Rev. Reflexiones 97 (1): 65-75, ISSN: 1021-1209 / 2018
Riesgo e incertidumbre como características de la
sociedad actual: ideas, percepciones y representaciones
Risk and uncertainty as characteristics of current society: ideas, perceptions and representations
Luis Alfonso Chávarro1
Fecha de aceptación: 15 de noviembre de 201 - Fecha de aceptación: 23 de enero de 2018
Resumen
En las sociedades actuales, caracterizadas por el desarrollo científico-tecnológico, se experimenta una sensación de incertidumbre ante eventos considerados como efectos colaterales, resultado precisamente del éxito de dicho desarrollo. La conceptualización de estos sucesos ha sido llevada a cabo desde la sociología por autores como Ulrich Beck, Anthony Giddens y Niklas Luhmann, entre otros, y desde sus particulares enfoques, el riesgo se convierte en categoría clave para definir a la sociedad actual. En el presente trabajo, se articulan los aportes de estos autores para tratar de comprender cómo se puede evaluar esta categoría asumiéndola como una idea eficaz para entender la sociedad actual y los problemas de inseguridad, falta de confianza e incertidumbre que afloran actualmente, y que ponen de presente una crisis de la verdad científica de los expertos en la explicación de los nuevos males del progreso. Igualmente, se pone de presente que no basta con considerar el riesgo y su percepción entre la población como un error que evidencia un déficit cognitivo de los individuos, sino en entender que ante la crisis de la verdad de los expertos, la diferencia entre riesgo real y percibido se tiende a disminuir, y con ello afloran conflictos novedosos entre comunidades cuyo cohesión se da básicamente por la solidaridad ante peligros comunes a la humanidad, lo que permite pensar en el riesgo como un nuevo principio axial de la sociedad actual en situación de modernidad reflexiva.
Palabras clave: Efectos colaterales, Modernidad reflexiva, Riesgo incierto, Seguridad ontológica, Legos, Expertos.
Abstract
In current societies characterized by scientific and technological development, a sense of uncertainty is experienced in the face of events considered as collateral effects, a result precisely of the success of such development. The conceptualization of these events has been carried out from sociology by authors like Ulrich Beck, Anthony Giddens and Niklas Luhmann, among others, and from its particular approaches, risk becomes a key category to define the current society. In the present work, the contributions of these authors are articulated to try to understand how this category can be evaluated assuming it as an effective idea to understand the present society and the problems of insecurity, lack of confidence and uncertainty that appear today, and that they put of present a crisis of the scientific truth of the experts in the explanation of the new evils of the progress. Equally, it is not enough to consider the risk and its perception among the population as an error that evidences a cognitive deficit of the individuals, but in understanding that before the crisis of the truth of the experts, the difference between real risk and perceived tends to diminish, and with this arise new conflicts between communities whose cohesion is basically due to solidarity with dangers common to humanity, which allows us to think of risk as a new axial principle of modern society in a situation of modernity reflective.
Key Words: Collateral effects, Reflective modernity, Uncertain risk, Ontological security, Laypersons, Experts.
1. Riesgo, incertidumbre y modernización reflexiva
La idea de riesgo, asociada a las imágenes de la ciencia y la tecnología, es igual de importante que las ideas de progreso y naturaleza para entender las representaciones propias de las sociedades modernas. Mientras la idea de progreso se ubica en el centro de las representaciones de la modernidad (Nisbet, 1981), y la idea de naturaleza se asocia a la vida en las sociedades premodernas o tradicionales (Glacken, 1996), la idea de riesgo aparece como corolario de las dos anteriores: la sociedad moderna industrial con su idea de progreso ligada al desarrollo científico-tecnológico, ha impulsado un cambio en las condiciones de vida a expensas del uso indiscriminado de recursos de la naturaleza y con ello ha puesto en peligro el entorno vital, fundamental para la continuidad misma de las sociedades humanas en el planeta. En razón de su éxito, la ciencia y la tecnología, baluartes de la sociedad moderna industrial, también han generado la proliferación de peligros, amenazas de catástrofes, e incertidumbre sobre el devenir que espera a las sociedades humanas. En la relación de estas ideas, se encuentra una de las fuentes más importantes para pensar la sociedad actual en la teoría social, la teoría de la sociedad del riesgo y la modernización reflexiva en sociología.
1.1 Riesgo, incertidumbre y amenaza
La idea de riesgo como peligro, expresado en catástrofes, hambrunas, terremotos, guerras, etc., siempre ha existido, de acuerdo con algunos antropólogos, sólo que en sociedades tradicionales se lo asocia a agentes externos como el destino, la fortuna o los dioses (Douglas, cit. Beck, 2008, 23), mientras que en las sociedades modernas, el riesgo se relaciona con agentes concretos y se le somete a medición y cálculo.
