Universidad y «entornos»: reflexiones sobre la vinculación y
el diseño de políticas universitarias en Argentina
University and «environments»:
reflections on university linking and designing university policies in
Argentina
María Elina Estébanez, marilina@centroredes.org.ar1
https://orcid.org/0000-0002-0449-2271
Mariana
Eva Di Bello mariana.di.bello@unq.edu.ar2
https://orcid.org/0000-0002-1128-7006
Mariana Selva Versino, mversino@gmail.com3
https://orcid.org/0000-0001-5386-5647
Facultad
de Ciencias Sociales- Universidad de Buenos Aires. Centro de Estudios sobre
Ciencia. Desarrollo y Educación Superior, Argentina.1 Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto de
Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología-Universidad nacional de Quilmes
(IESCT-UNQ). Docente Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina.2 Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Centro de
Estudios Urbanos y Regionales (CEUR). Profesora Universidad Nacional de La
Plata (UNLP), Argentina.3 |
Resumen Introducción El trabajo analiza las
vinculaciones de la universidad con el entorno social y productivo en
Argentina Objetivo El propósito del trabajo es
reflexiona sobre las instituciones universitarias y su participación en la
«sociedad del conocimiento», asimismo, aportar algunas ideas sobre los
procesos interactivos entre actores universitarios y actores productivos,
gubernamentales y de la sociedad civil. Método Dado el propósito del trabajo, de
carácter reflexivo, el método empleado es una revisión crítica conceptual de
un corpus de trabajos y abordajes que ha analizado la relación entre la
universidad y los entornos socio-productivos, así como también una
sistematización de los diferentes enfoques teóricos sobre el concepto de
«entorno». Resultado Las modelizaciones ideales que
subyacen en muchos trabajos concebidos para dar cuenta de dinámicas
interactivas entre universidad y entorno en países de menor desarrollo científico
no permiten captar la lógica de las actividades de vinculación tecnológica o
de extensión universitaria en los contextos locales, ni las características
de los entornos territoriales, productivos y político-culturales que
contienen a los procesos interactivos de nuestras universidades con actores
no académicos. Conclusiones A modo de conclusión, en el
trabajo se sugieren algunos lineamientos para acompañar el
diseño de políticas universitarias más eficaces y adecuadas a los ámbitos
socio-tecno-territoriales en los que tiene lugar el entorno socioproductivo. Palabras claves: Universidad, Entornos Sociales, Políticas Universitarias,
Políticas de Ciencia y Tecnología, Argentina.
|
Fecha de recepción: 26
de octubre del 2020 Fecha de aceptación: 13
de agosto del 2021 Cómo citar: Estébanez,
María Elina¸ Mariana Eva Di Bello y Mariana Selva Versino. 2022. Universidad y «entornos»:
reflexiones sobre la vinculación y el diseño de políticas universitarias en
Argentina. Revista Reflexiones 101 (1). DOI 10.15517/rr.v101i1.44367 |
Abstract Introduction This paper
analyzes university and the social and productive environment links in
Argentina Objective The
purpose of the paper is to contribute to the reflection on university
institutions and their participation in the «knowledge society», and to
generate some ideas about interactive processes between university actors and
productive, governmental, and civil society actors, with the aim of outline
an inclusive conceptual framework of the various practices that are part of
this phenomenon. Method Given the
reflective nature of the article, the methodology used is the conceptual
critical review of a corpus of works and approaches that has analyzed the
relationship between the university and socio-productive environments and a
systematization of the different theoretical approaches on the «environment»
concept. Results The ideal
modeling that underlies many studies conceived to account for interactive
dynamics between universities and the environment in countries with greater
scientific development do not allow us to fully grasp the logic of
technological linkage or university extension activities in local contexts,
nor the characteristics of the territorial, productive, and
political-cultural environments that contain the interactive processes of our
universities with non-academic actors. Conclusions As a
conclusion, this paper suggests some guidelines to accompany the design of
university policies to link with the socio-productive environment that are
more effective and appropriate to the socio-techno-territorial areas in which
they take place. Key Words:
University, Social Environments, University Policies, Science and Technology
Policies, Argentina. |
Introducción
En este trabajo se propone una
mirada analítica para comprender las vinculaciones de la universidad con el
entorno social y productivo que se basan en el intercambio de conocimientos
científicos y tecnológicos. El propósito es reflexionar sobre las instituciones
universitarias y su participación en la «sociedad del conocimiento».
Específicamente, se pretende generar algunas ideas sobre los procesos
interactivos entre actores universitarios y actores productivos,
gubernamentales y de la sociedad civil, que permitan esbozar un marco
conceptual inclusivo de las variadas prácticas que forman parte de este
fenómeno. Una mejor comprensión de tales vinculaciones permitirá diseñar
políticas públicas innovadoras que faciliten nuevas oportunidades de diálogo y
cooperación entre universidad y sociedad. En esta dirección, las conclusiones
sugieren algunos lineamientos conceptuales para acompañar el diseño de
políticas universitarias más eficaces y adecuadas a los ámbitos
socio-tecno-territoriales en los que tiene lugar el entorno socioproductivo.
La literatura que propone modelos
teóricos para analizar la relación entre ciencia, universidad y sociedad es
abundante, y constituye un aporte significativo a los fines de este trabajo. Se
realiza una selección de personas autoras y de textos que ofrecen una
aproximación más sistémica y general a la universidad contemporánea, a las relaciones
interinstitucionales, y al contexto histórico-político de discusión sobre los nuevos
roles de la ciencia académica frente a los desafíos del desarrollo económico y
la inclusión social. En esta dirección, vale la pena destacar que las
propuestas de intensificar las vinculaciones con el «entorno» han tenido una
presencia fuerte en el debate público sobre el diseño y evaluación de políticas
de ciencia y tecnología aplicadas al ámbito académico. Sin embargo, no es claro
lo que queda comprendido bajo la idea de entorno. Este problema es abordado en
la tercera sección del trabajo, a partir de un recorrido por los diversos
sentidos que adquiere dicho concepto como referente de las relaciones entre
ciencia y sociedad.
