Retos
y desafíos para la psicología social latinoamericana: aportes desde los
feminismos
Challenges for Latin American Social Psychology: contributions from
feminist perspectives
Brenda Barrantes Requeno
Universidad Nacional de Costa Rica
(UNA)
brenda.barrantes.requeno@una.cr
https://orcid.org/0000-0002-2965-584X
Fecha de recepción: 2 de marzo del 2023
Fecha de aceptación: 25 de julio del 2023
Cómo citar:
Barrantes Requeno,
Brenda. 2024. Retos y desafíos para la psicología social
latinoamericana: aportes desde los feminismos. Revista Reflexiones. 103 (2). DOI 10.15517/rr.v103i1.54084
Resumen
Introducción: Latinoamérica enfrenta un contexto
sociopolítico y económico de gran violencia y crisis de los cuidados, la
reproducción de la vida, los vínculos y el tejido social, en donde las mujeres
conforman uno de los grupos más vulnerabilizados. Por
ello, es necesario que la psicología social, como disciplina permeada por el
neoliberalismo y el patriarcado, vuelva su mirada y preste más atención, por un
lado, a los complejos problemas provocados por la violencia política en la
región; y por otro, sea cuestionada críticamente para realizar transformaciones
sustanciales a sus propios procesos de investigación, formación académica y
acción social o extensión universitaria. Se abordan algunos de los retos y
responsabilidades disciplinares frente a un contexto regional muy complejo que requiere
de una experiencia latinoamericana concreta y situada, a la vez, un lugar de
enunciación feminista decolonial e interseccional, como espacio en resistencia
para seguir construyendo una psicología social crítica, emancipadora y
liberadora, inclusiva, feminista, diversa, interseccional y decolonial.
Asimismo, una disciplina que accione desde la desobediencia epistémica y que
pueda reconocer otros marcos epistemológicos, teóricos, metodológicos,
prácticos e interpretativos de la historia y del saber científico que se enriquezca
de los métodos y prácticas de los feminismos.
Por ende, es necesario colaborar en
visibilizar aportes principalmente de mujeres autoras costarricenses,
mesoamericanas y latinoamericanas que confirman el carácter político y
socialmente transformador de los procesos investigativos feministas. Pero para
ello es fundamental reconocer que esto es responsabilidad disciplinar que atañen
a todas las personas profesionales y no solo a las mujeres.
De esta manera, el recorrido bibliográfico
realizado brinda luces para continuar trabajando en una psicología social
transformadora, interseccional y esperanzadoramente feminista, sensible a los
contextos regionales y desde la praxis de un enfoque psicosocial y decolonial.
Objetivo: Este texto busca aportar al
entendimiento y transformación
del ejercicio disciplinar mediante una praxis crítica hacia lo social, desde
perspectivas feministas decoloniales y autocríticas sobre las formas de
reproducción de la violencia neoliberalistas patriarcales en la región y
dentro del quehacer de la disciplina.
Método: El
presente artículo se realiza mediante la búsqueda y revisión bibliográfica en
línea en portales de investigación científica, en revistas como Reflexiones y WimbLu de la Universidad de Costa Rica (UCR), Revista
Costarricense de Psicología, Revista de Pensamiento e Investigación Social, Revista
Psicología Política, Revista Psicoperspectivas,
Individuo y Sociedad de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Revista
Interamericana de Psicología. Además, mediante la revisión de libros de los
repositorios de las bibliotecas de la Universidad Nacional (UNA) y la
Universidad de Costa Rica (UCR). Asimismo, en bibliotecas de Organizaciones No
Gubernamentales de DDHH y feministas de la región mesoamericana como Aluna
Acompañamiento Psicosocial de México, el Equipo de Estudios Comunitarios y
Acción Psicosocial (ECAP) de Guatemala, las cuales han desarrollado
interesantes propuestas teórico-metodológicas, modelos de intervención y
acompañamiento aplicados a Latinoamérica. A partir de dicha revisión fueron
identificados y seleccionados, principalmente, textos de personas autoras latinoamericanas
y con énfasis en el período del 2007 al 2022, como forma de abarcar las
tendencias de los últimos 15 años en el quehacer de la psicología social y los
feminismos interseccionales, época en la que se han aumentado y recrudecido las
múltiples violencias principalmente hacia las mujeres, planteando importantes desafíos
a la disciplina psicológica para poder hacerle frente a
un contexto regional muy complejo que requiere de una experiencia concreta y
situada a nivel de América Latina.
De
ese modo, se propone este texto como una investigación bibliográfica crítica,
basada en elementos teóricos de los feminismos interseccionales y decoloniales
como aportes al quehacer de la psicología social latinoamericana y sus
tendencias actuales. Además de proponerse un texto crítico, se plantea como un documento
reflexivo y autorreflexivo; es decir, una investigación teórica, pero también
situada en una práctica personal profesional y una experiencia concreta que también
requiere de introspección constante para identificar elementos propios del
quehacer que pueden o se encuentran reproduciendo prácticas patriarcales y
violentas.
Resultados: Se encontraron pocas investigaciones teórico-prácticas
sobre las violencias estructurales en la región y, más pocos aún, estudios de
corte feminista sobre las vivencias de las mujeres latinoamericanas y desde los
abordajes de la psicología social, las cuales son realizadas solamente por
mujeres, y no incluyen un espacio crítico hacia el quehacer patriarcal dentro
de la praxis profesional.
Conclusiones: Latinoamérica se asienta en un
contexto sociopolítico y económico complejo y violento, que vulnerabiliza
el cuidado y la reproducción de la vida, de los vínculos y del tejido social,
siendo las mujeres uno de los grupos más impactados. Por ende, es urgente que
la Psicología Social aporte a la transformación de este contexto, pero, a la
vez, requiere mirarse internamente para transformar también las múltiples
formas de reproducir el neoliberalismo y el patriarcado en su quehacer
disciplinar. Para ello, necesita apoyarse desde los feminismos decoloniales e
interseccionales para fomentar, potenciar, motivar y reconocer la sabiduría de
los pueblos de Abya Yala y dentro de ella también, la producción científica y
epistemológica de mujeres feministas como grupo también en resistencia.
