Volumen 100 (2) 2021: 1-25 Julio-Diciembre
DOI 10.15517/rr.v100i2.43796
E-ISSN: 1659-2859
1
Estrategias comunitarias de construcción de oportunidades de juventudes en
situación de vulnerabilidad
1
Community strategies for building opportunities for young people living in
vulnerable conditions
Ana Miranda,
amiranda@flacso.org.ar
1
Milena Arancibia,
m2arancibia@gmail.com
2
Carla Fainstein,
carla.fainstein@gmail.com
3
1 2 3
FLACSO Sede
Argentina / CONICET,
Buenos Aires, Argentina
Resumen
Introducción
Diversas investigaciones han demostrado que, en las dos
primeras décadas del siglo XXI, a pesar de los avances en la
escolarización y en los programas de ingresos en el país,
persistieron diferencias al interior de la generación de jóvenes,
esto dio como resultado condiciones desiguales de vida según
género, sector social y lugar de residencia. Así, las juventudes
se enfrentan a una estructura de oportunidades ampliamente
segmentada.
Objetivo
En este sentido, este trabajo pretendió caracterizar e indagar en
las condiciones laborales y de hábitat de las personas jóvenes
que viven en barrios marginalizados en un gran aglomerado
urbano, el Gran Buenos Aires. Lo anterior da cuenta del marco
acotado de oportunidades que se les presentan, y del papel de
las organizaciones sociales de base territorial en la
construcción de proyectos de vida alternativos.
Método
En tanto este estudio se enmarca en un proyecto de
investigaciónacción, se utilizó una metodología de
investigación entre pares, la cual supuso la aplicación de una
encuesta por parte de jóvenes miembros de una organización
social a personas de entre 18 y 35 años, quienes asistían a
diversos centros comunitarios de ese territorio. Asimismo, se
realizaron grupos focales con quienes participaron como
investigadoras e investigadores pares.
Resultados
Los resultados mostraron la existencia de trayectorias
laborales marcadas por la precariedad, la informalidad y largos
períodos de inactividad, así como la relevancia del desarrollo
del mercado de drogas en sus barrios y las divergencias en
estas dimensiones, según el género.
Conclusiones
Para estas personas, las redes comunitarias presentes en los
barrios marginalizados demostraron tener una importancia
sustantiva para la creación de nuevas oportunidades y pusieron
en debate el lugar de los grupos familiares, los cuidados y la
división sexual del trabajo entre las juventudes populares.
Palabras clave: Jóvenes, Desigualdades, Exclusión laboral,
Investigación entre pares, Organizaciones comunitarias.
Fecha de recepción:
9 de setiembre del 2020
Fecha de aceptación:
29 marzo del 2021
1
Las autoras agradecen los comentarios de evaluadores anónimos que contribuyeron a mejorar este
documento.
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E-ISSN: 1659-2859
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Cómo citar:
Miranda Ana, Milena
Arancibia y Carla Fainstein.
2021. Estrategias comunitarias
de construcción de
oportunidades de juventudes en
situación de vulnerabilidad.
Revista Reflexiones 100 (2).
DOI 10.15517/rr.v100i2.43796
Abstract
Introduction
Research has shown that despite advances in schooling and
income programs in the region, differences persist within the
same generation of young people, who present unequal living
conditions according to gender, social sector and the place
where they live. Thus, youths face a widely segmented
opportunity structure.
Objective
In this sense, this study aims to characterize and investigate the
working and habitat conditions of young people who live in
marginalized neighborhoods of a large urban agglomeration,
Greater Buenos Aires, giving an account of the limited
opportunity framework that are presented to them and the role
of territorial-based social organizations in the construction of
alternative life projects.
Method
As this study is part of an action-research project, a peer
research methodology was used. It involved the application of
surveys by young members of a social organization to young
people who attend various community centers in that territory.
Likewise, focus groups were held with those who participated
as peer researchers.
Results
The results showed the existence of labor trajectories marked
by precariousness, informality and long periods of inactivity,
as well as the relevance of the development of the drug market
in their neighborhoods and the divergences in these
dimensions according to gender.
Conclusions
Community networks in marginalized neighborhoods have a
substantive importance for the creation of new opportunities
and put into debate the place of family groups, caregiving and
the sexual division of labor among youth.
Keywords: Youth, Inequalities, Labor exclusion, Peer
research methodology, Community organizations.
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Introducción
El aumento de las desigualdades en el contexto de la crisis económica y social,
producto de la pandemia del COVID-19, (Assusa y Kessler, 2020; CEPAL, 2020;
Narodowski y Campetella, 2020) otorga nueva relevancia al debate sobre la inserción
laboral de las juventudes de sectores populares, al tiempo que ofrece una reflexión sobre
el futuro cercano de nuestras sociedades. Los problemas laborales de las juventudes no
son nuevos, ya que inclusive en el contexto de crecimiento económico y de protección
social de las primeras décadas del siglo XXI, continuaron constantes sobre todo entre los
grupos juveniles de menores recursos (Miranda y Alfredo 2018).
Sobre el final de la segunda década del siglo, el debate se renueva frente a la
situación excepcional provocada por la pandemia y sus efectos sobre las economías y los
mercados laborales, esto generó la profundización de las problemáticas estructurales en
los grandes centros urbanos, con amplias consecuencias en las oportunidades de las
personas jóvenes de sectores populares. La tercera década de nuestro siglo requerirá
acciones positivas y sostenidas de reconstrucción de las trayectorias interrumpidas de la
generación que está ingresando a la vida adulta, en un contexto que en nuestros días es
aún incierto.
El campo de los estudios de juventudes tiene la capacidad de contribuir en la
elaboración de programas y políticas públicas, a partir de diagnósticos y construcción de
evidencia que permitan discernir las mejores acciones para actuar en tiempos de crisis.
Este campo se encuentra consolidado tanto en el norte como en el sur global (Cuervo y
Miranda 2019), y en América Latina la producción es amplia y plural. Se distinguen dos
corrientes o paradigmas teóricos centrales: 1) el enfoque generacional que integra la
perspectiva culturalista centrada en la productividad juvenil, y 2) la perspectiva
biográfica que permite captar la interacción entre agencia y estructura y que, con algunas
deficiencias, incluye la dimensión identitaria, la cual aborda las biografías desde una
óptica multicausal (Pérez Sainz 2019). El presente estudio trabaja en la segunda
perspectiva, al tiempo que trata de integrar dimensiones afectivas e identitarias y de forma
particular la perspectiva de género, muchas veces soslayada en los estudios de
juventud(es).
El artículo aborda fenómenos que se desarrollan en el Gran Buenos Aires, el
aglomerado urbano de mayor envergadura de la Argentina, durante finales de la década
de 2010. Parte de la idea de que, a pesar de los avances en la escolarización y los
programas de ingresos en el país en los últimos años, persistieron amplias diferencias al
interior de esta generación, con condiciones muy distintas ya sea por género, sector social
y lugar en el que habitan las personas jóvenes, dichas condiciones están en nuestros días
amplificadas por la crisis económica y social, debido a la pandemia por COVID-19.
Asimismo, este artículo brinda evidencia de que la estructura de oportunidades
que las juventudes enfrentan es ampliamente segmentada, con base en una investigación
sobre trayectorias sociales de grupos vulnerables que se presentará a continuación.
