Emociones en una política social en
contexto de pandemia por COVID-19: dimensiones del enojo
Emotions in a social policy in the context of the COVID-19 pandemic:
dimensions of anger
Andrea Dettano
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM),
Buenos Aires, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-9985-6690
Rebeca Cena
Centro de
conocimiento, Formación e Investigación
en Estudios Sociales (Cconfines)
Consejo Nacional de
Investigaciones
Científicas y
Técnicas (CONICET), Villa María, Argentina)
https://orcid.org/0000-0002-5006-1261
Fecha de recepción: 19 de
julio del 2024
Fecha de aceptación: 3 de diciembre del 2024
Cómo citar:
Dettano, Andrea y Rebeca Cena. 2025. Emociones en una política social
en contexto de pandemia por COVID-19: dimensiones del enojo. Revista Reflexiones. 104 (2). DOI 10.15517/ rr.v104i2.60996
Resumen
Introducción: el contexto de pandemia global del
Covid-19 en el año 2020 puso a funcionar diferentes intervenciones estatales
que buscaron reducir las dificultades para acceder a ingresos. Dentro de las
estas, en Argentina comenzó a funcionar el Ingreso Familiar de Emergencia
(IFE). La gestión y el acceso a este atravesó varios obstáculos y generó
diferentes emociones, observadas a partir de la realización de una etnografía
virtual en un grupo de la red social Facebook.
Objetivo: este escrito desarrolla desde la
sociología de los cuerpos/emociones, cómo el enojo se despliega entre los
receptores de una política social.
Resultados: El enojo es producto del desajuste
entre expectativa y vivencia, ante arbitrariedades y funcionamientos
irregulares en la implementación. Presenta, además, un carácter vinculante y
solidario, que se comparte en busca de empatía y reafirmación. Por último,
aparece motivado ante las valoraciones de merecimiento/no merecimiento de los
subsidios, así como también en lo referido a los políticos y gobernantes que
los gestionan.
Conclusión: surge el interrogante acerca de la
potencialidad que posee el enojo entre los receptores de políticas sociales
como insumo para revisar los procesos de intervención estatal.
Palabras Clave: Sars-Cov
19; Emociones; Estado; Redes Sociales;
Políticas Públicas.
Abstract
Introduction: The context of the global COVID-19
pandemic in 2020 put into operation different state interventions that sought
to reduce the difficulties in accessing income. Among these, the Emergency
Family Income (IFE) began to operate in Argentina. The management and access to
this went through several obstacles and generated different emotions, observed
from the realization of a virtual ethnography in a group on Facebook.
Objective: This paper develops from the
sociology of bodies/emotions, how anger unfolds among the recipients of a
social policy.
Results: Anger is the product of the mismatch between
expectation and experience, in the face of arbitrariness and irregular
functioning in the implementation. It also presents a binding and supportive
character, which is shared in search of empathy and reaffirmation. Finally, it
appears motivated by the assessments of merit/non-deservingness of the
subsidies, as well as about the politicians and rulers who manage them.
Conclusion: The question arises about the
potential of anger among social policy recipients as an input to review state
intervention processes.
Keywords: Sars-Cov 19; Emotions;
State; Social Media; Public Policies.
Introducción
La pandemia del COVID-19 significó
diferentes formas de aislamiento según los países, así como una batería de
intervenciones estatales tendientes a compensar las pérdidas de ingresos (Greer, Jarman, Falkenbach, Massard da Fonseca,
Raj y King 2021). Para el caso argentino, la emergencia sanitaria implicó la
pérdida de empleos, caída de los ingresos, reducción en el consumo de algunos
grupos de alimentos por parte de los hogares, así como diferentes formas de
endeudamiento, lo que escenifica un contexto de crisis donde las formas
establecidas de alcanzar la subsistencia se vieron amenazadas.
Este marco conflictual reactualizó
esa falla estructural que interpela las condiciones de realización de la vida
individual y social, en tanto expresión de la cuestión social. La centralidad
que anteriormente asumieron las políticas sociales en el abordaje de esas problemáticas
se vio exacerbada por el contexto pandémico, lo que implicó la afectación de la
vida. Esto se manifestó, regulando los conflictos y sus expresiones, y
orientándose hacia la generación de consensos sociales. De este modo, la
dimensión corporal/emocional emerge como categoría central interpretativa al
calor de los conflictos sociales en el contexto de crisis. Por un lado, en
términos de lo que Donzelot (2007), denomina
“pasiones políticas”, abordar la cuestión social implica hacer frente al
desencanto y el temor. En segundo lugar, las problemáticas expresión de la
cuestión social y sus abordajes, a partir de las intervenciones estatales, se
originan, se orientan y afectan a cuerpos/emociones sintientes.
En el Siglo XXI, las políticas
sociales poseen algunos rasgos característicos, a saber, su carácter
vertebrador, su masividad, su bancarización y monetarización,
su despliegue en el mundo digital/virtual, su presencia intergeneracional en
las poblaciones receptoras, así como sus pervivencias, en tanto se superponen y
sostienen intervenciones a través del tiempo.
Tal como señalan diferentes
investigaciones, las emociones constituyen una arista central en los estudios
sobre las intervenciones estatales. Se encuentran presentes en los diseños de
las políticas sociales e inciden en los procesos de implementación. Ello da
cuenta de cómo las intervenciones impactan sobre aspectos materiales y
simbólicos y afectan los cuerpos/emociones en toda su complejidad (Tonkens, Grootegoed y Duyvendak 2013; De Sena y Scribano
2020; Dettano y Cena 2021; Cena y Dettano
2022; Betzelt y Bode 2022; Jupp 2022). Las políticas
sociales suponen así la configuración de cuerpos/emociones a partir de su
inscripción en la vida cotidiana. Tal como señala Agnes Heller:
«en todas las épocas, los seres
humanos tienen tareas. Deben producir según las prescripciones y posibilidades
de un modo de producción particular, deben producirse a sí mismos y al
organismo social en el que nacieron, y dentro de todo esto, deben resolver más
o menos tareas individuales. Es primariamente función de esas tareas qué tipos
de sentimientos se forman, con qué intensidad y cuándo y cuáles de ellos vienen
a ser dominantes» (1980, 229).