1.1.1 Nociones básicas
Algunas nociones básicas sobre el riesgo y conceptos similares como peligro, catástrofe, incertidumbre y otros parecidos, se pueden encontrar tanto en diccionarios como en manuales técnicos. En términos sencillos se suele definir el riesgo como la probabilidad de que ocurra un suceso con desenlaces de daño o peligro, y a peligro como la posibilidad inminente de que suceda algo nefasto. En otro sentido, el riesgo se suele definir como la probabilidad de sucesos que ocasionen daños, pero cuyo desenlace se puede medir y calcular, mientras que la incertidumbre sería la imposibilidad de medir y calcular esos daños. Así mismo, la amenaza sería la condición, el evento, suceso o acontecimiento fuente de riesgos que no se puede medir ni calcular, y el riesgo sería la probabilidad de que esta amenaza se materialice y tenga consecuencias negativas. En otro sentido, también se suele presentar al riesgo junto a un término par, la catástrofe. El riesgo sería la probabilidad de que la amenaza se convierta en catástrofe. Para que se de la catástrofe, la amenaza se suele presentar concatenada a vulnerabilidad, considerada como la débil resistencia ante un evento. La catástrofe sería la materialización de la amenaza que puede tomar la dimensión de desastre, con consecuencias negativas terribles, y que pone en evidencia la vulnerabilidad.
1.1.2 Orígenes
Parece haber un consenso en que el término de riesgo comenzó a ser usado en la navegación marítima, dado que los viajes trasatlánticos significaban una fuente de peligro por los eventos adversos que podían sufrir los marinos y los daños a la misma embarcación, así como por la incertidumbre, ya que no se tenían rutas ni mapas precisos, y se solía viajar a lugares de destino aún desconocidos. De acuerdo con lo afirmado por Niklas Luhmann, la palabra riesgo se difunde después del año 1500 con la invención de la imprenta, y en los siglos siguientes, el riesgo se asocia a su contrario, seguridad. Es precisamente en el contexto de la navegación que surgen los seguros marinos, formas de cálculo de los posibles daños en los viajes marítimos (Luhmann, 1996, 141-142). En sí, Luhmann asocia el peligro con las sociedades tradicionales o premodernas, y el riesgo con las sociedades modernas: “En sociedades no diferenciadas se destacaba el peligro, en la moderna el riesgo, ya que en este se pretende siempre un mejor aprovechamiento de las oportunidades” (Luhmann, 1996, 146).
En un sentido parecido pero con desenlace diferente, Anthony Giddens precisa que el término riesgo se origina entre los primeros navegantes, los portugueses, para quienes riesgo significaba atreverse, y su uso pasó de estar orientado al espacio, para orientarse al tiempo como cálculo de consecuencias probables de las decisiones de inversión, y con ello aparecieron los seguros (Giddens, 2000, 34). En relación a la diferencia de riesgo con términos como peligro, amenaza o incertidumbre, Giddens advierte:
Riesgo no es igual a amenaza o peligro. El riesgo se refiere a peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futuras. Sólo alcanza un uso extendido en una sociedad orientada hacia el futuro - que ve el futuro, precisamente como un territorio a conquistar o colonizar. La idea de riesgo supone una sociedad que trata activamente de romper con su pasado – la característica fundamental en efecto, de la civilización moderna (Giddens, 2000, 35).
Por su parte, Ulrich Beck, destaca en lo que él denomina semántica del riesgo, las dos caras del riesgo – oportunidad y peligro – que pasa del mundo de la navegación mercante a la industrialización. En ese siglo de tránsito, lo descubre en los postulados de Descartes, cuyo cogito ergo sum lo parafrasea como arriesgo luego existo, a la vez que lo percibe en el espíritu de aventura de El Quijote, y un poco después, en el intercambio epistolar de Fermat y Pascal, que daría origen al cálculo de probabilidades, y en general, en algunas novelas del siglo XVIII, cuando ya el capitalismo ha pretendido dominar la ambigüedad del riesgo con la idea del seguro (Beck, 2008, 21).
1.1.3 Conceptos clave
En aras de lograr más claridad en la complejidad de asociaciones que remiten a la idea de riesgo, es precisamente Ulrich Beck quien logra esbozar las características de esta idea en un concepto que convertirá en la columna vertebral de su teoría. El riesgo puede asociarse a peligro, pero como se ha mencionado ya, resulta mejor considerar el peligro como la fuente de amenazas y miedos en las sociedades premodernas, y hablar de riesgo para las sociedades modernas, cuando ya existe ese término. La fuente de peligro, en las sociedades pre-modernas reside en el exterior, se da por voluntad de los dioses o figuras como el destino, etc., pero en las sociedades modernas, la fuente es la misma sociedad o sistema. De esto se deduce que el riesgo es propio de sociedades en donde la ciencia y la tecnología han permitido construir formas de medición y modelos de cálculo de las posibles consecuencias negativas de un incidente futuro, lo que atrás se ha denominado cálculo de probabilidades, pero aún más, de sociedades en donde se generaliza el emprender acciones de aventura comercial e industrial, como en las sociedades capitalistas, que hacen necesario el cálculo de inversiones y de lo que se podría perder, por lo que aparece así, la figura de la seguridad a través de la compra de seguros. Pasando del par riesgo-peligro al par riesgo-catástrofe, Beck considera que el riesgo es la anticipación de la catástrofe, por lo que la catástrofe estaría definida en un espacio y tiempo sociales específicos:
Riesgo no es sinónimo de catástrofe. Riesgo significa la anticipación de la catástrofe. Los riesgos señalan una posibilidad futura de ciertos acontecimientos y procesos, hacen presente una situación mundial que (aún) no existe. …La categoría de riesgo se refiere por tanto a la realidad discutible de una posibilidad que no es mera especulación pero tampoco una catástrofe efectivamente acaecida […]. Los riesgos son siempre acontecimientos futuros que es posible que se presenten, que nos amenazan y, puesto que esta amenaza permanente determina nuestras expectativas, invade nuestras mentes y guía nuestros actos, resulta ser una fuerza política transformadora. […] una catástrofe está definida espacial, temporal y socialmente […]. En el momento en que los riesgos se convierten en realidad –explota una central nuclear o se produce un atentado terrorista– se convierten en catástrofes (Beck, 2008, 27).
