E-ISSN: 1659-2859
Dossier especial
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Julio-Diciembre
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Reflexiones sobre el modelo universitario visto desde la crisis del coronavirus
Reflections on the University Model on the Coronavirus Crisis
DOI 10.15517/rr.v99i2.42151
Rebeca Gu Navarro
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Escuela de Ciencias Políticas / Centro de Investigación y Estudios Políticos, Universidad de
Costa Rica, rebeca.gu@ucr.ac.cr
Fecha de recepción: 1° de junio del 2020 Fecha de publicación: 4 de junio del 2020
Resumen
Este artículo plantea la discusión sobre el modelo universitario en disputa que queda
expuesto en el medio de la emergencia sanitaria provocada por la pandemia del virus
COVID-19 y la crisis social y económica que deviene de esta situación. Se inicia con una
genealogía sobre las bases y principios en los que se funda la institución universitaria y las
transformaciones que problematizan el papel de la universidad pública latinoamericana.
Seguidamente, se reflexiona sobre el papel que ha tomado la Universidad de Costa Rica con
relación a la crisis, centrándonos en la atención a las comunidades y poblaciones vulnerables
del país a través de una de sus tres actividades sustantivas: la Acción Social.
Palabras clave: Acción social, Extensión universitaria, Modelo universitario, Crisis,
Coronavirus.
Abstract
This article discusses the disputed university model exposed in the middle of the health
emergency caused by the COVID-19 virus pandemic, as well as the social and economic
crisis resulting from this. It begins with a genealogy on the bases and principles on which the
university is founded and the transformations that problematize the role of the Latin
American public university. Next, it reflects on the role of the University of Costa Rica in
this crisis, focusing on serving the vulnerable communities and populations through one of
its three substantive activities: Social Action.
Keywords: Social action, University extension, University model, Crisis, Coronavirus.
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Introducción
La Universidad de Costa Rica es una de las instituciones con mejor valoración en las
encuestas de opinión ciudadana, y en general, las universidades públicas son espacio
constructor de pensamiento e innovación para el bien común, capaz de conjugar las utopías
de personas de distintas clases socioeconómicas. Desde aquellos para quienes los estudios
superiores constituyen el camino natural a seguir, hasta quienes abren trecho a posibilidades
que no existían en los imaginarios de su inmediatez, los valores del conocimiento y la
formación académica como camino para construir una mejor sociedad (y para muchas
personas, condiciones de vida más dignas), plantean en el ingreso a la universidad un
horizonte lleno de esperanza y de realización. Todo esto dota de sentido a la inversión de
fondos públicos en la educación, que han sido mermados y que se encuentran en constante
amenaza por parte de las y los detractores de este modelo educativo que persigue la
universalidad e inclusividad.
Para muchas personas en el país, descansa detrás de su paso por la vida universitaria una
historia de emoción, miedo y orgullo al momento del ingreso. Hablo de esas personas que
provienen de clases trabajadoras, de espacios cargados de vulnerabilidades y desigualdades,
de clases medias que se encuentran al borde, o bien de quienes lograron mayor estabilidad y
pudieron tener una generación que estudiara antes de ser parte de las fuerzas productivas:
núcleos familiares que encontraron en la universidad pública la posibilidad de reconstituir su
mismo entorno.
El recorrido de nuestro modelo de universidad
La universidad como espacio dedicado a la enseñanza-aprendizaje es un fenómeno
occidental cuya génesis tuvo lugar en la Europa medieval con diferencias regionales
manifestadas en los énfasis disciplinares, relación con el clero y los poderes políticos, la
conformación y facultades de la misma comunidad académica, entre otras. Esta institución
se extendió a otros lugares del mundo principalmente por los procesos coloniales y estuvo
reservada a las élites durante mucho tiempo, no obstante, los procesos de democratización
educativa fueron abriéndose campo en la incorporación de otros sectores de la población al
acceso a este derecho. En este sentido, cabe hablar de un punto de inflexión en la concepción
del modelo y función social de la universidad en Latinoamérica, a saber, la Reforma de
Córdoba en Argentina.
