E-ISSN: 1659-2859
Volumen 99 (2) 2020: 1-32
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Rompiendo muros: narrativas fílmicas sobre las migraciones «irregulares»
centroamericanas
Breaking walls: film narratives on Central american «irregular» migrations
DOI 10.15517/rr.v99i2.37946
Delmar Ulises Méndez-Gomez
1
1
Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA-UNICACH), México,
delmarmego@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7582-7748
Fecha de recepción: de julio del 2020 Fecha de aceptación: 24 de mayo del 2020
Resumen
Introducción
Se ha planteado que el cine documental es un medio que ofrece otras narrativas sobre las distintas
problemáticas sociales, más allá de las ofrecidas por los medios de comunicación hegemónicos.
Objetivo
Por ello, en este artículo se pretende analizar las formas narrativas de las migraciones irregulares
centroamericanas en el cine documental. Para ello, recuperamos dos documentales: ¿Cuál es el
camino a casa? (2009), de Rebecca Cammisa, y Casa en tierra ajena (2017), de Ivannia
Villalobos y Carlos Sandoval, para identificar y reflexionar qué se dice de la migración, cómo se
enuncia y presenta a los migrantes, cómo se relata la experiencia vivida durante el camino y las
causas de la migración.
Método
Dada la naturaleza de la pesquisa, recuperamos los planteamientos de los estudios visuales y
fílmicos, que nos permiten analizar las historias, las escenas, los personajes y diálogos que
constituyen el relato fílmico.
Resultados
Entre los resultados destaca que el cine documental habilita un espacio emergente para socializar
y visibilizar las experiencias de los migrantes en su recorrido hacia los Estados Unidos y su paso
por México.
Conclusiones
Se concluye que el cine documental se aleja de los discursos y las visualidades mediáticas de los
medios de comunicación hegemónicos, para ofrecer otras miradas de la movilidad y potenciar la
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visibilidad de lo negado, que permiten comprender las causas que motivan la migración
centroamericana, que van más alde la simple aseveración que se da en búsqueda «del sueño
americano».
Palabras clave: Cine documental, Desplazamiento forzado, Visualidad, Violencia, Niños
migrantes.
Abstract
Introduction
It has been argued that documentary film is a medium that offers other narratives on the different
social problems, beyond references by the hegemonic media.
Objective
For this reason, this article aims to analyze the narrative forms of irregular Central American
migrations in documentary film. For this, we recovered two documentaries: What is the way
home? (2009), by Rebecca Cammisa, and Casa en tierra ajena (2017), by Ivannia Villalobos and
Carlos Sandoval, to identify and reflect on what is said about migration, how it is stated and
presented to migrants, how the lived experience is related along the way and the causes of
migration.
Method
Given the nature of the research, we recover the approaches of visual and film studies, which
allow us to analyze the stories, scenes, characters and dialogues that make up the film account.
Results
Among the results, it is worth highlighting that documentary film enables an emerging space to
socialize and visualize the experiences of migrants on their journey to the United States and their
passage through Mexico.
Conclusions
It is concluded that documentary film moves away from the discourses and media visions of the
hegemonic media, to offer other views of mobility and enhance the visibility of the denied, which
allows us to understand the causes that motivate Central American migration, which go further
beyond the simple assertion that is given in search of «the american dream».
Keywords: Documentary film, Forced displacement, Visuality, Violence, Migrant children.
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Introducción
Todos los días veo cruzar por estas aguas a los barqueros de la muerte,
a los comerciantes del dolor que llevan en sus canoas de tablas
y cámaras de llanta las almas de los migrantes
enfiladas puntualmente hacia el Tzompantli llamado México.
(Libro centroamericano de los muertos, Balam Rodrigo 2018).
La constante migración «irregular»
i
de centroamericanos, su paso por México hacia los
Estados Unidos, considerado para algunos como la «tierra prometida», se ha convertido en una
problemática de relevancia internacional desde hace más de tres décadas. Las migraciones
transnacionales, principalmente de El Salvador, Guatemala y Honduras
ii
, son motivadas por
diversas causas que van más allá del «sueño americano», pues muchos hombres, mujeres,
jóvenes, niñas y niños se han visto obligados y forzados a dejar su lugar de origen debido a las
secuelas de las guerras civiles, a las crisis económicas, a la falta de oportunidades laborales, a la
creciente violencia y persecución política.
Muchas de las causas, trayectorias y experiencias de los migrantes han sido escritas y
documentadas, habilitando diferentes campos discursivos que van desde los críticos y objetivos,
hasta los más espectaculares (Debord 2012). Algunos discursos se vuelven hegemónicos por su
amplia mediatización y su reproducción en la doxa social, que inciden en la construcción
figurativa del sujeto migrante y la migración a partir del modo en que es reconocido y enunciado:
con características principalmente negativas como «viajeros incómodos, sucios, ilegales,
indocumentados y expulsados […] un sujeto que aparece, a primera vista, amorfo, sin
consistencia, sin ciudadanía o desciudadanizado, desplazado de su lugar de origen, excluido y sin
un horizonte de futuro» (García y Villafuerte 2014, 22). Así se crean y reproducen imaginarios
que, en palabras de Obscura (2011, 162), son «un conjunto de representaciones discursivo-
narrativo-figurativas que sirven de marco a nuestro razonamiento sobre la percepción de la
realidad», y que estimulan el discurso de odio y xenofobia contra los migrantes, contra la
comunidad latina y las minorías étnicas, como es enunciado constantemente por Donald Trump
iii
,
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al afirmar que los migrantes mexicanos y centroamericanos «traen drogas, traen crimen, son
violadores».
Los discursos mediáticos espectacularizan el sufrimiento, el dolor y el despojo que viven los
migrantes. Aparecen en las noticias, difundidos en la televisión, en la prensa y en las redes
digitales, deshumanizándolos, nombrándolos como seres vacíos, como los cuerpos que encarnan
el mal: terroristas, delincuentes, narcotraficantes y secuestradores; pero la criminalización de la
migración «es una respuesta a la verdad de los migrantes: no son criminales, no son terroristas,
pero los países del norte [responden] con detenciones, con deportaciones, con el reforzamiento de
fronteras, con mayor mero de policías y de estaciones migratorias» (García y Villafuerte 2014,
32-33). Estas medidas son ejecutadas como parte de las políticas migratorias, de las estrategias de
seguridad nacional
iv
, mediante la progresiva vigilancia y el control de las fronteras. La matriz de
esa forma de reconocer al migrante se da con la construcción discursiva que los Estados
enuncian, «una retórica oficial de conmiseración y victimización del sujeto migrante que permite
al Estado abrogarse la tutela de los derechos de éstos» (García 2011, 94), como sucede con los
Estados Unidos y México.
La persona migrante es tratada como una no-persona cuando llega sin documentos de
identidad a un país al que «no pertenece» quien, al cruzar la frontera «que se ha levantado como
recurso disciplinario que establece quién es ciudadano de una nación y quién debe ser
considerado como un extranjero» (Tejeda 2004, 83), se convierte en alguien indeseable, «en un
paria internacional, sin derechos y expuestos al poder de la autoridad de cualquier gobierno del
mundo» (Tejeda 2004, 83). Eso sucede en la frontera sur de México ––considerada como la
«tercera frontera» de los Estados Unidos–– donde se encuentra la más grande estación migratoria
de toda América Latina, «un centro de detención de migrantes donde son identificados para luego
ser deportados, devueltos ––según la jerga oficial–– a su país de origen» (García y Villafuerte
2014, 25).