Si bien estas
lecturas han estado dirigidas a procesos de carácter global, la mirada
reflexiva sobre la universidad y su relación con la sociedad también ha sido
frecuente en Argentina y es recuperada en la cuarta sección. Con cierta
convergencia, en el ámbito de las políticas públicas se han desarrollado líneas
de acción para la promoción y financiamiento de las relaciones del sistema
científico con el entorno, estas en dos direcciones: el fortalecimiento de la Investigación
y Desarrollo (I+D) de relevancia productiva-industrial y la producción de
conocimiento científico hacia objetivos de desarrollo social e inclusivo. En
ambas direcciones se involucró a las universidades como agentes dinámicos de la
vinculación con el entorno. En la primera, el avance de las áreas de gestión
tecnológica, la promoción de prácticas de patentamiento y la articulación entre
la universidad y la empresa en torno a proyectos consorciados de I+D han sido
las vías de acción más evidentes. En la segunda, lo han sido el acercamiento
del «subsistema» de I+D académico a la extensión universitaria y el surgimiento
de fondos específicos para programas de desarrollo tecnológico, los cuales son dirigidos
a facilitar el acceso al conocimiento y las tecnologías a las personas por
fuera de los mercados convencionales de bienes y servicios.
Marcos conceptuales para el abordaje
de la vinculación entre la universidad y la sociedad
El interés por analizar la relación
de las universidades con sus contextos sociales y productivos comienza a cobrar
importancia en los países desarrollados durante la década de 1980, y se expande
globalmente en la de 1990. Esto sucede en un escenario marcado por cambios en
la relación entre universidades, gobiernos nacionales y el desarrollo de nuevas
conceptualizaciones alrededor del rol del conocimiento en las sociedades. A
medida que la educación superior creció en extensión, masividad y costos, los
estados nacionales comenzaron a ejercer mayores presiones sobre las
universidades para que orienten parte de sus funciones hacia «metas u objetivos
sociales». Así, aunque a menudo esas presiones eran contradictorias, hacer a
las universidades más responsables ante demandas de la sociedad fue y es uno de
los objetivos de muchas de las reformas que se impulsaron en las últimas
décadas en diversos países. Estas directrices se plasmaron en nuevos marcos
normativos -como la evaluación y acreditación de carreras y el establecimiento
de criterios selectivos para la promoción de la carrera académica- que promovieron
la injerencia de agencias estatales en espacios donde, hasta entonces, primaba la
autonomía universitaria. Pero, además, las nuevas regulaciones abrieron tanto la
posibilidad a la diversificación de fondos de financiamiento universitario por
la vía del arancelamiento como la generación de arreglos institucionales para
la gestión de la vinculación con sectores productivos (Mollis 2003).
Los
efectos de estos procesos macroeconómicos y políticos en los sistemas de
educación superior son analizados a partir del concepto de «capitalismo
académico» (Slaughter y Leslie 1997), el cual expresa los impactos del contexto
de privatización de la educación superior en la emergencia de un comportamiento
capitalista dentro de las instituciones universitarias, tradicionalmente
guiadas por valores ajenos al mercado. Esto implica modificaciones en la forma
de asignar recursos, cambios en la división del trabajo de los grupos de
investigación y en los modos de organizarlo. Por ejemplo, asociaciones con el
gobierno y el sector empresarial, así como la formación de empresas y parques o
polos tecnológicos.
Desde otra
perspectiva, se señala el ingreso de mecanismos de coordinación de mercado desde
mediados de 1980 en las universidades, en reemplazo de anteriores mecanismos de
coordinación social basados en criterios académicos (Geiger 2004). Por otro
lado, el concepto de «universidad emprendedora» (Clark 1998) se acuñó con el
fin de analizar las adecuaciones organizacionales que realizan algunas
universidades para volverse gestoras económicas que compiten por fondos. La
universidad emprendedora tiene una dirección central fuerte y flexible que
define estrategias –a través de programas y unidades operativas específicas–
para manejar las nuevas relaciones con el entorno (municipios, asociaciones
profesionales y empresas privadas) y los recursos diversificados que provee.
Paralelamente,
las últimas décadas del siglo pasado vieron alumbrar el nacimiento del concepto
de «sociedad del conocimiento» que, más allá de la ambigüedad que presenta
dicha denominación, remite a un tipo de organización social donde el
conocimiento asume un rol central como motor del desarrollo (UNESCO 2005). Al
deslizar el foco desde el ámbito de la producción de conocimiento hacia la
esfera socio-cultural, otros desarrollos teóricos llamaron la atención sobre
los fenómenos de la «sociedad del riesgo» (Beck 2006) y el papel de los
conocimientos certificados en los procesos de reflexividad social (Beck, Giddens y
Lash
1994). Estos
desarrollos teóricos fueron la plataforma de ideas que inspiraron las tesis
sobre una nueva forma de producción de conocimientos orientada hacia el
contexto de aplicación, y donde el control social de las producciones
científicas asume el lugar en que antes primaba la revisión de pares denominada
«modo 2»[1] (Gibbons
et al. 1994).