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La Reforma de Córdoba fue un movimiento social y político protagonizado por las y los
estudiantes argentinos de la universidad de esa provincia que proclamaba los principios
básicos que deben guiar a las universidades públicas, tanto a lo interno, como en relación con
la sociedad a la cual pertenecen y se deben. Imaginemos la sociedad argentina de 1918 con
su primer gobierno democrático, con un Estado-nación cargado con herencias de las
estructuras coloniales y oligárquicas, con grandes brechas de clase provenientes de la
diferenciación de la organización del trabajo, concentración de la tierra y control de los
medios productivos, y un gran peso de las instituciones religiosas (Brates 2010, 30-39). En
ese marco de contradicciones sociales, las estructuras educativas también se ven trastocadas
y de ahí surge la lucha estudiantil que lleva a la Reforma Universitaria que se extenderá por
Latinoamérica. Ésta trae un planteamiento en buena medida decolonizador que busca ruptura
con los poderes oligárquicos, herencia de los monárquicos y los eclesiásticos, que sienta las
bases de la universidad popular latinoamericana con vocación transformadora, frente a la
universidad clasista y excluyente, reproductora del statu quo.
La visión del movimiento estudiantil representado por la Federación Universitaria de
Córdoba quedó plasmada en el Manifiesto Liminar, en donde el estudiantado organizado
demandaba un nuevo modelo que rompiera con las estructuras anacrónicas. Más que una
mera reforma a la educación, este movimiento planteaba una profunda crítica social, al
sistema mismo en donde las «universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas
sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad
senil» (Federación Universitaria de Córdoba 1918). Esta reforma se expandió por la región
y marcó un modelo que se fue adoptando en las universidades públicas latinoamericanas, el
cual sigue en disputa por sectores que privilegian los intereses mercantiles y se basan lo que
Freire llamaba educación bancaria.
Siguiendo esta línea de pensamiento, desde su fundación en 1940, en la Universidad de
Costa Rica tuvo resonancia este manifiesto y orientó profundamente nuestro modelo
humanista y autónomo a través de varias reformas. La forma de organizarnos y auto-
concebirnos que conocemos actualmente, se consolidó gracias a la visión de la comunidad
universitaria plasmada durante el III Congreso Universitario de 1973-1974. Este congreso se
da en un contexto de gran efervescencia y polarización social y política especialmente
manifestado en la Universidad, lleno de luchas antimperialistas y programas revolucionarios,
donde existía una clara opción contra-hegemónica, apoyado en la existencia material otro
bloque ideológico que dotaba de sentido al pensamiento disidente.
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No era de extrañar que tanto el cuerpo docente como el estudiantil con tendencias de
izquierda, se involucrara en los procesos políticos nacionales desde una praxis que perseguía
la transformación de la esta sociedad a una más justa y equitativa. Esto por supuesto tuvo
reacción de los poderes gubernamentales que intentaron ejercer control a través de la
designación de recursos y la injerencia en la política universitaria por medio de sus tentáculos
dentro de la institución, por lo que se promovió el III Congreso como mecanismo de defensa
de la autonomía universitaria (Camacho 2012, 12-13). Sobre lo anterior Daniel Camacho
enfatiza la clara oposición de dos modelos que «no eran una simple discusión de teoría y
práctica de la administración, sino involucraban un importantísimo debate sobre la autonomía
de las instituciones de Educación Superior que se crearían con posterioridad» (Camacho
2012, 16).
A pesar de las muchas implicaciones de este Congreso, retomamos la que nos orienta en
esta reflexión, es decir, el lugar de la universidad en la sociedad. En dicho Congreso se creó
el Estatuto orgánico en el cual queda establecido el papel de la Universidad en relación con
la comunidad nacional, en el artículo 3: «La Universidad de Costa Rica debe contribuir con
las transformaciones que la sociedad necesita para el logro del bien común, mediante una
política dirigida a la consecución de una justicia social, de equidad, del desarrollo integral,
de la libertad plena y de la total independencia de nuestro pueblo».
De este proceso deriva la responsabilidad constitutiva de la Universidad para ser mucho
más que una maquila de profesionales, se plantea una lógica de institución comprometida
con el cambio social, con la equidad, con especial atención a sectores vulnerabilizados por
las lógicas de generación de desigualdad. Se plantea una universidad más allá del campus,
que acciona directamente y en conjunto con los actores sociales, que pone al servicio de la
sociedad -de esa en la que muchas personas ni siquiera se pueden permitir soñar con tener
estudios superiores- los conocimientos que se generan desde la investigación y la docencia.
La Acción social como vínculo entre la Universidad y la sociedad
La Vicerrectoría de Acción social (VAS) es precisamente el órgano universitario
llamado a ser el punto de encuentro con la sociedad civil, a coordinar acciones pertinentes y
planificadas desde los distintos saberes que se generan tanto en la academia como en (y con)
las comunidades. Actualmente, su reglamento dispone, en el artículo 3, que esta dependencia
«constituye el vínculo principal entre la Universidad de Costa Rica y el país por medio de
sus programas de divulgación, extensión y trabajo comunal» (Reglamento de la Vicerrectoría
de Acción Social 1980). Esta relación debe darse en concordancia con el mismo Estatuto
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orgánico en aras de aportar a los procesos de transformación social, en apoyar a las
poblaciones y territorios más vulnerables y, a desarrollar mejores y más dignas condiciones
vida que les permitan un buen vivir.
