Sistematización de experiencias:
organización local y construcción de ciudadanía, un acercamiento a la
discapacidad
Systematization
of experiences: local organization and construction of citizenship, an approach
to disability
Marcela
Ramírez Morera
Escuela
de Trabajo Social,
Universidad
de Costa Rica, San José, Costa Rica
Cómo
citar:
Ramírez
Morera, Marcela. 2023. Sistematización
de experiencias: organización local y construcción de ciudadanía, un
acercamiento a la discapacidad. Revista
Reflexiones. Dossier Especial. 102. DOI 10.15517/rr.v102i2.56343
Resumen
Introducción: el presente artículo recupera los principales resultados de
la sistematización de experiencias realizada en el marco del Taller: Organización Local y Construcción de
Ciudadanía I y II, del tercer año del plan de estudios de la carrera de
Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Objetivo: identificar los diversos aportes de la experiencia
académica en Trabajo Social a la construcción de ciudadanía y reconocimiento,
defensa y exigibilidad de derechos de las personas con discapacidad, durante el
periodo de 2021- 2022.
Método:
esta sistematización tiene sustento en la revisión documental y en la
experiencia académica del Taller:
Organización Local y Construcción de Ciudadanía I y II, así como en el
informe final desarrollado por las personas estudiantes en 2021-2022.
Resultados: la práctica académica de tercer año resulta un espacio de
reflexión y aprehensión histórica de la realidad en el espacio local para las
personas estudiantes. La sistematización de experiencias permite visualizar el
trabajo con organizaciones, ejes de acción estratégicos, procesos organizativos
y retos a nivel comunitario.
Conclusiones: el Trabajo Social tiene una fuerte injerencia en los
procesos locales y la construcción de la ciudadanía desde sus prácticas
académicas, lo que permite a sus estudiantes el desarrollo de habilidades. Las
prácticas académicas son y seguirán siendo un espacio privilegiado para el
contacto con las poblaciones y, en Belén, un puente excepcional para el
desarrollo de una localidad accesible y amigable, particularmente, para todas
las personas con discapacidad.
Palabras clave:
Espacio local, Comunidad, Discapacidad,
Práctica académica, Trabajo Social.
Abstract
Introduction: this
article recovers the main results of the systematization of experiences carried
out within the framework of the Workshop: Local Organization and Construction
of Citizenship I and II, of the third year of the study plan of the Social Work
career of the University of Costa Rica (UCR).
Objective: to identify
the various contributions of the academic experience in Social Work to the
construction of citizenship and recognition, defense
and enforceability of the rights of people with disabilities, during the period
of 2021-2022.
Method: this
research is supported by the documentary review and the academic experience of
the Workshop: Local Organization and Construction of Citizenship I and II, as
well as the final report developed by the students in 2021-2022
Results: the third-year
academic practice is a space for reflection and historical apprehension of
reality in the local space for students. The systematization of experiences
allows us to visualize the work with organizations, strategic lines of action,
organizational processes and challenges at the
community level.
Conclusions: Social Work
has a strong interference in local processes and construction of citizenship
from its academic practices, which allows its students to develop skills.
Academic internships are and will continue to be a privileged space for contact
with populations and in Belén, an exceptional bridge for the development of an
accessible and friendly locality, especially for all people with disabilities.
Keywords: Local space,
Community, Disability, Academic practice, Social work.
Introducción
El
presente artículo busca analizar la experiencia de práctica académica inscrita
en el curso Taller: Organización Local y Construcción de Ciudadanía I y II, en
Belén de Heredia, Costa Rica, para el reconocimiento de los derechos de las
personas con discapacidad en el espacio local. Además, tiene como objetivos
específicos, sistematizar la experiencia de la práctica académica I y II de la
Escuela de Trabajo Social, durante el período 2021-2022, así como describir las
diferentes conceptualizaciones de localidad, comunidad, espacio local y
territorio, y reconocer quienes se involucran en el desarrollo local inclusivo
en Belén.
Para
cumplir con esta consigna, se realizó una revisión documental que permitiera un
acercamiento a la dimensión histórica del cantón y los apartados teóricos que
fungen como marco referencial de la sistematización. Asimismo, como parte
fundamental, se hizo revisión y análisis del Informe Final (2021-2022) del
Taller I: Organización Local y Construcción de Ciudadanía I y II, elaborado por
14 estudiantes de tercer año de carrera, bajo supervisión de la docente Marcela
Ramírez Morera, en los años 2021-2022.
Teniendo
lo anterior en cuenta, el artículo se estructura en tres grandes apartados:
introducción, desarrollo y conclusiones. Como parte del desarrollo el escrito,
se realiza un acercamiento teórico a los conceptos anteriormente mencionados,
las dimensiones teóricas que constituyen el trabajo local en discapacidad,
seguido por la sistematización general de la práctica académica Taller I:
Organización Local y Construcción de Ciudadanía I y II, y finalizando con el
apartado de conclusiones.
Desarrollo
Acercamiento teórico
Resulta
de importancia para este artículo realizar una descripción de las distintas
conceptualizaciones de comunidad, localidad, espacio local y territorio. En
función de esto se recurre a los aportes teóricos realizados por Ander-Egg (2014), quien define el concepto de comunidad como una organización social
resultado de un proceso donde individuos o grupos comparten actividades y
objetivos en común, caracterizados por poseer fuertes lazos de solidaridad, así
como cierta garantía de pertenencia a esta, siendo la comunidad, el espacio en
el que se define como propósito la satisfacción de necesidades, así como
resolver problemas o desempeñar funciones sociales de relevancia dentro de la
comunidad. A lo cual, en Eito y Gómez (2007), hacen
referencia a Feijóo (2000), quien afirma que la
comunidad es el espacio de las relaciones interpersonales cara a cara, así como
el lugar en el que se da afecto y cercanía, asimismo, refieren a Bauman (2003),
quien propone el concepto como algo bueno y positivo, siendo la comunidad el
lugar que garantiza seguridad en un mundo cada vez más inhóspito.