Dicha forma de producción de
conocimientos tiene lugar en sociedades altamente diversificadas y cambiantes,
cuyas fronteras con los espacios científicos son cada vez más porosas, lo cual fuerza a negociaciones
permanentes para establecer las prioridades en materia de investigación
científica. Este fenómeno de «cientifización» de la sociedad y la economía
corresponde con nuevas expectativas ciudadanas y estatales respecto al
desarrollo de la ciencia y la tecnología, su control y su orientación hacia la
resolución de temas complejos, de relevancia social y de interés público
(Elzinga y Jamison 1996, Funtowicz y Ravetz 2000).
Con estas
ideas en proceso y cambios coyunturales como telón de fondo, la mirada reflexiva
sobre los procesos concretos de vinculación entre los ámbitos universitarios y
espacios socio-productivos fue adquiriendo una mayor densidad conceptual.
Aunque puede reconocerse una variedad de perspectivas teóricas y estrategias de
análisis, en este trabajo se ha decidido realizar una clasificación de acuerdo
con el tipo de relación que se privilegie en el análisis de los vínculos entre
universidades y entorno. Así reconocemos dos tipos de abordajes principales: quienes
centran su interés en los vínculos con los sectores productivos y quienes
amplían el análisis de las interacciones a partir de la introducción del
concepto de entorno.
Entre los
primeros las dos perspectivas que han ejercido mayor influencia son el modelo
de la Triple Hélice (Etzkowitz y Leydesdorff 1997) y el de los Sistemas
Nacionales de Innovación (Lundvall et
al 2002). Ambos enfoques han sido vastamente citados en artículos
académicos y también en programas de política pública. Basta señalar aquí que
el enfoque de la Triple Hélice se ocupa de analizar el sistema de relaciones
recursivas entre universidades, gobiernos y el sector productivo; y que el rol
que las interfaces institucionales y las personas o instituciones
interlocutoras cumplen en esas interacciones es tener como centro o punto de
partida del análisis al actor universitario. Por su parte, el foco de interés
del modelo de los Sistemas Nacionales de Innovación es analizar la influencia
del sistema de interacciones entre diversas instituciones encargadas de
producir conocimientos, destinadas a regular estos procesos y las firmas
productivas, centrándose en la capacidad innovadora de las naciones y su nivel
de desarrollo productivo. El punto a destacar es que ambas perspectivas se
detienen en los procesos y mecanismos de relación interinstitucional que
promueven dinámicas de valorización del conocimiento en el mercado, con vistas
a lograr desarrollos innovadores. Recortan su interés en las dimensiones
económicas y organizativas de las interacciones, particularmente en las capacidades
organizacionales para la creación de estructuras de interfaz.
Por otra
parte, durante los últimos años se han desarrollado una serie de trabajos que,
aunque carecen de un marco teórico consolidado como las perspectivas citadas en
el párrafo previo, pueden agruparse bajo el interés general de estudiar las
interacciones que las universidades mantienen con otros actores sociales e
institucionales en un espacio determinado, entendido como «entorno». Entre
ellos, se destacan un conjunto de personas autoras que en diversos países han
generado casos de estudio que podrían agruparse bajo el concepto de «compromiso
regional» de la universidad (Pinheiro, Benneworth y
Jones
2012, Gál y Zsibók 2011, Arbo y Benneworth 2007). Dichos trabajos comparten dos
objetivos: el esfuerzo por estudiar empíricamente la variabilidad de
situaciones implicadas en las interacciones de las universidades con sus
entornos y la idea de utilizar el sustrato territorial como elemento para
pensar el rol económico y social de la universidad.
Así, este tipo de literatura
habilita la posibilidad de trascender el recorte economicista de los vínculos
de la universidad con el desarrollo regional porque incorpora aspectos tales
como la implicación de actores universitarios en redes de gobernanza y culturas
locales, políticas de inclusión estudiantil, o el estudio de la provisión de profesionales
para satisfacer las necesidades del entorno.
Por otro lado, analizar estas
interacciones en un espacio territorial concreto obliga a despojarse de modelos
estilizados para reconocer que las demandas del entorno son muy variables en
función de sus propias características productivas, sociales y culturales.
Adicionalmente, estas demandas, lejos de componer una fuerza sinérgica con las
universidades, muchas veces entran en tensión porque tanto el entorno regional
como las organizaciones de educación superior son espacios complejos que
albergan grupos dispares y que están atravesados por racionalidades múltiples.
Esta diversidad intenta ser captada en una propuesta de medición
de actividades de vinculación, orientada al diseño de indicadores
universidad-entorno y a procesos de autorreflexión institucional de las
universidades iberoamericanas (RICYT-OEI 2016)[2]. La
propuesta no se limita a medir procesos de transferencia de tecnología o
contratos de servicios con empresas, sino que amplía el análisis a las acciones
de movilización de conocimientos científicos a lo largo del ejercicio de las
misiones tradicionales de formación, investigación y extensión, en tanto se
realizan en interacción con actores no académicos: las ONG, gobiernos,
empresas, comunidades o asociaciones civiles[3].
Dentro de las principales dimensiones se considera, en primer lugar, el contexto institucional, entendido como los aspectos organizativos
y normativos de la universidad para las actividades de vinculación. En segundo lugar,
se consideran las capacidades de vinculación, que son los
recursos humanos y de conocimiento (o stock)
que pone a disposición la universidad para atender demandas externas; incluye
la existencia de mecanismos institucionales de comercialización, de resultados
de I+D y de servicios basados en uso de equipamiento científico-técnico. En
tercer lugar, se consideran las actividades de
vinculación en sí mismas, como contratos de servicios, proyectos cooperativos,
actividades formativas a demanda externa, movilidad de personal, prácticas
laborales estudiantiles, diseminación no-académica y actividades de
extensión que implican producción e intercambio de conocimientos en acuerdos
institucionales que excluyen el pago de servicios.
