A lo largo de los años, los investigadores han desarrollado la creencia de que el liderazgo es
un proceso de desarrollo adaptable. Esto incluye el eterno dilema de si las personas líderes nacen
o se hacen. Así, los estudios iniciales en los que se mencionaba a un líder individual que motivaba
y obtenía logros, han ido evolucionando. Hoy, esto no se centra solo en la persona líder, sino
también en los seguidores, los compañeros y los supervisores (Contreras, Barbosa y Castro 2012,
195) e incluye el contexto, el lugar de trabajo, la cultura, el cambio, el clima, entre otros elementos
(Gil y Martí 2011, 200).
Por otro lado, muchas teorías sobre el liderazgo efectivo han sido formuladas en todos los
campos del saber. Sin embargo, existe cierto consenso en cuanto a las características que posee
este concepto, entre las que pueden mencionarse que es un proceso interpersonal en el que una
persona líder influye y guía a los trabajadores hacia el logro de las metas, es grupal e involucra a
dos o más personas que interactúan entre sí, está ligado a la situación y no hay un estilo mejor que
otro. También, un liderazgo efectivo denota algunas cualidades como la inteligencia, la madurez y
la personalidad del líder.
Desde el enfoque de gestión del conocimiento es importante partir de que hay una diferencia
entre poseer conocimiento y aprovecharlo. Las personas líderes deben entender el valor del
conocimiento distribuible, uno de sus grandes desafíos es romper las tendencias culturales que
fomentan patrones de pensamiento que frenan que el conocimiento sea compartido. Si estas no
apoyan la creación y difusión de conocimiento en las organizaciones, la efectividad de las prácticas
de gestión del conocimiento será baja. No debe ser un proceso espontáneo, por el contrario, es
importante definir directrices de esta gestión en el plan estratégico de la organización. Solo en este
sentido esta será efectiva a lo largo plazo.
Aunado a esto, las personas líderes son importantes porque son ejemplos y patrones a seguir
por los demás, deben motivarlos para que reciban nuevos conocimientos y estén dispuestos a
compartir los que posean. Solo así, y si están dispuestos a trabajar en una organización de
aprendizaje, se lograrán todos los beneficios.
Por otro lado, Hubbard et al. (2002, 349) creen que el liderazgo del conocimiento, además de
poseer la capacidad de establecer procesos predecibles y estables, necesita fomentar la innovación
y la creatividad. Por lo tanto, las personas líderes del conocimiento deben tener una buena
comprensión del personal, los procesos, los sistemas y los principios comerciales que dan forma a
las decisiones comerciales en la organización (Maurik, 1999, 122).
En síntesis, a través de la revisión bibliográfica sobre liderazgo y gestión del conocimiento
se lograron identificar algunas de las características más importantes que debe reunir una persona
líder de una organización del conocimiento (Alosaimi 2016, 28; Davenport, De Long y Beers 1998,
10; Debowski 2006, 7; Moreno, Pelayo y Vaca 2007, 3626), que constituyen también un patrón
para el análisis de esta variable en la práctica, estas comprenden lo siguiente: ser comprometida
con la organización y entusiasmada con su trabajo, conocer, valorar y aprovechar todo lo que saben
sus colaboradores, gozar de buenas relaciones con todos y tener la preocupación constante por
aprender y porque los demás aprendan. También, debe favorecer la autonomía en el desarrollo del
trabajo, ser creativa, estar dispuesta a experimentar, capaz de cuestionar lo establecido y de