E-ISSN: 1659-2859
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Representaciones discursivas de lo indígena en Costa Rica: un análisis a través de la
red social Facebook
Discursive Representations of the Indigenous Peoples in Costa Rica: An Analysis
Through the Social Network Facebook
DOI 10.15517/rr.v99i2.39040
Guillermo González Campos
1
1
Sede del Atlántico, Universidad de Costa Rica, Costa Rica, gonzalezcampos@gmail.com
ORCID https://orcid.org/0000-0001-8066-7769
Fecha de recepción: 15 de setiembre del 2019 Fecha de aceptación: 27 de mayo del 2020
Resumen
Introducción
Este artículo lleva a cabo una discusión crítica de los principales núcleos temáticos que
gobiernan la producción del sentido en mensajes generados por la población costarricense no
indígena en la red social Facebook con respecto a los pueblos indígenas del país.
Objetivo
El objetivo es identificar y analizar los discursos dominantes que, en la actualidad, gobiernan
lo dicho sobre la población indígena en Costa Rica.
Método
Para tal efecto, y por medio de las técnicas propias de Corpus-assisted discourse studies, se
recopilaron y analizaron comentarios hechos por personas a noticias que tratan asuntos
indígenas.
Resultados
El análisis revela que el discurso sobre lo indígena en Costa Rica está determinado por cuatro
núcleos de generación del sentido que se consideran perjudiciales para la representación
social de este tipo de poblaciones.
Conclusión
Puede concluirse que, en efecto, hay una integración a nivel del discurso de lo indígena dentro
del imaginario de identidad costarricense. Pero esta imagen de lo indígena es la asimilación
de un discurso creado desde la alteridad y, por lo tanto, guarda las herencias simbólicas de la
ideología colonizadora que la creó.
Palabras clave: Pueblos originarios, Identidad nacional, Medios sociales, Ideología,
Análisis del discurso.
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Abstract
Introduction
This article critically discusses the main thematic cores in the discourses generated on
Facebook by non-indigenous Costa Ricans about indigenous communities.
Objective
The objective is to identify and analyze the dominant discourses about this population in
Costa Rica.
Method
To this purpose and using the Corpus-assisted discourse techniques, comments made by non-
indigenous individuals to Facebook news about indigenous issues were collected and
analyzed.
Results
The analysis shows that the discourse about indigenous issues in Costa Rica is influenced by
four cores of speaker intentionality that are considered prejudicial to the social representation
of indigenous population.
Conclusion
It can be concluded that, in fact, there is an integration of indigenous culture at a discourse
level within the imaginary of Costa Rican identity; however, this image is the assimilation of
a discourse built from otherness. Therefore, it keeps the symbolic inheritance from the
colonization ideology that created it.
Keywords: Native peoples, National identity, Social media, Ideology, Discourse analysis.
Introducción
En las últimas tres décadas, en los medios académicos costarricenses, ha habido un amplio
consenso en sostener que el discurso hegemónico sobre la identidad nacional se ha fundado
sobre un modelo ideológico, cuya principal presunción es creer que el país está conformado
esencialmente por gente «blanc
1
. Se trata, en concreto, de un discurso racista defensor de
una supuesta identidad basada en rasgos biológicos y culturales de ascendencia europea. Al
partir de dicho supuesto, este discurso ha excluido del imaginario nacional cualquier
representación que no concuerde de forma explícita con esta idea. Esto ha provocado la
1
La bibliografía al respecto es inmensa y abarca diversas disciplinas de las Ciencias Sociales y las Letras
costarricenses. Escapa a las pretensiones de este trabajo ofrecer un recuento exhaustivo de esta. Sin embargo,
no pueden dejar de citarse algunas obras que resultan paradigmáticas dentro de dicho conjunto bibliográfico. A
nivel literario, la discusión arranca con las obras de Ovares, Santander y Carballo (1993) y Quesada Soto (1998).
Desde la filosofía, existe el acercamiento hecho por Giglioli (1996) y el amplio trabajo de Jiménez (2005). A
nivel histórico, fueron pioneras las investigaciones de Palmer (1996) y Acuña (2002). Para una revisión más
reciente de dicha cuestión, consúltense el trabajo de Pacheco Hernández (2013).
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marginación simbólica y material de diversas poblaciones, en particular los indígenas, los
afrocostarricenses y, en épocas más recientes, los migrantes de origen nicaragüense.
Bajo dicho marco interpretativo, queda claro que el elemento indígena, tema que aborda
este trabajo, fue suprimido completamente del discurso identitario nacional. Bien lo demostró
Soto Quirós (1998), quien, al estudiar las bases históricas de esta formulación enunciativa,
no deja de señalar que, a finales del siglo XIX, los intelectuales costarricenses desaparecieron
a los grupos indígenas por medio de la idea de que eran pocos, se encontraban en vías de
extinción y, por ende, no podían tener ningún tipo de conexión o papel en la construcción de
la nacionalidad.
Dicho proceso de exclusión, sin embargo, no deja de contrastar con lo ocurrido en otros
países latinoamericanos, donde las culturas indígenas (o al menos, una construcción artificial
o folclórica de estas) fueron incorporadas en la base discursiva de sus respectivas
nacionalidades.
2
Ello lo recuerda Martínez Hoyos (2018, 143), quien explica que «los
independentistas latinoamericanos buscaron, como referente histórico, el pasado
precolombino, como si el mundo de los criollos fuera heredero de los pueblos sometidos a
los conquistadores del siglo XVI». Si bien el caso paradigmático es México y su tradición de
fundamentar su nacionalidad simbólica en la cultura azteca, también pueden mencionarse
como ejemplos a otras naciones. Tal es el caso de Chile, que instrumentaliza el elemento
araucano como símbolo nacional, sobre todo por medio de la heroización del cacique
Lautaro; o, incluso Uruguay, país cuyos ciudadanos se denominan «charrúas», gentilicio
tomado directamente de la denominación de un conjunto de pueblos amerindios del Río de
la Plata, los cuales, contradictoriamente, fueron exterminados durante el siglo XIX.
