Innovation and globalization: the globalizing
diffusion of the international model of science policy
Luis Alfonso Chávarro
Universidad del Valle,
Cali, Colombia
alfonso.chavarro@correounivalle.edu.co
http://orcid.org/0000-0001-5103-6191
Fecha de recepción: 12 de
diciembre del 2020
Fecha de aceptación: 10 de octubre del 2021
Cómo citar:
Introducción: el artículo destaca la importancia de los fundamentos
conceptuales derivados del enfoque del institucionalismo sociológico de la
cultura mundial para entender la globalización a partir del criterio de convergencia, mediante categorías
como la difusión de políticas y los mecanismos de difusión.
Objetivo: propone analizar la
difusión de modelos de política científica y observar la difusión del modelo
internacional de política científica centrado en la innovación.
Método y técnica: partiendo de los fundamentos del institucionalismo
sociológico, mediante análisis documental de fuentes secundarias, aborda el
periplo de difusión de ideas de política científica en Estados Unidos y América
Latina.
Resultados: muestra evidencia de contradicciones o desacoplamientos
entre los lineamientos derivados del modelo de política científica y la
situación de la ciencia.
Conclusión: se concluye que, en
estos últimos países, ha predominado una difusión por emulación, lo que ha
conducido a un isomorfismo institucional en el mundo de la ciencia, pero que expresa
muchos desacoplamientos que están generando controversia en las comunidades
científicas nacionales. Finalmente, se considera la posibilidad de articular el
enfoque de la cultura mundial a la teoría de campo, con el fin de investigar
las controversias mencionadas que aparecen como variaciones del mismo tema en
los diferentes países latinoamericanos.
Palabras clave: Difusión de política científica, Emulación, Cultura mundial, Isomorfismo,
Teoría de campo.
Introduction: the article highlights the importance of the
conceptual foundations derived from the sociological institutionalism approach
to world culture to understand globalization based on the convergence criterion
through categories such as policy diffusion and diffusion mechanisms.
Objective: it proposes to analyze the diffusion of science
policy models and to observe the diffusion of the international model of
science policy focused on innovation.
Method
and technique: based on the
foundations of sociological institutionalism, through documentary analysis of
secondary sources, it addresses the diffusion of science policy ideas in the
United States and Latin America.
Results: it shows evidence of contradictions or decouplings
between the guidelines derived from the science policy model and the situation
of science.
Conclusion: it is concluded that, in the latter countries, a
diffusion by emulation has predominated, which has led to an institutional
isomorphism in the world of science, but which expresses many uncouplings that
are generating controversy in the national scientific communities. Finally, the
possibility of articulating the world culture approach to field theory is
considered, in order to investigate the aforementioned controversies that
appear as variations of the same theme in different Latin American countries.
Keywords: Science policy diffusion, Emulation, World
culture, Isomorphism, Field theory.
El presente
escrito se centra en una reflexión teórica acerca de las tendencias
convergentes de la difusión de políticas, y en particular, de la difusión de un
modelo internacional de política científica. En ese sentido, este trabajo parte
de la discusión sobre la pertinencia de utilizar la categoría de convergencia
como aspecto central en la definición de la globalización, para pasar luego a
las categorías de difusión de políticas y mecanismos de difusión, y sobre esos
soportes, introducir la idea de política científica y el debate sobre sus
modelos, para finalmente, mirar de
manera dialéctica su particular apropiación entre una difusión mimética y una
percepción controversial. En consecuencia, se analiza la difusión de modelos de
política científica y se observa que un modelo internacional de dicha política,
difundido desde organizaciones internacionales y centrado en la innovación, parece
coincidir con la aparición de lo que algunos han denominado el Modo 2 de la
ciencia.
En términos
metodológicos, se aborda el periplo histórico de difusión de las ideas centrales
de la política científica en Estados Unidos y América Latina, articulando las
etapas a los cambios de modelo de tal política, para llegar a concluir que en
estos últimos países ha predominado una difusión por emulación que ha conducido
a un isomorfismo institucional en el mundo de la ciencia, pero que expresa
muchos desacoplamientos que están generando controversia en las comunidades científicas
nacionales. Finalmente, tras discutir los alcances y límites del enfoque de la
cultura mundial sobre los efectos convergentes de la difusión de modelos de
política, se considera la posibilidad de articular dicho enfoque de la cultura
mundial a la teoría de campo para poder investigar las controversias
mencionadas, las cuales aparecen como variaciones del mismo tema en los
diferentes países latinoamericanos.