En
esta misma línea, Eito y Gómez (2007) señalan que
este concepto refiere a algo más que la población o el territorio que la
contiene y cobija, siendo clave en la comunidad las interacciones generadas
entre la pluralidad de agentes y actores sociales. De igual forma, indican que
dicho concepto resulta útil para englobar un conjunto de la ciudadanía, al
igual que para definir un territorio, punto en el cual coincide Trapaga (2018) al resaltar que la comunidad devino en una
herramienta de tipo metodológica para estudios de pequeños grupos sociales,
reducido a un espacio local con el objetivo de extraer la esencia de su
cultura.
Por
lo tanto, a partir de las premisas anteriores, se comprende comunidad, como un espacio seguro y de
confianza, con características culturales propias, en el cual se da una
interacción entre quienes se involucraron a nivel social mediadas por
sentimientos de pertenencia, lazos interpersonales y solidaridad entre las
personas; dentro del cual se pueden llevar a cabo estudios de grupos sociales
pequeños, de forma que permita conocer sus prácticas culturales, así como
analizar el acceso a los recursos, derechos sociales y la ciudadanía.
Por
otra parte, en función de plasmar la definición de localidad, Rothman (1970) citado en Rayas (2005) considera que es
una unidad geográfica en la que se concibe a las personas como ciudadanas
activas, dentro de una dinámica de colaboración e interacción en busca del bien
común. Además, Oslander (2002) concuerda con esta
dinámica e interacción que caracteriza a una localidad, sin embargo, también
afirma que este concepto refiere a los marcos formales e informales dentro de
los que están constituidas las interacciones sociales cotidianas, no
limitándose a espacios físicos, si no que engloba todos aquellos escenarios y
contextos utilizados por las personas en sus interacciones y comunicaciones
cotidianas, conformando colectividades como sistemas sociales al asociar
escenarios e interacciones.
Además,
Dijkstra et al (2020), con el objetivo de estudiar el grado de urbanización de
los países, elaboran una distinción entre el concepto de ciudad, localidad y
zona rural, caracterizan a localidad como zonas o pueblos de densidad
intermedia, con una población de entre 300 y 5000 habitantes por Km2; indican,
además, que el concepto de localidad en otros países como China y la Indica, es
utilizado para denominar a las zonas rurales o pueblos.
Por
otra parte, Gobierno de Santa Fé (2018) aporta que la
localidad simple es aquella zona urbana que se encuentra bajo una sola
jurisdicción y gobierno local, y que existe, además, la localidad compuesta, la
cual refiere a la zona urbana que comprende más de dos áreas político-administrativas
o gobiernos locales. Siendo la localidad,
un concepto diverso entre autorías, pero que se caracteriza por hacer
referencia a espacios geográficos de pequeño y mediano tamaño, que al igual que
el concepto de comunidad, constituye un espacio de interacciones y relaciones
sociales entre individuos.
Ahora
bien, en lo que respecta al concepto de espacio
local, desde Molina (2005) se posiciona como un campo estratégico de
intervención profesional, el cual debe ser asumido desde una visión ético-política,
para lo que resulta de importancia aclarar desde dónde la persona profesional visualiza
las posturas teórico-históricos y críticos la realidad local, sin desvincularla
del contexto nacional. Siendo el espacio local, según la autora, una compleja
trama de interacciones configurada por socioeconómica y tensiones de poder mediadas
por la cultural, género y grupos etarios, entre otras. En esta misma línea,
Picado (2013) destaca la importancia de visualizar la profesión desde
posiciones teórico-históricas y críticas de las dinámicas locales relacionadas
con la realidad nacional, debido a que el espacio local presenta interacciones
socioeconómicas y presiones culturales y de género; con la consideración de que
estos espacios son radio de acción estratégica, los cuales tienen sus
organizaciones específicas, las cuales deben ser comprendidas, apoyadas y
fortalecidas.
En
este sentido, Guillen et al (2009) establecen que el espacio local requiere de
nuevos enfoques para que la toma de decisiones pueda ser inmediata y no
controlada desde los niveles superiores; es decir, que se reconozca la
importancia de la descentralización del poder estatal, de forma que los
espacios locales tengan la capacidad de tomar decisiones en busca del
desarrollo y progreso de forma colectiva. IPLACEX (s.f.) indica, además, que la
participación social en el espacio local se caracteriza por la conformación de
organizaciones comunitarias, en las cuales, la persona profesional en Trabajo
Social se ubica como impulsora permanente de estas formas de organización, fortalece
e impulsa la participación de las personas que buscan incentivar a la
ciudadanía a comprender que la participación social es determinante para lograr
cambios, de importancia dentro de un contexto, en el que los niveles de
desconfianza hacia las agrupaciones sociales y políticas genera poca o nula
participación en estas.
Por
lo que, partiendo de los aportes destacados anteriormente, se puede comprender
que al espacio local lo caracteriza
la participación social como aspecto fundamental, ya que es un medio en el que
se busca dar respuesta a las necesidades de las y los ciudadanos, en el que se
generan organizaciones sociales que buscan el ejercicio de la ciudadanía y
democracia; elementos de gran importancia para la acción estratégica de la
intervención profesional de Trabajo Social.
Por
otro lado, también es pertinente definir el concepto de territorio, el cual de acuerdo con Pérez (2020), refiere a una
construcción social e histórica que es configurada y delimitada a partir de
relaciones de poder, son estos elementos sociales e históricos los que
determinan y caracterizan el desarrollo o subdesarrollo que posea el
territorio. Asimismo, Molina (2005) concuerda con lo anterior y añade elementos
que caracterizan la dinámica de un territorio, tales como la construcción de
alianzas y organizaciones vecinales para mediar defender los intereses del
territorio de forma pacífica o confrontativa ante el aparato estatal, a través
de instancias municipales u otras.
