Tensiones e
hibridaciones teóricas en las ollas populares: entretejiendo un marco de «lo común»[1]
Theoretical tensions and hybridizations in popular
pots: weaving a framework of «the common»
Florencia Picasso Universidad a Distancia de Madrid Madrid, España |
Gladys Rodríguez Centro Universitario Regional del
Este, Universidad de la República
Maldonado, Uruguay |
Analía Correa Centro Universitario Regional del
Este, Universidad de la República
Maldonado, Uruguay |
Mariana Cabrera Centro Universitario Regional del
Este, Universidad de la República
Maldonado, Uruguay |
Macarena Elzaurdia Centro Universitario Regional del
Este, Universidad de la República
Maldonado, Uruguay |
Damián Berger Centro Universitario Regional del
Este, Universidad de la República
Maldonado, Uruguay |
Fecha de recepción: 18 de abril del 2022
Fecha de aceptación: 5 de diciembre del 2022
Cómo citar:
Picasso, Florencia, Analía Correa, Macarena Elzaurdia, Gladys
Rodríguez, Mariana Cabrera, Damián Berger. 2024. Tensiones e hibridaciones teóricas en las ollas
populares: entretejiendo un marco de «lo común». Revista
Reflexiones. 103 (1). DOI 10.15517/rr.v103i1.50792.
Resumen
Introducción: Este artículo de
carácter reflexivo busca formular una matriz teórica de
abordaje de los procesos colectivos que permita recuperar el conocimiento, la
reflexión, la articulación de las vivencias y saberes esenciales para producir
-o conservar- condiciones para la reproducción de la vida.
Objetivo: Para dar cuenta de los
objetivos, se reflexiona sobre los procesos iniciados en ollas populares y
merenderos vecinales, como respuesta a la inseguridad alimentaria acentuada por
la pandemia en el Departamento de Maldonado, Uruguay entre 2020 y 2021. Estos
procesos deben ser observados en el contexto de políticas públicas
implementadas a nivel nacional y departamental, con enfoques y asignaciones
presupuestales deficitarias.
Método y técnica: Para ello, se optó por
un encuadre metodológico de análisis, reflexión y sistematización de
información secundaria de diversos artículos e
información actualizada al respecto.
Resultados: Algunos resultados del
artículo refieren a la construcción de un marco referencial que permitió
ilustrar vacíos y nodos teóricos que posibilitan mecanismos de reflexividad en
relación con las «nuevas
necesidades», sentidos y significaciones de las
comunidades y organizaciones de la sociedad civil enfocadas a la seguridad
alimentaria en el Departamento de Maldonado.
Conclusiones: Este abordaje resulta
estratégico para el análisis de las prácticas que propendan al fortalecimiento
de derechos, la solidaridad, el cuidado comunitario y las potencialidades de
construcción de «lo común», sus tensiones,
contradicciones y desafíos. En este sentido, resulta una aproximación
pertinente para dar cuenta de las contingencias y dinamismo que posee el objeto
de estudio desde un punto de vista experiencial.
Palabras clave: Los comunes, Cuidado
comunitario, Tejido asociativo, Seguridad alimentaria, Pandemia.
Abstract
Introduction:
This
reflective article seeks to formulate a theoretical matrix to approach
collective processes that allows recovering knowledge, reflection, and the
articulation of experiences and essential knowledge to produce -or preserve-
conditions for the reproduction of life.
Objective:
It
reflects on the processes initiated in popular pots and merenders as a response
to food insecurity, accentuated by the pandemic and the mitigation measures
that were initiatives of neighbors or groups of neighbors implemented in the
Department of Maldonado, Uruguay, between 2020 and 2021. These processes must be
observed in the context of public policies implemented at the national and
departmental levels, with deficit apprhes and budgy otros locations.
Method
and technique: The methodological framework of analysis,
reflection and systematization of secondary information was chosen, taking into
account various articles and updated information in this regard.
Results:
Some of the results of the article refer to the construction of a referential
framework that made it possible to illustrate gaps and theoretical nodes that
enable mechanisms of reflexivity in relation to the «new needs», senses and
meanings of communities and civil society organizations focused on food
security in the Department of Maldonado.
Conclusions:
This approach is strategic for the analysis of practices aimed at strengthening
rights, solidarity, community care and the potential of building «the common«, its tensions,
contradictions and challenges. In this sense, it is a pertinent approach to
account for the contingencies and dynamism of the object of study from an
experiential point of view.
Key words: The commons, Community
care, Associative fabric, Food safety, Pandemic.
Introducción
En el actual contexto de
agudización de la crisis de los cuidados, durante la pandemia el polo
comunitario emerge nuevamente como una respuesta alternativa en
Latinoamérica y por ende, también en Uruguay. Si bien
permite la organización solidaria y autogestionada -de personas vecinas, ONG, grupos,
etc.- al mismo tiempo, se encuentra fragmentado en experiencias informales, en
las cuales se destaca el rol protagónico de las mujeres en las ollas
populares y merenderos vecinales -en tanto iniciativas de participación
comunitaria y de promoción del cuidado comunitario- para dar respuesta a la
emergencia alimentaria-. Estas iniciativas develan el
cruce de múltiples desigualdades sociales, de género, culturales y
territoriales y de omisión de políticas públicas por parte del Estado.
El concepto de comunidad
resulta polisémico y posee largos desarrollos y debates teóricos, lo que imposibilita un consenso total al respecto. Si bien, la literatura retoma
las contribuciones del Tercer Sector a la hora de revertir «riesgos sociales» aún no
alcanza para captar la diversidad cultural de
las experiencias que se dan en la esfera comunitaria, siendo este un contexto
propicio para la indagación y comprensión de los procesos colectivos (Vega y
Martínez Bujan 2017).