A partir del año 2015, esta propuesta metodológica ha sido
aplicada en la región, en diversos países e instituciones. Asimismo, se abrió
un campo de intercambio y discusión entre el Manual de Valencia y otras
propuestas metodológicas de mayor o menor convergencia. En una publicación
reciente, editada por el Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la
Tecnología y la Sociedad (OCTS) de la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI) reflexiona sobre los alcances y limitaciones de la propuesta metodológica
del Manual de Valencia, a la luz de una serie de experiencias de medición de
indicadores de interacción de universidades con el entorno.
Allí, Estébanez y Bas (2020) advierten sobre la necesidad de
desarrollar una «cultura» institucional en torno a datos sobre interacciones de
la universidad con la sociedad, esto dada la dificultad que se encontró en los
procesos de aplicación del Manual para acceder a datos sobre las actividades de
personas investigadoras[4]. En el
informe se señalan un conjunto de desafíos que presenta el proceso de aplicación
del instrumento de medición relativos a la polisemia del concepto de
vinculación tecnológica (Codner 2020, Langer 2020), a la heterogeneidad y
variabilidad de las instituciones universitarias, hecho que erosiona las
posibilidades de comparar los resultados a nivel nacional debido a la
imposibilidad de generar indicadores estandarizados para todo el sistema
universitario (Lottersberger, Nemichenitzer y Bonneau 2020, Langer 2020). Otras
iniciativas recientes buscan construir indicadores que converjan con la
metodología del Manual de Valencia y que a su vez puedan aproximarse más
cabalmente a las realidades nacionales de los sistemas de educación superior[5]; asimismo,
que den cuenta de la variabilidad de situaciones que alberga el fenómeno de la
vinculación universidad-sociedad (Beigel y Algañaraz 2020, Goñi Mazzitelli
2020).
El entorno y
sus variados sentidos
La alusión
a los espacios que entran en sinergias o tensiones con las universidades que
los habitan expresa uno de los variados sentidos en que es posible pensar a la
vinculación de la universidad con la sociedad: el entorno territorial.
Conceptualizado de esta forma, el entorno refiere inicialmente a los alcances
geográficos de las actividades universitarias: individuos, grupos, empresas,
organizaciones o gobiernos radicados a muy variadas distancias.
El entorno territorial inmediato aparece como el espacio de
interlocución más natural y pertinente para universidades que definen sus
ofertas educativas, científicas y tecnológicas en sintonía con demandas
locales. El entorno extenso
corresponde a un territorio de alcance regional, nacional o internacional, es
el ámbito que inscribe la presencia de estudiantes provenientes del extranjero
y de lugares lejanos del propio país, atraídos por una oferta académica; y la
creación de clientelas globales en torno a calidades en la producción de
conocimiento y tecnologías. Y también es el ámbito de legitimación de los conocimientos
producidos en el marco de campos disciplinares de alcance global.
Estas variables se refieren a las
distancias que configuran entornos, a los sitios de emplazamiento de los
actores académicos y sus públicos no académicos. Pero también hay una
espacialidad variable –con sus correlatos temporales– en el micro escenario
social de una actividad de vinculación concreta. Es la que encuadra el campo de
interacción social: relaciones «cara a cara» donde se comparte el mismo espacio
y tiempo durante el acto de vinculación (por ejemplo, una actividad de diseño
tecnológico donde trabajan en el mismo laboratorio la persona usuaria y quien
diseña) o interacciones mediatizadas por dispositivos organizacionales (la
provisión de un informe de consultoría que se entrega a quien pide este
servicio) o tecnológicos (el intercambio mediante las redes electrónicas).
Los grados de conocimiento mutuo, el
nivel de formalidad de las interacciones y los niveles de confianza son
aspectos relacionados con la distancia social[6].
Desde este plano micro es posible pensar que las intervenciones que modifican
los modos de producción y uso de conocimientos en un territorio y/o comunidad
situada necesitan pensarse también desde la dimensión espacial. Esto permitiría
reconocer las disparidades espaciales y sociales en relación con ese
conocimiento y estudiar cómo se estructuran las relaciones de poder en el
espacio social, las cuales actúan como factores condicionantes de la
apropiación de conocimientos (Werlen 2017).
Las TIC,
los espacios virtuales de formación y producción de conocimiento y la
globalización de las prácticas académicas señalan la creciente incidencia de
otros tipos de interacciones mediatizadas por tecnologías que tienen
implicancias aun no del todo asumidas en la constitución de las subjetividades
académicas modernas. Asimismo, implican una menor incidencia de las distancias
geográficas en la constitución de entornos, y también una reflexión sobre los mayores
alcances de los vínculos externos de las comunidades académicas.
Estas
coordenadas espacios temporales pasan a un segundo plano cuando la apelación al
entorno se produce bajo la idea de contexto de aplicación (Gibbons et al. 1994). Es el ámbito donde se
formulan los problemas, se generan los intereses y necesidades de conocimientos
e innovaciones sobre los que la ciencia puede dar respuesta. No son los
problemas fijados por la disciplina y los clusters
de especialistas, sino por los actores sociales y económicos. En este sentido,
los entornos son audiencias extra-académicas para la producción y el uso del
conocimiento académico. El conocimiento a producir se determina por una gama
muy amplia de consideraciones en donde los aspectos sociales o económicos
forman parte integral y donde su utilidad está presente desde las etapas
tempranas de su producción.