Es
a partir de la organización de tareas que, en las sociedades se configuran,
como dirá la autora «mundos sentimentales» (Heller 1980, 230). Dichas tareas conforman
modos de vida que son desigualmente valorados en la sociedad. Es el hacer de
los sujetos lo que modela estos mundos sentimentales, organizados en base a
prescripciones y normas. Además, son las múltiples determinaciones que los
sujetos “soportan” como la edad, el género, el nivel educativo y de ingresos lo
que influencia y compone esta vida emocional (Schieman
2006). De esta forma, en estructuras sociales como las del Siglo XXI ―marcadas por la extensión de las
tecnologías de la información y la comunicación, la heterogeneidad del mercado
de trabajo, la masividad de las intervenciones estatales orientadas a atender
las situaciones de pobreza o desempleo― las múltiples estratificaciones y
desigualdades hacen parte de los mundos de la vida, habilitando diferentes
posiciones que organizan mundos emocionales complejos, superpuestos y
cambiantes.
En este escrito, dentro del abanico
de sentires que involucró el contexto pandémico, nos proponemos explorar el
enojo como una emoción asociada a la gestión, la participación y la recepción
de una política social masiva creada a propósito de dicho contexto: el Ingreso
Familiar de Emergencia (IFE). El enojo es producto de la interacción social
(algo que se hace o no en el vínculo personal con otras personas) y emerge como
valoración de una situación que es sentida como injusta. Es una forma de
comportamiento orientado hacia aquello con lo que estamos enfadados que no se
remite a estados internos o individuales. De esta manera, la cuestión social,
los problemas y políticas sociales muestran un “caleidoscopio” a partir del
cual se comienza a tematizar una emoción extendida, reiterada y reforzada en el
contexto pandémico, es decir, el enojo en el marco de la recepción de políticas
sociales.
Mundos emocionales y política social
en pandemia
Las emociones son un elemento que
aparece de forma reiterada en el tránsito por las intervenciones estatales,
dado que éstas dialogan con las condiciones materiales de existencia. En
contexto de pandemia y emergencia sanitaria, al caudal de intervenciones
estatales en funcionamiento ―de transferencias de ingresos,
laborales, alimentarias, habitacionales, entre otras―se suman a aquellas directamente
involucradas en la atención o contención de las problemáticas que traería
aparejada la imposibilidad de salir a trabajar y obtener ingresos, tal como se
alude desde diversos documentos oficiales (CNCPS 2021).
Dentro de las diferentes
intervenciones puestas a funcionar (como el aumento de las partidas
presupuestarias a comedores y merenderos, el congelamiento de tarifas y
regulación de los precios máximos de servicios esenciales, incremento del monto
transferido a receptoras de la Asignación Universal por Hijo para Protección
Social, entre otras medidas), se encontró el Ingreso Familiar de Emergencia
(IFE), el cual se implementó a través de la Administración Nacional de la
Seguridad Social (ANSES). El IFE consistió en una transferencia monetaria de
10000 pesos[1]
dirigida a personas trabajadoras informales, desocupadas, monotributistas [2] de las
primeras categorías, receptores de algunos programas sociales, prestaciones
contributivas y algunas situaciones de empleo. Tuvo tres ediciones discontinuas
que se fueron anunciando a medida que se extendía el período de aislamiento y
alcanzó a 8,9 millones de personas (ANSES 2020).
La implementación del IFE se dio de
manera enteramente virtual, reforzando una tendencia que ya venía observándose
en las políticas sociales vinculada a las formas de comunicación pública vía
redes sociales de los organismos estatales y a la creación de espacios de
comunicación entre personas destinatarias (Criado 2022). Estos espacios de
diálogo entre personas destinatarias en diferentes redes sociales en este caso
Facebook―suscitaron cientos de miles de
consultas y comentarios desplegados, permitiendo observar un entramado de
sentires o mundos sentimentales (Heller, 1980) que dan cuenta de las prácticas
llevadas adelante para efectivizar el cobro de la prestación y las dificultades
que se van presentando en esa tarea.
En el análisis del IFE como una
política social masiva se ha observado cierta familiaridad o complementariedad
entre los sentires de la población receptora como la incertidumbre, la espera,
un pasaje por la desconfianza (De Sena y Dettano
2021; Cena 2022; De Sena et al. 2024), arribando al cansancio y al enojo. Se
han identificado diferentes dimensiones de la incertidumbre vinculadas a la
imposibilidad de establecer certezas sobre un calendario establecido de cobro,
los modos de gestión y el acceso y la continuidad de la prestación. Las
constantes dudas han llevado a los potenciales receptores a acudir a las redes
sociales en busca de información a la vez que transitan todos los canales
disponibles de consulta.
La incertidumbre se genera y
refuerza no solo por la cantidad y superposición de dudas sobre cómo acceder,
sino también al cotejar con otras personas algunos aspectos del subsidio que
resultan arbitrarios o contradictorios (Dettano y
Cena 2021). En estrecha conexión, surgen las diferentes alusiones a la espera,
como lo que se debe hacer, lo que conviene hacer y lo que no queda otra que
hacer para alcanzar la prestación. Saber esperar al gestionar una política
social aparece como una actividad y disposición que las personas beneficiarias
conocen y manejan exhibiendo su tránsito en el pasado por intervenciones
estatales: “saben” de la espera. El transcurso de la espera no aparece como un
momento pasivo sino como un tiempo cargado de haceres, como gestiones y
consultas intragrupo para sobrellevar otros sentires que produce, como el enojo
y el cansancio; al tiempo que la espera se renueva en relación con el futuro:
¿habrá otro pago de la prestación? ¿Se creará un nuevo programa? (Cena y Dettano 2022).