Los aportes teóricos y metodológicos abordados
en este escrito brindan perspectivas situadas desde lugares de enunciación claros
en aspectos éticos y políticos, desobedientes epistemológicamente y
comprometidos con la in-disciplina. Aportan también herramientas
teórico-metodológicas que colaboran en la reconstrucción del tejido social
sobre el cual se produce y reproduce la violencia sociopolítica, neoliberal y
patriarcal dominante, pero, al mismo tiempo, donde se reproducen la vida y los
vínculos, las resistencias y los entronques entre mujeres. Estos aportes inspiran
a prácticas creativas, inclusivas y críticas que pueden potenciar nuevos
caminos, pero, principalmente, brindan luces para continuar con la labor desde
una psicología social transformadora, interseccional y esperanzadoramente
feminista, sensible a los contextos regionales y desde la praxis de un enfoque
psicosocial decolonial.
Palabras
clave: Psicología social crítica, Patriarcado,
Feminismo interseccional, Latinoamérica, Mujeres.
Abstract
Introduction: Latin America is facing a socio-political and economic
context of great violence and crisis of care, reproduction of life, bonds and
social fabric, with women being one of the most vulnerable groups. Therefore,
it is necessary for social psychology, as a discipline permeated by
neoliberalism and patriarchy, to turn its gaze and pay more attention, on the
one hand, to the complex problems caused by political violence in our region
and, on the other, to be critically examined to implement substantial
transformations to its own research, academic education and social action or
university extension processes.
This article addresses some of the disciplinary
challenges and responsibilities in a very complex regional context that
requires a concrete and situated Latin American experience, and at the same
time, a decolonial and intersectional feminist place of enunciation, that
represents an area of resistance to continue building a critical, emancipatory
and liberating, inclusive, feminist, diverse, intersectional and decolonial
social psychology. Furthermore, it is necessary to forge a discipline that acts
from epistemic disobedience and that can recognize other epistemological,
theoretical, methodological, practical and interpretative frameworks of history
and scientific knowledge that are enriched by the methods and practices of
feminisms.
Therefore, it is necessary to collaborate in making
visible the contributions mainly of Costa Rican, Mesoamerican and Latin
American women authors that confirm the political and socially transforming
character of feminist research processes. However, to achieve this, it is
essential to recognize that this is a disciplinary responsibility that concerns
all professionals and not only women.
Thus, the bibliographical review provides us with
insights to continue working on a transforming, intersectional and
encouragingly feminist social psychology, sensitive to regional contexts and
from a psychosocial and decolonial praxis.
Objective: This text seeks to contribute to the understanding and
transformation of the disciplinary practice through a praxis that is critical
towards a social approach, from feminist decolonial perspectives that are
self-critical of the neoliberal patriarchal forms of reproduction of violence
in the region and inside the activity of the discipline.
Method: This article was developed through an online
bibliographic search and review in scientific research portals, in journals
such as Reflexiones and WimbLu
of the University of Costa Rica (UCR), Revista Costarricense de Psicología, Revista de Pensamiento e Investigación
Social, Revista Psicología
Política, Revista Psicoperspectivas,
Individuo y Sociedad of the Pontifical Catholic
University of Valparaíso and Revista Interamericana de Psicología. In
addition, books from the repositories of the libraries of the National
University (UNA) and the University of Costa Rica (UCR) were reviewed.
Likewise, libraries of non-governmental human rights and feminist organizations
in the Mesoamerican region –which have developed interesting theoretical and
methodological proposals and models of intervention and accompaniment applied
to Latin America– were consulted, such as Aluna Acompañamiento
Psicosocial of Mexico and the Community Studies and
Psychosocial Action Team (ECAP) of Guatemala. From this review, texts mainly by
Latin American authors were identified and selected with emphasis on the period
from 2007 to 2022 as a means of covering the trends of the last 15 years in the
fields of social psychology and intersectional feminisms, a period in which
multiple forms of violence, chiefly against women, have increased and
intensified, posing important challenges to the discipline of psychology in
facing a very complex regional context that requires a concrete and situated
experience at the Latin American level.
Thus, this text is proposed as a critical
bibliographic research based on theoretical elements of intersectional and
decolonial feminisms and their contributions to the work of Latin American
social psychology and its current trends. In addition to presenting a critical
approach, it is intended as a reflective and self-reflective document; in other
words, it is theoretical research, but also situated within a personal
professional practice and a concrete experience that requires constant
introspection in order to identify elements of the endeavor that could
reproduce or are reproducing patriarchal and violent practices.
Results: Few theoretical-practical investigations were found on
structural violence in the region, and even fewer feminist investigations on
the experiences of Latin American women and from the approaches of social
psychology. The ones that were discovered were developed only by women, and do
not include a critical perspective on patriarchal practices within our
professional praxis.
Conclusions: We find ourselves in a complex and violent
socio-political and economic context in Latin America, which renders the care
and reproduction of life, bonds and the social fabric vulnerable, with women
being one of the most affected groups. Therefore, it is urgent that social
psychology contributes to the transformation of this context, but at the same
time, it needs to look internally to transform the multiple ways of reproducing
neoliberalism and patriarchy within its disciplinary work. To do so, it
requires support from decolonial and intersectional feminisms in order to
promote, empower, motivate and recognize the wisdom of the peoples of Abya Yala and of Abya Yala herself,
and the scientific and epistemological production of feminist women as a group
that is also in resistance.
The theoretical and methodological contributions
addressed in this paper provide situated perspectives, from ethically and
politically clear places of enunciation, epistemologically disobedient and
committed to in-discipline. They also provide theoretical and methodological
tools that collaborate in the reconstruction of the social fabric on which the
dominant socio-political, neoliberal and patriarchal violence is produced and
reproduced, but at the same time, where life and bonds, resistances and connections
between women are reproduced. These contributions inspire creative, inclusive
and critical practices that can strengthen new paths, but mainly provide
insights to continue working in a transformative, intersectional and
encouragingly feminist social psychology, sensitive to regional contexts and
from the praxis of a decolonial psychosocial approach.
Keywords: Critical social psychology, Patriarchy, Intersectional
feminism, Latin America, Women.