Con el avance de valores
neoliberales «lo común» y «la comunidad» no serían
materia relevante para las sociedades modernas. Aun así, las experiencias de
cuidado comunitario comienzan a presentarse como formas alternativas a lo
público, lo familiar y lo privado (Vega, Martínez y Paredes 2018).
Esta reflexión teórica
surge en el marco del proyecto de investigación (DCSH 2021, 1): «Mapeo de acciones para
atender a la emergencia alimentaria y social de Maldonado desde la perspectiva
de las personas participantes de ollas populares», del Departamento de Ciencias Sociales y Humanas (DCSH) del Centro Universitario
Regional del Este (CURE), de la Universidad de la República, (UDELAR) Uruguay.
El cual, se propone profundizar acerca de la comprensión de las dinámicas de
organización social del cuidado, al poner el foco en las intervenciones
comunitarias que se vinculan a la seguridad alimentaria, desde una perspectiva de integralidad y de la reproducción de
la vida en las contingencias actuales.
La perspectiva teórica de este trabajo incorpora
miradas complementarias interdisciplinarias como: la
sociología, antropología y economía del cuidado (Acosta 2013, Arriagada 2009,
Batthyány 2009, Gonzálvez 2016, Picasso 2018, Vega Martínez y Paredes 2018,
Rico y Robles 2017, Zibecchi 2014), la cuales conciben al cuidado como una
función social, un bien público y un derecho básico, sin el cual no es posible
concebir la reproducción social de la vida. Bajo
esta concepción, se retoma el enfoque de la organización social de los cuidados
(Arriagada 2009, Carrasco, Borderias y Torns 2011) en presupuestos teóricos de
la economía feminista y lo común (Federici 2012, Gutiérrez, Navarro y Linsalata
2016, Martínez Buján 2019 - 2020, Martínez-Buján y otros 2021, Martínez Buján y
Vega 2021, Pérez-Orozco 2014).
Es importante resaltar el peso de
lo comunitario y la forma en que el sostenimiento diario depende de redes,
vínculos y espacios, más allá del ámbito doméstico-familiar; es así que el
presente artículo se propone reflexionar sobre los procesos iniciados en ollas
populares y merenderos, como respuesta a la inseguridad alimentaria, acentuada
por la pandemia y las medidas de mitigación que fueron iniciativas de
grupos de sectores vecinales implementados en en el Departamento de Maldonado[2],
entre 2020 y 2021.
En síntesis, se ilustran
algunos vacíos y nodos teóricos que posibiliten mecanismos de reflexividad en relación
a las «nuevas necesidades»,
sentidos y significaciones de las comunidades y organizaciones de la sociedad
civil, enfocadas a la seguridad alimentaria en el departamento de Maldonado,
para el análisis de las prácticas que propendan al fortalecimiento de derechos,
la solidaridad, el cuidado comunitario y las potencialidades de construcción de
«lo común»,
sus tensiones, contradicciones y
desafíos.
Enfoques teóricos,
aproximaciones y tensiones hacia «lo común»
A continuación, se
presentan dos enfoques teórico-filosóficos sobre «lo común»,
los cuales se consideran relevantes para la construcción de un marco
comprensivo de dicha terminología. El primero, el enfoque sustancial implica
asumir a «lo común» como algo posible de ser hallado, construido o rechazado.
En el segundo, lo común insustancial es presentado por Esposito y Ruiz (2013), como algo irrealizable, que conflictúa la posibilidad de
apropiarse de «lo común» en oposición a lo social que tiende a la individualización
del sujeto y sus relaciones. Dichos autores, continúan con el análisis
etimológico de la palabra «communitas», proveniente del latín, y que se corresponde al adjetivo
communis, donde el cum refiere a lo común, es decir, lo que no es propio. «El Cum» es lo que
posibilita el ser-en-común, porque, el cum, no está dentro de nadie, convoca a
todos al afuera, donde se establece la relación. La pluralidad y la
diferenciación se da en este lugar común, donde se manifiesta todo lo que no es
propio[3],
todo lo que no le pertenece a la persona.
El desarrollo conceptual
que problematiza la noción de comunidad excede a lo que pueda ser presentado en
este trabajo. Sin embargo, interesa señalar la particularidad de que ese
posicionamiento teórico niega la existencia de la comunidad en tanto esta se presenta
como «la suma de varias propiedades en un conjunto mayor que a una de sus
partes» (Rettich 2016, 10-11). Continúa Rettich siguiendo las propuestas de Espósito, que «la comunidad se define como la sustracción de la
propiedad de esas unidades que no las deja ser justamente indivisibles,
individuales» (2016, 10-11).
La tensión entre lo
individual y lo común se vuelve central al momento de realizar un análisis
crítico sobre las condiciones de emergencia social y sanitaria que se
desprenden de la crisis sanitaria por COVID-19 en Uruguay, a partir del año
2020, y, en concreto, en el Departamento de Maldonado. La reacción social ante
el avance de las políticas neoliberales[4] que
acompañan el desarrollo de la crisis, donde se presentan la privatización de la
vida y la precariedad de las relaciones sociales como efecto del obligado
distanciamiento, impulsan nuevos modos de relacionamiento que
buscan separarse de las formas mercantiles de
propiedad que dominan en el neoliberalismo, determinando lo que Massimo De Angelis
(2013) nombra como «modos alternativos de
producción de la vida» (Draper 2018, 167).