Sostiene la hipótesis de que en los grandes aglomerados urbanos las desigualdades se
manifiestan en términos habitacionales, de educación, trabajo, salud y de acceso a bienes
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necesarios para una vida saludable; y que, entre las personas jóvenes que habitan en
barrios marginalizados, las condiciones laborales y ambientales definen un marco acotado
de oportunidades que influye en los proyectos de vida posibles, que se construyen día a
día de forma interseccional. Es además un contexto donde el mercado de drogas encuentra
lugar para expandirse, lo cual trunca las trayectorias y genera cicatrices de difícil
reversión entre las juventudes más vulnerables.
El texto presenta resultados de una investigación-acción realizada con jóvenes que
habitan en barrios del Gran Buenos Aires, Argentina, desarrollada en el marco del
proyecto COLECTIVA JOVEN
2
, gracias al apoyo del Canada's International
Development Research Centre (IDRC). El estudio se llevó a cabo a través de la aplicación
de una encuesta con jóvenes de entre 18 y 35 años que participaban de las actividades
llevadas a cabo por colectivos y organizaciones sociales en centros comunitarios de sus
territorios. Principalmente, incluyó a quienes integraban actividades de los Centros
Barriales que forman parte de la Federación Familia Grande Hogar de Cristo (FGHC)
3
.
Los Centros Barriales son espacios comunitarios que nacen de la mano de parroquias de
barrios populares, villas y asentamientos, y que tienen como fin principal la prevención
y el acompañamiento de personas en situación de alta vulnerabilidad económica y social,
que atravesaron o atraviesan situaciones de consumo problemático de sustancias
psicoactivas.
La encuesta, aplicada durante el segundo semestre de 2019, exploró los distintos
modos de obtención de ingresos de las personas jóvenes, lo cual incluyó iniciativas de
trabajo realizadas en proyectos comunitarios, pero también las trayectorias laborales
personales, por fuera de la organización, y en algunos casos, los modos de generación de
ingresos vinculados con la ilegalidad y el uso de la violencia. Asimismo, se realizaron
grupos focales con la población juvenil integrante de distintos Centros Barriales de la
FGHC que participaron en el proyecto como investigadores/as.
Se destaca la potencialidad de las redes comunitarias en la creación de nuevas
oportunidades y el afianzamiento de nuevas gramáticas juveniles
4
, en tanto posibilidades
en camino hacia un proyecto de vida solidario, que acompaña el trabajo de recuperación
2
Colectiva Joven (2019-2021) se desarrolla de forma conjunta entre el Canada's International Development
Research Centre (IDRC), la Fundación de Investigación de San Pablo (FAPESP), la Organización Acción
Educativa, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO, Argentina) y la Federación
Familia Grande Hogar de Cristo (FGHC). También cuenta con el apoyo del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas que reconoce el proyecto como un Proyecto de Desarrollo
Tecnológico y Social (PDTS).
3
La Federación FGHC es una asociación de segundo grado que surge en marzo de 2017 con el objetivo de
coordinar las acciones que venían desarrollando los diferentes Centros Barriales desde el año 2008,
nuclearlos en un espacio común para coordinar acciones y gestionar recursos, acompañar a las comunidades
eclesiales que quieran comenzar a abrir esos espacios y, fundamentalmente, “sistematizar, transmitir,
capacitar e investigar en la metodología, los principios, criterios y estrategias de los centros barriales como
respuesta integral destinada a personas que atraviesan situaciones de vulnerabilidad social y/o consumo
problemático de sustancias psicoactivas(www.hogardecristo.com.ar).
4
La idea de gramáticas juveniles contextualiza las experiencias juveniles al señalar el sistema de reglas que
organizan el curso de vida, con el que las personas jóvenes interactúan y negocian y que tiene un anclaje
territorial, es decir que se desarrolla de forma social y culturalmente situada. Los distintos espacios sociales
estructuran distintas gramáticas juveniles, mediante las cuales se van construyendo las biografías, los
relatos, los deseos (Bendit y Miranda, 2017).
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de las secuelas provocadas por los procesos de exclusión a la que las personas jóvenes
estuvieron expuestas. Este trabajo propone un debate sobre el lugar de los grupos
familiares, los cuidados y la división sexual del trabajo entre las juventudes populares.
Por último, sostiene que el modelo de intervención comunitaria representa un elemento
sustantivo en toda estrategia de intervención y en el diseño de políticas de juventudes.
Abordaje metodológico: la investigación entre pares
Basado en una estrategia metodológica de investigación-acción, el proyecto
Colectiva Joven trabajó con base en la triangulación de distintas técnicas de las ciencias
sociales, con el objetivo de apoyar a grupos de jóvenes que realizan acciones orientadas
a producir de forma comunitaria. Como parte de ésta, el proyecto inclula participación
de jóvenes en la planificación, ejecución y análisis de resultados, siguiendo la
metodología de investigación entre pares (Santis et al. 2004). Esta propuesta supone la
idea de que «las personas que se benefician de los proyectos (de investigación aplicada o
investigación acción) son las más adecuadas para juzgar el valor y la validez del trabajo»
(Lebel y McLean 2018, 24). Esta es una perspectiva enmarcada en discusiones hoy
clásicas de la sociología, en torno a la relación entre conocimiento y práctica, sujeto y
objeto, ciencia y activismo. Estos debates abordados en América Latina desde los años
sesenta, han buscado ponderar la relación entre personas investigadoras e investigadas, al
considerar el proceso de investigación-acción en términos de pedagogía liberadora en
articulación con un recorrido de acción transformadora reflexión acción
transformadora (Fogel 1999; Armando Herrera y López Guzmán 2014; entre otros).
La investigación entre pares se considera la más adecuada cuando se trabaja con
«población oculta»; es decir, un grupo social que, por diversas razones, resulta de difícil
acceso para la comunidad investigadora. El proyecto Colectiva Joven trabajó con grupos
de jóvenes en situación de vulnerabilidad que habían atravesado períodos de consumo de
sustancias psicoactivas ilegales, por lo que son personas que sufren a menudo una fuerte
estigmatización (FGHC 2020). En este caso, se supuso que la metodología entre pares
permitiría generar conocimiento válido para el apoyo de actividades comunitarias, por lo
que se buscó establecer una red de recolección de información conformada por personas
que eran reconocidas por el personal encuestado como pares (Rodríguez et al. 2005).
Pero, además, esta metodología permitió dar voz a la población juvenil convocada no sólo
como personas a entrevistar sino también como las personas investigadoras, protagonistas
del estudio y parte activa en el proceso de investigación (Carcar et al. 2020).
Siete jóvenes integrantes de distintos Centros Barriales de la FGHC conformaron
el equipo investigador par (5 varones y 2 mujeres), quienes durante el año 2019 y 2020
participaron de diversos encuentros con el equipo de FLACSO. Para conformar este
equipo se seleccionaron jóvenes que ocupaban lugares de referencia en los Centros
Barriales de la FGHC; es decir, llevaban adelante tareas específicas vinculadas con el
acompañamiento de jóvenes. Además, la mayoría trabajaba dentro del Hogar como
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“acompañante par”
5
; y cuatro de ellos, en acompañamiento a personas privadas de su
libertad. En los encuentros realizados se les capacitó en metodología de investigación
social y se desarrolló luego el instrumento de recolección de información.