2
Estas dos tendencias, integración o invisibilización de lo indígena en el discurso identitario, son dos de las
estrategias discursivas que David Díaz (2004, 33) establece como elementales en el proceso simbólico de
construcción de la nación en Latinoamérica. La tercera mencionada por este autor es el exterminio. En realidad,
este última no es de carácter discursivo, sino una política de estado derivada de las concepciones ideológicas
propaladas por medio del discurso, la cual no excluye, de ninguna manera, la presencia de las otras dos. En este
sentido, cabe destacar que, como explica Martínez Hoyos (2018), en no pocos casos, se cayó en contradicciones
flagrantes entre los hechos y el discurso. Por dar un ejemplo, por un lado, se idealizó completamente el pasado
incaico, pero, al mismo tiempo, se generó un desprecio y marginación de los actuales indígenas peruanos.
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No obstante, la invisibilización o negación de lo indígena como elemento identitario
nacional no es un proceso exento de contradicciones, como bien lo recuerda Camacho Nassar
(1998). Para este autor, los indígenas sí han sido incorporados ocasionalmente en los
discursos identitarios de Costa Rica, en procesos discursivos bastante similares a los
mencionados anteriormente para otros países latinoamericanos. Es decir, se cuentan como
integrantes de un pasado idealizado que da origen a determinados valores y actitudes típicas
de la población actual. En palabras suyas, los indígenas conforman, para el discurso
hegemónico nacional, una imagen ambivalente o paradójica:
aún negados, calificados de inexistentes, replegados en las peores tierras y en
las más abyectas condiciones de pobreza, enfermedad y exclusión social, los
indios de Costa Rica están presentes a lo largo y ancho del discurso de la
identidad nacional. Esta paradoja que por una parte postula que un grupo no
existe o existe tan escasamente que no es significativo y, por otra, deriva de este
grupo valores que supuestamente comparten millones de habitantes, por lo
demás blancos por definición más que por realidad, permite explicar el uso
perverso de la ideología por parte de los grupos dominantes y uno de los
sustentos aberrantes de una identidad nacional construida sobre la más absurda
de las fabulaciones. (Camacho Nassar 1998, 312).
Hay buenas razones para pensar que, en los últimos tiempos, este tipo de imágenes y
discursos se ha ido propagando de forma mayoritaria en la población costarricense de origen
no indígena. En efecto, han emergido, por ejemplo, figuras aborígenes que han sido
promovidas al estatus de «héroes nacionales». El caso pico por antonomasia es Pablo
Presbere quien, en las últimas décadas, se ha convertido en un personaje cuya construcción
discursiva reivindica su espíritu rebelde y «libertario» como una forma de proteger a los
pueblos indígenas y resistir el embate de la conquista española. Es una construcción que, por
otro lado, no deja de tener vicios evidentes de anacronismo. Presbere, en todo caso,
constituye un personaje muy complejo e interesante cuya construcción en el imaginario
actual debe abordarse en un futuro mediante una investigación exhaustiva y particular.
Otra situación que ilustra muy bien esta propagación de discursos sobre cierto origen
indígena de la identidad costarricense, son los intentos por «indigenizar» términos y
expresiones lingüísticas utilizadas por los habitantes del Valle Central. El ejemplo más
significativo es la propuesta del cantautor Dionisio Cabal (2008), quien propuso que el
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nombre mismo del país es de origen huetar, pues proviene de un supuesto «co-taque-rrique».
Esta propuesta, junto con otra del mismo autor (Cabal 2016) que sugería un mismo origen
huetar para la interjección «upe», tuvieron amplísima difusión y comentarios en redes
sociales, y debieron ser desmentidas recientemente por Quesada Pacheco (2017). En este
caso, lo relevante no es el desatino de la propuesta, sino entender cómo esta se corresponde
con una necesidad ideológica de buscar, en este caso específico mediante una falsa
etimología, un referente indígena para el pasado nacional.
En fin, parece claro que hoy día lo indígena no se encuentra tan excluido del discurso
identitario costarricense. La población hegemónica del país, de una u otra forma, ha ido
asumiendo ciertas concepciones sobre dichas poblaciones y las vienen interiorizando y
manifestando en diversos medios. Representaciones indígenas alternativas, por lo tanto, han
venido ganando terreno en la discursividad social costarricense.
Partiendo de dicha idea, en este trabajo se propuso realizar un acercamiento analítico de
estas manifestaciones con tal de entender mejor el papel que cumplen en el actual imaginario
nacional. En otras palabras, interesa aquí develar el conjunto de juicios y procesos discursivos
que manifiesta la población costarricense no indígena sobre dichos pueblos, en aras de
determinar cuáles son los discursos dominantes que gobiernan la producción de lo dicho a
este respecto.
Para lograr tal cometido, este trabajo presenta los resultados de una investigación de tipo
exploratorio, realizada durante los años 2015 y 2016 en la red social denominada Facebook.
El foco de dicha investigación fueron los comentarios hechos por personas a noticias que
tratan asuntos indígenas, y que fueron publicadas en las respectivas páginas de dichos
medios. Como se sabe, los periódicos suelen tener una página oficial de Facebook en la que
publican (o «postean», como suele decirse de forma coloquial) el enlace a noticias albergadas
en sus respectivas páginas de Internet. Una vez publicado el enlace, las personas pueden
hacer diversos comentarios a dicha notica. Estos comentarios fueron justamente el dato
primario que se recopiló para hacer un análisis que permitiera comprender el papel simbólico
que lo indígena cumple actualmente en el mundo identitario nacional y conocer así si este se
encuentra signado por la exclusión, como ha sido tradicionalmente asumido; o si, por el
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contrario, ahora juega algún otro papel dentro de la construcción simbólica de la identidad
nacional. Como se verá, los datos apuntan a una tendencia del segundo de los casos.
Algunas consideraciones teóricas y metodológicas
La investigación que sirvió de base para la redacción de este trabajo se enmarca en las
técnicas propias del Análisis del Discurso, el cual es entendido aquí como un ámbito de
estudio que aborda, desde diversas metodologías y teorías, un conjunto sistemático de
expresiones lingüísticas dichas por un grupo social, las cuales tienen un significado y
producen un efecto dentro de un determinado contexto social y cultural.
3
Dichos estudios son muy amplios, diversos y complejos. Aquí se tomará como punto de
partida la propuesta de Norman Fairclough (1992), quien ha dividido los diversos trabajos
hechos dentro del Análisis del Discurso en dos grandes tipos: los críticos y los empíricos (no
críticos). Para el caso particular de este trabajo, se ha asumido una posición crítica. Desde
esta perspectiva, el Análisis del Discurso asume como fin primordial el estudio del lenguaje
en tanto práctica social y, por ende, pretende poner de manifiesto la opacidad y el
encubrimiento de diversas relaciones de dominación. Dentro de dicha tendencia, se parte de
la idea de que las prácticas discursivas tienen efectos ideológicos; es decir, ayudan a producir
y reproducir los abusos de poder y la desigualdad que se da en los distintos grupos humanos.