De acuerdo con lo anterior, se
producen procesos de co-producción
(Jassanoff 2004) que son un modo de hibridación de saberes, valores e intereses
que se asocian para lograr una consecución más acabada de los objetivos que se
propone alcanzar la producción de conocimientos. Según el Modo 2, las
universidades van cambiando sus formas organizacionales y la legitimación de
sus prácticas, dando lugar a espacios de institucionalidad heterogénea que
conllevan cambios en prácticas, valores y protagonismos tradicionales, así como
a la definición de nuevos roles para las instituciones de educación superior.
En este sentido se generan ámbitos
de transdisciplinariedad, entendida
como un diálogo entre saberes diversos (diversidad de campos del conocimiento
científico, de anclajes institucionales del saber, de fuentes de conocimiento)
que produce un conocimiento socialmente «robusto» (Nowotny, Scott y
Gibbons
2001). La
universidad presenta ventajas en los procesos de co-producción en tanto
institución de triple o cuádruple misión institucional, que involucra a
docentes, personal funcionario y estudiantil, y que tiene estructuras para
gestionar las intersecciones con el entorno: las áreas de extensión,
vinculación tecnológica, entre otras (Vaccarezza 2015).
El
despliegue de espacios que median entre la universidad y su contexto ha sido
asociado a la existencia de organizaciones y trabajos de «frontera» (Hacket et al. 2016) que intermedian entre universos sociales, esto con el fin de
enlazar valores y propósitos, reconciliar conflictos y asociar demandas
recíprocas. Dicho contexto ha sido originalmente formulado para aludir a los
enlaces entre comunidades de políticas (policies)
y comunidades científicas, luego se aplicó para analizar la constitución de
órganos mixtos entre universidades y stakeholders,
con el objetivo de abordar problemas complejos que requieren nuevos
conocimientos y que sostienen altas expectativas para su aplicación y uso. Las organizaciones
de frontera pueden tomar la forma de agencias mixtas, institutos de
investigación y transferencia de gestión asociada u organismos de
intermediación (Parker y Crona 2012). En este sentido, el trabajo de «frontera»
hace difuso el límite entre lo que es entorno y lo que es universidad.
La
multiplicación de los actores pasibles de entrar en interlocución e interacción
con los miembros del mundo científico-académico es un proceso que dependerá en
gran medida de las capacidades institucionales de las universidades para
generar conocimientos de utilidad social y de la capacidad de formular demandas
por parte de los actores no académicos. Los modelos conceptuales que han
resaltado la importancia del entorno en las nuevas dinámicas sociales de la
ciencia y la universidad han recibido no pocas objeciones en términos de su
valor como elemento descriptivo o normativo. Para algunas posturas críticas,
los nuevos modos de producción de conocimiento no parecen ser tanto una
tendencia nueva como una ideología justificadora de determinadas políticas
basadas en la comercialización de la investigación universitaria. En todo caso,
estos modelos requieren un ejercicio cuidadoso de aplicación para la
comprensión de la situación específica de países de menor desarrollo científico
(Pestre 2003).
Por último,
un sentido más genérico y a la vez también más abstracto de entorno, es el que
prima en la idea de ambiente generativo que interviene en el establecimiento de
la universidad como institución, que participa de la configuración de sus
formas organizacionales, sus orientaciones curriculares y las orientaciones de
sus vínculos interinstitucionales. Es la dimensión socio histórica del
concepto de entorno, el cual remite a la relación más general entre sociedad y
universidad, entre el Estado y la institución. Este sentido muestra las fuerzas
históricas fundacionales -clases, estructura económica, matriz cultural-, que
moldean las misiones fundamentales universitarias y sus procesos de
institucionalización. Estas marcas originarias inciden en los procesos de
institucionalización de la investigación, la extensión universitaria y la
vinculación tecnológica.
Dichas marcas
han sido identificadas en la «primera revolución académica» (Ben David 1974)
cuando se institucionalizó de forma progresiva la investigación como misión
universitaria en la Europa del siglo XIX. De manera similar, la «segunda revolución
académica» (Etzkowitz y Webster 1998) consistió en la institucionalización de
la tercera misión de la universidad contemporánea con las demandas del entorno,
esto al aludir no tanto a nuevas prácticas sino al inicio de un nuevo campo de
políticas universitarias orientadas a dar respuestas específicas a demandas de
desarrollo económico de las sociedades de emplazamiento.
En esta dirección se ha señalado que
la universidad tiene una «tercera misión» relacionada con la generación, uso,
aplicación y explotación fuera del ámbito académico del conocimiento y de otras
capacidades institucionales (Molas-Gallart et al. 2002). La «tercera misión» se
conceptualiza como resultado del modo en que el conocimiento científico se
incorpora estructuralmente en la dinámica de la sociedad y en las formas de
crecimiento económico (Etzkowitz et al. 2000).
Las formas
en que se definen las misiones explícitas de involucramiento de las
universidades con sus entornos varían a lo largo del tiempo, las regiones y los
países. Para el caso de las sucesivas «revoluciones», las cuales incidieron en
la institucionalidad de la ciencia y la vinculación tecnológica en el contexto
europeo y norteamericano, fueron a su tiempo -ya avanzado el siglo XX- modelos «de
importación» para las universidades ubicadas en regiones de desarrollo más
tardío (Díaz, Texeira y Vessuri 1983). La «ciencia periférica» tuvo expresiones
diversas según los distintos contextos nacionales, particularmente en América
Latina.
Las actividades de vinculación universitaria en
Argentina en perspectiva histórica
El
primer intento de pensar el rol que cumplen las universidades argentinas en la
definición y resolución de problemas nacionales nace a la luz del movimiento de
Reforma de 1918 (Tünnennann Bernheim 1998). Esta mentada «misión social» de la
universidad se plasmó a nivel organizacional en la incorporación de la «tercera
función» universitaria denominada generalmente «Extensión». Hasta fines de los
años 1980, las diversas relaciones de la universidad con la sociedad fueron
atendidas desde el plafón organizacional de la extensión.