Lo común emerge
implicando relaciones sociales que se resisten a ser mercantilizadas, y que se
manifiestan en el espacio público, poniendo en escena diferentes tensiones que
se dilucidan a la hora de analizar lo común y la reproducción de la vida. Estas
tensiones se deben, entre otras cosas, a poner en escena asuntos domésticos (de
la vida privada) en el escenario común (en la vida pública)[5]. Este
interés, socialmente determinado, sitúa a las mujeres en una búsqueda por lo
común para atender asuntos de la vida doméstica (principalmente a partir de
movimientos de izquierda que tienen lugar a fines del siglo XX), permitiéndoles
sortear los intereses de los mercados o los vaivenes del Estado (que está
íntimamente relacionado con el mercado, ya sea para liberarlo o para incidir
sobre este), lo que presenta otra tensión, tal como señala Ezquerra
(2013), la de actuar en lugar del Estado. Lo común, en este sentido, reproduce
la misma división socio-genérica, donde las
mujeres se vuelven las principales impulsoras de los espacios
públicos-comunitarios, tal como lo son las ollas.[6]
Las acciones
alimentarias que tienen lugar en lo común, emergen en las crisis económicas[7]
y luego perduran en el espacio y en el tiempo. Otra tensión que resulta
conveniente resaltar es la elección de lo común en oposición a la situación de
emergencia. Es así que, la reivindicación de lo común ocupa la agenda desde los
noventa para anarquistas, marxistas, ecologistas y feministas (Ezquerra 2013),
lo que permite presentar una alternativa a la dicotomía mercado-Estado
como responsable del alimento. Esto se visualiza en las iniciativas
alimentarias en el marco de la emergencia social, económica y alimentaria, como
acciones donde se entrecruzan diferentes sentidos, significados y discursos
sobre lo común.
Organizar el espacio
común para la obtención del alimento forma parte de iniciativas que no solo se
presentan en condiciones de emergencia, sino que se manifiestan como efecto de
relaciones sociales que buscan un beneficio a partir de la substancialización
de lo común [8].
Abordajes conceptuales
de la seguridad alimentaria y del derecho a la alimentación en la región
En este tercer apartado se presentan algunos abordajes
conceptuales de la seguridad alimentaria como punto de partida, esto para la
articulación teórica y comprensión del fenómeno en cuestión.
La alimentación como objeto de análisis e investigación
ha adquirido, a lo largo de los años, gran relevancia en ámbitos académicos. Alude a los modos de vida de
la población, siendo crucial para su reproducción individual y social. Se
conceptualiza como un fenómeno social complejo y
multidimensional que involucra diversos aspectos para su abordaje (Aguirre
2004, De Garine 2008, Garcia Arnáiz 2008).
Por un lado, la
dimensión biológica se refiere a las necesidades y capacidades del organismo y
a las características de los alimentos. Asimismo, una dimensión
ecológica-demográfica referida a la cantidad y a la calidad que se pueden producir en un
lugar determinado en relación con la población. También se sumaría la dimensión
tecnológica-económica referida a los circuitos de producción y distribución
para el acceso de la población a través del mercado, del Estado o de las redes
de ayuda, y, por último, la sociopolítica y cultural referida a las normas de
distribución según la clase, la edad y el género y según tipos de comidas en
función de las diferentes ocasiones a transitar (Naciones Unidas 2010).
Según la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), existen más de
1.000 millones de personas en situación de desnutrición en el mundo. Se estima
que 2.000 millones de personas carecen de vitaminas y minerales esenciales en
sus alimentos y casi 6 millones de infantes mueren todos los años de
malnutrición o enfermedades conexas. Quienes sufren de hambre y malnutrición
poseen pequeños trozos de terreno o son personas sin tierra, en su mayoría
mujeres y niñas. El 90% son víctimas de la falta de acceso a una alimentación
adecuada en forma crónica y en el largo plazo (Naciones Unidas 2010).
El derecho a la
alimentación está reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de
1948, como parte del derecho a un nivel de vida adecuado, y está consagrado en
el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966.
Lo amparan, asimismo, tratados regionales y constituciones nacionales. Además,
el derecho a la alimentación de algunos grupos tales como infantes menores
de cinco años y en edad escolar, personas
subalimentadas y poblaciones rurales, han sido reconocido en varias
convenciones internacionales. En la Declaración del Milenio, aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en 2000, los Estados se comprometieron
a reducir a la mitad, para el año 2015, el número de personas que padecieran
hambre (Naciones Unidas 2010).
En 2004, la FAO aprobó
las Directrices Voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a
una alimentación adecuada (DAA) en el contexto de la seguridad alimentaria
nacional, dando orientación práctica a los Estados en su aplicación. Este
derecho junto a otros derechos básicos es
decisivo para «garantizar el derecho a un nivel de
vida adecuado» (FAO 2005, 1), si se observa cada país la institucionalidad, legalización y generación de
políticas para garantizar el DAA varía, en
dónde Bolivia, Ecuador, Honduras, México y Uruguay se
posicionan mejor respecto de otros países Latinoamericanos ya que consagran el DAA en su Constitución Nacional (FAO
2005).
El concepto de seguridad
alimentaria está definido como el derecho de todas las personas en todo momento
al acceso físico y económico a alimentos inocuos, nutritivos para satisfacer
sus necesidades nutricionales y sus preferencias a fin de llevar una vida sana
(FAO 2001). Esto supuso el reconocimiento de la causalidad estructural del
problema y la necesidad de soluciones intersectoriales. Tal concepto es
utilizado a partir de 1974, por la FAO, donde se define como un derecho, retomando los documentos internacionales
que reconocen la alimentación como derecho. La seguridad alimentaria abarca la
disponibilidad de oferta de alimentos a nivel nacional o local. El acceso a los
recursos con los que cuentan los hogares (por ejemplo, financieros, físicos)
para adquirir una cantidad apropiada de alimentos. La utilización de alimentos
de calidad y la estabilidad de acceder constantemente a cantidades adecuadas de
alimentos sin fluctuaciones de los precios ni escasez (Banco Mundial 2019).