4
Por tanto, la posición que se adoptará con respecto a los comentarios mencionados
anteriormente, no será de tipo descriptivo; antes bien, se propone abordarlos de forma
valorativa a fin de señalar prácticas discursivas inadecuadas o perniciosas.
Para la recopilación y el procesamiento de los datos, este trabajo utilizó las técnicas
propias de los Corpus-assisted discourse studies (CADS), los cuales estudian el discurso
utilizando las técnicas informáticas desarrolladas por la Lingüística de Corpus
5
. Esto implica
esencialmente recoger diversas muestras lingüísticas e integrarlas en un corpus electrónico a
3
Para más detalles sobre dicha disciplina, véase la entrada correspondiente a dicha expresión en el diccionario
elaborado Patrick Charaudeau y Dominique Maingueneau (2005).
4
Como introducción a la definición, la historia, los métodos y las disciplinas involucradas en el análisis del
discurso, los dos volúmenes editados por Van Dijk (2000a) y (2000b) son esenciales.
5
Aquellos que desconozcan los procesos propios de la Lingüística de Corpus, pueden consultar el libro de
Parodi (2010), que constituye una excelente introducción a dicha disciplina.
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fin de someterlas a algún tipo de análisis
6
. Esta cnica es especialmente productiva en el
trabajo con materiales procedentes de Internet y cuya digitalización ya ha sido hecha, pues
permite recopilar y manejar grandes cantidades de texto. Mancera y Pano (2014), de hecho,
han señalado que este tipo de técnica es altamente productiva para analizar diversas
propiedades de tipo lingüístico de elocuciones tomadas de redes sociales pues, debido a
diversos condicionantes situacionales, los usuarios de medios informáticos como Facebook
o Twitter tienden a utilizar una modalidad coloquial y espontánea pica de la inmediatez
comunicativa. A nivel del discurso, esto significa que dichas manifestaciones recogen a un
nivel primario las bases ideológicas fundamentales que animan la producción del discurso
con respecto a un determinado tema (en palabras burdas, puede decirse que la gente pone en
los comentarios «lo primero que se le viene a la cabez).
El corpus de la investigación estuvo conformado por 378 comentarios de noticias
publicadas en Facebook, en las páginas de tres medios de publicación diaria: La Nación, La
Prensa Libre y Diario Extra. Dicha selección obedeció a criterios de conveniencia personal
y accesibilidad. En todos los casos, se trató de comentarios hechos durante los años 2015 y
2016 a textos de periodismo informativo cuya temática giraba en torno a situaciones en la
que estuvieran implicados, de alguna forma, indígenas costarricenses. Todos los comentarios
fueron integrados en una base de datos electrónica para su posterior análisis.
Debido a que este trabajo no aborda ningún tipo de propiedad gramatical de la lengua, se
obvió utilizar algún proceso de marcaje estructural o anotación lingüística de los enunciados.
Simplemente, se utilizó como método básico la obtención de concordancias o palabras clave
en contexto (key word in context), así como colocaciones, las cuales permiten conocer la
coaparición de palabras en un mismo segmento textual y, por ende, entender qué elementos
se asocian mayoritariamente a una determinada noción. En nuestro caso particular, esto
permitió comprender qué palabras se asocian más frecuentemente a los indígenas en el corpus
recogido.
6
Para más detalles sobre las diferentes facetas de este tipo de metodología, véase el volumen compilado por
Baker y McEnery (2015).
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Dicho procedimiento permitió definir la representación discursiva de los indígenas en el
corpus seleccionado. Cabe hacer algunas aclaraciones preliminares con respecto a esta
noción, pues se trata de un concepto que no está exento de polémica. Como indica Matus
(2015), muchos suelen usarlo en sentido lato para expresar la manera por la cual un
determinado concepto es mostrado o expresado en un texto. Dicha manera de proceder no
parece la más adecuada desde un punto de vista cnico. Otros suelen asociarlo a la Teoría
de la Representaciones Sociales de Moscovici. Sin embargo, hay que tener presente que esta
teoría se refiere más bien a procesos de conciencia, ya que se enmarca en el quehacer propio
de la Psicología Social; es decir, la representación en esta teoría es de orden cognitivo, no
discursivo.
Para solucionar dichos problemas, Matus (2015) propone entender las representaciones
discursivas a partir de su dimensión material, es decir, a partir de los textos (ya sean orales o
escritos); y como una forma de acceder, por medio de la inferencia, a la construcción mental
hecha por el sujeto hablante. Así, de acuerdo con sus planteamientos, puede brindarse la
siguiente definición: «se postula que las representaciones discursivas son las expresiones
materiales (textuales) de las referencias (representaciones) que la conciencia de los
hablantes/oyentes elaboran sobre el/un mundo. Vistas de este modo, las representaciones
discursivas existen siempre en el texto, aunque den cuenta de una realidad ideal. Esa realidad
puede ser, como se ha visto, relativa al macro-nivel de la cultura o mundo de sentido de los
hablantes (p.e. la ideología), tanto como a un simple objeto abstracto (p.e. ayer) o a un
elemento del entorno material (p.e. mesa)» (Matus 2015, 5).
Así pues, este trabajo presenta los resultados de una investigación hecha con fundamento
en la recopilación de un corpus electrónico de datos lingüísticos, conformado por
comentarios tomados de la red social Facebook. La intención fue practicarles un análisis
crítico del discurso que permitiera comprender qué se dice sobre los indígenas costarricenses
en dichos espacios comunicativos y así entender si la figura del indígena juega, en la
actualidad, algún papel relevante dentro de las dinámicas discursivas de índole identitaria en
Costa Rica.