Por
su parte, Tavera (2000) lo define como un área o espacio en el que las personas
desarrollan su existencia, y lo defienden ante la intrusión de otros. Siguiendo
esta comprensión, Saborío (2019) recupera algunas concepciones similares, y
añade que dicha defensa les permite sacar mayor provecho de los recursos que
existen en el territorio y tener control de los flujos económicos y humanos,
destacándose así que en cada territorio existe un grupo de quienes dominan,
quienes son controlados y los intereses que los median.
A
partir de los aportes teóricos señalados, que el territorio se distingue por su carácter social e histórico, donde
se desarrolla la existencia de un individuo, el cual defiende su espacio de
cualquier intruso, en el que se construyen alianzas y organizaciones vecinales
para mediar de forma pacífica o bien, confrontativa con el aparato estatal, en
busca de la satisfacción de sus necesidades y el respeto de sus derechos.
Como
parte de la configuración de la práctica académica ejecutada en el cantón de
Belén, y tomando en cuenta el concepto de espacio local, a continuación, se
describe la caracterización histórica de dicho proceso.
Dimensión histórica de Belén:
Para
contextualizar brevemente tanto el origen como la fundación del cantón de Belén,
y por ende, para comprender el recorrido histórico se
recurre a distintas fuentes de información e investigaciones previas que
realizaron estudios sobre el cantón, con el fin de comprender el proceso y la
evolución de este territorio en particular.
Origen
del cantón:
Afirma
Murillo (2018) en su investigación titulada «Tras las huellas del pasado
Fortalecimiento del acervo cultural belemita»
que históricamente el cantón de Belén ha sido un lugar privilegiado en diversos
ámbitos. Caracterizado, además, por ser un lugar de paso e intercambio
comercial entre distintas regiones del país, lo cual propició su crecimiento.
En
el periodo de 1848-1865 se desarrolló el camino hacia Puntarenas, y se declaró carretera
nacional el trecho que pasaba de San Antonio hacia Alajuela. Esta obra se
construyó con el fin de comunicar al único puerto que se utilizaba para la
importación y exportación de productos, así como para la activación del
comercio. Además, se creó una plazoleta denominada «El Sesteo», con el propósito de que existiera
un lugar de descanso para quienes viajaban en las carretas, y para las
diligencias que realizaban esa travesía (Murillo, 2018).
Lo
antes mencionado permitió el surgimiento de un territorio próspero y
caracterizado por ser un pueblo innovador. El progreso del cantón de Belén se
origina a raíz de la activa exportación de café a los mercados europeos, pues
se traza una vía de comunicación terrestre entre San José y el puerto de
Puntarenas, que, para ese entonces, pasaba por el territorio de La Asunción.
Por esta razón, según la reseña histórica de la página web oficial del cantón
Heredia (2022), las dimensiones de San Antonio poseen una orientación que va de
este a oeste, en lo extenso de la ruta principal.
También
funcionaba como zona de descanso para aquellas personas carreteras que
transportaban el café, e importaban, a su vez, otros productos que les
obligaban a continuar rumbo a Puntarenas. Como consecuencia, se incentivó el
mercadeo de productos en la época y, posteriormente, con la construcción del
ferrocarril, se impulsó aún más la actividad comercial. Es decir, se convirtió
en una importante ruta comercial que provocó un crecimiento económico y social
en el cantón de Belén (Murillo 2018).
Primera
población: poner antes de fundación.
De
acuerdo con la reseña histórica del gobierno local de Heredia, la primera
población fue indígena huetar. Según Murillo (2018) en su documento
Fortalecimiento para el acervo cultural belemita, los huetares
fueron la nación indígena más organizada y poderosa del siglo XVI en Costa
Rica. A esta población se le ubica con mayor predominio en el Valle Central y
se les conoce como grupos poderosos económica, política y militarmente.
Afirma
Pablo Bulgarelli que se han encontrado evidencias
materiales de esta población en el cantón de Belén surgidas al mover la tierra
para dar paso a las grandes construcciones industriales que se asentaron en el
cantón (Murillo 2018). De ahí que es posible afirmar que los primitivos
habitantes de lo que hoy constituye el cantón de Belén, fueron indígenas huetares; territorio que en los inicios de la Conquista
formaba parte del reino huetar de Occidente, cuyo cacique principal era
Garavito.
Posteriormente,
con la llegada de los españoles, y ya para 1843, se da el desarrollo de la
población, en consecuencia, de la activa exportación de café a los mercados
europeos, y la construcción de una vía de comunicación terrestre entre la ciudad
de San José y el puerto de Puntarenas, cuyo trazado pasó por este territorio
(Guías Costa Rica 2022).
Entonces,
y a modo de recapitulación, en cuanto al origen del cantón de Belén, es posible
identificar que el elemento principal corresponde a que esta era una zona de
paso e intercambio comercial entre distintas regiones del país, por lo que, es
a raíz de la activa exportación de café a los mercados europeos y su favorable
ubicación para tal actividad, que se viabiliza el surgimiento de este pueblo.
De
su fundación, se entiende que fue gracias a un proceso evolutivo que se dio
entre Potrerillos-Asunción y La Asunción-San Antonio. Este primero, surge por
el asentamiento del primer núcleo familiar en la hacienda Potrerillos, que, en
algún momento, llegó a ser el distrito parroquial del primer cantón de Heredia.
Fundación
del cantón:
La
página oficial de la Municipalidad de Belén (2020), en la sección de historia,
informa también sobre el primer núcleo familiar formal que se estableció en el
cantón: la «Hacienda Potrerillos» ubicada en La Asunción. En esta, se asentaron familias
procedentes de Cubujuquí, entre otras los Pérez y los
Chaverri, de quienes se dice que aún existen descendientes en el mismo lugar.
