materiales, lo cual ha sido un valioso apoyo visual para este artículo. De igual manera, expreso mi especial agradecimiento al Dr. Julien Sion (Cemca) y a la Msc. Marlen Aguilera (INE/ UNAH) por sus acertados comentarios, los cuales han enriquecido este documento final. Asimismo, al Sr. Matamoros, de la Aldea de Flores, y a los demás colegas que me acompañaron en la visita para conocer este sitio.
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