E-ISSN: 1659-2859
Dossier especial
Volumen 99 (2) 2020: 1-8
Julio-Diciembre
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reorientación de la política social serán éstas las más afectadas: «En América Latina y el Caribe
(…) el índice de feminidad de los hogares en situación de pobreza ascendía a 105 mujeres por cada
100 hombres; en 2017 este valor se ubicaba en 113 mujeres por cada 100 hombres. Por su parte, la
pobreza extrema de las mujeres también aumentó en el mismo período, pasando de 108 mujeres
por cada 100 hombres en 2002 a 116 mujeres por cada 100 hombres en 2017» (CEPAL 2019,
citado por PNUD 2020).
Es importante recordar que las decisiones gubernamentales no constituyen un hecho inocuo o
una acción neutral y desprovista de contenido ideológico o político; por el contrario, revelan la
voluntad del Estado y de sus prioridades. Y en el caso de las mujeres, me es difícil no levantar
suspicacias sobre los peligros que acechan sus derechos, más allá de los efectos mismos de la crisis
por el COVID-19. Maxime si se considera que la antesala de esta crisis sanitaria se caracterizó por
la prevalencia de discursos contrarios a la igualdad y los derechos humanos de las mujeres y la
aplicación de reformas fiscales regresivas que impactan de manera diferenciada en las mujeres. En
este sentido, recuérdese los ataques que, en el marco de la crisis, se han dado a las pensiones
alimenticias.
No dudo al afirmar que después del COVID-19 serán necesarias políticas sociales y programas
sociales específicos para las mujeres, en tanto la crisis augura magnitudes dolorosas. Algunas
expertas inclusive advierten sobre el posible retorno masivo de las mujeres al ámbito privado tras
la pérdida significativa de empleos, lo cual afianza la división sexual del trabajo y configura el
escenario idóneo para la prevalencia de la violencia machista y la trata de personas.
De cara a este escenario sombrío y, de continuar por la ruta actual, me pregunto: ¿estará
preparado el Estado para atender la oleada de demandas de las mujeres post-pandemia? ¿Cuáles
programas sobrevivirán ante el desfinanciamiento de los fondos públicos y qué impacto tendrán
los recortes aplicados para las mujeres, principalmente para las más empobrecidas? ¿Qué pasará
con los avances en materia de derechos humanos de las mujeres en el seno de una institucionalidad
debilitada? ¿Emergerá, tras la crisis sanitaria, una crisis de derechos humanos de las mujeres? Me
parece que estas preguntas, en el contexto de incertidumbre actual, aún no tienen una respuesta
definitiva, sin embargo, creo importante reflexionar sobre ellas.
Las medidas económicas y de recorte fiscal sin duda alguna pondrán en vilo los avances
conquistados en materia de derechos humanos de las mujeres. Por ejemplo, en Costa Rica, las
políticas de equidad e igualdad de género y de no violencia, dependen de los recursos provistos por
el Fondo de Asignaciones Familiares (FODESAF) hoy en riesgo de desfinanciamiento parcial por
la pandemia. Por ello a mis interrogantes previas se suman nuevas: ¿cómo podrá el Estado,
mermado en sus capacidades, atender la crisis de los cuidados y crear políticas que avancen hacia