No obstante, es hasta el año 1780 que se habla propiamente de San Antonio,
cuando las familias Gonzáles, Murillo y Moya fundan el lugar; esta tercera
proveniente de Cartago.
Lo
anterior se dio tras un proceso evolutivo entre Potrerillos-Asunción, que fue,
en algún momento, el distrito parroquial del primer cantón de la provincia de
Heredia y que más tarde pasó a denominarse La Asunción - San Antonio. A pesar
de que no es posible precisar con exactitud el momento en que se distinguen los
actuales distritos de San Antonio y la Asunción, en el año 1846 se registran
referencias a este primero como barrio (Municipalidad de Belén 2020).
Ahora
bien, un aspecto no menos importante es ¿cómo surge el nombre del cantón? Se
cuenta que, monseñor Anselmo Llorente y Lafuente, primer obispo en Costa Rica,
pasó dos navidades en la casa de don Manuel José González y realizó la petición
de bautizar el lugar en alusión al pesebre. Frente a ello, a partir del 25 de
diciembre del año 1859, la zona pasó a denominarse San Antonio de Belén
(Municipalidad de Belén 2020).
El
6 de junio de 1907 se fundó el cantón de Belén, mediante el congreso
constitucional firmado por el Lic. Cleto González Víquez, entonces presidente
de la República de Costa Rica. Se dictamina que el distrito de San Antonio de
Belén del cantón Central de la provincia de Heredia, por su población, riqueza,
situación topográfica y por el grado de adelanto que ha alcanzado, está
plenamente preparado para gozar de un gobierno autónomo (Municipalidad de Belén
2020).
Densidad
sociodemográfica:
Según
el sitio oficial del cantón, la densidad poblacional estimada es de 22.530
personas habitantes, de las cuales 11.327 son hombres y 11.203 son mujeres.
Además, de acuerdo con la Municipalidad de Belén (2018), en la “Política
municipal en accesibilidad e inclusión de la municipalidad de Belén”
propuesta para los años 2019-2029, la cantidad de personas con discapacidad que
residen en el cantón es de 1.910, lo que representa el 8,8% de belemitas.
A
partir de lo anterior, se evidencia que el cantón tiene una cantidad
significativa de habitantes, distribuida de forma muy similar según sexo. Del
mismo modo, las personas con discapacidad representan un número importante de
dicha población.
Distribución
territorial:
Belén
es el séptimo cantón de la provincia de Heredia, tal como se establece en la
ley No. 15, del 8 de junio de 1907 Erige Cantón San Antonio de Belén. Limita al
noroeste con el cantón de Alajuela, al este con los cantones de Flores y
Heredia, y al sur con los cantones de Santa Ana, Escazú y San José (Proyecto
SICMB s.f.), lo que lo hace parte del Gran Área Metropolitana y de la Meseta
Central.
Además,
le atraviesa el río Bermúdez (y su arroyo Quebrada Seca), río Segundo y río
Virilla. Tiene una superficie de 12,15 kilómetros cuadrados, donde la
distribución territorial se divide en tres distritos: La Rivera (4,17 km²), La
Asunción (4,47 km²) y San Antonio (3,51 km²), siendo este último la cabecera
del cantón (INEC, 2013).
Actividades
económicas:
El
cantón de Belén está constituido por tres sectores económicos. El sector
primario se conforma por productos como lo son: la cebolla, el tomate, el maíz,
el café, la papa, entre otros. De esta forma, la agricultura se constituye como
una de las principales actividades productivas, a la cual se le suma la
ganadería, específicamente la porcina.
El
sector económico secundario es de gran relevancia, puesto que «al norte de la Región se localiza la zona industrial en
desarrollo La Ribera, la cual constituye un 18% del área de Belén» (Heredia Ciudad de las Flores s.f., Belén). Es por este
motivo que predominan las actividades industriales, comerciales y turísticas;
en el cantón existen «73 industrias de las cuales 33
tienen un rango de empleados que va desde 250 hasta 2500, 326 comercios, tres
hoteles cuatro estrellas y una serie de hoteles pequeños» (Gobierno Local Belén s.f).
En
línea con lo anterior, Belén es un cantón en el cual se encuentran ubicadas
zonas francas. Una de las más conocidas es el centro empresarial El Cafetal, el
cual «es un centro corporativo que aprovecha tecnología
vanguardista para garantizar la máxima eficiencia de los recursos: logrando
tanto el bienestar ambiental como el de sus usuarios» (Centro corporativo El Cafetal s.f. párr.1). Algunas
empresas que integran esta corporación son: Garnier & Garnier, Citi,
Cargill, 3M, entre otras.
A
partir de la información brindada, no resulta sorpresivo que el cantón de Belén
se posicione entre los cantones más competitivos de Costa Rica, tal como lo
indica El Financiero (s.f.). La presencia de empresas y transnacionales, su
enfoque en la innovación a través de herramientas tecnológicas y su
infraestructura, lo posicionan como un cantón con desarrollo económico y
social. También, Belén cuenta con uno de los mejores índices de desarrollo
humano (IDH), siendo este índice una clara representación de que la zona ofrece
mayores oportunidades, amplios servicios tanto a nivel de salud, educación y
empleo.
Categorías teóricas
En
este apartado se procederá a describir brevemente las diferentes categorías
teóricas en las cuales se sustentó el trabajo realizado en la experiencia de
práctica de Taller: Organización Local y Construcción de Ciudadanía I y II, en
Belén de Heredia, esto con el fin de realizar el encuadre necesario para
comprender las bases teóricas de las diversas actividades llevadas a cabo
dentro del espacio local por parte del equipo de trabajo.