Con el grupo de personas investigadoras pares se aplicó una encuesta en once
Centros Barriales de la FGHC, localizados en municipios de las zonas oeste, sur y norte
del Gran Buenos Aires
6
, dentro de los cuales funcionaban emprendimientos de diferentes
rubros: elaboración de alimentos, artesanías, peluquería, herrería, huerta, sublimación y
serigrafía. Se realizaron 87 encuestas entre septiembre y diciembre del año 2019. Las
personas encuestadas debían asistir a los centros comunitarios, pero no necesariamente
formar parte de la organización. Se segmentó la muestra por zona geográfica (norte, oeste
y sur del Gran Buenos Aires) y sexo.
Por último, se realizaron dos grupos focales con las personas en rol de
investigadores pares, quienes aportaron sus reflexiones sobre los distintos tópicos
abordados con el fin de integrarlas en las conclusiones. En este trabajo se analizan los
resultados de la encuesta aplicada, así como los resultados de los grupos focales.
Los estudios situados como punto de partida
Durante los últimos años, el trabajo en estudios de juventud a través de miradas
plurales que integran aspectos estructurales, subjetivos y ambientales, ha generado
interesantes avances en el conocimiento. Entre los debates más interesantes del campo,
se encuentran las contraposiciones entre el enfoque de la juventud en tanto transiciones y
la perspectiva generacional, que incluye el desarrollo conceptual sobre generaciones
sociales (Wyn y Woodman 2006; Roberts 2020). Desde una mirada que propone el
estudio de las temporalidades, se ha prestado especial atención a las condiciones
estructurales que se le presentan a una determinada generación o cohorte en el transcurso
de su juventud, la etapa más crítica de la vida para aprovechar las oportunidades a largo
plazo. Su interés principal está centrado en las tensiones entre el cambio y la reproducción
social, y de forma particular, en la reproducción intergeneracional de la pobreza
(Woodman, Shildrichk y MacDonald 2020).
Los estudios realizados a partir de la noción de generaciones sociales han
permitido incorporar mayor complejidad al análisis de las condiciones externas a las
personas jóvenes (las oportunidades de educación y empleo, el tipo de Estado, el sistema
de justicia penal, las condiciones de hábitat), las cuales generan una acumulación de
desventajas, especialmente en algunos territorios de la ciudad (Woodman y Wyn 2015).
De forma particular, las investigaciones situadas han permitido construir evidencia sobre
nuevas desigualdades a través del análisis de la reproducción social en tiempo real
(MacDonald, Shildrick y Furlong 2020).
5
En la FGHC se denomina “acompañante par” a quienes acompañan la vida de jóvenes y adultos que
atraviesan problemas de consumo. Dichos acompañantes ya atravesaron dicha problemática y vivieron la
misma experiencia de recuperación (Carcar et al 2020).
6
Los municipios incluidos fueron: Quilmes, Vicente López, San Martín, San Isidro, Tigre, Merlo, General
Rodríguez, San Miguel, Lomas de Zamora.
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En América Latina, investigaciones situadas en contextos de vulnerabilidad han
demostrado que el análisis de la estructura de oportunidades para las juventudes debe
incorporar una reflexión sobre el mercado de drogas (Nateras 2016; Valenzuela Arce
2015). Los mercados locales de drogas en espacios de vulnerabilidad y de pobreza
persistente tienen fuertes influencias en las oportunidades y actividades disponibles para
jóvenes de sectores populares. En entornos caracterizados por la ausencia del Estado, la
escasez de fuentes de trabajo dignas, y la permanencia de condiciones habitacionales
deprivadas, las consecuencias de la expansión del narcotráfico y el narcomenudeo dejan
fuertes marcas en las vidas juveniles, muchas de ellas de muy difícil reversión (Pérez
Sainz 2019).
En el caso particular de Argentina, aunque con una envergadura menor que en
ciertas regiones de Centro América y el Caribe, en este trabajo se observaron
transformaciones en el mercado de drogas ilegales, las cuales supusieron fuertes cambios
en términos de prácticas culturales y de la oferta de actividad para jóvenes de barrios
marginalizados. Mientras la respuesta estatal de atención a la temática fue inestable y
poco persistente, las acciones de grupos comunitarios lograron una mayor estabilidad,
generando nuevas alternativas para un proyecto de vida saludable a las poblaciones
juveniles. Tanto la población entrevistada, como el grupo de investigadores pares
participan de las actividades de la FGHC, y acompañan a jóvenes que enfrentan
problemáticas asociadas al consumo de drogas esto permite generar redes de contención
comunitaria.
Transiciones laborales precarias
La generación que transitó su juventud en las dos primeras décadas del siglo XXI
en América Latina estuvo atravesada por fuertes contradicciones entre los avances de la
escolarización y la protección social, así como de la persistencia de la precariedad laboral
y la segmentación social. A su vez, la profundización de la fragmentación urbana impactó
en las transiciones juveniles, esto generó trayectorias con una evolución ampliamente
diferenciada, atravesada por tensiones entre juventudes territorializadas y globalizadas
(Sarav 2015).
Lo anterior se relaciona con las características que tuvo el desarrollo urbano en el
país, que dejó a barrios confinados y con escasa presencia estatal, lo cual contribuyó a
reforzar el diferente acceso a redes y recursos entre jóvenes de diferente género y sector
social. Como resultado se registró la construcción de identidades altamente diferenciadas;
en un extremo una identidad ligada al espacio barrial, y, en el otro, una identidad ligada
a la escala global.
El proceso de diferenciación generó temporalidades divergentes en las
transiciones entre la educación y el empleo para jóvenes de distintos sectores sociales,
géneros y grupos étnicos. Estas dan cuenta de la reproducción de la desigualdad en
fenómenos relativos al abandono escolar, la inserción en la actividad laboral, y la
asunción de tareas de cuidado a edades tempranas. Así, mientras en algunos grupos existe
una oferta de actividades y valores propios a una «juventud modernizada», entre otros
sectores los patrones tradicionales de género y la asunción temprana de las
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responsabilidades laborales y de cuidados están a la orden del día (Miranda y Arancibia
2020).
Esta investigación abordó una generación que ingresó al mercado laboral entre los
años 2000 y 2019. Se trata de un período que en Argentina registró la salida de una
importante crisis y luego la superación con crecimiento inclusivo, pero que no logró
mejorar las oportunidades y condiciones laborales entre quienes se encontraban en el
segmento no calificado. Resulta interesante en este punto recuperar los datos que ofrecen
las estadísticas públicas nacionales acerca de estos procesos, y que permiten observar la
evolución de los indicadores educativo-laborales de la juventud en las dos primeras
décadas del siglo -se consideran los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH),
III trimestre de 2006 y 2019-.
Los números muestran la persistencia de las grandes dificultades de las personas
jóvenes de los sectores populares para insertarse y permanecer en el mercado de trabajo.
En el grupo de jóvenes de 19 a 24 años quienes no se encontraban estudiando ni
trabajando en el sector bajo
7
representaban el 40,8% en 2006 y el 37,6% en 2019 (si se
mira la totalidad de las personas jóvenes sin subdividir por sector, aquellos que se
encontraban en esta condición comprendían el 26,2% en 2006 y el 27,3% en 2019). En el
grupo de 25 a 29 años (jóvenes mayores), los valores mostraron un aumento desde un
39% de jóvenes del sector bajo que no estudiaban ni trabajaban en 2006 a un 43,4% en
2019 (en el total de jóvenes, los valores pasaron de 23,7% a 29,7%).