El mapa emocional que se despliega a
propósito de la gestión de una intervención masiva de la pandemia en Argentina
visibiliza unas tramas de sentires, donde incertidumbres y esperas se
superponen junto con el enojo, la impotencia y el cansancio que produce el no
saber y el no poder construir certezas. Dicho mapa se vincula con lo que Scribano (2020) ha denominado ecologías emocionales, las
cuales aluden a un grupo de emociones que acontecen en un “campo cromático
similar”, caracterizadas por su conexión, familiaridad y proximidad y se dan a
propósito de un contexto específico: la recepción de políticas sociales en
pandemia.
Los diferentes desarrollos sobre el
enojo nos reconducen a reflexionar sobre las relaciones de poder, así como
sobre los espacios ocupados por los sujetos en la estructura social. Tal como
sucede con la vergüenza, el enojo alude a configuraciones sociales basadas en
relaciones desiguales (Vergara 2009). La vivencia de este último aparece
vinculada a estratificaciones, jerarquías socialmente establecidas y al
ejercicio de poder, por lo que su estudio advierte sobre los procesos
implicados en la conformación del estatus social. Tal como se desarrolla en los
próximos apartados, el enojo puede fomentar relaciones de dominación o puede
transformarlas, por lo que se la ha catalogado como una emoción política
(Holmes 2004; Velasco Domínguez 2016).
Para Schieman
(2006) la pregunta ¿qué podemos aprender sobre la vida social estudiando el
enojo? cobra importancia, ya que si bien podrían estudiarse dimensiones del
enojo que involucren a las neurociencias, las interacciones sociales continúan
teniendo relevancia, al organizar el contexto, las condiciones y las formas de
su expresión y definición. Así el autor sostiene que «como sociólogos, nuestros
objetivos implican la descripción de esas condiciones sociales y sus roles en
la activación, curso, expresión y manejo del enojo como proceso» (Schieman 2006, 495).
Para Hansberg
(1996), el enojo, junto con la admiración y el resentimiento son emociones
reactivas personales y las sentimos frente a actitudes que tienen hacia
nosotros otros seres humanos. Para la autora, las personas se enojan por
acciones, omisiones o sucesos que desearían que no hubieran sucedido. El enojo
y las emociones reactivas «requieren de un sistema complejo de relaciones
personales, de las exigencias y las expectativas que estas relaciones suponen,
de su manifestación o su no manifestación en la conducta…» (153). Los contextos influencian e inciden sobre los
procesos de cualquier estado emocional y el enojo, por lo tanto, no es una
excepción; profundizar su estudio permite observar aquello que es considerado
injusto, qué es vivido como una ofensa, quiénes son los que cometen injusticias
o faltas que despiertan enojo. Esta cobra lugar allí donde se evidencia un desanclaje entre lo que se espera de la situación y lo que
se experimenta (Holmes 2004). Tal como puede advertirse, implica siempre un
acto cognoscitivo, donde se juzga si una situación o evento resulta disgustante para la persona implicada. Con todo lo dicho,
analizar esta emoción producida a partir de la gestión y recepción de una
política social permitirá visibilizar a los actores que hacen parte de esta,
los obstáculos, las prácticas y los tiempos que involucra.
Tal como señalan López Carrascal
(2016, 82-83) y Hansberg (1996), «...emociones como
enojo, enfado, cólera, furor, ira, rabia, resentimiento e indignación,
difícilmente pueden distinguirse unas de otras. Así como hay quienes consideran
que se diferencian sólo en cuanto a su intensidad: tener rabia es estar muy
enojado, y cólera e ira se definen en los diccionarios como enfado o enojo muy
violento (Hansberg 1996), hay quienes sostienen que
se diferencian por su estructura evaluativa…». Desde las definiciones clásicas
de enojo o ira, se sostiene que son una expresión genérica atribuible a un
conjunto de emociones como la frustración, el resentimiento, culpa, entre
otras que se vivencian a partir de la
participación en procesos cuyos resultados no coinciden con los deseados (Schieman 2006; Velásco Domiguez 2016).[3] A su
vez, las posibilidades de experimentar enojo, así como los modos de conducirlo
o expresarlo, y los objetos que lo motivan se distribuyen de manera diferencial
de acuerdo a las jerarquías, posiciones y roles socialmente establecidos.
En los ejemplos trabajados por Schieman (2006), en los ámbitos laborales, familiares y
domésticos, diferentes situaciones pueden despertar enojo ante la
incompatibilidad entre las expectativas y el comportamiento. Además de los
diferentes contextos e interacciones en donde el enojo puede aparecer, es
conceptualizado como un proceso, que incluye su activación, curso, gestión,
expresión y consecuencias. Tal como señalan y ejemplifican diversos estudios,
enojo e ira pueden ser emociones destructivas a la vez que pueden movilizar a
las personas a transformar las condiciones no deseadas de su vida, enfrentar
dichas circunstancias y perseguir rupturas o modificaciones. Así, «el proceso
social de la ira, puede llevar a reiterar o a ir
trastocando las estructuras de poder asimétricas, al igual que las
conformaciones identitarias involucradas. Si un individuo situado en un alto
estatus (nivel objetivo de poder) recurre al enojo, reitera las relaciones de dominación.
En cambio, si un individuo de estatus bajo desea ascender, la ira puede operar
para subvertir ciertas pautas del orden establecido» (Velasco Domínguez 2016,
343-344).
En el mismo sentido, Nurit Shabel (2019) identifica la
expresión del cansancio y la “bronca” en función del malestar percibido y las
injusticias experimentadas por los grupos sociales. Identifica cómo la “bronca”
emerge ante la sensación de injusticia, cómo convive con otros sentires, como
la frustración y el cansancio, así como reconocer a otros como pares en el
sentimiento de malestar.