Uruguay es un país
reconocido en Latinoamérica por los esfuerzos realizados en las últimas décadas
en materia de seguridad alimentaria, en la actualidad cuenta con un
Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN) que se encuentra en
la órbita del Instituto Nacional de Alimentación (INDA), del Ministerio de
Desarrollo Social, encargado de proveer información en materia de SAN a la
sociedad y a los actores en política pública para apoyar y orientar la toma de
decisiones. En este sentido, en 2020, la FAO añadió
que, en el primer año de la pandemia, 800.000 personas padecieron inseguridad
alimentaria, y 200.000 insuficiencia alimentaria grave (es decir, no comieron
todos los días). Previamente, la Organización Panamericana de la Salud (OPS),
en 2018, alertaba, que al igual que otros países Latinoamericanos, el hambre,
la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad era
un fenómeno detectado en Uruguay en las
personas de menores ingresos, entre ellas, mujeres, afro-descendientes y
familias rurales; siendo una de las principales causas del alza de la
malnutrición los cambios que han sufrido los sistemas alimentarios de la región
tanto desde su producción hasta su consumo (OPS 2018).
En este aspecto, cabe
destacar las medidas del Estado Uruguayo para abordar la emergencia sanitaria
en materia de seguridad alimentaria, como fueron las duplicaciones de
transferencias de ingreso de asignaciones familiares y de Tarjeta Uruguay
Social, la continuidad de la alimentación escolar, la extensión de los seguros
de paro, la creación del bono canasta a través de una APP para
atender a la población que no estaba registrada en ninguna prestación social
previa, la atención alimentaria a través de los comedores del Instituto
Nacional de Alimentación (INDA) o entrega de insumos a las Ollas y la entrega
de canastas; estas medidas fueron viables a partir de la promulgación de la Ley
19.874 que creó el «Fondo solidario COVID-19». Sin embargo, cabe señalar que, pese a las diversas
acciones desarrolladas, resultaron insuficientes para dar respuesta a la
emergencia alimentaria. Este aspecto, es visibilizado a través de un reciente
informe de la FAO (2022), que plantea que también se detectó inseguridad
alimentaria e insuficiencia alimentaria, principalmente, en los hogares más
pobres y vulnerables (FAO 2022).
Tensiones e intersecciones entre lo común,
lo público y el alimento
Es necesario distinguir
dos conceptos que implican, desde su conceptualización, a sujetos,
organizaciones e instituciones en tanto espacios diferentes. Por un lado, se
identifica a lo público, caracterizado como lo público estatal y lo público no
estatal (Martínez Buján y otros 2020), y por otro lado, lo común. Entre ambos
existen intersecciones necesarias para la reproducción social de la vida donde
se sugieren nuevas formas de organización social que
implican, a su vez, nuevas formas de organización económica.
La existencia de bienes
comunes, como son: los recursos naturales, la alimentación, los servicios
sociales públicos, la educación, la sanidad y los recursos energéticos,
permiten el bienestar individual y colectivo, evidenciando la existencia
como «comunidad». No existirían sin la presencia de un
espacio común más que de iniciativas meramente individuales. Esto reafirma el
carácter social del sujeto, así como la existencia de lo común como condición
sine qua non de vivir en sociedad. Dichos bienes no siempre fueron determinados
por las mismas condiciones de posibilidad. Podemos identificar a los viejos
comunes: el aire, la tierra, el agua; y a los nuevos comunes, que emergen a
partir de los movimientos antiglobalización y ecologistas de los 90 (Martínez
Buján 2020).[9]
Los movimientos mencionados presentaron la opción de
combinar la acción pública con la acción ciudadana, permitiendo un involucramiento
de los movimientos sociales en la gestión de lo común donde se asegure un uso
sostenible de los bienes, así como la atención de los derechos de la
ciudadanía. La participación de la ciudadanía en la política permite la
intersección entre lo público y lo común reivindicando la coexistencia de ambos
(Ezquerra 2013).
Resulta importante
resaltar que, comprender al bienestar, a la reproducción de la vida y por ende,
a la seguridad alimentaria como un bien común, adjudica a
este un valor de uso, así como la transformación de lo común en mercancías que,
fácilmente, en el paradigma neoliberal, comienzan a circular en la esfera de lo
privado. Conceptos como el de bienestar, calidad de vida, incluso el de salud[10],
emergen en la modernidad adquiriendo nuevos sentidos en el marco del
capitalismo en su fase neoliberal. Es en la segunda mitad de los años cincuenta
del siglo XX, que el proyecto de prevención de la salud, con apoyo de la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) (Bertolozzi y De la Torre-Ugarte-Guanilo
2011) recoloca a la salud pública y a la atención primaria como referente para
mejorar las condiciones de vida, presentándose de esta forma un entramado de
intereses políticos, comunitarios, sociales y económicos que se preocupan por
reproducir la vida en tanto bien posible de ser administrado. La tensión
contemporánea que se identifica entre las acciones comunitarias y privadas en
ocasión del bienestar y la reproducción de la vida, conceptualizan a dichos
bienes como mercancías apropiables por la comunidad o por las personas. La
lucha y los reclamos sociales y políticos que resisten a la oleada neoliberal
que se presenta a fines del siglo XX, reclaman el acceso de todas las personas
al alimento, denunciando la privatización que ha sufrido dicho bien y que se ha
manifestado en la crisis alimentaria mundial que se recrudece con la crisis
económica que se presenta con la pandemia provocada por el COVID-19.