La idea de globalización se puso en boga hacia los años noventa, y se han realizado muchos esfuerzos para presentar un estado de arte de los debates teóricos que ha suscitado. Para su abordaje, el concepto ha sido descompuesto en los más diversos conjuntos de categorías, pero en lo que parece haber acuerdo es que este es un concepto complejo, cuyo alcance desde una sola disciplina resulta restringido, y por ello se lo menciona desde disciplinas como la economía, la sociología, la teoría de relaciones internacionales, entre otras.
De acuerdo con lo anterior, desde la economía se le ha tratado de abordar mediante categorías como el comercio internacional, el flujo de bienes y servicios o la movilidad de capital, y desde la sociología, incorporando categorías como la movilidad de personas, la difusión de valores, la intensidad de interacciones; pero por otro lado, desde las relaciones internacionales se ha considerado la idea de sociedad global o mundial como algo diferente a la sociedad internacional, propia de algunos clásicos del realismo y el racionalismo, o también se la ha definido como una situación histórica de interdependencia. En lo relativo a ésta última, desde los años noventa del siglo XX estamos ante un mundo en proceso de globalización, en el que los estados nacionales parecen ser cada vez más interdependientes[2], pero esta mutua dependencia parece haber puesto en crisis tanto al paradigma de la independencia y autonomía de los estados, que tradicionalmente han esbozado algunas personas autoras de las tesis realistas, como también al paradigma de la dependencia y del imperialismo, propios del pensamiento crítico.
La tesis de la interdependencia, y su corolario en la convergencia u homogeneización de las sociedades, sin embargo, ya ha funcionado en el pasado como una profecía autocumplida de la teoría de la modernización sobre el desarrollo, por lo que no habría mayor novedad cuando se afirma que esta es una característica clave de la globalización: «Propongo combinar las perspectivas de Robertson y Albrow, y así definir la globalización como un proceso que conduce a una mayor interdependencia y a la concienciación mutua (reflexividad) entre las unidades económica, política y social en el mundo, y entre los actores en general » (Guillén 2001a, 236).
Entre los aspectos claves del debate sobre globalización en la sociología resalta el hecho de que se ha venido produciendo una convergencia de las sociedades hacia un modelo uniforme de economía, organización política, e incluso cultural. Ello se descubre desde las tesis sobre la sociedad postindustrial en los setenta (Bell 1973), hasta la teoría de la sociedad o cultura mundial en los noventa (Meyer et al 1997), obras en las que se subraya la tendencia hacia la convergencia y homogeneización de las diferentes sociedades, dando como resultado un mundo con creciente similitud estructural.
Aunque esta tesis de la convergencia y la homogenización de las sociedades en la época de la globalización actual tiene sus críticas, en particular, Giddens (2000, 27) considera que la globalización es dialéctica y «de ninguna manera es totalmente benigna en sus consecuencias» ni solamente uniforme. Lo importante a destacar es que la tendencia a la similitud estructural de las sociedades no se puede negar, ya que difícilmente se puede desconocer que se presenta una convergencia tecnológica inducida, que a su vez se confirmaría en la difusión de los guiones de las políticas de ciencia y tecnología, aunque ello no niega que algunos países han dado diversidad de respuestas a esta tendencia (Guillén 2001b).
Como se puede ver, la apuesta de la teoría de la cultura mundial por la convergencia tiene sus alcances y límites, pero la razón para entender sus aciertos descansa en explicar dicha convergencia o creciente similitud entre las sociedades, no como un resultado de la imposición de modelos, sino de la difusión de políticas: «Describiremos como “convergencia” este proceso de creciente semejanza global de las políticas. La convergencia de las políticas en esta materia podría haber sido el resultado del descubrimiento de las mejores prácticas por parte de unidades independientes. Pero también podría ocurrir que las decisiones realizadas en un país afecten a las decisiones efectuadas en otro. Esto es lo que definiremos como ‘difusión’». (Meseguer y Gilardi 2008, 317).