Las fronteras, las demarcaciones nacionales, «siguen siendo un arma importante para impedir
la llegada de los intrusos» (Tejeda 2004, 86); por medio del despliegue del ejército y las policías,
quienes recurren a la «violencia legítima», como ha sucedido recientemente con el exilio de
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migrantes centroamericanos entre octubre 2018 y marzo de 2019 ––enunciado como «caravana
migrante» ––. Varios medios y periodistas independientes dieron seguimiento a las caravanas,
visibilizando los atropellos que sufrieron en las fronteras de Guatemala y en el sur de México
v
. El
hecho fue de tal magnitud, que los medios internacionales desplegaron un amplio campo
mediático que hizo posible la visibilización de la violencia ejercida por los policías. En
contraparte, difundieron la solidaridad que un sector de la sociedad mexicana expresó al apoyar a
los migrantes, acontecimiento que pocas veces se visualiza en los medios masivos de
comunicación, los cuales «promueven configuraciones de la realidad que tienden a definir los
saberes que condicionan la forma de comprender y actuar en un mundo cada vez más
homogeneizado» (Toro 2011, 109).
Paralelamente a estas visualidades y discursos sobre las migraciones, uno de los medios que
ha ampliado el campo informativo y comunicativo es el cine documental, el cual ha jugado un
papel preponderante en la construcción de otras narrativas e imágenes sobre dicha problemática.
En esa línea, recuperamos dos filmes documentales: ¿Cuál es el camino a casa? (Rebecca
Cammisa 2009) y Casa en tierra ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017), con el
objetivo de reflexionar qué se dice del fenómeno migratorio, cómo enuncian y presentan a los
migrantes, y qué causas abordan en el relato fílmico. Partimos de la hipótesis de que el cine es
capaz de hacer una grieta en el «régimen representacional» (Ossa 2013), en la forma de mirar a
los migrantes, de reconocer las razones que originan el constante tránsito de hombres, mujeres,
jóvenes, niñas y niños centroamericanos hacia los Estados Unidos. El artículo se sustenta en los
planteamientos de los estudios visuales y fílmicos. En un primer momento, esbozamos una
reflexión sobre el cine y la migración, luego realizamos un análisis de las películas mencionadas.
Las migraciones centroamericanas en el cine documental y de ficción (2006-2019)
Como señalan García y Villafuerte, «desde mediados de la década de l990, la migración
centroamericana con destino a Estados Unidos se convirten un fenómeno masivo y con ello
México se transformó en un país de tránsito» (2014, 261). Diversos académicos e instituciones
han focalizado su atención en la problemática, desde diferentes vertientes, como la política, la
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económica, la social, los derechos humanos, entre otras. En el campo de la comunicación y la
cinematográfica, las migraciones centroamericanas son un tema relativamente reciente. Entre el
2006 y el 2019 se han realizado alrededor de 17 documentales y 7 de ficción
vi
.
Un recuento de estos documentales es: Asalto al sueño (Uli Stelzner 2006), La frontera
infinita (Juan Manuel Sepúlveda 2007), El coyote (Chema Rodríguez 2008), Los que se quedan
(Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman 2008), Vida loca (2009 Christian Poveda), María en
Tierra de Nadie (Marcela Zamora 2010), Los invisibles (Gael García y Marc Silver 2010), La
bestia (Pedro Ultreras 2010), Ausentes (Tomás Guevara 2011), ¿Cuál es el camino a casa?
(Rebecca Cammisa 2009), El espejo roto (Marcela Zamora 2013), Llévate mis amores (Arturo
González Villaseñor 2015), Pasos ciegos (Ana Guadarrama y María Inés Roque 2015), La cocina
de las patronas (Javier García 2017), Casa en tierra ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval
2017), Detrás del muro (Fernando González 2018) y Eternos indocumentados: Central American
Refugees in the U.S (Jennifer Cárcamo 2019).
Mientras que las películas de ficción son: Sin nombre (Cary Jogy 2009), La vida precoz y
breve de Sabina Rivas (Luis Mandoki 2012), ¿Quién es Dayani Cristal? (Gael García y Mark
Silver 2013), La jaula de oro (Diego Quemada-Diez 2014), Ambiguity: Crónica de un sueño
Americano (Grisel Wilson 2014), El sueño del inmigrante (Edwin Molina 2017) y El sueño
americano (Alex Serlof 2017). Los filmes de ficción y los documentales han sido de producción
española, mexicana, guatemalteca y costarricense.
Estas producciones nos acercan a las causas que motivan la migración, «responden a
preocupaciones sociales como la pobreza, la falta de oportunidades para las nuevas generaciones
que surgieron después de la época convulsa de guerras civiles [en varios países de
Centroamérica]» (Alfaro-Córdoba 2008, 18). Temáticamente, por un lado, están aquellas que se
enfocan en la violencia, en la crisis económica y las secuelas de las guerrillas civiles (Vida loca,
María en Tierra de Nadie, Los invisibles, Casa en tierra ajena, Sin nombre, La vida precoz y
breve de Sabina Rivas). Por el otro, están aquellas que visibilizan la experiencia de vida de los
migrantes, quienes son víctimas de los atropellos y de la persecución por las autoridades
migratorias y las policías quienes, al actuar de manera negativa, reproducen las prácticas racistas
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y xenofóbicas que enuncian los Estados sobre la población en tránsito (Asalto al sueño, La bestia,
Ambiguity: Crónica de un sueño Americano, Eternos indocumentados).
Asimismo, hay filmes documentales y de ficción que exponen la solidaridad de distintos
actores que apoyan el recorrido de los migrantes, al brindarles alojamiento y alimentación en los
albergues y en las rutas que transitan sobre «la bestia» y en vías alternativas que han tomado para
evitar su detención y deportación (Llévate mis amores, La cocina de las patronas, Casa en tierra
ajena). También, se encuentran aquellos que se enfocan en la migración infantil y de mujeres,
grupos más propensos a sufrir todas las formas de la violencia durante el trayecto (El espejo roto,
La jaula de oro, Pasos ciegos, Detrás del muro).
Una de las características que comparten especialmente los documentales, es que realizan un
seguimiento de personajes: entran en la intimidad de los hombres, mujeres, jóvenes y niños en
tránsito, comparten la parte emotiva y desafiante de cada historia que, por supuesto, conecta con
la que viven cientos de migrantes. Los documentales nos acercan a otras formas de reconocer y
asimilar el fenómeno migratorio centroamericano «desde las circunstancias sociohistóricas en las
que se producen tales hechos» (Galiano 2008, 172), y se distancian de las narrativas presentadas
en los medios hegemónicos de comunicación.
Se ha planteado en varios estudios (Baudry 1974; Vázquez 2001; Benjamin 2003) que
mediante el lenguaje fílmico se pueden hacer discursos que presentan y recrean una visión
particular del mundo, un acontecimiento; construyen una política de lo visible, lo pronunciable,
lo reconocible, lo aceptable y lo recordable, que responde a la doxa hegemónica de un periodo
histórico y una coyuntura específica, y ello contribuye a la construcción de imaginarios sociales y
a la persistencia de estereotipos (Rosas 1996). Por otro lado, el cine también puede ser un
contrapeso, al proponer otras narrativas de reconocimiento que no responden a la hegemonía
discursiva, pues visibilizan aquello que queda al margen, que es silenciado, negado, rechazado,
oculto y que es enunciado con características que pretenden ser totalizantes al constituir
imaginarios que ponen en una situación excluyente e inferior a los sujetos, como sucede con la
persona migrante.
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Frente a ello, el cine documental, como también lo fomentan otros medios y actores, «busca
abrir horizontes discursivos de justicia simbólica para inmigrantes, refugiados políticos, víctimas
de diversas formas de violencia, y visibilizar su derecho a narrar y dar testimonio de la
experiencia traumática que constituye su minoridad» (Siskind 2013, 13), por medio del uso de la
voz y de «una mirada que indica una alternativa frente a la autoridad, la injusticia o la
desigualdad» (Dittus 2012, 37). En ese sentido, realizamos un análisis sobre las narrativas
fílmicas de las migraciones irregulares centroamericanas para distinguir las formas y los
elementos discursivos empleados, y que pueden mostrarnos otras formas de reconocer la
problemática pues, como señala Lienhard, «los documentales logran presentar […] unos
personajes cuya complejidad es bastante mayor que la de los personajes más o menos
esteriotipados que hasta ahora suelen poblar las películas de ficción sobre la problemática
migratoria» (2010, 44).