En
primer lugar, se encuentra la categoría Niñez y Juventudes, a partir de la
cual se desglosan algunos conceptos, siendo el primero de estos, Niñez, entendiendo por niño y niña, de
acuerdo con la Asamblea General de las Naciones Unidas (1989) del Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF] (2006), a una persona con falta de
madurez física y mental, quien necesita de protección y cuidado especial, así
como la debida protección legal tanto antes como después del nacimiento.
De
igual forma, se encuentra Adolescencia y
juventud, para lo cual Urteaga (2018), establece
que son conceptos provenientes de dos formas distintas de mirar a jóvenes, que
proponen abordajes e interpretaciones distintas a las problemáticas. Se
entiende como adolescente, según el Código de la Niñez y la Adolescencia, toda
persona mayor a 12 y menor a 18 años; además, desde la Ley General de la
Persona Joven, se comprende personas jóvenes como aquellas con edades entre 12
y 35 años, generando así una confusión al utilizar estos términos como
sinónimos en las leyes y normativas nacionales.
Por
otra parte, se plasma el concepto de Persona
menor de edad, recurriendo al Código Civil de Costa Rica, el cual establece
que son mayores de edad las personas con edad cumplida de 18 años y menores de
edad quienes no han cumplido esta edad. Además, se encuentra el concepto Derechos humanos, comprendido como los
derechos que se tienen como seres humanos, los cuales no están garantizados por
ningún estado, son universales e inherentes, así como independientes de la
nacionalidad, género, origen étnico o nacional, religión, etc., y varían desde
los más fundamentales como el derecho a la vida, hasta los que dan valor a la
vida, tal como la alimentación, educación, trabajo, entre otros. (Oficina del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos s.f.).
Como
segunda categoría se encuentra Género, para la cual resulta
importante definir este concepto. La OMS (2020) indica que refiere a los
conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos
que cada sociedad establece como apropiados para mujeres y hombres, generando
desigualdades entre estos. Por lo que, comprender el género, permite analizar
las condiciones de subordinación del género femenino ante el masculino,
resultado del sistema patriarcal, marcado por conductas machistas y sexistas
que perjudican y vulneran a las mujeres mayormente.
Por otra parte, la Interseccionalidad se encuentra
relacionada con el género y la desigualdad, ya que, de acuerdo con la Asociación para los Derechos de la
Mujer y el Desarrollo (2004), constituye una herramienta que permite
entender la manera en que diferentes conjuntos de identidades influyen sobre el
acceso a los derechos y oportunidades. Por lo tanto, enfatizando en el análisis
interseccional de las mujeres en condición de discapacidad, se puede evidenciar
que esta población sufre de exclusión y segregación social, lo que genera
barreras en su vida cotidiana y una limitación en el goce de sus derechos
humanos.
Además,
la Violencia de género, resulta de
importancia para esta categoría, la cual se comprende desde la Organización de las Naciones
Unidas Mujeres (2021) como los actos dañinos dirigidos contra una
persona o grupo de personas debido a su género. Por lo que se parte de la
violencia ejercida contra las mujeres al ser quienes, histórica y
estructuralmente, han sido víctimas de esta violencia, siendo las mujeres con
discapacidad víctimas de la violencia de género de igual forma, por su
condición de mujer, en su cotidianidad, colocándolas en condiciones de
desigualdad y exclusión.
Por
otra parte, se encuentra la categoría Empleo, la cual se constituye a
partir de varios conceptos, en primer lugar, el Empleo se constituye como derecho y necesidad
en todo ser humano, ya que la incorporación al mercado laboral es una de las
formas de mayor reconocimiento e inclusión en la sociedad, esto de acuerdo con
la Organización Panamericana de la Salud y Ministerio de Salud (2004). También,
se destaca Empleo y Discapacidad,
para lo cual, en la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, se define la discapacidad como un
concepto que evoluciona y resulta de la interacción entre las personas con
deficiencias y las barreras que generan la actitud y el entorno, los cuales
impiden su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de
condiciones.
Históricamente, a las personas con
discapacidad se les ha situado en espacios marcados por estereotipos y barreras
físicas, en las cuales el derecho al trabajo se ha invisibilizado, a lo que el
Estado presenta poco interés por la implementación de oportunidades laborales
inclusivas; sin embargo, por medio de algunas acciones, se ha empezado a
introducir el tema de inserción laboral para personas con discapacidad,
entendido, desde la Universidad Católica de Valencia (2014), como un proceso de
apoyo individual ofrecido a quien busca empleo, en el cual se diseña un itinerario con herramientas y metodologías que
facilite su incorporación al mercado laboral.
Por último, se encuentra la categoría Cultura
y Recreación, constituida a partir del concepto de Cultura, el cual, según la Política Nacional de Derechos Culturales
2014-2023, incluye desde la creación y disfrute de las artes hasta las formas y
maneras en que se expresan las personas, comunidades, grupos sociales y
pueblos. Entonces cultura
se refiere a la forma en que se desarrolla cada sociedad, su organización
social, creencias, costumbres, etc., que le caracterizan.
Además, para comprender las categorías
teóricas establecidas, se coloca el concepto de interculturalidad, el mismo refiere, según la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2005), a la presencia e interacción entre culturas, así
como la posibilidad de generar expresiones culturales de forma compartida por
medio del diálogo y el respeto mutuo. Asimismo, se encuentra el concepto de Recreación, la cual, de acuerdo con
Ministerio del Deporte y el Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación
(ICODER) (2020), permite al ser humano entrar en estado de relajación
voluntaria en su tiempo libre, en el que las actividades deseadas tienen un
impacto positivo y generan un balance que permite la distracción del estrés
cotidiano, siendo de gran importancia tanto en la salud mental como en la
física.