Hoy en día, en esta Vicerrectoría hay setecientos treinta y dos proyectos inscritos, 119
de Extensión cultural, 173 de Trabajo Comunal Universitario y 440 de Extensión docente.
Estos proyectos tienen presencia en casi todos los territorios del país, están en contacto con
comunidades, grupos organizados de base, organizaciones no gubernamentales e
instituciones. Su potencial para llevar a cabo una estrategia conjunta, especialmente cuando
se trata de una situación país, es enorme y uno de los pilares fundamentales de lo que
constituye la misma Universidad pública.
Ahora bien, debemos decir que no todos los proyectos tienen la misma naturaleza,
muchos están dedicados a la venta de cursos y capacitaciones, lo cual en sí mismo no implica
problema; sin embargo, no todos tienen un criterio de bien social de fondo. El vínculo con la
sociedad muchas veces pasa a la prestación de servicios o a labores asistencialistas, sin
pertinencia y sin sentido de proceso que apunte a contribuir a las transformaciones arriba
mencionadas. Cabe decir que, en el extremo, esta vinculación se ha intentado trasladar desde
un sector abanderado de la venta de servicios y financiamiento corporativo al estilo del Plan
Bolonia, a relaciones basadas en los requerimientos del mercado, por principios de
rentabilidad y las condiciones impuestas por los entes que aporten dinero. Los dos modelos
se ven enfrentados en estas posiciones de universidad para las comunidades y universidad
generadora de recursos económicos, muy a tono con los ataques al presupuesto designado a
la educación pública que han venido enfrentando las instituciones de educación superior en
los últimos años. La pugna interna sigue inclinándose a la defensa del modelo conquistado,
modelo que nunca ha dejado de estar en disputa.
Sin duda esta disputa es en misma una lucha alrededor de la propia autonomía
universitaria, del esquema de universidad pública latinoamericana sabiamente elegido y
plasmado en la normativa. El contexto de crisis social y económica que ha provocado la
emergencia sanitaria por la pandemia del COVID-19 demanda respuestas de parte de las
instituciones, desde donde éstas se definen a mismas, al tiempo que van marcando el
proyecto de país por el que se apuesta. Los momentos de crisis marcan puntos de inflexión
en los que las contradicciones rompen en transformaciones o se apaciguan en nuevos
acomodos, y frente a estos dos escenarios, las acciones tomadas marcan el camino.
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El papel de la Universidad frente a la pandemia
Hacia afuera de la comunidad universitaria, en los medios de comunicación han resonado
las labores de ciertas instancias de la Universidad que están haciendo grandes contribuciones
al país. Hago hincapié en que son algunas instancias con toda la intención de resaltar el
carácter plural y diferenciado que existe a lo interno de la institución. Destacan en las noticias
el Instituto Clodomiro Picado con la creación de sueros a partir de plasma sanguíneo para
potenciar los tratamientos, el apoyo del laboratorio clínico en el procesamiento de pruebas,
uso de vehículos institucionales para repartir medicamentos, la formulación de modelos
matemáticos y generación de datos y, la creación de un prototipo de respirador asistido
realizado por varias Escuelas; acciones dirigidas a enfrentar la emergencia sanitaria, que nos
hacen enorgullecernos de ser UCR.
Reconocemos los aportes sociales de la universidad más allá de esta crisis producida por
el coronavirus y también la respuesta de algunos sectores que han mostrado grandes
capacidades tecnológicas y humanas. Cabe decir que toda separación de la realidad en
categorías asume una ficción, y que los alcances de las tres actividades sustantivas
universitaria se trastocan y entremezclan en su propio ejercicio. No obstante, dado el enfoque
que adoptamos de reflexionar sobre las políticas institucionales, el énfasis lo ponemos en las
propias acciones (o inacciones, en todo caso) de los órganos correspondientes del aparato
universitario y analizamos así el papel de la VAS en su obligación de dirigir y organizar
respuestas frente a la crisis actual.
En este sentido, es fundamental entender que las políticas se pueden concebir también
como ausencia de acción. Cuando hablamos de políticas públicas, entramos al entendimiento
de que no son solo las acciones que se llevan a cabo, también se pueden considerar políticas
públicas las omisiones explícitas de temáticas, poblaciones y situaciones. Lo mismo aplica
para las políticas institucionales universitarias cuando omiten el cumplimiento de las
funciones que son la razón de su existencia.
