E-ISSN: 1659-2859
Dossier especial
Volumen 99 (2) 2020: 1-9
Julio-Diciembre
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ocio y el trabajo y, además, igual voy siempre atrasada». Otra colega también del área de
artes manifesta el peso de tres elementos que la han agotado emocionalmente: primero el
saber que se pertenece a un área no valorada como son las artes; segundo, trabajar para una
institución que siempre va a ser cuestionada a pesar de los esfuerzos y, tercero, el hecho de
irse para la casa, donde, como por arte de magia todo el trabajo pierde su valor. Ella,
sabiendo lo mal que lo han pasado muchos otros artistas que trabajan en la calle, se
sobreexige y no ve las propias condiciones de sus posiblidades de producción artística y
académica. En su experiencia hay una sobredemanda por parte de la Universidad en donde
hay que garantizarlo todo: «Es absurdo que, aparte de que tengamos que esar trabajando,
estar en la computadora, mandando Whatsapp, atendiendo el teléfono (que ahora pago yo)
atendiendo la casa, se supone que debo escribir y garantizar todo lo que haga con una
bitácora. No es posible que mi trabajo no pueda ser visto a través de resultados».
Algunas creen que las mujeres que trabajan se han acostumbrado a equilibrar los
espacios de la vida, tratando de que las cosas que dependen de ellas no compitan: ni los hijos,
ni el trabajo, ni los placeres que algunas se puedan dar. La distancia física con respecto al
hogar que crea el trabajo remunerado permite ver con más valor el lugar de los afectos, del
descanso y de lo familiar; la casa se ve desde otro lugar, pero ahora eso no existe. El tiempo
completo de mamá y trabajadora lo definen como tremendo y extenuante. Una de ellas dice:
«Siento que no doy la talla, me veo frustrada, cansada, sola y sobrecargada. Y esto aún que
yo comparto tareas como mi pareja, pero es real que si estoy en la casa mi hijo de 3 años me
busca a mí, quiere que yo le haga la comida, haga las tareas y lea un cuento, y a pesar de esto
todo en la U sigue igual».
Sobre la carga diferenciada de las tareas hay que agregar otra que no siempre se reconoce
y que se ha llamado la carga mental, esta cuestión de estar siempre alerta, tratando de
acordarse de todo lo que se tiene que hacer. Este es un aprendizaje diferenciado entre las
mujeres y los hombres, porque los cuidados, los deberes de la casa, la crianza y demás, ha
sido asignado socialmete, y por desgracia, a las mujeres. Esto tiene historia, vinculado a la
división del uso de los espacios, de lo público y lo privado y el valor de las tareas en los
mismos. Este uso del tiempo se les ha enseñado a las mujeres para que sea circular, que
implica esa capacidad de desarrollar una serie de actividades al mismo tiempo,
independientemente de que estén conectadas o no. Mientras tanto, a los hombres,
tradicionalmente, se les ha enseñado un uso del tiempo de forma lineal, donde solo pasa una
cosa a la vez. Una de las universitarias lo explica así: «Yo sí creo que la carga no es la misma,
yo tengo un compañero que no trabaja, y aunque él hace un montón de cosas, la carga mental
la seguimos teniendo las mujeres. Aunque él hace cosas con nuestro hijo, hay una cosa en la