«Soy
mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor
de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible,
luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero.»
Alejandra
Pizarnik
Introducción
Este texto es
resultado de un proceso de investigación bibliográfica crítica y situada sobre
algunas de las tendencias recientes de la psicología social latinoamericana y los
feminismos decoloniales e interseccionales, con el fin de generar
cuestionamientos hacia el quehacer disciplinar al volver la mirada a las
prácticas patriarcales y neoliberales que agudizan las violencias hacia las
mujeres, no solo dentro de la disciplina psicológica, sino también en las
dinámicas psicosociales cotidianas de la región mesoamericana.
Es una invitación a generar reflexión
y autoreflexión sobre la urgencia de construir
espacios y procesos para formar académicamente, investigar y accionar desde los
aportes que hacen los feminismos
decoloniales a la psicología social y, con ello, promover acciones con
compromiso y sentido político, consciente, antipatriarcal
e interseccional, con el fin de abordar los contextos de gran violencia
que han aumentado y se han complejizado para las mujeres en la región en los
últimos años.
En
el primer apartado se abarca una breve contextualización teórica sobre las
violencias vividas en la región y algunos de los impactos que tienen hacia el
cuidado y la reproducción de la vida y hacia las mujeres. En el segundo
apartado se ahonda en la interseccionalidad, los feminismos decoloniales, la colonialidad del saber y la epistemología feminista y de
frontera, como espacios de respuesta y resistencia a las dinámicas regionales y
disciplinares. En el tercer apartado se abordan algunos de los retos y
responsabilidades a los que se enfrenta la psicología social como disciplina
con prácticas patriarcales en un contexto latinoamericano permeado por la violencia
y, para ello, el cuarto apartado se plantean posibles aportes a la disciplina
desde los feminismos decoloniales e interseccionales. Finalmente, en el quinto
apartado se visibilizan algunos aportes teóricos y metodológicos de autoras
mujeres feministas, los cuales pueden enriquecer las prácticas actuales de la psicología
social latinoamericana y brindar luces para un accionar feminista y liberador.
Latinoamérica como contexto y sus
impactos en la vida social
Desde la zona geográfica de Abya Yala, se
reconoce un contexto de gran recrudecimiento de la violencia generalizada, los
despojos, la explotación y la exclusión como herramientas de poder y control
(Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 5)
y que ha llegado a generar grandes impactos en las vidas cotidianas y en las
dinámicas sociales que sostienen y reproducen las violencias[1].
Se
hace frente a un escenario que cada vez se torna
más grave en la región mesoamericana: feminicidios y recrudecimiento de todos
los tipos de violencias; militarización y paramilitarización; imposición de
reformas a nivel económico, empobrecimiento extremo y masivo, dinámicas de desigualdad
y exclusión; despojo de los bienes naturales y los territorios-cuerpos;
implantación de megaproyectos; criminalización de la protesta social;
corrupción e impunidad; estados que impulsan acciones de limpieza social;
cultura del narcotráfico; procesos que suspenden garantías constitucionales y
violan los Derechos Humanos (DDHH) mediante desapariciones, ejecuciones,
torturas, desplazamientos y migración forzada, detenciones arbitrarias y,
lamentablemente, un largo etcétera (Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 5).
Todo
lo anterior (tal como lo han expuesto sistemáticamente los movimientos
feministas latinoamericanos) no afecta de igual manera a todas las personas, y
son las mujeres una de las poblaciones más vulnerabilizadas
y des-cuidadas. Dentro del modelo neoliberal
patriarcal dominante, el cuidado no es un principio que se cumpla para las
mujeres como una de las poblaciones más afectadas y últimas en la fila, pues siguen
siendo las principales receptoras de las violencias psicosociales del
patriarcado y el neoliberalismo. Por ende, no están ubicadas en el mismo nivel
de respuesta ante el miedo y la organización social (Gargallo Celestini 2015, 17), puesto que las violencias no afectan a
todas las personas de la misma forma.
En nuestra Abya Yala nos encontramos en un momento de
crisis de la reproducción de la vida, donde se evidencia el entronque
patriarcal (González Butrón et al. 2017, 210; Paredes Carvajal 2015, citado por
Guzmán y Triana 2019, 24) que hace cómplices al patriarcado con el capitalismo
neoliberal. La
región sufre una mutación producto de
su destrucción con
exceso de crueldad, su expoliación hasta el último vestigio de vida, su tortura
hasta la muerte. La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto
en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y
comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último
límite. A pesar de todas las victorias en el campo del Estado y de la
multiplicación de leyes y políticas públicas de protección para las mujeres, su
vulnerabilidad frente a la violencia ha aumentado, especialmente la ocupación
depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de las nuevas
guerras (Segato 2015, citado por Gargallo Celestini 2015, 18-19).
Actualmente,
se sufre el peligro de muerte instalado en las relaciones cotidianas, como lo plantea Dobles (2009,
23), pero además, las mujeres de la región también enfrentan
a la mentira institucional que incluye «la estigmatización y culpabilización de
las propias víctimas por la violencia, el ocultamiento de la verdad, y la
impunidad, ya sea como ausencia de justicia o como creación de leyes que la
permiten» (Martín-Baró, 1984, citado por Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a,
12). Así, el modelo neoliberal se entronca de manera cómplice, para hacer que
el capital se adueñe, incluso, de la vida y llegue a convencer de que son las mujeres quienes
le deben (Lazzarato, 2013, citado por Pavón Cuéllar 2017,
596).
En sintonía con Aluna Acompañamiento Psicosocial (2015a, 19), es necesario reconocer que los contextos de represión, guerra, violencia sociopolítica, económica y ambiental generan grandes impactos psicosociales en distintos niveles como el personal, el familiar, el comunitario y el social; y, a la vez, impactan en diferentes ámbitos: emocional, cognitivo, en los saberes, haceres, simbolismos y, principalmente, en el cuerpo. Lo anterior ocasiona importantes rupturas en las subjetividades y en la salud física de los pueblos, pero principalmente, hacen heridas profundas en la salud mental de las personas.