Marco teórico-metodológico
Como propuesta de análisis, recuperamos los planteamientos de la cultura visual y la teoría de
la imagen propuestos por Mitchell (2009), quien analiza el filme a partir de la yuxtaposición de la
imagen-texto y su vínculo con la situación política e histórica en la que se produce el filme. El
autor plantea que «la relación imagen-texto en el cine no es una simple cuestión técnica, sino que
funciona como la sede de un conflicto, un nexo donde los antagonismos políticos, institucionales
y sociales entran en juego en la materialidad de la representación» (2009, 85). La relación entre la
dimensión social y el contenido fílmico permite desbordar los márgenes de la filmación. Es decir,
no solo se analiza el fondo (diálogos, personajes, trama y contextos) y la forma (planos,
movimientos, cuadros, montaje y sonido), sino el correlato que mantiene con el contexto en el
que se produce. Mitchell considera la relación entre imagen-texto y realidad social como una
«forma de intervención sociopolítica».
Vinculamos la propuesta de Mitchell con la planteada por Cassetti y di Chio (1990) quienes,
para analizar un filme, consideran cuatro grandes componentes: 1) los componentes
cinematográficos, 2) la representación, 3) la narración y 4) la comunicación. Únicamente
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retomamos el análisis de la representación y la narración, pues nos permiten, por un lado,
reflexionar cómo se construye audiovisualmente un acontecimiento como la migración a partir de
los personajes, los testimonios, los escenarios, tiempos y afectos puestos en escena; y, por el otro,
analizar cuáles son las problemáticas e historias que nos presentan en la trama fílmica con la
relación entre imagen y diálogos. Para ello, se hizo una segmentación de las películas a partir de
temas para establecer el análisis entre imagen-texto, representación y narración.
Las dos películas que recuperamos son: ¿Cuál es el camino a casa? (Rebecca Cammisa 2009)
y Casa en tierra ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017). La elección se hizo porque
plantean acercamientos distintos. La primera aborda el caso de las niñas, los niños y jóvenes
migrantes que realizan su viaje en «la bestia» y relatan los desafíos que enfrentan a su paso por
México y las causas que los llevan a abandonar su hogar. La segunda expone el desplazamiento
forzado que sufren hombres y mujeres de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala; las
experiencias de aquellos que deciden quedarse en su país tratando de sobrevivir y de construir un
espacio digno de vida. Ofrece una mirada amplia para comprender que la migración
centroamericana no es una cuestión voluntaria, sino que tiene profundas implicaciones
sociohistóricas y políticas que fuerzan el desplazamiento de cientos de familias.
El desplazamiento de centroamericanos
Casa en tierra ajena
vii
(2017)
Uno de los filmes que hace un recuento de las causas de la migración centroamericana es el
documental Casa en tierra Ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017). Es una
producción de las universidades públicas de Costa Rica, basado en el libro No más muros.
Exclusión y migración forzada en Centroamérica (2015), de Carlos Sandoval García. El filme
contextualiza las crisis políticas, sociales y económicas que han motivado la migración en los
países de Honduras, El Salvador y Guatemala. El relato fílmico se divide en tres grandes campos:
en el primero se presentan algunas problemáticas que nos permiten comprender las razones de la
migración; en el segundo, se expone la vulnerabilidad, las violencias y los peligros que enfrentan
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los migrantes durante su trayecto, narrado a partir de la experiencia y, en el tercero, se presenta el
trabajo de las casas del migrante.
a) Causas de la migración
El documental inicia con un dato alarmante: en Centroamérica ha migrado entre el 10 y el
12% de la población. En la primera escena aparece una mujer sentada frente a un espejo, guarda
unas pastillas anticonceptivas en su pantalón, viste ropa masculina para ocultar su cuerpo. Sale de
la casa y se encamina en compañía de otros viajeros que llevan una mochila. En voz en off uno de
los migrantes dice: «yo nunca pensé que iba a ser uno de los que caminaría sufriendo, y aquí
voy» (01:32). La recreación del caminar se convierte en un recurso empleado en varios
momentos del filme.
El primer escenario abre con la masacre de la comunidad Ixcán, Guatemala, realizado por el
Estado Guatemalteco durante la guerra civil. Con un movimiento lento de cámara en plano
general nos muestra un letrero que dice «Bienvenidos a la aldea Cuarto pueblo», un poblado
indígena. Se insertan imágenes de la cotidianidad de la comunidad. Mientras la secuencia
continúa, aparece un señor quien rememora un hecho que marcó al pueblo: «los petroleros del 77
intentaron entrar sin el permiso de la comunidad […]. Nosotros nos organizamos, miles de
personas y dijimos: aquí a los petroleros no se les da la oportunidad de entrar. Entonces vino la
primera masacre […]. Saco mi mamá, mis hermanos y esposa y nos fuimos, sin saber a dónde
vamos» (03:10).
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Figura 1 Representación de la represión militar. Figura 2. Víctimas de la masacre en Guatemala.
Fuente: Casa en Tierra Ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017).
El mismo señor, cuyo nombre no se revela, cuenta cómo el ejercito llegó y destruyó la
comunidad. Mientras lo escuchamos, una secuencia de pinturas al interior de una iglesia y los
cuerpos de las personas asesinadas refuerzan el relato (Figura 1). Dichas imágenes y el interior de
la iglesia, se constituyen como un lugar de memoria: «cuando fue la masacre del 82, 14 de marzo,
ya toda la gente se fue, ancianos, niños, se fueron buscando a donde quedarse […] desde el 83
hasta el 96 comenzamos a salir» (04:53). Varias cruces se hallan pintadas en un muro. «Aquí
vemos el nombre de los mártires, todos ellos son los mismos huesos, polvos de ellos. Aquí está
mi pobre padre, mis hermanos, que fueron masacrados» (05:46). La cámara enfoca las manos del
señor, quien toma unos huesos guardados en la parte alta de la pared: «quienes hicieron esto
deben reconocer el crimen, no sólo los daños materiales sino la reparación social, y esa
reparación el Estado no la ha hecho» (06:24). Posteriormente se presente una secuencia de
imágenes de archivo de la masacre cometida contra el pueblo: las casas destruidas, los cuerpos
tirados en el asfalto y el rostro desencajado de los sobrevivientes (Figura 2).
En una escena posterior se escucha en voz en off a monseñor Oscar Arnulfo Romero
viii
, con
fecha 23 de marzo de 1980, en El Salvador. Las palabras que pronunció en contra de la represión
culminaron con su asesinato: «en nombre del señor y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos
lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos le suplico, les ruego, les ordeno en
nombre de Dios que cese la represión» (07:56). La secuencia nos lleva al Monumento a la
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memoria y la verdad, donde están escritas los nombres de las víctimas de la guerrilla en El
Salvador. Omar Serrano, uno de los estudiosos de la guerra, menciona frente a la cámara: «desde
los 70 comenzó a profundizarse las causas de la guerra, pero la historia dice que fue con el
asesinato de monseñor Romero que se desató la guerra […] mataron a la voz que era de la gente,
entonces muchísima gente se fue a las montañas a luchar contra el régimen» (08:33).