En relación al par riesgo-incertidumbre, Beck muestra que si el primero se puede calcular, el riesgo se puede asociar a algo dado por cierto, mientras que la incertidumbre apunta a lo desconocido, retomando la distinción de Frank Knight:
Por incertidumbre hay que entender algo radicalmente distinto del concepto de riesgo que nos es familiar, y del que hasta ahora nadie lo ha diferenciado netamente […] Como veremos, una incertidumbre medible, un “riesgo” en sentido estricto […]es hasta tal punto diferente de una incertidumbre no medible, que no es en realidad incertidumbre” (Frank Knight cit. Beck, 2008, 38).
Sin embargo, el riesgo moderno, propio de las consecuencias imprevistas o efectos latentes del desarrollo científico-tecnológico en fenómenos como el calentamiento global o los accidentes nucleares, hace explotar la sensación de cálculo y de seguro, a tal dimensión, que verdaderamente se puede hablar de riesgo incierto:
La incertidumbre del riesgo no puede domeñarse con los medios del riesgo incierto. Antes al contrario: todo esfuerzo por ejercer un control racional provoca a su vez consecuencias “irracionales” impronosticables, imprevisibles. Así lo aprueban hasta ahora la historia de la investigación de las “consecuencias indirectas”: la catástrofe climática, por ejemplo, o la globalización de las crisis financieras… El control del control puede ser origen de una cadena inacabable de peligros y consecuencias indirectas de los mismos” (Beck, 2008, 40).
Como se puede ver, la idea de riesgo resulta propia de las sociedades modernas, aunque en las sociedades premodernas también exista el riesgo en forma de peligro adjudicado a fuentes míticas. En ese sentido, Anthony Giddens introduce una distinción de dos tipos de riesgo: el riesgo externo y el riesgo manufacturado. El primero, propio de las sociedades tradicionales y que proviene de los peligros naturales, y el segundo, propio de las sociedades modernas en donde el desarrollo científico-tecnológico genera consecuencias imprevistas:
La mejor manera en que puedo clarificar la distinción entre ambas clases de riesgos es la siguiente: puede decirse que en toda cultura tradicional, y en la sociedad industrial hasta el umbral del día de hoy, los seres humanos estaban preocupados por los riesgos que venían de la naturaleza externa –malas cosechas, inundaciones, plagas o hambrunas–. En un momento dado comenzamos a preocuparnos menos sobre lo que la naturaleza puede hacernos y más sobre lo que hemos hecho a la naturaleza. Esto marca la transición del predominio del riesgo externo al del riesgo manufacturado (Giddens, 2000, 41).
1.2 Modernización reflexiva
Al encontrar en la noción de riesgo uno de los aspectos claves de las sociedades modernas, en la teoría social, con Beck y Giddens, se da una revisión de la clásica dicotomía tradición –modernidad sobre la que se construyeron los modelos bipolares de autores clásicos de la sociología como Tönies, Durkheim, Marx y Weber, en los que de alguna manera predominaba una analogía entre sociedad moderna y sociedad industrial que se diferenciaba radicalmente de las sociedades pre-modernas o tradicionales.
1.2.1 Modernización y reflexividad
El paso de la sociedad tradicional a la sociedad moderna, que en la teoría social clásica es denominado modernización, va a ser puesto en tela de juicio con la noción de riesgo en la teoría social contemporánea. La sociedad industrial no sería propiamente una sociedad moderna a plenitud, sino una sociedad parcialmente moderna en la que su racionalidad instrumental característica habría conducido a situaciones propiamente contra-modernas, en otras palabras, si la ciencia y la tecnología de la sociedad industrial habían generado un optimismo en el progreso del conocimiento, la realidad de las consecuencias imprevistas del desarrollo científico-tecnológico expresada en eventos como los de Hiroshima y Nagasaki, Chernóbil y Bhopal, lo mismo que el fenómeno del calentamiento global, que son riesgos ambientales, junto a riesgos sociales como la flexibilidad laboral y la precariedad del trabajo en el mundo globalizado, no darían precisamente para servir de ejemplos al evangelio del progreso de la sociedad industrial, sino para reflexionar sobre el hecho de que las consecuencias imprevistas y los efectos colaterales del desarrollo no se pueden seguir pensando como problemas disfuncionales o de falta de racionalidad de los sistemas modernos, sino problemas estructurales que generan situaciones de irreversibilidad supremamente peligrosas para la permanencia de la especie humana en el planeta, por lo que se tendría que repensar si el camino a lo moderno, la vía de la modernización hasta ahora emprendida, constituye en verdad la única manera de alcanzar lo moderno, o si más bien no cabría plantear una reflexión crítica sobre la idea de modernización existente en los fundamentos de la teoría social y hablar de una modernización reflexiva. En otras palabras, se trataría de llevar a cabo una “dialéctica de la modernización”:
Se entiende por modernización reflexiva una transformación de la sociedad industrial, que se produce sin planificación y de manera latente en el transcurso normal, autónomo de la modernización y que apunta bajo tres aspectos al invariable e intacto ordenamiento político y económico: una radicalización de la modernidad que desvincula a la sociedad industrial de sus perfiles y premisas y que, a causa de lo cual, abre paso a otra modernidad –o a la contramodernidad (Beck, 1996, 233).