Así, los impactos psicosociales de la violencia y la represión sociopolítica, «refieren al conjunto de tensiones, pérdidas, cambios y daños que provocan en las personas que son objeto de estas agresiones. Sin embargo, así como se observan efectos “negativos” o dolorosos, también hay algunos que podrían considerarse “positivos” y que permiten a las personas hacer frente a estas agresiones. Es así como los impactos psicosociales ocurren de manera simultánea a las formas de afrontamiento de la violencia» (Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 18).
De
esta forma, la tarea psicosocial no puede circunscribirse solamente a las áreas
de la salud mental o del bienestar individual (Flores Osorio 2017, 75), sino
que es necesario también acompañar en la transformación del sistema dominante,
el cual tiene enorme influencia en las dinámicas psicosociales de la salud
mental y en el buen vivir individual. Se torna evidente la necesidad de enlazar
aún más a la psicología con el mundo de afuera, donde las comunidades han
padecido el horror de las violencias, y a pesar de ello, «no han renunciado a
la utopía de una paz estable, duradera y con justicia social» (Barrero Cuéllar 2016, citado por Parra Valencia
2016, 11).
Latinoamérica requiere, entonces, de un accionar claro, urgente y consciente desde la psicología social como disciplina que puede aportar al entendimiento y transformación de un contexto desde su gran complejidad. Pero, a la vez, una transformación interna disciplinar, que pueda transformar también las bases de su quehacer. Se tiene la oportunidad pues de seguir construyendo una psicología social crítica, emancipadora y liberadora, que se resista a mantener los sistemas de opresión, que sea inclusiva, feminista, diversa, interseccional y decolonial[2].
Ante la violencia, la respuesta es la
resistencia: interseccionalidad y feminismos decoloniales
Por suerte o por insistencia, aún en medio de un contexto tan doloroso y violento, la vida se reproduce, crece y se fortalece mediante redes de resistencia, cuidado y afrontamiento colectivo, sostenido principalmente por las mujeres como eslabones que, frente a un entronque patriarcal, se entroncan entre sí.
Así, el tejido social encuentra formas para mantenerse y «dar cuenta de lo que sí se tiene, de lo que la violencia y la represión no lograron destruir» (Aluna Acompañamiento Psicosocial 2015a, 21), y en la medida de lo posible, procura reconstruirse y enfocarse no solo en la pérdida y el daño, sino también en la vida y la construcción del Buen Vivir (Grondona Opazo 2016, 54). En ese sentido, las mujeres a lo largo de la historia y en la región mesoamericana, se siguen dando grandes ejemplos de resistencia para reproducir la vida, ya que se continúa rebelándose contra las opresiones, el despojo, el saqueo y las múltiples formas de violencia contra los cuerpos-territorios de las mujeres (Cabnal 2014, citado por Gargallo Celestini 2015, 17), lo que evidencia que se ha dado pie a una plurinacionalidad sostenida con vínculos solidarios que, para Gargallo Celestini (2015, 20), tienen normas propias y redes tejidas alrededor de prácticas de resistencia.
Por ende, se apoya en el concepto de interseccionalidad, el cual analiza, visibiliza y aborda la interconexión-tensión existente entre género, identidad, raza, clase social, edad, discapacidad, diversidad funcional, heteronormatividad y/o configuraciones occidentales y colonizadoras. Para Troncoso, Galaz y Álvarez (2017, 24), al partir de la perspectiva interseccional, no se busca describir experiencias individuales o colectivas únicas, sino que se intenta examinar lo fluido, variable y temporal de las interacciones y la distribución de poder entre y dentro de múltiples prácticas, grupos e instituciones sociales. Analiza las realidades, los afrontamientos y las desigualdades de manera más compleja y no homogénea, problematizando la construcción de jerarquías de acceso a una variedad de recursos (económicos, políticos, culturales, de género, raza, religión y procedencia geográfica), promovidas por procesos de diferenciación.
Asimismo, como espacio de resistencia de los feminismos decoloniales como «una relectura de la historia de Abya Yala desde un pensar situado, teniendo en cuenta las múltiples opresiones de raza, sexo, clase, sexualidad y geo-corpo-política, construidas, sostenidas y reproducidas por el orden patriarcal-capitalista-moderno-colonial» (Martínez y Agüero 2020, 37). De ahí que se busque la recuperación y visibilización de la lucha política de las mujeres afrodescendientes e indígenas de Latinoamérica, quienes denuncian la invisibilización dentro de sus propios movimientos sociales y dentro del feminismo hegemónico y que, en respuesta, resisten y luchan contra la colonización y la colonialidad (Curiel 2014, citado por Martínez y Agüero 2020, 37).
De esta manera, mediante el feminismo decolonial se apuesta a la desobediencia epistémica para construir otros marcos epistemológicos, teóricos, metodológicos, prácticos e interpretativos de la historia y del saber científico, y con ello reconocer y resignificar la sabiduría de los pueblos originarios de Abya Yala en resistencia. En este sentido, además de recuperar el pensamiento crítico y científico latinoamericano, buscamos ampliarlo, profundizarlo, cuestionarlo, excederlo y desbordarlo, a partir de lo que Mignolo (2007) ha denominado giro decolonial (citado por Martínez y Agüero 2020, 37).
Como lo plantean Slovacek, Lazaletta y Noblia (2022, 96) la ciencia se ha encargado de ubicar a las mujeres en un lugar jerárquicamente inferior al de los hombres que producen conocimientos científicos. Por ende, desde la psicología social, uno de los muchos caminos de respuesta femenina son la generación y ejecución de propuestas y procesos educativos e investigativos psicosociales feministas y decoloniales, que producen y resisten ante lo que ha denominado la colonialidad del saber cómo dispositivo organizador del espacio y del tiempo, y que refiere a «una gran narrativa universal en la cual Europa y EE.UU. son simultáneamente, el centro geográfico y la culminación del movimiento temporal del saber. También se habla de colonialidad del saber en el sentido de que el pensamiento moderno ha sido posible gracias a su poder para subalternizar el pensamiento ubicado fuera de sus parámetros» (Mignolo 2003, citado por Vargas Soler 2009, 54).