Seguidamente aparece una nota que dice: Estados Unidos destinó $1.4 billones anuales para
combatir los movimientos de izquierda en Centroamérica. Serrano, en el mismo lugar, menciona:
«durante esos 12 años de guerra en El Salvador murieron cerca de 70 mil salvadoreños y
salvadoreñas, la inmensa mayoría de ellos era población civil, no tenían nada que ver con la
guerra. Eso es razón para la migración porque aquí no se va el que quiere, sino es casi una
obligación irse para mejorar la vida» (08:48). Mediante la construcción narrativa de estos dos
sucesos, se deja constancia de que en gran medida la causa de las guerras civiles se deba la
intervención del gobierno de los Estados Unidos.
Otro tema en la narrativa, y que ha estimulado la migración, es el surgimiento de las pandillas
y la violencia que estas despliegan. El planteamiento continúa en El Salvador, donde la señora
María Luisa de Martínez habla de las condiciones que llevaron a las pandillas a formarse en los
barrios periféricos, conformados por niños y adolescentes: «las dos grandes pandillas que quedan
son el barrio M 18 y la Mara Salvatrucha. Su tema es el control territorial, el control de los
negocios, de las empresas, el agua, todo lo que entre en el barrio tiene que pagar la extorsión, y si
no les pagan, los matan» (12:00). El testimonio de Martínez se refuerza con el de don Máximo
Cruz, quien da constancia de la nula intervención de la policía para eliminar el problema: «allá
los policías nos dicen: no confíen en nosotros porque no estamos para prevenir nada, porque
nosotros estamos aquí ocho personas en este puesto, y allá hay 60 mareros más armados»
(13:10). Ambos personajes hablando frente a la cámara revelan, como menciona Mitchell (2009),
la imagen como acto y objeto de violencia, que en misma violenta a los espectadores, o que
«sufre» la violencia como objetivo del vandalismo.
Un tercer elemento es el despojo y la privatización del territorio como causa del
desplazamiento forzado. Se aborda el caso de la comunidad Bajo Aguán, en Honduras, lugar en
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el que, por decisión del Estado, se impulsó el proyecto de siembra de la palma africana,
provocando que cientos de campesinos abandonaran su tierra y buscaras alternativas en los
Estados Unidos, principal destino de migración. Uno de los campesinos, en un plano abierto,
menciona: «los campesinos y campesinas luchamos por la defensa del territorio que en el
gobierno de Rafael Leonardo Callejas aprobó con el decreto de Ley de modernización agrícola,
esto viene a permitir que los campesinos sean despojados de sus bienes […] a nosotros nos
impusieron el cultivo de la palma africana, eso perjudica mucho lo que es la fuente de agua, la
palma africana absorbe entre un 70 y 80% del agua, y algunas fuentes de agua han desaparecido»
(15:31).
En este primer bloque se expone la intervención de los Estados Unidos, la gestión de las
guerras civiles en los países centroamericanos que dejó miles de muertos y desaparecidos. Se
enfatiza en las políticas estatales y en la intervención de las transnacionales que provocan el
desplazamiento de las comunidades al ser despojadas de su territorio, al desaparecer y asesinar a
quienes se oponen a la destrucción del medio ambiente. Como menciona Yolanda Oquelí,
luchadora social contra la privatización del agua en Guatemala: “son estos gobiernos y las
multinacionales las que nos están robando la vida y la paz” (33:15).
b) Violencia y peligros durante el tránsito
El segundo campo temático aborda la violencia y los peligros que sufren los migrantes durante
el recorrido. En una de las primeras escenas, se presenta a un grupo de jóvenes reunidos en una
estación de autobuses en Honduras (Figura 3). Uno de ellos habla: «ahorita nos vamos de viaje a
tratar de cumplir la meta que uno se propone […] uno se expone a demasiadas cosas, a que lo
asalten, que lo secuestren y lo maten, pero el que no arriesga no gana» (34:37). La cámara, en
plano medio, enfoca el rostro de los otros hombres, se quedan callados, el silencio se configura
como un elemento narrativo cuando las imágenes del tránsito hablan por el migrante.
Mediante un salto espacio-temporal, el relato fílmico se sitúa en la casa del migrante en
Saltillo
ix
, Coahuila (Figura 4), y se hace una construcción espacial de lugar. El migrante Carlos
Enrique, frente a la cámara, comparte la agresión que sufrió por los grupos criminales poco antes
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de llegar a Saltillo: «venía en el tren y me asaltaron, me golpearon, era en la madrugada, casi
pasando las cinco de la mañana» (38:40). El hostigamiento no solo es ocasionado por los grupos
criminales sino, por testimonio de los migrantes, también por las autoridades del Instituto
Nacional de Migración (INM) quienes, no conformes con detenerlos, les arrebatan sus
pertenencias y los deportan. Algunos afectados comparten: «a muchos nos robaron nuestras
pertenencias, a me robaron el celular, algunos les regresaron a otros no» (40:04). En la misma
secuencia de las denuncias contra los agentes del INM, una joven guatemalteca dice: «los de
migración en México nos humillan, nos rechazan» (52:45).
Figura 3. Migrantes hondureños. Figura 4. Casa del migrante en Saltillo.
Fuente: Casa en Tierra ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017).
Los testimonios evidencian la violencia que sufren los migrantes quienes, para evadir las
detenciones de «la migra mexicana», como comúnmente le dicen, deciden recorrer otras vías para
no ser localizados. Recurren a la invisibilización y la individualización como estrategia de
tránsito, y también al caminar en colectivo, como ha sucedido con las caravanas migrantes entre
el 2018 y 2019. Se recurren a estas formas pues «los agentes fronterizos y el crimen organizado
descubren en el sujeto migrante una posibilidad para despojarlo de todo cuanto todavía posea»
(García y Villafuerte 2014, 26).
En otra escena, José Valdez, de La casa del migrante en Saltillo, hace un análisis del actuar del
INM: «antes el Instituto Nacional de Migración no repatriaba a tantos migrantes […] en mi
opinión muy personal, Estados Unidos inyectó mucho dinero al Instituto de tal modo que hoy
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tiene transporte, tiene más personal, para hubo una fuerte inversión de Estados Unidos y
presión política» (43:56). Esto se vincula con los retenes que se han instalado en las carreteras
para encontrar migrantes y ante la negativa de un gobierno que tiene absoluta responsabilidad al
no garantizar a los migrantes un documento para que continúen su camino libremente.
Actualmente, el control fronterizo se ha agudizado con la reciente creación de la Guardia
Nacional ––como parte de las estrategias de seguridad interior del gobierno en turno–– que
tendrá, entre sus actividades, la contención de los migrantes en la frontera sur de México. Eso ha
desencadenado una serie de cuestionamientos al gobierno mexicano pues, más que garantizar la
seguridad de quienes transitan, vulneran sus derechos. Esto se vincula con lo que señala, en una
escena, el padre Pedro Pantoja (Figura 5): «para el 2009 […] cuando le llevamos al ex presidente
Felipe Calderón el informe […] nos dijeron, a través de un representante: ¿9,700 secuestros? Es
muy poco para que el Estado pueda hacer algo por los migrantes, ¡tráiganme más!» (42:15). El
testimonio del padre es devastador «porque hace hincapié en la multiplicidad de actos delictivos
que se derivan de la captación y la coacción de migrantes y la imposibilidad de llegar a conocer
la magnitud del problema cuando éste ocurre en contextos de migración irregular» (Barahona
2018, 121), ocasionados por la delincuencia organizada y por la complicidad de un Estado
mexicano que no defiende la vida de las mujeres y los hombres que migran.
c) La solidaridad de las casas del migrante
La tercera parte del documental se enfoca en la solidaridad y el trabajo voluntario de las casas
del migrante. En este bloque se comparten los relatos de los padres Pedro Pantoja y Raúl Vera
(véase Figura 5 y Figura 6), ambos fundadores de las casas del migrante en Saltillo, quienes
frente a la cámara hablan de los retos de sostener un proyecto solidario y las condiciones en las
que llegan los migrantes. Una de las experiencias que inicia el bloque es la de la Casa Mambré
x
,
en Comitán, Chiapas. En esta se insertan imágenes del espacio: las camas, la cocina, la gente que
colabora. Don Artemio Velasco, uno de los que impulsó la casa, comparte: «esto se inició en el
2012, empezó a pensar qué podemos hacer para recibir a nuestros hermanos, viendo la necesidad
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de la migración. Entre siete personas […] de ese modo empezamos a armar las cabañas para que
la gente pueda descansar y comer y seguir su camino» (59:30).