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Identidad nacional y discurso sobre lo indígena en Costa Rica:
primeros resultados y valoraciones
En este apartado, se presentarán y discutirán los principales hallazgos obtenidos durante
el proceso investigativo. Para organizar mejor la presentación de los datos, esta sección se
subdividirá en cuatro partes, cada una de las cuales abordará un fenómeno discursivo
diferente relacionado con la forma como se representa a los indígenas en los comentarios de
Facebook. En efecto, tras realizar el análisis explicado antes, pudo comprobarse que el
discurso sobre lo indígena en Costa Rica está determinado por cuatro núcleos de generación
del sentido que, si bien se encuentran interrelacionados, son susceptibles de ser descritos y
valorados de forma independiente. Todos ellos, sin embargo, constituyen representaciones
discursivas heredadas de la concepción europea sobre dichos grupos humanos, tal y como se
verá más adelante. Dichos núcleos son los siguientes:
a) La idea de que los indígenas constituyen una colectividad abstracta que es susceptible
de ser apropiada mediante el posesivo «nuestro».
b) La suposición de que los indígenas conforman el pasado de la nación y, por ello, son
los antepasados de los actuales costarricenses.
c) La percepción, derivada de la concepción anterior, de que los indígenas son los
«auténticos costarricenses».
d) El paradigma discursivo que defiende que los indígenas viven en armonía con la
naturaleza.
Cada una de estas articulaciones discursivas será debidamente descrita y criticada,
exponiendo la base prejuiciosa de su sustento ideológico e ilustrada con ejemplos de
comentarios que reflejan la cuestión que es objeto de análisis. Debe tenerse en cuenta, sin
embargo, que los ejemplos incluidos son casos meramente ilustrativos tomados del corpus
recopilado. Desde luego, en el conjunto textual total, hay gran cantidad de ejemplos que
manifiestan las mismas ideas y consignarlos todos es imposible por razones de espacio.
Además, sería improductivo, pues, como se ha dicho, a grandes rasgos expresan, con distintas
palabras, las mismas concepciones.
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Al consignar los ejemplos, se seguirá la propuesta hecha por Mancera y Pano (2014) de
suprimir los nombres de los autores de los comentarios, con el fin de proteger la identidad de
sus redactores. Hay que tener presente que las redes sociales son un entramado complejo
donde lo público y lo privado se aúnan y se mezclan, a su vez, con construcciones de
identidades digitales que, en ciertas ocasiones, difieren notoriamente de las identidades
físicas. Además, hay que tener presente que muchas personas no son conscientes de las
implicaciones que conlleva el ejercicio de opinar en una red social. Así, aunque publicar algo
en Facebook constituye una actividad pública, muchos suponen que sus manifestaciones son
de carácter restringido y, en consecuencia, opinan bajo dicha dinámica. De cualquier manera,
los nombres son irrelevantes en este caso particular. Recuérdese que el discurso manifestado
no se corresponde a una concepción específica de una persona, sino que tiene que ver más
bien con producciones sociales de sentido. Se trata de maneras de ver el mundo colectivas,
no individuales.
Homogenización y apropiación del mundo indígena
La primera situación que salta a la vista cuando se hace un Análisis del Discurso de los
comentarios vertidos en Facebook sobre las noticias relativas a indígenas costarricenses, es
el hecho de que estos son vistos de una forma completamente general y homogenizada. A
grandes rasgos puede afirmarse que, en los comentarios, «lo indígena» es una construcción
abstracta, algo vaga y etérea; que no tiene ningún tipo de relación con los referentes reales.
Gran parte de esto se debe obviamente al desconocimiento y es el origen mismo de la
categoría el factor clave para entender dicha práctica discursiva. Tal y como explica Martínez
Hoyos (2018, 21), la «invención del indio» es una consecuencia directa de la colonización
europea y un producto del pensamiento occidental y sus prejuicios. De esta forma, la
categoría de indígena no es más que una forma, bastante simplista, de referirse a un conjunto
enorme y diverso de pueblos, idiomas y culturas.
Cabe preguntarse por qué existe una categoría para referirse a un conglomerado tan vasto
y plural en su integración. La respuesta a esta pregunta tiene que ver, como se dijo, con el
origen ideológico de la palabra. La categoría de indígena es básicamente una noción creada
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dentro de la lógica de la alteridad. Esto significa que no se constituye a partir de un grupo de
características que le sean inherentes a estos pueblos, sino a partir de la negación u oposición
de estos con respecto a otros (en este caso, los integrantes de la civilización occidental). Por
eso, es una construcción creada desde el pensamiento eurocentrista (representado en nuestras
naciones por los autodefinidos como «blanco).
Ser indígena es ser la otredad, es no ser o no poseer las características que definen al «sí
mismo» parlante (el ciudadano europeo u occidental, o sea, el «blanco»), el cual, está demás
aclarar, es precisamente quien crea la categoría. De ahí que no haya elementos propios que
definan la «indigeneidad». Lo indígena, en tanto elemento identitario, es una mera invención.
Resulta difícil, por no decir imposible, suponer que existen rasgos definitorios para esta
categoría que tengan alcance continental y que justifiquen la inclusión de centenares de
pueblos dentro de esta
7
.
Para el caso particular de Costa Rica, cabe señalar que hablar de «indígena es una
herencia del pensamiento colonialista antes mencionado y, por ende, constituye un claro
proceso de simplificación de una realidad diversa y compleja. No puede, de ninguna forma,
pensarse que los chorotegas tengan las mismas condiciones sociales o culturales que los
bribris de Talamanca. No hay manera de equiparar ambos grupos.
En el país existe muchos pueblos indígenas, todos con realidades culturales y sociales
disímiles. Cada pueblo es distinto y merece el reconocimiento de su diferencia. Incluso dentro
de un mismo pueblo indígena hay disparidades. Por ejemplo, los cabécares que habitan en
Chirripó poseen condiciones culturales y sociales muy diferentes de sus parientes de Ujarrás.
Sin embargo, todo esto es ignorado por completo a nivel discursivo (cabe destacar, que
también a nivel de políticas institucionales). En general, los comentarios hechos en Facebook
revelan que, a nivel enunciativo, existen los indígenas en tanto categoría englobante y nada
más. Desde este punto de vista, no puede dejarse de señalar que es sumamente lamentable
7
Algunos movimientos políticos, sin embargo, suelen señalar que a los pueblos originarios de América los
hermana la lucha política que deben acometer para defenderse de los abusos infringidos por la población
«blanca». Se trata de intentos recientes de redefinir lo indígena desde perspectivas que no tengan como punto
de partida la herencia colonial europea. Para más detalles,ase el artículo publicado por de la Cadena y Starn
(2009), el cual hace un repaso histórico y conceptual de la noción de «indigeneidad» y los diversos intentos
actuales de resignificación del término.
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que, por lo regular, el costarricense promedio sea capaz de distinguir un alemán de un
italiano, pero no un malécu de un cabécar.