Para dicha colonialidad, tanto la raza,
la clase, la etnia, el trabajo y el sexo se convierte en parámetros de
jerarquización y clasificación social; la forma hegemónica de producir
conocimiento es la ciencia occidental moderna y el eurocentrismo el modelo y
actitud colonial frente al conocimiento (Vargas Soler 2011, 54). Por lo tanto,
una forma de resistencia decolonial implicaría evidenciar no solamente a quien
o quienes produceotros conocimientos, sino desde
dónde lo hacen (Castro Gómez 2007, citado por Vargas Soler 2009, 54).
«La
colonialidad del saber esconde en su centro una
noción de raza, de cuerpos racializados a partir de procesos como el saqueo y
el despojo a los pueblos de América Latina, como también los paisajes donde
habitan esos cuerpos. En consecuencia, los saberes producidos allí serán
expropiados de valor, mientras, los producidos por cuerpos blancos y en
paisajes de cuerpos blancos –los países centrales– tendrán, instantáneamente,
un capital de verdad, de legitimidad» (Rita Segato
2017, citado por Slovacek, Lazaletta
y Noblia 2022, 97).
De esta manera, la colonialidad del
saber jerarquiza los conocimientos, lo que determina su legitimidad y
circulación, e imponiendo un criterio de universalidad a las voces
masculinas, blancas, heterosexuales y de las ciencias duras, así se vulnerabilizan el discurso intelectual, los saberes y
conocimientos «de
mujeres, del colectivo LGBTTTIQ+, de masculinidades subalternizadas
y de cuerpos racializados» (Slovacek, Lazaletta y Noblia 2022, 98).
En
ese sentido, la psicología social no puede abordar las violencias psicosociales
y continuar negándose a develar internamente las muchas dinámicas cotidianas de
colonialidad y violencia que existen en la praxis
profesional, en las interrelaciones entre personas colegas, en las tomas de
decisiones, acceso y ejercicio del poder, en la investigación científica y en
el quehacer psicológico en general, mediante accionares que son
discriminatorios, coloniales, violentos y excluyentes. Requiere pues, decolonizarse en sus discursos, sus prácticas, sus visiones,
su ciencia y ejercicio del poder.
Por ende, como mujeres el compromiso es con la desobediencia
epistémica, con el fin de llevar por un lado a que la ciencia se adecúe a los
métodos y prácticas de los feminismos y por otro, a posicionarnos ética y
políticamente desde «la
indisciplina» (Slovacek, Lazaletta y Noblia 2022, 102).
Tal
y como lo plantean dichas autoras, se propone resistir desde el locus de
enunciación de una epistemología de frontera[3] (Borsani 2012, 36) y de una epistemología feminista
con un posicionamiento teórico y político claro que hace visible cómo el género
influye ampliamente en las formas de construir y producir conocimiento (Slovacek, Lazaletta y Noblia 2022, 102), y a la vez, se aleja del discurso
científico de la objetividad, la neutralidad y las falsas contradicciones (Barrero
Cuellar 2017, citado por Pavón Cuéllar 2017, 92).
Para Borsani (2012, 36), la epistemología de frontera permite
colocarse en un lugar de entrelazamientos y entrecruces, ya que refieren a una
conflictividad respecto al espacio epistémico que se habita, el cual requiere
desmontar el privilegio asignado al locus de enunciación eurocentrado.
Por otra
parte, la epistemología feminista cuestiona la objetividad como meta o fin superior, pues no solo funciona
como mecanismo patriarcal de control sino que también impone un mundo social
que puede ser observado fuera de la conciencia de las personas (Blázquez Graf
2012, citado por Slovacek, Lazaletta
y Noblia 2022, 102), y propone, más bien, un
conocimiento situado, posicionado y también subjetivado. Así, quien conoce e investiga es siempre
alguien situado[4] y, por lo tanto, su producción de
conocimientos también será situada (Blázquez et al. 2012, citado por Martínez y
Agüero 2020, 31).
Es
necesario, entonces, apelar a una disciplina que no sea obediente y
autocomplaciente (Albertín Carbó 2017, 81) sino más
bien autocrítica, desobediente e in-disciplinada al buscar accionar desde un
lugar situado y una praxis de resistencia que cuestione a las ciencias sociales
para transformarlas también en su dinámica interna mediante la apuesta desde
los feminismos (que también requieren descolonizarse), los cuales han
interpelado y cuestionado su ficción al demostrar que la ciencia moderna es
patriarcal, androcéntrica y sexista, un sistema reproductor del «orden social
patriarcal-capitalista-moderno-colonial» (Martínez y Agüero, 2020, 42), y de
eso, no ha escapado la psicología social.
La psicología
social en Latinoamérica: retos y responsabilidades
Con
su riqueza, pluralidad, diversidad y sabia ancestralidad, América Latina
demanda, entonces, el rescate del Buen Vivir (Grondona Opazo 2016, 54) para
reproducir la vida y, con ello, colocar el cuidado como centro de la
cotidianidad: el cuidado de los vínculos, de los cuerpos-territorios, de la
naturaleza, de las comunidades; es decir de todo lo intangible y necesario para
reproducir la vida.
Y justamente, este es uno de los principales retos que se encuentran las personas profesionales en psicología social, quienes además de una formación fuerte, empática, crítica y transformadora para acompañar a las personas, grupos y comunidades, requerimos de mucha sensibilidad hacia la vida para intentar sostenernos, desde lo teórico y más desde lo práctico, en su cuidado y en lo que si hay, y con ello, no invisibilizar el dolor sino más bien, centrarse en la reconstrucción, fortalecimiento y ampliación del tejido social que repara, reconstruye, reorganiza, resiste y acompaña para que pueda ir sanando lo que duele.
Se
tiene pues, el compromiso de potenciar el cuidado de la vida, o lo que las
compañeras defensoras de DDHH de México han definido como «Meta-Cuidado», el cual consiste en «una práctica
continua -construida dialéctica, personal y colectivamente- que se basa en una
creación conjunta y constante para reparar y prevenir los daños psicosociales,
potenciar y fortalecer las capacidades, y procurar las condiciones para aportar
al bienestar integral de los y las defensoras (desde lo emocional, lo
espiritual, lo político, etc.) en el desarrollo del proyecto de vida» (Aluna
Acompañamiento Psicosocial 2015a, 27).