En este sentido,
reflexionar sobre el alimento como bien común, así como las intersecciones de este con
las políticas públicas, presenta el desafío de indagar sobre la reproducción de
la vida, en el escenario económico-político que se plantea en el contexto de pandemia en Maldonado. El desafío social
y/o comunitario determinado por la situación de crisis alimentaria sugiere la
búsqueda de nuevas formas económicas en el espacio público, posibilitando otras
formas de ser en sociedad, así como de producir subjetividades y cuerpos que no
adquieren la forma normativa que el modelo económico capitalista, así como las
políticas neoliberales, han determinado. La posibilidad de reivindicar otra
forma de ser, significar y sentir, a partir de la organización del alimento,
señala al sujeto, en su condición política, presentando el asunto del alimento
en íntima relación con la política. Los mecanismos de control y de sujeción que
penetran los cuerpos (Foucault 2019) inscriben prácticas de saber/poder entre
sujetos.
Las prácticas
alimenticias, como puede ser la organización de ollas populares y/o merenderos
en el contexto de crisis uruguayo, determinan una sociología de la comida
(Simmel 1986), donde el hambre abandona su esfera meramente fisiológica y pasa
a constituirse con la comida en una esfera de interacción social. Ya no se
trata de atender solamente una falta orgánica de la propia vida, se trata de
organizar, socialmente, lo común, permitiendo emerger sujetos políticos que se
involucran en las diferentes iniciativas alimentarias en un determinado espacio
público.
El entramado comunitario
y las ollas populares en contexto de emergencia sanitaria en Uruguay
El COVID-19 irrumpe en Uruguay a principios de
2020, declarándose emergencia sanitaria el 13 de marzo. En ese momento, la presidencia de la República
establece «el cierre temporal de varias actividades económicas, provocando una caída del Producto Interno Bruto del 5,9% en
relación al año 2019. Más de un 25% de las personas
asalariadas privadas formales fueron enviadas al seguro de desempleo y se
estima que, entre marzo y mayo del mismo año, se habrían perdido 80.000 puestos
de trabajo informales» (Marinakis 2020, 1). Se generó una caída en el ingreso de varios hogares, pérdida de puestos de trabajo y aumento de hogares por debajo de la línea de pobreza. «Además, en las primeras semanas de la pandemia
cerraron las escuelas y los centros de atención a la primera infancia y también
la mayoría de sus comedores. De esta forma, la pandemia en Uruguay generó un
notorio aumento del trabajo doméstico y de cuidados, a la vez que afectó
directamente la alimentación de miles de personas, en particular de niños y
niñas» (Rieiro y otros 2021, 58).
La pandemia por COVID-19
tuvo como principal estrategia de mitigación, en la cotidianeidad, el
aislamiento social, y, como principal efecto, la persistente sensación de temor
a la muerte o contagio. Aun así, se han generado distintas formas de
organizarse colectivamente para resistir a la crisis económica que las medidas
de confinamiento impusieron. En los tiempos de pandemia, la dimensión
comunitaria del cuidado cobró especial relevancia (Sanchís 2020), sobre todo en
los barrios vulnerables. Ante esta situación de emergencia, algunas lecturas
hacen hincapié en el componente solidario a partir del cual se crean nuevas
redes de colaboración para preservar la salud de la comunidad (Hernán-García y
otros 2020).
En
el contexto país «emergieron múltiples experiencias organizativas buscando
atender la emergencia alimentaria generada por la paralización de actividades.
Entre ellas encontramos organizaciones que piden y recaudan donaciones, alimentos
y ropa, colectivos que ofrecen ayuda con la movilidad a las personas mayores,
huertas comunitarias, organizaciones que arman y donaron canastas, ollas y
merenderos populares, entre otras». (Riero et al.
2021a, 2).
Cabe señalar, desde el punto de
vista reflexivo e investigativo que se seleccionó la experiencia de ollas y
merenderos populares para profundizar el abordaje en tanto iniciativas de
participación comunitaria y de promoción del cuidado comunitario. Las ollas y merenderos populares -también llamadas ollas
comunes- son iniciativas, comúnmente no
institucionalizadas, que surgen en periodos de crisis, llevadas a cabo por
personas u organizaciones sociales, en su mayoría mujeres que, solidariamente,
se organizan buscando evitar el hambre -propia y/o de otros/as-, para lo cual
consiguen insumos, cocinan y distribuyen alimentos en grandes cantidades.
«El
impulso ha demostrado tener suficiente potencia para abarcar a grandes sectores
de la población en condiciones críticas, movilizando la solidaridad de varios
actores y logrando paliar, al menos parcialmente, el efecto de la crisis sobre
sus necesidades alimentarias básicas. Sin embargo, «estas experiencias
organizativas son comúnmente subestimadas e invisibilizadas en las formas
canónicas de comprender la acción colectiva y la lucha social. Uno de los
factores que incide en ello es su carácter intermitente, frágil y discontinuo.
Es por ello que resulta pertinente intentar comprender y problematizar dichas
experiencias más allá de su devenir» (Riero et al.
2021b, 3).
Este modo de acción
solidaria no implica únicamente un sistema de donación, asimismo, se trata de
la articulación de vínculos, de voluntades, de intenciones y de compromiso que
merece ser rescatado para seguir fortaleciendo el trabajo con la comunidad
(Palma 2021).
La pandemia y sus
efectos en Maldonado hacia la organización colectiva
A los factores generales
que perturbaron el desarrollo normal de la vida tras la declaración de la
pandemia en marzo de 2020, Maldonado sumó los perjuicios derivados de la
reducción de la principal actividad económica: el turismo de sol y playa.