Un buen ejemplo que nos muestra este proceso de simplificación discursiva lo
encontramos en el enunciado que acompaña el «posteo» de la siguiente noticia (véase Figura
1), la cual anuncia la celebración de un evento en la comunidad boruca de Rey Curré:
Figura 1. Noticia publicada en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Nótese que el texto periodístico es un anuncio de un evento muy específico: la Fiesta de
los Diablitos, la cual es una actividad muy propia del pueblo boruca. De hecho, es una las
prácticas culturales que más definen la identidad de este grupo étnico. A pesar de ello, el
enunciador, al publicar la noticia, no inscribe el acontecimiento dentro de las particularidades
de este pueblo costarricense y en lugar de ello, recurre a la categoría englobante, es decir, al
término «indígena», el cual es calificado por medio del pronombre «nuestro» y el adjetivo
«antepasados», rasgos que se comentarán más adelante. Claramente se aprecia el proceso
discursivo del que se viene hablando: se reduce la especificidad cultural de un pueblo y se
integra en una categoría general, desvinculándolo, de esta forma, de su muy particular
contexto.
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Una típica consecuencia de esta forma de proceder es la práctica discursiva de suponer
que los indígenas piensan, sienten, opinan y viven igual. La gente suele hacerse preguntas
tales como «¿q dicen los indígenas cuando…?», «¿cómo proceden los indígenas ante…?».
Es como si supusieran que estos son una masa que piensa y actúa de forma coordinada y
uniforme. No reconocen los puntos de vista individuales que existen, pues dos individuos de
un mismo pueblo, aunque vivan en el mismo vecindario, no tienen por qué pensar o actuar
de la misma forma. Así pues, estamos en presencia de un reduccionismo que favorece la
constitución de estereotipos.
Ahora bien, los indígenas costarricenses no solo son homogenizados por el discurso
dominante, negando su derecho a la diferencia; sino que, como se ve en la cita anterior,
además son poseídos por el colectivo enunciador a través del uso del pronombre «nuestro».
Así, se crea la expresión «nuestros indígenas», de amplísimo uso y extensión, que sirve como
denominador común para designar a todos estos individuos. ¿Qué función exacta cumple el
uso del pronombre posesivo en estos casos? Una posible explicación es que constituye una
estrategia de nivel lingüístico para integrar al colectivo indígena, creado originalmente como
una alteridad diferente del resto de los habitantes del país, dentro del espacio identitario
nacional. En palabras más llanas, la categoría de indígena, debido al origen ideológico antes
mencionado, no se asume como parte del conjunto mayoritario de la población costarricense
y, por ello, solo puede ser asumida como parte integrante del colectivo nacional por medio
de la posesión.
8
Algunos ejemplos pueden clarificar mejor esta propuesta. Tal es el caso de la siguiente
cita (véase Figura 2), que se enmarca en una situación crítica vivida a principios del año
2016, cuando un enorme contingente de migrantes, sobre todo cubanos, se quedaron varados
en su viaje hacia los Estados Unidos:
8
Sin embargo, nótese que solo con este tipo de población aplica el proceso de posesión. Siempre se dice
«nuestros indígenas», nunca se dice «nuestros negros» o «nuestros chinos».
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Figura 2. Comentario emitido en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Nótese que el enunciador, al comentar la noticia «Indígenas cabécares de Chirripó
denuncian olvido del gobierno», opta por incluir a los indígenas dentro del colectivo nacional
por medio del uso del pronombre «nuestro». Al hacerlo, queda claro que ellos merecen una
ayuda estatal que no está llegando. Se evidencia, de forma abierta, el tono de reproche, pues
la comparación con los cubanos y africanos detenidos en la frontera norte no es gratuita. Está
claro que ellos, a diferencia de los indígenas, no son asumidos como parte del colectivo
nacional y, por lo tanto, no debería ayudárseles. Esto puede verse con mucha más precisión
en el siguiente comentario (Figura 3) dado en el mismo contexto, en el cual la comparación
no se hace con migrantes que se dirigen hacia Estados Unidos, sino con los nicaragüenses,
quienes, en los últimos años, se han convertido en la instancia de alteridad por antonomasia
de Costa Rica:
Figura 3. Comentario emitido en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
La lógica discursiva se revela de forma clara: los nicaragüenses, al no ser costarricenses,
no merecen ayuda de ningún tipo; los indígenas la merecen. Por ello, es claro que son
entendidos como integrantes del colectivo nacional. El pronombre «nuestro», que está
resaltado en el comentario, cumple en este sentido una función de inclusión dentro del
colectivo nacional. Esto deja claro que a nivel del discurso se está haciendo uso de estrategias
lingüística (en este caso la posesión) para incorporar el elemento indígena, que originalmente
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era entendido como una otredad, es decir, como un «no ser», dentro del conjunto identitario
nacional. Entonces se da una identificación, al menos a nivel del discurso, con dichas
poblaciones. Al respecto, puede considerarse la siguiente cita (Figura 4) que comenta un
hecho de agresión sufrido por unos indígenas:
Figura 4. Comentario emitido en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Aquí, el proceso discursivo de integración de lo indígena en la nacionalidad costarricense
es mucho más evidente. Se notan en la cita las dos características que se han señalado: los
indígenas son mencionados desde su generalidad, pues no se especifica a qué pueblo
pertenecen, y se determinan por medio del pronombre posesivo «nuestros». Ahora bien, los
agresores, en este caso, son denominados «chata
9
e implícitamente asimilados a
nicaragüenses (nótese que propone la deportación como una solución para acabar con ellos).
Si bien la dinámica categorial es compleja, es claro que los así llamados «chata son
excluidos del conjunto identitario nacional por su carácter violento. No debe olvidarse que,
en Costa Rica, desde los inicios de la construcción simbólica de la nación, la paz es parte
importantísima del sistema axiológico nacional.
Los «realmente ticos» son gente pacífica. Quedan fuera de esta categoría, por tanto,
quienes no posean estos rasgos (tradicionalmente, los nicaragüenses, a quienes el discurso
xenófobo siempre tilda de violentos). Lo interesante acá es que el carácter sosegado del tico
es puesto como una herencia indígena. Ello confirma el proceso de inscripción de los
9
En Costa Rica, a nivel popular, suele denominarse «chatas» a ciertos jóvenes urbanos que se caracterizan por
vestir según cánones relacionados con la moda propagada por los videos y cantantes del género musical
denominado «reguetón». En el imaginario nacional, se considera, de forma estereotípica, que todos ellos son
drogadictos y delincuentes. Es una categoría social de exclusión que debe estudiarse a nivel del discurso con
mayor profundidad.