Al colocar la difusión como una categoría clave para entender la convergencia y el proceso de globalización, algunas personalidades institucionalistas parten de que la interdependencia se traduce en similitud estructural de las sociedades. Esto tiene que ver con la difusión de modelos de políticas, pero bajo la premisa de que las elecciones previas de dichos modelos por otros países determinan la elección de un modelo de políticas para otros países determinados: «[…] las opciones de políticas nacionales son interdependientes, […] los gobiernos adoptan nuevas políticas no de forma aislada, sino en respuesta a lo que sus homólogos en otros países están haciendo…» (Dobbin, Simmons y Garret 2007, 450).
Visto lo anterior, ahora se puede pasar a mirar cuál es la forma que adopta la difusión de los modelos de las políticas, es decir, cuáles son sus mecanismos. Entre los mecanismos de difusión, la forma en que son definidos y agrupados ha variado. En los estudios seminales sobre la difusión de la liberalización y el liberalismo, Dobbin y sus colegas hablan de cuatro mecanismos de difusión de políticas: la coerción, la competencia, el aprendizaje y la emulación (2007). Con la coerción se refieren a la imposición, generalmente condicionada de los países poderosos a los países en desarrollo, para que adopten unos modelos de políticas, frecuentemente, a través de organizaciones gubernamentales internacionales; con la competencia, apuntan al incentivo que impulsa a algunos países a adoptar otras políticas, lo que se explica como la razón de no quedarse atrás de los rivales competidores. Asimismo, respecto al aprendizaje, este se da cuando algunos países siguen las lecciones aprendidas de la experiencia de otros países en políticas públicas; y, finalmente, con la emulación, el mecanismo de difusión más destacado por el institucionalismo sociológico, se refieren a políticas que se difunden por valoraciones sociales al margen de su funcionalidad, ya sea por imitación, moda o deseo de legitimidad (Dobbin, Simmons y Garret 2007).
Posteriormente, personalidades de la investigación más recientes eliminan la coerción de entre los mecanismos de difusión, afirmando que esta es imposición vertical y no difusión horizontal, y hablan de aprendizaje, socialización, externalidades y emulación. Respecto al aprendizaje, parecen entenderlo como la racionalidad de un comportamiento que se centra en la búsqueda de soluciones efectivas para determinados problemas, basándose en la idea de que la experiencia de otros proporciona información para resolver los propios problemas. En cuanto al mecanismo de socialización, lo entienden como la internalización de normas internacionales que redefinen la identidad; y, respecto al mecanismo de externalidades, está basado en incentivos positivos o negativos, de lo cual la competencia sería una forma especial. Finalmente, acerca del mecanismo de la emulación, lo asocian con el comportamiento de actores nacionales que simplemente copian modelos de otros países o lugares para dar legitimidad a sus decisiones y opciones escogidas (Heinze 2011).
En síntesis, la fundamentación conceptual básica, necesaria para introducir lo que se denomina la teoría de la sociedad o cultura mundial, parte de que la globalización es un proceso de creciente interdependencia que conduce a una convergencia o similitud estructural en las diversas sociedades del mundo, y que esa similitud se explica no por una imposición de modelos de política, sino por una difusión horizontal de modelos que provienen generalmente de organismos internacionales y que son apropiados en los diversos países y sociedades mediante mecanismos de aprendizaje, competencia o emulación. Este último mecanismo de difusión será central para dicha teoría, como se puede ver a continuación.
La premisa básica de la denominada teoría de la cultura mundial radica en que los estados nacionales no son islas, sino que están incrustados en la sociedad mundial y sujetos a una fuerza denominada cultura mundial (Drori 2008). A diferencia del enfoque del sistema mundial de Wallerstein, centrado en la idea de economía mundo, en la teoría de la cultura mundial la cultura genera su propia dinámica y se difunde mediante modelos de políticas públicas y estilos de gobernanza, ya que constituye una fuerza que condiciona o genera restricciones a actores como los estados nacionales, generalmente considerados soberanos y auto-determinados (Meyer et al 1997).
Esta fuerza de la cultura mundial, al difundirse, va generando estructuras de lo que podría denominarse una sociedad mundial, que se caracteriza por ser apátrida, es decir, que no está asociada necesariamente con un estado central o hegemónico, sino con un consenso implícito mundial sobre lo «adecuado», asociado con la modernidad desarrollista surgida tras la Segunda Guerra Mundial. Además, que se materializa mediante estrategias propias de una política mundial, con actores no necesariamente nacionales, como las organizaciones internacionales, surgidas de asociaciones gubernamentales de los países, o también las denominadas organizaciones no gubernamentales. De acuerdo con lo expresado por uno de sus críticos, la tesis de la cultura mundial se diferencia de la idea de «economía mundo» en que no se limita a ser una forma del expansionismo capitalista.