Durante la década de 1980 este modo
de concebir las interacciones entre instituciones de educación superior y el
medio social comenzó a ser modificado con la introducción de los conceptos de
gestión y vinculación tecnológica. Varios factores confluyeron para que el «clima
de ideas» favorable a la vinculación tecnológica se expandiera desde los países
centrales hacia América Latina: la finalización del período de «sustitución de
importaciones», el comienzo de una
política macroeconómica de mayor apertura comercial que impulsó el aumento de
la competitividad económica, la creciente centralidad de la variable
tecnológica como factor productivo, la crisis financiera que dificultó el
acceso a divisas extranjeras por parte de las firmas para comprar tecnología en
el exterior; y el progresivo desfinanciamiento público a universidades e
institutos de investigación que indujo al cuerpo científico a buscar nuevas
fuentes de recursos en el mercado (Bercovitz 1989; Waissbluth y Solleiro 1989).
Hacia mediados de la década de 1990,
la cuestión de la vinculación tecnológica se reconceptualizó a la luz de las
nociones de «innovación» y de «sistema nacional de innovación»,
fundamentalmente importadas de países desarrollados e impulsadas por la
difusión de ideas de la economía de la innovación como punta de lanza de las
políticas de ciencia y tecnología en esa época (Versino 2007a, Aguiar y
Aristimuño 2018). Desde estas ideas la función estatal para la promoción de la
innovación productiva es garantizar las condiciones para una mayor apropiación
de los conocimientos por parte de los diferentes actores sociales, entre los
cuales las empresas se constituyen en los principales destinatarios (Versino
2007b).
De
esta manera, en un proceso de imitación de modelos de políticas de innovación,
ideados para contextos de mayor desarrollo (Albornoz 2009), la «modernización
tecnológica» de las empresas se convirtió en una inquietud principal de los
hacedores de política de ciencia y tecnología (e innovación), más que en una
demanda propia de los actores económicos. Las señales hacia el sector
productivo no fueron unívocas: por un lado, se afianzó el rol de la innovación
en los planes de política de ciencia y tecnología y, por el otro, se llevaron a
cabo reformas estructurales que provocaron una progresiva desarticulación del
aparato productivo (Rozenwurcel y Bezchinsky 2007)[7].
La misma década fue muy activa en
materia normativa. La Ley de Promoción y Fomento de la Innovación Tecnológica
23.877, sancionada por aquel entonces, creó la figura de una estructura
institucional para actuar de interfase: la Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT).
Las UVT fueron ideadas para celebrar contratos de vinculación entre organismos
públicos de investigación e instituciones del ámbito privado, así evitaban trabas
legales y burocráticas en la gestión.
La Ley 24.521 de
Educación Superior (LES) de 1995 fue el hito normativo más importante para las
universidades. En sintonía con el espíritu de las reformas del Estado llevadas
a cabo en aquellos años[8], la LES
amplió y diferenció las agencias de Gobierno y regulación de la educación
superior, posibilitó el diseño de modelos de organización y gestión que
permitió a las universidades dictar normas relativas a la generación de
recursos adicionales a los aportes del tesoro nacional. La entrada en vigencia
de esta legislación permitió a las universidades nacionales constituirse en las
UVT. Otra de las innovaciones organizacionales para fomentar los mecanismos de
vinculación impulsadas en el periodo fueron los programas de estímulo a la
creación de incubadoras universitarias y parques tecnológicos[9].
Ciertamente,
la década de 1990 marca el comienzo de un proceso de institucionalización de
actividades de vinculación y transferencia de tecnología en las universidades,
entendido como la creación de nuevas dependencias dedicadas a su gestión y
promoción (Vaccarezza 2000). La UBA fue pionera en este sentido, con la
creación de la Dirección de Convenios y Transferencias en 1987, de la empresa
UBATEC S.A. y la Red de Transferencia de Tecnología, Desarrollos y Servicios,
ambos en 1991 (García de Fanelli 1996). A partir de entonces, con diferentes
denominaciones, muchas otras universidades comenzaron a generar estructuras
organizacionales dedicadas al establecimiento de relaciones con el ámbito
productivo[10].
Desde diferentes marcos conceptuales
y con criterios valorativos que cubren todo el espectro desde el optimismo
hasta la crítica, diversos trabajos discutieron la idea de transferencia de
conocimientos «útiles» para los sectores productivos. En general, se asumió que
diferentes causas como la disminución del financiamiento público de las
universidades, el aumento de la competencia económica entre países basado en el
uso de nuevas tecnologías y los cambios en la percepción de la responsabilidad
social de las universidades (accountability)
propiciaron la emergencia de políticas promotoras de la vinculación
universidad-empresa[11].
También, se señaló que tanto los términos «universidad» y «sociedad» como el de
«vinculación» que generalmente están unidos, refieren a realidades complejas y disímiles
que dificultan su abordaje como un fenómeno homogéneo. Esta situación, sumada a
las características propias derivada de la historia y trayectoria específicas
de las universidades nacionales fueron valorados como elementos que discuten la
idea de que las instituciones de educación superior puedan asumir el rol
económico reservado para ellas en los diseños de las políticas de fomento a la innovación
(Dagnino, Thomas y Davyt
1997, Vaccarezza 2000).
Durante los años 2000 las políticas
de ciencia y tecnología continuaron apoyándose fuertemente en la noción de
sistemas nacionales de innovación, pero dieron un giro significativo con la
jerarquización institucional que significó la creación del Ministerio de
Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en el año 2007. La creación del
Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) respondió a una nueva forma de comprender
el concepto de innovación en términos de redes.