Figura. 5. Padre Pedro Pantoja. Figura 6. Padre Raúl Vera.
Fuente: Casa en Tierra ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017).
En otra escena, en la casa del migrante «Frente Digna», Piedras Negras, Coahuila, fundada en
septiembre de 1994, se presenta la convivencia entre los migrantes: juegan un partido de
basquetbol y dominó; expresan su solidaridad y apoyo al servir la comida, al recoger los platos
para lavarlos y enjugarlos, encuentran en los albergues «un resguardo importante para el
migrante, éste es el único espacio en que la película da rienda suelta a la expresión del
sentimiento de la pérdida, [del despojo y del deseo de continuar]» (Barahona 2018, 122). Se
demuestra la calidez humana de los migrantes, quienes no están deshumanizados ni son los
«portadores del mal» (García y Villafuerte 2014).
El documental busca dejar constancia de la solidaridad humana que los migrantes descubren
en su paso por México, mediante el apoyo de las casas de los migrantes y de otros esfuerzos que
merecen puntal reconocimiento, como se comparten en los documentales Llévate mis amores
(Arturo González Villaseñor 2015) y La cocina de las patronas (Javier García 2017), en el que
mujeres de Veracruz, sin recibir apoyo de ninguna instancia de gobierno, han dedicado gran parte
de su tiempo y vida para cocinar y dar de comer a quienes viajan sobre «la bestia», gesto que
todavía nos lleva a creer, en tanto espectadores, que los humanos tenemos la capacidad de sentir
y actuar ante la necesidad de los demás.
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El dolor y, al mismo tiempo, la fuerza, son dos elementos narrativos que constituyen al sujeto
migrante quien, a pesar de verse forzado a dejar su lugar de origen y de sufrir las adversidades de
la migración, expresa una fortaleza que lo lleva a seguir caminando. En una escena, don Ricardo
Alonso, migrante de Honduras, comparte frente a la cámara: «tengo que hacerlo, por mi bien,
necesito comprar mi terreno, una mi casita y sobrevivir porque ya tengo 60 años, pero todavía
tengo la fortaleza de trabajar, tengo la fuerza para levantar un bulto de cemento, no me siento
débil, me siento potente todavía» (1:07:04). Ello se vincula con lo que señala Villafuerte «la
migración [es] el principal medio de vida para amplios sectores de la población centroamericana
que no encuentra opciones de empleo en su país» (2011, 186).
La última escena tiene fuerza simbólica, pues presenta un momento de reflexión colectiva de
los migrantes que, si bien han llegado solos, tienen un sentido de pertenencia y compañerismo.
Ellos se reúnen a fuera de la casa del migrante para tomarse una fotografía (Figura 7). Mientras
vemos esta secuencia, se escucha la voz en off del señor Artemio Velasco, de la Casa Mambré:
«verlos avanzar, ahí van y no se detienen, es admirable este pueblo que camina» (1:17:02). Su
reflexión nos lleva a pensar en la necesidad de que nunca nos falte la indignación para seguir
vibrando en conjunto, para hacer caer esos muros que nos dividen, que nos alejan.
Figura 7. Migrantes en la Casa del migrante Saltillo.
Fuente: Casa en tierra ajena (Ivannia Villalobos y Carlos Sandoval 2017).
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De este modo, Casa en tierra ajena se configura como un documental compuesto de distintas
voces y vivencias centroamericanas que tienen características comunes: el desplazamiento
forzado, la violencia, los peligros de migrar, la ayuda humanitaria y la fuerza para seguir
caminando. Es, pues, un filme que nos lleva a mirar donde comúnmente las cámaras mediáticas
no lo hacen: en el proceso humano del migrar.
Migración infantil centroamericana
¿Cuál es el camino a casa?
xi
(2009)
La migración infantil es uno de los tantos rostros del fenómeno migratorio. Entre el 2017 y
2018, de acuerdo con los datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF
2018), 286.290 migrantes fueron interceptados en la frontera sur de México, de los cuales 37.450
eran menores de edad que viajaban sin la compañía de un adulto. Los meros alarman, pues la
realidad supera cualquier estadística. Parte de las causas que llevan a los niños a migrar se
abordan en el documental ¿Cuál es el camino a casa? (Rebecca Cammisa 2009), un filme que, si
bien fue realizado hace 10 años, se encuentra vigente. El filme nos invita a conocer el viaje que
realizan cuatro niños Kevin, Fito, Yurico y Jairo–– quienes, al vivir en contextos de violencia y
marginación, buscan llegar a los Estados Unidos para alcanzar lo que expresan en voz propia:
«una mejor vida». Para el análisis dividimos el documental en dos partes generales: las causas y
los anhelos, y los desafíos del viaje.
a) Las causas y los anhelos
El filme inicia con una escena trágica: el cuerpo sin vida de un migrante flota en el río Bravo,
lugar que se significa como un sitio de muerte para muchos hombres, mujeres, niños y niñas que
buscan cruzar la frontera norte de México. Las imágenes del cuerpo sin vida se configuran como
metáfora del costo para transitar. Con el recurso del salto espacio-temporal, la siguiente escena se
sitúa al espectador en el río Suchiate, en la frontera sur de México. Dos niños aparecen en cuadro;
«la bestia» hace lo mismo, desde Tapachula hasta la frontera norte de México, y es un elemento y
personaje narrativo que se configura como un aliado de viaje o un enemigo latente que provoca la
muerte.
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Con el uso de planos generales y cerrados, nos presentan el rostro de los migrantes que cruzan
el río Suchiate y esperan la llegada del tren para viajar. En una de las primeras escenas aparecen
unos subtítulos a cuadro: «entre los miles que suben los trenes, casi 5% son niños que viajan
solos». Un mapa nos muestra la ruta del tren, de Piedras Negras hasta Tapachula, donde inicia el
recorrido en tierras mexicanas. Cuatro niños son los personajes principales quienes, a partir de
sus propias vivencias, nos llevan a conocer las realidades que han formado su pensamiento y
modo de comprender la vida, así como el fenómeno migratorio. Estos cuatro personajes, como
parte de ese contingente humano en movimiento, «permiten al espectador apreciar y entender la
constelación de experiencias físicas y emocionales que moldean la subjetividad del migrante a lo
largo del viaje» (Barahona 2018, 117).
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Figura 8. Yurico, joven de Tapachula, México. Figura 9. Fito, niño de Honduras.
Figuras 10. Jairo, niño de Tapachula, México. Figura 11. Kevin, niño de Honduras.
Fuente: ¿Cuál es el camino a casa? (Rebecca Cammisa 2009).
Kevin, un niño hondureño de 14 años, aparece caminando en las vías del tren (Figura 11), se
sienta sobre estas y en voz off platica: «todo lo que siempre he soñado es estar en Estados
Unidos. La mayoría de los niños de Honduras desde que crecen ya traen eso» (05:09). Esa idea se
vincula con las adversidades con las que crecen y se enfrentan los niños en su país, de las que
también habla su amigo Fito, niño hondureño de 13 años quien lo acompaña en el viaje (Figura
9). Lorenzo Hagerman, el fotógrafo, rompe la distancia que usualmente se establece entre el
sujeto de la cámara y a quien se observa, al interactuar y dialogar con los niños. El fotógrafo le
pregunta a Fito: «¿qué es lo que están buscando cuando vas a los Estados Unidos?» Fito
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responde: «crecer y buscar chamba» (07:45). El niño mira fijamente a la cámara, se queda
callado. La experiencia narrada por Fito devela que un síntoma de la migración se debe a la poca
oportunidad de trabajo en sus lugares de origen en donde, además, la educación escolar no es
accesible para todos.