1.2.2 Sociedad tradicional y sociedad industrial
La tesis de la modernización reflexiva, planteada por Beck, Giddens y otros, se centra en replantear la idea de la sociedad industrial como sociedad moderna, mostrando que ésta sólo sería la primera modernidad, resultado de un proceso de modernización simple que se ha erigido con la idea de progreso y donde se considera a las consecuencias latentes del desarrollo científico-tecnológico como problemas disfuncionales, cuando en verdad éstos problemas son los que se van a erigir en centrales, por lo que estos autores van a denominar segunda modernidad al periodo reciente, caracterizado por una actitud reflexiva sobre dichos efectos colaterales.
De acuerdo con Beck, la teoría social clásica asemeja modernización con modernización socio-industrial tanto en el funcionalismo como el marxismo, las dos grandes teorías de la modernización simple, y en variantes como el post-industrialismo o el tardo-capitalismo. A su vez, la variante crítica de las anteriores, es decir, la teoría posmoderna, no explica el problema ambiental de las consecuencias imprevistas. Los supuestos de estas teorías de la modernización simple han sido tanto la organización de la sociedad en clases, cuyo problema principal es la desigualdad, como la idea de cambio social como revolución, de orden como diferenciación funcional, y el motor del cambio se atribuye a una racionalidad teleológica (Beck, 1996, 235). La sociedad actual, resultado del proceso de modernización reflexiva, implicaría una sociedad que no se organiza en clases sino en la individualización de las desigualdades, en donde los riesgos hacen parte de las biografías (Beck y Beck-Gernsheim, 2003, 69); el motor de la historia serían las consecuencias colaterales del desarrollo científico-tecnológico, en donde los problemas ecológicos generan comunidades de riesgo, las que a su vez serían el nuevo tipo de clase (Beck, 2017, 99), y donde la especialización, conducente al conocimiento experto, entraría en crisis al no poder explicar los nuevos problemas resultado del exceso de racionalidad del sistema, es decir, la aparición palpable de la incertidumbre, y la pérdida de autoridad de la verdad de la ciencia, lo que genera un escepticismo centrado en las consecuencias externas. En consecuencia, la proliferación de amenazas ante las cuales se experimenta incertidumbre hace que la percepción del riesgo se confunda con la definición objetiva del riesgo, poniendo de presente una vivencia subjetiva del riesgo. Todos estos elementos, llevan a Beck a afirmar que algo como la sociedad moderna no existe:
[…] la teoría de la modernización reflexiva afirma, que en ningún lugar existe algo así como una sociedad “moderna”. Lo que esta “es” nadie lo sabe ya que el tipo de una sociedad, o radicalmente moderna, o más moderna que la industrial, aún no ha sido concebida o imaginada. Y esta labor de imaginación es lo que queda por hacer a partir de las denominadas sociedades “modernas” –vale decir, industriales– y las sociedades parcialmente modernas o mixtas, en cuya arquitectura se combinan y funden “elementos de construcción” modernos con elementos de una contramodernidad (Beck, 1996, 256).
1.2.3 Sociedad del riesgo
Esta sociedad de la modernización reflexiva es la sociedad del riesgo, una sociedad en la que el principio axial no es solamente el jerárquico reparto de bienes y riquezas que genera desigualdad, sino el “democrático” reparto de riesgos o males que caracterizan a biografías en proceso de individualización (Beck, 1998, 25). Es una sociedad donde aflora la inseguridad, los sistemas normativos no garantizan el control, las instituciones no responden (Beck, 1997, 32) y el conocimiento científico genera perplejidad e incertidumbre ante eventos complejos que replantean la especialización propia de los expertos, algo similar a las sociedades imaginadas en las distopías. Sin embargo, este supuesto fatalismo sólo se sostiene si se mantiene la perspectiva de los paradigmas propios de la sociedad industrial para los que la modernización occidental es incuestionable, pero si se mira con nuevos paradigmas, lo que se evidencia es una transformación necesaria de la sociedad industrial que debe revisar postulados centrados en el estado-nación y en la idea de progreso:
Una situación muy distinta se origina cuando los peligros de la sociedad industrial dominan los debates y conflictos públicos, políticos y privados. Se constata que las instituciones de esta sociedad se convierten en focos de producción y legitimación de peligros incontrolables sobre la base de unas rígidas relaciones de propiedad y poder. La sociedad industrial se contempla y se critica como sociedad del riesgo (Beck, 1996, 202).
1.3 Riesgo y representaciones
Como hasta ahora se ha visto, la idea de riesgo resulta central para pensar la sociedad actual. Esto lleva a pensar que la vida social de esta idea se puede encontrar como representación en las formas de percepción de la realidad respecto de problemas que los individuos hoy experimentan ante los riesgos sociales y ecológicos, y que recomponen sus biografías. En una época en donde los soportes de la vida colectiva se desvanecen y el individuo asume los riesgos individualmente, la otrora situación de trabajo estable, estado de bienestar y riesgo controlado con los seguros, parecen dar lugar a una nueva sociedad y a una nueva forma de percepción de la vida en la que, seguramente, el sentido se encuentra en construcción, aún más en regiones del mundo en donde estos soportes de la vida colectiva no fueron tan sólidos como en las sociedades europeas, pero en donde los individuos pueden encontrar fuentes de sentido potencialmente novedosas.