Contextualización de las prácticas académicas
En
1949, la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Costa Rica empieza un
proceso de cambios, influenciados por el contexto nacional e internacional,
permeado del surgimiento de diferentes luchas sociales, laborales y económicas,
que logran cuestionar así su rumbo y dirigiendo su plan de estudio a formar
profesionales preparados para aportar de manera sustancial al desarrollo y
mejoramiento del país, y a responder a las nacientes necesidades de la
población costarricense.
Es
así como en 1953 La Escuela de Trabajo Social incorporó la práctica académica
al plan de estudio, un hito que estuvo marcado por la presencia de organismos
internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lo que
también supone un indicador de la influencia extranjera en la formación de
profesionales del Trabajo Social de esa época.
Aunque
la práctica académica era un aspecto innovador del plan de estudio de 1954,
también se debe decir que uno de los hándicaps que tuvo fue ese factor de
novedad que supuso ciertas dificultades para su desarrollo, pues surgieron
posturas y finalidades que no permitieron que la relación académica entre
docentes de cursos teóricos y los supervisores de las prácticas fuera tan
satisfactoria como se esperaba.
A
partir de 1963, la práctica académica como tal, empieza un importante período
marcado por inflexiones, a la luz de la efervescencia de lo que se conoce como
el proceso de reconceptualización del Trabajo Social en Costa Rica. La
reconceptualización de la profesión del Trabajo Social redireccionó las
finalidades de la práctica académica, lo que ocasionó un firme rompimiento con
la formación influenciada por prácticas extranjeras y orientó a responder a las
necesidades de la realidad costarricense.
La
inclusión de la práctica académica al plan de estudio propició la articulación
de las necesidades del estudiantado y las demandas de la población
costarricense, ya que tenía como objetivo la capacitación técnica de los
estudiantes para trabajar los métodos de caso y grupo. Asimismo; en el período
de 1953 a 1965, la práctica académica permitió la aplicación y verificación de
los contenidos teóricos aprendidos en la formación profesional, y tuvo también
como una intervención novedosa y renovada la intencionalidad de involucrar a
las familias y comunidad en sus procesos de cambio, dejando de lado de forma paulatina
los enfoques meramente individuales.
Aguilar
(2015) refiere que, el constructo de comunidad se
presenta en 1963, cuando surge un cambio en los cursos de organización y
desarrollo de la comunidad, los cuales se convierten en un eje principal para
la teorización de las prácticas.
Otros
factores que influyeron en que la práctica académica redefiniera sus objetivos
es que se vio incentivada a adaptarse a los procesos de cambios en los
escenarios sociales, económicos y políticos a nivel nacional y comunal a
finales de la década de los 60’s y principio de los 70’s. Con el incremento de
gastos públicos, el déficit fiscal, el endeudamiento externo y la crisis de
empleo y subempleos, surgieron políticas sociales que lograron contrarrestar
los efectos negativos del impacto de dichos sucesos en la sociedad
costarricense.
Asimismo,
se empezaron a implementar programas que beneficiaran a la clase trabajadora,
población rural, sector agrario, grupos en condición de calle, entre otros, por
medio de mejoras a la educación, salud, seguridad social, vivienda, urbanismos
y al cooperativismo de la época. Todo esto permitió la apertura de comedores
escolares, mejoras en zonas rurales, crecimiento del sector público, creación
de instituciones e incremento de empleos.
Lo
mencionado anteriormente, resultó no solo en beneficio de los sectores
subalternos, sino también en una especie de llamado a la Unidad Académica de la
Escuela de Trabajo Social a mejorar la calidad de la formación profesional de
futuros trabajadores sociales, y así se hizo por medio de la complementación de
la teoría, con la práctica académica, con orientación a mejorar los aspectos de
la cuestión social que perjudicaban a la población.
Además,
la práctica académica adquirió una visión ético-política que apuntaba a
desarrollar al máximo los potenciales psicosociales, culturales y físicos de
las personas a nivel tanto individual como grupal.
En
el período de 1965 a 1973, la Unidad Académica logró un mejoramiento en la
gestión y desarrollo de la práctica académica, integrando los contenidos
teóricos y el trabajo de campo «en este periodo, pueden señalarse
los siguientes logros: una ampliación y mejor sistematización de la metodología
de la práctica académica: acentuando de
la necesidad de integración entre unidades curriculares y un proceso de auto
diferenciación profesional» (Acción Social UCR 1981, 2).
A
partir de 1975 la práctica académica adquiere una perspectiva crítica, y se
incluye en la maya curricular el modelo pedagógico del «Taller», que consistió en el trabajo del
estudiantado con grupos de sectores populares. También se esperaba que los
estudiantes adquirieran durante la práctica las destrezas para diseñar y
ejecutar investigaciones, elaborar y ejecutar planes, así como interpretar
diagnósticos y construir programas en pro del desarrollo de la profesión.
Para
el año 1976 se consolida la modalidad de práctica denominada Taller,
considerado como el modelo que permitió generar conocimientos teóricos y
transformación profesional para el estudiantado. Sin embargo, también atravesó
dificultades, ya que la efervescencia del movimiento de la reconceptualización
seguía vigente, lo que daba paso al cuestionamiento de las prácticas
profesionales de ese momento, aunque también esto permitió a su vez la
reflexión desde la unidad académica en pro de mejorar el plan de estudio.
Castillo
(2013) cita que en los años los setenta, el Movimiento de Reconceptualización, vino
a debatir los “métodos” de Trabajo Social, debido a que no visualizaban las
complejidades de la cotidianidad social de las personas profesionales en trabajo
social, por la imposibilidad de la división entre teoría y práctica, a causa de
la implementación de “modelos” intervencionistas, cuyo eje principal son las
condiciones de vida de las poblaciones vulnerabilizadas.
Por lo tanto, esta mirada profesional permitía que la práctica se desarrollara
en un contexto de intervención, el cual generara conocimiento.