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indígenas dentro del conglomerado identitario nacional, pues son vistos como el origen de
uno de los valores determinantes del «ser naciona. La afinidad del hablante con los
indígenas termina siendo total cuando se ubica a mismo y sus congéneres (indígenas
incluidos) como una víctima más de la conquista española, lo cual hace a través del uso del
enclítico pronominal «no: «se le hizo tan facil conquistarnos» (sin tilde en el original).
En conclusión, en los comentarios de Facebook analizados, hay suficiente evidencia de
que, a nivel del discurso, lo indígena está siendo incorporado dentro de espacio identitario
nacional. Sin embargo, esta inclusión sigue manteniendo los vicios conceptuales que derivan
de la creación misma del término, el cual es básicamente una designación creada desde el
pensamiento occidental para definir una alteridad cuya diversidad no puede o no quiere
entender. En consecuencia, se genera cierta contradicción lógica que se resuelve, en el
discurso, por medio del mecanismo lingüístico de la posesión. De esta forma, se crea la
categoría general e inclusiva de «nuestros indígenas».
La metáfora articuladora: los indígenas como «raíce
En la semántica tradicional, cuya última raigambre es el pensamiento aristotélico, se parte
de la idea de que las metáforas constituyen «desvíos» de sentido de la literalidad, la cual era
considerada como una constante en el uso lingüístico diario. Desde esta perspectiva, la
utilización más común de las palabras entrevé un proceso lógico de apego a su denotación
más precisa. Sin embargo, Lakoff y Johnson (1991) han propuesto la sugestiva teoría de que
las metáforas son más comunes de lo que se pensaba y que gran parte de nuestro pensamiento
se encuentra determinado por estas; además, no poseen solo un carácter literario, sino
también cognitivo. Estas metáforas conceptuales, como ellos las llaman, sirven de base para
referirse a diversas experiencias del mundo a través de esquemas idealizados cuya función
última es facilitar el entendimiento conectando un concepto poco conocido o indeterminado
con otro mejor conocido o más preciso. Así, por ejemplo, una expresión como «Nuestra
relación ha entrado en un callejón sin salida», refleja la existencia de una metáfora
conceptual que define las relaciones sentimentales, de carácter abstracto, mediante un hecho
concreto, en este caso, una travesía. Así se define la metáfora de que EL AMOR ES UN VIAJE.
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Un Análisis del Discurso del corpus de mensajes, obtenido de los comentarios hechos en
Facebook sobre los indígenas, posibilita identificar una metáfora conceptual sumamente
reiterada, la cual permite comprender muy bien cuál es la percepción y sentir que la población
costarricense no indígena posee con respecto a los indígenas. Dicha metáfora puede
expresarse en la expresión LOS INDÍGENAS SON NUESTRAS RAÍCES. En la gran mayoría de los
casos, esta equivalencia se manifiesta de forma explícita, como puede verse en la siguiente
cita (Figura 5):
Figura 5. Comentarios emitidos en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Dejando de lado algunas situaciones que se salen del presente análisis, como el uso muy
sui generis del término «comunismo», hay en estos mensajes, un proceso de indignación
típico de los comentarios de Facebook
10
, enfocado en el despojo de tierras sufrido por los
indígenas, el cual es un problema endémico que estos grupos humanos padecen en
Latinoamérica. La metáfora se hace presente en el marco de un proceso argumentativo: a
criterio del segundo enunciador presente en la cita, es injusto robarles la tierra a los indígenas
porque estos son las «raíces», es decir, el origen del país. Está claro que se piensa aquí que
su derecho a la tierra se fundamenta en el principio legal de Pior in tempore, potior in iure,
lo cual nos permite comprender la dinámica ideológica que se esconde tras el establecimiento
de la metáfora conceptual antes aludida.
10
Si bien este es un hecho que se sale de los límites del presente trabajo, no puede dejarse de mencionar que,
en Facebook, los comentarios que manifiestan indignación sobre un hecho son, a todas luces, mayoritarios. La
gente tiende a comentar más los sucesos negativos y, por ende, las notas relativas a estos tienden a viralizarse
con mucha mayor rapidez que las «buenas noticias».
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La raíz es el primer órgano que se desarrolla en la planta, es el origen de toda ella. La raíz
se entiende, entonces, como la parte primigenia que, por ramificación y desarrollo, va
generando otros elementos. Cuando se dice entonces que «los indígenas son nuestra raíz», se
está suponiendo que ellos constituyen los «antepasados» de los costarricenses, palabra que
fue utilizada en el primer fragmento de texto citado en la sección anterior y que puede
apreciarse también en uno de los comentarios que se incluyen a continuación (Figura 6):
Figura 6. Comentario emitido en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Hay, en esta consideración, dos aspectos importantes por discutir, ambos de tipo
ideológico. El primero de ellos es el origen y fundamento sobre esta idea de ver en los
indígenas los «ancestros» de los costarricenses (la cual, desde luego, no tiene ningún
fundamento real). Desde un punto de vista discursivo, se trata sin lugar a duda, de un
mecanismo cuyo fin último es evitar asumir responsabilidades históricas lo cual, de acuerdo
con Martínez Hoyos, surg dentro de las comunidades criollas de América tras la
independencia como una forma de desacreditar a los españoles y el bando realista que los
apoyaba: «Los criollos, pese a su origen español, ensalzan al indio como fuente de la
nacionalidad. [] Esta actitud implicaba un uso muy selectivo del pasado. Así, mientras
culpaban al coloniaje de todos los males, los criollos corrían un tupido velo sobre su propio
papel como explotadores de indígenas en los tres siglos del virreinato. Es más, en una
invención de sus raíces históricas, se presentaron ellos mismos como descendientes de los
pueblos precolombinos, como si sus ascendientes no hubieran llegado del otro lado del
Atlántico» (Martínez Hoyos 2018, 144).