1.3.1 Seguridad y control, riesgo e incertidumbre
Como se ha mostrado, con el cálculo de probabilidades surgieron formas de medición y modelación de lo que más tarde sería la figura de los seguros, una manera de controlar racionalmente aquello que no se puede eludir al emprender acciones de riesgo como el caso de los viajes mercantes, las nuevas empresas, e incluso los riesgos del trabajo en una sociedad industrial que hizo de éste un derecho inalienable. Esa orientación del cálculo del riesgo otorgaba la seguridad necesaria que requería un capitalismo de aventura y emprendedor. Pero así mismo, los sistemas normativos de los nuevos estados daban soporte a una responsabilidad colectiva que legitimaba las acciones que implicaban riesgo como la aventura empresarial o el desempeño laboral. A los seguros y las normas de seguridad, se agregaba el poder del conocimiento experto, que permitía desmitificar errores hasta entonces aceptados y tener certezas con base en unos métodos científicos neutrales y objetivos que apuntaban a un conocimiento verdadero. Estas construcciones de la sociedad industrial generaban unas representaciones de seguridad y control centrados en la confianza en la ciencia, en las técnicas de medición y cálculo de los riesgos, y en la gestión de los mismos bajo una normatividad centrada en la responsabilidad colectiva. Sin embargo, a los riesgos de hoy se agrega la incertidumbre, en otras palabras, el saber experto se refugia en su autoridad ante los cuestionamientos ciudadanos acerca de las verdaderas causas de los nuevos males. Los riesgos de hoy son riesgos inciertos. Las consecuencias imprevistas o los efectos colaterales del desarrollo científico-tecnológico mismo, eliminan los pilares del cálculo del riesgo porque comportan daños ilimitados y globales, y finalmente lo que se termina legitimando es una “irresponsabilidad organizada”:
Los grandes peligros eliminan los tres pilares del cálculo del riesgo, ya que, primero, comportan daños sin límite, globales y a menudo irreparables: la noción de compensación (pecuniaria) fracasa. Segundo, inutilizan la preocupación por prevenir el peor accidente que pueda concebirse: el control anticipatorio de las consecuencias resulta imposible. Tercero, provocan “accidentes” espacio-temporales temporalmente ilimitados, con principio pero sin fin, un open-end-festival de destrucción sigilosa y galopante que cada vez va a más (por ejemplo, el cambio climático). Esto significa que los estándares de normalidad, los métodos de medición, y por tanto los fundamentos de calculación de los peligros se revelan inaplicables, puesto que comparan lo incomparable, y la calculación se convierte en encubrimiento, surge la “irresponsabilidad organizada” consistente en “confundir los siglos” (Beck, 2008, 52).
1.3.2 Seguridad ontológica, riesgo y compulsión
Otra diferencia entre las sociedades tradicionales y las autodenominadas sociedades modernas, es señalada por Giddens en sus planteamientos sobre la modernización reflexiva y las sociedades postradicionales. Una característica de las sociedades tradicionales es la resistencia al cambio y la fuerza de una memoria colectiva orientada a generar identidad y cohesión social. En ese orden de ideas, el papel del conocimiento es resguardar el pasado, y sus poseedores o sabios son los guardianes de la tradición, que expresan sus verdades en fórmulas repetitivas, lo que Giddens denomina verdad formular, y que se actualiza en los rituales, ceremoniales de carácter coactivo y vinculante en los que los individuos encuentran dicha identidad colectiva. Los rituales en sí son formas de repetición o de neurosis que funcionan como formas colectivas de encontrar seguridad ontológica, una sensación que libera del temor a los peligros o riesgos. De otra parte, en las sociedades modernas o postradicionales, la autonomía cognitiva y emocional de los individuos hará que los individuos dependan del conocimiento para todo tipo de elecciones y decisiones. Como este conocimiento es muy especializado, se depende de los nuevos guardianes de la modernidad, los expertos. En la primera fase de esta modernidad, la ciencia ha cumplido el papel de dar certeza a los individuos ante los riesgos y temores. Pero en las sociedades actuales, cuando problemas de consecuencias imprevistas como los riesgos ambientales o los riesgos sociales de la flexibilidad laboral, la pérdida de estabilidad y la realidad del trabajo precario, así como la caída de los soportes estatales de protección y seguridad, las biografías atravesadas por divorcios y todo tipo de situaciones de inestabilidad emocional; los individuos experimentan un vaciamiento consistente en una ansiedad compulsiva. La confianza ha quedado congelada porque ya no existen rituales que proporcionen la seguridad ontológica, y sólo queda el vaciamiento de la tradición, el desarraigo, la impersonalidad de sistemas abstractos, mecanismos de desanclaje que ponen entre paréntesis el tiempo y el espacio concreto de la interacción social, y que determinan rutinas y prácticas vividas por los individuos como compulsión:
Un mundo de sistemas abstractos y de opciones de estilos de vida potencialmente abiertos demanda un compromiso activo […] La confianza se otorga a la luz de una selección de alternativas…Cuando tales alternativas son filtradas por compromisos no explicitados –compulsiones– la confianza se convierte en una mera urgencia repetitiva. La confianza congelada impide reanudar el compromiso con los sistemas abstractos que han llegado a dominar el contenido de la vida cotidiana (Giddens, 1997, 117).