Uno
de los componentes del FONARSEC, los Fondos Sectoriales (FS), se convirtió en
un instrumento de financiamiento de la participación de empresas y distintos
organismos públicos con competencias sectoriales en la fase de identificación
de una política de planificación en CTI. En este sentido, los FS presentan
mecanismos que modifican la tendencia general de las políticas de CTI en las
décadas anteriores, orientadas hacia el fomento de las capacidades de
generación de conocimientos por parte del sector científico académico, para
incorporar de una manera mucha más activa a la participación de otros sectores
involucrados en los procesos de innovación.
En relación a las políticas de
educación superior orientadas hacia la promoción de las actividades de
vinculación, no existió en esos años la misma sistematicidad y dinamismo que
pudo observarse en las reformas de la década previa. No obstante, se produjeron
una serie de programas y espacios institucionales destinados a fomentar la
interacción de las universidades con el medio social y productivo[12].
Por
otro lado, en los últimos años diversas universidades públicas generaron
iniciativas tendientes a fortalecer las relaciones, en las cuales se asientan y
fundan mecanismos para lograr una articulación más directa entre las demandas
formuladas por dicho entorno y los procesos de producción de conocimientos.
Así, varias universidades nacionales han creado recientemente Consejos
Consultivos Comunitarios o Consejos Sociales, los cuales, con diferentes
modalidades, se constituyen generalmente como órganos consultivos de las
instancias jerárquicas del Gobierno Universitario, esto con el objetivo de
recuperar aportes y demandas realizadas por diferentes actores de la región de
influencia de la universidad.
De
manera similar, algunas universidades públicas crearon normativas para la
institucionalización de Prácticas Socio Comunitarias entre sus estudiantes,
esto a partir de su inserción en los planes curriculares como requisito para
obtener el título de graduación. En parte, es posible atribuir esta mayor
apertura hacia los problemas del entorno como una respuesta -no coordinada- de
las universidades públicas nacionales a las demandas de soluciones a los graves
problemas sociales provocados por la gran crisis socioeconómica, experimentada
en los primeros años de la década de 2000 en el país.
Una caracterización un tanto
esquemática de estos años podría indicar que, aún sin un marco conceptual tan
claro como aquel que conformaban la dupla reformas de Estado y el paradigma de
la modernización tecnológica en los noventa, se realizaron esfuerzos de
política pública para repensar los mecanismos de fomento a la innovación
productiva, esto al implicar a los actores económicos y sociales, y plasmando
las demandas a nivel sectorial.
Cabe
recalcar que en el ámbito de las universidades se diseñaron una serie de
programas, normativas y arreglos organizacionales para vehiculizar las
múltiples interacciones que mantienen con su entorno inmediato. Esto asume
características muy variables según cada caso, en términos de organización
interna y forma de gobernanza.
Un
estudio reciente realizado en seis universidades iberoamericanas -entre
ellas dos argentinas- y basado en el marco conceptual y metodológico empleado
en el Manual de Indicadores de Vinculación de Universidades con el Entorno Socioeconómico
(Estébanez 2016) muestra algunos hallazgos que permiten obtener un panorama de
la situación regional y argentina. Se pudo observar la existencia de marcos
normativos en todas las instituciones, la diversidad de las prácticas de
vinculación con el entorno y la segmentación horizontal de la gestión en
diferentes oficinas universitarias.
En este sentido, se
observó que más allá de las vinculaciones formalizadas a través de contratos y
proyectos, las interacciones con actores «externos» ocurren muy frecuentemente
a partir del trabajo de los grupos en «la base» piramidal de la institución, en
gran medida «invisibles» en los sistemas de información centralizados de la
universidad. Pese a la creciente presencia de sectores productivos, una gran
proporción de los vínculos externos se producen con agencias de gobierno e
implican actividades de asesoramiento genérico y capacitación. Por otra parte,
el desarrollo tecnológico, la I+D contratada y el patentamiento son en general
acciones minoritarias dentro del amplio espectro de interacciones que las
universidades mantienen con el entorno. Finalmente, el estudio indica que las
universidades argentinas son muy activas en variadas actividades de extensión,
aunque ellas son poco visibles como espacios de producción y aplicación de
nuevos conocimientos, ya que son gestionadas bajo lógicas administrativas
escindidas de las áreas de políticas de la investigación y de vinculación
tecnológica de las universidades.
Conclusiones
Resulta
evidente que las vinculaciones de la universidad con el entorno social y
productivo son diversas en su origen, manifestación y resultados. Una primera
conclusión, en este sentido, es proponer una conceptualización amplia e inclusiva
que incorpore como rasgos distintivos: a) la diversidad de prácticas
formativas, investigativas y de extensión que se desarrollan en interacción con
agencias no académicas; b) la movilización de conocimientos científicos y
tecnológicos como elemento que entra en juego en las vinculaciones; y c) la
composición heterogénea de actores no académicos que participan de estas interacciones.
Estas prácticas, conocimientos y actores se asocian en entornos que tienen
dimensiones variadas. La variabilidad de entornos
(locales, regionales, globales) hacia donde las universidades dirigen sus
esfuerzos misionales, marca los límites y oportunidades que deben ser considerados
en el diseño de estrategias políticas de conducción y gestión de estas
vinculaciones.
Las modelizaciones
ideales que subyacen en muchos trabajos concebidos para dar cuenta de dinámicas
socio económicas y de innovación de países de mayor desarrollo científico no
permiten captar acabadamente la lógica de las actividades de vinculación
tecnológica o de extensión universitaria en los contextos locales, ni las
características de los entornos territoriales, productivos y
político-culturales que contienen a los procesos interactivos de nuestras
universidades con actores no académicos.
