E-ISSN: 1659-2859
Dossier especial
Volumen 99 (2) 2020: 1-8
Julio-Diciembre
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ruptura abrupta que sufrió un número importante de trabajadores y trabajadoras en el país en
relación con el espacio de trabajo, significó también una ruptura con sus vínculos interpersonales.
Hay que tener presente que «en el espacio concreto de cada ser particular, (las) determinaciones
fundamentales se expresan en actividades y rutinas vinculadas al trabajo y/u otras estrategias para
garantizar la reproducción cotidiana, a las relaciones familiares y entre amigos/referentes, al ocio,
a la inserción en sistemas de formación y educación, entre otros aspectos que se vinculan a la
reproducción social» (Mallardi 2015, 77).
Por lo tanto, podemos reafirmar que el espacio es físico, es social y es simbólico también; y
lo que ocurre en él adquiere significados importantes para los sujetos en la medida en que se
convierten en referentes agradables o desagradables para su vida, pero que le permiten redefinirse
cotidianamente, no entendiendo lo cotidiano en términos fenomenológicos, sino como esa relación
de tiempo y espacio necesarios para la reproducción social que condiciona la vida social,
económica y política de las personas y que se configura al mismo tiempo a partir de ciertas
determinaciones estructurales que median en la conformación de los sujetos sociales. En este
sentido, Mallardi (2015, 72) afirma que, «los cambios ocurridos en la forma de organizarse el
trabajo abstracto a lo largo de la historia tienen un consecuente impacto en la vida de los miembros
de la clase trabajadora. La organización de su horario en la vida diaria, la división de tareas al
interior del hogar, la posibilidad de realizar actividades de ocio y esparcimiento, entre otros
aspectos, se encuentran relacionados a la inserción de los sujetos en las relaciones de producción».
Estas relaciones de producción definen el lugar que ocupan los sujetos frente a los medios
de producción, es decir, la conformación de clases sociales antagónicas que ocupan uno u otro
lugar en las relaciones de producción. La posibilidad entonces de insertarse en el mercado de
trabajo con un ingreso más o menos estable, permite que las personas, los sujetos, puedan acceder
a un mínimo de bienes, servicios y mercancías materiales o no, necesarias para la subsistencia y
en algunos casos, para el mantenimiento de ciertas relaciones interpersonales (como bien se sabe,
las salidas eventuales con compañeros y compañeras de trabajo suelen tomar un carácter casi vital
para muchas personas dentro de la dinámica social). En estos espacios que se constituyen en medio
de las relaciones laborales, se van definiendo, entonces, significaciones y valoraciones que van
adquiriendo un sentido particular que trasciende la relación meramente productiva.
Por lo tanto, y retomando las afirmaciones que hiciera Marx y más recientemente otros
autores y autoras marxistas, el trabajo no se reduce a la producción de mercancías intercambiables
en el mercado, sino y principalmente, se convierte en un espacio en donde se establecen relaciones
sociales y culturales necesarias para la articulación de las y los trabajadores que, oportunamente,
podrían convertirse en espacios de lucha y reivindicaciones, o simplemente, espacios de
convivencia social que le impregne otro sentido a las relaciones productivas.