Es por ello que, como profesionales de psicología social, debemos
asumir el reto y la responsabilidad de acompañar a nuestra región en la
reconstrucción, el sostén, el mantenimiento y el fortalecimiento del tejido
social vincular, recuperar la memoria histórica y colectiva, la organización
social y, con ello, colaborar en las capacidades de afrontamiento, no solo
desde el dolor producto de las violencias, sino también desde las
potencialidades que pueden generarse a partir de la resiliencia y la
resistencia.
En
concordancia, se debe «avanzar en el desarrollo de subjetividades emergentes
capaces de representar momentos de ruptura frente al statuo
quo dominante» (González Rey 2017, 51), que prioricen esa sensibilidad sobre
las necesidades del mercado y del patriarcado, y que puedan apoyarse y
construir conjuntamente de forma transdisciplinaria con y desde otras
herramientas, recursos y metodologías. Esta ruptura nos invita a la
construcción del Buen Vivir mediante una democratización del conocimiento
psicológico y a la desmilitarización de la vida cotidiana que desnaturalice la
violencia política y logre construir y acompañar procesos para una reparación
integral, de verdad y de justicia (Barrero Cuellar 2016, citado por Parra
Valencia 2016, 12), especialmente para Mesoamérica y dentro de ella, para las
mujeres.
La psicología latinoamericana, en su praxis y
formación profesional, puede y debe entonces sublevarse contra las funciones
represivas, disciplinarias e ideológicas del sistema patriarcapitalista, pero es urgente y necesario hacerlo
de manera articulada, donde se considere a los aportes de los feminismos
(González Butrón et al. 2017, 199) y sus posiciones políticas de resistencia de
realidades frente al contexto y, aún más de cara al statu quo disciplinar, para
hacer visible las dimensiones estructurales de la opresión y, con ello, tal y
como proponen Troncoso Pérez, Galaz Valderrama y Álvarez (2017, 21), promover
análisis más complejos de las relaciones de poder, dominación, privilegio y
desigualdades socioculturales.
De
esta forma, la disciplina no solo tiene el desafío y la responsabilidad de
colaborar y aportar a los procesos psicosociales de reconstrucción, reparación,
verdad, justicia, paz y equidad, comprometiéndose con el bienestar de los
pueblos, sino también, con el de las mujeres como las grandes oprimidas.
Si
bien es cierto, es desafiante sostener y seguir construyendo una psicología social
en medio de un contexto complejo y violento, la tarea se vuelve apremiante y
necesaria. No obstante, es vital que se realice desde visiones autocríticas y autoreflexivas, no solo en cuanto a la ruptura con los
sistemas dominantes dentro de la disciplina y los sistemas socioeconómicos y
políticos que se imponen en la región, sino también con una crítica aguda,
consciente y responsable hacia el androcentrismo, el patriarcado y la
manifestación del dominio masculino dentro del quehacer psicológico. Desde la
provocación de González Rey (2017, 68), se apela a una psicología sin miedo,
que sea audaz pero no mimética en relación con lo hegemónico o las modas
psicológicas y que, principalmente, esté fundamentada en el compromiso, la
reflexión y la autoreflexión, con el fin de
cuestionar el patriarcado como eje estructurador de las relaciones en todos los
ámbitos de la reproducción de la vida.
La
psicología social Latinoamericana: aportes desde los feminismos
El
desarrollo investigativo de la violencia contra las mujeres desde la Psicología
en nuestro país, «ha tenido como principal objeto de estudio la violencia
contra las mujeres en el orden de lo privado, siendo menos frecuentes los
estudios que aborden la violencia que ocurre en ámbitos públicos» (Rodríguez
Fernández y Akoka Rovinski 2019, 98). Por lo tanto, se hace frente al reto de una
mayor profundización teórico, práctica y metodológica a la hora de investigar y
publicar; así como al reto de lograr un aumento en investigaciones que amplíen
y dirijan la visión psicosocial y feminista decolonial hacia la dimensión
pública, social y política y, con ello, ahondar en la multiplicidad de
violencias naturalizadas y coloniales.
A
la vez, se hace frente al desafío interno de continuar con la labor de
visibilizar, reconocer y desnaturalizar violencias hacia las mujeres profesionales
de la psicología Social que, además, cuentan con praxis transdisciplinarias y
con amplia experiencia en procesos de extensión o acción social, incidencia y
acompañamiento a propuestas de transformación psicosocial desde perspectivas
feministas interseccionales y decoloniales.
En
ese sentido, en la región mesoamericana existen importantes aportes a la
visualización, la reflexión y la acción para abordar las violencias contra las
mujeres como problemáticas psicosociales, políticas, culturales y
estructurales, pero sigue siendo poca la presencia de investigaciones interseccionales,
y las que existen, al ser feministas y de género, tienden a mantenerse
invisibilizadas en el escenario de la academia (Salvai
2013, como se cita en Rodríguez Fernández y Akoka Rovinski 2019, 104).
Para colaborar con ello, quisiera entonces visibilizar autoras costarricenses como Rodríguez Fernández (2005 y 2017), Rodríguez Fernández y Akoka Rovinski (2019), Ramos Con y Rodríguez Fernández (2018) así como Rodríguez Fernández y Ramos Con (2019), quienes dan seguimiento, además de trabajo con mujeres en espacios comunitarios, a la problemática de las violencias contra las mujeres, la producción de investigaciones relacionadas, así como la trata de personas y las buenas prácticas para abordarla.
También se encuentran Maroto Vargas y Brenes Hernández (2008) quienes trabajan la despenalización del aborto en casos de violencia sexual y malformación incompatible con la vida; Cordero Cordero (2006) el trabajo con comunidades y grupos de mujeres y el relato autobiográfico como espacios de resistencia y encuentro. González Suárez (2011, 2012 y 2013) realiza aportes desde la Psicología Política, los feminismos y los DDHH, así como aborda los impactos del sexismo en la producción del conocimiento psicológico en la academia.