En la misma línea de lo argumentado
por Velasco Domínguez (2016) y Nurit Shabel (2019), se encuentra el trabajo de Silva (2021) que
posiciona al enojo en términos de reconocimiento -de determinadas situaciones
experimentadas como injustas- y rescata su eficacia política, al ser un
motivador crucial de la acción colectiva. La centralidad de experimentar enojo
y que éste sea reconocido implica que otros coincidan en la evaluación de la
situación que lo generó. De este modo, la necesidad de reconocimiento apunta a
una modificación de la definición y evaluación de la situación que originó
enojo, y no necesariamente a una retribución.
En resumen, el enojo es el resultado
de circunstancias en las cuales un individuo pierde poder y estatus, donde sus
expectativas no se concretan y donde las circunstancias objetivas se vivencian
como injustas. Es una emoción que puede ser pensada de manera procesual,
partiendo de un objeto o situación que la origina o motiva con un particular
curso o manera de expresión. Sus expresiones no siempre persiguen una ruptura o
subversión del orden establecido, sino que también pueden orientarse hacia el
reconocimiento y legitimación de otros pares.
Metodología
Para el cumplimiento de los
objetivos de este artículo implementamos una etnografía de lo virtual tomando
como entorno para la observación un grupo de Facebook de personas nucleadas en
relación con el IFE. Este se denominaba “ANSES IFE” y tenía un carácter
público. Para la selección de esta estrategia se han considerado las
transformaciones identificadas en las políticas sociales a partir de la
incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación e internet
(Weinmann y Dettano 2020;
Cena 2022) y el despliegue de entornos donde personas interesadas en las
políticas sociales se encuentran e interaccionan como grupos de WhatsApp,
Facebook, Blogs, canales de YouTube, Twitter (Sordini
2017; Cena 2024; Dettano 2024).
Dichos entornos persiguen la
difusión de información acerca de políticas y programas sociales ―en este caso el IFE― y concentran, en un amplio caudal
de interacciones diarias, el despliegue de dudas y consultas que son
respondidos de forma participativa por quienes integran y hacen parte de esos
grupos.
Para el caso bajo análisis, las
personas destinatarias participan en el Grupo de Facebook, comparten
inquietudes y saberes sobre cómo gestionar el acceso a la política social más
masiva de la pandemia, constituyendo un ir y venir entre el sitio web oficial
de ANSES, las redes sociales, los aplicativos para el cobro, las llamadas
telefónicas al organismo, al banco, en tanto canales posibles para la gestión
de la prestación. Esto permite situar las prácticas cotidianas en un mundo por
definición onlife,
entendiendo que las vidas dentro y fuera del ciberespacio configuran una única
vida social donde se superponen―desbordando lo geográfico y lo
presencial―un conjunto de mundos de la vida,
sociabilidades y vivencialidades (Van Dijck 2016; Scribano 2017; Gómez
Cruz y Ardèvol
2013).
El trabajo de campo se realizó en un
grupo de Facebook, entre los meses de agosto y septiembre de 2020. El mismo
alcanzó durante ese período aproximadamente 200000 miembros y presentaba un
alto flujo de interacciones diarias, aspecto significativo de un entorno
virtual (Dettano y Cena 2020). La observación
consistió en un registro diario de publicaciones del grupo seleccionado en uno
de los períodos de pago del IFE. El muestreo de las publicaciones y comentarios
se realizó según el criterio de máxima variación, tratando de obtener la mayor
diversidad de atributos entre nuestras unidades de observación[4].
Ello supuso la realización de grillados por la mañana y otro luego de las 18 h,
que debido a las características del entorno permitía rastrear publicaciones
realizadas antes de los cortes temporales para ingresar al grupo. En cada turno
se seleccionaron dos publicaciones y se archivaron el 10% de los comentarios de
cada una atendiendo a criterios de paridad de género.
El criterio para la selección de las
publicaciones se vinculó con los objetivos de este escrito, el cual es explorar
el enojo como una emoción asociada a la gestión, la participación y la
recepción de una política social masiva creada a propósito de dicho contexto:
el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Se ha realizado un registro por un
período de 21 días, lo que permitió grillar 84 publicaciones y 454 comentarios.
La utilización de una matriz de
grillado permitió el abordaje de las interacciones que se daban en el entorno,
generando una primera clasificación de los intercambios, su registro y
guardado. Los grupos de Facebook constituyen entornos virtuales muy dinámicos
donde, por ejemplo, una publicación pasa de cero a miles de comentarios en
minutos. La cantidad de información generada, la velocidad de los intercambios,
así como los saberes que circulan en el entorno analizado, han requerido de una
estrategia de registro que combinó la construcción de una matriz, la generación
de capturas de pantalla de las publicaciones seleccionadas y la elaboración de
una bitácora.
El cuaderno de campo ―o bitácora―, además de recoger nuestras
experiencias, pareceres y análisis provisorios durante el momento de registro,
también contribuyó en la validez de nuestras observaciones. Como señalan Ardèvol et al. (2003), estas narraciones en
primera persona iban permitiendo dar sentido a las interacciones observadas. Lo
recogido allí, nuestras propias impresiones del recorrido del entorno y sus
interacciones fueron una pista para observar emociones vinculadas al enojo,
peleas, discusiones y conflictos.
Uno de los elementos registrados en
la bitácora es que los propios entornos de observación en Facebook presentan
“reglas de interacción”, donde sus administradores indican los fines del grupo,
así como aquellas conductas a evitar o prohibidas. Los insultos y las
agresiones aparecían en varias oportunidades como formas de vincularse que no
son bienvenidas en estos entornos, al mismo tiempo que se desincentivaba la
venta de productos y servicios y, así compartir datos personales, con el
propósito de evitar estafas o fraudes.
Estos aspectos fueron volcados en
nuestra bitácora. Se alertaba sobre la ansiedad, la repetición de consultas,
las agresiones y los conflictos que se iban tejiendo en los hilos de
conversación. Allí, los participantes hacen preguntas, se ayudan respondiendo,
pero también despliegan formas de ver el mundo y se aleccionan sobre cómo es
correcto/incorrecto comportarse y actuar al ser beneficiario, lo que va
generando identificaciones, así como tensiones y discusiones.