En síntesis, la idea de riesgo está en el sustrato de las representaciones de la realidad que viven individuos de sociedades como las actuales, caracterizadas por alto desarrollo científico-tecnológico, en donde las formas de definición de los problemas están atravesadas por la autoridad de los expertos y la dependencia de los legos de los criterios de aquellos para identificar la magnitud de los riesgos. Pero cuando las consecuencias imprevistas de dicho desarrollo se convierten en sucesos más o menos frecuentes expresados en riesgos ecológicos, sociales, crisis del mundo del trabajo, pérdida de soportes estatales de protección y demás, una individualización obligada por la vía negativa de asumir personalmente los riesgos, empieza a caracterizar las biografías. Ante ello, cuando la ciencia y los pronunciamientos de los expertos sólo generan más incertidumbre, la ambivalencia se convierte en la actitud que orienta la percepción de las nuevas realidades (Torres Albero, 2005, 9). Todo esto se convierte en una plataforma teórica que permite pensar el lugar del riesgo en la esfera de las representaciones.
2. El estudio de la percepción social del riesgo
Dado que los estudios de percepción se han emprendido desde postulados de una disciplina como la psicología, en la investigación de los riesgos ha predominado el enfoque cognitivo de la percepción. Este modelo se centra los procesos internos de la actividad mental individual, de una manera estática, basándose en la analogía de la mente y la máquina, es decir, que el pensamiento humano es análogo a un mecanismo de procesamiento de información, por lo que el riesgo constituiría un procesamiento de información errónea. De otro lado, se plantean estudios de la percepción social del riesgo, en este caso, desde el enfoque de las representaciones sociales, partiendo de que el riesgo es una representación de origen social y no intrapersonal, y que su fundamento no está en el procesamiento de información errónea sino en la socialización de signos de amenaza o peligro propios de ciertos contextos sociales y dependientes de sedimentos culturales arraigados históricamente.
2.1 El riesgo en la percepción cognitiva
Con base en una definición de riesgo dada por la antropóloga Mary Douglas según la cual se asume el riesgo como la amenaza de un daño futuro, enfocado sólo en las consecuencias negativas, para los estudios de percepción del riesgo resulta importante saber cómo las personas perciben las amenazas de daños futuros, y si su percepción depende de la información y conocimiento científico o no (Douglas, cit. Joffe, 2003, 56). En este sentido, para los investigadores que se apoyan en paradigmas del individualismo metodológico, la percepción individual de los riesgos se debe a errores de información. En la vida cotidiana, los legos suelen estar mal informados sobre los eventos futuros y desconocen los riesgos a que se exponen en muchas situaciones. Esta situación implica que la percepción del riesgo, en el enfoque cognitivo se debe inicialmente a un déficit de conocimientos que impide conocer o hacer inferencias sobre la magnitud de los riesgos. En este sentido, los legos estarían en menos condiciones que los expertos y las personas con suficiente escolaridad, para percibir los riesgos a que se exponen. Pero, así mismo, los legos desarrollarían una estrategia optimista de cálculo de probabilidades de los riesgos a que están expuestos. La inclinación optimista (Optimistic Bias) enfoca la tendencia de las personas legas a comparar sus propias oportunidades de entrar en contacto con una multitud de desgracias como accidentes y problemas en el hogar, con las de las demás personas. En ello, las personas sobreestiman las destrezas que poseen, lo que les permite creer que están evitando ser afectadas por el riesgo. En realidad, muchas personas tienen aversión al riesgo, pero inintencionadamente calculan mal sus riesgos debido tanto a un déficit cognitivo como a una ineficaz tramitación de la información (Joffe, 2003, 57). En algunas variantes, desde la percepción cognitiva del riesgo se atribuye la formación del riesgo a heurísticas emotivas. El miedo, una emoción a veces paralizante del pensamiento, no permitiría un procesamiento de información adecuado para calcular la magnitud de los eventos futuros de peligro, por lo que el riesgo, entre la población lega, ya no sólo se explicaría por un déficit de conocimientos, sino por una tendencia a la emotividad, lo que reforzaría la distinción racional e irracional (Joffe, 2003, 59).
Desde esta perspectiva, la percepción del riesgo está determinada por el acceso a los conocimientos científicos, en lo que una variable como el grado de escolaridad, puede indicar la existencia de déficit cognitivo o no. Con ello se puede explicar de manera racional, la proclividad de los legos al riesgo. Y en términos no tan racionales, aquello se puede entender por la proclividad a los atajos emocionales, propios de las masas. La población lega, sin formación escolar ni conocimientos científicos tendería a percibir el riesgo de manera optimista, precisamente por su déficit de conocimientos científicos, mientras que la población escolarizada, y en particular, los expertos, por poseer conocimientos y formas de acceso a cálculos de probabilidad de amenazas futuras, tendrían una percepción más clara del riesgo. Esta percepción resulta problemática, en término sociológicos, dado que, en primer término, se limita a mirar los factores intrapersonales de la percepción, y en segundo lugar, se centra en lo cognitivo, en un procesamiento de información para procesar el riesgo que depende del acceso al conocimiento, en lo que la mayoría de la población presenta déficit. Así mismo, la percepción pública del riesgo es tratada como si fuera una respuesta agregada de muchos individuos privados. Pero la perspectiva del riesgo cambia, si se la considera desde la idea de riesgo como representación.