Estas tendencias generales pueden servir para analizar los resultados de la
encuesta aplicada. En los datos relevados se registra la persistencia del abandono escolar,
ya que ocho de cada diez personas jóvenes entrevistadas no finalizaron la secundaria, y
varias señalaron además que no contaban con el nivel primario completo (casi dos de
cada diez). Estos resultados dejan ver que los grupos que participaron en la investigación
quedaron afuera de los avances en la escolarización, inclusive en un contexto de aumento
de las transferencias condicionadas de ingresos
8
. Además, el inicio temprano de las
trayectorias laborales y de las tareas asociadas al cuidado fue de gran importancia; las
personas jóvenes entrevistadas fueron madres y padres que se insertaron en el mercado
de trabajo en su temprana juventud, algunos inclusive en su niñez (Figuras 1 y 2).
7
Los sectores fueron estratificados con base al nivel de ingresos per cápita familiar.
8
La creación de Asignación Universal por Hijo (AUH), que comenzó a implementarse en 2009, marcó un
punto de inflexión en el sistema de seguridad social argentino, promoviendo el derecho a la educación entre
jóvenes en edad de asistir a establecimientos educativos de nivel medio.
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Figura 1. Edad de inicio del primer trabajo. Jóvenes entre 18 y 35 años
de Centros Barriales de GBA.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Colectiva Joven (2019).
Figura 2. Edad en la que tuvo el primer hijo. Jóvenes entre 18 y 35
años de Centros Barriales de GBA.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Colectiva Joven (2019).
Si se analiza la evolución de los indicadores sobre actividad de la EPH y se
diferencia por género puede verse que las brechas se achicaron en el período analizado,
aunque se mantiene la mayor proporción de mujeres que no estudian ni trabajan en el
sector bajo. Las jóvenes menores en esta situación pasaron de representar el 50% en 2006
al 40,2% en 2019, mientras que las jóvenes mayores pasaron del 55,8% al 59,9%.
Asimismo, la persistencia de la precariedad en las ocupaciones tanto del grupo de jóvenes
de 19 a 24 años como el de 25 a 29 años (de 58% a 58,5% en el primer grupo y de 42,8%
a 39% en el segundo grupo) fue notoria. Específicamente, en el sector bajo, donde la
mayoría poseen empleos en condiciones precarias de contratación, los valores se
44%
48%
0% 0%
7%
60%
23%
12%
3%
2%
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
70%
7-15 años 16-18 años 19-24 años 25-30 años Nunca trabajé
Mujer Varon
75%
20%
0%
71%
17%
13%
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
70%
80%
14-19 años 20-24 años 25-30
Mujer Varon
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mantuvieron para el grupo de 19 a 24 años (76,7% en 2006 y 74,2% en 2019) y mostraron
una leve mejora entre las personas mayores (del 68,8% en 2006 al 59% en 2019).
Se pueden ver algunas de las tendencias sobre la actividad juvenil en los datos
relevados por la encuesta. Si bien no se indagó sobre la asistencia a algún nivel educativo,
las personas que se encontraban trabajando por fuera del centro comunitario fueron un
32% del total de personal entrevistado. Al mirar esta cuestión por género se observa que
es mayor el porcentaje de mujeres empleadas (37%) que el de varones (30%). Asimismo,
se puede destacar que, en concordancia con lo que indica la EPH sobre la precariedad de
las ocupaciones de las personas jóvenes de sectores bajos, la mayor parte de la población
encuestada con empleo tenía trabajos en condiciones precarias de contratación (el 82%
respondió que sus ocupaciones no tenían aportes jubilatorios, cobertura por riesgos del
trabajo y obra social).
El período de permanencia en cada empleo deja entrever trayectorias
fragmentadas, en ocupaciones por períodos cortos. Sin embargo, aunque estas personas
se iniciaron de manera prematura en el mercado laboral, las trayectorias fueron
entrecortadas y presentaron amplios períodos de inactividad: una gran proporción estuvo
desocupada o inactiva la mitad de su vida laboral (Figura 3), lo que da cuenta de las
dificultades que enfrentaron para realizar una trayectoria laboral de acumulación de
experiencias.
Figura 3. Porcentaje de la vida laboral en actividad. Jóvenes entre 18 y 35
años de Centros Barriales de GBA.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Colectiva Joven (2019).
Entre los varones, la mayoría de las experiencias laborales fueron en el rubro de
gastronomía, en empleos que suelen caracterizarse como de baja calificación tales como
lava copas, ayudantes de cocina o repartidores, pero también en el rubro de la
construcción, en empleos como albañil (en su mayoría trabajando por cuenta propia),
pintor y otros oficios ligados al sector. Es el caso de Andrés (E18), que al momento de la
entrevista tenía 21 años y no había finalizado el nivel secundario; en su trayectoria
44%
32%
12% 12%
36%
31%
19%
15%
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
45%
50%
Hasta 25% 26 a 50% 51 a 75% 76% y más
Mujer Varón
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laboral, la cual había comenzado a los 12 años, realizó trabajos en los diversos rubros
planteados y también en servicios (jardinería), otro de los principales sectores referidos.
Andrés tuvo empleos como peón de construcción, como jardinero, ayudante de chapista
en un negocio, así como también desarrolló tareas de pintura en algunas construcciones
y fue soldador en una herrería. En total, estuvo activo solo el 22% de su vida laboral y si
se observa la duración de los empleos, Andrés trabajó durante solo unos meses en cada
uno, la permanencia más larga en un empleo fue de un año. A sus 21 años el entrevistado
tenía hijos que vivían con él y estaban a su cargo, por lo que dependían también de sus
ingresos.
Por su parte, las trayectorias laborales de las mujeres jóvenes se concentraron en
trabajos del rubro limpieza, principalmente como empleadas domésticas en casas
particulares, pero también trabajando en el mismo rubro para empresas o establecimientos
más grandes; además, y tenían a cargo tareas de niñera y de cuidado al adulto mayor
tareas como niñeras o de cuidado de personas mayores. Por ejemplo, la trayectoria laboral
de María (E59) había comenzado a los 15 años y a los 20 tuvo su primer hijo. En sus años
activos trabajó de niñera en una vivienda particular, repositora en un supermercado y
como empleada de limpieza en una oficina, empleos que duraron alrededor de un año
cada uno, lo cual ocupa tan solo el 20% de su vida activa. María no finalizó la secundaria;
no obstante, cursó manicura y peluquería. En los períodos que no tuvo trabajo la
ayudaba alguien de su familia y al momento de la entrevista contaba con el ingreso de la
Asignación Universal por Hijo.
Crecer en los márgenes
Las desigualdades y sus efectos en la vida de las juventudes han sido abordados
en distintos estudios de la región (Mora Salas y Pérez Sainz 2018; Saravi 2004; entre
otros). Los hallazgos de esta investigación dan cuenta de algunas características de las
trayectorias de vida de quienes fueron jóvenes en las dos primeras décadas de este siglo
en barrios marginalizados del Gran Buenos Aires. A partir de una perspectiva
interseccional, se analiza cómo se manifiestan las desigualdades entre las trayectorias
juveniles de mujeres y varones, y la relación con el consumo de drogas y el estigma. La
mayor parte de los Centros Barriales en los que se llevó adelante el trabajo de campo se
localizan en barrios marginalizados del Gran Buenos Aires, donde habitan las personas
jóvenes encuestadas. En este territorio, y como resultado de los procesos de
fragmentación social que se profundizaron en las últimas dos décadas (Segura 2017),
conviven barrios con características muy diferentes, y transitar la juventud en ellos
conlleva fuertes implicancias en las trayectorias de vida y en las posibilidades de
autonomía y construcción de hogares propios.