Cerradas las fronteras, cancelados los vuelos internacionales y restringido el
uso de espacios públicos durante varios meses, hubo una drástica reducción de
la actividad turística, con una mínima recuperación hacia final de 2020 con
base en un turismo interno. Esto repercutió sensiblemente en la oferta de
fuentes laborales del área de servicios (Altmark 2020) y en el sector de la
construcción asociado al turismo, arrastrando, a su vez, al resto de la
economía de la zona. Gran parte de la población trabajadora accedió a seguro de
paro parcial, o quedó sin su fuente laboral, por lo que se vio en la necesidad de
generar ingresos alternativos o acceder a la malla de
protección social desplegada en el territorio.
Respecto a la esfera
pública estatal, a partir de la sistematización de información secundaria
recolectada en el marco de informes de la Intendencia de Maldonado (IDM); se
destaca que durante la pandemia se generó un trabajo coordinado entre las
políticas nacionales, vinculadas a la seguridad alimentaria, a través del
Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y el INDA y las políticas locales del
departamento de Maldonado. Es así como se logra que los recursos locales
tuvieran una mayor circulación por el territorio, y un mejor control de acceso
a alimentos en distintos comedores institucionales de Maldonado (Butler 2021).
Sin embargo, el trabajo
desarrollado por el INDA en el departamento de Maldonado se observaba insuficiente
por diversos actores locales previo a la pandemia, esto agravó
la situación en confinamiento, debido a una mayor demanda detectada, por lo que
el programa de Políticas Nutricionales de la IDM debió asumir nuevas
responsabilidades y contemplar nuevas personas beneficiarias del programa
comedores (Butler 2021).
Para ingresar a un
comedor municipal se debe estar en la condición de encontrarse bajo la línea de
pobreza definidas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) de Uruguay,
estar en situación de calle, ser persona jubilada o pensionista y
encontrarse en situación de vulnerabilidad, o ser adolescentes y/o madres
adolescentes en situación de vulnerabilidad (INDA 2020).
En Maldonado existen
cuatro comedores públicos que se encuentran en espacios comunales, los cuales
se abastecen de alimentos del INDA y de alimentos ofrecidos por la propia IDM
(Butler 2021). Quienes asisten a los comedores municipales generalmente son
vinculados hacia otras políticas sociales, tanto nacionales como locales para
abordar su situación. Los comedores brindan el plato de comida para
el medio día y en algunos casos, llevan la vianda para la noche, algunos
cuentan con la merienda para las familias con
menores en edad escolar (Butler 2021).
Con la irrupción de la pandemia,
merenderos barriales y ollas locales que también existían en el territorio, y
otras que se conformaron en la crisis, solicitaron apoyo a distintas políticas
sociales presentes en el territorio; y con base en evaluaciones
institucionales, mayormente de la IDM, algunas iniciativas recibieron apoyos
específicos en alimentos, los cuales permitieron ampliar algún día más de la
semana el ofrecimiento de viandas, o sostener los días específicos que ofrecían
el plato de comida. Sin embargo, desde la propia visión de la IDM, aún era
insuficiente, puntual y escasa, y, en algunos casos, se veían obligados a tener
que rechazar los pedidos, por ser demasiados para las capacidades actuales
(Butler 2021).
El apoyo insuficiente de
las políticas sociales obligó a la sociedad civil organizada, a sindicatos y a
colectivos de personas
vecinas auto-organizados a generar estrategias
propias para la supervivencia de las ollas y merenderos barriales existentes
previo a la pandemia, y creados durante el contexto de crisis. Cabe destacar la
configuración de una red de organizaciones sociales llamada «Intersocial de Maldonado», que fue creada en 2020 para el apoyo y articulación de las
donaciones, de la recolección de alimentos por brigadas solidarias de dichas personas, el acopio de estos y
distribución en las ollas. Esta red funcionó en el primer período de la
pandemia (marzo- mayo 2020).
El Departamento de
Maldonado registró entre 2020 y 2021 al menos 38 iniciativas de ollas
populares, entrega de viandas o merenderos comunitarios. En particular, el
Municipio de Maldonado es el que alberga más cantidad de ollas o merenderos,
llegando a detectar 6 merenderos y 17 ollas populares. Luego, le sigue el
Municipio de San Carlos, en donde se han detectado 1 merendero y 6 ollas populares;
en menor medida se encuentran el Municipio de Solís Grande
con 4 ollas, el Municipio de Piriápolis con 3 ollas y el Municipio de Pan de
Azúcar cuenta con una olla popular (Intersocial 2020).[11]
Finalmente, un informe
presentado en la Junta Departamental de Maldonado por la Edila Ana Antúnez, en
diciembre de 2021, con base en datos elaborados por la Asociación de Bancarios
del Uruguay (AEBU), plantea que durante la pandemia se llegaron a ofrecer hasta
3100 viandas por día, sumado a las 1000 viandas que se otorgan diariamente en
los comedores municipales, movilizando al menos 6100 recursos humanos, en su
mayoría no remunerados, que sostuvieron dichas iniciativas; se estima que el
gasto económico para sostener las Ollas barriales, entre 2020 y 2021 para Maldonado,
fue de más de un millón de pesos (Antúnez 2021).
A partir de entrevistas
realizadas en el marco del proyecto, se detectó que el perfil y motivaciones de
las personas referentes de las ollas y merenderos se encontraban vinculados a
la experiencia previa, y de su matriz histórico-biográfica, desde diferentes
lógicas voluntarias, de movimiento social, mesiánicas, militantes
político-partidarias, sindical y de resistencia. En estas se
vislumbran tensionamientos vinculados al contexto y contingencia, donde las
ollas resultan espacios de reivindicación y lucha de «lo común».