En otra escena, Kevin aparece frente a la cámara y relata, con rostro desencantado, una de las
razones del porqué decidió abandonar su casa: «tengo un padrastro, él decía que yo no era hijo de
él, era cierto verdad, pero no me quería, entonces me vine» (11:40). El testimonio del menor
también revela la violencia intrafamiliar que viven, la cual no solo se expresa en el espacio
público con la formación de las pandillas, sino en la propia casa. Por ello, cuando al niño Fito le
preguntan si su mamá sabe que viaja a los Estados Unidos y él responde que no, demuestra lo que
Barahona señala, que los niños y jóvenes «abandonan su comunidad sin despedidas ni aparente
núcleo familiar que los disuada de emprender el viaje» (2018, 116).
La migración a causa de la violencia intrafamiliar y el abandono se expresa nuevamente al
escuchar la vida de Yurico y Jairo, a quienes Kevin y Fito llegan a conocer durante el viaje. Los
dos jóvenes viven en situación de calle, aun cuando no se diga explícitamente en el documental,
pues a partir de lo que cuentan se revela la vida adversa que les ha tocado experimentar. Jairo
(Figura 10), es un mexicano de 14 años que cuenta: «viví con mi mamá hasta mis 13 años, hasta
que la mataron por un dinero, después empecé a vivir solito. Mi amigo aquí, el perro, me dijo que
si quería ir a los Estados Unidos» (24:30). Después aparece Yurico, mexicano de 17 años (Figura
8), quien comparte: «yo viví quince años en la calle, yo fui drogadicto, empecé a decir: si mi vida
va a ser así mejor busco otra donde pueda salir de esto […] a me gustaría tener una familia
donde me puedan dar ese amor que nunca me dieron […] me voy a Estados Unidos y tal vez allá
me adopten» (25:15). La vida de Yurico y Jairo visibilizan las condiciones en las que se hayan
cientos de niños y jóvenes, cuyos datos exactos se desconocen y que, aun sabiendo los peligros
que conlleva el viaje, deciden asumir el riesgo con el único objetivo de buscar mejores
oportunidades de vida que «Centroamérica no les ofrece».
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b) Violencia y muerte: la “bestia” y los desafíos del viaje
Uno de los elementos narrativos del documental refiere a los saltos espacio-temporales para
dirigirnos a otros escenarios y volver a «la bestia», mientras los niños continúan el viaje. En una
de las escenas, en el Centro de Detención de Migrantes en Tapachula, varios niños se hallan
detenidos. Uno de ellos, José, salvadoreño de 10 años (Figura 12), aparece llorando. Había sido
abandonado por un «coyote»
xii
. Las autoridades muestran su mejor rostro, tal vez porque una
cámara los observa. Estas le dicen al niño que lo ayudarán a volver a su casa. Al interior del
centro, los menores son entrevistados para saber su nacionalidad antes de ser deportados. En una
escena consecutiva, Juan Carlos, niño guatemalteco de 13 años, aparece a cuadro (Figura 13).
Dos autoridades del cónsul de Guatemala le hacen una serie de preguntas para saber de dónde es.
Más adelante, se expone que Juan Carlos es deportado a Quetzaltenango, Guatemala. Aparece en
el camión junto con otros jóvenes. Varias madres esperan su arribo. Al llegar, las autoridades
hacen firmar un documento a la madre del niño, le mencionan que de volver a viajar y ser
deportado, será enviado a una casa hogar.
Figura 12. José, niño de El Salvador. Figura 13. Juan Carlos y su madre.
Fuente: ¿Cuál es el camino a casa? (Rebecca Cammisa 2009).
El fotógrafo, que se vuelve un personaje de la trama al interactuar con los niños, sigue el
regreso de Juan Carlos hasta su pueblo natal. Su caso se vincula con el de su hermano menor
quien, un mes antes, logró llegar a los Estados Unidos, pero no con la ayuda de un «coyote». En
el relato se deja constancia del peligro de cruzar sobre «la bestia», caminar en el desierto que es
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una de las vías para llegar «a la tierra prometida». El relato de los peligros es reforzado con el
testimonio de un policía estadounidense quien, frente a cámara, menciona: «es muy triste
encontrar a niños dejados en manos de un coyote, hemos encontrado a niños que han sido
violados por sus propios coyotes y luego abandonados. Así los encontramos caminando en el
desierto» (21:00).
En otra escena, Jairo se lastima el pie. Un integrante del grupo Beta
xiii
demuestra una actitud
amable. El señor les dice a los niños: «queremos nosotros el grupo Beta, que ustedes vayan bien,
nunca confíen en los polleros porque los secuestran y luego piden dinero y más a ustedes que son
menores de edad» (26:55). Posteriormente, los jóvenes aparecen sobre «la bestia», Yurico explica
a Jairo porqué le dicen así: «le llaman la bestia porque si te quedas dormido, cuando no está
consciente uno, rueda para abajo y te caes, te agarran las llantas del tren […] por eso yo les digo:
¡nunca jueguen chavos!» (28:39). La «bestia» se encarna como un lugar de muerte pues, al más
mínimo descuido, puedes perder la vida o una parte del cuerpo, como sucedió con una mujer
quien, frente a cuadro, relata su tragedia en una cama de hospital. El peligro se reconoce en la
«cámara tambaleante sobre el techo del tren [que] produce un efecto del verdadero peligro de
caerse, sufrir amputaciones o la muerte» (Barahona 2018, 199).
El tren se detiene en Coatzacoalcos, es de noche. Los migrantes bajan para buscar dónde
dormir. Memo Ramírez, uno de los colaboradores de la casa, invita a los migrantes a comer y les
dice: «México es el paso de la muerte para ustedes. El tren puede ser tu mejor amigo porque te va
a ayudar a viajar, pero puede ser tu peor enemigo, te puede matar. Estados Unidos no es el paso
de la muerte, Estados Unidos es la muerte misma» (32:02). Sus palabras causan efecto en los
migrantes, quienes escuchan atentos. La escena es rápida «reafirma el carácter transitorio de ese
refugio emocional y físico en la experiencia de los [migrantes]» (Barahona 2018, 122).
En el mismo refugio, el fotógrafo conoce a dos niños de nueve años, Freddy y Olga, ambos
hondureños que viajan solos. Este les pregunta cuánto tiempo tiene que salieron de su casa, los
menores responden 20 días. La pequeña menciona frente a la cámara y rompe en llanto: «tiene
tres años que no veo a mi mamá, y yo quiero estar con ella» (37:00). Las palabras de la niña
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también demuestran que una de las causas de la migración infantil está relacionada con la
intención de encontrarse con algún familiar, principalmente con los padres.
Mediante un salto espacio-temporal, el relato se sitúa en Tehuacán, México, donde el cuerpo
del niño Eloy llega extraditado de Estados Unidos. En la escena se ve a la madre del difunto: el
cuerpo de su hijo fue localizado en el desierto de Arizona un mes después de haberse ido de casa.