2.2 El riesgo como representación social
En ese sentido, en una perspectiva que va de la psicología social a la sociología, Helen Joffe desarrolla una perspectiva de la percepción social del riesgo, que parte de considerar el riesgo como una representación, acudiendo a la teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici. En lugar de pensar la percepción como algo intraindividual, la tesis de Moscovici se centra en la interacción social y la formación de imágenes que se socializan con el sentido común, en otras palabras, se trata de mostrar cómo el nosotros llega estar contenido en las respuestas del yo. Los individuos poseen sedimentos de fuerzas históricas y contextos socio-culturales que se expresan en conocimientos prácticos o de experiencia y que constituyen un repositorio de filtros, a manera de lentes, que permiten percibir la realidad (Wagner y Hayes, 2011). La percepción es social, fruto del aprendizaje de imágenes socializadas en la interacción. Si los contextos sociales son fundamentales para entender la percepción del riesgo en los individuos, se impone mirar condicionantes socio-culturales como los fenómenos nacionales, estructurantes comunes tales como los fundamentos religiosos, las características educativas o las creencias de origen étnico y colectivo. Pero así mismo, los factores coyunturales de la opinión pública a que están sometidos los individuos, es decir, la influencia de los medios de comunicación y el establecimiento de prioridades por éstos en la percepción colectiva respecto a un problema (Gil Calvo, 2003, 12). De otro lado, mirar los grupos y redes a que pertenecen los individuos y que suelen establecerse en función de los niveles diferenciales de acceso al conocimiento científico. Aunque esta perspectiva implica adoptar un constructivismo social, no elimina la posibilidad de que la percepción orientada por los conocimientos propios basados en la certeza de la ciencia, tenga asidero. Puede existir una percepción del riesgo más ajustada a la verdad y otra más alejada de ésta, distorsionada o errada. Esta es la perspectiva que caracteriza a la separación del mundo de los expertos, conocedores de los riesgos, respecto del mundo de los legos, desconocedores de los riesgos por su deficiencia de conocimiento e información errada. Pero no hay que olvidar que lo que permite entender mejor la percepción del riesgo es que ésta es de origen social y se construye en la experiencia histórica colectiva o grupal. Esto remite a lo mencionado en la descripción del concepto de sociedad del riesgo de Ulrich Beck, según la cual, como lo recuerdan Alonso y Fernández, el riesgo ya es en sí mismo, percepción social del peligro:
El riesgo es la percepción social del peligro y, además, en la actual sociedad globalizada hipercompleja y con fronteras borrosas es difícil aclarar la cuestión de la atribución o imputabilidad de los riesgos. […]; así como se abre un espacio muy amplio y complejo a la subjetividad, ya que lo que para algunos grupos e incluso personas es un grave riesgo, para otros es una situación natural o asumible. De la misma manera, la paradoja aumenta cuando se introduce el factor tecnológico, pues es el mayor antídoto contra los riesgos y generador, a su vez, de zozobras, desconfianzas y hasta miedos […] (Alonso y Fernández, 2013, 256).
En este sentido, aunque el riesgo real existe, en las condiciones de la sociedad del riesgo y la modernización reflexiva, la definición del riesgo, y la percepción social del mismo se confunden dado que los riesgos provienen precisamente de las consecuencias imprevistas o los efectos latentes del desarrollo científico-tecnológico. En fin, de que el riesgo contemporáneo es incierto, y no vale la pena seguir afirmando que la definición experta necesariamente es la adecuada, sino que se impone una reflexividad sobre ello. En ese sentido, Joffe afirma que, en vez de ser pasivos o erróneos perceptores de las ideas de los expertos y de los medios masivos, las personas legas forman representaciones en línea con sus preocupaciones, que son a menudo conducidas por emociones, como ansiedad, miedo e incertidumbre, en vez de ser resultado de un proceso de manipulación fría de información, y que pueden jugar roles claves en la aprehensión del riesgo ( Joffe, 2003, 62).
Ante la experiencia de emociones de miedo y ansiedad por los peligros probables, las representaciones actúan como un mecanismo de defensa inconsciente que se evidencia en la división entre un interior y un exterior, entre lo familiar y lo desconocido. El objetivo de esta división, manifiesto en las representaciones, es guardar el mal lejos del bien en espera de que el bien no sea invadido ni destruido ( Joffe, 2003, 62). Los riesgos socializados por los medios de comunicación y multiplicados en las interacciones de la comunicación interpersonal, en el diálogo de las personas, constituyen la base de formación de las representaciones del riesgo. El anclaje de unos temores o miedos respecto a peligros sólo se produce dentro de formas de conocimientos o creencias ya familiares para las personas, siempre y cuando dicho peligro se quede en el exterior, en la periferia de la estructura de las representaciones, y no llegue a su núcleo central. Los riesgos sólo se anclan en la figura de peligros conocidos que no pongan en crisis el núcleo de la representación existente. Respecto a la objetivación de la representación, afirma Joffe, el proceso que termina en ésta trabaja en conjunto con el anclaje, transformando los vínculos abstractos para pasar a ideas puestas dentro de contenidos mentales concretos. Las ideas extrañas pueden volverse familiares por ser vinculadas a episodios históricamente familiares o a lo culturalmente familiar. Mientras el anclaje incluye trazos sobre el conocimiento compartido desde el pasado, la objetivación comprende trazos sobre el mundo experiencial corriente como miembro de un grupo particular, es decir, la objetivación convierte un objeto desconocido en algo más fácil de comprender. Ese toque de familiaridad que hace a un nuevo fenómeno más concreto yace en imágenes, símbolos y metáforas de uso en grupos o redes de interacción (Joffe, 2003, 64).