La «cultura mundial» pasa entonces a entenderse como el conjunto de estructuras de expectativas mundialmente reconocidas y de sistemas de significado racionalizado, que, en virtud de su legitimidad cada vez más universalizada, pueden arrogarse la pretensión de servir para la estructuración de las conductas tanto de los individuos como de las organizaciones o los estados. A diferencia de la «economía mundial» que, según Wallerstein, surge de la dinámica de incorporación expansionista propia del sistema capitalista, la «cultura mundial» concebida en términos neoinstitucionalistas constituye un «entorno cultural trasnacional» que ha llevado, en numerosos campos de la actividad social – de la organización política y los regímenes de ciudadanía, pasando por principios jurídicos y derechos humanos, hasta llegar a la protección del medio ambiente, la racionalidad científica y la educación –, a una conformación de estructuras «isomorfas» a nivel mundial (Schriewer 2013, 278-279).
Como ya se ha advertido, la universalización de la cultura mundial no necesariamente se produce por coerción o imposición, sino que se generaliza por difusión, si por difusión se entiende, como ya se planteaba en el clásico trabajo de Rogers, el proceso por el que se transmite una idea o innovación a los sujetos a lo largo del tiempo (1995). Sin embargo, a diferencia del planteamiento funcionalista de Rogers, se basa en la premisa de que las opciones de un país o estado para adoptar políticas, están determinadas por las opciones que han escogido otras organizaciones, países o estados nacionales, sin que esa determinación sea necesariamente una imposición: «Contrariamente a la armonización y la imposición, la difusión se produce en ausencia de obligación, ya que no hay compromisos formales con otros gobiernos u organizaciones internacionales. La principal razón de ser de la difusión radica en el hecho de que los actores tienden a atribuir una importancia excesiva a la información fácilmente disponible, favoreciendo políticas que ya están vigentes en otros países sobre las opciones políticas que aún no han adoptado en otros lugares» (Weyland cit. Jörgens 2003, 6)
En otras palabras, la difusión de modelos o guiones (Meyer et al 1997) de políticas sería lo que explica por qué países sumamente diferentes llegan a tener características similares tras un proceso de adopción de dichos modelos, y cuya fuente generalmente proviene de organizaciones internacionales influyentes. A tales procesos de homogeneización y estandarización es a lo que desde el institucionalismo sociológico se denomina isomorfismo: «[…] el isomorfismo es un proceso limitador que obliga a una unidad en una población a parecerse a otras unidades que enfrentan las mismas condiciones ambientales» (Di Maggio y Powell 1999, 108).
Dos fuerzas estarían detrás de esta tendencia al isomorfismo: la lógica de competencia del mercado, a lo que los autores denominan isomorfismo competitivo, y la búsqueda de legitimidad, o lo que denominan isomorfismo institucional, y que se entiende como la forma de adecuarse a fuerzas que presionan para una adaptación a las restricciones provenientes del exterior (Di Maggio y Powell 1999). Sin embargo, advierten, al ser tipos ideales en el sentido weberiano, estos dos tipos de isomorfismo no siempre se encuentran aislados, sino que suelen estar mezclados. Respecto al segundo, el isomorfismo institucional, estos autores especifican tres subtipos: coercitivo, mimético y normativo: «Identificamos tres mecanismos por medio de los cuales ocurre el cambio institucional isomorfo, cada uno con sus propios antecedentes: 1) el isomorfismo coercitivo, que se debe a influencias políticas y al problema de legitimidad; 2) el isomorfismo mimético, que resulta de respuestas estándares a la incertidumbre, y 3) el isomorfismo normativo, asociado con la profesionalización. Esta tipología es analítica: los tipos no siempre son empíricamente distintos» (Di Maggio y Powell 1999, 109).