Resulta necesario dar un marco espacio-temporal a los resultados obtenidos en el
trabajo de campo realizado. La globalización, la financiarización de la renta urbana y su
impacto en la segmentación social fueron generando grandes diferencias por motivos de
clase, género y origen étnico, lo cual dio como resultado una gran heterogeneidad en las
trayectorias juveniles. Dichos procesos contribuyeron a profundizar la desigualdad social
y a restringir las oportunidades de aquellos que habitan en barrios marginalizados, por lo
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que se registraron experiencias generacionales muy distintas entre los grupos sociales
(Miranda y Arancibia 2018).
El concepto de barrio marginalizado es utilizado como sinónimo del más
tradicional asentamiento informal, que comprende una variedad de tipologías
habitacionales populares. Más allá de sus diferencias en términos de topografías y
trayectorias históricas, estas tipologías comparten la informalidad en la tenencia del suelo
y las viviendas de sus habitantes, y presentan graves déficits en relación con el acceso a
servicios básicos e infraestructura urbana (Cravino et. al 2012). Tienen como
característica común la cobertura deficiente de las redes de agua potable y cloacas, el
acceso deficitario al transporte, la existencia de un sistema de recolección y disposición
de residuos sólidos urbanos que muchas veces no transita sus barrios, además de
localizarse en espacios contaminados, y que presenta falencias en términos de acceso a la
salud, a la educación y a la justicia, entre otros derechos básicos (Fainstein 2019). La
deficiencia de las redes de internet es otro factor de exclusión que se hizo evidente a raíz
de la situación de aislamiento por la pandemia del COVID-19.
En las últimas décadas creció la población en los barrios marginalizados
9
y
algunas de las cifras del déficit habitacional se agudizaron tanto en la Ciudad de Buenos
Aires como en su periferia. A partir del año 2003, en un contexto de valorización
especulativa de las propiedades y de reactivación del mercado inmobiliario argentino,
empeoraron las posibilidades de las personas jóvenes de acceder a un hogar propio, en
especial para los sectores de menores ingresos (Arancibia 2017). Por otra parte, si bien
durante la década del 2000, el Estado asumió un papel más activo en la provisión de
vivienda social que en décadas anteriores, careció de una política de regulación del suelo
(Cravino et al. 2012), lo cual hizo cada vez más difícil el acceso a la vivienda de los
sectores de menores ingresos.
El cambio de gobierno a nivel nacional en el año 2015 supuso un intento de re-
implantación de un modelo económico con eje en el ajuste fiscal, la apertura de la
economía y la revalorización financiera. En términos de políticas de vivienda y hábitat,
este período presentó algunos hitos significativos pero pobres resultados, que se ligaron
más a las disputas de las organizaciones sociales territoriales que a iniciativas estatales.
Por otro lado, algunas transformaciones en el mercado de drogas en dichos
territorios modificaron la vida cotidiana de sus habitantes. En el período posterior al 2001
se observó la transformación y expansión del mercado-producción, tráfico y
comercialización de drogas ilegales (en particular cocaína y marihuana), y la expansión,
diversificación y masificación de su consumo local (Equipo Intercambios et al. 2006).
Como efecto no deseado de nuevas regulaciones estatales en este mercado, la última fase
de la producción de cocaína comenzó a realizarse en el país, en muchos casos, en
laboratorios clandestinos localizados dentro de asentamientos informales en los grandes
9
Si bien existen grandes falencias en el registro de la cantidad de barrios marginalizados en el país y la
población que los habita, según el Registro Nacional de Barrios Populares en Proceso de Integración
Urbana en el 2016 había un total de 1.024 asentamientos de ese tipo en la Región Metropolitana de Buenos
Aires, habitados por 429.469 familias (Di Virgilio et al. 2019).
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aglomerados urbanos del país (principalmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires
y en la ciudad de Rosario y su periferia).
Las transformaciones en el mercado de drogas produjeron la generación de «una
mayor y más compleja distribución del trabajo en relación a tramos de las actividades
vinculadas a la producción, tráfico y venta (…) con la configuración de variados puestos
y roles, (…) (generando) nuevas alternativas disponibles para los jóvenes» (Cozzi 2018,
6). Finalmente, implicó el aumento, la expansión y diversificación del consumo de drogas
en un contexto de recuperación económica y aumento del consumo de bienes y servicios
en general (Cozzi 2018). Es en este marco que se expandió en estos barrios el consumo
de la Pasta Base de Cocaína (PBC) o «paco», que llegaba en ese formato al país para ser
procesado, muchas veces, en esos mismos territorios, con fuertes efectos en las
trayectorias juveniles.
Vulnerabilidad, consumos y géneros
Como se describió previamente, tanto las personas encuestadas como las
investigadoras pares asisten a los centros barriales de la FGHC, espacios creados para
dar una respuesta integral a personas que atraviesan situaciones de vulnerabilidad social
y/o consumo problemático de sustancias psicoactivas. El análisis de las fuentes
secundarias y de los resultados de la encuesta permitieron visualizar ciertas diferencias
entre varones y mujeres, tanto en la vinculación con el consumo como en el acercamiento
a espacios (estatales o no) que abordan esta problemática en los barrios marginalizados.
Se evidencia cómo la división sexual del trabajo y el espacio adjudicado a cada uno (el
doméstico para las mujeres, y el público para los hombres) inciden también en cómo se
manifiesta el consumo en la vida de jóvenes que habitan estos territorios.
Distintos estudios señalan que el acceso a espacios relacionados con el
acompañamiento a usuarios de drogas es más extendido entre los varones. Los datos de
la FGHC muestran que dos tercios de las personas que concurren a los centros
comunitarios son varones, y el resto mujeres (Carcar et al. 2020). Por su parte, informes
estatales indican que estas proporciones se replican en los dispositivos públicos de
abordaje territorial de estas problemáticas; más aún, señalan que en muchas ocasiones las
mujeres se acercan a ellos buscando asesoramiento para acompañar a familiares
(mayormente, su pareja o sus hijos) (SEDRONAR 2007). Esto no permite dar cuenta de
si existe un mayor consumo problemático por parte de varones que de mujeres, pero sí de
la invisibilización de estas últimas cuando se trabaja la temática. En este sentido, una de
las investigadoras pares sostenía que el consumo problemático existía en menor medida
en las mujeres por su rol como madres:
Una mamá, con tres cuatro pibitos a cargo, más una abstinencia, es más complicado. Y
más si es una mamá sola y tiene su marido en consumo, su otro hijo en consumo, como
que una se aboca más a decir: `Me voy a ocupar de ellos` (…). Una que es mamá quiere
corregir un montón de cosas y se olvida que es el pilar de la familia, que si no se ocupa
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de una misma no puede ocuparse ni de su hijo, ni de su marido, ni de nadie (Tomasa
10
,
investigadora par, comunicación personal, 2019).
