Ahora que desarrollo mi proyecto de doctorado y he estado viajando a campo durante los últimos años, no puedo ni imaginar la sensación de vacío e impotencia que podría generar llegar al lugar de siempre a dar seguimiento a los mismos animales y simplemente no encontrar absolutamente nada. Los bosques nubosos de Monteverde, Costa Rica tristemente guardan esta historia, el más famoso de nuestros sapos dejó de existir en solamente tres años, el último de los sapos dorados Incilius periglenes fue observado en solitario en 19891. Este evento en los bosques de Costa Rica marcaría el final de la época más triste en la historia de los anfibios; hasta ese momento se habían observado por última vez en el mundo 35 de las 36 especies que 15 años más tarde serían declaradas extintas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, perdiendo todo tipo de esperanza de volver a verlas2.

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Infelizmente la historia no fue única para estas 36 especies que fueron declaradas extintas, también se repitió para muchas otras en Costa Rica y el mundo para las cuales aún se guardaba la esperanza de volver a verlas. Siendo otro de los casos típicos aquella rana muy común de prácticamente todas las zonas altas de Costa Rica y las montañas del oeste de Panamá. La rana de ojos verdes Lithobates vibicarius, partícipe también de un evento de desaparición reportado cerca de la frontera entre ambos países entre 1991 y 19933.

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En 1989 se realiza el I Congreso Mundial de Herpetología en Canterbury, Reino Unido y es ahí donde los herpetólogos de muchos lugares del mundo se comunican y enteran que la historia catastrófica se está repitiendo en diferentes sitios del globo. Naturalmente los puntos de mayor biodiversidad para los anfibios —asociados a las zonas tropicales—, a la vez se convertirían en los puntos de las mayores desapariciones de poblaciones enteras de diferentes especies de este grupo. Costa Rica, la tierra del sapo dorado, es parte de esta franja de biodiversidad paralela al ecuador de nuestro planeta, y no logró escapar al evento de mayor pérdida de biodiversidad terrestre en el menor tiempo que se ha registrado en la historia de la humanidad.

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A inicios de la década de los noventas las preguntas sin duda eran más que las respuestas; desapariciones de poblaciones enteras sin causa aparente. Años más tarde, una sola palabra surgió en el colectivo científico, una elegante palabra que lo único que transmite es un sentido profundo de desconocimiento, las desapariciones de estos animales fueron catalogadas como enigmáticas. Ante la incertidumbre y desilusión de muchos investigadores, las hipótesis comenzaron a formularse y comienza probablemente una de las mayores búsquedas de respuestas ante uno de los eventos más complejos que se ha documentado.

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Estas desapariciones repentinas usualmente pueden ser asociadas a eventos evidentes y claramente apuntados como causales. Sin embargo, a las desapariciones de anfibios que mencionamos hay que sumarles que sucedieron en su mayoría en hábitats inalterados y protegidos. Resumiendo el escenario no podía ser peor para 1993, poblaciones que habían sido sistemáticamente monitoreadas por varios años que de repente tienen caídas importantes en el número de sus individuos hasta desaparecer en solamente tres años. El último año no hay cuerpos de animales para investigar y no se perciben cambios evidentes que expliquen la causa de la catástrofe. El fenómeno no es local, se repite en Centroamérica y Australia. Ante este escenario no puedo imaginar la soledad e impotencia que sentiría de regreso a mi casa después de un día de trabajo en el campo bajo estas circunstancias.

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Años más tarde, una sola palabra surgió en el colectivo científico, una elegante palabra que lo único que transmite es un sentido profundo de desconocimiento, las desapariciones de estos animales fueron catalogadas como enigmáticas.

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Los anfibios nos recuerdan a aquellos canarios que acompañaban a los mineros a las profundidades de la tierra para saber cuándo las cantidades de monóxido de carbono o metano podrían afectar su salud, cuando el animal dejaba de cantar y perdía el conocimiento era el momento para evacuar la zona de forma inmediata. La desaparición de los anfibios en nuestros bosques protegidos y de forma enigmática es sin duda un claro indicador de que las cosas no estaban bien en nuestro planeta. Los anfibios son el grupo de vertebrados terrestres en desaparecer de forma más alarmante y sin duda de los organismos más sensibles y afectados ante esta nueva época geológica que el planeta Tierra ha iniciado, el antropoceno, donde nuestra presencia como seres humanos ha generado una pérdida acelerada de la biodiversidad como uno de sus principales impactos.

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Los invito a seguir esta historia que recorreremos temporalmente desde 1989 hasta nuestra fecha durante los próximos doce meses, escribiendo sobre los puntos determinantes que fueron marcando este camino para este grupo de animales.

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Gilbert Alvarado

Laboratorio de Patología Experimental y Comparada (LAPECOM), Escuela de Biología, Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica

Laboratorio de Patología Comparada de Animales Silvestres (LAPCOM), Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, Universidad de São Paulo. São Paulo, Brasil

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Fotografía rana de ojos verdes: Pedro Murillo Rodrígues

Fotografía bosque nuboso: autor

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Referencias

1Crump, M. (2000). In Search of the Golden Frog. United States of America: The University of Chicago Press.

2Jiménez, R. & Alvarado, G. (2017). Craugastor escoces (Anura:Craugastoridae) reappears after 30 years: rediscovery of an “extinct” Neotropical frog. Amphibia-Reptilia, 38(2), 257-259.

3Lips, K.R. (1998). Decline of a Tropical Montane Amphibian Fauna. Conservation Biology, 12(1), 106-117.