Así entonces, al ser la Acción social el lazo principal entre la Universidad y el resto de
la sociedad y tener dicha Vicerrectoría la responsabilidad de coordinar y dirigir las acciones
en esta materia, la respuesta ante situaciones de afectación o crisis es una de sus funciones
primordiales. Por ejemplo, en el año 2016, en respuesta al desastre provocado por el paso del
huracán Otto por la zona norte del país, se formó una comisión y una estrategia que
incorporaba programas, proyectos y otras iniciativas universitarias provenientes de Unidades
académicas, personal administrativo, docentes y estudiantes para atender la emergencia
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nacional. La Universidad supo responder como institución no solo desde lo técnico y
tecnológico, sino también desde el apoyo directo a las necesidades de la población por medio
de un proceso abierto.
Es crucial señalar que el contexto actual está cruzado por el cambio en la Rectoría, que
supone discontinuidad en el poder y por tanto en las decisiones que pudieran tomarse. No
obstante, sería mezquino achacar la falta de acciones a esta coyuntura, ya que si bien es cierto
que la Vicerrectora es quien tiene la investidura para determinar cuáles serán las líneas de
abordaje, la Vicerrectoría es un aparato burocrático-académico con multiplicidad de actores
en las diferentes secciones (Extensión docente, Extensión cultural, Trabajo Comunal
Universitario, Programas institucionales y los medios) de donde puede darse forma a
estrategias articuladas para dar atención a las problemáticas nacionales emergentes. Hoy
volvemos a llamarles para movilizarse ante esta necesidad, de la mano con el resto de la
comunidad universitaria, especialmente las y los ejecutores de proyectos que cuentan con la
experiencia y las relaciones establecidas con diversos sectores sociales.
Hasta ahora, el grueso de las medidas emanadas desde las entidades de la VAS
corresponde más al campo administrativo y burocrático: recepción de documentos,
ampliación de plazos, recalendarización de la matrícula de Trabajo comunal universitario. Y
si bien la VAS no ha sido oportuna en la generación de líneas de acción con la sociedad civil,
gran parte de los proyectos inscritos, especialmente avocados al trabajo con comunidades, sí
lo han hecho por su cuenta, lo que nos sigue hablando del gran potencial que estamos dejando
escapar.
En este punto donde lo importante es sumar, el propósito no es hacer realizar un
escarmiento público de esta importante Vicerrectoría y su personal, sino promover una
reflexión profunda sobre el modelo de universidad y sobre el tejido organizativo que
fortalecemos o debilitamos desde el espacio institucional. Porque lo que sucede en la
universidad es el correlato de las contradicciones del mismo país: nos hace falta organización
en todos los niveles. Esta incapacidad de una Vicerrectoría y, a fin de cuentas, de una
Universidad para responder oportunamente - desde lo social - ante una situación país tan
crítica, no es más que el síntoma de los tiempos actuales, en donde vivimos la ciclicidad de
las crisis como la normalidad. Puesto en palabras de María Galindo, «el coronavirus es un
instrumento que parece efectivo para borrar, minimizar, ocultar o poner entre paréntesis otros
problemas sociales y políticos que veníamos conceptualizando. De pronto y por arte de magia
desaparecen debajo la alfombra o detrás del gigante» (2020, 120).
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Entonces, optar por un papel activo en la construcción de estrategias guiadas con los
proyectos, diagnosticar las formas diferenciadas en la que se vive la situación y las
necesidades especiales de las poblaciones, la apertura de espacios de diálogo que den campo
a voces que no tienen lugar en los espacios de toma de decisiones y realizar propuestas ante
instancias gubernamentales para que haya respuestas más oportunas que velen por los
derechos de las personas por sobre otros intereses, son las motivaciones para retomar esta
gran potencialidad que hemos estado dejando escapar. En el límite, es reivindicar y reafirmar
el modelo popular universitario, un pacto social solidario, en donde el bienestar común sea
la clave de una sociedad más justa e igualitaria.
En conclusión, ¿qué se puede hacer ahora?
La crisis actual por el coronavirus nos permite ver más claramente las contradicciones
del sistema. Se ha transparentado la discusión entre los intereses empresariales y la toma de
decisiones centrada en la economía de la acumulación, y la defensa de los derechos y el
bienestar de las personas, en un pulso que se sigue dando día con día. Ante tales asimetrías
¿dónde están nuestros pronunciamientos, nuestra toma de partido con respecto a las clases
más desposeídas, nuestras propuestas y contrapropuestas desde los equipos
interdisciplinarios de expertos y expertas? ¿a quiénes responde la Universidad entonces?