Para entender mejor lo anterior, Meyer et al (1997) explicita que, como resultado de la difusión de modelos de políticas, originadas en la dinámica de la cultura mundial, los estados nacionales y las organizaciones tienden a adquirir las propiedades isomorfas mencionadas. Sin embargo, advierte que esto se contradice con el hecho de que los estados tienden a definirse como actores con autonomía y soberanía, lo que resulta fácil de comprobar al mirar las constituciones y los encabezados de leyes fundantes de política pública. En ese sentido, para tipificar esta ambivalencia introduce la idea de desacoplamiento, una contradicción entre los objetivos de las políticas retomados de los modelos de cultura mundial y las realizaciones posibles y plausibles, sin que por ello se tenga que desconocer que en muchos casos la razón principal de estas contradicciones se encuentre en el reducido porcentaje del PIB de los países dedicado a las metas, derivadas de los objetivos de las políticas. De esta manera, advierten Meyer et. al (1997) que estas contradicciones se magnifican aún más con la estructura expansiva, resultado de adoptar modelos exógenos sin consultar las capacidades nacionales o locales.
En razón de lo anterior, la cultura mundial sería una fuerza que empuja a la adopción de modelos de políticas, y la causa más expedita para ello sería la imitación de modelos, es decir, la difusión por emulación, y esto sería lo que permite hablar de estados y organizaciones nacionales como condicionados de manera horizontal por influencias exógenas.
Discusión y conclusiones
Resulta
importante advertir que, aunque la utilización del enfoque de la cultura
mundial resulta relevante para mirar la tendencia mimética en la adopción de
modelos de política científica y, en consecuencia, explica el isomorfismo
institucional en los diversos países en que se adoptan tales modelos de dicha
política, no ha dejado de ser cuestionada por múltiples aspectos. En primer
lugar, al mirar comparativamente la adopción de lineamientos derivados de
modelos de política en diversos países se ha notado cierta diferenciación por
razones de variables propias del contexto en que se adopta un modelo de
política, y ese es el caso señalado para un tipo de política como las políticas
educativas, en las que se ha encontrado una universalización malograda de la
aplicación de los modelos globales educativos, llegando a valorarse tal
fenómeno como «desviación creadora»
(Schriewer 2013).
En segundo lugar,
en un trabajo que valora el aporte de los sociólogos a la economía política
internacional, Campbell destaca la importancia de los estudios de difusión, en
particular, los trabajos realizados desde el enfoque de la cultura mundial, en
donde la fuerza impulsora detrás de la difusión reside en la búsqueda de los
Estados para obtener legitimidad. Sin embargo, dicho autor recoge algunas
críticas como la dificultad para probar empíricamente cuándo se trata de
difusión por mecanismos miméticos, normativos o coercitivos, y aunque retoma
los argumentos teóricos de la cultura mundial relacionados con las reglas
suaves – estándares profesionales, planos tecnocráticos y pautas, entre otros
valores y estándares- estos se difunden desde redes transnacionales, organizaciones
no gubernamentales y otros nuevos actores internacionales, lo que más bien
evidenciaría que la arena internacional se ha convertido en un campo con nuevos
actores (Campbell 2009).
Ante ello,
reclama el uso del concepto de traducción, para indicar cómo son apropiadas en
contextos particulares las ideas difundidas internacionalmente bajo la
influencia de la cultura mundial,
generalmente bajo esquemas, valores y estándares puestos a circular desde
organizaciones transnacionales, y con ello poder mostrar que la difusión no es
un proceso uniforme. Sin embargo, se debe reconocer que ante los estudios de
difusión de las ideas asociadas al neoliberalismo, el enfoque de la cultura
mundial y el isomorfismo permite explicar muy bien el proceso de homogenización
logrado en el mundo, y su influencia en el diseño de políticas públicas,
incluidas las políticas científicas nacionales, proceso en el que la internacionalización
de la profesión económica y la vinculación de sus miembros al campo
transnacional tiene mucho que ver (Campbell 2009), por lo que algunas fuentes
autorizadas lo han denominado el imperialismo de los economistas (Gil 2016).
De otro lado, en
un trabajo sobre el arte global, otra investigadora manifiesta que la adopción
de los modelos internacionales de política pública no necesariamente son
imitación pasiva, sino que lo que se da es un proceso de adaptación, por lo que
reclama el uso del concepto de domesticación para el estudio de dicha adopción
de modelos. En ello, expresa que el enfoque de la cultura mundial no permite
ver el juego y lucha de los actores en la utilización o percepción del modelo
adoptado, por lo que afirma la necesidad de complementarlo con otro enfoque que
dé cuenta de la adopción conflictiva de estos modelos de política, como la
teoría de campo de Pierre Bourdieu (Syvatera 2016).