Del
año 1981 a 1992 se registra un período marcado por el
neoliberalismo, lo que supuso cambios sociales en las condiciones de vida de la
población costarricense en cuanto a políticas focalizadas y reducción de
recursos. Esto llevó a la unidad académica de Trabajo Social a realizar cambios
curriculares nuevamente, porque, aunque se mantuvo la modalidad de Taller, se
empezó a considerar vincular la formación de la práctica no solo a responder
las necesidades de la sociedad, sino también las competencias del mercado
laboral, ya que era un
problema latente durante este período, debido a que el anterior, se centró más
en trabajos de grupos.
De
1993 a 2004, se presentaron retos y demandas en el quehacer profesional,
derivadas de una serie de reformas a nivel estatal que redefinieron las
políticas sociales y, con ello, la necesidad de que las personas profesionales
ajustaran sus formas de atender estos nuevos cambios. Por lo que,
principalmente, se dirigieron esfuerzos a la elaboración de diagnósticos,
investigación, evaluación de acciones, elección de alternativas e
identificación de recursos.
En
una clara preocupación por el aprendizaje integral del estudiantado y en pro de
mejorar las herramientas técnico-operativas, en 2001 se estableció que las
personas co-supervisoras de la práctica académica
debían presentar requisitos para hacer efectivo su nombramiento, esto con el
fin de constatar que contara con los conocimientos debidos y actualizados de
las reestructuraciones políticas y económicas del sector, producto de la reforma
estatal.
Según
Castillo et al (2013), la concepción de la práctica vigente en este período se
interesó en la reconstrucción teórica y metodológica de los distintos «modelos» de atención que subyacen en la
producción de los servicios sociales, al igual que el desarrollo de habilidades
y actitudes pertinentes en el desempeño profesional del Trabajo Social (pág.
198).
Finalmente,
de 2004 a 2011 se realizaron reformas a la maya curricular de la unidad
académica, basada en las reflexiones derivadas de las discusiones de los
períodos pasados; además, contó con la integración de los aportes de la
Asamblea de la Escuela, Asociación de Estudiantes y subcomisiones que tenían la
experticia de los docentes que las conformaban.
Esta
breve reseña sociohistórica sobre el origen y evolución de la práctica
académica en Trabajo Social sirve como insumo para comprender los procesos de
cambio y desarrollo que han marcado la historia del Trabajo Social en Costa
Rica. Además, los aspectos mencionados son fundamentales para el análisis de la
manifestación de la cuestión social en el país, teniendo en cuenta que esta fue
y es la razón de formar personas trabajadoras sociales.
Sistematización de la experiencia del Taller I: Organización
Local y Construcción de Ciudadanía I y II, Belén de Heredia.
El
Taller I y II: Organización Local y Construcción de Ciudadanía, fue desarrollado
en el cantón número siete de
la provincia de Heredia, Belén, el cual se encuentra conformado por los
distritos de La Asunción, La Ribera y San Antonio como cabecera del cantón;
este cantón cuenta con una
población de aproximadamente 22.530 habitantes. Este taller tiene como
eje temático la condición de discapacidad, por lo cual es importante destacar
algunos elementos del proceso con el objetivo de sistematizar la experiencia
durante el año 2021-2022.
De
acuerdo al Informe Final (2021-2022), elaborado por el grupo de estudiantes de tercer
año de Trabajo Social[1], se
considera oportuno destacar, en primer lugar, que el trabajo realizado tenía
por objetivo general «Reconocer los derechos de niñez y adolescencia, empleo,
cultura y género de las personas con discapacidad que habitan en la localidad
de Belén»; además, resulta pertinente indicar que el proceso se basó
en el desarrollo de varios ejes estratégicos, 1. Niñez y Juventudes, el cual tenía como objetivos específicos «Reflexionar sobre estereotipos de género impuestos por la
sociedad para las mujeres que asumen roles de maternidad, mediante las
experiencias y vivencias en las interacciones con sus hijos e hijas con
discapacidad» y «Reflexionar
sobre el Diseño Universal de Aprendizaje en los centros educativos públicos
participantes en el Cantones
Amigos de la Infancia (CAI) de la localidad de Belén».
Este
eje tuvo como población participante un grupo de 14 mujeres que conformar parte
de las madres de la población estudiantil con discapacidad que hace uso del
servicio de transporte a centros educativos brindado por la Municipalidad de
Belén, así como los centros educativos que forman parte del Programa Cantones
Amigos de la Infancia, los cuales son Escuela Fidel Chaves, Colegio Académico
Liceo de Belén y el Colegio Técnico Profesional de Belén, Escuela Manuel del
Pilar y Escuela España, contando con la participación de aproximadamente 60
personas en todos los procesos, exceptuando el taller en la Escuela España, el
cual contó con aproximadamente 30 personas.
De
igual forma, se desarrolló el eje 2.
Género, basado en el objetivo específico «Diseñar
talleres socio-educativos a partir de las necesidades
expresadas por las mujeres con discapacidad, que reciben servicios de los
programas brindados por el Consejo
Nacional de Personas con Discapacidad (CONAPDIS) de la Región Central
Norte». Para este eje se contó con la participación de 16 mujeres
con discapacidad que forman parte del Consejo Nacional de las Personas con
Discapacidad (Conapdis de la región Central Norte) las cuales son
usuarias del programa de protección de esta institución.
También
se encuentra el eje 3. Empleo, el
cual perseguía el objetivo específico: «Promover la inclusión laboral de las
personas con discapacidad en el cantón de Belén, mediante la gestión de la Red
Local de Intermediación de Empleo para la Inclusión Laboral de Personas con
Discapacidad». Para este se realizaron dos
sesiones de capacitación, tituladas «Derribando barreras para la
inclusión laboral», en conjunto con la Red Local de
Intermediación de Empleo para la Inclusión Laboral de Personas con Discapacidad,
de la Municipalidad de Belén y el Consejo Nacional de Personas con Discapacidad
(CONAPDIS). Este contó con la participación de 15 personas para la primera
capacitación y 32 personas para la segunda capacitación.