En esos hilos de conversación, se
superponen diferentes expresiones: la palabra escrita, las imágenes y los
íconos/emojis. Ardèvol
et al. recuperan cómo si bien el
carácter textual de las interacciones predomina, aparecen otros modos de
comunicarse que representan diferentes emociones, acuerdos, formas de dar “pie”
o permitir que el otro continúe su relato. Para los autores, el uso del lenguaje
se ve condicionado por el espacio donde la comunicación se produce, por lo que
en los chats, publicaciones y comentarios
se da un “empleo económico del lenguaje” (2003, 11), utilizando emojis,
símbolos y abreviaciones [5], que
aceleran el ritmo de las conversaciones.
Siguiendo a Scribano
(2001) el proceso de interpretación de los resultados supuso tensionar la
relación concreto-abstracto a partir de las siguientes fases: observación del
fenómeno y organización en matriz de análisis, construcción de categorías
temáticas y descripción en función de mediación teoría-dato, y afirmaciones
interpretativas como resultado de la discusión de los resultados a la luz de
los antecedentes. La importancia de explicitar el proceso involucrado en el
tratamiento de los datos radica en que éstos aparecen como garantía de las
interpretaciones realizadas, de modo que pueda ponerse en escena el paso desde
el documento hacia las proposiciones descriptivas y desde éstas a las
interpretativas, en tanto diversos niveles de análisis (Scribano
2001).
En estos entornos multimediales, sus
diferentes elementos conviven, suscitan y potencian diferentes estados
emocionales (Serrano Puche 2016). Particularmente, el entorno Facebook ofrece
diferentes posibilidades de interacción: la publicación de imágenes, de texto y
las expresiones de reacciones, como los likes o “me enoja”, “me divierte”, “me entristece”, “me
importa”, entre otros posibles (Papacharissi 2009).
Esto en vinculación con la palabra escrita ha permitido observar los mundos o
ecologías emocionales aludidas, donde enojo, incertidumbre y espera -entre
otros sentires- se presentan de manera superpuesta, se refuerzan en la
identificación, así como dan lugar a conflictos y evaluaciones de la situación
que en muchos casos difieren.
Resultados y
discusión: diferentes dimensiones del enojo
El análisis sociológico de las
emociones implica un abordaje que de cuenta de su
complejidad: advirtiendo que no se producen de modo estanco o escindido, sino
que unas conviven con otras, se solapan, se refuerzan. Tal como señala Schieman (2006) el contexto en el que la vida se produce y
reproduce como la ocupación, el nivel educativo y los ingresos, exhiben fuentes
de estatus, desigualdad y recursos que vinculan a los individuos con formas de
organización social y cultural que inciden en la vida emocional. En este
apartado se abordan tres ejes analíticos, que dan cuenta de los sentidos o
dimensiones que el enojo asume en la recepción de una política social: 1) el enojo como producto del desajuste entre
expectativa y vivencia, ante arbitrariedades y funcionamientos irregulares en
la implementación de la política social; 2) un carácter vinculante y solidario,
al poner en común el malestar en busca de empatía se refuerza al ser
compartido; y 3) como resultado de las lógicas y valoraciones acerca del
merecimiento/no merecimiento de los subsidios, así como también en lo referido
a los políticos y gobernantes que los gestionan.
Tabla 1: Dimensiones
del enojo en receptores de políticas sociales durante la pandemia por Covid-19
Tabla
1: Dimensiones del enojo en receptores de políticas sociales durante la
pandemia por Covid-19 |
||
Dimensiones del enojo |
Desajuste entre
expectativa y vivencia |
Es motivado por arbitrariedades y
funcionamientos irregulares en la gestión de la política social que impiden u
obstaculizan el acceso y permanencia de la población. |
Carácter vinculante y
solidario |
Tiene lugar a partir de la puesta en común de
las situaciones que generan malestar y enojo, habilita la generación de
empatía y el refuerzo del sentir enojo como una emoción legitimada y avalada
por pares. |
|
Valoraciones sobre el
merecimiento |
Se da como resultado
de la valoración referida a quienes reciben el subsidio y a quienes se
desempeñan en la administración pública. |
Fuente:
elaboración propia
El enojo como un desajuste entre
expectativa y vivencia, adviene al haber completado todas las acciones
necesarias y exigidas en el diseño del programa y sin embargo no recibir el
subsidio. Un conjunto de prácticas online/offline se despliegan sin alcanzar una
respuesta o una solución ante la demora en el pago: llamar a la dependencia
estatal, revisar las aplicaciones móviles para corroborar el depósito del
dinero una y otra vez, consultar en los grupos de Facebook, entre otras.
El enojo ―muchas veces también expresado con
el vocablo “bronca” ―emerge ante la sensación de
injusticia y convive con otros sentires, como la frustración y el cansancio (Nurit Shabel, 2019). En la
expresión, «Lo q ahy q hacer
x 10 lukas[6]» [sic] (DMG3008), se exhibe un cúmulo (o
exceso) de actividades que, de acuerdo con los hilos de conversación,
parecieran no asegurar el éxito en el acceso al subsidio en un contexto de
aislamiento:
«Estoy re cansada de entrar y no
poder cambiar la CBU[7] !!!
(JG10)
YO ME GASTÉ LLAMANDO AL 130,
ENTIENDO ESTARÁ SATURADO, PERO ME AGOTARON. SE ME GASTÓ EL DEDO, MARCANDO EL
FAMOSO 130» [sic] (MSG1908)
La vida experienciada desde el mundo del no[8] (Scribano 2010) implica que frente a situaciones que
amenazan la propia reproducción se sienta enojo. Schieman
(2006) menciona cómo la falta de dinero para garantizar diferentes necesidades
genera irritabilidad e insatisfacción. Para hacer frente a ello, en el intento
de gestionar y acceder al IFE, la escisión entre la expectativa ―poder acceder al
subsidio―y la vivencia ―dificultades y
obstáculos en el proceso de gestión―movilizan el enojo.