En este fragmento Tomasa vincula el abandono del consumo en las mujeres con la
responsabilidad extra que tienen como cuidadoras en sus familias, presentándolo a su vez
como explicación del hecho de que son los varones en mayor medida los que se acercan
a los Centros Barriales de la FGHC. Así, el ser madre se constituye como una variable
central en los relatos de las personas investigadoras pares para explicar tanto el vínculo
de las mujeres con sus familiares, como en relación al abandono de sus propias prácticas
de consumo. Estas situaciones implican una alta vulnerabilidad para las mujeres cuando
tienen que enfrentar solas la crianza en condiciones de pobreza, responsabilidad que los
varones no suelen asumir de la misma forma.
Gastón, otro de los investigadores pares, miembro del equipo que aplicó la
encuesta, marcaba la diferencia entre maternidad y paternidad para explicar el motivo por
el cual las mujeres estaban a cargo de sus hijos/as en mayor medida que los varones. En
sus palabras:
El problema que tenemos nosotros, bah, al menos yo y lo veo en muchos pibes, es el
problema con tus hijos cuando tenés una recaída. El hombre… yo a mi hijo lo tengo
dos, tres días y después ya no lo aguanto más. Te digo la verdad, si yo tuviera que vivir
con mi hijo... Pero la mamá es la mamá y la mamá lo va a aguantar, es otra cosa. A
me cuesta más, y eso lo veo también en los pibes (Gastón, comunicación personal,
2019).
En su discurso, Gastón marca la diferencia entre los roles femeninos y masculinos.
Los varones se basan en esta diferenciación para ir construyendo su identidad masculina
(Quapper 2006). Los procesos de construcción de identidades juveniles masculinas son
desplegados en distintos espacios (familia, calle, escuela), y en especial en jóvenes de
sectores populares, quienes continúan anclados en visiones tradicionales, y siendo menos
permeables a los graduales cambios de las relaciones de género que se muestran en la
actualidad.
Varios estudios en la región analizan las características que asume la producción de
identidades de género entre las juventudes de sectores empobrecidos. Saraví (2004), en
sus estudios sobre jóvenes habitantes de barrios urbanos segregados, puso en evidencia
cómo la maternidad muchas veces permite a las mujeres jóvenes adquirir un nuevo status
o rol socialmente legitimado en su comunidad.
Lo anterior posibilita adjudicar cierta interpretación de la relación casi directa
trazada por investigadores/as pares entre maternidad y abandono del consumo. A esta
identidad social ofrecida a las jóvenes mujeres, relacionada directamente con el espacio
doméstico, se le contrapondría aquella a disposición de los jóvenes varones, localizada
en el espacio público barrial. La cultura de la calle constituye una de las culturas juveniles
10
Los nombres son falsos para preservar la identidad de las personas que trabajaron como investigadores
pares.
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presentes en el barrio, y está ligada a una serie de prácticas entre las que se encuentra el
consumo de drogas, lo cual se convierte en una fuente de prestigio, autoestima e identidad
para los jóvenes varones, o tal vez simplemente como una «ventana de escape a una
realidad de exclusión» (Saraví 2004, 41). Este conjunto de normas y valores juveniles
sustenta prácticas de género performativas de la masculinidad hegemónica (Cruz Sierra
2019), en donde la calle aparece como un escenario masculino en el cual los jóvenes
varones, a través de la violencia, las actividades ilegales y/o el consumo (entre otras
prácticas) reafirman su identidad social, en especial frente a su grupo de pares. En
palabras de Ferrán, uno de los investigadores pares que formó parte del proyecto:
También porque tal vez los hombres somos mucho más de no tenemos tanto drama
en quedarnos en la calle si estamos consumiendo. Sin embargo, las mujeres sí, porque
están menos protegidas, se sienten más vulnerables a todo, pueden pasar miles de cosas.
Una mujer recapacita todo eso y agarra y se va a su casa. Por ahí consume toda una
semana y después se va a su casa. Sin embargo, el hombre no (Ferrán, comunicación
personal, 2019).
En la pérdida de contacto de los varones con sus hijos e hijas también influyen los
períodos de encierro en cárceles. El hecho de estar detenidos afecta las relaciones
familiares, lo que provoca un impacto emocional que también influye sobre las
posibilidades de recomponer esos vínculos al momento de recuperar la libertad. El
investigador par Juan relataba lo que había observado y lo relacionaba con una vivencia
personal: «A lo mejor terminan detenidos, presos, y terminan haciendo cuatro, cinco años
como me pasó a mí, y cuando sale el pibe [hijo] ya ni lo reconoce» (Juan, comunicación
personal, 2020). Otro de los investigadores pares puntualizaba el círculo de frustraciones
en la paternidad de algunos jóvenes:
Vemos casos que, cuando salen los padres de estar detenidos, quieren hacerse cargo de los
chicos, pero les cuesta, no les es fácil hacerse cargo de una criatura de 5, 6 años que no lo
vio durante el tiempo que estuvo detenido. Y ahora él como que quiere avanzar y.…
nosotros vemos que eso muchas veces los desespera a los padres y los hace hasta volver a
delinquir (Alberto, comunicación personal, 2020).
En este sentido, Albano et al. (2014), en un estudio acerca del consumo de pasta
base de cocaína en Uruguay, remarca que las mujeres suelen mantener relaciones y visitar
a sus familias de origen (en general, mediado por el hecho de que sus hijos se encuentran
a su cuidado), mientras que los varones se desligan y hasta llegan a vivir en situación de
calle. Los autores vinculan esto con la tensión sufrida por los usuarios por incumplir con
el rol de proveedores, socialmente asignado, y de esta forma dan cuenta de los efectos
negativos de la cultura patriarcal hegemónica entre los varones.
Las diferencias en relación al consumo y la persistencia de una marcada división
sexual del trabajo entre personas jóvenes afectan particularmente a las mujeres jóvenes
de barrios marginalizados. El inicio temprano de las tareas de cuidado influye en las
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decisiones que estas toman durante la transición juvenil (Miranda y Arancibia 2018), y
las mayores responsabilidades que recaen sobre ellas limitan sus posibilidades de asumir
otro tipo de actividades educativas o laborales, incluso de disponer de tiempo de ocio.
El modelo tradicional de división sexual del trabajo impone a los varones la cultura
de la provisión y la responsabilidad de la inserción laboral desde edades tempranas (Cruz
Sierra 2014; Fraiman y Rossal 2009). Pero entre los jóvenes que habitan en barrios
marginalizados, a las dificultades de inserción laboral relacionadas con las restricciones
socioterritoriales que establecen barreras para la movilidad se suman los procesos de
estigmatización que no hacen más que reforzarlas.
En el caso de los varones jóvenes, el lugar de residencia se destaca como uno de los
mayores obstáculos para su acceso al empleo o a las actividades económicas, y a la vez
se convierte en fuente de estigmatización (Mora Salas y Pérez Sáinz 2018). Por ejemplo,
un joven varón entrevistado comentaba: «en mi trabajo decían `cuidado con este
(refiriéndose a él), que es del Bajo Flores
11
`». Además, el estigma y la criminalización se
convierten en un factor de exclusión y de exposición a la violencia policial (Kessler
2012). En algunos casos, se suma la discriminación étnica. En estos contextos, la
inseguridad para los jóvenes varones asume formas específicas como la violencia entre
pares o el involucramiento en actividades delictivas.
Diversos estudios en el país debatieron sobre las cargas estigmatizantes que caen
sobre los jóvenes de sectores populares al desglosar el valor moral otorgado al trabajo.