En las sociedades contemporáneas, los riesgos provenientes de las consecuencias negativas del desarrollo científico-tecnológico como la explosión de bases nucleares, el cambio climático o los temores asociados a los trangénicos, al ser socializados de manera viral o epidemiológica por los medios de comunicación, suelen ser interpretados como construcciones alarmistas mediáticas. Sin embargo, esa perspectiva puede disminuir la importancia del problema (Gil Calvo, 2003, 12). Es por esto, que asumiendo el dilema de riesgo real y riesgo percibido, aparece un objeto de estudio interesante, en el sentido de la formación de representaciones sociales del riesgo. En primer lugar, si los peligros sólo pueden ser anclados a peligros conocidos o familiares, en contextos sociales y culturales específicos se tendrían unos fundamentos familiares para imaginar los nuevos riesgos, que en este caso requieren una buena dosis de conocimiento a la vez que actitud científica para su comprensión. Pero si no se tienen esos conocimientos, ni esa actitud, se tendría mayor probabilidad de ser anclados y objetivados en base a imágenes estereotipadas como las presentadas por los medios, cayendo fácilmente en alarmismo, o desconociendo el potencial peligro de estos riesgos por la no reflexividad sobre las consecuencias imprevistas del desarrollo científico-tecnológico. En segundo lugar, dado que las personas construyen los riesgos mediante representaciones, que hacen de lentes o filtros de percepción, no se debe olvidar que estos filtros están construidos con elementos adjuntos del grupo social y de las experiencias internas de dichos grupos, en términos tanto de las imágenes a que están expuestos como a las desgracias pasadas de peligros ya conocidos. En ese sentido, afirma Joffe, estos elementos no distorsionan un ‘riesgo real’. Más bien son ‘la realidad’ en la mente de aquellos que miran los riesgos (Joffe, 2003, 68).
Lo anterior lleva a mirar que, como lo ha mencionado Beck, la percepción del riesgo, en las sociedades contemporáneas, difícilmente se distingue del riesgo real, ya que ante la incertidumbre que generan las definiciones del riesgo dadas por los expertos, la formación de representaciones de riesgo entre los legos resulta clave para entender las dinámicas que comienzan a presentarse, con la formación de conflictos sociales centrados en debates sobre riesgos, en la que se forman comunidades de personas sólo identificadas por estar potencial o realmente afectadas por riesgos, las denominadas por Beck comunidades de riesgo, y en la que las definiciones expertas se superponen a las imágenes de los riesgos transmitidas por los medios y son socializadas y transformadas en la interacción y en el sentido común. Resulta fundamental, entonces, establecer, en los estudios de percepción social de la ciencia, cómo se da la formación de las representaciones del riesgo, tanto en las comunidades de legos, como en las asociaciones de expertos y comunidades científicas.
Referencias
Alonso, Luis Enrique; Fernández, Carlos J. (2013). Los discursos del presente. Madrid, Siglo XXI.
Beck, Ulrich (1997). La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización reflexiva. En: Beck, Ulrich; Giddens, Anthony; Lash, Scott. Modernización reflexiva. Madrid, Alianza.
Beck, Ulrich (1998). La sociedad del riesgo. Barcelona, Paidós.
Beck, Ulrich (2008). La sociedad del riesgo mundial. Barcelona, Paidós.
Beck, Ulrich; Beck-Gernsheim, Elisabeth (2003). La individualización. Barcelona, Paidós.
Beck, Ulrich (2017). La metamorfosis del mundo. Barcelona, Paidós.
Giddens, Anthony (1997). Vivir en una sociedad postradicional. En: Beck, Ulrich; Giddens, Anthony; Lash, Scott. Modernización reflexiva. Madrid, Alianza.
Giddens, Anthony (2000). Un mundo desbocado. Madrid, Taurus.
Gil Calvo, Enrique (2003). El miedo es el mensaje. Riesgo, incertidumbre y medios de comunicación. Madrid, Alianza.
Glacken, Clarence (1996) Huellas en las playas de Rodas. Naturaleza y cultura en el pensamiento occidental desde la antigüedad hasta finales del siglo XVIII. Barcelona, Ediciones del Serbal.
Joffe, Helène (2003). Risk: From perception to social representation. British Journal of Social Psychology 42, pp. 55–73.
Luhmann, Niklas (1996). El concepto de riesgo. En: AA. VV. Las consecuencias perversas de la modernidad. Barcelona, Antropos.
Nisbet, Robert (1981) Historia de la idea de progreso. Barcelona, Gedisa.
Torres Albero, Cristóbal (2005). La ambivalencia ante la ciencia y la tecnología. Revista Internacional de Sociología. No 42. Pp. 9-38.
Wagner, Wolfgang; Hayes, Nicky (2011). El discurso de lo cotidiano y el sentido común. La teoría de las representaciones sociales. Barcelona, Antropos.
1 Universidad del Valle, Cali, Colombia, lchavarro26@gmail.com