Así, una segunda conclusión es la de profundizar el rasgo contextual de
las estrategias de vinculación; es decir, intensificar los procesos de
intersección de la universidad con el entorno en espacios de gestión híbridos,
transfronterizos y flexibles que permitan la atención, recepción e
involucramiento de los diferentes tipos de actores presentes en cada entorno
socio-tecno-productivo particular. Espacios que hagan lugar a prácticas de
gestión que permitan la generación tanto de procesos de co-producción de
conocimientos como de co-gestión de estos, sin que ello impida diferenciar los
roles y las metas que cada uno de los actores involucrados desea y puede
alcanzar.
Es necesario comprender el carácter
transversal del conocimiento científico en las estructuras universitarias y en
las intersecciones con la sociedad. De aquí se desprende una tercera conclusión
que apela a la necesidad de revisar las estrategias de intermediación entre las
funciones universitarias clásicas e imaginar formas
de intensificar el alcance científico de la extensión universitaria, el alcance
territorial de las agendas de investigación académicas y el alcance
gubernamental del saber universitario. Se requieren políticas universitarias de
modalidades más orgánicas en la construcción de estas interfaces, que superen
la forma de los órganos consultivos para pensar formas participativas de
coproducción, ciencia abierta o laboratorios ciudadanos.
Los
aportes de los estudios empíricos realizados en el ámbito regional -que por
cuestiones de espacio y objetivos del trabajo solo fueron mínimamente
referenciados-, no pueden desconocerse a la hora de repensar las propuestas de políticas
sistémicas que fomenten vínculos donde se generen conocimientos socialmente
relevantes para la resolución de problemas tecno-socio-productivos. En este
sentido, las iniciativas orientadas a la generación de espacios de articulación
deben permitir dar cuenta de las prácticas realmente posibles, teniendo en
cuenta todos los elementos involucrados en los entornos en que acontecen estas
interacciones.
Apoyo
financiero
Contribución:
María Elina Estébanez, Mariana Eva Di Bello y Mariana Selva Versino contribuyeron
con datos, reflexiones, escritura y revisiones.
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[1] Por oposición a un
Modo 1 o «tradicional», caracterizado por producir conocimientos orientados por
la disciplina, por un sistema de evaluación por pares y un tipo lineal de
transferencia de conocimientos.
[2] Nos
referimos al Manual de Indicadores de
Vinculación de la Universidad con el Entorno Socioeconómico -Manual de Valencia-,
redactado por personas expertas
en el tema de diferentes países y coordinado por la Red de Indicadores de
Ciencia y Tecnología -Iberoamericana
e Interamericana- (RICYT) y
el Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS-2017) de la Organización de
Estados Iberoamericanos (OEI).
[3] Un antecedente puede consultarse en: Estébanez y Korsusnsky 2004.
[4] Para
subsanar esta falta de datos, la OCTS-OEI, RICYT y el Centro Redes diseñaron
una encuesta para captar las actividades de vinculación en el nivel del
personal académico que dedica tiempo a tareas de investigación
(Estébanez y Bas 2020).
[5]Al
respecto, en Lottersberger, Nemichenitzer, Bonneau
y Langer 2020 pueden encontrarse reseñas y reflexiones sobre
la iniciativa de construcción de indicadores de
vinculación de la Red de Vinculación Tecnológica de las Universidades
Nacionales Argentinas (RedVITEC) que funciona dentro de Consejo
Interuniversitario Nacional (CIN).
[6] El desarrollo de este apartado se nutre de conceptualizaciones
sobre la noción de espacialidad generadas en la teoría sociológica y sus
aplicaciones al estudio de la ciencia. Ver: Henke y Gyerin 2008 y Ophir y
Shapin 1991.
[7]Es conocido que estas iniciativas en Argentina en la década de 1990 se emprendieron en el marco de la aplicación de un plan antiinflacionario basado en el tipo de cambio fijo y de una serie de reformas tendientes a la liberalización de la economía, entre las cuales se destacan la apertura comercial, la desregulación de los mercados y la privatización de empresas públicas.
[8] Entre las reformas más significativas está la creación por decreto de la Secretaría de Políticas Universitarias en el año 1993, interpretada como punto de inflexión en la relación Estado-universidad, debido al abandono de la matriz histórica de «convivencia benevolente» (Brunner 2006) y a un aumento de la capacidad de intervención estatal a partir de políticas de evaluación y acreditación (Krostch 2009; Albornoz y Gordon 2011).
[9] Para un análisis de este fenómeno, véase Versino (2000) y Hoeser y Versino (2006)
[10] Un relevamiento de dichas estructuras organizacionales para el conjunto de las UUNN se puede consultar en Versino, Guido y Di Bello (2012); y, sobre la normativa, en Laffitte y Ramírez (2005).
[11] Entre los trabajos que abordan la relación universidad-empresa y las políticas de vinculación en Argentina durante los noventa pueden citarse, García de Fanelli (1996); Sutz (1994), Correa et al. (1996), Vaccarezza (1997), Dagnino, Thomas y Davyt (1997), Llomovatte et al. (2006), Versino (2007a), Lugones (2009) y Schwartzman (ed.) (2008)
[12] Como por ejemplo la Red de Vinculación Tecnológica REDVITEC y la Red Nacional de Extensión Universitaria (REXUNI) en el ámbito del Consejo Interuniversitario nacional (CIN), el impulso a las Jornadas Nacionales de Extensión Universitaria a partir del año 2002 y el Programa Nacional de Voluntariado Universitario en el ámbito del Ministerio de Educación.