En debate con la idea de que las juventudes de clases populares no «tienen» cultura de
trabajo, Assussa (2017) caracterizó los valores, actitudes y signos que las personas
jóvenes articulan en sus estrategias de inserción, permanencia y promoción en el ámbito
laboral y que les funcionan como «caja de herramientas». El autor buscó poner énfasis en
cómo se produce y cómo se usa esa “cultura del trabajo” y en su carácter relacional.
Benassi (2017), por su parte, indagó sobre las cargas morales que se le asignan al trabajo
entre los jóvenes de sectores populares y los efectos que esto tiene en sus vidas; según la
autora, el trabajo se constituye en una forma de validación social en el entrecruzamiento
con diversas formas de identificación y referencia.
Los procesos de estigmatización derivados de la pertenencia socio-territorial
delinean las trayectorias educativas, sociales y laborales de estos jóvenes. Los barrios
marginalizados en los que habitan las personas encuestadas están atravesados por un
estigma (Guber 2004) que le adjudica a estos espacios y a sus habitantes ciertas
características negativas ligadas con la inmoralidad y la ilegalidad. Como muestran los
resultados de la encuesta, estas personas destacaron el «aspecto físico» como un factor
por el que se sintieron discriminados en sus empleos, así como su forma de vestir, el
lenguaje utilizado y su apariencia en general. Uno de ellos relató la discriminación sufrida
en una entrevista laboral cuando fue confundido con un ladrón; Los antecedentes penales
también fueron nombrados como motivo de discriminación en el acceso al empleo.
11
El encuestado se refiere a una villa de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo nombre legal desde el año 2019
es Barrio Padre Ricciardelli.
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La estigmatización social que pesa sobre estos venes, sumada a las condiciones
de extrema vulnerabilidad en las que viven y a los circuitos de violencia de todo tipo que
los atraviesan, consolida un proceso de exclusión que restringe fuertemente sus
oportunidades laborales. En este sentido, en un estudio con jóvenes de sectores populares,
Roberti (2016) destaca la «centralidad relativa» que tiene el trabajo en las biografías
juveniles, y que muestra las nuevas prácticas y sentidos que deben analizarse en
articulación con las otras esferas de sus vidas (entre ellas el grupo de pares y el barrio).
Redes construidas por organizaciones de base territorial
Frente a las dificultades que presenta la inserción en el mercado laboral, el
acercamiento a experiencias de distintos tipos de trabajo comunitario surge como una
posibilidad de generación de recursos tanto para los varones como para las mujeres que
habitan barrios marginalizados. Una variedad de autores y autoras pusieron en evidencia
cómo surgieron en los barrios marginalizados movimientos sociales de fuerte anclaje
territorial que ganaron lugar en tanto soporte material y subjetivo de grandes grupos
poblacionales frente a la pérdida de la centralidad del trabajo en tanto articulador de las
relaciones sociales (Merklen 2010; Svampa y Pereyra 2003, entre otros).
Los movimientos sociales fueron protagonistas de un nuevo ciclo de acción
colectiva a nivel regional, lo cual logró abrir la agenda pública y colocar las nuevas
problemáticas, as́ como también legitimar otras formas de pensar la política y las
relaciones sociales (Svampa y Pereyra 2003). Sobre todo, en la región andina y en los
países del cono sur, la importancia y actividad de los movimientos sociales se articuló
con un proceso de institucionalización y desarrollo. Al expandirse un paradigma de
desarrollo inclusivo se generó la articulación del accionar del Estado con las
organizaciones sociales al ensamblar los recursos estatales con fuentes del mercado y la
solidaridad comunitaria.
Los Centros Barriales de la FGHC en los que se llevó adelante la encuesta son
espacios abiertos a la comunidad, sin restricciones de ingreso de ningún tipo, en los que
se aborda la temática del consumo, pero también se trabaja para resolver otros problemas
más urgentes legales, vinculares, económicos, de vivienda, etc. (Carcar et al 2020),
para luego comenzar a generar otros planes de vida para las personas jóvenes. Este modo
de acompañar se basa en la construcción de vínculos y de un clima familiar que contiene
y sostiene a partir del afecto.
Con relación a la inserción laboral y la puesta en marcha de estrategias de
obtención de ingresos, los Centros Barriales ofrecen a quienes ya han realizado un
recorrido en este espacio la posibilidad de cuidar a quienes recién se incorporan a los
centros o a quienes aún tienen menor autonomía con la posibilidad de constituirse en
referentes pares y formar parte de los equipos que conducen los Centros (percibiendo un
ingreso).
Frente a la discriminación sufrida en el mercado laboral, estos espacios aparecen
libres del tipo de violencia sufrida cotidianamente por las personas jóvenes en espacios
fuera del barrio. En efecto, los espacios de trabajo comunitario como aquellos ubicados
en los Centros Barriales de la FGHC fueron valorados por la población entrevistada por
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ser espacios en los que «están todos en la misma, son conocidos, se llevan bien». Además,
la libertad de horarios y el ser «bancados» (es decir, sostenidos y acompañados) si recaen
en el consumo aparecieron también como ventajas fundamentales. El trabajo comunitario
permite matizar, entonces, algunas de las barreras que se les presentan a estos jóvenes al
intentar conseguir un empleo. En palabras del investigador par Lisandro:
Cuando yo conocí el Hogar de Cristo de a poquito me fui levantando y hoy por hoy hace
casi tres años que estoy alquilando un mono ambiente y lo estoy sosteniendo. Se me
hace jodido todos los días, pero te abraza el Hogar de Cristo, adonde están las
herramientas. Y, por ejemplo, en el Hurtado
12
te recibían con un abrazo más allá de que
vos estés sucio o tengas todo el pelo duro. No había prejuicios (Lisandro, comunicación
personal, 2019).
En el caso de las mujeres, cobró especial relevancia la cercanía del emprendimiento
comunitario a su vivienda y la posibilidad de llevar a sus hijos/as al trabajo. Estas
características se vinculan con la mayor carga de trabajos de cuidado sobre las mujeres,
que se reproduce también en estos ámbitos. Sin embargo, y por el mismo motivo, las
mujeres presentaron menor constancia en la participación de los emprendimientos. Esta
situación la reflejaba la investigadora par Natalia en su relato:
Cuando las mujeres viven en los hogares con sus hijos es más difícil que se separen de
maternar, es más difícil que puedan seguir un horario, una rutina, que puedan separarse
de la dependencia que tienen los chicos de ellas. Esto tanto en relación a los
emprendimientos como en el momento de las entrevistas, que se veían interrumpidas
porque las mujeres tenían que ocuparse de sus hijos. Es difícil una separarse de ser
mamá y reflexionar sobre las cosas propias (Natalia, comunicación personal, 2020).
En efecto, algunos estudios pusieron en evidencia que en la década del 2000 no se
modificó la situación para las mujeres del sector no calificado de la clase popular, quienes
a través de programas de ingresos condicionados relacionados con la maternidad (entre
ellos el Programa Ellas Hacen) siguieron a cargo de las tareas de cuidado (Rodríguez
Enríquez 2011).
Entre las personas entrevistadas se observó cómo, ante las dificultades de inserción
en el mercado laboral, la solución se encontraba en la combinación de distintas fuentes
de ingreso (Figura 4): en primer lugar, la participación en distintas tareas en el Centro
Barrial y/o en proyectos productivos comunitarios; en segundo lugar, programas sociales
y pensiones; y luego, «changas», ayudas de familiares. Es de destacar que pocas personas
refirieron ingresos de actividades ilegales, lo que pone en evidencia la escasa relevancia
de esa actividad entre este grupo. También, algunos respondieron no contar con ningún
ingreso.
