
XRevista de Biología Tropical, ISSN: 2215-2075 Vol. 70: IX-XIII, January-December 2022 (Published Mar. 24, 2022)
desarrollara precozmente un interés por la
naturaleza y la pasión por el montañismo que le
acompañaría toda su vida. Turrialba era enton-
ces un pueblito rural pero en franco crecimien-
to, situado a medio camino en la ruta ferroviaria
entre el Valle Central y el Puerto de Limón.
Este pueblo rodeado de montañas y extensos
bosques, tuvo gran influencia durante la infan-
cia y adolescencia de Federico, principalmente
a partir del establecimiento y consolidación del
Centro Agronómico Tropical de Investigación
y Enseñanza (CATIE) y la efervescente agroin-
dustria cañera que se desarrollaba en las inme-
diaciones del pueblo. Estas actividades atraían
a agrónomos e ingenieros forestales al lugar,
los primeros profesionales con los que Fede
tuvo contactos. Como él mismo nos contaba,
cuando chiquillo eran habituales las caminatas
por las faldas del volcán homónimo y las orillas
del Río Reventazón, aunque también frecuenta-
ba cafetales y cañales de las grandes haciendas
que rodeaban su pueblo.
Federico estudió en la Universidad de
Costa Rica, donde sabemos ingresó en 1970.
Para el año siguiente ya había conseguido un
puesto y se mantuvo en régimen administrati-
vo ligado a esta institución hasta pensionarse
en 1999. Entre sus primeros trabajos en la
Universidad, Fede sirvió como asistente en el
Instituto Clodomiro Picado, un centro de inves-
tigación y producción de antivenenos adscrito
a la Facultad de Microbiología. Hilda Herrera,
quien en esa época trabajaba como secretaria
en el incipiente instituto lo recuerda con su bata
blanca apoyando labores entre el serpentario
y el laboratorio de producción. Su paso por el
Clodomiro fue corto, pero suficiente para mar-
car su huella entre los trabajadores de aquella
época que aún lo recuerdan.
Poco tiempo después, ingresó como per-
sonal de apoyo en la naciente colección de
herpetología, iniciada unos años antes con las
recolectas de los Dres. James Vial, Norman
Scott y Douglas C. Robinson. Este último,
entonces profesor del Departamento de Bio-
logía, fungía como curador de la colección y
supervisor de las labores de Federico. Para
1974, el departamento pasa a ser formalmente
la Escuela de Biología, una unidad de la Facul-
tad de Ciencias, por lo que Fede fue testigo
de esa transición. En 1977 ayuda a trasladar
la colección a la nueva ala del edifico de la
Escuela de Biología, donde ha permanecido el
Museo de Zoología desde entonces. Es en ese
espacio que empieza a consolidarse el Museo
de Zoología. Federico, junto a Roger Sáenz,
apoyaba tiempo parcial a la colección, lo que
permitía a Douglas y sus estudiantes enfocarse
en las recolectas. De esta manera, la colección
de herpetología crecía rápidamente.
Federico trabajó tiempo completo en el
Banco Central de Costa Rica, por lo que su
tiempo en el Museo debía compartirse con el
dedicado a “su trabajo real” y –por supuesto– al
de su familia. Por ello, solía vérsele tarde en el
Museo, lo que no impidió que se constituyera en
un baluarte para la formación de aquellos estu-
diantes interesados en herpetología, que para
ese entonces permanecíamos con Fede hasta
avanzada la noche rodeados de especímenes,
Fede Valverde. Aguabuena de Rincón de Osa. 1989.
Foto Eberhard Meyer.