Desde la perspectiva de quien escribe, los textos de estas
autoras costarricenses revisten de gran importancia, pues no solo provienen
sino que colocan los aportes de perspectivas feministas en el radar de la psicología
social costarricense, generando con ello, mayor visibilidad a otras mujeres en
la escena disciplinar y asumiendo el reto de dar atención y abordar la
complejidad de las violencias vivenciadas por las mujeres en esta geografía gestora
de grandes opresiones, pero también de vida y resistencias con cuerpos
femeninos.
En
el contexto latinoamericano también se encuentran otras mujeres con potentes
compromisos a nivel ético-político, posicionamientos claros con perspectivas
epistémicas críticas feministas para investigar y abordar desde la praxis
profesional, el contexto regional actual, marcado por la manifestación de
amplias desigualdades, el ejercicio de poder y violencias y la reproducción de
múltiples opresiones hacia las mujeres. Sus aportes generan inspiración y la
digna rabia de la que hablan las compañeras zapatistas, la cual invita a
movernos, pensar, repensar, resignificar, producir, escribir, crear y más que
nada a accionar desde la vida cotidiana.
Entre
ellas se encuentra Albertín Carbó (2017), quien
explora psicosocialmente y desde perspectivas feministas decoloniales e
interseccionales cuestionadoras de binarismos de género, las relaciones entre
el conocimiento y el abordaje de la violencia de género. Asimismo, Troncoso Pérez, Galaz Valderrama y
Álvarez (2017), quienes investigan los entrecruzamientos, algunas tensiones y muchos
desafíos metodológicos existentes entre perspectivas críticas en Psicología
Social y los feminismos interseccionales, como apuesta para intentar superar la
dicotomía, las jerarquías y la despolitización de las realidades psicosociales presentes
en la Psicología hegemónica. Tarea compleja y valiente que requiere sin duda,
de otras mujeres que la respalden y acuerpen.
Asimismo, Sierra Bonilla (2020) evidencia algunos puntos de
encuentro presentes entre la Psicología feminista y la Psicología de la
Liberación, los cuales pueden accionar como canal para la búsqueda de la
justicia y equidad social. Esto, se considera que genera una interesante
visibilización a dos espacios epistémicos que se reconocen disidentes dentro de
la disciplina y principalmente, dentro de las visiones de la psicología
dominante. Además, los feminismos permiten observar críticamente las formas en
que la Psicología de la Liberación también puede reproducir violencias
patriarcales y colaborar en procesos para dar más voz, autoridad intelectual y
reconocimiento a cuerpos femeninos o disidencias.
En una línea similar se encuentra Martínez Guzmán (2012), quien
plantea la necesidad urgente de repensar las perspectivas psicosociales sobre
el binomio sexo-género, mediante las contribuciones y desafíos de las
identidades de personas trans. Esto, se considera, brinda el reconocimiento de
un lugar en el mundo para la gran diversidad de identidades y, a la vez, coloca
frente a la responsabilidad de asumir la complejidad de la vivencia trans como
una expresión cada vez más numerosa y evidente públicamente en nuestra Abya
Yala con una ancestralidad cuestionadora de géneros.
Beiras, Cantera Espinosa y Casasanta García (2017), por otro lado, proponen una
metodología cualitativa narrativa y crítica en la atención de hombres que
ejercieron violencia contra mujeres, manifestando la importancia a nivel
ético-político que tienen los feminismos para el estudio, abordaje, prevención
y atención de violencias y masculinidades. Lo anterior permite reflexionar
acerca de la responsabilidad colectiva y disciplinar (más allá del cuerpo performativizado) de acercar los feminismos al abordaje de
las masculinidades; no obstante, esta no debe ni debería ser una tarea
exclusivamente de las mujeres y la epistemología feminista.
Reconociendo
el aporte a nivel mesoamericano, se destacan las importantes acciones de la
organización mexicana Aluna Acompañamiento Psicosocial, las cuales han
permitido acercarse a procesos de violencias desde su complejidad y proponer un
modelo psicosocial y metodológico desde los DDHH que pueda contribuir a desnaturalizarlas
y despatologizarlas dentro de procesos de desplazamientos forzados,
desaparición forzada, tortura y tortura sexual, por medio de diálogos
feministas con defensoras y la sistematización de su experiencia a partir de un
modelo particularizado y una guía metodológica
para la valoración del riesgo en defensoras de DDHH (Aluna
Acompañamiento Psicosocial 2015a, 2015b, 2015c, 2015d, 2018, 2019 y 2021).
Esta organización y su metodología se encuentran en primera línea en el
abordaje psicosocial de un contexto mesoamericano extremadamente violento y
peligroso, lo cual hace que su aporte sea además de valiente, muy poderoso para
que la disciplina vuelque más la mirada a la atención, hasta ahora un tanto
precaria, de las violencias en la región.
En Guatemala se encuentra, por un lado, al Equipo
de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) con sus procesos de acción
psicosocial, formación en incidencia política, trabajo con comunidades, grupos
y organizaciones defensoras de DDHH y promoción del cuidado y autocuidado de
los equipos de trabajo (Duque Arellanos y Rohr 2018,
Duque Arellanos 2020). Por otro lado, se visibiliza el aporte en Costa Rica del
Centro de Derechos Sociales del Inmigrante (CENDEROS), la Fundación Acceso y el
Servicio Jesuita para Migrantes Costa Rica, organizaciones que han realizado un
valioso trabajo y praxis psicosocial con personas migrantes y refugiadas de
países latinoamericanos, caribeños y africanos. En suma, se encuentra la importante
labor de compañeros como Dobles Oropeza (2009), uno de los principales
exponentes de la Psicología de la Liberación, el análisis de la migración y la
recuperación de la memoria colectiva en contextos de violencia y dolor.
A pesar de que continúan
siendo necesarios más escritos sobre acciones psicosociales orientadas al
cambio social feminista decolonial, por un lado, y a la atención emocional y a
la reconfiguración psíquica tanto de personas como de comunidades afectadas por
la violencia armada y sociopolítica que afecta la región desde hace décadas (Parra
Valencia 2016, 20), por otro, han existido importantes aportes desde la psicología
social latinoamericana que enriquecen enormemente la disciplina e invitan a
continuar reflexionando de manera crítica y autocrítica de la mano de los
feminismos decoloniales e interseccionales y la epistemología feminista, pero
principalmente, como mujeres nos invitan a seguir gestando y produciendo
epistemologías y hermenéuticas otras, tal y como plantea Borsani
(2012, 31).