El compartir y exponer públicamente
la propia experiencia en el cobro del IFE, experimentada desde el malestar -“te atienden mal”, “no te dan una respuesta”- y la
imposibilidad de solución -“tengo depositado el dinero y no me figura en el
banco”- habilita reacciones que refuerzan este abanico de sentires. Estas
situaciones compartidas y puestas en común en los entornos analizados habilitan
la emergencia del cansancio y el enojo, dado que implican acciones directas o
indirectas que obstaculizan las posibilidades de reproducción de la vida en
condiciones de escasez. De este modo, enojo y condiciones de producción y
reproducción de la vida se encuentran en íntima vinculación:
Respuesta:
«Yo tambien, me
salta un pago actual en macro[banco] desde julio en mi anses[9]...
fui al banco y nada no hay nada y me mandaron a hablar con la gente de Anses..
hasta ahora nose de q es ese pago actual..y no cobre el 2do ife
ya q me dijeron q esperara q no hiciera tramite q me pagarian
igual q la primera vez .. y sigo esperando 😓» [sic] (ATM10)
Respuesta:
«Me pasa igual recién llamé anses y me dicen que tengo qué hablar con el banco que
ellos me van a dar la posibilidad de cambiar el cbu
ya me cansaron son unos 💩 que juegan con la gente»
(DM10)
Respuesta:
«y cuando hablas o vas al banco te dicen
habla a anses 😢👎👎» (ML10).
Respuesta:
«Me está pasando lo mismo no cobre ni julio ni nada me depositaron en un cbu inactivo y no pude cobrar ahora entró anses y me sigue saltando la fecha de cobró de julio no me
da la opción de cambio de cbu no me llegó ningún
mensaje ni mail es una estafa todo eso esa plata se la queda el anses otra ves nadie te soluciona
nada» [sic](RR10).
«"LA VERDAD YA PERDI LAS
ESPERANSAS DE COBRAR EL 2do IFE llame al 130 te atienden mal aparte de que no
se escucha bien lo que dicen y me cansé desde junio que tengo depositado el
dinero y en el banco no figura ." Ver adjunta
foto 1 y 2 » [sic]
(1008FM). «125 (me gusta 94) (me entristece
16) (me enoja 10) (me sorprende 3) (me encanta 1) (me divierte1)».
Respuesta:
sii se pasan la pelota el uno al otro 🤦🏾♀️....
Bronca impotencia ganas d 😭» [sic] (LS10).
«Yo cobre con la misma tarjeta de
becas progresar,no ey tenido ningun problema con los
2 ifes y tmb ya se me
actualizo la fecha de cobro.Pero hay mucha gente que
no cobro ni el Ife 2 ,estos sinverguenzas de anses juegan con la.necesidad y preocupacion del pueblo,son de lo
peor‼» [sic] (CC1908)
Sentir enojo y compartirlo,
despertando otros sentires y juicios que lo refuerzan, contribuye a su
reconocimiento como emoción válida en un contexto y legitimada por los pares.
Es decir que, en la interpretación de la situación, otros comparten la evaluación
del hecho experimentado como injusto y se legitima al reconocer a otros como
pares en el sentimiento de malestar. Esto se visualiza por medio de comentarios
o publicaciones repetidas, en las reacciones que la plataforma Facebook
habilita, la cantidad de likes
y la expresión de estados emocionales como “me enoja”. Adicionalmente,
situaciones que no encuentran solución e implican un estado de incertidumbre ―nadie te soluciona nada”, “cuando te
atienden no te dan una respuesta” ―generan impotencia, expresiones de
enojo (emoji), de desaprobación (emoji) e incluso “ganas de llorar” (emoji). El
enojo se orienta hacia la obtención de reconocimiento buscando que las
valoraciones de las personas se compartan frente a aquello que motoriza el
enojo (Silva 2021).
Tal como previamente hemos
advertido, la “bronca” y el enojo se identifican y expresan en un contexto
pandémico en tanto “medio” que posibilita comprender en dónde y desde dónde se
viven este conjunto de prácticas, formando parte de ecologías emocionales (Scribano 2020). Se refuerzan y legitiman colectivamente
como: a) emociones resultado de situaciones que guardan similitudes: “estamos
en la misma”, “a mí también me pasa lo mismo”; b) producto del hilo de
interacciones que sustentan y fortalecen el sentir, como comentarios y
reacciones ―me gusta, me enoja, me entristece―que suscita una publicación.
«Hola gente miren a mí me paso esto anses me dio la opción de modificar el cbu
i ingrese el cbu nuevo hace 2 semanas ingrese el cbu nuevo que me dio el banco provincia pero hoy ingrese y
me sigue saltando el cbu inactivo y yo necesito La
Plata vivo solo hago changas cerca a los vecinos pero siempre no hay changas y
me cuesta las paso mal es feo prohirvise de un kilo
de pan cuesta y todavía no cobre ni el 2do ife» [sic] (adjunta dos capturas de pantalla)
(EG1908) (Me gusta 20) (Me enoja 1) (Me encanta 1)
Respuesta:
«A mi me paso lo
mismo. No c que hacer»[sic]
(JLG19)
«Yo fui tres veces al banco provincia
y no me quisieron pagar ahora voy a ir otra ves yo no
tengo trabajo no es mucho, pero tengo que pagar los impuestos. el gas.el agua ensima
que me la rebuscó por trabajar la luz me vino $4500 la verdad se aprovechan de
la nesesidad de la gente. Una porquería» [sic] (MV19)
«Llamas no te atienden, consultas
online y la página saturada, te cambian las fechas no te avisan, el msj nunca llega, y entiendo que es algo que viene de arriba
pero un ife de 10mil cada dos meses, de emergencia no
tiene nada hay gente que ni el primero cobro. Cuando te obligaron a quedarte
100 días encerrados en casa, una vergüenza!.😤» (2508LL)
En este contexto de análisis, el
enojo se presenta como sentir vinculante y solidario. Vinculante porque trama y
unifica experiencias similares en relación con el cobro del subsidio. Es decir,
liga las experiencias de un número masivo de receptores del IFE que muestran un
patrón: el desajuste entre expectativa y vivencia. Solidario porque despierta
adherencias, es una emoción que se expone, se refuerza y es legitimada por
otros frente a una “causa común”. El enojo despierta empatía cuando se
considera un sentir apropiado y cuando el grupo de pares comparte la valoración
sobre la situación como merecedora de enojo (Silva 2021). En otras palabras,
genera resonancia empática (Vermot 2014) dado que se
instancian juicios evaluativos que coinciden acerca de los factores que
posibilitaron la situación concebida como injusta.
