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Los humanos hemos asignado nombres comunes a los seres vivos desde tiempos antiguos. De manera que un organismo tiene un nombre común diferente según el lugar geográfico donde se encuentre y según la lengua que se hable ahí.

Esta riqueza léxica tiene gran importancia desde el punto de vista lingüístico y antropológico, pues es un reflejo de la incorporación del mundo natural a la cultura de un pueblo. Por ejemplo, las plantas más utilizadas (ya sea para alimentación, vestido, construcción, con fines medicinales o decorativos), tienen más nombres comunes que aquellas plantas poco usadas, pues son menos conocidas (Luis J. Poveda, com. pers.). Para Costa Rica se han publicado estudios que demuestran la importancia lingüística de los nombres comunes de aves, peces y plantas.

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Los nombres científicos facilitan la comunicación en ciencia, ya que cada especie conocida tiene un único nombre científico válido que se escribe de la misma forma en todos los idiomas

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Cuando se realiza un estudio biológico es necesario informar sobre la identidad del organismo que se está investigando, dado que toda investigación científica debe ser reproducible. Es decir, todo científico interesado en comprobar los resultados hallados en una investigación previa requiere repetir la metodología y estudiar el mismo organismo.

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En este sentido, el uso de nombres comunes en investigaciones científicas trae consigo ambigüedad, ya que un mismo nombre común puede ser aplicado a organismos distintos y un mismo organismo puede tener más de un nombre común. Por el contrario, los nombres científicos facilitan la comunicación en ciencia, ya que cada especie conocida tiene un único nombre científico válido que se escribe de la misma forma en todos los idiomas.

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El nombre científico de una especie está compuesto por dos palabras en latín. También pueden ser palabras derivadas de otras lenguas, en cuyo caso deben estar latinizadas, es decir, deben coincidir con el alfabeto y la gramática latina. Esto es muy frecuente con palabras de origen griego.

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Para formar nombres científicos es importante atender al vocabulario y a la gramática de la lengua latina. Existen libros de texto que permiten conocer el latín usado en taxonomía, el cual es diferente al latín clásico literario. Por ejemplo, el texto Latín y Griego Básicos para Botánicos I (1992) de Bruno Manara. O el texto Botanical Latin (1983) de W. T. Stearn.

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La primera palabra de un nombre científico corresponde al epíteto genérico, es decir, a la palabra que le da nombre al género al que pertenece la especie. La segunda palabra corresponde al epíteto específico de la especie, esto es, la palabra que identifica a la especie en ese género. Ambos términos se escriben en itálica, o se subrayan en caso de escribirlos a mano. La letra inicial del epíteto genérico se escribe en mayúscula, mientras que el epíteto específico se escribe en minúscula.

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A esta forma de escribir el nombre científico se le conoce como Nomenclatura Binomial. Escritura difundida por Carlos Linneo en su obra Species Plantarum (1753). Desde la época de Linneo se acostumbra formar nombres científicos aludiendo a tres aspectos: 1) una característica propia de la especie, 2) una persona a quien se le dedica la especie, 3) un lugar al que se le dedica la especie.

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Ejemplos

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1) El nombre científico de la levadura con la que se fabrica pan y cerveza es Saccharomyces cerevisiae. La palabra “Sacchar” es de origen árabe y significa “azúcar”. También la encontramos en el nombre científico de la caña de azúcar, Saccharum officinarum. Y en otras palabras ampliamente usadas en biología como sacarosa y polisacárido.

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2) El nombre científico de la mantis religiosa es Mantis religiosa. Este es un caso interesante donde el nombre científico es igual al nombre común.

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3) El nombre científico del café es Coffea arabica. El epíteto específico hace referencia al origen de esta especie: la región de Arabia. Se sabe que esta planta tuvo su origen de dispersión cerca de la actual Etiopía.

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4) El nombre científico del chayote es Sechium edule. La palabra “edule” significa “comestible”. También la encontramos en el nombre científico del maracuyá, Passiflora edulis. El término “Passiflora” significa “Flor de la Pasión”, que hace referencia al “Sufrimiento de Cristo”.

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5) El nombre científico del árbol de caoba es Swietenia macrophylla. El epíteto genérico se formuló en honor a Gerard van Swieten, médico holandés del siglo XXVIII. Mientras que el epíteto específico está formado por dos palabras de origen griego, “macro” que significa “grande”, y “phylla” que significa “hoja”.

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P6) La hierba Cortusa matthioli fue descrita por Linneo en Species Plantarum. Linneo dedicó esta especie al médico Petrus Andreas Matthiolus, lo que explica el significado del epíteto específico. Posteriormente, el botánico V. A. Richter cambió esta especie de género, pero mantuvo la dedicatoria que hiciera Linneo. Actualmente el nombre científico de esta especie es Primula matthioli.

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Como se aprecia en este último ejemplo, el nombre científico de una especie puede cambiar. Pero siempre habrá un nombre válido y único para cada especie conocida. Las razones para cambiar el nombre científico van de la mano con nuevas investigaciones taxonómicas y filogenéticas.

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En última instancia el nombre científico es una forma de clasificar a los seres vivos dentro del sistema de categorías linneanas. Ya que, en el nombre científico se hace explícito el género y la especie a la que pertenece el organismo.

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Diego Aguilar Sandí

Universidad de Costa Rica

San José, Costa Rica

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Imágenes

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Esquema de nomenclatura binomial. Imagen del autor

Flor y hojas del maracuyá. Fotografía de Mural Nativo (modificada, CC BY-SA 4.0)

Imagen compuesta: ilustración de Cortusa matthioli (Anton Hartinger, dominio público) y sección de Species Plantarum con descripción de la planta (Carlos Linneo, dominio público)