En conclusión, la
teoría institucionalista de la cultura mundial logra explicar cómo la difusión
horizontal de políticas produce una similitud estructural en los diversos
estados nacionales mediante los tipos ideales de isomorfismo. En particular, el
modelo internacional de política científica corresponde a una seria de pautas o
guiones que organizaciones transnacionales pusieron a circular
internacionalmente, que se convirtieron en criterios de medición internacional.
Este fenómeno se ha expresado en el comportamiento de los estados, propios de
países desarrollados, de no quedarse atrás en innovación; pero que, para el caso
de los países en desarrollo, se tradujo más en formas de buscar legitimidad,
correspondiendo así a una práctica de imitación, y de allí los desacoplamientos
tan fuertes entre las metas y los logros de la implementación de sus políticas
científicas.
Si en gran parte
de los países el isomorfismo competitivo pareciera explicar la similitud
estructural, en los países en desarrollo dicha convergencia se debe al
isomorfismo institucional mimético; pero tanto para los primeros como para los
segundos, la uniformización del mundo en políticas públicas, y en este caso, en
la política científica, pareciera deberse al éxito de la internacionalización
de la profesión económica, en la figuración de profesionales de economía que
gestaron un marco neoclásico para justificar prácticas como el shock y el
ajuste, e imponer representaciones utilitarias de la innovación, generando así
una tendencia de isomorfismo normativo de sistemas de ciencia y tecnología para
la generación de valor agregado y productividad, aún en países que no tenían
ninguna ciencia para administrar.
En fin de cuentas,
aunque las críticas a la teoría de la cultura mundial resultan sensatas, no se
puede dejar pasar por alto que el mundo ha devenido en una serie de estados con
estructuras similares y políticas centradas en lo productivo y competitivo,
fruto de la difusión de prácticas sustentadas en el denominado marco
neoliberal, y que las diferentes formas de apropiación de esas pautas y estándares
en los múltiples estados también es cierta, pero esto no niega la
homogenización a que ha sido sometido el mundo con la llamada globalización.
Dado que la
apropiación diferencial del modelo internacional de política científica no
invalida el isomorfismo resultante, la aproximación de las tesis de la cultura
mundial a la teoría de campo constituye una posibilidad. En ese sentido, cruzar
estos dos enfoques parece ser lo que realizan dos investigadores del mundo organizacional
cuando enumeran múltiples hipótesis sobre la tendencia al isomorfismo
institucional de las organizaciones, entre las que se cuenta la adopción de
modelos internacionales estándares por la necesidad de legitimidad en el campo,
así como la dependencia de países o la participación de sus miembros en
organizaciones internacionales, entre otras razones (Di Maggio y Powell 1999). La
adopción recurrente de modelos internacionales en las organizaciones
curiosamente estaría detrás de falta de innovación de este sector, por lo que
recomiendan promover la diversidad para salirle al paso de la imitación
mimética de modelos (Di Maggio y Powell 1999).
Como se acaba de
ver, no resulta desproporcionado complementar el enfoque de la cultura mundial
con la teoría del campo para tratar de entender la difusión y apropiación de un
modelo de política científica, algunas veces conflictivo y controversial en
algunos de nuestros países, pero es
obvio que la tesis de la cultura mundial permite entender la difusión de
estándares convertidos en un modelo internacional de política científica,
centrada en el discurso de la innovación, en tiempos de globalización.
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[1] Este artículo constituye un desarrollo de
ampliación sistemática cuya idea germinal se encuentra en el marco teórico
presentado en un subcapítulo de la tesis doctoral del autor: Chávarro, Luis
Alfonso (2018). El malestar con la
innovación. Una aproximación sociológica a la dinámica controversial de la
política científica colombiana 1990-2017. Tesis para optar por el título de
Doctor en Sociología. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima,
disponible en http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/handle/123456789/12227
[2] Aunque sucesos recientes como la pandemia, y otros acontecimientos probablemente
futuros, asociados al cambio climático, pueden cambiar parcial o completamente
este orden internacional.