De
igual manera, en el 2022 se desarrolló en conjunto con el programa de Educación
Continua y Servicios Especiales de la Escuela de Trabajo Social de la
Universidad de Costa Rice y las estudiantes de práctica, un curso de
capacitación: «Las
perspectivas de la discapacidad y la accesibilidad en los espacios locales», dirigido a la comunidad belemita.
Participaron en total alrededor de 25 personas, entre ellas personal de los
centros educativos de Belén, regidores representantes de asociaciones de
desarrollo y de instituciones nacionales ubicadas en el cantón, además de
empresas interesadas en la contratación de personas con discapacidad.
Aunado a lo anterior, en conjunto con la Red de
Intermediación Laboral de Belén, las estudiantes elaboraron un módulo
conceptual de capacitación: «Belén: Comunidad que reconoce el
empleo inclusivo», el cual tiene como objetivo ser
una herramienta de consulta y asesoría para aquellos entes interesados en
contratar personas con discapacidad.
Además,
se desarrolló el eje 4. Cultura y
Recreación, el cual consistió en «Reconocer el derecho de la autonomía
personal por medio de acciones socio-educativas que se
expresen mediante metáforas, facilitando la comprensión de dicho derecho para
las personas con discapacidad y sus familias que asisten al curso de «Artes para Personas con Discapacidad» de Asociación de Desarrollo
Integral La Asunción (ADILA)». Para este eje se contó con la participación de 14
estudiantes del curso de artes de ADILA, conformado mayormente por personas
adultas mayores y sus redes de apoyo.
Ahora
bien, a partir de los diferentes talleres socioeducativos desarrollados se
logra evidenciar que las personas participantes compartieron sentimientos y
emociones relacionadas a la empatía, la felicidad, e incluso, a la impotencia,
así como confianza de compartir estos sentimientos y experiencias dentro de
cada espacio proporcionado, lo que permitió que las facilitadoras les brindaran
acompañamiento en el autoconocimiento, autocuidado y salud mental. De igual
forma, se destaca el agradecimiento por parte de las personas participantes por
los distintos espacios y contenidos desarrollados, así como también se
evidencia una necesidad por darle continuidad a las temáticas abordadas para
generar mayor concientización sobre los diferentes temas.
Resulta
de importancia rescatar que la implementación que estos talleres en el 2021
fueron de forma virtual, lo que implicó dificultades en la participación activa
de las personas, lo cual complejiza la valoración del proceso por parte de las
facilitadoras al contar con poca participación y retroalimentación de las
personas participantes; sin embargo, el proceso en general significó una fuente
de aprendizajes, siendo este el primer acercamiento al ámbito profesional,
caracterizado por la construcción de un abordaje con sustento teórico
metodológico y técnico operativo.
En
el 2022 el estudiantado de práctica identificó que en los procesos del curso de
«Artes para Personas con Discapacidad», las madres, quiénes son el
principal apoyo de las personas con discapacidad, permanecían en el espacio
mientras recibían la capacitación, a partir de ese momento se crea un grupo de
madres de personas con discapacidad, en un espacio de reflexión sobre temas de
autocuidado, estereotipos de género, autonomía, emprendedurismo,
salud mental, entre otros. Aproximadamente participaron 10 mujeres, madres o
hermanas de personas con discapacidad.
Además,
el estudiantado obtuvo aprendizajes en relación al marco jurídico de los
derechos de las personas con discapacidad, reconociendo la necesidad de que
existan políticas, leyes, proyectos y programas que coadyuven a suprimir
cualquier forma de discriminación, que promuevan y garanticen la inclusión
educativa, laboral, cultural, recreativa, de género, entre otras áreas que
conforman la vida del ser humano; a partir de lo que concluyen que existe la necesidad de impulsar espacios
de reflexión y aprendizaje sobre los diversos paradigmas de la discapacidad y
la importancia de lograr, de manera paulatina, cambios significativos en la
sociedad actual.
Conclusiones
Las experiencias de práctica profesional evidencian la existencia de
estructuras que vulnerabilizan a poblaciones
específicas, las cuales requieren del reconocimiento de derechos desde su
cotidianidad y sus interseccionalidades desde ese espacio cercano, como lo son
las localidades.
La sistematización de los procesos de práctica de la Escuela de Trabajo
Social debe de convertirse en una acción permanente que vincule las tres áreas
sustantivas de la Universidad de Costa Rica, docencia, acción social e
investigación, con el objetivo de fortalecer la formación profesional y
evidenciar los aportes que la academia brinda en el desarrollo de los espacios
locales y, particularmente, en la promoción, protección y reconocimiento de los
derechos de las personas con discapacidad.
Además, en todas las experiencias de práctica profesional se debe
mantener la constante reflexión que permita el pensamiento crítico y
la construcción de un proyecto ético-político sólido en la formación personal y
profesional de las personas estudiantes en Trabajo Social de la Universidad de
Costa Rica.
La elaboración del
presente artículo se convierte en un hallazgo que contribuye a la comprensión
de experiencias sistematizadoras que aportan a la configuración del modelo
pedagógico de la unidad académica. La vinculación entre las prácticas
académicas y las necesidades de los espacios locales generan acciones que
contribuyen al reconocimiento y a la legitimación de las universidades públicas
en el crecimiento y fortalecimiento de la sociedad costarricense.
Contribución
de las personas autoras: El presente artículo se desarrolla en su totalidad desde una
única autoría.
Apoyo
financiero: La
presente investigación no contó con apoyo financiero.
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Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica. https://www.ts.ucr.ac.cr/binarios/docente/pd-000177.pdf
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