Adolfo Constenla (2004), al analizar la presencia de este discurso en Costa Rica, ha sido
sumamente crítico con estas ideas. Para él, hablar de «nuestras raíces indígena, es
básicamente una estrategia de ocultamiento de la herencia hispánica y una forma de eludir
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las responsabilidades de tipo histórico que las poblaciones no indígenas tienen para con
aquellos que sí son indígenas, lo cual no coadyuva en nada al mantenimiento de sus
realidades culturales. Desde su punto de vista, es falso que exista en Costa Rica una «cultura
mestiza» en el sentido exacto del término, pues la cultura hegemónica es mayoritariamente
de origen occidental: «La persona habla castellano y vive la civilización europeo-occidental,
pero en la oratoria se declara indoamericana, sin advertir que sus profundas raíces
indígenas no tienen reflejo en su vida práctica. Esas profundas raíces existen en la
conducta retórica, no en la conducta real. Tal identificación tiene además otra utilidad porque
nos permite a los miembros de la etnia continuadora y beneficiaria de la situación originada
por la conquista española adoptar la posición de víctimas al mismo nivel que los miembros
de las culturas indígenas» (Constenla 2004, 12-13).
Pero lo nocivo de esta metáfora no es solo el proceso de ocultamiento o soslayo que opera
sobre los principales rasgos culturales e históricos de los costarricenses y del país mismo
(pues, hasta donde se sabe, ni bribris ni cabécares ni ningún otro pueblo indígena fundaron
un país llamado «Costa Ric), sino que también es nefasto los corolarios ideológicos de esta
idea. Considerar a los indígenas como el «origen» o los «antepasados» de la nación no
permite, de ninguna forma, superar las herencias del pensamiento colonialista europeo, el
cual, como se sabe, veía en los pueblos originarios seres salvajes y primitivos (seres que
vivían en un estadio histórico anterior).
La idea del «origen» remite, de forma invariable, a los principios o antecedentes de algo,
los cuales deben ser necesariamente anteriores. Ello reafirma, como se dijo, la ideología
europea de la conquista. En esencia, estamos ante una visión renovada que, en lugar de ver a
los indígenas como «pueblos primitivos», los ve como «seres del pasado». Por eso, esta
metáfora de amplia divulgación que establece que LOS INDÍGENAS SON NUESTRAS RAÍCES no
hace otra cosa más que condenar a dichos pueblos a un mundo pretérito que nada tiene que
ver con el actual. Esto no solo es absolutamente falso, sino que tiene consecuencias nefastas.
Hay que tener claro que los indígenas, como los borucas, los bribris o los malécus, no son
parte del pasado: son personas que viven en el presente. Son parte del mundo contemporáneo
y coexisten con la población no indígena actual. Es absurdo suponer que uno puede ir a
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Talamanca a visitar «su pasado» o «sus ancestros», pues se trata de personas coetáneas, que
sufren al igual que cualquier otra las vicisitudes de un presente cambiante y azaroso.
La idea de la autenticidad originaria
La tercera idea de fondo que gobierna la representación discursiva de los indígenas en los
mensajes de Facebook, es una derivación o consecuencia de la metáfora anterior y se
relaciona con el estatus de fidelidad que representan los indígenas con respecto a la
construcción simbólica de la nación costarricense. En efecto, si como se dijo en el apartado
anterior, los indígenas son la «raíz» (la fuente primigenia del «ser costarricense»), esto quiere
decir que su vida, costumbres y modo de pensar tradicional constituyen una versión pura e
incontaminada de la identidad nacional. A nivel del discurso, esto se traduce en indicar de
forma constante que los indígenas son «auténticos» o «genuinos», tal y como puede
apreciarse en la siguiente cita (véase Figura 7):
Figura 7. Comentario emitido en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Nótese que la cita anterior, siempre en el marco de reproche típico de los mensajes de
Facebook, busca recalcar la situación de injusticia vivida por estos pueblos mencionando
que, dentro del colectivo nacional, ellos no deberían ser víctimas de atropellos, pues son los
«verdaderos ticos», quienes detentan la nacionalidad genuina de Costa Rica. Es importante
mencionar aquí que el discurso sobre los indígenas analizado no se caracteriza, en general,
por ser un dechado de coherencia. En este caso en particular, no queda claro cómo los
indígenas, siendo supuestamente el origen histórico de la identidad nacional, se diferencian
del resto de la población por la conservación de un estilo de vida, valores o pensamiento más
auténtico. ¿Qué fue lo que pasó? ¿El resto de la población sufrió un proceso de degeneración?
En realidad, los discursos no tienden a evaluar de forma exhaustiva su coherencia interna.
Aquí, más bien, entran en juego los estereotipos que la ideología propaga con respecto a
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ciertas poblaciones. Los indígenas, por su supuesta conexión con el primitivismo, son más
susceptibles de ser vistos de esta forma. Por eso no falta quien se moleste al ver a un indígena
con corbata o utilizando un celular, pues esto implica que no cumple con sus expectativas
estereotipadas sobre ellos.
En todo caso, lo relevante acá es ver cómo existen manifestaciones discursivas que
ponderan la nacionalidad indígena sobre la de otro tipo de poblaciones. Hay, en este sentido,
diversos grados de nacionalidad y los indígenas deberían, en opinión de muchos
comentaristas de Facebook, ocupar el puesto más alto dentro de dicha escala. Las siguientes
declaraciones son prueba de ello (véase Figura 8):
Figura 8. Comentarios emitidos en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Se aprecia que el primer enunciador se desliga totalmente de España y su proceso de
conquista, lo cual le permite eludir toda la responsabilidad histórica, tal y como se explicó en
la sección anterior. Es así como propone que la nacionalidad debe ser entendida en relación
con la población indígena. El segundo enunciador, por su parte, termina recalcando que los
indígenas «son mas tico(sin tilde en el original), pues su existencia es previa a la de su
conjunto social. Está claro que hay una incoherencia en la propuesta que no es vista por los
hablantes, pues no queda claro cuándo empezaron a existir los ticos. En este tipo de
declaraciones, pareciera como si estos y el país fuesen atemporales, dado que ya los indígenas
fueron «los primeros ticos» y los españoles vinieron a maltratar el país (en realidad, hay que
tener en cuenta que lo fundaron en tanto entidad jurídica).
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Esta idea del indígena como portador de autenticidad no es nueva y constituye, con toda
probabilidad, una derivación del discurso creado sobre los aborígenes tras la conquista de
América, el cual se explicará más adelante. De hecho, Carlos Sánchez ha abordado el tema
de las ideologías lingüísticas en Costa Rica e identifica la presencia de este discurso de la
autenticad indígena en diversas obras textuales desde la década de los setenta, así como
también las contradicciones inherentes a dicha formulación: «la ideología en boga en los
últimos años plantea que los pueblos indígenas, al descender de las poblaciones originarias
del territorio, son los verdaderos o auténticos costarricenses, de modo que sus prácticas
culturales son también las más auténticas y, por lo tanto, conforman la identidad original
del costarricense» (Sánchez Avendaño 2013, 210).