Su padre menciona, frente a la tumba en donde se encuentra reunida la familia: «deseamos con
todo nuestro corazón haber evitado esta tragedia» (42:30). La misma suerte corrió su primo
Rosario, joven de 16 años, con quien había emprendido el viaje. Su cuerpo fue hallado y
extraditado seis meses después de haber sido localizado. Las fotografías de Rosario aparecen
colocadas en un altar de la casa. En una escena consecutiva, un representante del consulado de
México en Arizona hace una llamada a la señora Cecilia, la madre de Rosario: le notifica que los
estudios de ADN realizados confirman que el cuerpo hallado es su hijo. El chofer, encargado de
llevar los cuerpos, externa su sentir: «diario hay un cuerpo que repatriar, diario, mi sentimiento es
tristeza, es dolor, es algo que se va quedando aquí dentro como una bomba» (51:50). La escena
nos habla de un espacio que, si bien no es explícito en imágenes, es un lugar también de muerte:
el desierto, en donde cientos de migrantes han fallecido en su intento por llegar a los Estados
Unidos y muchos más que se perdieron y que nadie sabe en dónde están.
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Figura 14. Niños durmiendo sobre la bestia.
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Los niños y jóvenes vuelven a aparecer a cuadro: levantan los brazos, simulando volar,
mientras la «bestia» continúa su recorrido. Encuentran ese momento para divertirse y olvidar las
durezas del camino recorrido. Se quedan dormidos, arrullados por el movimiento zigzagueante
del tren (Figura 14), pero ese instante se diluye en la siguiente escena. La cámara sigue las vías
del tren en una secuencia rápida. Los menores llegan a la estación Lechería, narran que dos
migrantes murieron al golpearse en los túneles, y que sufrieron robo de sus pertenencias por
policías que subieron a las góndolas. Unos subtítulos aparecen: «los niños y el equipo de
filmación se pusieron de acuerdo para reunirse en la próxima estación, Irapuato. Los niños nunca
llegaron» (59:30). Se hace otro salto temporal hasta la Casa de la caridad cristiana, en San Luis
Potosí. El director del filme pregunta a los migrantes por los niños, uno de ellos responde: «ellos
se treparon en lechería y dijeron que iban para Irapuato, y ya no los volvimos a ver» (1:00:05).
Más adelante se revela que Fito y Yurico son encontrados en Irapuato, habían abandonado su
camino, migración los encontró y trasladó a sus lugares de origen. El equipo de filmación sigue el
recorrido de Fito hacia Honduras. Kevin es localizado en un albergue en Estados Unidos, y queda
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detenido en Houston durante dos meses. Después es deportado y recibido en el Aeropuerto
internacional de Honduras. Lupe, su mamá, aparece en el camión, regresan juntos. Fito aparece
en casa de Kevin, se reencuentran. Sin embargo, nueve meses después Kevin y Fito viajan
nuevamente. Fito es detenido en México y deportado. Kevin es atrapado en la frontera de los
Estados Unidos y transferido a un albergue en Washington. Por su parte, Jairo regresa a Chiapas
a trabajar como aprendiz de mecánica y Yurico vuelve a Tapachula. Una de las cosas trágicas que
se revela es que Olga y Freddy, los dos niños de nueve años que viajaban sin compañía,
desaparecieron, nadie sabe dónde están. Ninguno de ellos logró realizar «el sueño americano».
¿Cuál es el camino a casa? es una metáfora de un viaje donde no existen los retornos, pues los
niños y jóvenes que migran dejan de ser quienes eran después de su intento por llegar a los
Estados Unidos. Aun cuando no alcancen a llegar a su destino, nunca más vuelven a ser los
mismos después de experimentar un proceso de subjetivación
xiv
cargado de dolor, de sufrimiento,
de injusticia e indignación que no distingue edades. El viaje es significado como un recorrido
lleno de pérdidas ––sueños, deseos, anhelos y esperanzas––, pero también de encuentros con
hombres y mujeres que huyen buscando mejores condiciones de vida, con quienes se acompañan
y construyen los lazos de cuidado que dura lo que la trayectoria: hasta donde la migración y los
grupos criminales los encuentren o donde la muerte los alcance.
La migración infantil es tan solo uno de los rostros del fenómeno migratorio que se visibiliza
en pocos espacios mediáticos. Es por ello que el documental ¿Cuál es el camino a casa? se
constituye como uno de los trabajos audiovisuales más importantes al dar cuenta de esta
problemática y al acercarnos a una realidad desconocida por muchos. También se presenta como
un documental que aporta a la construcción de otras memorias y narrativas que expresan los
niños y jóvenes que migran, mostrando una mirada crítica «sensible y útil en el análisis de las
causas y consecuencias de la migración forzada en el marco de una crisis global de grandes
desplazamientos migratorios» (Barahona 2018, 126).
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Conclusiones
A partir de lo reflexionado, podemos aseverar que el cine documental se habilita como un
espacio emergente de enunciación que tiene la capacidad de mostrarnos los distintos rostros de
las migraciones centroamericanas. También ofrece otras miradas de la movilidad, que potencian
la visibilidad de lo negado. Esa visibilidad se hace presente en la forma de construir el relato
fílmico sobre la migración, a partir de sus diferentes rostros: el tránsito seguro y violento, la
solidaridad de la sociedad hacia los migrantes, el racismo, la discriminación y el rechazo que
sufren durante el trayecto. Nos presentan, a partir de los testimonios, el riesgo, el peligro y la
muerte. El dispositivo cinematográfico se configura «como un recurso para hablar de las historias
de los invisibles» (Ossa 2013, 18); se establece como un espacio colectivo de (re)presentación, en
el que las vivencias y experiencias logran ser vistas y escuchadas.
Los dos documentales expuestos son una muestra de ello. ¿Cuál es el camino a casa?
(Rebecca Cammisa 2009) nos presentan varias de las causas que llevan a los niños y las niñas a
migrar: la violencia familiar, la crisis económica, la falta de oportunidades de educación y de una
vida digna. Los testimonios nos revelan que llegar a la «tierra prometida» se trae desde pequeños,
pues hay una ideal de que en aquella tierra las condiciones de vida serán mejores, o que al menos
encontrarán las posibilidades para poder sobrevivir. Casa en tierra ajena (Ivannia Villalobos y
Carlos Sandoval 2017) profundiza en las causas estructurales que han motivado la migración de
miles de centroamericanos: la intervención de los Estados Unidos para crear conflictos y
guerrillas, el despojo de las transnacionales apoyadas de las políticas estatales que privatizan los
territorios, la creciente violencia institucional y de las pandillas que controlan y disputan los
espacios hasta provocar la muerte y otras causas que permiten comprender de fondo las razones
del desplazamiento, que van más allá de la simple aseveración que se van en búsqueda «del sueño
americano».
Ambos documentales nos muestran a hombres, mujeres, niños y niñas que sufren en cuerpo
los desafíos del migrar, pero aún con las marcas que provocan en su ser, mantienen las
esperanzas de que la vida puede mejorar. No son malos, no son asesinos, no son los responsables
de la violencia ni de las crisis económicas. Al contrario, son los más vulnerables y olvidados por
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los Estados que, para contenerlos, crean políticas de «tolerancia cero» que los criminalizan y los
retienen en jaulas, como ha sido denunciado en algunos medios
xv
.
Frente a ello, hay un sentido político del cine documental que aborda el fenómeno migratorio:
«abrir camino para producir las imágenes y, de esta manera, levantar la voz» (Alfaro-Córdoba
2008, 22), y con ello aproximar la visualidad que cada uno habitamos, también excluyente. La
migración irregular de centroamericanos no debería de ser una problemática solo de interés
estatal, sino también de la sociedad pues, en la medida en que nos acerquemos a otras
visualidades y narrativas objetivas, podremos enunciar un discurso que no denote el odio, el
racismo y el rechazo que nos hacen indiferentes, sin la capacidad de sentir y actuar ante el dolor
de los demás. Es necesario romper esos muros hegemónicos de lo visible, de los discursos
mediáticos que enmarcan los modos de reconocer el fenómeno migratorio y que no expresan las
causas que llevan a cientos de hombres y mujeres a dejar sus lugares de origen y a sus familias.
El cine documental habilita un espacio para acercarnos a esas otras realidades: potenciar la
visibilidad de lo negado.
