E-ISSN: 1659-2859
Dossier especial
Volumen 99 (2) 2020: 1-8
Julio-Diciembre
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aproximadamente 11.000 años, significó un contacto mucho más cercano entre humanos y
animales, exacerbando las zoonosis (transmisión de enfermedades en animales a seres humanos).
Además de este contacto, las prácticas agrícolas también favorecieron las enfermedades
infecciosas a través de la irrigación o la fertilización del suelo con excrementos animales. El
advenimiento de la agricultura también muy probablemente propició el origen de enfermedades
como la malaria en África Occidental hace aproximadamente 4.000 años, a raíz de las
modificaciones en el paisaje. Esa mayor incidencia de enfermedades, a su vez, obligó a un cambio
en las prácticas agrícolas, en los métodos de producción y en las interacciones con animales.
Más adelante en el tiempo, en el milenio pasado, las rutas comerciales intercontinentales entre
Asia y Europa, y luego entre Europa y América, propiciaron la difusión de enfermedades
infecciosas originadas por relaciones humano-ambiente en sitios particulares. Muchas de esas
enfermedades introducidas causaron estragos sin precedentes, como las millones de muertes por
peste bubónica en Europa y por viruela, sarampión y tifus en América. En este último continente,
estos cambios demográficos tuvieron como efecto colateral una recuperación considerable de gran
parte de la cobertura forestal hacia el siglo XVII (Denevan 2005), lo que a su vez redujo las
probabilidades de surgimiento o propagación de enfermedades.
Las alteraciones ambientales se exacerbarían considerablemente a partir del siglo XX,
manifestada en la «Gran Aceleración». Estas presiones antropogénicas han comprometido
significativamente la capacidad funcional de los sistemas de soporte de vida planetarios y han
facilitado además un surgimiento y alcance de enfermedades infecciosas sin precedentes. El
cambio climático antropogénico, el cambio de uso de la tierra, la intensificación de los sistemas
agrícolas, el trasiego de especies silvestres, la producción animal industrial y la destrucción de la
biodiversidad, entre otras acciones humanas, están llevando a esa mayor proclividad de
enfermedades. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1940, por año, aparece
en promedio una nueva enfermedad infecciosa. Los surgimientos de virus como el Ébola, del Nilo
Occidental, de Nipah, y el Sars-Cov2, han estado cercanamente ligados con la degradación
ambiental inducida por el ser humano. De hecho, los cambios ambientales aumentan el riesgo de
aparición de un 83% de las enfermedades más importantes registradas por la OMS (Lambin 2012).
Otros factores claramente inciden en que estas enfermedades tengan un mayor alcance, como
por ejemplo las migraciones y la conectividad global por las redes de transporte y comercio.
Muchas de estas enfermedades, en efecto, surgen en sitios donde confluyen altas densidades
poblacionales, un comercio mal regulado de especies, y condiciones insalubres. En estos casos,
suele haber un contacto cercano, frecuente y diverso entre humanos y animales. En Asia, por
ejemplo, la producción animal para consumo humano se ha octuplicado en menos de 30 años.
Concomitantemente, solo del sur de China han surgido cuatro pandemias en los últimos 150 años.