Desde un punto de vista crítico, cabe hacer algunas apreciaciones sobre esta idea. En
primer lugar, es evidente que ningún pueblo indígena creó una nación llamada «Costa Rica».
Costa Rica, al igual que los demás países del continente, es el producto de la colonialidad
europea y sus instituciones legales. Los colonizadores, al llegar a estas tierras, crearon, en
primer lugar, una provincia jurídicamente dependiente de España, la cual se independizó
luego creando el país que actualmente existe. Por otro parte, la nacionalidad costarricense es,
como han demostrado diversos estudios, una construcción de la élite oligárquica, cafetalera
y vallecentraleña de finales del S. XIX en Costa Rica. Fueron ellos los que inventan la
nacionalidad en tanto fenómeno simbólico y discursivo.
Dicho esto, ¿cómo pueden ser los indígenas los detentadores más auténticos de una
identidad nacional y un simbolismo patrio que ellos mismos no crearon? En realidad, estamos
en presencia de una quimera creada mediante el discurso cuya finalidad no es la afirmación
de los pueblos indígenas nacionales, sino la justificación, a nivel ideológico, de un sistema
axiológico y un simbolismo específicos. No es de extrañar, entonces, que los indígenas
tiendan a ver tales construcciones como extrañas, como bien lo recuerda Martínez Hoyos
(2018, 150): «a los indígenas les costará sentir como propias sus teóricas nacionales. De ahí
que la guatemalteca Rigoberta Menchú explicara que su pueblo no celebra el día de la
independencia, acontecimiento histórico que le parece ajeno. Porque, para las comunidades
originarias, la separación de España no habría significado una liberación».
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El paradigma del «indio ecológico»
El último núcleo de sentido que gobierna la manera de entender al indígena en las redes
sociales costarricenses, es uno de los estereotipos más comunes relacionados con ellos, el
cual constituye además una herencia directa de la visión que los europeos impusieron sobre
dichas poblaciones a su llegada a América. Se trata de la idea de que los aborígenes viven en
armonía con la naturaleza, imagen persistente y cuya formulación puede apreciarse en la
siguiente cita (Figura 9):
Figura 9. Comentarios emitidos en Facebook
Fuente: Captura de Facebook.
Como se ve, el enunciador estima que los indígenas son una fuente de «respeto a la
naturaleza» que debe ser emulada. Se está en presencia aquí del paradigma del «indio
ecológico» identificado por Bolaños y González (2010) en su estudio sobre la representación
de los pueblos indígenas costarricenses en las producciones audiovisuales. En dicho trabajo,
se explica que uno de los estereotipos más comunes del país es considerar al indígena como
un modelo de la vida ecológica y sostenible, pues la corrupción del ser humano se debe al
contacto con el «mundo moderno o civilizado», del que los indígenas no forman parte según
el discurso dominante (recuérdese su conexión simbólica con las ideas de primitivismo y
barbarie). No cabe la menor duda de que este tipo de consideraciones se inscribe en la
construcción europea del «buen salvaje», imagen romántica del indígena y popularizada
desde la época de la conquista, la cual, a su vez tiene su origen en la conocidísima y
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antiquísima dicotomía civilización/barbarie
11
. Lo que sucede en este caso, es que, en palabras
de estos autores, se ha trastocado la escala de valores imperante:
En la lógica del conquistador, el indígena era el «salvaje» y el europeo, cuyo
correlato en nuestro medio es el «blanco», cumplía el papel de agente
civilizador. Uno se concebía de forma negativa y el otro de forma positiva.
Hoy día, la dicotomía subyacente al proceso ideológico es la misma, solo
que se han invertido los términos y la que es considerada una cultura nociva es
la europea. […] El indígena continúa siendo visto como el otro que guarda una
relación armoniosa con la naturaleza, como alguien que vive de forma
«natural», lo que sucede es que esto ya no se ve de forma peyorativa, ya no es
el «salvaje» que debe ser civilizado, sino el «ecológico», que debe ser imitado
por su armonioso estilo de vida. (Bolaños y González 2010, 63).
Desborda las pretensiones de este trabajo hacer un examen exhaustivo de las
implicaciones nocivas derivadas de estas ideas que defienden al indígena como un modelo
ecologista que debe ser imitado. En todo caso, hay un muy pertinente ensayo crítico al
respecto elaborado por Morán Varela (2008) que disecciona, con detalle, gran parte de sus
problemas: la no superación de la herencia histórica colonialista que le dio origen; la
aplicación de políticas que, en lugar de buscar el desarrollo integral de estos pueblos, los
aviene a mantener su situación de subdesarrollo; el uso del intervencionismo estatal o
institucional para apoderarse de su conocimiento ancestral; la «museificación» de su cultura
y, sobre todo, la imposición de una identidad y simbolismo indígenas creados desde fuera de
su preocupaciones y vivencias.
Conclusiones
A partir de todo lo anterior, se torna bastante claro que los comentarios vertidos en
Facebook sobre noticias relacionadas con indígenas evidencian que, en efecto, hay una
integración a nivel del discurso de esta población dentro del imaginario de la identidad
costarricense. Esta inclusión se materializa, sobre todo, en las cuatro ideas antes analizadas:
11
Al respecto, considérense las palabras de Martínez Hoyos (2018, 42): «La visión occidental del indígena
vendrá marcada por dos estereotipos. El más popular, el del buen salvaje. Los cronistas hispanos, como antes
sus predecesores latinos, remarcan la nobleza del carácter de los bárbaros».
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los indígenas son un grupo genérico entendido como parte de la sociedad costarricense que
los asume y determina a través del uso del pronombre «nuestro»; conforman el origen o
antecedentes de la población del país y, por ello, son los más auténticos detentadores de sus
principales valores, aun y cuando se distinguen por vivir en un estado de armonía con la
naturaleza. Sin embargo, estas cuatro ideas generales, que determinan la representación
discursiva del indígena en los mensajes recopilados son, en esencia, herencias simbólicas de
la ideología europea colonizadora que creó la categoría misma de «indígena» y guardan, por
lo tanto, los defectos de una visión simplista y cargada de estereotipos. Se impone, a futuro,
un replanteamiento de la manera como la población hegemónica costarricense concibe y se
refiere a dichos pueblos.
Apoyo financiero: Universidad de Costa Rica.
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