Ello se vincula con las caravanas migrantes ––la migración caribeña y africana–– que han
irrumpido como un acontecimiento inédito en la historia de las migraciones centroamericanas:
producen un nuevo acontecimiento visual en el que resulta difícil individualizar al migrante, pues
se constituye en un actor colectivo que alude a un nuevo agenciamiento político que colectiviza la
«fuga» como una estrategia de protección y como una nueva forma de migrar. Las caravanas
rompen con los regímenes visuales que los medios de comunicación nos habían ofrecido.
Estamos seguros de que serán parte de las próximas filmaciones pues, como afirma Mitchell,
«aunque posiblemente no podamos cambiar el mundo, podemos continuar describiéndolo
críticamente […]. En un momento de malas representaciones a escala global, de mala
información […] puede que eso constituya el equivalente moral de la intervención» (2009, 365).
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discurso-de-odio-en-contra-de-los-migrantes/
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cifra registrada en 2018». Univisión, 01 de julio.
https://www.univision.com/noticias/inmigracion/flujo-migratorio-de-2019-en-mexico-rompe-
record-y-supera-en-mas-de-200-la-cifra-registrada-en-2018
Notas
i
Se considera como irregular, en el proceso migratorio, a las personas que no cuentan con la autorización para
trabajar y/o residir “legalmente” en el territorio donde deciden llegar, debido a las políticas y las leyes rígidas de los
Estados, las cuales impiden el libre tránsito y la movilidad humana. «En principio, es incorrecto hablar de
“migrantes irregulares”, pues ninguna persona es “irregular”, dado que todas tienen dignidad y derechos humanos
que deben ser respetados» (Castles 2010, 52). No obstante, hablamos de “irregular” para centrarnos en las
experiencias de vida de aquellos hombres y mujeres que transitan en esta condición, que es una de las caras del
fenómeno migratorio a nivel mundial.
ii
De acuerdo con los datos de la Unidad Política Migratoria en México, hasta el 2017, se identificó que más del 85%
de los extranjeros presentados ante la autoridad migratoria provenía de Guatemala, Honduras y El Salvador, con un
total de 88,741 personas entre los tres países (Véase Comisión Nacional de Derechos Humanos 2018). Sin embargo,
tan sólo en el 2019, el Instituto Nacional de Migración había registrado un aproximado de 460,000 migrantes
centroamericanos, africanos y caribeños que habían pasado por México, lo cual representa un aumento del 200% de
la migración registrada en el 2017 y 2018 (Véase Univisión 2019).
iii
Algunos ejemplos del discurso de odio contra los migrantes enunciado por Donald Trump, pueden verse y
escucharse en las siguientes páginas: https://videos.telesurtv.net/video/786688/eeuu-trump-intensifica-discurso-de-
odio-en-contra-de-los-migrantes/; y en https://www.youtube.com/watch?v=TudeeKQdySY. El actual mandatario de
los Estados Unidos se ha caracterizado por construir y expresar el peor rostro del migrante mexicano y
centroamericano. Este discurso estimula la reacción negativa de los supremacistas blancos y el ataque violento contra
la comunidad latina. Tal como sucedió el 03 de agosto de 2019 cuando se dio la masacre de 22 hombres y mujeres,
en un Walmart ubicado en el Paso, Texas. Dicho acontecimiento violento fue señalado como «el ataque terrorista
contra latinos» más grande del presente siglo.
iv
Algunas de las Políticas de seguridad nacional y control fronterizo son: la Iniciativa Mérida y la cooperación con
los gobiernos centroamericanos; El Proyecto Mesoamérica; El Grupo de Alto Nivel para la Seguridad México-
Guatemala (GANSEG); y El Grupo de Alto Nivel para la Seguridad Fronteriza México-Belice (GANSEF), y los
componentes securitarios de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, también conocido como Plan Sur,
creado para contener la migración en los países del Triángulo Norte: Guatemala, Honduras y El Salvador (véase
Villafuerte 2018).
v
Véase el fotoreportaje realizado por Héctor Guerrero publicado en el diario “El País”.
https://elpais.com/elpais/2018/10/19/album/1539978538_968179.html#foto_gal_2
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vi
Cabe señalar que el fenómeno migratorio ha estado presente en casi toda la historia del cine en xico. Destacan
las películas que se enfocaron en la migración de la población rural hacia las ciudades, en la década de los cincuenta;
también aquellas que se centraron en el tránsito del mexicano hacia los Estados Unidos, presentados como los
“ilegales”, los que se van de mojados”. Destacan también las películas que se enfocan en la vida del mexicano en
“la tierra prometida”. Algunas de las películas son: Espaldas mojadas (Alejandro Galindo 1953), El jardín del Edén
(María Novaro 1994), ¿Quién diablos es Juliette? (Carlos Marcovich 1997), 7 soles (Pedro Ultreras 2008), El viaje
de Teo (Walter Doehner 2008), Al otro lado (Gustavo Loza 2004), Los bastardos (Amat Escalante 2009), Norteado
(Rigoberto Pérezcano 2010), por mencionar algunas. Están, además, los filmes de ficción que abordan sobre la
guerrilla y la vida en las fronteras como son: Voces inocentes (Luis Mandoki 2004). La frontera infinita (Juan
Manuel Sepúlveda 2007), El camino (Ishtar Yasin 2007), y Sin nombre (Cari Joi Fukunaga 2009).
vii
Documental disponible en :https://www.youtube.com/watch?v=AkrZIumTRjI&t=2394s
viii
Arnulfo Romero fue un cura salvadoreño, quien se manifestó en contra de la guerra civil y la dictadura en El
Salvador, hecho que lo llevó a ser asesinado. Véase: http://www.romeroes.com/
ix
La casa del migrante en Saltillo le ha tocado un escenario de violencia y miedo en el norte del país: la masacre de
los 72 migrantes en el 2010, la masacre en Tamaulipas donde encontraron 193 cadáveres, y en el 2012, en Cadereita,
los 49 torsos encontrados. Todos ocasionados por los grupos criminales.
x
Véase el directorio de los albergues para migrantes que van desde el sureste de México hasta la frontera norte.
Disponible en: http://segobver.gob.mx/migrantes/docs/directorio-albergue.pdf
xi
Documental disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=kviJ2figeCA
xii
Término popular que alude a una persona a quien se le paga para que transportar a escondidas a migrantes que
tienen el interés de cruzar las fronteras en el sur de México y llegar hacia los Estados Unidos, pues conoce las rutas y
los posibles contactos para sortear el control migratorio.
xiii
Es un grupo del Instituto Nacional de Migración, formalizado en 1990, dedicados a la protección y defensa de los
derechos humanos de los migrantes (Véase https://www.gob.mx/inm/acciones-y-programas/grupos-beta-de-
proteccion-a-migrantes)
xiv
Al hablar de proceso de subjetivación me refiero a la experiencia vivida en el ser y cuerpo de los sujetos, mediante
la interacción social establecida en y con otros. Esa vivencia, a travesada por elementos culturales y políticos
constituyen una subjetividad. En este término, la trayectoria de los migrantes, desde que salen de su casa hasta el
punto en que son detenidos o, en el mejor de los casos, que logran llegar a su objetivo, forma una subjetividad de la
experiencia migrante, del camino, del sufrimiento, del dolor, de la esperanza, del anhelo, una constitución del
(Véase Foucault, 1999).
xv
Entre los meses de junio y julio circularon en algunos diarios digitales, imágenes que denunciaban la manera
inhumana en que los menores migrantes eran detenidos y encarcelados, en su intento por llegar a los Estados Unidos.
Las imágenes fueron rápidamente difundidas, tanto que Donal Trump intentó desmentir la noticia, las fotografías y
videos que ya circulaban (véase La Vanguardia 2019).