Como lo expresa González Rey (2017, 56),
actualmente, existen propuestas psicosociales que ayudan a generar caminos de
tipo teórico y epistemológico que logran ser congruentes con nuevas prácticas
transformadoras, algunas de ellas desarrollándose de manera transdisciplinaria,
lo que invita a la construcción de una psicología más abierta a celebrar la
diversidad, en donde sean posibles no solo otros mundos, como lo propone el
movimiento zapatista, sino también otras formas de decir y hacer psicología
(Barrero Cuellar 2017, citado por Pavón Cuéllar 2017, 192). No obstante, se
continúa enfrentando al reto del ejercicio del poder disciplinar, coercitivo y
autoritario en la academia, las aulas, las calles, las instituciones, las
organizaciones y las comunidades, que se coloca en la posición en donde las
otras formas no dominantes de decir y hacer psicología son sometidas a sospecha
y persecución (Barrero Cuellar 2017, citado por Pavón Cuéllar,
2017, 192), y esas formas sospechosas suelen ser accionadas por mujeres.
A modo de ¿conclusiones?
Nos encontramos en medio de un contexto sociopolítico y económico
complejo y muy violento en Latinoamérica, que vulnerabiliza
el cuidado y la reproducción de la vida, de los vínculos y del tejido social,
siendo las mujeres uno de los grupos con mayores impactos individuales y
sociales; y a la vez, uno de los grupos que responden desde la resistencia por
construir colectivamente y desde los feminismos, un buen vivir para todas.
Por ende, es necesario y urgente que la psicología social
pueda aportar no solo al entendimiento y transformación de este contexto, desde
una visión autocrítica y feminista decolonial acerca de su papel como
disciplina que también reproduce dinámicas violentas y patriarcales. Así, la disciplina
requiere, además de volver la mirada al contexto regional, fomentar, potenciar,
motivar y reconocer la sabiduría de los pueblos de Abya Yala y dentro de esta
región, la producción científica y epistemológica de mujeres feministas como
grupo también en resistencia.
Los aportes teóricos y metodológicos mencionados a
nivel latinoamericano aportan multiplicidad de perspectivas situadas desde
lugares de enunciación con un claro compromiso ético-político e interseccional,
desde el lugar de la desobediencia epistémica y el compromiso con la
in-disciplina. Se proporcionan, la posibilidad no solo de construir categorías
teóricas y políticas desde perspectivas de mujeres, sino además herramientas
teórico-metodológicas que colaboren en la reconstrucción del tejido social
sobre el cual se produce y reproduce la violencia sociopolítica, neoliberal y
patriarcal dominante, pero, al mismo tiempo, donde se reproducen la vida y los
vínculos, las resistencias y los entronques entre mujeres. Estos aportes y
abordajes son inspiración para prácticas creativas, inclusivas y críticas que
puedan potenciar nuevos caminos en la teoría, la enseñanza y la praxis
disciplinar, ya que son portadores de procesos de transformación y estímulos
para acompañar procesos académicos, comunitarios y de acción social o
extensión.
Pero el
principal aporte, desde la perspectiva de quien escribe, es que nos brindan
luces para continuar trabajando en una Psicología Social transformadora,
interseccional y esperanzadoramente feminista, sensible a los contextos
regionales y desde la praxis de un enfoque psicosocial decolonial.
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[1] Como mujer, cuerpo-territorio
latinoamericano, feminista, psicóloga comunitaria y actriz, sitúo estas
palabras y sentipensares en un tiempo, un espacio y un contexto latinoamericano
y costarricense determinado, partiendo del reconocimiento de mis privilegios y
posibilidades y, a la vez, de muchas obstaculizaciones y daños que, como
mujeres, hemos experimentado en esta región que nos parió. Parto así de un
lugar de enunciación feminista decolonial, política, particular e histórica
para colaborar en la generación de acciones que aporten a la transformación y
la emancipación social y a la Psicología Social Latinoamericana.
[2]
El uso de lo decolonial en
los feminismos fue propuesto por María Lugones (2011), a partir de «a) el
concepto de interseccionalidad construido por el feminismo de las mujeres de
color y los feminismos de mujeres del Tercer Mundo (Davis, 2005; Hull et al.,
1982; bell hooks, 1984; Amos y Parmar, 1984; Lorde, 198; Allen, 1992; Anzaldúa,
2016; McClintock, 1995; Oyewumi, 1997; Jacqui y Mohanty, 1997 y Collins, 2000)
y b) el concepto de colonialidad del poder de Aníbal Quijano (1991; 2000a;
2000b y 2002)» (Martínez y Agüero, 2020, 38). Para la autora argentina, la
opresión de género se genera desde lo racial, colonial, capitalista, heteronormativo
y social y, es definida como «la colonialidad del género» y su respuesta como
espacio de resistencia es lo que denomina feminismo decolonial (Martínez y
Agüero, 2020, 110).
[3]
El concepto de epistemología
de frontera fue inspirado gracias a los aportes de Gloria Anzaldúa, quien se
autodefinió como texana, chicana, mestiza, lesbiana y activista feminista, y
que conoció la experiencia de las fronteras geográficas, epistémicas, de género
y raciales, por lo que «supo de la herida colonial, de bordes difusos y de
habitar intersticios» (Borsani 2012, 36).
[4] La categoría sujeto conocedor
situado, o conocimiento situado, acuñada por Donna Haraway (1989, 32), ha sido
de gran importancia para la epistemología feminista, ya que rompe con la
concepción de la ciencia moderna del sujeto mítico cognoscente universal, único,
eterno, hombre, moderno, de clase media-alta y europeo, al concebirle más bien
como sujeto y conocimiento marcado no solo por el sexo-género, la etnia, la
religión, la clase y las opciones sexuales (Martínez y Agüero, 2020, 31), sino también
por las perspectivas particulares de su historia, su geografía y su contexto.