Otras situaciones y narraciones que
suscitan el enojo de los receptores tienen que ver con la aparición de otros
actores que participan, influyen y hacen parte de la política social. Si
anteriormente sosteníamos que una de las dimensiones del enojo es el ser
solidario y operar de manera vinculante, también genera enfrentamientos y
escisiones. El enojo entre pares involucra desde el juicio moralizante sobre el
destino dado a los fondos, hasta la clasificación y división entre quienes
merecen y no merecen el subsidio, la construcción de un “ellos” y un
“nosotros”.
La política social que estamos
analizando fue de un alcance masivo (De Sena 2011) pero no universal, a la vez
que implicó discontinuidades en su desembolso mensual y en la población
receptora -quienes recibieron el primer desembolso IFE no necesariamente
recibieron el 3ero-. Esta segmentación irregular en los pagos y en la población
es objeto de enfrentamiento por parte de quienes “disputan” por el acceso a los
subsidios transferidos que siempre son percibidos como fugaces y escasos (De
Sena y Dettano 2020).
El enojo muestra también un perfil
moralizante y aleccionador. Si en algunas circunstancias sentir enojo es
reforzado de manera colectiva, aquí se presenta como objeto de controversia:
quienes participan de la interacción no coinciden en la valoración de la
situación. La percepción de la injusticia o inequidad en la transferencia de
los ingresos “a ellos sí y a mí no” constituye uno de los incitadores del enojo
en términos de Schieman (2006) para quién percibir
inequidad, desigualdades u obtener menos de lo que uno siente que merece,
contribuye a la provocación del enojo; conduce a experimentar un estado de
injusticia que también fomenta estados de frustración e ira. El enojo,
entonces, será evaluado como injusto o no y, por lo tanto, qué puede o no
despertar enojo, obedece también a una particular distribución de las
relaciones de poder. Estas estructuran en qué contextos este sentir es
considerado apropiado y frente a qué objeto (Silva, 2021).
«por
que el estado no estudia
los casos hay familias que los cobran hasta 6 y otras que realmente la
necesitan y no se la dan por que la gente que trabaja en anses
son unos ineptos no saben no hacen y no les importa
pero vallan los. Conocidos y veran como lo cobran la
corrupción en este país desde el primero hasta el último eslabón son corruptos» (ER11).
«Que bronca da leer que yo no cobro
nada y los que cobran se compran celulares» [sic]
(MM11).
«Hola grupo quiero consultar una duda
que tengo mi patrona me quiere blanquear[10] cuidó una
abuelita yo cobro asignación por mi hija la pregunta es pierdo el IFE si me
blanquea me afecta en los beneficios que tengo las leo gracias» (Me gusta 63) (Me divierte 19) (Me encanta 2)
(Me importa 2) (Me sorprende 1) (ABJK16).
«Trabaje y acepte el blanqueo y deje
los 10.000 para gente que realmente lo necesita que realmente no tiene nada no aga gula de lo que le da el estado con los
impuesto que pagamos todos me da mucha bronca eso y asi
estamos no me blanque porque pierdo el plan pierdo los 10.000 la verdad su
consulta totalmente egoista la verdad» (11 me gusta) [sic] (MO16).
«eso me parece muy malo de parte del
gobierno. El ife es para personas q no tienen nada
como yo no tienen porque darle a gente q cobra un
sueldo 😡😡😡» [sic] (SMB16)
En los mundos emocionales
configurados en el intento de gestionar y acceder al IFE, si el enojo se
refuerza en el compartir las experiencias, también se acrecienta al calor de
discusiones y conflictos que se van generando entre los miembros del grupo. Si
como veíamos algunos conflictos y enojos se organizan ante la evaluación de las
conductas ajenas o del merecimiento ajeno, otro tipo de conflictos y
desencadenantes también emergen. Luego de señalar una y otra vez la fuerte
necesidad de la prestación monetaria, aparece un posible actor al cual se
debería dirigir el enojo: “los gobiernos”, “los políticos”, “los de arriba”.
Estos actores, no solo tienen una obligación, porque “son empleados públicos” y
“se roban el dinero”, sino también son quienes han ordenado y reglamentado las
condiciones de aislamiento ante la pandemia.
Las jerarquías establecidas
socialmente, habilitan distribuciones emocionales específicas. Mientras los
receptores reiteran la urgencia y la necesidad de la prestación monetaria en un
contexto de aislamiento, se enfatizan las diferencias de estatus con estos
otros agentes a los que se reclama, o hacia quienes se sugiere que debería
orientarse el conflicto. Si sostenemos que la frustración, el resentimiento, la
culpa, el enojo, se vivencian a partir de la participación en procesos con
resultados no deseados, también sostenemos que, en muchos casos, esto se
atribuye a otros cuya posición y estatus está por encima del propio.
En un estudio realizado durante 2001 en Argentina, la crisis
social, económica y política implicó diversas prácticas ―como la migración―que movilizaron situaciones de enojo
(Vermont 2014). Estas emociones se inician con la frustración por la
incapacidad de acción frente a la percepción de su caída como clase social,
frente a la pérdida de trabajo, de ingresos, así como de los ahorros que trajo
aparejada la crisis de 2001. Frustración, tristeza y enojo aparecen para Vermot (2014), no solo ante la transformación de la
situación objetiva de los sujetos ―pérdida de estatus social― sino también al percibir el comportamiento de los políticos
como repetitivo, circular e indigno.