12
Refiere al Centro Barrial San Alberto Hurtado, en la villa 21-24 y Zavaleta de la ciudad de Buenos
Aires.
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Figura 4. Origen de los ingresos. Jóvenes entre 18 y 35 años de Centros
Barriales de GBA
13
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Colectiva Joven (2019).
Como se ha planteado, la vinculación entre las personas jóvenes de barrios
marginalizados y las organizaciones con presencia territorial que llevan adelante
emprendimientos comunitarios pueden tener una fuerte incidencia en sus trayectorias de
vida. Por una parte, en tanto ofrecen espacios de trabajo en los que esta población no se
siente discriminada y que toma en consideración muchas de las dificultades que enfrentan
vinculadas con el consumo o las tareas de cuidado y, por la otra, como acompañantes
esenciales para la gestión de otras fuentes de ingreso, generalmente estatales. Como
sostienen algunas personas autoras, las mediaciones que estructuran la vida de las
juventudes como la familia, la escuela, el territorio y los pares, inciden en las trayectorias
laborales de las personas que viven en contextos de exclusión social y violencia,
configurando distintos tipos de agencias (Pérez Sainz 2018, 12). En este caso, las
organizaciones sociales brindaron opciones de generación de ingresos para jóvenes que
habitaban en estos barrios, y así influir en sus trayectorias.
Debate
Nos hablan de una segunda oportunidad, y nosotros no tuvimos ni la primera
(Martin, comunicación personal, 2019)
Estudios recientes de juventudes han incorporado las dimensiones de tiempo y
espacio como ejes centrales en el análisis de las transiciones juveniles. Como parte de
esta tradición, el concepto de gramáticas de la juventud (Miranda y Arancibia 2018)
13
Los porcentajes expresados en el cuadro se explican porque las respuestas a esta pregunta podían ser
múltiples.
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propuso abordar la variedad, interrelación y complejidad de las juventudes
contemporáneas al ofrecer un marco para el análisis de la relación entre las estructuras de
actividades y las expectativas que las sociedades contemporáneas establecen para los
distintos grupos sociales. Se trata de una conceptualización que intenta ponderar el
carácter performativo de la estructura de oportunidades y valores sociales vigentes
durante el período que se corresponde con la juventud, en tanto etapa de gran importancia
en el proyecto de vida de las personas. Al tiempo que propone el estudio de la agencia y
los procesos creativos de las juventudes frente a las externalidades que enfrentan (Bendit
y Miranda 2017).
En el marco de un estudio situado y participativo, la investigación compartió el
supuesto de que «ningún pibe nace chorro», una frase muy popular en la Argentina, entre
movimientos sociales que trabajan por mejores condiciones de vida entre las juventudes
en situación de vulnerabilidad. A partir de una investigación entre pares se exploró los
distintos modos de obtención de ingresos y mostró la influencia del entrecruzamiento de
las condiciones del ámbito laboral, las dinámicas urbanas y del mercado de drogas en las
trayectorias de mujeres y varones jóvenes en situaciones vulnerables. De esta forma, se
trabajó en la interrelación de un conjunto de elementos heterogéneos de los mundos
físicos, biológicos, económicos y semióticos que, entre otros, brindaron indicios sobre las
formas de realización del proceso social (Latour 2005).
Los hallazgos mostraron que, frente a la persistencia del desempleo y la
precariedad laboral, el crecimiento de los barrios marginalizados y la expansión del
mercado de drogas se entrecruzaron y delinearon las trayectorias rotas en grupos juveniles
expuestos a situaciones de segregación persistente. De esta manera, como fue planteado
por McDonald et al. (2019), fueron la persistencia de estas condiciones, y la expansión
del mercado del «paco», los procesos que interceptaron las vidas de estas generaciones,
lo cual provocó una estructura de opciones estrecha y cicatrices profundas.
Los testimonios mostraron, además, cómo las apelaciones diferenciales entre
hombres y mujeres producidas por la división sexual del trabajo, significan una
acentuación de la problemática de adicción entre los varones, al tiempo que un
afianzamiento de las responsabilidades de cuidado entre las mujeres. Los relatos hicieron
evidentes las tensiones entre grupos familiares, autonomía femenina, protección de la
vida y organización comunitaria en las prácticas cotidianas de las mujeres jóvenes de
sectores vulnerables, en donde la maternidad encuentra nuevas significaciones (Franco
Patiño y Llobet 2019).
Conclusiones
La investigación realizada en el Proyecto Colectiva Joven generó evidencia sobre
las redes comunitarias construidas por las distintas organizaciones barriales, las cuales
han demostrado ser una opción de suma relevancia en las trayectorias rotas de las
personas jóvenes que habitaban en barrios marginalizados del GBA. Estas redes se
convirtieron en sostenes indiscutibles en sus vidas, así como también en mediadoras entre
las juventudes de los barrios y los funcionarios públicos (al gestionar políticas
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alimentarias, de seguridad social, de salud y habitacionales). Al tiempo que generaron
nuevas gramáticas, con apelaciones sobre la vida solidaria y la construcción de grupos
familiares diversos, a través de estrategias comunitarias.
Los resultados de la investigación brindan insumos para el desarrollo de acciones
de mejora de las oportunidades de las personas jóvenes en el marco de la pandemia
mundial del COVID-19. Las acciones pueden lograr mayor efectividad si se trabaja de
forma conjunta con las redes que han constituido organizaciones sociales, en términos de
proporcionar estrategias comunitarias de acceso a un ingreso económico y contención
afectiva.
Asimismo, se ofrece evidencia sobre la importancia de la incorporación de la
perspectiva de género desde una óptica interseccional, que atienda la pluralidad de
expectativas y grupos familiares juveniles; y de esta forma, que dialogue con gramáticas
juveniles diferenciadas del modelo normativo hegemónico. La salida de la crisis
demandará acciones creativas, solidarias y plurales, que integren la participación juvenil
como un elemento clave de la programación, orientada a la reconstrucción de las
trayectorias juveniles que se desarrollan en un contexto aún incierto que demanda nuevos
acuerdos intergeneracionales, y un compromiso sostenido con la justicia social plural.
Apoyo financiero: Este trabajo fue elaborado en el marco de «Colectiva Joven: Jóvenes
hacen colectivo». La iniciativa se está desarrollando gracias al apoyo de la Fundación de
Investigación de San Pablo- Brasil FAPESP) y el Canada’s International Development
Research Centre (IDRC), a través de un consorcio que nuclea a la Universidad Federal
de San Carlos y la Organización Acción Educativa en San Pablo, Brasil; y a la Federación
de Centros Barriales Familia Grande Hogar de Cristo (FGHC) y la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Argentina. También cuenta con el
apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas que reconoce el
proyecto como un Proyecto de Desarrollo Tecnológico y Social.
Contribuciones: Ana Miranda contribuyó con la elaboración y redacción del trabajo, por
lo que los resultados de su estudio fueron fundamentales. Milena Arancibia y Carla
Fainstein colaboraron en el trabajo de campo y procesamiento de los datos que se exponen
en el trabajo, así como en la redacción del mismo y en su revisión.
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