Consideraciones Finales
En este último apartado
se plantean algunas consideraciones finales y reflexiones, indicando así
posibles nodos, vacíos y desafíos para la articulación y abordaje teórico.
La aproximación teórica
trazada permitió evidenciar las tensiones, hibridaciones y contradicciones
existentes para poder observar el fenómeno y pensar algunas nuevas preguntas y
supuestos para el abordaje.
En este sentido, resulta
relevante desarrollar una distinción teórica, siguiendo lo planteado por
Martínez Buján (2020) en cuanto a lo público, lo común y la comunidad y sus
procesos e hibridaciones en la comprensión del fenómeno en cuestión.
Es así que resulta
iluminadora su mirada al distinguir el ámbito público estatal y no estatal. Por
un lado, lo estatal que sería aquello que emana de lo gestionando por la
administración pública y lo no estatal. Esto último, en referencia al tercer
sector, es decir, las organizaciones sociales, asociaciones, etc., significando
así: lo público no estatal, ámbito en el que se circunscribe el presente
proyecto.
Cabe señalar la
conceptualización de un común, tal como subraya Coriat (2011) citado por
Martínez Buján como «un conjunto de recursos que es gestionado colectivamente a
través de una estructura de gobernanza que distribuye derechos y que busca
asegurar una explotación ordenada y sostenible del recurso» (2020, 294).
Desde esta óptica,
resulta esencial, otorgar a «lo público» un significado «común» que permita generar lazos y relaciones cooperativas.
Cabe señalar, que se
concibe «lo común» en el sentido
empleado por Gutiérrez, Navarro y Linsalata (2016), del abordaje de una premisa
en términos de ejercicio de derechos, tratando las cuestiones que son primordiales y por ende «comunes» para la reproducción de la vida.
En este contexto, la
articulación de lo público con lo común permite la construcción de comunidad,
de una red de corresponsabilidad y apoyo mutuo que habla de lógicas de
visibilidad social del cuidado en tanto reproducción social de la vida (Vega,
Martínez y Paredes 2018). Lo cual fomenta la construcción de la demanda desde
los propios territorios, experiencias y trayectos.
En este marco, la
concepción de la seguridad alimentaria como derecho, habla de ciertas lógicas y
perspectivas, que desde la mirada sociológica resultan iluminadoras para la comprensión del fenómeno
en su contingencia, contemplando el contexto de crisis en la región y en
Maldonado, Uruguay, en particular. Es así que, siguiendo a Simmel (1986), desde
la perspectiva de la sociología de la comida, el marco de las ollas populares
abandona su esfera meramente fisiológica y pasa a constituirse desde un
marco de significaciones más amplio, donde se concibe a la comida en
una esfera de interacción social.
En este sentido, la reflexión
realizada sobre el alimento como bien común, y sus intersecciones e
hibridaciones con las organizaciones sociales y las políticas públicas,
presenta el desafío de indagar sobre la reproducción de la vida en el escenario
económico-político que se presenta en el contexto de pandemia en Maldonado.[12]
El desafío social y comunitario agravado por la situación
de crisis alimentaria advierte la búsqueda de nuevas formas económicas en el
espacio público, posibilitando la producción de subjetividades, significaciones
y cuerpos que no adquieren la forma normativa que el modelo económico
capitalista impone. Es así que la posibilidad de reivindicar otra forma de ser,
significar y sentir, a partir de la organización del alimento, señala al sujeto
en su condición política, lo cual visibiliza y evidencia al alimento en íntima
relación con la política.
Es clara la importancia y el foco en organizar socialmente
lo común permitiendo emerger a sujetos políticos que se involucran en las
diferentes iniciativas alimentarias, desde la multidimensionalidad del
fenómeno, no centrando la atención únicamente en la falta orgánica de la propia
vida.
Desde esta perspectiva, los procesos colectivos
visibilizan las articulaciones y apoyo mutuo entre personas que comparten un
mismo espacio, lo cual realza el rol y visibilización social del cuidado
comunitario en un contexto informal y fragmentado por las propias lógicas de la
política neoliberal (Vega, Martínez y Paredes 2018). Esta aproximación
teórica permite formular nuevas preguntas y posibles supuestos hipotéticos para
abordar el contexto y los aprendizajes resultantes en relación con la temática.
Cabe señalar, como punto de partida, cierta escasez de investigación
y sistematización de las acciones, capacidades y potencialidades de las redes
vecinales, del tejido asociativo y de los recursos públicos en relación con las
ollas populares y merenderos que surgieron como mecanismo para abordar la
emergencia alimentaria y social en Maldonado durante 2020-2021. Lo cual implica una mayor
dificultad en el acceso a la información por quienes diseñan las acciones
departamentales en ocasión de la actual emergencia social y en el acceso al
tejido asociativo y a los recursos públicos para la reproducción de la vida por
las personas beneficiarias de estas.
En este marco de nuevas preguntas e
hibridaciones para abordar el fenómeno en cuestión, la debilidad en el acceso a
la información y en la articulación de los esfuerzos comunitarios puede impedir
la optimización de soluciones que impacte con mayor énfasis en la población en extrema vulnerabilidad.
Por otra parte, las
políticas públicas ya se visualizaban insuficientes en relación con la
seguridad alimentaria y la protección social en general, previo a la pandemia y
durante la contingencia; aunque se observan esfuerzos gubernamentales
orientados a sostener la reproducción de la vida, se exige a la sociedad civil
constituir alternativas para cubrir la demanda local, evidenciando una matriz
de protección social sumamente focalizada (Baráibar 2007).
Es así como las
interrogantes sobre la configuración del cuidado comunitario, el tejido
asociativo, los procesos colectivos y la articulación de la seguridad
alimentaria en tanto proceso de interacción social, adquieren relevancia y
centralidad desde las tensiones teóricas existentes.