«NO PELEEN!!! HAY QUE
TOMAR CONCIENCIA DE QUE SI ESTAMOS EN ESTAS CONDICIONES ES POR "LOS
"GOBIERNOS DE TURNO NO CREAN TRABAJOS DIGNOS Y EN BLANCO, HAY QUE
DESPERTAR Y EMPEZAR A EXIGIR A LOS POLITICOS, PARA ESO ESTAN, SON EMPLEADOS
PUBLICOS QUE COBRAN POR HACER NADA» [sic] (VV2808)
«Xq se enojan cuando preguntan X el ife.?? Ustedes saben cuánto ganan los políticos? ? Nosotros los pobres y trabajadores ganamos miserias.
Mientras que un político se llena los bolsillos de dinero» [sic] (YG28)
«Ufff opino lo mismo. Lpm!!!
Tantas vueltas dan!!! Aparte no es
sólo lo que cobran, sino tmb lo que se roban!!!» [sic] (AA28)
Previamente, se ha advertido que el
enojo se inscribe en determinadas relaciones de poder y, que
en tanto emoción política, puede reforzar o erosionar su distribución
diferencial. Adicionalmente, si el enojo es el resultado de circunstancias en
las que un individuo pierde poder y estatus, emerge “otro actor” que es
responsabilizado por esa pérdida y que puede resarcir la situación que ha
motivado ese sentir: “si estamos en estas condiciones es por los “gobiernos de
turno”, “hay que despertar y empezar a exigir a los políticos”, “miremos al de
arriba que se la roba toda”.
Conclusiones
El contexto pandémico implicó, entre
otros riesgos, la amenaza a la vida y las posibilidades de subsistencia, con
particular énfasis en los contextos de pobreza y desempleo. Ello supuso la
escenificación de una trama de sentires que -junto a la incertidumbre, la
espera y el cansancio- se mostró extendido y generalizado: el enojo.
Diferentes objetos despiertan o
suscitan el enojo, cada contexto señala diferentes modos de expresión y
canalización que lo legitiman y le otorgan validez. Es generado por las
acciones de otros, cuando estas son consideradas como incorrectas; cuando se percibe
un suceso o hecho como injusto o cuando atentan contra la identidad o el propio
estatus. Cobra lugar ante la amenaza percibida, ante la distancia entre
expectativas y resultados. El enojo advierte acerca de las posiciones ocupadas
en la estructura social, las cuales permiten o imposibilitan la capacidad de
acción para modificar el estado de cosas.
Revisar los recorridos y desarrollos
científicos sobre el enojo nos permitió advertir los contextos, prácticas y
expectativas mutuas que originan y modelan esta emoción. Estudiar el enojo en
relación con las intervenciones estatales añade un plus; da cuenta de las
posiciones y tramas que se organizan en los intentos por acceder a diferentes
subsidios. Qué o quiénes son los que despiertan el enojo, dónde y cómo se
canaliza, qué elementos lo refuerzan o disminuyen en entornos virtuales como
los grupos de Facebook. En los estudios sobre esta emoción, aparece como capaz
de modificar el orden existente, las posiciones e inequidades que la movilizan.
El enojo que despierta la gestión e
intentos de acceso al IFE en pandemia nos organiza el interrogante en torno a
qué suscita este sentir, que, si bien no es homogéneo, advierte acerca
sentimientos de injusticia e inequidad, de evaluaciones sobre el merecimiento
de las prestaciones y la disputa por el acceso, así como sobre aquellos actores
que aparecen como responsables del estado de situación. Ahora bien, el
recorrido por los diferentes elementos que motivan y acrecientan esta emoción,
nos deja algunos interrogantes sobre su alcance y potencialidad: el enojo que
resuena en estos grupos ¿subvierte algún orden o situación? ¿Es la “resonancia
empática” y la legitimación sentida con otros el límite?
Contribución de las
personas autoras
Las personas autoras
participaron por igual en todas las fases de la investigación como en la
redacción de este artículo.
Apoyo Financiero
Este artículo se ha realizado en el marco de
proyectos colectivos financiados por las siguientes instituciones:
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina.
Universidad Nacional de Villa María,
Argentina.
Universidad Nacional de La Matanza, Argentina.
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[1] 59.3
% del salario mínimo, vital y móvil.
[2] Régimen
simplificado de pago de impuestos al que pueden acceder los contribuyentes.
[3] Se
decidió establecer un recorrido teórico sobre la emoción del enojo, dadas las
múltiples apariciones, comentarios y publicaciones de las personas
destinatarias de enojo y, en algunos casos expresado con el vocablo “bronca”,
como expresiones suscitadas por la participación en el IFE. Diferentes
desarrollos exhiben un tratamiento similar de diferentes expresiones como ira,
enojo, resentimiento, rabia. No se establecen como sinónimos (varían según
intensidades) pero se las engloba como emociones resultado de la participación
en procesos cuyos resultados no coinciden con los deseados.
[4] Este criterio muestral se encuentra en sintonía con el
objeto de estudio abordado vinculado al tratamiento de small data, aunque sin desconocer los debates y discusiones entre small y big data en Ciencias Sociales (Meneses Rocha
2018).
[5]En este escrito se conserva la forma en que los usuarios han
decidido manifestar sus intervenciones en el entorno. Para garantizar el
anonimato recuperamos las publicaciones y comentarios asignando un código
alfanumérico a cada participación.
[6] Se refiere a 10 mil pesos argentinos.
[7] Cuenta Bancaria Uniforme.
[8] Expresión utilizada para aludir a las múltiples negaciones
que se hacen cuerpo como el no acceso a la vivienda, a la alimentación, al
empleo, a la salud.
[9] Administración Nacional de la Seguridad Social
[10] Alude a la posibilidad de registrar el empleo en la
seguridad social.