Sería ingenuo pensar que esta situación per se nos llevará a un cambio de paradigma,
pero lo cierto es que las crisis son puertas giratorias, o remolinos que -como en el Mago de
Oz- nos pueden llevar a lugares muy distintos: a un sueño o a una realidad de pesadilla. La
crisis es una puerta, un punto de inflexión, un momento de cambio, pero nada asegura que
los cambios sean profundos y transformadores, mucho menos que vayan a ser beneficiosos.
Byung-Chul Han apuntaba que ningún virus va a hacer la revolución ni va a vencer a este
sistema, pero que nosotras las personas tenemos esa capacidad de transformar radicalmente
la realidad, esa parte de normalidad a la que no queremos regresar.
Si bien la Universidad también es terreno de luchas, que es desigual en cuanto a derechos
y acceso a recursos, a posibilidades de incidir en decisiones, la participación y organización
nos hace sujetos políticos. Procesos como el cambio de Rectoría da una posibilidad de
enrumbar el proyecto, pero también tiene que haber organización interna del personal de las
Vicerrectorías, proyectos, Facultades, Unidades académicas, estudiantes… Son necesarios
tanto cambios estructurales como actitudinales estas son a fin de cuentas las decisiones
sobre el modelo.
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Necesitamos que esos 732 proyectos de la VAS articulen sus esfuerzos; que de nuevo
haya administrativos, docentes y estudiantes movilizadas/os. Necesitamos seguir siempre
recordando que la universidad debe estar presente en la primera línea frente a las necesidades
sociales y no en enclaustrada entre polvorientos discursos. Solo llegando a las comunidades
y personas excluidas de este sistema, podemos relacionarnos dialógicamente y mostrar que
la universidad también es para ellos y ellas, que otras realidades también son posibles.
En fin, no encuentro una forma más adecuada de cerrar que con las palabras de uno de
los impulsores del III Congreso y defensor de la Universidad pública y popular: «Los
principios, propósitos y funciones de la Universidad de Costa Rica, aprobados en el Estatuto
de marzo de 1974, no pueden ser más actuales y vigentes, porque la sociedad costarricense y
la Universidad no han podido, como se lo propuso el III Congreso: obtener las
transformaciones que la sociedad necesita para el logro del bien común, mediante una política
dirigida a la consecución de una verdadera justicia social, el desarrollo integral, la libertad
plena y la total independencia de nuestro pueblo» (Camacho 2012, 18).
Referencias
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Semanario Universidad, 24 de octubre.
https://historico.semanariouniversidad.com/opinion/ya-est-en-costa-rica-la-poltica-
universitaria-de-bolonia/
Alvarado Víctor. 2013. «¡Gratis! mano de obra estudiantil para las empresas privadas».
Semanario Universidad, 4 de setiembre.
https://historico.semanariouniversidad.com/opinion/gratis-mano-de-obra-
estudiantil-para-las-empresas-privadas/
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intelectual argentina con proyección latinoamericana. Facultad de Ciencia Política y
RR II. Universidad Nacional de Rosario.
Camacho, Daniel. 2012. «La autonomía universitaria, la vigencia del III Congreso
Universitario y una obligada referencia a Rodrigo Facio». Rev. Ciencias Sociales 138:
11-20.
Chuaqui, Benedicto. 2002. «Acerca de la historia de las universidades». Revista chilena de
pediatría 73, (núm.6): 583-585.
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0370-
41062002000600001&lng=es&nrm=iso
Consejo Universitario. 1974. Estatuto orgánico. Universidad de Costa Rica.
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Consejo Universitario. 1980. Reglamento de la Vicerrectoría de Acción Social. Universidad
de Costa Rica.
Federación Universitaria de Córdoba. 1918. «Manifiesto Liminar de Córdoba - 21 de junio
de 1918 - La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América».
Universidades 36 (2008): 3-6. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=37312909002
Galindo, María. 2020. «Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir» En: Sopa de Wuhan.
Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. Agamben, Giorgio et.al.,
119-128. La Plata, Argentina: ASPO.
Han, Byung-Chul. 2020. «La emergencia viral y el mundo de mañana». En: Sopa de Wuhan.
Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. Agamben, Giorgio et.al.,
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Svampa, María Lucila. «El concepto de crisis en Reinhart Koselleck. Polisemias de una
categoría histórica». Anacronismo e Irrupción. La(s) historia(s). Origen, repetición y
diferencia 6 (noviembre 2016 a mayo 2017): 131-151.