Desde esta óptica, se
vislumbra un escenario de vacíos y nodos teóricos híbridos -antiguos e
incipientes- que ilustran el surgimiento de «nuevas
necesidades», sentidos y significaciones de
las comunidades y organizaciones de la sociedad civil en la materia, el cuidado
comunitario y, asimismo, potencialidades para la construcción de lo común en un
escenario fragmentado.
En síntesis, este
artículo reflexivo construye una matriz teórica de abordaje de los procesos
colectivos que permite generar mecanismos de reflexividad, ruptura y vigilancia
epistemológica (Bourdieu y otros 1975), advirtiendo la importancia de no
reproducir falsas dicotomías que impidan tener una experimentación crítica y
rigurosidad teórico-metodológica. Estos aspectos posibilitan desentrañar el
proceso investigativo de forma creativa y así desencadenar procesos
colaborativos más robustos de problematización, compromiso y espíritu crítico.
El conocimiento, la reflexión, y la sistematización han
permitido colocar en tensión algunos enfoques teóricos que ilustran los
principales nodos y desafíos para su abordaje en el territorio.
Contribución de las personas autoras: Este artículo se enmarca desde una
autoría colectiva, horizontal y participativa en el marco del proyecto de
investigación: «Mapeo de acciones para atender a la emergencia alimentaria y
social de Maldonado desde la perspectiva de las personas participantes de ollas
populares, del Centro Universitario Regional del Este (CURE), de la Universidad
de la República (UDELAR)».
Apoyo financiero: Línea de financiación para el
desarrollo de la integralidad de funciones universitarias del Departamento de
Ciencias Sociales y Humanas del Centro Universitario Regional del Este (CURE)
de la Universidad de la República-Uruguay.
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[1] La naturaleza del
artículo se trata de una reflexión teórica a partir de las interrogantes
planteadas en el proyecto de investigación: Mapeo de acciones para atender a la
emergencia alimentaria y social de Maldonado desde la perspectiva de las
personas participantes de ollas populares, del Centro Universitario Regional
del Este (CURE), de la Universidad de la República (UDELAR). No se trata de
resultados de investigación, sino de aproximaciones teóricas para la
comprensión del fenómeno que permita configurar una matriz conceptual de
abordaje de los procesos colectivos desde la gestación de mecanismos de reflexividad,
ruptura y vigilancia epistemológica.
[2] Maldonado es un
departamento costero situado en el este del Uruguay, caracterizado por el
desarrollo de emprendimientos turísticos-residenciales orientados a turistas de
alto nivel socioeconómico. Esta particularidad provoca grandes movimientos de
migración poblacional tanto interna como externa, dado el contexto de
oportunidades que se generan en dicho territorio. Sin embargo, existen
desigualdades socioespaciales, segregación residencial debido a los altos
costos de vida y de la tenencia de tierras, sumado al trabajo precarizado por
la zafra estacional.
[3] Señala Georgio Agamben (2017) (para
el caso del cuerpo, la lengua y el paisaje) que es su condición de
inapropiabilidad lo que los pone en común. De esta forma, es la característica
de inapropiable lo que vuelve al cuerpo, al paisaje y al lenguaje, algo común a
todas las personas.
[4] Se hace referencia al
avance de las políticas promovidas desde el gobierno de corte neoliberal, cuyo
objetivo clave de política económica ha sido el control del déficit fiscal, aún
en plena pandemia y con un importante aumento de la pobreza en el 2020.
[5] Para ampliar la
distinción filosófica e histórica entre lo público y lo privado, ver: Hannah
Arendt (2009).
[6] En donde el protagonismo
de las mujeres es clave desde la denominada «triple jornada» de trabajo remunerado, tareas domésticas y de
cuidado y comunitario, desde la reproducción de la
división sexual del trabajo Fainstain y Picasso (2011).
[7] Ver el trabajo de
Martínez Buján (2019) sobre la crisis española en la primera década del siglo
XXI. Se presenta, en ese entonces, una contestación ciudadana a las crisis de
empleo y a los escándalos de corrupción política.
[8] Esto último presenta
una tensión respecto al enfoque teórico que se menciona al inicio de este
apartado donde se destacan elementos desde la perspectiva de Espósito y Ruiz
2013.
[9] Para profundizar sobre
este aspecto, es posible revisar el análisis presentado por Martínez Bujan
(2020), donde se amplía en relación con la distinción entre nuevos y viejos
comunes. En estos últimos se incluye dimensiones como la reproducción social,
el Estado de bienestar, la educación y los intereses vinculados a la ciudad,
entre otros.
En el terreno de la
academia, estos movimientos se han traducido también en una reaparición de
aportaciones que intentan analizar las contribuciones de la comunidad al
aparato estatal y formal del bienestar.
[10] En el escenario
latinoamericano, sobre todo a partir del surgimiento de la salud colectiva en
México, Ecuador y Brasil, existe un movimiento propiciado por el declive de las
instituciones modernas que se comienza a dar en los 70 y ante la expansión del
pensamiento crítico sobre la salud y sus prácticas, que propicia el diálogo
comunitario sobre las diferentes prácticas y saberes sobre la salud que
persisten en las comunidades. M. Bagrichevsky, A. Estevao y A. Palma 2008.
[11] Esta información fue
aportada a través de datos recolectados por la Intersocial 2020 a
partir de la realización de un conteo informal de organizaciones participantes
en los encuentros convocados por la red.
[12] Se visibiliza aquí la
articulación y el vínculo entre las ollas, la soberanía alimentaria y lo
público en tanto desafío y tensionamiento a abordar.